Caminando en solitario junto a fotogénicos lagos de origen glacial y pasando la noche en el monasterio más sagrado del país
Con sus 810km2 de superficie, Rila National Park es la reserva natural más grande de Bulgaria. Fue inaugurada en 1992 y está formada por una serie de profundos valles y lagos glaciales situados tan solo 70km al sur de Sofia. El parque se divide en dos sectores. El oriental, donde se encuentran el monte Musala (2.925m), la cima más alta de los Balcanes; o las pistas de esquí de Borovets. Y el occidental, con el Monasterio de Rila y el famoso circuito de los Siete Lagos. Yo visité está última parte y realicé una ruta de 3 días, alojándome en un hotel de montaña y en el propio Monasterio.
La mejor época del año para recorrer las montañas de Rila es durante los meses de julio y agosto, cuando la nieve desaparece de los senderos y es más fácil explorarlas. Aunque no hay que confiarse: el tiempo cambia con rapidez y las tormentas son habituales. Septiembre y octubre también constituyen una buena opción. Yo visité el parque en el mes de julio y por suerte disfruté de un tiempo genial, sin rastro de lluvia.
VIAJE: SOFIA – PIONERSKA HUT
La forma más sencilla de acceder a las montañas de Rila es contratando una excursión con alguna agencia de viajes de Sofia. Pero yo decidí llegar en transporte público y la verdad es que fue una auténtica odisea que consumió buena parte de la jornada.
Estas fueron las etapas para alcanzar el sector occidental de Rila National Park:
1. Taxi a la Terminal Central de Autobuses: situada a 2km del Hostel Mostel. Tras dejar parte de mi equipaje en una habitación del alojamiento, busqué un taxi y el conductor me llevó por 4L. También hubiera podido ir en Metro, pero con estos precios tan baratos no me compliqué la vida.
2. Autobús hasta Dupnitsa: al llegar a la Estación pregunté en el punto de Información, y la chica me envió a la taquilla de la compañía Union Ivkoni. Allí compré el billete (6L) y me senté a esperar en una pequeña sala. Por suerte llegué a tiempo para el autobús de las 10.10h, porque el siguiente era a las 12.10h y me hubiera arruinado el día. A la hora prevista apareció el vehículo, guardé mi mochila en el maletero inferior (donde llevaba entre otras cosas mi tienda de campaña, saco de dormir y comida para un par de días); y ocupé mi asiento junto a un puñado de pasajeros.
El trayecto fue muy tranquilo. Primero avanzando poco a poco hasta salir de Sofía. Después paramos unos minutos en la Estación Ovcha Kupel, situada al sur de la capital (según dónde esté ubicado tu alojamiento puede que te interese más viajar a Dupnitsa desde aquí). Y a continuación cubrimos kilómetros a buen ritmo, dejando atrás las montañas de Vitosha, y recorriendo un valle con bonitas vistas de campos de cultivo y pueblos con tejados de color rojo. El día amaneció espectacular, con sol y un cielo azul impecable. Y al cabo de hora y media llegamos a la Terminal de Autobuses de Dupnitsa.
3. Autobús a Sapareva Banya: tras recuperar mi mochila pregunté a un par de lugareños y conseguí la información que necesitaba. Mi autobús no salía hasta las 13h (tenía que esperar más de una hora); y el billete se pagaba directamente al conductor. Mientras daba vueltas conocí a Charles, un francés de Isla Reunión que se dirigía al Monasterio de Rila (a él le tocaba esperar un par de horas). El chaval me cayó muy bien y decidimos buscar un lugar para comer algo. Al final entramos en un pequeño local de comidas junto a la Terminal y pedimos un plato de sopa elaborada con patata, verduras y trozos de carne de ternera. Estaba deliciosa. Además solo nos costó 3L; la camarera hablaba inglés; y comimos en una terraza rodeados de lugareños.
Minutos antes de las 13h me despedí de Charles y caminé hasta el andén donde ya estaba mi autobús esperando. Compré el billete (1,2L), ocupé un asiento y nos pusimos en marcha. Este trayecto solo duró media hora, avanzando hacia el este por un valle con unas vistas impresionantes de las montañas de Rila cubiertas de bosques.
4. Marshrutka hasta Pionerska Hut: al bajar del autobús un abuelete salió a mi encuentro. Era el conductor de la furgoneta que cubre este trayecto. Aunque había un problema: el vehículo tiene capacidad para 8 pasajeros y se pone en marcha cuando está lleno. Pero de momento yo era el único cliente; se hacía tarde (ya eran casi las 14h); y las probabilidades de que aparecieran más turistas eran muy escasas. Así que acepté a regañadientes pagar el precio de los 8 asientos (20L) y arrancamos sin perder tiempo.
Pronto comprobé que los 20L estaban más que justificados. La furgoneta tuvo que circular por una estrecha carretera con 18km de fuertes pendientes y curvas cerradas, adentrándose en las montañas. Y cualquier error o accidente con otro vehículo nos enviaba al fondo de un barranco que ponía los pelos de punta. Eso sí, el paisaje era de postal, atravesando bosques de coníferas con ríos de aguas cristalinas. El abuelete no hablaba ni una palabra de inglés, pero intentaba dar conversación (sin mucho éxito). Y en menos de media hora llegamos al destino.
Nota: en Sapareva Banya pregunté a un par de taxistas cuánto me cobrarían por llevarme directamente hasta Pionerska Hut y me pedían 40L, en parte porque casi no había turistas y tenían complicado conseguir clientes para la vuelta. Yo no acepté porque viajo solo, pero si vas acompañado es una opción a tener en cuenta (son 20€ por un viaje de una hora y casi 40km).
TENSION EN UN TELESILLA
Desde Pionerska Hut, situado a 1.585m de altura, se accede al inicio de la ruta de los Siete Lagos de Rila. Aquí tienes dos opciones:
*Subir a pie por una pista de tierra: se tarda unas 2 horas, pero hay que hacer frente a un desnivel de +500m y el paisaje no es nada del otro mundo.
*Utilizar un Telesilla: el trayecto cuesta 12L (o 20L ida y vuelta) y dura 20 minutos.
Yo elegí la segunda opción y me dirigí a la taquilla. En plena crisis del coronavirus no tenía muy claro que el Telesilla estuviera en funcionamiento, pero cuando llegué me encontré el parking lleno de vehículos. Tras comprar el billete me subí a una silla, y lo que en principio iba a ser un trayecto relajado se convirtió en toda una descarga de adrenalina:
*El Telesilla está en continuo movimiento y cuando subí desconocía que yo era el encargado de bajar las barras que protegen de una caída. El operario me avisó a gritos, pero cuando ya estaba a varios metros de altura; y encima las barras no bajaban del todo porque tocaban con la mochila, que iba a mi lado. Vaya comienzo…
*Cuando la silla pasaba por alguna torre se zarandeaba de forma inquietante.
*Aunque lo peor con diferencia fue cuando el Telesilla se detuvo de repente, justo mientras sobrevolaba el tramo a mayor altura. Ya he hablado en alguna ocasión de mi miedo a las alturas, y en el caso de los Telesillas lo llevo bien si no pasan cosas raras. Pero quedarme colgado allí arriba, completamente solo y sin saber qué ocurría casi me provoca un ataque de pánico. Al final ya no sabía hacia dónde mirar. Fueron unos minutos de máxima angustia, hasta que por fin el Telesilla arrancó de nuevo.
Eso sí, el trayecto me ofreció unas vistas memorables del parque, con extensos bosques y afiladas montañas de fondo (algunas todavía con placas de nieve). Yo aproveché para hacer bastantes fotos, cruzándome de vez en cuando con alguna silla ocupada por turistas. Menos mal que al llegar al final del recorrido un operario me ayudó a bajar la mochila de la silla, porque aquello no paraba y hubiera tenido problemas. Desde allí caminé unos minutos hasta el alojamiento más importante de la zona, situado a 2.150m de altura.
ALOJAMIENTO: RILA LAKES LODGE – 25L/Noche
*Puntos a favor: dormitorio de 8 plazas para mí solo; buena limpieza; ubicación espectacular, en pleno Parque Nacional de Rila, justo donde comienza la excursión a los famosos lagos; ventana con vistas geniales; tranquilidad total por la noche; personal muy amable; restaurante con servicio de comidas (aunque no lo utilicé).
*Puntos en contra: la puerta del dormitorio no se cerraba con llave, por lo que me tuve que fiar de la honestidad de la gente.
Al igual que en el caso del Telesilla, al haber tan pocos turistas no sabía si el hotel estaría abierto. Pero al final me pude alojar sin problema. Yo elegí la opción más económica, aunque el lugar ofrece apartamentos que cuestan hasta 180L por noche. Una vez instalado en el dormitorio, piqué unas galletas y un zumo de manzana; y salí a caminar, equipado tan solo con mis cámaras de fotos. Eran las 15h y todavía tenía 6 horas de luz por delante, tiempo más que suficiente para una buena excursión.
LOS SIETE LAGOS DE RILA
El circuito de los Siete Lagos de Rila es la ruta de montaña más popular de Bulgaria. Consiste en un sendero circular que empieza y acaba en el Rila Lakes Lodge, y durante unos 10km pasa junto a 7 lagos de origen glacial que ofrecen imágenes de postal. El punto más alto está a 2.535m, por lo que el desnivel positivo de la ruta es de +400m. En total se tardan unas 5 horas en completar el recorrido, que la gente suele realizar en el sentido contrario a las agujas del reloj. En teoría hubiera podido hacer el circuito completo, pero sin tiempo para hacer fotos y disfrutar del paisaje. Así que decidí realizar solo una parte del circuito (la izquierda), visitando 4 lagos, y dejar el resto para la jornada siguiente, de camino al Monasterio de Rila.
Los inicios fueron realmente agradables. Caminé cuesta abajo por un sendero bien marcado, deteniéndome a observar montones de coloridas flores y cruzando pequeños arroyos saltando de piedra en piedra. Aunque poco a poco el cielo se fue cubriendo de nubes y las sombras se apoderaron del entorno. En este tramo me crucé con bastantes lugareños (todos en sentido contrario al mío), que me saludaban con un Dobar Den (buenas tardes) o un Zdravej (hola). Estos fueron los lagos que visité:
1. Lower Lake: como su nombre indica, es el que se encuentra a menor altitud. Intenté acercarme a la orilla pero el terreno estaba inundado y no lo conseguí. En su lugar continué la ruta y llegué hasta un mirador desde el que pude contemplar el lago desde arriba, con un río en primer plano creando pequeñas cascadas y el Rila Lakes Lodge en la distancia. A continuación seguí subiendo, y me caí al suelo al tropezar con una raíz (un francés que caminaba con su familia me vio y charlamos un momento). Por suerte no me hice daño.
2. Fish Lake: es el menos profundo. Junto a la orilla está el Chalet Seven Lakes. Me detuve un rato para hacer fotos, pero el sol había desaparecido, con las aguas del lago de color oscuro y las cimas de algunas montañas tapadas por la niebla. No eran ni mucho menos las mejores condiciones.
3. Trefoil Lake: este lago se llama así porque tiene forma de trébol. De camino pasé junto a la Giving Hands Fountain, con un agua helada que me sentó genial (me había dejado la cantimplora en el hotel); vi otro Chalet con pinta de estar cerrado; y tuve que cruzar un río donde había montones de tábanos que se lanzaban a picarme.
4. Twin Lake: son dos lagos conectados que forman el más grande de los siete. Justo cuando llegué apareció el sol y me regaló una panorámica de lujo, con el monte Haramiyata (2.490m) reflejado en sus aguas transparentes; cimas con bastante nieve; y una vegetación de color verde intenso. Fue el mejor momento de la excursión y lo pude disfrutar completamente solo (la mayoría de turistas ya se habían marchado), con el sonido del río de fondo.
REGRESO AL HOTEL
A todo esto ya eran las 18.30h así que decidí volver a mi habitación. Para ello elegí una ruta de maps.me que no forma parte del circuito estándar de los Siete Lagos (lo cruza por el medio). Quizás por ello desaparecía de forma regular y tuve que consultar la app en innumerables ocasiones para poder orientarme. De camino había montones de pájaros revoloteando a mi alrededor; vi varias ranas (incluido un sapo enorme); y tuve que cruzar zonas de arbustos de donde emergían nubes de mosquitos (acabé con el chubasquero puesto, capucha incluida). Aunque oficialmente el día acababa a las 21h, dos horas antes el sol desapareció tras las montañas y cada vez había menos luz. Pero bueno, al final conseguí volver al Rila Lakes Lodge sin incidentes, avanzando sin prisas.
Como eran las 20h, nada más llegar al hotel pregunté dónde podía cenar y una chica me condujo a un sótano con mesas y una cocina. Allí comí una lata de albóndigas con patatas (bastante aceptable), dos plátanos y unas galletas. Por supuesto, más solo que la una. De hecho, creo que a parte de mí únicamente había otros dos o tres huéspedes. Después de cenar me fui a la habitación a descansar. En el exterior el cielo todavía estaba muy nublado y peligraba la segunda jornada de mi ruta. Pero poco antes de meterme en la cama volví a mirar por la ventana y lucía una luna llena espectacular, rodeada de brillantes estrellas. La cosa prometía…
COMPLETANDO LA RUTA
Al día siguiente me desperté a las 6h y a través de mi ventana se veía un paisaje precioso, iluminado con los primeros rayos de sol. Lo ideal hubiera sido vestirme y salir a aprovechar el buen tiempo. Pero el día era muy largo y se estaba genial en la cama, así que seguí durmiendo hasta las 7.30h. Una vez en pie, desayuné galletas y un zumo de manzana; preparé la mochila; me despedí de la encargada del Rila Lakes Lodge; y me puse a caminar a las 8.15h. En esos momentos era el único montañero en el Parque, porque el Telesilla no comienza a funcionar hasta las 8.30h.
Tal y como había planeado, esta jornada tocaba conocer el resto de los Siete Lagos de Rila, con lo cual comencé la ruta como todo el mundo, en el sentido contrario a las agujas del reloj. El tiempo seguía inmejorable, con sol radiante y cielo sin nubes.
Estos fueron los lagos que visité:
5. Kidney Lake: de entrada tuve que hacer frente a un duro ascenso hasta la parte superior de una cadena montañosa. Aunque después el sendero avanzó por una pradera bastante llana. En la zona había grupos de caballos, algunos con un cencerro colgado al cuello. Una pareja y su cría se interpusieron en mi camino, y en un par de ocasiones se me acercaron emitiendo bufidos. Yo me alejé por si acaso y di un rodeo para evitarlos (algunos caballos tienen malas pulgas). También escuché una avioneta sobrevolando las montañas (las vistas tenían que ser increíbles).
Un rato más tarde llegué a Kidney Lake, un lago con forma de riñón. En mi opinión es el más bonito. Yo continué siguiendo la orilla y no paré de hacer fotos, maravillado con sus aguas cristalinas y las montañas de los alrededores, cubiertas de placas de nieve. Como me tomé las cosas con calma al final me alcanzó un visitante del parque y hablamos un momento. Se llamaba Ivan y había pedido el día libre en el trabajo para hacer la ruta de los Siete Lagos de Rila. Él se sentó a descansar, pero yo decidí continuar porque todavía me quedaban muchos kilómetros por delante.
6. Eye Lake: alcanzar la orilla de este lago implicó otra empinada subida, pero contó con muchos atractivos. Una panorámica preciosa de Kidney Lake; una fuente donde pude llenar mi cantimplora de agua fría; y un río que bajaba de las cumbres formando innumerables cascadas. Así el esfuerzo se hizo más llevadero. Eye Lake es el lago más profundo de los Siete, y está al pie de unas montañas que durante mi visita todavía tenían bastante nieve (¡en pleno mes de julio!).
En este punto el circuito estándar de los Siete Lagos continuaba por la orilla izquierda del lago hasta Tear Lake. Pero yo decidí seguir un sendero alternativo que subía por la orilla derecha. El motivo: alcanzar la parte superior de la cordillera que tenía frente a mí, a más de 2.600m de altura, en busca de las mejores vistas de los lagos. Eso sí, este desvío añadió unos cuantos kilómetros a una jornada ya de por sí bastante dura (y en ese momento no me imaginaba cuánto…).
7. Tear Lake: el desvío tuvo tres partes. Un ascenso inicial no muy exigente; un tramo en el que caminé por una pradera sin apenas desnivel hasta llegar a un monumento en homenaje a Nestor Nestorov; y una subida brutal casi en linea recta que me dejó sin fuerzas. Tanto que hacia la mitad tuve que parar a picar unas galletas y beber agua. Ya en lo alto de la cordillera avancé por un sendero que sigue la cresta, y me preparé para disfrutar de las vistas. Pero al principio se me quedó cara de tonto, porque a medida que pasaban las horas el cielo se había comenzado a llenar de nubes. Y mi aparición en la cresta coincidió con una espesa niebla que no me permitía ver nada. Con lo que me había costado llegar allí me quería morir…
Por suerte al cabo de unos minutos la niebla desapareció y pude disfrutar del espectáculo. La estrella de esta zona es un mirador desde el que se pueden ver los Siete Lagos. Y la imagen es única, con los lagos distribuidos a diferentes alturas y las montañas de fondo. Aunque para obtener buenas fotos hay que acercarse bastante al borde del barranco y tenía el corazón en un puño. A la derecha de la cresta se extiende un valle donde había bastantes caballos pastando.
Tras un rato caminando llegué a la zona de Tear Lake, el lago más alto de los Siete, con forma de lágrima. La ruta principal pasa por una colina (a muchos metros por debajo de donde yo me encontraba) que ofrece unas vistas correctas y estaba llena de gente gritando. Nada que ver con mi experiencia, vivida en total soledad y con una panorámica insuperable. Por cierto, en este lugar de la cresta me encontré a Charles, el francés que conocí el día anterior (había viajado por la mañana desde Sofia) y estuvimos hablando unos minutos. Vaya casualidad…
CAMINANDO POR LAS ALTURAS
A todo esto ya eran las 12.30h, así que decidí comenzar la segunda etapa del día: llegar hasta el Monasterio de Rila. Según maps.me tenía por delante 11km y 4,5 horas de recorrido, algo que cuadraba bastante con lo que había leído en un panel informativo del parque (7 horas entre el Rila Lakes Lodge y el Monasterio). Con lo cual me puse a caminar confiado en que acabaría la ruta a buena hora. Al principio recorrí un valle sin apenas desnivel, donde vi caballos; un pastor conduciendo un rebaño de ovejas (a bastante distancia); y una gran perspectiva de la cadena montañosa que había recorrido.
Yo pensaba que el sendero continuaría llano hasta llegar a un punto donde empezaría a bajar sin parar hasta el Monasterio. Pero de repente el camino se desvió a la izquierda y tuve que encarar una dura subida. Cuando vi que se avecinaba otro ascenso aun peor decidí sentarme un rato a comer algo y reponer fuerzas: medio fuet, unos cacahuetes y un plátano. No me imaginaba que a continuación aun quedaba una tercera subida. Y de repente me vi avanzando a más de 2.500m de altura, completamente solo, con una masa de amenazantes nubes grises en la distancia. Eso sí, el paisaje era inmejorable, con el monte Maliovitsa (2.729m) y su característica forma de mesa; imponentes paredes de roca; y diferentes lagos.
Me alegró mucho encontrarme con una pareja de búlgaros que venía de coronar el Maliovitsa y charlé con ellos un momento (al menos no era el único bicho raro). Y poco después alcancé la cima del monte Dodov (2.661m), donde hay una placa conmemorativa. La verdad es que no dejaba de alucinar con el giro que había dado la situación. A fecha de hoy todavía no estoy seguro, pero yo diría que me equivoqué de camino. Antes de la primera subida los carteles del parque indicaban seguir por el fondo del valle, pero yo preferí hacer caso a maps.me (con razón, porque sorprendentemente los carteles solo estaban escritos en búlgaro y no entendía nada). Y durante el resto de la ruta vi marcas de pintura, pero ni rastro de carteles.
Y la cosa no mejoraba. Desde el monte Dodov vi la continuación del sendero y se me heló la sangre. Discurría por una estrecha cresta realmente aérea que iba a poner a prueba mi miedo a las alturas. Así que guardé la cámara de fotos en la mochila, cogí los bastones, y me armé de valor. Fueron momentos de tensión en los que caminé poco a poco, midiendo cada paso para evitar resbalones o tropiezos tontos. Al final me esperaba una nueva pendiente, pero en su lugar recibí dos buenas noticias: encontré el inicio de la ruta que (por fin) me llevaría al Monasterio (el edificio aparecía al fondo del valle, rodeado de bosques); y apareció un magnífico Rebeco de los Balcanes, que salió corriendo al verme (al no tener mi cámara a mano solo pude hacerle una foto muy lejana).
UN DESCENSO TERRORIFICO
Antes de empezar a bajar hacia el Monasterio ya era consciente de que aquello no sería un simple paseo. Por delante tenía un desnivel de -1.300m, pasando de una altura de 2.500m a 1.200m, y la situación se podía complicar en cualquier momento. Pero tanto… Al principio todo transcurrió con normalidad: el sendero estaba bien marcado y bajaba haciendo eses que facilitaban el descenso. Pero poco a poco desapareció bajo la maleza.
Fueron incontables las veces que tropecé con piedras y ramas; otras pisé mal y casi me tuerzo el tobillo; y en una ocasión resbalé y me caí al suelo (por suerte sin consecuencias, porque caminaba justo al borde del barranco). Incluso me tocó adentrarme en zonas cubiertas de plantas igual de altas que yo, con el riesgo de encontrarme alguna serpiente, o un jabalí. Algo perfectamente factible teniendo en cuenta que estaba en una lugar deshabitado, en medio de la montaña, y todavía a bastante distancia de Rila.
En una de esas zonas de plantas perdí el sendero (lo raro es que hubiera logrado seguirlo hasta entonces) y por unos momentos me invadió la desesperación. Estaba rodeado de espesa vegetación y pendientes imposibles y no podía salir de allí. Menos mal que recuperé la calma y me volví a orientar gracias a maps.me. Bueno, y que pasé junto a un arroyo donde pude llenar mi cantimplora, porque de lo contrario no llego al Monasterio. A todo esto, tengo que reconocer que el paisaje era precioso, y caminé cruzando un manto de coloridas flores, con magníficas panorámicas del Valle de Rilska. Pero era evidente que por allí hacía mucho tiempo que no pasaba un montañero…
La parte final del descenso me hizo internarme en un bosque donde continuaron los obstáculos. Aquí el sendero ya era visible, pero estaba lleno de hojas secas y piñas que me hacían resbalar; o de fuertes desniveles que me obligaban a avanzar con lentitud, apoyándome en los bastones. Además el calor era asfixiante (iba empapado en sudor); me moría de sed (tras el arroyo no encontré más agua); y unas avispas la tomaron conmigo y no paraban de acercarse a mi cara… Un auténtico suplicio…
En los últimos kilómetros iba en un estado lamentable, con las piernas temblando por el esfuerzo realizado, la piel quemada por el sol, una mano llena de sangre y arañazos, cubierto de insectos… Y suerte que mis zapatillas nuevas respondieron a la perfección y no me dieron ningún problema. Cuando llegué a la puerta del Monasterio, 2,5 horas más tarde de lo previsto, casi no me lo podía creer. Lo había conseguido…
RILA MONASTERY’S ROOMS – 30L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; lavabo privado con ducha de agua caliente; buena limpieza; ubicación genial, dentro del Monasterio de Rila, donde se respira una gran atmósfera; tranquilidad total por la noche; patio con fuentes de agua deliciosa; precio.
*Puntos en contra: camas individuales con sábanas minúsculas; sin wifi ni cobertura; hay que desalojar la habitación a las 10h (demasiado temprano).
Al ver las fuentes del patio me abalancé sobre una y bebí sin parar. Estaba agotado, jadeaba sin parar y me movía lentamente porque casi no me aguantaba en pie. Hacía mucho tiempo que no me encontraba tan mal…
En el patio no había nadie, y tras dar un paseo en busca de la Recepción del hospedaje me dirigí a la garita del vigilante de seguridad. La verdad es que el hombre se portó genial. Por lo visto la Recepción cierra a las 19h y yo llegué al Monasterio media hora tarde. Pero él llamó por teléfono al encargado, me dijo que me sentara, y a los pocos minutos apareció el chaval. Menos mal, porque si tengo que salir fuera en busca de alojamiento me quedo por el camino… Además la habitación fue toda una sorpresa (me esperaba algo más básico).
Una vez instalado me estiré en la cama unos minutos para recuperarme. A continuación me hubiera encantado salir a cenar un plato local acompañado de un par de jarras de cerveza fría. Pero las puertas del Monasterio cierran, y a partir de las 21h está prohibida la entrada (incluso a los huéspedes). Así que me tuve que conformar con medio fuet, un plátano y un zumo de manzana. Y no tardé en quedarme dormido.
EL MONASTERIO DE RILA
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 7.30h, tras una noche en la que dormí como un tronco. De buena gana me hubiera quedado un par de horas más en la cama, pero tenía que aprovechar el tiempo. Así que me vestí; piqué unas galletas; y salí a explorar el Monasterio de Rila. Por suerte me había recuperado bien de la odisea del día anterior, y a parte de las piernas agarrotadas no tenía más secuelas físicas.
En el patio del Monasterio reinaba una paz absoluta: los monjes vestidos de negro caminaban hacia sus tareas diarias; un grupo de señoras barría el suelo; y un lugareño abría lentamente la tienda de recuerdos. Todavía no habían aparecido los primeros turistas y tenía todo el lugar para mí solo (otra de las ventajas de alojarse aquí).
El Monasterio de Rila fue fundado en el siglo X por los seguidores de San Iván de Rila, un monje eremita que vivía en una cueva cercana al que se le atribuyeron docenas de milagros. Con el tiempo el Monasterio se convirtió en el más importante de Bulgaria, recibiendo importantes donaciones de los diferentes Zares del Imperio. Y durante la ocupación otomana, a pesar de ser saqueado en varias ocasiones, Rila se erigió como el guardián de la lengua y cultura del país. La mayor parte del complejo actual data del siglo XIX, cuando se reconstruyó tras el devastador incendio de 1833. Rila continúa siendo el principal Monasterio de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, con San Iván de Rila como patrón de sus feligreses. Y es una de las mayores atracciones turísticas de Bulgaria.
Para empezar visité la parte más espectacular: la Iglesia de Rozhdestvo Bogorodichno. Se trata de un edificio pintado con rayas rojas y blancas, rematado por tres cúpulas de color amarillo. Pero lo mejor es el pórtico de la entrada, cubierto de coloridos frescos representando todo tipo de escenas de la Biblia. Están muy bien conservados, y me tiré más de una hora examinando cada detalle. Por todas partes aparecen demonios acechando a la gente, o torturando a los pecadores en el Infierno. Me encantaron. Como no había casi nadie aproveché para hacerme alguna foto utilizando mi GoPro con el trípode. Aunque al cabo de unos minutos un vigilante me dijo que estaba prohibido (no sé que manía le tienen a los trípodes en muchos sitios…).
El interior de la iglesia también está lleno de frescos, aunque la iluminación es escasa y cuesta observarlos bien. También destaca una enorme lámpara que cuelga del techo, decorada con imágenes de santos y huevos de avestruz. La fotografía no está permitida. A continuación desalojé la habitación y entregué la llave en el Museo, tal y como me había indicado el chaval de la Recepción.
Mi idea era visitar el Museo y Hreliova Tower, pero el billete combinado que incluye todos los lugares de interés del Monasterio solo costaba 3L más (16L), así que opté por el tour completo. Para evitar cargar con la mochila, la dejé junto a la encargada del Museo.
1. Museo de Historia: está compuesto por un par de salas donde se exhiben diferentes objetos religiosos relacionados con el Monasterio. Regalos procedentes de Rusia, hábitos de los monjes, documentos antiguos, pinturas… Aunque la estrella del museo es la Cruz de Rafail. Está hecha de madera tallada y en sus dos caras se pueden ver diferentes escenas de la Biblia con un grado de detalle asombroso. Una auténtica obra maestra… que no pude fotografiar porque está prohibido. En la iglesia lo entiendo, pero en un museo prácticamente vacío…
Tras el Museo pensaba que podría visitar el resto de lugares por mi cuenta. Pero están cerrados con llave y la encargada llamó a una señora para que me acompañara. La pobre se tiró conmigo hora y media subiendo y bajando escaleras por todo el Monasterio. Y encima no hablaba inglés, así que solo se limitaba a abrir puertas y esperar. Bueno, y a repetir varias veces “no pictures”. La anécdota se produjo cuando al cruzar el patio nos encontramos con el abad del Monasterio. La señora le saludó con una reverencia y me lo presentó, pero yo no supe qué hacer y le dije “hi” poniéndome la mano en el corazón (¡?). La cara del hombre era un poema…
2. Hreliova Tower: es el edificio más antiguo del Monasterio, construido durante el siglo XIV. Aquí la señora se quedó esperándome en la planta baja de la torre y yo fui subiendo niveles. Mi único interés era alcanzar la parte superior, que prometía unas vistas excelentes del Monasterio y las montañas de los alrededores. Pero para mi sorpresa la puerta estaba cerrada. La decepción fue mayúscula, porque en el interior de la torre no hay nada que ver.
3. Icon Gallery: una sala donde hay una serie de cuadros de temática religiosa, acompañados de los retratos de los últimos abades del Monasterio.
4. Museo Etnológico: se compone de varias estancias entre las que destacan dos salas de reuniones lujosamente decoradas, con techos de madera tallada y coloridas alfombras. En el resto hay exposiciones de ropa tradicional, joyas y alfombras de diferentes regiones de Bulgaria.
5. Antiguas Cocinas: con todo tipo de utensilios antiguos, además de un horno, una bonita chimenea, y un caldero gigantesco en el que se cocinaba para los cientos de peregrinos que acudían al Monasterio utilizando enormes cucharas de madera.
Cuando acabé la última visita me despedí de la señora y me quedé un rato más paseando por el patio del Monasterio en busca de nuevas imágenes, aunque ya con un flujo constante de turistas.
COMIDA: DRUSHLIAVITZA RESTAURANT
Después de dos días alimentándome mal necesitaba pegarme un homenaje, y me acerqué a este restaurante situado a escasos metros de la entrada del Monasterio. Tiene una agradable terraza situada justo sobre un arroyo que baja con fuerza, creando una atmósfera genial. Allí ocupé una mesa, revisé la carta (en inglés), y pedí una Ensalada Shopska (muy rica); y Kavarma de Cerdo, un delicioso guiso elaborado con trozos de carne, champiñones, puerro, tomate y otras verduras, además de un huevo frito, que se convirtió en mi plato preferido de Bulgaria. Para acompañar, una cerveza Kamenitza de 0,5l. Acabé como nuevo. A mi alrededor había un par de mesas con lugareños, y la camarera fue muy simpática. Precio: 20L.
Tras la comida pasé por una panadería tradicional cercana donde había bastante gente haciendo cola, y compré Mekitsas (masa de churro frita) que solo costaban 0,5L cada una. También vendían yogurt artesano. Como todavía faltaba hora y media para iniciar mi regreso a Sofia, me senté a la sombra en un banco junto a la entrada del Monasterio y me entretuve escribiendo. Mientras, no paraban de entrar y salir visitantes; y dos perros de gran tamaño deambulaban en busca de comida.
VIAJE: MONASTERIO DE RILA – SOFIA
La gran noticia del día fue descubrir que había una marshrutka diaria que cubría el trayecto entre Sofia y el Monasterio. Así me ahorraba tener que hacer transbordo en Dupnitsa, con la consiguiente pérdida de tiempo. Además la furgoneta sale a las 15.30h (no muy tarde); apareció puntual en el parking del Monasterio; y el billete solo me costó 11L (poco más de 5€). Ya en el vehículo, ocupé un asiento en la fila individual y nos pusimos en marcha. Primero viajamos hacia el oeste atravesando una zona de bosques espectaculares. De camino pasamos por los pueblos de Rila y Stor (en este último hay unas formaciones de arenisca que se pueden visitar). Y después llegamos a la carretera principal y pusimos rumbo a Sofía. El trayecto duró 2,5 horas que pasaron volando, mientras contemplaba el paisaje y echaba alguna que otra cabezada.
La furgoneta me dejó en la Terminal Ovcha Kupel, a 4,5km del Hostel Mostel. Y cuando me disponía a parar un taxi vi un tranvía que iba en la misma dirección y decidí subirme. Al no tener tarjeta de transporte no pude pagar, pero en Sofia las estaciones de tranvía no cuentan con tornos de acceso, así que pude entrar y salir sin problema. De esta forma acabó mi recorrido por las montañas de Rila.
CONCLUSION
En Rila viví las aventuras más intensas de mi viaje por Bulgaria. Un laborioso trayecto en transporte público; un telesilla que se detuvo a mitad de recorrido; senderos de alta montaña que desaparecían, con carteles en búlgaro; incertidumbre por no saber dónde iba a dormir… Aunque a cambio disfruté de momentos únicos, como la panorámica de los Siete Lagos o alojarme en el interior del famoso monasterio. El tiempo necesario para esta zona dependerá de tus ganas de complicarte la vida: si te apuntas a una excursión organizada o tienes vehículo propio puedes visitar solo el Monasterio de Rila en medio día; si en cambio decides seguir mis pasos y combinarlo con los Siete Lagos te harán falta un mínimo de tres, y muchas dosis de paciencia.
Los apasionados de la montaña encontrarán aquí infinidad de opciones para alargar su estancia. En la sección oriental de Rila se puede coronar el monte Musala. Y más al sur está el Parque Nacional Pirin, incluido en el listado del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con docenas de cumbres. Yo de estos lugares no puedo opinar porque llegué al monasterio tan agotado que preferí continuar mi ruta en busca de nuevos escenarios.
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