Una ciudad de arquitectura señorial junto al río Danubio y un monasterio lleno de pinturas murales excavado en la pared de un vertiginoso acantilado
Ruse es una elegante ciudad con una ubicación privilegiada, a orillas del río Danubio. En el siglo I esta zona pertenecía a la provincia romana de Moesia y el Danubio marcaba la frontera norte del Imperio. Para defenderlo de sus enemigos (primero los Dacios y luego las tribus bárbaras) se construyeron varios recintos fortificados, incluido uno en Sexaginta Prista, la actual Ruse. Durante la ocupación Otomana Ruse floreció, convirtiéndose en la ciudad más importante de Bulgaria. Y tras la independencia se llenó de majestuosos edificios de estilo Neo-Barroco, típicos de Europa Central, que le valieron el apelativo de Little Viena.
En la actualidad Ruse tiene diferentes plazas y parques ideales para pasear y descubrir su espectacular arquitectura. Además cuenta con alguna visita de interés, como las ruinas del Fuerte de Sexaginta Prista. Y está a escasa distancia del Rusenski Lom Nature Park, donde se encuentra el Monasterio de Ivanovo, famoso por sus frescos del siglo XIV.
VIAJE: NESEBAR – RUSE
Este desplazamiento fue el más largo de mi viaje por Bulgaria y me llevó buena parte del día. En coche hubiera tardado poco más de 3,5 horas para recorrer los 270km que separan ambas ciudades. Pero como ya he comentado en algún otro post, el transporte público deja mucho que desear y los trayectos se hacen eternos.
Estas fueron las etapas del viaje:
1. Autobús a la Terminal de Sunny Beach: tras desalojar mi habitación de la Guest House Lilly de Nesebar y despedirme de la simpática dueña, caminé hasta la entrada del Casco Antiguo y me senté a esperar en la parada. Los autobuses que conectan Nesebar y Sunny Beach circulan cada 15-20 minutos, así que al momento ya estaba subido en uno. Precio: 1,5L. El trayecto duró un cuarto de hora, pasando junto a una fila interminable de hoteles de todo tipo en los que se apreciaba muy poca actividad.
2. Marshrutka a Varna: para realizar este viaje hay una compañía pública con varias salidas diarias; y una privada (Kaleia) con solo dos. Como era domingo no tenía claro que se fueran a respetar todas las salidas, y en la Oficina de Información Turística de Nesebar solo me confirmaron las de la compañía pública, cuyos autobuses parten de la Terminal de Sunny Beach. Pero al llegar me di cuenta que el siguiente vehículo hacia Varna era el de Kaleia, con lo cual compré el billete (12L) y esperé unos minutos. Si lo hubiera sabido me podía haber ahorrado el autobús hasta Sunny Beach, porque los autobuses de Kaleia comienzan su ruta en Nesebar. Aunque tampoco fue un drama.
En el andén había bastante gente y cuando apareció la marshrutka estuve muy hábil: primero entré en el vehículo y me aseguré un asiento en la fila individual; y después le di al conductor mi mochila grande para que la guardara en el maletero trasero. El viaje duró 2 horas, y avanzamos hacia el norte en paralelo a la costa del Mar Negro, cruzando bosques y campos de cultivo. El día había amanecido muy nublado así que el sol no fue una molestia. Aunque el conductor por lo visto no se dio cuenta, porque mantuvo el aire acondicionado a toda potencia durante el trayecto (yo iba congelado). Cuando entramos en la ciudad de Varna fui controlando mi ubicación en el mapa y me bajé en la parada más conveniente.
3. Tren hasta Kaspichan: para llegar a la Estación de Varna tuve que caminar 1,5km, pero cuesta abajo y con una brisa muy agradable. Como todavía faltaba una hora para mi tren aproveché para comer algo. Primero compré en una panadería un par de Banitsa, el snack más popular de Bulgaria, que consiste en una masa de hojaldre rellena de queso (2,8L). Y me comí uno en un banco de la calle, rodeado de graciosos pájaros que se me acercaban a pedir migajas. Después entré en una cafetería cercana y me tomé un café con leche (3L). Justo lo que necesitaba.
A continuación compré el billete (10,7L con transbordo) y subí al tren, que ya estaba esperando en el andén correspondiente. El primer tramo hasta Kaspichan duró casi 2 horas y viajé realmente cómodo, escuchando música con mi iPod y contemplando el paisaje desde mi ventana, con las aguas del Lago Varna y una serie de montañas con forma de mesa cubiertas de bosques. En el vagón reinaba una tranquilidad absoluta (únicamente había 2 pasajeros más). Y llegamos a Kaspichan, una pequeña población en medio de la nada.
4. Tren a Ruse: en Kaspichan me tocó esperar 45 minutos. Mi idea era buscar alguna cafetería para pasar el rato pero cuando salí de la Estación el panorama era desolador, con viviendas medio en ruinas y calles vacías. Al menos pude entrar en una tienda y comprar una Fanta (1,1L). Y de regreso en la Estación me senté en un banco y me comí el segundo Banitsa. Bueno, por allí rondaba una perra en busca de comida y le di un trozo, además de unas galletas (se marchó contentísima).
A la hora prevista subí al tren y ocupé un asiento en un compartimento para 8 personas. Este segundo tramo duró 3 horas y de nuevo transcurrió sin incidentes. Escuché música mientras atravesamos bosques y campos de cultivo (a veces auténticos mares de girasoles que se extendían hasta el horizonte). Y tomé el sol mientras cubría kilómetros, con una sensación de paz total. Al principio viajé solo, pero después se me unieron dos pasajeros.
Ruse tiene varias Estaciones de Tren. Cuando entramos en la ciudad fui controlando el mapa, me bajé en la más cercana al lugar donde había previsto alojarme, y desde allí caminé 2km atravesando un vecindario muy feo, con enormes bloques de pisos de la época soviética y calles sin vida. A todo esto ya eran las 20h y comenzaba a anochecer. Habían pasado más de 10 horas desde que me subí al primer autobús en Nesebar. Vaya tela…
ALOJAMIENTO: HOTEL CENTRAL – 45L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda (aunque eran dos colchones individuales unidos); lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza impecable; mobiliario moderno; ubicación inmejorable, en pleno centro de la ciudad; tranquilidad total por la noche; aire acondicionado; nevera; wifi rápido; abundante desayuno incluido en el precio.
*Puntos en contra: encargados de la recepción demasiado secos.
Una vez más reservé a través de Booking y fue todo un acierto. La habitación me encantó, y aunque el precio superaba lo que había pagado en otros sitios, tenía todo tipo de detalles y un buen desayuno incluido. Al poco de instalarme salí a la calle en busca de un lugar para reponer fuerzas.
CENA: PLANET FOOD
Como se trataba de cenar algo rápido no me compliqué la vida y me senté en la terraza de este local a pocos metros de mi hotel. A mi alrededor el ambiente era muy animado, con música moderna y un montón de mesas llenas de lugareños. Yo pedí un bocadillo de pollo, huevo, queso y mostaza (estaba delicioso); y dos cervezas Pirinsko que sentaron genial. Precio: 13L.
De regreso en la habitación me preparé para una noche de descanso más que merecida. Mi recorrido por Bulgaria tocaba a su fin, pero aun me quedaban lugares de interés que visitar.
DESCUBRIENDO RUSE
Al día siguiente me desperté como nuevo tras dormir casi del tirón, y es que por la noche no se escuchaba absolutamente nada. Una vez en pie me vestí y bajé al comedor del hotel para disfrutar del desayuno. Allí tenía la mesa lista con un menú excepcional: un plato con quesos, embutidos y ensalada de tomate y pepino; otro con trozos de melón; dos rebanadas de pan con mermelada; un vaso de zumo de naranja; y un café con leche. Fue toda una sorpresa.
Más tarde preparé la mochila pequeña y salí a conocer Ruse. Esta ciudad no cuenta con visitas realmente imprescindibles, así que lo mejor es pasear y contemplar sus edificios de estilo Neo-Barroco. Los monumentos más interesantes se concentran en una serie de zonas a las que se puede llegar caminando sin ningún problema. Son las siguientes:
1. Calle Alexandrovska: es la principal avenida peatonal de Ruse y cuenta con un montón de edificios del siglo XIX, con fachadas de vivos colores adornadas con relieves, estatuas y tejados puntiagudos. Además siempre hay gente paseando o sentada en las terrazas de sus cafés y restaurantes.
2. Plaza de la Libertad: se llamó así para conmemorar la liberación de Bulgaria de la opresión del Imperio Otomano en 1878, convirtiéndose en el nuevo centro de Ruse. En medio, sobre un altísimo pedestal, está el Monumento de la Libertad, representado por una mujer con una espada. Al pie del pedestal hay dos leones de bronce y un par de relieves con escenas épicas. El Monumento está rodeado de jardines cubiertos de flores, con fuentes, grupos de niños en bicicleta o patinete, y lugareños caminando en todas direcciones.
Alrededor de la Plaza hay varios edificios interesantes, como el Palacio de Justicia (con imponentes columnas), el Ayuntamiento (enorme, con dos paneles con relieves de estilo soviético), o el Profit Yielding Building (con una elaborada fachada llena de estatuas, alberga un teatro y un par de restaurantes).
3. Plaza Aleksander Battenberg: de forma rectangular, constituye otro lugar muy agradable con bancos para sentarse a la sombra. Al ser el antiguo centro de la ciudad cuenta con algunos de los mejores monumentos de Ruse, como la espectacular Biblioteca Lyuben Karavelov (tiene una torre cilíndrica decorada con una cúpula plateada y un reloj), el Museo de Historia (ubicado en el antiguo Palacio de Battenberg), o la Escuela Hristo Botev. Junto a ellos hay una fuente con estatuas que quedan genial en las fotografías, apareciendo en primer plano.
4. Plaza Sveta Troitsa: aquí destacan el Teatro de la Ópera, con una elegante fachada de color rojo. Y la Iglesia Sveta Troitsa, que data del siglo XVII y es la más antigua de la ciudad. Está construida bajo el nivel del suelo ya que es de la época Otomana, y tiene columnas de madera.
Algo más alejados, hacia el este de la ciudad, hay un par de lugares a los que también merece la pena acercarse:
5. Panteón de los Heroes del Despertar Nacional: un edificio de ladrillo rematado por una cúpula dorada con una cruz. Fue construido en el año 1978 con motivo de los 100 años desde la liberación de Bulgaria, y dentro descansan los restos mortales de muchos de los partisanos búlgaros que participaron en la Guerra Ruso-Otomana. Durante mi visita el edificio se encontraba en obras, pero tampoco tenía previsto entrar.
6. Monumento al Soldado Soviético: conmemora la segunda liberación de Bulgaria en 1944, esta vez de las tropas de Hitler. Consiste en la estatua de un soldado del ejército ruso que sostiene una bandera. En el pedestal hay una estrella y dos paneles con relieves. No muy lejos se puede ver un Centro Cultural que tiene una interesante fachada con enormes columnas.
Tras la última visita el sol apretaba con fuerza, así que decidí regresar a mi habitación. Como el desayuno había sido abundante, solventé la comida picando unas galletas y me estiré en la cama a descansar.
EL FUERTE DE SEXAGINTA PRISTA
De nuevo en la calle, caminé un cuarto de hora hasta la colina donde en tiempos del Imperio Romano se ubicaba un fuerte que, junto a otros a lo largo del río Danubio, protegía la frontera norte. Su nombre significa literalmente “Puerto de los 60 barcos”, cuentan los expertos que en homenaje a la victoria del emperador Domiciano sobre los Dacios en el año 89, tras la cual envió una legión de 6mil soldados para asegurar la zona (se necesitaron 60 barcos de la época para trasladarlos). Durante mucho tiempo estos fuertes consiguieron repeler los ataques de las diferentes tribus bárbaras. Hasta que a finales del siglo IV los Visigodos, liderados por el rey Alarico, irrumpieron como un huracán y en el año 410, después de un largo asedio, saquearon Roma.
*Horario: 9h – 17.30h (domingo y lunes cerrado)
*Precio: 5L
*Fotografía: ok
Tras pagar el billete de acceso el encargado del recinto me enseñó dos lugares que estaban cerrados con llave: un pequeño Museo, con algún objeto interesante y un vídeo que explica la historia del lugar; y un Búnker de la Segunda Guerra Mundial, donde se exhiben hallazgos encontrados en un Templo dedicado al dios Apolo.
A continuación pude caminar libremente por el lugar, que no es muy grande y tiene varios carteles con explicaciones en inglés. Visité una reproducción de un barco romano; una Torre de madera desde la que disfruté de unas vistas geniales del río Danubio; y los cimientos de varios muros defensivos. En total estuve algo más de media hora, durante la que no me crucé con otros turistas. Cuando me marché el encargado me regaló una postal donde aparecen los fuertes más importantes del Danubio, como Tegra o Yatras. Todo un detalle.
CENA: HOTEL RIGA GARDEN RESTAURANT
Después del fuerte ya tenía hambre, así que me dirigí a este restaurante a escasa distancia de mi alojamiento. Pertenece al Hotel Riga, un gigantesco edificio de estilo soviético, y está situado en unos jardines anexos. Yo ocupé una mesa de la terraza y examiné la carta. Tras probar buena parte de las especialidades de la gastronomía búlgara opté por darme un respiro y pedí Tallarines con salsa carbonara, pollo, tomate y queso; Parlenka (pan) de ajo; y una cerveza Zagorska. El lugar es muy elegante, con música relajada y el Danubio a escasos metros. La comida estaba muy rica; y me atendió una amable camarera. Además, teniendo en cuenta dónde estaba, el precio me pareció bastante económico: solo 15L.
Con el estómago lleno decidí dar un paseo por la orilla del Danubio, que con sus 2.850km es el segundo río más largo de Europa, y pasa por ciudades como Viena, Budapest o Belgrado. Durante mi recorrido vi barcos de mercancías navegando; numerosas aves; y en la orilla opuesta el territorio de Rumanía, con bosques y alguna embarcación. El día acabó con una bonita puesta de sol, aunque no la pude disfrutar al máximo porque la zona estaba llena de mosquitos y no paraban de picarme. Así que cuando el sol desapareció regresé a mi habitación a toda prisa.
EN EL MONASTERIO DE IVANOVO
La jornada comenzó no muy temprano tras otra noche de sueño impecable. Una vez en pie bajé al comedor del hotel, donde me esperaba otro fantástico desayuno. Y estuve un rato en la habitación leyendo y preparando la excursión del día. Mi idea era viajar hasta el pueblo de Ivanovo, situado 23km al sur de Ruse. El tren salía a las 11.20h, por eso me tomé las cosas con calma (el anterior era a las 8.15h y no tenía ganas de madrugar tanto). Desde el hotel caminé 2km hasta la Estación Central, de estilo soviético. Es gigantesca, con enormes columnas y techos altísimos de los que cuelgan lámparas de gran tamaño. Me dejó sin palabras.
En la taquilla compré el billete (2,1L), pero me encontré con una sorpresa: por algún motivo el tren no funcionaba y tenía que realizar el trayecto en autobús. La encargada no hablaba inglés y yo no entendía qué pasaba, aunque por suerte una chica me condujo hasta una parada cercana, donde esperaban otros dos lugareños. El autobús llegó a la misma hora que el tren, y como el trayecto solo duraba 30 minutos decidí viajar de pie. Fuera hacía un tiempo perfecto, y me entretuve contemplando el paisaje.
Ya en Ivanovo entré en una tienda y me compré una chocolatina y una botella de agua pequeña. Esta minúscula población se encuentra junto al Rusenski Lom Nature Park, una reserva que además de ofrecer paisajes preciosos alberga las Iglesias de Ivanovo: una serie de templos medievales excavados en la roca durante el siglo XIII.
El plan era visitar la iglesia mejor conservada, ubicada a 6km del pueblo. De buena gana hubiera cogido un taxi, pero no vi ninguno, así que me puse a caminar bajo un sol abrasador, primero por la carretera principal, y después por una secundaria. Ni siquiera tuve la opción de hacer autoestop, porque no pasó ni un solo vehículo (solo unos cuantos en sentido contrario). Aunque el paseo estuvo entretenido, atravesando tramos de bosque, y durante la última parte disfruté de bonitas vistas de las paredes del Cañón del Río Lom. A no mucha distancia caminaban dos chicas búlgaras que viajaron en mi autobús, escuchando música y cantando.
Al final llegué al pie del cañón y subí por unas escaleras talladas en la roca hasta alcanzar la entrada de la iglesia. Allí un vigilante me cobró el billete de acceso (5L) y pude explorar el lugar a mi aire. El recinto se compone de la Iglesia Sveta Bogoroditsa y una capilla anexa más pequeña. Y sus paredes están cubiertas de magníficas pinturas murales del siglo XIV que representan todo tipo de escenas, donde destaca la vida de Jesús, con la Última Cena o el Juicio ante Herodes.
Como dato curioso, los rostros de los personajes están borrados, fruto de la invasión del Imperio Otomano (en el Islam está prohibida la representación de seres humanos o animales). Durante mi visita tan solo aparecieron un par de parejas, y la atmósfera era muy auténtica. De vez en cuando el vigilante se me acercaba para aportar algún dato curioso y practicar español.
Ademas de los frescos hay un balcón desde el que es posible contemplar una panorámica memorable, con bosques extendiéndose hasta el infinito. Está a más de 30m de altura y resulta increíble pensar que esta era la entrada original a la iglesia (la actual fue abierta en 1936 por unos investigadores franceses). Antiguamente en la zona había docenas de templos como este, pero la mayoría han desaparecido y solo se conservan en buen estado cinco.
Tras visitar la iglesia caminé hasta un mirador situado al borde de un pronunciado meandro del río Lom, con las paredes del cañón y vegetación exuberante. Después bajé por un sendero y continué avanzando con la intención de adentrarme en la reserva. Estaba completamente solo, y caminé entre plantas y flores, insectos, y lagartijas que se escabullían entre los matorrales. Pero al cabo de unos minutos el sendero acabó de forma abrupta. Como no había nada más que visitar, decidí volver a Ivanovo. Aunque antes compré una cerveza Zagorka en un chiringuito (2,5L) y me senté a descansar en una pequeña terraza.
REGRESO A RUSE
En teoría me tocaba caminar hasta Ivanovo por la misma carretera. Pero mientras me tomaba la cerveza vi aparcada una furgoneta de reparto de helados y decidí probar suerte. Cuando el conductor pasó junto a mí le pregunté si me podía dejar en el cruce con la carretera principal y aceptó encantado, así que me ahorré el esfuerzo.
Ya en el centro del pueblo decidí volver a Ruse en el autobús de las 16.30h (en un principio había previsto hacerlo en el de las 19.30h). En la zona hay otros lugares de interés, como el Fuerte Cherven, situado a 14km; o la Cueva Orlova Chuka, todavía más lejos. Pero no hay transporte púbico para llegar y no tenía ganas de jugármela. Con lo cual compré en la misma tienda una chocolatina y un zumo de naranja, y me senté en un banco a esperar.
La Estación de tren estaba desierta y el acceso a la taquilla cerrado, así que deduje que seguían los problemas y tendría que regresar a Ruse en autobús. Pero a la hora prevista vi con horror cómo aparecía el tren y tuve que correr a toda pastilla para poder subirme en él. Menos mal que en Bulgaria las paradas de tren y autobús están juntas, si no me toca esperar 3 horas más en Ivanovo… Una vez en marcha pagué el billete a la revisora (2,1L), cubrí el trayecto a Ruse sin problema y pasé el resto de la tarde descansando en mi habitación.
CENA: FAIRPLAY RESTAURANT
Para celebrar mi último día en Bulgaria había decidido pegarme un homenaje en un buen restaurante. Pero para mi sorpresa, tanto el New House como el Chiflika (con buenas referencias) se encontraban cerrados. Y al ser viernes noche, las terrazas estaban a tope y no había mesas libres. Al final, casi de rebote, acabé en la tranquila terraza del Fairplay, situado a escasos metros de mi hotel, y la verdad es que acabé muy contento. Pedí un plato de Spaghetti con verduras y queso; y una cerveza Kamenitza. Precio: 13L. Además me entretuve con el wifi del restaurante. Eso sí, al estar en pantalón corto los mosquitos no paraban de picarme en las piernas.
Con el estómago lleno, regresé a mi habitación, poniendo punto y final a mi estancia en Ruse.
CONCLUSION
A pesar de sus numerosos atractivos, Ruse está demasiado alejada del circuito turístico habitual (Sofia-Plovdiv-Veliko Tarnovo-Varna) y solo visitan esta ciudad los turistas que viajan por tierra entre Bulgaria y Rumanía (la frontera está al otro lado del Danubio). Si es tu caso y no tienes prisa, te aconsejo pasar una jornada completa descubriendo su elegante arquitectura. Y añadiendo otro más puedes realizar una excursión a la zona de las iglesias de Ivanovo, en medio de un paisaje de postal. Por cierto, a pesar del carácter seco del personal, el Hotel Central me parece una gran opción para alojarte.
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