Mausoleos de la época del Imperio Mongol, un castillo surrealista excavado en la roca y las ruinas de un centro ceremonial zoroastriano
Zanjan es una ciudad cuyo origen se remonta al siglo III, cuando fue fundada por el rey Ardashir I, en tiempos del Imperio Sasánida. Tras la conquista árabe quedó ubicada junto a la frontera de Azerbaiyán, en un valle por el que pasaban las caravanas comerciales que cruzaban Persia, pero en el siglo XIII fue arrasada por los Mongoles. Con la disolución del Imperio la vecina Soltaniyeh se convirtió en el epicentro del Ilkanato y la región vivió una época dorada. Actualmente Zanjan es la capital de la provincia del mismo nombre y tiene fama por sus productos artesanales, entre los que destacan las alfombras y los cuchillos.
Las principales atracciones turísticas de Zanjan son su atmosférico Bazar y el Museo Arqueológico. Además constituye una base ideal para explorar el Mausoleo de Soltaniyeh, el Castillo de Behestan o los templos zoroastrianos de Takht-e Soleiman.
VIAJE: HAMEDAN – ZANJAN
El día comenzó en el Yas Hotel después de dormir menos de 5 horas. Todo cortesía de una obra cercana donde los operarios estuvieron trabajando hasta la madrugada. Pero no me quedó otra que vestirme, preparar las mochilas (sin desayunar) y desalojar la habitación. Y en la puerta del hotel cogí un taxi que me llevó a la Terminal de Hamedan (6milT).
Al igual que en Qazvin, me planté en la Terminal sin comprar con antelación el billete de autobús a Zanjan, y ni siquiera conocía los horarios de los autobuses. Pero bueno, eran las 9h de la mañana y tenía margen de maniobra. La sorpresa llegó cuando me enteré que solo hay un servicio diario a Zanjan y sale a las 15.30h. Con lo cual tuve que esperar 6,5 horas en la Terminal. Vaya tela… Por un momento valoré la opción de viajar en taxi compartido (Savari), pero al final compré el billete y me senté en un rincón. Y la verdad es que mientras leía y escribía el tiempo pasó volando. En cuanto a la alimentación, para desayunar compré galletas, magdalenas y un zumo en una tienda (8milT); y comí una hamburguesa con una Mirinda en el bar de la Terminal (22milT).
Cuando por fin llegó la hora caminé hasta el anden y localicé el autobús. Antes de subir pregunté un par de cosas a un chaval con pinta de hablar inglés (acerté) y estuvimos charlando un rato. Eso sí, al cabo de dos minutos ya me estaba invitando a su casa en Zanjan, pero esta opción la reservo para situaciones de emergencia.
En el autobús guardé mi mochila grande en el maletero inferior; ocupé mi asiento en la fila individual; y nos pusimos en marcha. El viaje fue impecable y me dediqué a escuchar música con mi Ipod. Incluso repartieron una pasta con un zumo de melocotón. Cuando compré el billete me sorprendió su elevado precio (40milT), teniendo en cuenta que se trataba de una distancia similar a la de Qazvin y que eso fue lo que pagué por viajar en Savari. Pero en ruta descubrí parte del motivo: en vez de seguir la carretera secundaria que va en linea recta a Zanjan, nos desviamos hasta casi llegar a Qazvin y continuamos por una autopista, recorriendo 310km. Y en total fueron 4,5 horas de trayecto. El paisaje comenzó interesante, con montañas de color naranja y llanuras desiertas, pero pronto se hizo de noche y se acabaron las vistas.
Al llegar a la Terminal de Zanjan el chaval con el que hablé (Parsa) me ofreció ayuda para conseguir un taxi al centro. Como ya había rechazado alojarme en su casa, acepté para no quedar fatal. Pero no me esperaba que la ayuda también incluía pagarle el trayecto al taxista. Me quedé de piedra, y Parsa no quiso de ninguna manera mi dinero. Los iraníes son una caja de sorpresas… En fin, el taxi me llevó hasta la Plaza Enqelab y allí busqué un lugar para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: SA´DI HOTEL – 30milT/Noche
*Puntos a favor: ubicación inmejorable, junto a la Plaza Enqelab; precio.
*Puntos en contra: cama individual; habitación sucia; baño compartido, estilo turco y sin ducha; mobiliario destartalado; paredes finas y huéspedes muy ruidosos; sin wifi.
Cuando busqué hoteles en Zanjan me sorprendió no encontrar en internet ninguna opción económica como las que hay en otras ciudades de Irán. Por suerte al final descubrí en una web el nombre de este alojamiento. En la recepción había dos abueletes que de entrada me recibieron con rostros serios. Pero al decirles de dónde era e intercambiar unas palabras la cosa se relajó. Imagino que no estaban acostumbrados a tratar con turistas porque la habitación era un despropósito. La peor en más de 7 meses de viaje. Aunque el precio hace que le perdone todos los defectos. ¡Apenas 2,5€!
Nada más instalarme pregunté a los abueletes dónde podía cenar y uno de ellos me acompañó hasta un restaurante cercano. Allí pedí un muslo de pollo con arroz y una botella de agua; y llené el estómago sentado en un comedor desierto. Precio: 20milT. Al acabar ya era tarde y hacía frío, así que no me entretuve mucho y regresé a mi habitación.
EXPLORANDO ZANJAN
Al día siguiente me desperté tras una noche movida. Las paredes del hotel eran de papel y los huéspedes no paraban de abrir y cerrar puertas y caminar por los pasillos. En fin, a continuación desayuné unos dulces que compré el día anterior en una tienda y una botella de agua (3,5milT); me vestí; y salí a la calle a conocer Zanjan.
El centro de la ciudad gira en torno a la Plaza Engelab, decorada con un extraño monumento parecido a un órgano de piedra. Aquí comienza la Calle Imam (donde se encuentra el Sa´Di Hotel), que es peatonal y está llena de tiendas. Un lugar ideal para pasear por la tarde y mezclarse con las familias de iraníes. Estas fueron las atracciones turísticas que visité:
1. Museo Arqueológico: está ubicado en la magnífica Zolfaghari House y la entrada me costó 30milT. La estrella del museo son los Salt Men, unos cuerpos momificados procedentes de las cercanas minas de sal de Chehrabad. Se encuentran protegidos en una habitación especial llena de carteles que prohiben hacer fotos. Uno de los cuerpos (Salt Man 4) pertenece a un joven trabajador de las minas en tiempos del Imperio Aqueménida (hace 2.500 años) y es impresionante, con su ropa original (una capa de piel y calzado de tela); y una postura forzada, como intentando esquivar las rocas que se le venían encima.
Además de los Salt Men me gustaron algunos objetos encontrados en el templo budista de Dash Kasan (cerca de Soltaniyeh); y un par de Rythons (envases ceremoniales con forma de animal). Durante la visita estuve completamente solo y pasé una hora muy entretenido.
2. Masjed-e Jameh: la mezquita principal de Zanjan, situada a escasos metros de mi hotel. Es del siglo XIX y tanto la portada como uno de los Iwanes del patio están cubiertos de espectaculares azulejos que crean todo tipo de figuras geométricas.
3. Bazar: un laberinto de calles cubiertas donde deambulé sin rumbo durante un buen rato. Por el camino descubrí todo tipo de puestos que vendían fruta (principalmente granadas y manzanas), verduras, carne (un rincón no apto para veganos, con cabezas de oveja y entrañas), especias, dulces, frutos secos, ropa… También encontré algún caravanserai solitario; y los comerciantes se mostraron muy amables, buscando unos minutos de charla sin intentar venderme nada. Un bazar realmente auténtico, aunque menos fotogénico que los de Teheran o Tabriz.
COMIDA: HAJI DADASH
Desde el Bazar accedí a este restaurante tradicional recomendado por mi guía de viajes. Tiene un comedor subterráneo de techo abovedado, divanes para sentarse y música relajante. Me atendió un camarero que hablaba algo de inglés, y pedí Zeitun Parvardeh (olivas con pasta de nueces), salsa de yogurt con pepino, Dizi Sangi (el guiso habitual, pero con carne de cordero), y una Fanta.
Todo apuntaba a que pasaría un buen rato, pero la experiencia dejó mucho que desear. El Dizi estaba lleno de pequeños huesos muy molestos que me impedían comer con tranquilidad; una de las olivas también tenía un trozo de hueso que casi me rompe un diente; se me acoplaron en el divan dos pesados, cuando había sitio libre en otras zonas del comedor; y tras 20 minutos esperando me tuve que marchar sin el té que había pedido. En definitiva, no repetiría. Precio: 41,5milT.
MAS LUGARES DE INTERES
Tras llenar el estómago, continué recorriendo el centro de Zanjan.
4. Imamzadeh Seyid Ibrahim: me gustó el exterior, con una bonita cúpula cubierta de azulejos y dos fotogénicos minaretes. El tránsito de gente es constante, así que se trata de un buen sitio para sentarse a observar.
5. Mezquita Khanum: tiene dos minaretes curiosos y poco más. Me acerqué porque se encuentra junto a la Calle Imam.
En Zanjan hay otras mezquitas y edificios históricos, pero ya había tenido suficiente y decidí buscar una alternativa para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: AMIR KABIR HOTEL – 100milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; buena limpieza; ubicación céntrica, junto a la Plaza Enqelab; propietario muy simpático, al igual que Armin, un chaval encargado de la recepción; wifi rápido; desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales; baño compartido, estilo turco, y solo uno para dos plantas; mobiliario destartalado.
Reconozco que sentí la tentación de quedarme más noches en el Sa´Di Hotel y ahorrar, pero es que la habitación era un asco. Así que di una vuelta por la zona y en la misma Calle Imam, a solo unos metros, encontré el Amir Kabir. Allí me recibió el sonriente propietario vestido de traje, me enseñó las habitaciones, negociamos el precio (lo pude reducir 20milT), y me trasladé. Es un hotel económico, pero viniendo del Sa’di me pareció un 5 estrellas.
Una vez instalado ya empezaba a oscurecer y salí a cenar. Al final acabé entrando en un local de fast food donde me comí un Kebab de pollo acompañado de pan y una botella de agua. Justo lo que necesitaba para aguantar hasta la hora del desayuno. Precio: 11milT.
RUMBO A SOLTANIYEH
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 7.30h y al momento ya estaba listo para disfrutar del desayuno incluido en el precio de la habitación. La sorpresa fue que para ello me enviaron al cercano Ghasr Hotel, a pesar de que el Amir Kabir tiene comedor. Allí me esperaba un sencillo buffet donde comí queso, huevos duros, pan con mermelada y té. Los huéspedes pagaban 10milT extra, pero yo consideré que ya estaba incluido en el precio que había negociado y no me pusieron pegas.
Después de desayunar, preparé la mochila pequeña y salí a la calle. El plan era visitar Soltaniyeh, una pequeña población situada 40km al sureste de Zanjan, y llegué en dos etapas:
1. Taxi privado hasta la Plaza Honarestan: 6milT.
2. Minibús a Soltaniyeh: junto a la plaza hay una parada de taxis donde también aparcan unos pequeños autobuses. En la oficina me dijeron que el de Soltaniyeh no saldría hasta que estuviera lleno de pasajeros y no había absolutamente nadie. Así que para hacer tiempo fui a una tienda cercana y me tomé un par de vasos de té (uno gratis). La situación era graciosa, porque todos los clientes que entraban acababan hablando conmigo: dos estudiantes, un jugador de baloncesto a punto de marcharse a Estados Unidos… Aunque menos mal que me dio por volver a la parada a ver como iba la cosa, porque al poco el conductor me dijo que entrara en el minibús y nos pusimos en marcha, conmigo como único pasajero. No entendí nada… Y de camino solo recogimos a 4 personas más. Precio: 3milT.
El viaje duró unos 40 minutos, avanzando por una autopista impecable, y el trayecto finalizó en la entrada de Soltaniyeh.
UN IMPONENTE MAUSOLEO
El principal motivo de mi presencia en Soltaniyeh era visitar el Gonbad Soltaniyeh, o Mausoleo de Oljeitu. En el año 1259 el emperador Mongke Khan falleció sin descendencia y las guerras internas provocaron que el Imperio Mongol se dividiera en 4 territorios autónomos. Uno de ellos fue el Ilkanato, que abarcaba los territorios actuales de Irán, Cáucaso y este de Turquía, gobernado por la Dinastía de Hulagu. En 1304 alcanzó el poder Ilkan Oljeitu, que al poco tiempo decidió trasladar la capital del Ilkanato de Tabriz a Soltaniyeh; y ordenó construir un inmenso Mausoleo. La idea inicial era ubicar allí los restos sagrados del Imán Ali, custodiados en Najaf (Irak). Pero ante la negativa de sus guardianes, acabó siendo su propia tumba cuando murió en 1316.
Soltaniyeh es un pueblo de viviendas modestas de una o dos plantas y el gigantesco Mausoleo destaca todavía más. Antes de bajar del minibús ya pude divisar su silueta recortada en el horizonte. En la entrada me encontré la taquilla cerrada y pensé que me ahorraría el precio del billete, pero más adelante había otra y pagué 50milT por visitar el interior.
Gonbad Soltaniyeh es una maravilla. Se trata de una mole de ladrillo de forma octogonal, coronada por una cúpula que se eleva hasta los 49m de altura y 8 minaretes. La imagen es espectacular, y eso que el edificio ha perdido casi toda su decoración exterior, menos los azulejos de color turquesa que cubren la cúpula. Cerca están los cimientos de numerosas construcciones que rodeaban el Mausoleo, ya que Soltaniyeh fue arrasada en 1384 por las tropas de Timur (o Tamerlán), durante la expansión del Imperio Timúrida.
El interior del Mausoleo está lleno de andamios, pero aun así merece la pena la visita. Se pueden contemplar las paredes, con mosaicos e inscripciones caligráficas. Y pasear por los dos pisos superiores, con elaborados techos y buenas panorámicas de los alrededores. Mientras exploraba el recinto apareció un grupo de turistas iraníes que provocaron unos minutos de caos, pero se marcharon enseguida.
MAS MONUMENTOS EN SOLTANIYEH
Tras el plato fuerte, decidí visitar otras dos construcciones situadas en las afueras del pueblo:
1. Tumba de Mullah Hassan Kashi: es de la misma época que el Gonbad Soltaniyeh. Mullah Hassan fue un poeta y filósofo que se convirtió en uno de los principales consejeros de Ilkan Oljeitu. Así que cuando falleció, el monarca ordenó erigir en su honor una lujosa tumba. Se encuentra un par de kilómetros al norte de Soltaniyeh y fue un agradable paseo, con un sol radiante, entre campos de cultivo y grupos de pájaros.
La tumba tiene forma octogonal, con una cúpula de color turquesa donde las palomas paran a descansar. El lugar estaba desierto, a parte de un tipo que rondaba por allí y me vino genial para las fotos (no se si era algún vigilante).
2. Mausoleo de Chalabi Ughlu: construido por sus seguidores durante el siglo XIV, Chalabi fue un poeta sufí que ocupó un importante cargo en la corte de Ilkan Oljeitu y se dedicó a expandir esta religión por el mundo islámico. El edificio es de ladrillo y junto a él están las ruinas de un monasterio sufí. Al llegar me encontré el recinto cerrado, pero cuando me marchaba apareció el encargado y pude entrar (gratis).
Camino del mausoleo crucé el pueblo de Soltaniyeh y pude ver un montón de gatos, mujeres en chador, grupos de niños jugando, alguna vivienda fotogénica… Mientras estaba por allí valoré la posibilidad de visitar otros lugares, pero al final lo dejé correr:
*Templo de Dashkasan (o del Dragon): las ruinas de un templo budista construido en tiempos del Ilkanato, a 16km de Soltaniyeh. Conserva algunos relieves interesantes, como el de dos espectaculares dragones. Pero algún listo decidió protegerlos dentro de urnas de cristal rodeadas de hierros y me quitó las ganas de visitarlo (en las fotos promocionales del lugar los relieves aparecen sin urnas). Los iraníes son buena gente, pero en lo que se refiere a conservar monumentos son un auténtico desastre…
*Cuevas Katale Khor: no las visité desde Hamedan, pero ahora las tenía a 120km de Soltaniyeh y pensé en hacer autoestop y probar suerte. Al final se me hizo tarde.
Para regresar a Zanjan caminé hasta el punto donde me había dejado el minibús y encontré un Savari con 3 pasajeros, con lo cual subí al vehículo y arrancó al momento. Precio: 5milT. Una vez en la Plaza Honarestan, regresé a pie al hotel en lugar de coger un taxi. A la hora de cenar volví al pequeño restaurante de la primera noche. Allí pedí sopa, un muslo de pollo con arroz, y una Coke (22milT). Me atendió una camarera muy amable y esta vez había alguna mesa de lugareños.
EL CASTILLO DE BEHESTAN
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable. Una vez en pie preparé las mochilas y desalojé la habitación, porque iba a pasar la noche en otro lugar. Yo dejé la grande en la recepción y me llevé la pequeña con lo imprescindible (sin tienda de campaña ni saco). A continuación desayuné en el comedor del Ghasr Hotel y me despedí.
Como suele ser habitual en el norte de Irán, para llegar al Castillo de Behestan no hay transporte público y la única opción es contratar los servicios de un taxi privado (Dar Baste). Bueno, eso o hacer autoestop, pero el castillo está bastante apartado y el proceso se puede alargar, y yo quería aprovechar la jornada. Armin llamó a un taxi y le pidieron 120milT por el trayecto de 98km. Aunque me pareció excesivo y decidí salir a la calle a negociar por mi cuenta.
La verdad es que fue un auténtico coñazo. Primero tenía que explicar dónde quería ir, porque nadie sabía la ubicación del Castillo de Behestan. A partir de aquí, algunos taxistas se negaban a viajar tan lejos, otro me pedía 180milT… Así que cuando encontré a un conductor con cara de buen tipo que aceptó llevarme por 100milT, no quise perder más tiempo y nos pusimos en marcha a las 9.30h.
Antes de abandonar la ciudad pasamos por una gasolinera a llenar el depósito; y por unas oficinas donde el taxista obtuvo un permiso escrito para poder llevarme a Behestan. Y continuamos a buen ritmo. Quizás demasiado, porque al cabo de unos kilómetros un radar móvil cazó al pobre taxista a más velocidad de la permitida y los policías le multaron con 20milT, que tuvo que pagar al momento. En fin…
El trayecto duró hora y media y atravesamos un bonito paisaje, con montañas onduladas de color naranja y valles desiertos. Me encantó la actitud del taxista, que a pesar de no saber ni palabra de inglés intentaba dar conversación; paró en un lugar muy fotogénico para que bajáramos a contemplar las vistas; me regaló caramelos y nueces; y no paró hasta dejarme lo más cerca posible del Castillo. Acabé muy contento y al despedirnos le di 10milT extra para compartir la multa.
El Castillo de Behestan, también conocido como Trono del Diablo, es una montaña compuesta por pilares de roca erosionada que en tiempos del Imperio Sasánida fue transformada en una fortaleza. En su interior se excavaron habitaciones, almacenes, pasadizos y escaleras. Y fue habitada durante siglos, hasta que ya no se consideró segura (una historia similar a la de los castillos de la Capadocia). La montaña se encuentra junto a la orilla del río Qezel Owzan, y desde allí subí por unas escaleras de piedra entre muros en ruinas de antiguas viviendas. La imagen de los pilares sosteniendo rocas en equilibrio es memorable. No me cansé de hacer fotos desde todos los ángulos posibles (mejor luz por la tarde).
Durante un buen rato estuve completamente solo y los lugareños que pasaban en moto se quedaban asombrados al verme. Después aparecieron algunos chavales, más interesados en hacerse un selfie conmigo que en el Castillo. En cuanto al interior de la montaña, se puede entrar en varias cuevas pero muchos accesos han quedado bloqueados y no es muy seguro. No le dediqué mucho tiempo. Al final bajé hasta el río, crucé un puente y caminé poco más de 1km hasta Igli Bulaq, un pueblo situado en la carretera principal.
EXPLORANDO POBLACIONES REMOTAS
A continuación el plan era llegar hasta la ciudad de Takab, pero siguiendo la carretera que pasa por Dandi, mucho más panorámica y con algunas aldeas interesantes. De nuevo no había transporte público, y no tenía intención de gastar más dinero en taxis privados. Así que decidí hacer todo el trayecto en autoestop: 120km. Estas fueron las etapas:
1. Atravesé Igli Bulaq hasta las afueras. De camino compré en una tienda un zumo de naranja y dos magdalenas (6milT); y saludé a varios vecinos, que no entendían mi presencia. A los pocos minutos paró un coche conducido por un chaval, que solo me llevó hasta la siguiente población, ubicada a apenas unos kilómetros.
2. Allí hice autoestop de nuevo y esta vez triunfé. Me recogió un coche con dos amigos que me llevaron directamente a Shikhlar, la primera aldea que quería visitar. Toda una suerte, porque de camino había un par de desvíos y numerosas poblaciones, y no descartaba necesitar más de un vehículo. De camino pasamos por Dandi, que es el epicentro de la industria minera de la zona. En las montañas de los alrededores hay cortes y hendiduras; la carretera está transitada por un buen número de camiones (algunos cargados con enormes piedras); y cuenta con una especie de telesilla que en vez de esquiadores transporta contenedores llenos de roca desde las minas hasta Dandi.
3. Shikhlar: tras despedirme de los dos amigos dediqué media hora a pasear por este agradable asentamiento. Contemplé diversas viviendas de adobe; pajares; montones de pájaros revoloteando; una magnífica panorámica del valle con un enorme rebaño de ovejas; y en la distancia el Monte Tozludagh, de forma piramidal. También compartí media magdalena con un pobre perro cojo. Eso sí, no me crucé con muchos habitantes.
4. Qaravolkhaneh: de regreso en la carretera hice autoestop y al momento paró una camioneta bastante cascada. El conductor era muy amable, aunque el terreno se puso cuesta arriba y tardamos bastante en recorrer los 20km hasta el siguiente lugar de interés. En Qaravolkhaneh vi más casas de adobe, bastantes perros (uno me empezó a gruñir, pero un vecino lo aplacó), una curiosa mezquita, gente mirándome con caras de curiosidad, y bonitas vistas de los alrededores.
Mi guía de viajes recomendaba visitar estas dos poblaciones, pero de camino vi otras que parecían más fotogénicas (no paré por falta de tiempo). Mi consejo es que durante el trayecto vayas con los ojos bien abiertos y pares en las aldeas que te llamen la atención, ignorando nombres concretos.
5. Tras recorrer Qaravolkhaneh tocaba el último tramo de autoestop para llegar a Takab. Aunque pasaron varios vehículos y ninguno paraba. Y el sol estaba cada vez más bajo. Apenas media hora de luz y reconozco que me empecé a poner nervioso. Ya me veía pidiendo ayuda a la gente, como en el Valle de Alamut, pero por suerte un conductor que pasó de largo vio mi gesto de rabia y se detuvo más adelante. Eran dos chavales con los que solo viajé unos kilómetros, pero me dejaron en manos de otro conductor que me llevó hasta Takab. En total 5 vehículos para cubrir los 120km. Reto superado…
El hombre paró junto a un hotel, y entré con ganas de instalarme en mi habitación lo antes posible, después de una jornada maratoniana.
ALOJAMIENTO: HOTEL RANJI – 150milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; baño privado con ducha perfecta; tranquilidad total por la noche; encargado de la recepción muy simpático; wifi rápido; nevera; restaurante propio; desayuno incluido.
*Puntos en contra: mobiliario destartalado; limpieza mejorable; precio.
El Hotel Ranji es el más recomendado de Takab, aunque a punto estuve de marcharme cuando el encargado me dijo que la habitación costaba 200milT. No llevaba todo el día haciendo autoestop para gastarme ese dineral. Mi cara debió ser lo suficientemente expresiva, porque el siguiente precio bajó de forma drástica. Y como ya se ajustaba a mi presupuesto me acabé quedando.
Tras un rato descansando bajé a cenar al restaurante del hotel. La oferta no era muy abundante, así que una vez más pedí un muslo de pollo con arroz y un par de botellas de agua fría, un plato que nunca decepciona. Precio: 30milT. Mientras esperaba la comida conectó conmigo un pesado que trabaja para el hotel. Se presentó como “Ayob el de Lonely Planet” (la guía le menciona), y al segundo ya estaba ofreciéndome servicios (taxi, un ecolodge…), o intentando modificar mis planes. Y cuando le comentaba algo no me escuchaba y me cortaba. Menos mal que me dejó cenar tranquilo, y a la que pude me escapé a mi habitación. Vaya personaje…
HACIA TAKHT-E SOLEIMAN
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 7.30h y poco después bajé al comedor del hotel a desayunar. La verdad es que me sorprendió el menú tan sencillo, teniendo en cuenta el precio de las habitaciones: un huevo duro, queso, ensalada de tomate y pepino, pan con mermelada, y un par de tazas de té. Llené el estómago, pero me esperaba algo más… A continuación preparé la mochila, desalojé la habitación y me despedí del encargado del hotel.
Una vez en la calle tocaba iniciar el camino de vuelta a Zanjan, parando en nuevos lugares de interés. El primero, Takht-e SoleIman, situado a 43km de distancia. “Ayob el de Lonely Planet” me había ofrecido el día anterior un taxi ida y vuelta más espera de 2 horas por 150milT, un precio que consideré desproporcionado. Así que decidí negociar directamente con los taxistas.
Para ello caminé hasta la avenida principal de Takab y allí vi aparcados dos taxis. Pero eran Savaris y descubrí con sorpresa que uno de ellos pasaba por Takht-e SoleIman. Y mi suerte no acabó aquí: en solo 5 minutos ya éramos 4 pasajeros y nos pusimos en marcha. Precio: 8milT. El día no podía empezar mejor… Mientras esperaba comprobé que en Takab hay muchos Kurdos: los hombres visten pantalones anchos; y las mujeres vestidos decorados con adornos brillantes. En el Savari la anécdota se produjo cuando tras hablar dos minutos con un pasajero, al despedirnos me ofreció pagarme el trayecto (por supuesto lo rechacé con educación). El Taarof está más extendido de lo que pensaba…
Situado a 2.200m de altura, Takht-e Soleiman es un antiguo centro ceremonial Zoroastriano que fue construido durante el siglo V, en tiempos del Imperio Sasánida. El Zoroastrismo era la religión oficial de Persia, y en Takht-e Soleiman (llamado entonces Adur Gushnasp) se ubicaba uno de los tres Atashgah (Templos de Fuego) más sagrados. El lugar elegido parecía hecho a medida: una meseta de 50m de altura creada por los sedimentos de un manantial de aguas termales, con un lago en el centro. Takht-e Soleiman significa “Trono de Salomón” y por lo visto se debe a una estrategia para evitar que el recinto fuera arrasado durante la invasión árabe. En cambio no tuvieron tanta suerte con los mongoles y en el siglo XIII Abaqa Khan, segundo gobernador del Ilkanato, decidió plantar aquí su residencia de verano, aprovechando los materiales existentes.
El Savari me dejó en el desvío a las ruinas y desde allí caminé hasta la entrada. Fue un paseo genial, entre campos de cultivo y rebaños de cabras; con una espectacular panorámica de Takht-e Soleiman, que aparecía ante mí rodeado de imponentes murallas, bajo un cielo azul salpicado de fotogénicas nubes blancas. En la taquilla compré el billete (50milT, precio turista); me dieron un folleto en inglés con explicaciones; y comencé a explorar el lugar. Esto fue lo más destacado:
1. Entrada Sur: construida por Abaqa Khan, es enorme, flanqueada por dos torres y decorada con ventanas ciegas. Es por donde se accede al recinto.
2. Lago: sus aguas reflejan las ruinas y montañas de los alrededores, creando imágenes de postal. Hay una cuerda para evitar que la gente se meta dentro.
3. Templos: un auténtico laberinto de estancias y pasadizos con arcos y columnas de grandes dimensiones que permiten imaginar cómo eran los edificios. Tuvo que ser un recinto espectacular, con sus muros cubiertos de coloridos azulejos y relieves.
4. Vistas: las murallas son miradores perfectos que permiten contemplar onduladas montañas; la aldea de Nosratabad, con sus casas de adobe y pajares; y el cono perfecto de Zendan-e Soleiman.
Al principio pensé que no había mucho que ver, pero Takht-e Soleiman engaña y acabé pasando un par de horas. Las ruinas más altas son las de un palacio sasánida, conocido como Western Ayvan, pero durante mi visita estaban totalmente cubiertas de andamios. Al principio compartí el recinto con muy poca gente. Después llegaron un par de autobuses de turistas iraníes, aunque Takht-e Soleiman es tan grande que hay espacio para todos.
LA PRISION DE SALOMON
Tras explorar las ruinas caminé hasta Zendan-e Soleiman, la montaña de forma cónica que me había llamado la atención. Tiene 97m de altura y es un antiguo volcán extinto que en el pasado se encontraba lleno de agua y ahora está completamente hueco. Su nombre significa “Prisión de Salomón” y procede de una leyenda según la cual el mítico monarca hebreo utilizaba la montaña para encerrar malvados demonios. Cerca del cráter están los restos de diferentes construcciones, entre ellas un templo que data del siglo X AC y que era el antecesor de Takht-e Soleiman, hasta que el agua desapareció. La imagen de la montaña desde la distancia es espectacular. Para alcanzar la base tuve que recorrer 4km por la carretera principal.
El sendero hasta la cima es perfectamente visible y cuenta con algún tramo de escaleras de piedra. Cuando llegué tan solo había 3 chavales que ya se marchaban, así que estuve solo todo el tiempo. Tardé unos 20 minutos, subiendo los últimos metros con la ayuda de las terrazas de sedimentos formadas por el antiguo manantial. Y aparecí en el borde del cráter, del cual salía un fuerte olor a azufre. No tiene ningún tipo de protección y al otro lado hay una caída vertical de muchos metros. Yo saqué la cabeza, pero no lo suficiente para ver el fondo. Mi miedo a las alturas me impidió asomarme más y me conformé tomando una foto con el palo extensible de mi GoPro. Como era de esperar, las vistas de los alrededores son formidables. Allí estuve un rato sentado sobre una roca, comiendo cacahuetes y recuperando fuerzas.
La bajada fue más sencilla de lo esperado, aunque en la base me esperaba una sorpresa. Antes de iniciar el ascenso pasé junto a una vivienda, pero estaba cerrada y no le di más importancia. Pues resulta que era una taquilla y el encargado me esperaba para cobrarme la entrada. Nada menos que 20milT. Esto me pareció indignante: acepto pagar por visitar un recinto donde hay unos trabajos de mantenimiento, servicios, etc… Pero por subir una montaña… Y encima un precio turista muy superior. El caso es que me enfadé bastante y la actitud del encargado no ayudó mucho, exigiéndome el dinero enérgicamente. Casi le tiro los billetes a la cara. Y cuando me marchaba el hombre me persiguió intentando devolverme el dinero. Fue una escena cómica (de la que no me siento particularmente orgulloso), aunque al final hicimos las paces y aceptó el dinero.
REGRESO A ZANJAN
Cuando comenzó la jornada había previsto visitar un tercer lugar de interés: los Montes Aladaglar, o Montañas de Colores. Mi idea era explorar uno de sus tramos más fotogénicos, que comienza a partir de la población de Mahneshan. Pero mientras descansaba en la cima de Zendan-e Soleiman decidí regresar a Zanjan. Los motivos: ya eran las 14h pasadas; Mahneshan estaba a 80km de distancia; no había una carretera directa (necesitaría varios vehículos); y cerca de Tabriz hay otro tramo muy recomendable que podría conocer más adelante. Con lo cual me puse a hacer autoestop junto a la entrada de Zendan-e Soleiman.
Al poco me recogió un coche y pensé que sería un trayecto sencillo. Pero me equivocaba… Tras viajar en 3 vehículos diferentes solo pude avanzar 18km, porque los conductores iban a algún pueblo cercano. Así que al final me vi a las 15.30h en una carretera solitaria, a más de 120km de Zanjan, con un tráfico muy escaso. Encima varios vehículos pasaron de largo ignorando mis señales, igual que el día anterior. Y comenzaba a hacer frío, con un sol cada vez más débil.
Por suerte estoy acostumbrado a estas situaciones límite y mantuve la calma, hasta que mi suerte cambió. Paró un coche con una familia que solo iba hasta Dandi, pero me dejaron en un punto del pueblo donde había varios Savaris. Allí encontré uno con salida prevista a Zanjan y dos pasajeros. Y al cabo de unos minutos apareció el cuarto, que nos permitió salir. Problema resuelto (aunque siempre por los pelos).
El trayecto fue muy tranquilo. Duró hora y media y fui sentado en la parte trasera del vehículo, echando alguna que otra cabezada. Y eso que la carretera era un festival de curvas y baches, con numerosos perros jugándose la vida (no quería ni mirar). De camino atravesamos un bonito paisaje de montañas onduladas, algunas teñidas de rojo. Precio: 15milT. El Savari nos dejó en las afueras de Zanjan y acepté que el conductor me llevara hasta la Plaza Enqelab por 7milT adicionales. Estaba cansado, pero había conseguido visitar una zona muy remota de Irán con un desembolso mínimo.
CONCLUSIÓN
Zanjan está ubicada estratégicamente entre Tabriz y Teherán, así que si te viajas entre estas dos ciudades te recomiendo una parada para visitarla y explorar sus alrededores, con atracciones imprescindibles como Soltaniyeh o Takht-e Soleiman. Si no cuentas con vehículo privado, lo ideal es dedicar a la zona un mínimo de 4 días completos. Y sobre todo, no te olvides de incluir una excursión al Castillo de Behestan. Las guías de viajes no le dan mucha importancia y a mí me pareció un lugar fascinante.
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