Explorando la capital cultural de Bulgaria, con elegantes mansiones del siglo XIX y ruinas romanas muy bien conservadas
Según algunos expertos Plovdiv es la urbe habitada más antigua de Europa, y ha recibido diferentes nombres a lo largo de la historia. En el siglo XII AC una tribu Tracia (los Bessi) construyó un asentamiento fortificado en lo alto de la colina de Nebet Tepe que llamaron Eumolpias. Más tarde la población creció y se convirtió en Odrisia, la capital de un poderoso reino Tracio formado por la unión de diferentes tribus. En el siglo IV AC los Macedonios conquistaron la zona y rebautizaron la ciudad como Philippopolis, en honor a Philippo II (el padre de Alejandro Magno). Los Romanos la llamaron Trimontium (“Tres Colinas”), por su situación geográfica, y la designaron capital de la Provincia de Tracia. Y los Otomanos se referían a ella como Filibe.
En la actualidad, Plovdiv es la segunda ciudad más grande de Bulgaria y el motor económico del país. Está atravesada por el río Maritsa, y destaca por sus ruinas romanas; su casco antiguo lleno de mansiones del siglo XIX perfectamente restauradas; y su pasión por el arte, con innumerables museos, galerías de pintura, festivales y obras de teatro. Además se encuentra a escasa distancia del Monasterio de Bachkovo y la Fortaleza de Assen, lugares de interés que se pueden visitar en una excursión de un día.
VIAJE: KOPRIVSHTITSA – PLOVDIV
Salir de Koprivshtitsa en transporte público fue tan complicado como llegar. Tras desalojar con mucha pena mi habitación de la Guest House Bashtina Striaha y despedirme de su propietaria, caminé hasta la parada de autobús del pueblo. Al poco apareció la marshrutka que comunica el centro con la Estación de Tren, pero cuando subí el conductor puso cara de póker y me dio a entender que el autobús que necesitaba salía de esa misma parada. Así que bajé, me senté en la terraza del bar de al lado y pedí una Ensalada Shopska y una cerveza Zagorka. Precio: 9L. Yo iba vestido igual que en días anteriores, con pantalón corto y camiseta, aunque el cielo estaba nublado y soplaba un viento frío bastante incómodo (y eso que era julio…).
Cuando acabé de comer llegó de nuevo la furgoneta. Yo ya no le hice caso, pero la cocinera del bar se acercó a preguntar al conductor (le había comentado que estaba esperando allí el autobús y no lo vio nada claro). Y para mi sorpresa me dijo que subiera rápido a la furgoneta porque mi autobús sí que salía de la Estación de Tren. ¡Menudo imbécil el conductor! Por su culpa casi lo pierdo. Y encima el tío ni se disculpa conmigo por la confusión.
1. Marshrutka a la Estación de Tren de Koprivshtitsa: un breve trayecto para recorrer 9km por una estrecha carretera que atraviesa bosques interminables. Precio: 3L.
2. Autobús a Karlovo: en la Estación esperé unos minutos (dándole galletas a una perra) y llegó el vehículo que necesitaba. Iba con bastante gente, pero conseguí un par de asientos para mí y la mochila grande. Como ya comenté en mi anterior post, en circunstancias normales se puede coger el tren en Koprivshtitsa. Pero durante mi visita se estaban realizando trabajos de mantenimiento en un túnel y se había cortado el tráfico ferroviario entre Anton y Karlovo.
El viaje duró alrededor de una hora. De camino pasamos por algún pueblo pintoresco; extensos campos de girasoles; y dos cuarteles militares. Y avanzamos en paralelo a la cordillera de los Balcanes, que recorre toda Bulgaria desde la frontera con Serbia hasta el Mar Negro. El billete me costó solo 2L, pero creo que el ayudante del conductor se equivocó con el cambio, porque una hora de autobús por 1€…
Karlovo es una población situada al pie del Parque Nacional de los Balcanes Centrales, y estuve a punto de hacer un alto para dedicar dos o tres días a explorar estas montañas. Pero todavía estaban muy recientes mis aventuras por Rila; y en este Parque no encontré ningún rincón extraordinario que mereciera la pena el esfuerzo (su techo es el Monte Botev, con menos de 2.400m). Así que decidí continuar hasta el siguiente lugar de interés.
3. Tren hasta Plovdiv: en la Estación compré el billete (4L); localicé el tren, que ya estaba detenido en uno de los andenes; ocupé un asiento junto a la ventana; y al cabo de un rato nos pusimos en marcha. Fue hora y media de trayecto con un montón de paradas (algunas donde solo había un par de bancos de madera en medio de la nada). El tren iba bastante vacío y viajé muy cómodo, contemplando un paisaje de campiña y plantaciones agrícolas. Hasta que llegamos a la Estación Central de Plovdiv.
Desde allí caminé 20 minutos hasta el lugar donde había previsto pasar la noche, cruzando los bonitos Jardines del Zar Simeon.
ALOJAMIENTO: GUEST ROOMS OPERA – 35L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; lavabo privado; limpieza extrema; ubicación inmejorable, en pleno centro de Plovdiv; aire acondicionado; dueña muy amable; restaurante anexo con un 10% de descuento para huéspedes (aunque no lo utilicé).
*Puntos en contra: camas individuales; wifi muy errático; ducha con escasa potencia (el agua salía a la vez por el grifo).
Como de costumbre reservé la habitación a través de Booking, y cuando llegué al hotel la dueña me estaba esperando. El lugar me gustó bastante, así que me acabé quedando 2 noches más, esta vez al margen de Booking. La dueña no me hizo ningún descuento, pero me cambió a una habitación más grande con cama doble. Eso sí, con dos colchones individuales muy incómodos y olor a tabaco.
Una vez instalado salí a dar un paseo por Plovdiv aprovechando las últimas horas del día. Y me entretuve recorriendo la calle Prince Alexander I, la principal avenida peatonal la ciudad, que con sus 1,8km es la más larga de Europa. La verdad es que me encantó el ambiente, con un montón de lugareños, tiendas de ropa, edificios históricos, locales de comidas, heladerías, músicos callejeros… Aunque también apareció brevemente una manifestación en contra del gobierno, con banderas de Bulgaria y silbatos.
Para cenar imité a la gente: en un local compré un Döner (4,5L) y me senté en un banco a comérmelo; para beber, agua de una fuente cercana; y de postre adquirí en una panadería dos Kiflichki (bollos azucarados rellenos de mermelada) por 1,6L. Un menú rápido y económico, aunque ni mucho menos sano… A continuación regresé a mi habitación y al poco ya estaba durmiendo como un tronco.
LAS ANTIGUAS MANSIONES DE PLOVDIV
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable y me puse en marcha rápido, con ganas de aprovechar el tiempo. Una vez en pie me vestí, preparé la mochila pequeña, y salí a la calle. Como no tenía nada para desayunar en la habitación decidí comprar alguna cosa por el camino. Pero me acabé liando y al final estuve con el estómago vacío hasta la hora de comer.
Mi recorrido por Plovdiv comenzó en su Casco Antiguo, al que llegué caminando en apenas un cuarto de hora. El tiempo era perfecto, con cielo azul y un sol muy agradable. Este barrio está compuesto por una serie de calles adoquinadas de pronunciadas pendientes distribuidas alrededor de tres colinas. Y pasear por ellas es una experiencia única, descubriendo museos, galerías de arte, hoteles y restaurantes con encanto, tiendas de artesanía, graciosos gatos… El tráfico de vehículos está muy restringido, con puntos de control en los principales accesos, y solo se escucha el sonido de los pájaros o algún lugareño charlando. Pero si una cosa destaca en el Casco Antiguo son sus mansiones.
Entre los siglos XVIII y XIX surgió en Bulgaria un movimiento conocido como el Despertar Nacional, en el que cobró fuerza un sentimiento de unidad patriótica frente al dominio del Imperio Otomano. Esta corriente coincidió con la aparición de una clase de comerciantes adinerados que decidieron construirse mansiones siguiendo un estilo propio, sin reparar en gastos. Y en Plovdiv (al igual que en Koprivshtitsa) se han conservado muchas de estas viviendas, gracias a los trabajos de restauración realizados. Sus fachadas están pintadas de vivos colores (rojo, amarillo, azul…); y tienen partes que sobresalen del resto del edificio, descansando sobre postes de madera. Así que las oportunidades fotográficas son infinitas.
Actualmente hay varias de estas mansiones abiertas al público. Mi idea era conocer un par, pero la entrada individual a cada una cuesta 5L, y por 15L me ofrecieron un billete combinado que da acceso a 5 monumentos de Plovdiv (a elegir de entre 9). Así que al final visité 4 mansiones:
1. Hindliyan House: construida en 1835 para el famoso mercader Stepan Hindlian. Tiene varias salas lujosamente decoradas, con muebles antiguos, coloridos techos de madera tallada, alafrangas (nichos en las paredes con paisajes pintados que crean la ilusión de una ventana al exterior), y hasta un baño turco. En mi opinión la mejor mansión.
2. Balabanov House: antiguamente propiedad del comerciante de madera Luka Balabanov, es una vivienda enorme con un espectacular exterior de color rojo. Aunque no me hizo gracia un dato: la mansión fue demolida en 1935 y reconstruida 40 años más tarde en base a los planos originales (técnicamente es nueva). El interior es más discreto y contiene una exposición de pintura.
3. Klianti House: esta casa data de mediados del siglo XVIIII, y es una de las más antiguas del periodo del Despertar. Solo cuenta con 3 habitaciones destacables en el piso superior, pero su decoración me encantó, con coloridos techos de madera tallada, alafrangas, y un par de pinturas murales representando las ciudades de Constantinopla y Viena.
4. Stambolyan House: construida a mediados del siglo XIX para el empresario Veren Stamboljan. La fachada es de color blanco, con estilizadas columnas. En los años 60 fue la residencia del famoso pintor Dimitar Kirov, y la mansión alberga una exposición de su obra, con cuadros que me gustaron mucho. A nivel arquitectónico el piso superior es el más llamativo.
En las 4 mansiones fui el único turista y me pude mover con total libertad, haciendo fotos sin flash (a pesar de los carteles que prohiben la fotografía).
Además de estas visitas, me acerqué a contemplar el exterior de dos espectaculares mansiones donde actualmente se ubican el Museo Etnográfico y el Museo de Historia. Sus fachadas son una auténtica maravilla, la primera de color marrón y la segunda rojo, con formas onduladas. También merece mucho la pena Lamartine House (cerrada al público). Estas 3 casas están mejor iluminadas por la tarde (tuve que volver para obtener buenas fotos). Por último me encantó Hisar Kapia, una puerta medieval del siglo XI rodeada de viviendas antiguas.
COMIDA: HESBURGER
Tras el maratón de visitas (sin desayunar) me moría de hambre. Así que no me compliqué la vida y entré en un local de esta cadena de comida rápida de origen finlandés, muy extendida en algunos países de Europa del Este. Pedí un menú con hamburguesa de pollo, patatas fritas y Fanta, por 6,5L. Todo estuvo rico, aunque me sorprendió que la bebida estándar es minúscula (tan solo 0,25l, y con hielo). El local tenía terraza, pero preferí quedarme en el comedor, aprovechando el aire acondicionado.
Con tan poco líquido acabé sediento, y tuve que entrar en un local cercano a comprar un Batido de Plátano (3,3L). Después continué visitando más atracciones de Plovdiv.
EN BUSCA DE MIRADORES
En el pasado Plovdiv era conocida como la “Ciudad de las Siete Colinas”. Una de ellas (Markovo Tepe) fue dinamitada a principios del siglo XX y el material se utilizó para asfaltar las calles de la ciudad. Pero el resto constituyen lugares geniales para disfrutar de las vistas. Yo visité 3 de ellos:
1. Nebet Tepe: situada en el Casco Antiguo, aquí están las ruinas de Eumolpias, el asentamiento Tracio que dio lugar a la ciudad de Plovdiv. La entrada es gratuita y se puede pasear entre los restos de la ciudadela, con enormes bloques de piedra, tramos de muralla y un depósito de agua. Además, la panorámica de Plovdiv es preciosa, con mansiones de colores, el minarete de la Mezquita Dzhumaya y al fondo Bunardzhik Tepe con su estatua. Eso sí, da pena el estado en que se encuentra el lugar, lleno de basura, grafitis y precintos de plástico rotos que tratan de impedir sin éxito el acceso a la partes más frágiles del conjunto.
2. Bunardzhik Tepe (o Alyosha Hill): en tiempos del Imperio Romano también era conocida como la Colina de Hércules, por la estatua del héroe de la mitología griega que la coronaba. En su lugar hoy día se puede ver otra que representa a Alyosha, un soldado del Ejército Rojo que sostiene una ametralladora en su mano derecha. Fue erigida en el año 1957 como homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.
Yo llegué a la base caminando, aunque también se puede coger un taxi. El ascenso fue duro, avanzando por senderos solitarios en los que me perdía constantemente; y bajo un sol de justicia. Pero al final alcancé la cima y pude contemplar las que sin duda son las mejores vistas de Plovdiv, con toda la ciudad desplegada ante mí. No paré de hacer fotos. A mi alrededor solo había alguna que otra pareja en actitud cariñosa. Para bajar seguí una pista asfaltada y disfruté de nuevas panorámicas geniales, cruzándome con un par de familias. Un mirador muy recomendable.
3. Sahat Tepe (o Danov Hill): se encuentra en el centro, a escasos metros de la avenida peatonal. Su cima está coronada por una antigua torre con un reloj, pero durante mi visita estaba en restauración, cubierta de andamios y plásticos. Y las vistas tampoco son nada del otro mundo, porque en muchos lugares los árboles las tapan. Solo me gustó una buena perspectiva de la Mezquita Dzhumaya, que encontré ya de bajada. En la colina había grupos de chavales charlando o tocando la guitarra.
Tras el último mirador ya atardecía, así que entré en un supermercado de la cadena austriaca Billa, que tiene una sección de comida preparada, y compré la cena: 3 Kyufte (mini hamburguesas); y una porción de patatas al horno. De postre no me pude resistir a un pastel de queso con arándanos. Y para beber, un zumo de manzana. De esta forma pude regresar a mi habitación y reponerme de una jornada agotadora.
SEGUNDO DIA EXPLORANDO PLOVDIV
La jornada comenzó a buena hora y me preparé para seguir descubriendo lugares de interés en Plovdiv. El día anterior había comprado galletas y zumo en el supermercado Billa, así que por lo menos salí a la calle con algo en el estómago. Y de nuevo hacía un tiempo impecable, con sol y cielo despejado. Para empezar visité las iglesias más antiguas de Plovdiv.
1. Sveti Konstantin y Elena: un templo espectacular, ubicado en el Casco Antiguo. Fue construido durante el siglo XIX, en el lugar donde se levantaba la primera iglesia de la ciudad, dedicada a los mártires Severino y Memnos. En el exterior destacan sus paredes con frescos; y un campanario de 13m de altura. Dentro las paredes están completamente cubiertas de coloridas pinturas murales representando todo tipo de santos y escenas de la Biblia. Es la iglesia que más me gustó.
2. Sveta Bogoroditsa: también fue construida durante el siglo XIX. Del exterior me quedo con el enorme campanario de estilo ruso añadido unas décadas más tarde, cuando Bulgaria consiguió la independencia del Imperio Otomano. Dentro hay frescos, pero más normalitos en comparación con la anterior iglesia.
3. Sveta Marina: data del año 1856 y es el templo principal de la diócesis de Plovdiv. En el exterior destacan una serie de frescos con escenas del Antiguo Testamento: el Arca de Noé, Adán y Eva, Moisés, etc… Me encantaron. Al igual que su campanario de madera de color oscuro. Dentro de la iglesia hay pinturas murales por todas partes, y una elaborada iconostasis de madera tallada.
Durante mi visita había un gran ambiente: en la entrada los fieles compraban flores a un grupo de vendedoras (el olor era embriagador); después hacían cola en el exterior para adquirir velas a una encargada; y accedían a la iglesia. Allí se acercaban a tocar un icono de la Virgen; y un cura les ungía dibujándoles el símbolo de la cruz en la frente. La verdad es que no paraban de aparecer lugareños (desconozco si se trataba de alguna celebración especial).
MAS ATRACCIONES TURISTICAS
Después de la sesión de iglesias, continué caminando en busca de nuevos monumentos. Estos fueron los más destacados:
1. Teatro Romano: situado en el Casco Antiguo, fue construido durante el siglo II y tenía capacidad para 6mil espectadores. Sus ruinas se descubrieron de forma casual en los años 70, y a partir de aquí se procedió a una cuidada restauración que ha recibido numerosos elogios. Una pena que durante mi visita a Plovdiv el Teatro se estaba acondicionando para algún tipo de representación, y se encontraba lleno de sillas, focos, paneles… Así que me limité a contemplarlo a través de la verja de acceso, sin molestarme en utilizar mi billete combinado.
2. Mezquita Dzhumaya: data del siglo XV y está ubicada sobre los restos de una catedral cristiana arrasada durante la conquista del Imperio Otomano. Lo que más me gustó es su minarete de 23m de altura, visible desde cualquier mirador de Plovdiv. Se puede visitar el interior, pero es bastante normalito. Dice mucho a favor de los búlgaros que decidieran mantener esta mezquita en pleno centro de la ciudad tras recuperar su independencia, después de 500 años de opresión turca. En otros países no hubiera durado en pie ni 5 minutos…
3. Estadio Romano: al igual que el Teatro, fue construido en el siglo II y podía albergar a 30mil espectadores. Sus ruinas permanecieron enterradas durante cientos de años hasta que en 1923, en el transcurso de unas excavaciones, apareció la parte norte del Estadio, con varias filas de asientos de forma curvada decoradas con relieves y un túnel de acceso. Estas ruinas están justo en medio de la calle Prince Alexander I, a varios metros de profundidad, y plenamente integradas con el entorno.
La entrada es gratuita y merece la pena bajar a ver el conjunto. En circunstancias normales hay un cine que proyecta un documental en 3D donde se muestra cómo era el Estadio en su época de máximo esplendor, con gladiadores enfrentándose en sangrientos combates a muerte. Yo pensé en utilizar aquí mi última visita del billete combinado… pero por un problema técnico el cine no estaba operativo. Así que al final no apuré las 5 incluidas (podría haber entrado en otra mansión, pero ya me pareció excesivo).
4. Kapana: es el barrio hipster de Plovdiv, igual que Malasaña en Madrid o el Born en Barcelona. La mayoría de sus calles son peatonales y permiten un paseo muy agradable entre muros con coloridos grafitis, tiendas de artesanía, y restaurantes de diseño con música indie.
5. Río Maritsa: yo subí a uno de los puentes que lo cruzan y estuve contemplando el paisaje unos minutos. El río es bastante grande, rodeado de vegetación de un color verde intenso, y está lleno de pájaros revoloteando. Durante mi visita incluso vi una Garza Blanca.
COMIDA: UNCLES RESTAURANT
Mientras paseaba por Kapana busqué un sitio para comer pero solo vi locales de moda con platos a precios excesivos. Menos mal que seguí caminando, porque junto a la orilla del río Maritsa encontré este pequeño restaurante. Yo me senté en una mesa del comedor, con unas vistas fenomenales y música agradable. Y una simpática camarera me dio el menú del día… en búlgaro. No entendía absolutamente nada, pero la chica me tradujo alguno de los platos como pudo. Al final pedí Tarator; trozos de pollo con broccoli y salsa de queso (delicioso); y una cerveza Stella Artois. Todo por tan solo 11L (poco más de 5€). Un lugar muy recomendable, orientado a lugareños.
VISITA AL MUSEO ARQUEOLÓGICO
*Horario: 10h – 18h (lunes cerrado)
*Precio: 5L
*Fotografía: ok
Está situado a un par de calles del Uncles Restaurant. Tras pagar el billete de acceso me tiré más de una hora explorando el recinto completamente solo. A diferencia del Museo de Sofía, aquí hay un montón de paneles explicativos en inglés que aportan coherencia a los objetos expuestos y los ubican en cada momento temporal. Y aprendí un montón de cosas sobre la historia de Plovdiv.
En líneas generales el Museo se divide en 3 partes:
*Arte Prehistórico: me gustaron las figuritas de seres antropomorfos, algunas muy simples y otras con un elevado grado de realismo.
*Cultura Tracia: aquí se muestran los objetos encontrados en diferentes túmulos funerarios a lo largo del país. Rythons (vasos ceremoniales) de oro, joyas, armas… Pero mi objeto favorito es una máscara de metal acompañada de un casco que envolvía la cabeza de uno de los cuerpos enterrados. Por lo visto fue robada a punta de pistola en el año 1995 y recuperada en el extranjero 20 años más tarde.
*Época del Imperio Romano: una galería separada de la calle por un cristal, donde hay diferentes esculturas, paneles con relieves y un gigantesco mosaico muy bien conservado donde aparece Neptuno.
RELAX EN UN BONITO PARQUE
Para acabar la jornada, recorrí de punta a punta la calle Prince Alexander I y me relajé un rato en los Jardines del Zar Simeon. Un lugar genial para protegerse de las horas más calurosas del día, rodeado de frondosos árboles. Tiene un montón de rincones con encanto: una fuente dedicada a la diosa Deméter; coloridas flores; curiosas estatuas; una zona con tableros de ajedrez llena de abueletes… Eso sí, iba en pantalón corto y los mosquitos no paraban de picarme en los tobillos, así que me tuve que marchar antes de lo previsto. En un extremo hay un enorme estanque de aguas cristalinas con una serie de fuentes. De jueves a sábado tiene lugar a las 21h un espectáculo de luces y música llamado Singing Fountains. Yo no lo presencié porque este tipo de shows no me hacen mucha gracia, pero es una opción para pasar el rato.
A escasos metros de los Jardines del Zar Simeon están las ruinas del Foro Romano, el epicentro de la antigua Philippopolis, donde había un animado mercado y diferentes edificios administrativos y religiosos. Salieron a la luz en 1971 durante la construcción de la Oficina Central de Correos y actualmente se pueden ver varias columnas en pie, muros y cimientos, creando una imagen muy fotogénica. Por cierto, la oficina de Correos es un edificio de estilo soviético con un imponente relieve donde aparece una mujer con los brazos levantados.
Antes de regresar al hotel decidí acudir de nuevo a Hesburger para solventar la cena. Pedí otra vez el menú de hamburguesa de pollo con patatas fritas y Fanta, aunque no cometí el mismo error y pagué 1,4L más para obtener una bebida decente, de 0,5l. Precio total: 7,9L. Comí sentado en el interior del local, sin nadie a mi alrededor. A continuación volví a mi habitación con ganas de estirarme en la cama a descansar. Mis pies echaban humo de tanto caminar…
EL MONASTERIO DE BACHKOVO
Al día siguiente me desperté con mucho sueño, porque en la vivienda de al lado los vecinos estuvieron haciendo ruido y gritando hasta altas horas de la madrugada y apenas dormí 4 horas. Un auténtico coñazo. Pero bueno, poco a poco me fui animando. Me vestí; piqué galletas con zumo de manzana para desayunar; preparé la mochila pequeña; y salí a la calle.
El plan de la jornada era realizar una excursión para visitar dos lugares situados al sur de Plovdiv. El primero era el Monasterio de Bachkovo, donde si viajas en transporte público solo se puede llegar en autobús. Así que caminé hasta la Estación Central de Tren, crucé las vías por un túnel subterráneo, y aparecí en la Estación Rodopi. Allí recibí la primera sorpresa del día. En algún blog de viajes había leído que tenía que coger el autobús que va hasta Smolyan, con salidas frecuentes. Y yo llegué a la Estación con tiempo de sobras para el de las 10h. Pero era sábado y la encargada de la taquilla me dijo que los fines de semana esa linea no está operativa. La única opción para llegar al Monasterio era el autobús de Madan, con solo una salida por la mañana… ¡a las 11.30h!
Al principio pensé que la mujer no me había entendido, y como el andén de ambos autobuses es el mismo, me senté al lado esperando que llegara el de Smolyan. Pero no apareció, y me tocó aguantar casi 2 horas en la Estación. Buena parte del tiempo lo dediqué a leer, aunque la verdad es que hubiera estado mejor durmiendo en mi cama. En fin, un rato antes de la hora convenida llegó el vehículo de Madan: una marshrutka que al momento se llenó de lugareños. Yo ocupé un asiento de la fila individual y a las 11.30h nos pusimos en marcha. El trayecto duró 40 minutos para recorrer 30km y no tuvo mucha historia. Precio: 4L.
Una vez en el Monasterio de Bachkovo me encontré con la segunda sorpresa del día: ¡había un montón de gente! Aunque me lo tenía que haber imaginado: Bachkovo atrae a gran cantidad de fieles (es el segundo Monasterio más importante del país tras el de Rila); era fin de semana; y las 12h pasadas. Normal que estuviera así. Para alcanzar la entrada del Monasterio tuve que caminar por una calle flanqueada de tiendas que vendían todo tipo de productos: cerámica, bisutería, miel, helados, tallas de madera, dulces… También había varios puestos de comida y un par de restaurantes. A mi alrededor se levantaban los imponentes Montes Rodopi, cubiertos de bosques. Y a escasos metros se escuchaba el sonido del río Chepelare.
El Monasterio de Bachkovo fue fundado en el año 1083 por Gregory Pakourianos, un príncipe georgiano que servía en el ejército del Imperio Bizantino y acumuló numerosas propiedades en los Balcanes. En esa época se llamaba Monasterio de Petritsoni, y dependía de la Iglesia Ortodoxa Georgiana. Durante la invasión otomana el Monasterio fue arrasado, pero a principios del siglo XVII se reconstruyeron los principales edificios. Por cierto, al igual que en el Monasterio de Rila, es posible alojarse en una habitación (30L). Esto fue lo más destacado de mi visita:
1. Sveta Bogoroditsa: es el principal templo del recinto, ya que aquí se puede ver un icono de la Virgen María traído desde Georgia a principios del siglo XIV. Está protegido por una cubierta de plata y se le atribuyen poderes milagrosos. La cola para entrar era importante, y ante el icono los lugareños se santiguan y rezan en silencio. Las paredes están llenas de coloridos frescos del siglo XIX con santos y escenas sangrientas en las que varios mártires son torturados. En el pasado los fieles encendían centenares de velas dentro de la iglesia y el humo dañaba los frescos. Pero ahora las velas se depositan en unos recipientes bajo el pórtico de la entrada y el humo es canalizado a través de un tubo metálico.
2. Iglesia de los Arcángeles: tiene dos pisos con paredes cubiertas de frescos que datan del siglo XIX. Los interiores en las iglesias ortodoxas búlgaras son un auténtico festival.
3. Refectorio: una sala abovedada donde comían los monjes. Para visitarla hay que pagar entrada (6L), pero merece la pena. Los muros y el techo están decorados con pinturas murales del siglo XVII, donde destaca el árbol genealógico de Jesús o un Juicio Final. Y en el exterior hay un fresco gigante conocido como Fresco Panorámico. Yo estuve un buen rato paseando por la sala sin nadie más, hasta que apareció un grupo de abuelas.
4. Sveti Nikola: está situada en un patio anexo. Fue construida en 1936, y en el pórtico de la entrada hay un espectacular fresco del Juicio Final, con ángeles y demonios castigando a los pecadores. La puerta estaba cerrada y no pude acceder al interior (a través de una rendija pude ver más frescos). Por lo visto esta iglesia se utiliza de forma esporádica para bautizos.
En el Monasterio de Bachkovo hay otros dos lugares que se pueden visitar: el Museo de arte religioso (2L); y el Osario, la construcción más antigua, situada a 300m de distancia, fuera del recinto principal, con las tumbas donde se enterraba a los monjes y más frescos (6L). Pero yo ya había tenido suficiente y decidí marcharme.
Al pasar de nuevo por la calle de tiendas hice un alto para llenar el estómago en un local de carnes a la brasa típico de Bulgaria. Allí pedí dos Kyufte (mini hamburguesas); una Shishcheta (brocheta) de carne de cerdo; otra de pollo; patatas fritas con salsa de tomate y pimiento; y una cerveza Zagorka. Precio: 11L. Y me senté en una mesa de madera de la terraza. Se estaba genial, rodeado de lugareños y con vistas de las montañas. Eso sí, cuando compro con hambre se me suele ir la mano y me costó acabar toda la comida.
PARADA EN EL FUERTE DE ASEN
A continuación llegó el momento más complicado del día. El segundo lugar de interés estaba a 10km de distancia del Monasterio de Bachkovo y no había transporte público. En muchos lugares del mundo me hubiera plantado en la carretera a hacer autoestop sin problema, pero aquí era un opción poco viable. Había docenas de vehículos con familias búlgaras pasando el fin de semana, y la imagen de un autoestopista no pegaba nada (menos aun en plena crisis del coronavirus)
Un conductor con el que hablé me envió a la parada de autobús (no sabía a qué hora pasaba); y después contacté con un taxista, pero resultó que estaba de visita con su familia. Y cuando ya comenzaba a desesperarme, un coche que circulaba por la carretera me pitó y el conductor me ofreció llevarme hasta las afueras de Asenovgrad por 3L, dejándome a tan solo 2km de mi destino. No me lo pensé ni un segundo. Por fin un golpe de suerte…
Mi objetivo era llegar hasta las ruinas del Fuerte de Asen, situado en lo alto de un peñasco, en los Montes Rodopi, dominando el valle del río Asenitsa. Los primeros en aprovechar la importancia estratégica de este lugar fueron los Tracios, que en el siglo V AC construyeron un primer recinto fortificado. Más tarde, Romanos y Bizantinos mejoraron sus prestaciones. Pero el diseño actual se debe al rey Ivan Asen II, que en el año 1231 encargó una importante reconstrucción y ampliación. Este es el motivo del nombre del fuerte, del río Asenitsa, y de la cercana población de Asenovgrad. Como muchos otros edificios, el Fuerte de Asen fue arrasado durante la invasión otomana y no se recuperó.
Los 2km hasta la entrada fueron duros, caminando por una carretera en continuo ascenso; bajo un sol de justicia; y con vehículos pasando demasiado cerca (ya podía haber parado alguno). Menos mal que durante el recorrido encontré una fuente de agua helada que me devolvió la vida. Además, en un par de ocasiones pude contemplar unas vistas increíbles del fuerte, elevándose en la distancia, con una luz perfecta para la fotografía. Mereció la pena el esfuerzo.
*Horario: 9h – 18h
*Precio: 4L
*Fotografía: ok
Tras pagar la entrada subí un montón de escaleras hasta llegar a la parte superior del Fuerte de Asen, donde ondea una bandera de Bulgaria. Del edificio en sí no queda mucho (restos de algunos muros y poco más). La construcción más destacada del recinto es la Iglesia de Sveta Bogoroditsa, que también data del siglo XIII. A diferencia del fuerte, la iglesia fue reconstruida en el año 1936 para poder continuar celebrando misas. Tiene dos pisos que se pueden visitar, y en el superior las paredes conservan fragmentos de pinturas murales.
El fuerte constituye un magnífico mirador para disfrutar de unas vistas únicas de los alrededores, con la iglesia, los Montes Rodopi cubiertos de bosques de coníferas, y el río Asenitsa. No me cansé de hacer fotos. Aquí también encontré bastantes lugareños de visita, aunque sin llegar a agobiar.
REGRESO A PLOVDIV
Después de un buen rato en el fuerte, me tocó llegar a pie hasta la Terminal de Autobuses de Asenovgrad, situada a 3km. Pero estuve muy entretenido. Bajando de las montañas pude contemplar panorámicas geniales del valle, con los tejados del Casco Antiguo del pueblo; y volví a hacer un alto en la fuente (el agua estaba deliciosa y los lugareños aprovechaban para llenar botellas). La anécdota se produjo cuando pasé junto a una familia que observaba algo entre los arbustos… ¡y resultó ser un pavo real! Imagino que procedía de alguna granja cercana.
Ya en Asenovgrad continué avanzando en paralelo al río, con sus orillas llenas de flores y pájaros revoloteando; y llegué a la Terminal. Allí conseguí la ayuda de un chaval para interpretar el horario del autobús que cubre la ruta hacia Plovdiv, y me llevé otra sorpresa: al ser fin de semana el último vehículo se había marchado a las 17h y ya no había más. Me quería morir. Aunque por suerte reaccioné rápido: caminé unos minutos hasta la Estación de Tren, y llegué justo a tiempo para comprar un billete y subirme al de las 18h (el siguiente era a las 19h). Precio: 1,3L. Así acabó mi visita a Plovdiv y alrededores.
CONCLUSION
Plovdiv es una parada imprescindible en cualquier circuito turístico por Bulgaria. En las calles del centro coexisten obras de arte que abarcan toda la historia de la ciudad: ruinas romanas, iglesias y mansiones del siglo XIX, algún relieve soviético y paredes decoradas con coloridos grafitis. Pero a su vez se trata de un lugar lleno de ambiente, con infinidad de bares y restaurantes, y una oferta cultural envidiable. Te aconsejo dedicarle un mínimo de dos días, añadiendo un tercero si quieres visitar el Monasterio de Bachkovo y el Fuerte de Asen, situados en los alrededores.
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