Visita a la ciudad de los badgirs, descubriendo ruinas milenarias vinculadas a la religión Zoroastriana y contemplando panorámicas increíbles desde sus numerosas terrazas
Yazd es una ciudad histórica situada entre los desiertos de Dasht-e Kavir y Lut. Con una arquitectura tradicional única, ideada para combatir las elevadas temperaturas de la zona. Así, de entre sus viviendas de adobe emergen badgirs (torres de ventilación) y antiguos depósitos de agua, que le dan un aspecto muy diferente al resto de Irán. Además, Yazd es uno de los últimos reductos del Zoroastrianismo, y permite visitar construcciones relacionadas con esta religión, como templos de fuego o torres del silencio. Pero por encima de todo, Yazd es un lugar para pasear y perderse por sus callejuelas estrechas; o sentarse a contemplar las vistas desde una terraza.
VIAJE VARZANEH – YAZD
Para realizar este trayecto en transporte público tenía que coger un taxi a la población de Nain. Desde allí un autobús hasta la Terminal de Yazd. Y por último, otro taxi al centro de la ciudad. Pero a última hora me encontré con una grata sorpresa: la pareja de portugueses con la que compartí excursiones en Varzaneh (Ana y Joao) me propuso viajar con ellos directamente a Yazd en un taxi Dar Baste (privado). Por un lado no me hizo mucha gracia, porque Joao era un tipo insoportable. No paraba de alardear sobre lo bueno que era regateando precios. Y estaba obsesionado con que no le entrara ni una mota de polvo en su cámara de fotos. Pero por otra parte viajaría comodísimo, y pagando un precio ridículo (50milT cada uno). Así que acepté.
El trayecto fue realmente plácido. Tardamos dos horas y media en recorrer los 235km que hay entre Varzaneh y Yazd. Y es que el coche iba a toda pastilla, a pesar de su aspecto destartalado. Yo iba sentado en el asiento delantero, contemplando el paisaje. Al principio atravesamos llanuras con montañas de fondo, y algún pueblecito. Pero más tarde, según nos acercábamos a Yazd, aparecieron polígonos industriales y un tráfico constante de camiones, bajo un cielo bastante nublado.
Una vez en Yazd el conductor se hizo un lío, y tuvo que detenerse varias veces a pedir indicaciones para encontrar mi hotel. Pero al final llegamos, pagué mi parte del trayecto, y me despedí de los portugueses.
ALOJAMIENTO: KOHAN TRADITIONAL HOTEL – 133milT/Noche
*Puntos a favor: habitación doble muy espaciosa, ubicada en una antigua mansión tradicional, con patio interior y un estanque rodeado de flores; lavabo privado con ducha enorme; limpieza impecable; aire acondicionado; nevera (básica para mantener bebidas frías en climas calurosos); ubicación en pleno centro del Casco Antiguo; terraza con vistas espectaculares de la ciudad; recepcionistas muy atentas; buen wifi; precio; desayuno buffet incluido.
*Puntos en contra: cama individual (aunque el colchón era muy cómodo); a pesar de llegar a las 16h, la habitación todavía no estaba lista.
Pero el principal punto débil de este alojamiento fue el ruido. Primero, porque el hotel también tiene un restaurante, y las mesas están junto a las ventanas de las habitaciones. Así que tenía que aguantar a gente charlando y riendo a escasos metros de mi cama hasta bien entrada la noche. Por si fuera poco, mi habitación estaba junto a las cocinas, y tras vaciarse el restaurante comenzaba una sinfonía de platos y cubiertos chocando, y motores (no se si eran lavavajillas o lavadoras).
Una pena, porque el hotel es genial. No quedaba ni una habitación libre. Y a pesar de haber realizado mi reserva desde casa a través de su página web, tuve que pedir a Mohammad (el dueño de la guesthouse de Varzaneh) que llamara el día anterior para confirmar, porque si no la perdía.
Tras instalarme en la habitación, salí un rato a conocer los alrededores. Y acabé la jornada disfrutando de la puesta de sol en la terraza del hotel. Algo deslucida por las nubes, pero en completa soledad.
EN BUSCA DE UN SITIO PARA CENAR
Ya de noche, decidí sentarme en una mesa del restaurante del hotel, para probar algún plato típico. Pero en esos momentos apareció un grupo enorme de turistas franceses (que ni siquiera se alojaban allí), y colapsaron el servicio. Esto era indignante. Tenía que aguantar los ruidos del restaurante, y encima no podía cenar en él. La alternativa fue largarme de allí, y explorar la zona en busca de algún lugar donde cenar. Caminé por calles oscuras y solitarias, y al final aparecí en una avenida principal (Imam Khomeini) llena de tráfico y lugareños paseando. Solo había locales de fast food, hasta que descubrí mi lugar: ¡un local de pollos asados!
La pega era que solo vendían pollos enteros, y tenían un tamaño enorme. Pero tras unos momentos de duda, decidí comprar uno. El local tenía mesas, así que me senté y cené medio pollo, acompañado de dos latas de Coke. Y guardé el resto para otra ocasión. Acabé a punto de explotar. Lo mejor fue el precio: 24milT (incluida una botella de agua grande para llevar).
Una vez con el estómago lleno, di un paseo por la avenida. Y observé que había bastantes tiendas de dulces. Por lo visto, Yazd es conocida en todo Irán por su gran variedad de dulces, a cual más delicioso. Así que no pude resistirme y entré en una de las tiendas. La oferta era enorme, y al final opté por el dulce más típico: el Baghlava. El tendero me dejó probar un trozo, y estaba delicioso. Es una especie de mazapán, hecho con almendras, pistachos, harina, azúcar y cardamomo, además de un toque de agua de rosas. Compré una pequeña caja metálica, muy bonita, que me costó solo 10milT (¡2 euros!). Y regresé a mi habitación muy contento.
Por suerte, el hotel había llenado las calles de indicaciones, si no me pierdo seguro. Como el restaurante continuaba a pleno rendimiento, decidí subir a la terraza a leer (con mi linterna frontal), rodeado de sonidos agradables (niños jugando en la calle, el viento…) y buenas vistas de la ciudad.
BREVE HISTORIA DE YAZD
Al día siguiente, me levanté bastante cansado. Los ruidos se prolongaron hasta la 1h de la mañana, y a las 6h ya se escuchaban de nuevo los motores. Por suerte, el desayuno me devolvió los ánimos. Había de todo y sin restricciones. Comí una ensalada de tomate, pepino y huevo duro; un plato de huevos revueltos con tomate + patatas rebozadas; dos trozos de sandía y melón; pan con mermelada; y dos tazas de chai. La atmósfera era muy agradable, con el sonido de la fuente, y sin grupos de chinos.
Tras el banquete, salí a explorar Yazd. Una ciudad cargada de historia, que floreció durante la época del Imperio Sasánida. Esta dinastía gobernó Irán entre los siglos III y VII, creando uno de los grandes imperios de la antigüedad, conocido como Segundo Imperio Persa. En continua disputa con el vecino Imperio Romano (más tarde Bizancio), por el control de los territorios de Oriente Medio y las rutas comerciales. Su rey se autodenominaba Shahanshah (literalmente «rey de reyes»). Y la capital estaba en Ctesifonte, una de las mayores urbes de la época, situada 35km al sur de Bagdad, hoy apenas una sombra de lo que fue.
Pero con el paso del tiempo, las continuas campañas militares contra los romanos debilitaron al Imperio Sasánida. Así que cuando los ejércitos Árabes aparecieron como un torbellino, durante la expansión del Islam, apenas encontraron resistencia. Y derrotaron a los Sasánidas en el año 637, en la Batalla de Qadisirya.
El nombre de Yazd procede de uno de los reyes Sasánidas, Yazdegerd I. Y era un importante centro de culto del Zoroastrianismo (la religión oficial del imperio). Tras la conquista árabe, muchos fieles emigraron aquí huyendo de otras partes de Irán. Y, a cambio del pago de un impuesto, los habitantes de la ciudad pudieron continuar practicando su religión. Al ser un lugar tan remoto, Yazd no sufrió las consecuencias de la invasión de los mongoles. Y se convirtió en un destacado enclave comercial, ubicado en plena Ruta de la Seda, tal y como atestiguan los relatos de Marco Polo, que visitó la ciudad durante el siglo XIII.
Actualmente, Yazd es capital de la provincia del mismo nombre. Y su economía se basa principalmente en la fabricación de cerámica y tejidos (sedas y alfombras), y la producción de dulces.
PASEANDO POR EL CASCO ANTIGUO
Para no dejarme ningún punto de interés, decidí seguir una ruta que proponía mi guía de viajes, desviándome cuando veía algo que me llamaba la atención. Y la verdad es que estuvo muy bien. Caminé por calles estrechas, junto a muros de adobe de color naranja y puertas antiguas. Atravesé pasadizos cubiertos, bajo arcos puntiagudos. Y descubrí mezquitas con cúpulas forradas de coloridos azulejos. Realmente atmosférico. De vez en cuando, aparecían motos a toda velocidad o lugareños paseando, que quedaban geniales en las fotos.
Yazd es famosa por su peculiar arquitectura, ideada para combatir el clima desértico de la zona. Y cualquier paseo permite identificar numerosos ejemplos:
1. Badgirs: están por todas partes. Se trata de Torres de Ventilación construidas de adobe, con aspecto de chimenea, que captan cualquier pequeña corriente de aire, dirigiéndola hacia el interior de las casas. Allí, generalmente, entra en contacto con algún estanque o fuente, refrescando el ambiente. Y expulsa el aire caliente hacia el exterior a través de otro conducto. ¡Un ingenioso sistema de aire acondicionado con siglos de antigüedad! Los Badgirs de Yazd tienen aberturas en sus cuatro costados, aprovechando al máximo sus posibilidades. Y son una imagen habitual en cualquier vista panorámica de la ciudad.
2. Ab Anbar: son enormes depósitos con paredes de adobe, utilizados para acumular agua. Y están rodeados de Badgirs para mantenerla fresca. Cerca de mi hotel había uno en muy buen estado de conservación.
3. Qanats: se trata de antiguos sistemas de canalización, que conducen el agua desde los manantiales, para regar los campos de cultivo y abastecer las necesidades de la ciudad. Aun hoy día recorren el subsuelo de Yazd, y se puede observar un tramo en el Museo del Agua.
En Yazd no abundan los sitios importantes para visitar. Pero es que tras la saturación de monumentos de Kashan e Isfahan, tampoco les hubiera dedicado mucho tiempo. Así que me limité a contemplar exteriores. Estos fueron los lugares más destacados:
1. Bogheh-ye Sayyed Roknaddin: la tumba de un importante habitante de Yazd, con una bonita cúpula de color azul turquesa.
2. Alexander’s Prison: un antiguo edificio que actualmente funciona como escuela coránica, con otra elaborada cúpula de ladrillo. Se llama así por una historia muy poco creíble según la cual el propio Alejandro Magno hizo construir aquí una prisión.
3. Tumba de los Doce Imanes: justo al lado de Alexander’s Prison. Una construcción con forma de cubo que data del siglo XI, rematada por una modesta cúpula.
4. Las guías también recomiendan visitar la lujosa mansión tradicional Khan-e Lari; y Bagh-e Dolat Abad, un pabellón rodeado de jardines persas (otro de los 9 jardines incluidos en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco). Yo no me acerqué, pero esto ya dependerá de la pasión por el arte que tenga cada uno (la mía es moderada).
Para acabar mi recorrido, decidí entrar en la conocida como Tourist Library. Más que nada por curiosidad, ya que el Casco Antiguo estaba lleno de indicaciones para llegar, y no sabía de qué se trataba. Resultó ser una cafetería con una terraza desde la que pude contemplar una correcta panorámica de Yazd, con sus cúpulas y badgirs. Más tarde, me senté en un patio interior a tomar un té de azafrán, que me sentó genial. Rodeado de una atmósfera relajada, con el sonido de una fuente y paredes llenas de artesanía local. Precio: 8milT (si no tomas nada, el acceso a la terraza cuesta 5milT).
UNA MEZQUITA MONUMENTAL
A pesar de haber visto ya las impresionantes mezquitas de Isfahan, cuando salí de un callejón y me encontré frente a la fachada principal de Masjed-e Jameh, me quedé de piedra. Es imponente, cubierta de coloridos azulejos que crean todo tipo de formas geométricas. Con inscripciones caligráficas y muqarnas colgando del techo abovedado. Y flanqueada por dos minaretes de 48m (los más altos de Irán). Una auténtica locura. La construcción, erigida durante el siglo XIV, está coronada por una bella cúpula muy fotogénica. No me esperaba esa obra de arte, y me quedé un buen rato contemplando la escena, mientras los lugareños acudían a la oración de las 12h.
Al acabar la ceremonia decidí visitar el interior de la mezquita. Precio: 8milT. La verdad es que mereció la pena. Crucé un patio interior bastante sobrio. Y accedí a la magnífica Sala de Oración, con azulejos por todas partes, donde destacan la cúpula y el mihrab (un nicho ubicado en la pared que está orientada hacia la Meca). Por suerte no había muchos turistas, y pude explorar la sala con total tranquilidad.
Junto a la mezquita hay un Bazar cubierto, y di un breve paseo por su interior, caminando junto a comercios que vendían productos demasiado modernos. De regreso al hotel, entré en un bar cercano para refrescarme con un batido de plátano. Me las prometía muy felices, pero me equivoqué de sitio: el batido no estaba frío, le faltaba azúcar, y encima el chaval (muy voluntarioso) le echó un puñado de pipas a ver si me ahogaba… Y para colmo, tuve que pagar 12milT. En fin…
Ya en mi habitación, evité la parte central del día, con el aire acondicionado a toda pastilla, ya que hacía un calor horrible. Para comer aproveché el medio pollo que me había sobrado de la cena.
MAS LUGARES DE INTERES
A eso de las 15h, caminé hasta el Art House Café, a escasa distancia de mi hotel. Está ubicado en la terraza de una antigua vivienda. Y se anuncia como el lugar que ofrece las mejores vistas de Yazd. Así que tenía que comprobarlo. Y a pesar de las elevadas expectativas creadas, lo cierto es que no me defraudó. Pude disfrutar de una panorámica alucinante de la ciudad, superando a la terraza de mi hotel o a la Tourist Library. Ante mí se desplegaba un bosque de badgirs, salpicado de las cúpulas y minaretes de los principales monumentos de Yazd (incluida una imagen genial de Masjed-e Jameh). Con una iluminación perfecta, y las afiladas montañas del desierto como telón de fondo. Un lugar totalmente recomendable.
Por algún extraño motivo deduje que el Art House Café funcionaba igual que la Tourist Library (no pagabas entrada si consumías algo). Así que me senté en una mesita y pedí una limonada bien fría. Pero a la hora de pagar me cobraron 6milT más los 5milT de acceso a la terraza. Bueno, por lo menos estuve un rato tranquilo, con mucha menos gente de la que me esperaba.
Para acabar la jornada, decidí caminar por la avenida Imam Khomeini. Y llegué hasta una plaza enorme donde, en uno de sus extremos, está el Amir Chakhmaq Complex, otra de las imágenes típicas de Yazd. Se trata de un Hosseinieh: una enorme fachada de tres pisos, con nichos a modo de balcón y dos minaretes, erigida durante el siglo XIX, para que los habitantes de la ciudad pudieran contemplar los actos conmemorativos de la Ashura (de ahí el nombre de la fachada, pues en la Ashura se homenajea al Imán Husayn). Junto a la entrada había un Nakhl: una gigantesca estructura de madera que los fieles pasean en procesión durante la Ashura.
Al cruzar la puerta de entrada del Hosseinieh me esperaba una sala de oración, y en su lugar me encontré en un pequeño bazar, rodeado de puestos de kebab (mención especial a los de riñones). Y al cabo de unos metros, ya estaba al otro lado de la fachada. Una construcción realmente curiosa.
La mejor hora para contemplar el Amir Chakhmaq Complex es la puesta de sol, cuando la luz es ideal para la fotografía. Así que para disfrutar del momento, me senté en la terraza de una heladería cercana, con unas vistas insuperables; y pedí un vaso de helado de azafrán con zumo de zanahoria. Nunca se me hubiera ocurrido esta mezcla, pero me lo había recomendado Mohammad (el dueño de la guesthouse de Varzaneh), y resultó estar delicioso. Precio: 7milT. Mientras, el sol desapareció, se activaron las fuentes de la plaza, y me distraje observando turistas y lugareños de paseo.
EN UN GIMNASIO TRADICIONAL
Cerca del Amir Chakhmaq Complex hay otro Ab Anbar (depósito de agua) rodeado de 5 Badgirs, que en el pasado abastecía las necesidades de la ciudad. Hoy día en su interior se ubica el Saheb A Zaman Zurkhaneh. Los Zurkhaneh (literalmente «casas de fuerza») son gimnasios tradicionales donde sus miembros realizan una serie de curiosos ejercicios conocidos como Varzesh-e Bastani. Una disciplina con siglos de antigüedad, ya que era el método de entrenamiento de los soldados de la antigua Persia para mantenerse en forma, combinando ejercicio físico y espiritualidad.
El Saheb A Zaman abre al público dos veces al día, con sesiones a las 18h y a las 19h (yo acudí a la segunda). Pagué la entrada (5milT), me descalcé, y me senté en el suelo, junto a un foso circular donde tiene lugar la acción. Este Zurkhaneh tiene una gran pega: es muy popular entre los grupos organizados. Y el recinto se fue llenando de turistas (principalmente abueletes franceses y alemanes), hasta que ya no cabía un alma. Pero bueno, yo intenté evadirme de la situación, y me centré en el espectáculo.
El local es muy auténtico, decorado con retratos de personajes importantes y espejos. Al cabo de unos minutos aparecieron los gimnastas y comenzaron a entrenar. Un ejercicio consistía en levantar enormes mazas de madera. Otro en hacer girar sobre la cabeza unas pesadísimas cadenas de hierro. Y un tercero en levantar una especie de escudos de madera. De vez en cuando hacían flexiones. Y el punto culminante era cuando se ponían a dar vueltas sin parar, de uno en uno, hasta que eran recogidos por sus compañeros (una práctica adquirida de la religión Sufí). Mientras, desde una cabina, el Morshed tocaba un tambor y cantaba temas tradicionales, creando una atmósfera embriagadora. Fue muy interesante. Al cabo de 45 minutos acabó la sesión, y salí en busca de un lugar para cenar.
CENA: TERMEH & TORANJ TRADITIONAL RESTAURANT
Por segunda vez intenté cenar en el restaurante de mi hotel, pero el lugar estaba infestado de mosquitos, y me marché volando. Así que opté por un plan B: el Termeh & Toranj, situado a 5 minutos. Allí me descalcé y me senté en un diván, en un patio interior cubierto con una lona (para evitar el sol durante el día). No había mucha gente y se estaba tranquilo. Me atendió una señora amable y sonriente, y unas camareras bastante serias, pero muy eficientes.
El menú era muy amplio y pedí una sopa típica de Yazd llamada Ash-e Shooli, elaborada con lentejas y diferentes verduras (espinacas, perejil…). De segundo opté por uno de los platos más conocidos de Irán: Kashke Bademjan. Se trata de un puré hecho con berenjenas y frutos secos. Es una auténtica bomba, acompañado de arroz blanco y un pan riquísimo. Para beber, una botella de agua grande. Acabé a reventar, y muy satisfecho con el restaurante. Precio: 25milT + 2milT de propina.
De regreso en mi habitación, me encontré con el restaurante del hotel a pleno rendimiento. Así que me tocó tirar de Ipod hasta bien entrada la noche. En fin, no existen los días perfectos…
EXCURSIÓN POR LOS ALREDEDORES DE YAZD
Al día siguiente, me levanté a las 8h y disfruté de un fenomenal desayuno. Aunque lo complementé con un zumo de naranja que compré en un supermercado, y despertó la envidia de los abueletes holandeses que comenzaban a invadir el comedor.
Tras el desayuno subí a la terraza del hotel, donde me tiré un buen rato contemplando unas vistas increíbles de la ciudad, con decenas de badgires bañados por una suave luz. Hasta que a las 11h, con puntualidad británica, apareció en la recepción Alí, que iba a ser mi compañero de aventuras durante el resto de la jornada.
La idea era visitar 3 lugares que se encuentran a cierta distancia de Yazd. Como era muy complicado llegar en transporte público, necesitaba alquilar un coche con conductor. Y el día anterior, durante mi paseo por el Casco Antiguo, entré una Oficina de Información Turística para ver qué opciones tenía. Pronto me di cuenta que aquello era una agencia de viajes encubierta. Pero gestionada por una chica muy simpática que me ayudó a trazar un itinerario; y me consiguió un conductor con buen nivel de inglés para facilitar las cosas. Así que intercambiamos teléfonos, y por la noche nos comunicamos vía Whatsapp para acabar de concretar la excursión. Precio: 200milT (poco más de 40 euros), que tuve que pagar por adelantado.
Tenía otras opciones, como apuntarme a una excursión guiada (mi hotel contaba con una agencia de viajes que ofrecía salidas diarias); o parar un taxi en la calle y negociar. Pero la verdad es que el precio del coche con conductor no me pareció muy caro y no me compliqué la vida. Así pude planear a mi gusto la jornada, e introducir unos cambios que fueron decisivos: realizar las visitas en orden inverso al resto de turistas; y de 11h a 18h en lugar de 8h a 15h. De esta forma evité a los numerosos grupos con guía que hacen este popular circuito.
VISITA A MEYBOD
La primera parada del día fue Meybod. Una población ubicada 52km al noroeste de Yazd, siguiendo la carretera principal rumbo a Isfahan. Hoy día no lo parece, pero durante la época del Imperio Sasánida fue un lugar muy importante. Alí me enseñó los siguientes lugares de interés:
1. Castillo de Narin: construido en lo alto del Monte Galeen, es una de las construcciones más antiguas que se conservan en Irán. Aunque con la llegada del Islam sus plantas superiores fueron ampliamente modificadas. En el exterior destacan sus muros de ladrillo y una torre muy restaurada. Tras pagar la entrada (15milT) accedí al castillo. Poco a poco fui subiendo niveles por diferentes escaleras, hasta alcanzar una terraza que ofrece unas vistas increíbles de Meybod. Ante mí se extendía una llanura infinita, con el casco antiguo en primer plano lleno de viviendas de adobe, badgirs, cúpulas, minaretes, arcos… Y todo el lugar para mí solo. Sin duda un gran comienzo…
2. Yakhchal: literalmente «foso de hielo». Se trata de una enorme estructura de adobe de forma cónica, conectada a un Qanat, donde en el pasado se producía y almacenaba hielo para consumir durante el verano. Aunque a veces también se guardaba hielo traído directamente de las montañas. Estos iranís se la sabían todas… La entrada cuesta 15milT, pero lo vi desde fuera.
3. Caravanserai: excesivamente restaurado. En su interior hay varias tiendas de artesanía donde estuve unos minutos. Solo me llamó la atención una mujer que trabajaba con un telar tradicional.
4. Oficina de Correos: a pesar de tener 300 años de antigüedad, y ser la única que queda de las 99 que en el pasado operaban en Irán, su aspecto también es demasiado moderno. Así que de nuevo me ahorré los 15milT de la entrada.
Tras recorrer Meybod regresamos al coche, y continuamos hacia el siguiente destino de la jornada, situado al este del pueblo.
EN UN ANTIGUO SANTUARIO ZOROASTRIANO
El paisaje que atravesamos de camino fue todo un espectáculo, con llanuras desérticas, afiladas montañas de color naranja, y un cielo azul impecable. Eso sí, el calor era asfixiante. Alí se portó genial y me dejó bajar del coche en varias ocasiones para hacer fotos de la zona. Al final nos plantamos frente a una pared de roca con una serie de edificios modernos. Entre ellos se encuentra el Santuario de Pir-e Sabz: el lugar de peregrinación más sagrado de Irán para los Zoroastrianos.
El Zoroastrismo (también conocido como Mazdeismo) es una de las religiones más antiguas de la Tierra. Sus principios fueron predicados por Zoroastro (o Zarathustra) en Asia Central varios siglos antes del nacimiento de Cristo. Y los Imperios Aqueménida y Sasánida la adoptaron como religión oficial, hasta la llegada del Islam. Durante los siglos XVII-XVIII el gobierno persiguió a sus fieles, y muchas familias emigraron al norte de la India, donde son conocidos como los Parsis. Actualmente hay unos 25mil Zoroastrianos viviendo en Irán.
Los Zoroastrianos adoran a un ser superior llamado Ahura Mazda. Y lo hacen en los Atashgah o Templos de Fuego (como los que visité en Isfahan o Varzaneh). En ellos los fieles rezan dirigiendo su mirada hacia una llama sagrada que representa a Ahura Mazda (aunque sirve cualquier fuente de luz, como el Sol, la Luna, o una lámpara moderna). Y sus sacerdotes eran llamados Magos («Magi»), como los tres que fueron a visitar al niño Jesús a Belén. Cualquier seguidor de la serie «Juego de Tronos» verá que las similitudes entre Ahura Mazda y el Señor de la Luz son importantes…
Para llegar al santuario, tuvimos que subir un montón de escaleras. No había casi nadie, pero cada año entre los días 14 y 18 de junio, miles de Zoroastrianos de todo el mundo acuden en peregrinación. Y se alojan y comen en los edificios que rodean el templo. Cuenta la leyenda que la princesa Nikbanuh, hija del último rey Sasánida, llegó a este sitio huyendo de las tropas árabes. Y rezó a Ahura Mazda pidiéndole protección. En respuesta, la montaña se abrió y la princesa desapareció en su interior para siempre. Y se convirtió en un lugar sagrado.
El santuario está en una cueva natural, y es conocido popularmente como Chak Chak, onomatopeya del sonido que hacen las gotas de agua al caer de la pared. La verdad es que no hay mucho que ver: unas puertas de metal con un relieve de Zarathustra; marcos con imágenes antiguas; velas encendidas… También hay un árbol enorme, que según los fieles creció a partir del bastón que llevaba consigo la princesa. Pero se respira una atmósfera especial, cargada de energía y misticismo. Precio: 5milT.
De regreso en el coche, Alí me invitó a unas galletas. Y continuamos la ruta hacia el este, atravesando el mismo paisaje desértico salpicado de montañas, donde se encuentra el Dar-e Anjir Wildlife Refuge, hogar de algún que otro guepardo (por supuesto imposibles de ver).
ENTRE LAS RUINAS DE UN PUEBLO ABANDONADO
La última parada del día nos llevó hasta Kharanaq. Una aldea de la época Safávida con siglos de historia, que hace unos 50 años fue abandonada por sus habitantes, a cambio de viviendas más confortables ubicadas en la parte moderna. Dejando atrás un laberinto de callejuelas y construcciones de adobe que se resquebrajan con el paso del tiempo. Y que son un lugar único para los viajeros con ganas de explorar. Durante mi visita la entrada era gratuita, aunque puede que esto cambie en un futuro.
Kharanaq fue un auténtico subidón de adrenalina. Durante un buen rato caminé completamente solo entre arcos y muros, orientándome como podía; crucé túneles oscuros; subí por escaleras en ruinas… Al final conseguí llegar hasta una terraza en la parte alta del pueblo, y fui saltando entre tejados de adobe llenos de agujeros, que amenazaban con hundirse en cualquier momento. Desde allí las vistas eran espectaculares, con las viviendas de Kharanaq; un antiguo minarete; campos de cultivo; montañas onduladas; una lejana mezquita… Todo iluminado con las últimas luces del atardecer. La sensación de aventura era total, muy difícil de explicar con palabras. Eso sí, para bajar de la terraza se vivieron momentos de tensión, porque no encontraba el camino correcto…
Después caminé hacia el fondo del valle, y continuaron los momentos únicos. Atravesé campos de pistachos y granadas; un simpático lugareño me invitó a probar sus tomates cherry y me pidió que le hiciera una foto; llegué hasta un viejo acueducto que sorteaba el cauce de un río seco; y contemplé una magnífica panorámica de Kharanaq con el sol ocultándose tras las montañas. No se le puede pedir más a una jornada.
De regreso con Alí, nos sentamos a tomar un par de tazas de chai, mientras charlábamos y se hacía de noche a nuestro alrededor. La verdad es que Alí fue todo un descubrimiento: no paramos de hablar; mostró un verdadero interés en los lugares que visitamos (en Meybod y Chak Chak me acompañó durante la visita y aportó mucha información); y no me metió prisa en ningún momento. Además su coche estaba en perfecto estado. Como el servicio fue impecable, le di 10milT de propina.
Para acabar, recorrimos 70km hasta el centro de Yazd. Y nos despedimos amigablemente. Un gran tipo.
CENA: TERMEH & TORANJ TRADITIONAL RESTAURANT
Cuando encuentro un restaurante que me gusta no me importa repetir, así que para cenar decidí regresar al Termeh & Toranj. Esta vez pedí Abgoosht (también llamado Dizi), que ya había probado en Varzaneh. En teoría me tocaba a mí servir el plato. Pero no lo vi muy claro y pedí ayuda al camarero. Y es que tenía que coger con unas tenazas una olla ardiendo; volcar el líquido en un plato y mezclarlo con pan; y desmenuzar la carne y verduras en un bol hasta obtener una pasta. Menudo lío. ¡Lo hago yo y se me cae algo seguro! Para acompañar, pedí arroz blanco y dos Cokes. Precio: 30milT + 2milT de propina.
Tras la cena, caminé hasta mi hotel muy contento, tras haber vivido una jornada genial. Sin duda una de las mejores de mi recorrido por Irán.
LAS TORRES DEL SILENCIO
Al día siguiente, tras el desayuno habitual, me planté en la avenida Imam Khomeini. Y al cabo de unos segundos ya estaba dentro del coche de un abuelete kurdo, que me hizo de taxista improvisado. El objetivo era visitar unas interesantes construcciones vinculadas a la religión Zoroastriana, llamadas Dakhmeh (literalmente «Torre del Silencio»), ubicadas en las afueras de Yazd.
Los Zoroastrianos consideran los cadáveres elementos impuros, que no pueden contaminar sus elementos sagrados, como la Tierra o el Fuego. Así que en teoría no deben ser enterrados ni quemados. Solución: construir torres en las afueras de las ciudades, donde se exponían los cuerpos para ser devorados por los buitres; y una vez limpios, arrojar los huesos a un osario común ubicado en la parte central del edificio. Suena a ritual medieval, pero este fue el sistema que se utilizó durante siglos, hasta que se prohibió en los años 70. Hoy día los Zoroastrianos son enterrados en féretros de hormigón, en cementerios especiales, para no contaminar la Tierra.
Cuando llegamos a las Dakhmeh, el abuelete se quedó esperándome en el parking (pactamos una hora de visita); pagué la entrada (15milT); y accedí al recinto. Desde allí la panorámica es magnífica, con dos colinas en medio de la nada, coronadas por dos torres de forma cilíndrica. Por desgracia, a pesar de ser temprano, ya había varios autobuses descargando grupos de turistas. Pero como todos eran de edad avanzada y subían a la colina más accesible, yo me dirigí a la otra. El ascenso fue duro, aunque una vez en la cima el premio fue tener el lugar para mí solo. Desde allí, las vistas eran fenomenales, y pude hacer buenas fotos de los alrededores, con la ciudad de Yadz y las montañas de fondo.
A continuación, bajé y me acerqué a la otra torre. Pero duré muy poco, porque el gentío era insoportable. En el interior, al igual que en la primera torre, no había mucho que ver. Y de nuevo lo mejor fueron las vistas de los alrededores. Tras la hora de visita acordada, me reuní con el abuelete kurdo, y me llevó hasta la puerta de mi hotel. Precio: 30milT.
Con esta última excursión ponía punto y final a mi estancia en Yazd.
CONCLUSIÓN
El Casco Antiguo de Yazd es un lugar mágico, donde te sentirás inmerso en un cuento de las Mil y Una Noches. Considero imprescindible dedicarle un mínimo de 2 días, para evitar las prisas. Y si tienes tiempo, destina una tercera jornada a explorar los alrededores, realizando la excursión clásica a Meybod, Chak Chak y Kharanaq (en este orden, si quieres evitar a los turistas).
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Comentarios
2 ComentariosAdán
Abr 3, 2019Me encantó leer lo que escribiste sobre Yazd y alrrededores…llego de estar una semana en Mashhad. Mañana llego a Yazd y no tenía ni idea de que me encontraría. No ví cuando estuviste… Me quedan 3 semanas (o más si amplio visado).. Luego iré a Shiraz…Isfaham…Kasham…y quizás un poco de Caspio.
Si tienes más comentarios u opiniones de tu viaje, envía y leo… Voy improvisando..!! Gracias
Ganas De Mundo
Abr 5, 2019Muchas gracias Adán! Qué suerte que tengas tanto tiempo para recorrer Irán. Es uno de mis países favoritos. Imagino que en Yazd tendrás para un par de días mínimo. No te pierdas Kerman y los Kaluts (tienes entradas de ambos sitios en mi blog). Y las islas del Golfo Pérsico (me dejaron sin palabras). Yo ahora estoy en Estambul, embarcado en un viaje muy largo. También voy improvisando, pero imagino que en unos meses volveré a Irán. Ya me contarás qué tal va todo. Saludos!