Misteriosas tumbas Tracias en medio de campos de girasoles y lavanda, y un gigantesco ovni abandonado en los montes Balcanes
Los Tracios aparecieron en la península de los Balcanes alrededor del siglo XII AC. Al principio eran un conjunto de tribus dispersas sin ninguna organización, pero en el siglo V AC el rey Teres consiguió unificar a muchas de ellas creando el Reino Odrisio, que ocupaba un territorio similar al de la actual Bulgaria. Su primera capital fue Odrisia (Plovdiv), aunque más tarde Seuthes III la trasladó a Seuthopolis, cuyas ruinas descansan bajo las aguas del embalse de Koprinka. A escasos kilómetros se encuentra el conocido como Valle de los Reyes, entre las poblaciones de Kazanlak y Shipka, donde se han descubierto docenas de tumbas pertenecientes a los monarcas y nobles Tracios. El Reino Odrisio fue invadido en varias ocasiones por los ejércitos Macedonios y Celtas, hasta que en el siglo II AC fue incorporado al Imperio Romano, dando lugar a la provincia de Tracia.
La base más práctica para explorar el Valle de los Reyes es Kazanlak. Desde aquí se pueden realizar excursiones para visitar diferentes tumbas abiertas al público, entre campos de lavanda y girasoles; la Memorial Church de Shipka; el impresionante Monumento de Buzludzha; o el Paso de Shipka. Incluso hay rutas de diferente duración que permiten caminar por los Montes Balcanes. Y en temporada (mayo-junio) la zona se llena de turistas para contemplar el colorido Valle de las Rosas.
VIAJE: PLOVDIV – KAZANLAK
La jornada comenzó a buena hora y tras picar unas galletas preparé las mochilas y desalojé mi habitación del Guest Rooms Opera de Plovdiv. Desde allí caminé hasta la Estación Central de Tren, atravesando calles desiertas y los Jardines del Zar Simeon. Para llegar a Kazanlak en transporte público la opción más eficiente es el autobús (directo y solo tarda 2 horas). Pero el tren es mi medio de transporte favorito; tenía controlados los horarios; y contaba con tiempo de sobras. Así que elegí esta opción, a pesar de necesitar dos etapas:
1. Tren a Karlovo: una vez comprado el billete (4L) localicé el tren y ocupé un asiento en un compartimento con capacidad para 8 personas donde solo había una mujer. El trayecto duró hora y media y fue muy relajado, con vistas de campos de cultivo, girasoles, y los montes Balcanes en la distancia.
2. Tren hasta Kazanlak: en la Estación de Karlovo tuve que esperar una hora hasta el siguiente tren (3,6L). Pero me compré un zumo de naranja en una tienda (1,6L) y me entretuve leyendo. Minutos antes subí al tren (yo diría que era el mismo que me había traído desde Plovdiv) y viajé en otro compartimento para 8 pasajeros, esta vez solo. El trayecto hasta Kazanlak duró hora y media y recorrió una zona conocida como el Valle de las Rosas, donde durante los meses de mayo y junio se pueden ver inmensas plantaciones de estas flores que crean coloridas imágenes (yo pasé por aquí en julio y ya no había ni rastro). Más tarde me enteré que aquí se produce más de la mitad de la demanda mundial de aceite de rosa, esencial para la industria de la perfumería.
Una vez en la Estación de Kazanlak caminé hasta el lugar donde había previsto alojarme. Fueron 20 minutos cuesta arriba, cargado con mis mochilas, y con un sol abrasador. Un taxi me hubiera costado apenas un par de euros, pero así exploré un poco la ciudad.
ALOJAMIENTO: HOTEL MAGNOLIA – 50L/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; lavabo privado con ducha enorme; limpieza extrema; mobiliario nuevo; ubicación perfecta, a unos minutos a pie del centro y de la Tumba de Kazanlak; tranquilidad total por la noche; nevera; aire acondicionado; wifi rápido; balcón privado; agua de cortesía (una botella pequeña cada día); encargado de la recepción muy amable; desayuno incluido; 10% de descuento en el Magnolia Restaurant.
*Puntos en contra: camas individuales.
Reservé este hotel a través de Booking pero reconozco que era una auténtica incógnita: solo tenía 6 comentarios de otros viajeros (ninguno en inglés); no aparecía en Google Maps (por suerte sí en maps.me); y ni siquiera sabía cómo se llamaba, porque el nombre estaba escrito en cirílico. Pero era de los más baratos de la ciudad, así que me lancé a la aventura. Y acerté, porque el hotel llevaba en funcionamiento tan solo 4 meses y la habitación era nueva, con un montón de detalles. Sin duda la mejor de mi ruta por Bulgaria. Al final me quedé una noche más y me rebajaron 5L.
Una vez instalado me estiré un rato en la cama a descansar, porque estaba agotado, y así evité la parte central del día.
LA TUMBA DE KAZANLAK
A eso de las 16h salí a la calle y di un paseo por el pueblo. Viniendo de Plovdiv y su maravillosa arquitectura, Kazanlak me pareció un lugar bastante feo, con enormes bloques de pisos de estilo soviético, calles descuidadas y lugareños de mirada inquisitiva. Solo me gustó una zona junto al río Eninska, cerca de mi hotel, con flores y vegetación, y alguna bonita vivienda. En realidad los turistas visitan Kazanlak por dos motivos: el Valle de las Rosas (en la ciudad hay un Museo dedicado al proceso de obtención de aceite de rosa); y la Tumba de Kazanlak, a la cual me dirigí.
*Horario: 9h – 17.30h
*Precio: 6L
*Fotografía: ok
En 1944 los aviones aliados estaban bombardeando Bulgaria por su apoyo a la Alemania Nazi. Y durante la excavación de un refugio subterráneo se descubrió en Kazanlak una de las tumbas Tracias más espectaculares que se conocen, construida en el siglo III AC. Tanto que desde el año 1979 figura en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Aunque este sitio tiene una pega (que por suerte ya conocía antes de llegar a Kazanlak): la tumba lleva cerrada al público desde el 2008 para proteger su interior, y en su lugar se visita una copia construida a escasos metros de la original. Una lástima pero es lo que hay, así que muy a regañadientes me acerqué a conocer la reproducción.
Tras pagar la entrada vi un pequeño museo con varios objetos encontrados durante las excavaciones y un panel con explicaciones en inglés. Y a continuación accedí a la “tumba”, compuesta por dos partes: un estrecho pasillo; y la cámara funeraria, de forma circular, con el techo cubierto de coloridas pinturas murales de una calidad excepcional. En ellas aparece el difunto acompañado de su mujer, soldados con caballos, y una carrera de carros. Una auténtica obra de arte. Estuve solo en todo momento y pude hacer las fotos que quise, así que la experiencia no me desagradó.
Como Kazanlak ya no tenía nada más que ofrecer decidí llenar el estómago, porque a esas alturas todavía no había comido y me moría de hambre.
CENA: MAGNOLIA RESTAURANT
Este lugar estaba muy recomendado por mi guía de viajes, y además resultó que es propiedad de los mismos dueños que el hotel donde me alojé. Cuando llegué una simpática señora me condujo a una mesa de la terraza, situada en un patio interior, y me dio un menú en inglés. Había infinidad de platos, pero al final me ceñí a los clásicos de la gastronomía búlgara: Tarator; Kavarma de Cerdo; Parlenka (pan pita) de ajo; y una cerveza Kamenitza de 0,5l. Todo delicioso, y encima con un 10% de descuento, por lo que solo pagué 17L.
Eso sí, me sorprendió que el lugar estuviera desierto, a parte de una familia que apareció cuando yo ya me marchaba. Nikolay me comentó que cada día solían recibir varios autobuses con grupos de turistas que paraban a comer camino de Veliko Tarnovo. Pero la crisis del coronavirus les estaba afectando muchísimo y ya daban la temporada por perdida. Una pena…
Después de cenar me fui a mi habitación, donde me dediqué a leer y preparar las siguientes jornadas. Comparado con mi alojamiento de Plovdiv me sentía como en un hotel de 5 estrellas.
EXCURSION A SHIPKA
Al día siguiente me desperté un poco más tarde de lo previsto tras una noche de sueño impecable. Así que me vestí a toda prisa; preparé la mochila pequeña; y bajé a disfrutar del desayuno incluido en el precio del hotel. Se sirve en el Magnolia Restaurant y ocupé la misma mesa de la terraza. De entre varias opciones elegí un Desayuno Continental, y me lo sirvieron al momento. Consistió en un plato con jamón york, tomate, pepino, dos tipos de queso y olivas; dos rebanadas de pan con mermelada y miel; un café solo; y un vaso de Ayran (yogurt ligeramente salado, similar al de Turquía, que entró bien porque estaba frío). Justo lo que necesitaba.
A continuación caminé hasta una parada cercana, siguiendo las instrucciones de Nikolay. Y a las 11.15h apareció un autobús que por 2,2L me llevó hasta Shipka, un pueblo situado 12km al norte de Kazanlak. El vehículo es el número 6 y sale cada hora en punto de la Terminal de Autobuses (al lado de la Estación de Tren). El día había amanecido ligeramente nublado, y cuando llegamos a Shipka el cielo se cubrió de nubes negras y comenzaron a caer gotas de lluvia, con un fuerte viento. Pero yo seguí con el plan previsto.
La principal atracción de Shipka es la Memorial Church, una iglesia construida en el año 1902 en homenaje a los soldados rusos y búlgaros caídos en las batallas que se libraron en el cercano Paso de Shipka durante la Guerra Ruso-Turca, entre los años 1877 y 1878. Está ubicada sobre una colina rodeada de bosques, y accedí subiendo docenas de escaleras. El exterior es impresionante, con un campanario de forma puntiaguda de 53m de altura y 5 cúpulas doradas de estilo ruso (por la tarde hay mejor luz para la fotografía). Yo di un paseo alrededor del templo, esquivando montones de insectos de color rojo que estaban en plena temporada de apareamiento y cubrían el suelo.
En el interior los muros están decorados con frescos donde aparecen diferentes santos y escenas de la historia de Rusia. Y es posible bajar a la cripta, con una serie de tumbas donde están los restos mortales de los soldados. La entrada es gratuita, pero si quieres hacer fotos hay que pagar 5L. Aunque durante mi visita solo había una señora a cargo de la tienda de recuerdos, y pude hacer un par sin llamar la atención. Antes de abandonar el lugar me senté en una cafetería cercana y me tomé un café con leche y una barrita de chocolate (2,4L). A mi alrededor el ambiente era muy tranquilo, con apariciones puntuales de alguna familia de lugareños.
Tras el café bajé a explorar Shipka y comprobé que es un pueblo encantador (nada que ver con Kazanlak). Recorriendo sus calles descubrí viviendas tradicionales con jardines llenos de flores (rosas, hortensias, campanillas…); una imponente casa del siglo XIX que alberga un Museo Etnográfico (no lo visité); el antiguo Ayuntamiento, ubicado en un edificio de estilo soviético con columnas que se estaba cayendo en pedazos… Y como telón de fondo los Montes Balcanes cubiertos de bosques de coníferas, con las cúpulas doradas de la Memorial Church emergiendo en la distancia. Me gustó mucho.
LA TUMBA DE OSTRUSHA
Desde Shipka continué caminando hacia las afueras y llegué a la carretera que va a Kazanlak. A mi alrededor el paisaje era llano, excepto una serie de pequeñas colinas cubiertas de vegetación que aparecían en la distancia. Eran los túmulos funerarios donde fueron enterrados los reyes y nobles Tracios que hace más de 2mil años habitaron la zona. Una imagen impresionante. Yo quería visitar la Tumba de Ostrusha. Se encuentra 3km al sur de Shipka y por la mañana mi idea era bajarme del autobús en sus inmediaciones. Pero para mi sorpresa el vehículo se desvió por las poblaciones de Hadzhidimitrovo y Sheynovo sin pasar junto a la tumba. Así que decidí llegar a pie.
La primera parte del trayecto me tocó avanzar por la carretera principal, con un arcén muy estrecho y los vehículos pasando a escasa distancia. Aunque después giré a la derecha por una carretera sin apenas tráfico donde estuve más tranquilo. Podría haber llegado a la tumba en poco más de media hora, pero es que de camino no paré de encontrar imágenes fotogénicas y mi cámara echaba humo. Un grupo de caballos pastando en un prado con un par de potrillos; campos de girasoles infinitos; túmulos funerarios; y en el tramo final campos de lavanda que llenaban el aire de fragancia. Además, a esas alturas el tiempo había mejorado y lucía un sol perfecto. Un paseo muy recomendable.
Al final llegué a la Tumba de Ostrusha, donde me recibió una abuelita muy simpática que hablaba un inglés más que correcto.
*Horario: 9h – 17h
*Precio: 6L
*Fotografía: ok
De entrada hubo momentos de duda, porque yo solo llevaba en la cartera billetes de 50L y la señora no tenía cambio. Hasta me ofreció ver la tumba gratis, en un alarde de amabilidad. Pero al final reuní todas las monedas que pude y le conseguí dar 4L.
La Tumba de Ostrusha se descubrió en el año 1993. En el pasado estaba bajo el enorme túmulo funerario anexo, pero para poder visitarla con seguridad fue desenterrada, y ahora se encuentra protegida bajo una caseta de cemento. La abuelita me abrió la puerta y me acompañó al interior. La tumba data del siglo IV AC y es un sarcófago hecho con dos pesados bloques de granito. En el interior destaca el techo, cubierto de relieves y pequeños nichos con restos de frescos. El único que se conserva en buen estado es el rostro de una mujer. A nivel artístico es mucho menos espectacular que la Tumba de Kazanlak, pero aquí pude visitar el lugar original, con una sensación especial. En una cámara contigua los arqueólogos encontraron los huesos de un caballo con adornos de plata.
Varias de las tumbas de los alrededores también están abiertas al público, aunque hay menos que ver. De entre todas, por lo que pude investigar, recomendaría la Tumba de Seuthes III, el fundador de la ciudad de Seuthopolis.
Tras la visita me hubiera adentrado en los campos de lavanda o girasoles a hacerme alguna foto típica de Instagram. Aunque la señora me dijo que no me saliera del camino porque la zona estaba llena de serpientes; y había carteles que prohibían el acceso (imagino que no era el primero al que se le ocurría la idea). De regreso en la carretera principal hice autoestop y al cabo de unos minutos paró un coche. El hombre no hablaba nada de inglés pero se portó genial y me llevó hasta la puerta del hotel. Un gran final para una excursión redonda.
CENA: MAGNOLIA RESTAURANT
No tardé mucho en volver a este restaurante para reponer fuerzas (si el día anterior me había gustado, ¿para qué cambiar?). Además del Tarator habitual esta vez pedí Shkembe (callos), cocinados en un cuenco de barro con champiñones, diferentes verduras y queso. Estaban riquísimos. Para acompañar, Parlenka (pan pita) de ajo; y una cerveza Kamenitza de 0,5l. Precio: 16L (con descuento). A mi alrededor de nuevo soledad absoluta (no sé si le salía a cuenta a este local abrir tantas horas).
A continuación volví a mi habitación, y ya no salí más a la calle. Ahora tocaba descansar, porque todavía no habían acabado mis aventuras en el Valle de los Reyes Tracios.
EL MONUMENTO DE BUZLUDZHA
La jornada comenzó a buena hora y tras los preparativos habituales bajé a desayunar al Magnolia Restaurant. Como la noche anterior fui el único huésped del hotel me habían dejado un poco a mi suerte y no había nadie, ni en la recepción ni en el restaurante. Aunque envié a Nikolay un mensaje por Instagram y apareció al momento. Esta vez elegí por curiosidad el Desayuno Búlgaro, pero no me acabó de convencer: dos rebanadas de pan frito con dos trozos de queso feta, mermelada y miel, y un vaso de Ayran. Un poco escaso.
Después cogí mi mochila pequeña y me puse en marcha. El primer destino del día era el Monumento de Buzludzha, situado 23km al norte de Kazanlak, en los Montes Balcanes. No es posible llegar en transporte público así que había planeado contratar los servicios de un taxi. Pero cuando se lo comenté a Nikolay se ofreció a llevarme en su coche y acepté. El trayecto duró algo más de media hora y fuimos charlando animadamente. Antes de llegar a Shipka nos desviamos a la derecha y subimos sin parar hasta la parte alta de la cordillera por una carretera local que en su último tramo estaba llena de agujeros. Y Nikolay me dejó frente al monumento.
Como el chaval no habló en ningún momento de dinero yo tampoco saqué el tema y confié en que sería un importe razonable. Pero la sorpresa llegó al día siguiente, cuando desalojé la habitación y me encontré con que no tenía que pagar nada por el viaje. ¡Qué amabilidad! La verdad es que mi bolsillo lo agradeció. Un alojamiento realmente insuperable.
En 1981, tras 7 años de intensos trabajos, los líderes del Partido Comunista de Bulgaria inauguraron este espectacular edificio que llama la atención por dos cosas: su forma de nave espacial, sostenida sobre una base; y una torre anexa de 70m de altura con una estrella en cada lado. El monumento estuvo operativo hasta la disolución del Partido en 1989, y fue utilizado para exposiciones y diversos eventos. En su época tuvo que ser un lugar impresionante. El interior de la nave estaba cubierto de mosaicos de estilo soviético, con granjeros, cosmonautas o los rostros de Marx y Lenin. Además la estrella de la torre se iluminaba de color rojo por la noche; y tenía un ascensor para subir y disfrutar de unas vistas únicas. Pero cuando Bulgaria se independizó de la URSS el edificio quedó abandonado.
En la actualidad el techo se está hundiendo, hay goteras en diferentes puntos, la base de la nave está llena de grafitis, y varias letras de la fachada se han caído. Y aun así cuando llegué al edificio me quedé con la boca abierta. Es una auténtica mole de cemento (en su construcción se utilizaron 70mil toneladas), con un diseño surrealista. Además el lugar estaba desierto; grupos de pájaros entraban y salían de las ventanas; y a través de una todavía se podía ver un mosaico en la parte central de la cúpula con el símbolo de la hoz y el martillo. La atmósfera era mágica.
Yo aproveché para hacer algunas fotos (mejor luz por la mañana) y después di un paseo alrededor del monumento, contemplando unas panorámicas geniales, incluido el cercano Monte Buzludzha (que da nombre al edificio) y el Shipka Memorial en la distancia. El tiempo era excepcional, con sol y un cielo prácticamente despejado (a veces la niebla no deja ver nada).
Durante muchos años fue posible acceder al interior del monumento, y aunque las autoridades intentaron mantenerlo cerrado, los turistas aventureros siempre encontraban huecos por los que entrar. Pero el deterioro del edificio lo convirtió en un lugar peligroso, y en 2018 el gobierno selló todas las grietas, colocó cámaras de vigilancia, y contrató a un guarda de seguridad que se dedica a dar vueltas y controlar con la mirada a la gente que llega. Así que ahora es completamente imposible colarse. Una pena, porque me hubiera encantado explorar esta maravilla antes de que desaparezca por completo.
Tras una hora larga examinando cada detalle bajé por unas escaleras hasta la base de la montaña donde está el monumento. Allí hay una escultura de estilo soviético con dos manos que sostienen un par de antorchas, y se pueden obtener buenas fotos con la nave espacial a lo lejos.
CAMINANDO POR LOS BALCANES
Después de visitar el Monumento de Budludzha continué con el plan del día. Mi intención era llegar a pie hasta el Shipka Memorial, y Nikolay me había aconsejado recorrer la carretera secundaria de 10km que conecta ambos lugares y me permitiría conocer el Bulgarka Nature Park, una de las zonas más pintorescas de los montes Balcanes (o Stara Planina, como los llaman en Bulgaria). Así que me puse a caminar. Apenas había tráfico de vehículos, pero cuando al cabo de un rato vi un sendero alternativo que se adentraba en el bosque, no me lo pensé dos veces y abandoné la carretera. Más tarde me enteré que se trata de un tramo de la E3, una ruta de larga distancia que cruza toda Bulgaria de oeste a este, desde la frontera con Serbia hasta el Mar Negro.
El sendero ni siquiera salía en maps.me, pero estaba muy bien marcado, y de forma regular aparecían carteles con indicaciones y marcas de pintura. Nada que ver con el descenso al Monasterio de Rila… Eso sí, dio más vueltas que la carretera y la distancia a recorrer aumentó. Y paré un montón de veces a hacer fotos. Con lo cual tardé casi 3 horas en llegar al Paso de Shipka. De camino crucé frondosos bosques de árboles enormes y campos de flores con montones de ruidosos saltamontes. El aire estaba lleno de insectos que pasaban a mi lado zumbando y mariposas naranjas revoloteando. En una zona embarrada vi un par de ranas saltando; escuché el sonido de un pájaro carpintero trabajando en un árbol; y de vez en cuando aparecían aves de entre los matorrales que me pegaban unos sustos tremendos.
Fue un paseo muy agradable, sin pendientes pronunciadas, en el que avancé a ritmo pausado respirando aire puro y disfrutando de la naturaleza. Aunque reconozco que hubo algún momento de nervios, porque no vi a nadie y no sabía si en esta zona había osos. Al final conecté de nuevo con la carretera, ya muy cerca del monte Stoletov, y al poco me desvié por otro sendero que me llevó directo, encarando una fuerte subida. No fue una excursión de varios días, pero por lo menos pude recorrer durante unas horas parte de los míticos montes Balcanes.
EL PASO DE SHIPKA
Antiguamente este lugar situado a 1.190m de altura era de gran importancia estratégica porque permitía a las tropas cruzar los Balcanes. Y aquí se produjo uno de los combates más decisivos de la Guerra Ruso-Turca. De entrada los rusos se hicieron con el paso con relativa facilidad. Aunque los otomanos no se dieron por vencidos y en agosto de 1877 enviaron un ejército de 30mil soldados para recuperar el control, justo cuando en el paso solo había 7.500 soldados, principalmente partisanos búlgaros. Todo parecía perdido, pero los búlgaros se defendieron con uñas y dientes y consiguieron repeler el ataque de forma heroica hasta que llegaron refuerzos. Esto permitió que el ejército ruso accediera al sur del país, derrotara al Imperio Otomano y Bulgaria consiguiera la independencia.
Para conmemorar esta hazaña, en 1934 se construyó el Freedom Monument (también llamado Shipka Memorial): una torre de piedra de 32m decorada con un enorme león de bronce, situada en la cima del Monte Stoletov, a 1326m de altura. Yo alcancé el monumento después de subir un montón de escaleras y disfruté de una panorámica de 360 grados espectacular, con montañas cubiertas de espesos bosques, profundos valles y en la distancia, muy pequeñito, el Monumento de Budluzdha. Se puede acceder al interior del Freedom Monument pagando. Hay una tumba con los restos de algunos de los soldados fallecidos y diferentes objetos procedentes de los combates. Pero yo preferí explorar los alrededores, entre cañones y una bandera gigante de Bulgaria.
Desde el monumento caminé unos minutos hasta Eagle’s Nest, un peñasco donde los voluntarios búlgaros se atrincheraron y no hubo forma de sacarles de allí. Ahora hay una cruz de hierro y las vistas son geniales, con el Valle de los Reyes y, al fondo, las aguas azules del Embalse de Koprinka. Mientras estuve allí aparecieron bastantes familias búlgaras, aunque sin llegar a agobiar porque se marchaban al cabo de unos minutos.
Tras un rato paseando por el lugar me dirigí al Paso de Shipka. Para ello tuve que bajar centenares de escaleras completamente solo, porque todo el mundo subía en coche hasta un parking relativamente cerca del Freedom Monument. Al principio hay una serie de paneles con relieves de estilo soviético representando escenas de la famosa batalla (como soldados búlgaros lanzando piedras al enemigo a falta de munición). Y después continué con paciencia hasta el Paso, que en la actualidad actúa como frontera de las provincias de Gabrovo y Stara Zagora.
REGRESO A KAZANLAK
Cuando llegué a la carretera eran las 16.30h, y todavía tenía un margen de tiempo más que holgado para volver al hotel. Mi guía de viajes hablaba de diferentes autobuses que cubrían la ruta entre Kazanlak y Gabrovo o Veliko Tarnovo, y me planté a esperar confiado. Pero una hora más tarde no había ni rastro de autobuses en uno u otro sentido, y me empecé a mosquear. Así que tras comprarme un helado en una cafetería cercana (1,3L) no me quedó otra que ponerme a hacer autoestop. Nikolay me había dicho que a las malas le enviara un mensaje y me vendría a buscar, pero no quería molestarle, y además todavía desconocía el precio de sus servicios.
La verdad es que no estaba muy motivado para hacer autoestop, aunque por suerte el segundo coche paró y resultó ser un lugareño que se dirigía a Kazanlak. ¡Problema resuelto! De entrada el hombre me pareció bastante seco, pero todo se debía a su escaso nivel de inglés, porque se portó genial. Me quiso enseñar la Memorial Church de Shipka, hasta que entendió que ya la había visto; después se desvió para que visitara la Tumba de Shushmanets, pero estaba cerrada; y al final me dejó en la puerta del hotel, excusándose por no haberme podido ayudar más. Un gran tipo… Con este buen sabor de boca acabó mi recorrido por el Valle de los Reyes Tracios.
CONCLUSION
La mayoría de turistas reducen su estancia en el Valle de los Reyes a una breve parada durante el trayecto entre Plovdiv y Veliko Tarnovo, algo inexplicable teniendo en cuenta la cantidad de lugares de interés que ofrece la zona. Por encima de todos destaca el magnífico Monumento de Buzludzha, uno de los edificios soviéticos más impresionantes que existen. Para explorar la zona necesitarás un mínimo de dos jornadas, utilizando como base la población de Kazanlak (te recomiendo el Hotel Magnolia). Shipka es muy bonita pero su infraestructura turística es residual, con escasas opciones para comer y dormir.
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