Visitando algunos de los castillos más lujosos de Rumanía en medio de un paisaje de imponentes cumbres y bosques de coníferas
En el pasado los Cárpatos Meridionales constituían la frontera natural entre Valaquia (durante muchos siglos un Principado autónomo) y Transilvania (perteneciente al Reino de Hungría). Una de las vías de acceso más importantes entre ambas regiones era el Valle de Prahova, que discurre entre los Montes Bucegi y Baiu. Hoy día ya no tiene esa relevancia estratégica, pero a cambio se ha convertido en el principal resort de montaña de Rumanía, atrayendo a miles de turistas que recorren sus senderos en verano y disfrutan de sus pistas de esquí en invierno.
Las dos principales poblaciones del Valle de Prahova son Busteni y Sinaia, situadas a menos de 2 horas en tren de Bucarest. Ambas cuentan con una amplia oferta de alojamiento y lugares para comer; un telecabina que facilita el acceso a las montañas; y algunos de los mejores castillos del país, como Peles, Cantacuzino o Pelisor.
VIAJE: BUCAREST – BUSTENI
Este desplazamiento era bastante sencillo, así que me tomé las cosas con calma y dormí 8 horas casi del tirón. Estaba agotado tras varias noches durmiendo mal en el ruidoso Danube Delta Hostel de Sulina, y el descanso me sentó genial. Ya en pie preparé las mochilas, abandoné mi habitación de la Central Guesthouse y desde la calle pedí un taxi a través de Uber. No tardó en llegar y me llevó a la Estación Gara Nord de Bucarest por 12L. El conductor era muy amable y me fue explicando curiosidades de la ciudad.
Una vez en la Estación me dirigí a la taquilla y compré el billete (39,5L). Ya había consultado los horarios en la página web de CFR con lo cual no hubo sorpresas: caminé hasta el andén indicado y al momento apareció el tren. Entre Bucarest y Busteni hay 145km y el trayecto duró algo más de hora y media. De camino cruzamos extensos campos de cultivo y nos adentramos en el Valle de Prahova, con bosques de coníferas y escarpadas montañas en la distancia. Yo empecé el viaje junto a una familia, pero se bajaron al cabo de un rato y continué en solitario.
Ya en Busteni, mi alojamiento no estaba muy lejos de la Estación de Tren y lo encontré sin problema. Eso sí, al final de una fuerte pendiente que me dejó sin respiración.
ALOJAMIENTO: CASA RODICA – 100L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza impecable; ubicación céntrica, a unos minutos a pie de la avenida principal; tranquilidad total por la noche; nevera compartida; bonitas vistas, con tejados y bosques; wifi rápido; abuela propietaria muy amable.
*Puntos en contra: no se me ocurre ninguno.
Hice una reserva en Casa Rodica a través de Booking. Era el alojamiento más barato de los que había disponibles y la verdad es que acabé muy satisfecho. Cuando llegué la habitación no estaba lista, pero me entretuve charlando con Ana, una chica de Bucarest alojada en la guesthouse con muy buen nivel de inglés. Más tarde dejé la mochila grande en el comedor y me fui a explorar Busteni.
COMIDA: COLTUL CU FLORI
Para empezar decidí llenar el estómago. Como no tenía ninguna referencia pregunté a Ana por algún lugar recomendable. Ella lo consultó a su vez con la propietaria y me enviaron a este restaurante, situado en la avenida principal. Se trata de un Autoservire, donde hay diferentes platos del día a la vista, pasas con una bandeja y eliges lo que te apetece. Yo pedí Ciorba de Burta (sopa de callos); y Sarmale (carne picada con arroz envuelta en hojas de col) con Mamaliga, una de las especialidades de la gastronomía rumana. Para beber, una cerveza Bergenbier. Precio: 44L.
A continuación me senté en una mesa de la terraza y devoré los platos. La comida estaba riquísima y las porciones abundantes. A mi alrededor había grupos de lugareños, y de fondo sonaban clásicos italianos de los 80. Un sitio muy recomendable.
PASEANDO POR BUSTENI
El timing de mi llegada a Busteni no fue el mejor. Era agosto y la avenida principal del pueblo estaba llena de vehículos que provocaban ruidosos atascos, con turistas por todas partes. Pero a pesar de todo, se trata de una población con numerosos edificios de estilo centroeuropeo; y al levantar la vista aparecen los Montes Bucegi en todo su esplendor. Esto fue lo más destacado de mi recorrido:
1. Culture House Aurel Stroe: construido en 1886, es un edificio de madera oscura que en el pasado albergaba un colegio. Hoy día se utiliza como centro cultural y biblioteca.
2. Princely Church: una iglesia que data de 1889. El exterior tiene un aspecto bastante moderno, con dos torres y un bonito jardín. Dentro las paredes están cubiertas de frescos, incluidos los del rey Carol I y su mujer.
3. Cezar Petrescu Memorial Museum: se trata de la casa donde vivió este famoso escritor rumano hasta 1967. Se puede visitar el interior, pero yo me conformé con contemplar la vivienda desde fuera. Es espectacular, con arcos y columnas, un busto del escritor, y las montañas de fondo.
4. Monasterio de Caraiman: un moderno complejo que se empezó a levantar en el año 2001. Aun así, está ubicado al pie de los Montes Bucegi y sus diferentes edificios son muy fotogénicos (mejor luz por la mañana). Durante mi visita había dos graciosos ponis pastando en un prado cercano.
5. Castillo de Cantacuzino: construido en el año 1911, está ubicado en la ladera oriental del valle y perteneció a los Cantacuzino, una importante familia de la aristocracia rumana. Yo llegué tras un sencillo paseo de un cuarto de hora, disfrutando de buenas vistas. Es posible realizar un tour por el interior, con diferentes opciones que cuestan entre 30 y 40L. Pero yo tenía previsto visitar otros castillos durante mi estancia en Rumanía y preferí quedarme fuera. Precio: 12L.
Cantacuzino está rodeado de jardines con fuentes y estatuas. En la planta baja hay un restaurante y en verano el patio está ocupado por las mesas de la terraza (el castillo es de propiedad privada y hay que hacer caja para rentabilizar la inversión). La fachada es imponente, con arcos, columnas, tejados de color rojo y un montón de chimeneas. Me encantó. Además, desde el castillo se puede contemplar una gran panorámica de Busteni.
En todo momento lució un sol muy agradable, a pesar de las nubes que cubrían una parte del cielo. De regreso en el centro me acerqué al Lidl del pueblo; compré un café con leche y un Gogosi (donut relleno de mermelada); y me senté a merendar en un banco. Cuando acabé volví a la guesthouse.
SORPRESA FINAL
Esta vez ya me pude instalar en la habitación y descansar. Aunque al cabo de un par de horas la propietaria llamó a la puerta y me dijo que quería llevarme a un sitio. No tenía ni idea de lo que pretendía, pero acepté y me subí al coche con ella. La verdad es que me quedé sin palabras, porque la mujer me hizo un tour por los alrededores de Busteni. Primero atravesamos un tramo de bosque; después me llevó a un mirador alucinante con las mejores vistas de Busteni, rodeado de enormes montañas; y por último nos acercamos a las pistas de esquí de Kalinderu, con muy poca gente al ser agosto. Y por si fuera poco me regaló dos colecciones de postales con fotos e información de la zona. Qué encanto de mujer…
De regreso en la guesthouse el marido estaba preparando pollo a la parrilla y me ofreció un trozo, pero no quise abusar de la amabilidad de la familia. Uno de sus hijos hablaba muy bien inglés y estuvimos charlando un rato. Y acabamos tomando un chupito de Tuica, un brandy típico de Rumanía elaborado con ciruelas, bastante fuerte. A continuación, antes de que me invitaran a un segundo chupito, volví a mi habitación y dediqué el resto del día a preparar mi excursión por los Montes Bucegi. Para cenar opté por un yogurt, uvas y zumo de naranja.
LLEGADA A SINAIA
Tras mis aventuras por los Montes Bucegi (que explico en un post a parte) el teleférico me dejó en las afueras de Sinaia. Yo pensé que ya estaba todo hecho, pero no contaba con dos problemas: el alojamiento que había reservado se encontraba a más de 3km de distancia; y mis apps de mapas decidieron tomarme el pelo un rato. Google Maps me indicaba una carretera que no existía y me obligó a dar varias vueltas. Y maps.me me hizo internarme en un oscuro bosque, avanzando por un auténtico barrizal, hasta que al final tuve que dar media vuelta porque la bajada cada vez era más pronunciada. Eso sin contar que no había absolutamente nadie y vi varios carteles que avisaban de la presencia de osos en la zona.
Con este panorama decidí bajar al centro de Sinaia siguiendo la carretera. Pero para poder continuar tuve que utilizar caminos secundarios que cruzaban una zona residencial, y había perros por todas partes. En una ocasión me encontré con dos que se lanzaron hacia mí (les pude aplacar gritando y moviendo mis bastones de montaña, y me alejé de ellos con el corazón a mil). Más tarde en una casa un grupo de perros me ladraba sin parar y parecía que iban a saltar la verja. Cada vez que tenía que pasar delante de una vivienda la tensión era horrible, sin saber de dónde iba a aparecer el siguiente perro.
Por si esto fuera poco el terreno era muy resbaladizo, con tramos de escalones y adoquines que me obligaban a caminar despacio para evitar una caída. Y de vez en cuando se ponía a llover. Reconozco que iba muy enfadado con la situación… Menos mal que al final alcancé el centro de Sinaia sin incidentes y llegué a mi alojamiento. Eso sí, con los pies muy doloridos. No podía dar un paso más.
ALOJAMIENTO: CASA PETRE – 128L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente (aunque la presión era escasa); limpieza impecable; tranquilidad total por la noche; nevera compartida; propietaria (María) muy amable, y además habla español (ha vivido en España varios años).
*Puntos en contra: techo demasiado fino (cuando caminaban los huéspedes del piso superior el ruido era muy molesto); wifi horrible; lugar difícil de encontrar, sin ningún tipo de cartel; precio.
Como era temporada alta hice una reserva a través de Booking mientras me dirigía en maxi taxi a los Montes Bucegi. En principio el alojamiento se ajustaba a mis requisitos: era una de las opciones más baratas; contaba con buenas valoraciones de los usuarios (por encima de 8,5); y una ubicación relativamente céntrica. Pero al final mi habitación tenía defectos importantes y no creo que volviera a dormir en esta guesthouse, a pesar de lo bien que me cayó María.
Una vez instalado me estiré un rato en la cama a recuperar el aliento; y más tarde salí a la calle a comprar comida en un supermercado Penny Market cercano. Caminaba con mucha dificultad, porque durante mi última jornada en las montañas se me mojaron los pies y con el roce me habían salido ampollas. De regreso, María me ayudó a limpiarme el barro de los pantalones; y me hizo pasar a la cocina, donde me invitó a un Snitel de Pui (filete de pollo empanado) con puré de patatas. Por supuesto no rechacé la oferta (no había comido nada desde el desayuno). Todo un detalle. Más tarde redondeé la cena con un yogurt, un plátano y zumo de naranja. Y me quedé dormido al momento, porque estaba agotado.
EXPLORANDO SINAIA
Al día siguiente me desperté como nuevo tras una noche de sueño impecable. Por suerte mi cuerpo se recupera muy bien de los esfuerzos físicos. Todavía notaba molestias en los pies, pero nada grave. A continuación desayuné un yogurt, galletas, un plátano y zumo de naranja. Y mientras me preparaba para salir recibí un mensaje de Yasir, el chico de Paquistán que conocí en el Delta del Danubio. Acababa de llegar a Sinaia, y quedamos para visitar juntos el pueblo. Después desalojé la habitación y dejé mi mochila a cargo de María. La mujer me ofreció un café, pero no quería que se me hiciera muy tarde y preferí ponerme en marcha.
Sinaia es una población ligeramente más grande que Busteni, con amplias avenidas y extraordinarias vistas de los Montes Bucegi. También cuenta con un buen número de elegantes edificios de madera. La mayoría son hoteles o viviendas modernas, pero crean una atmósfera especial. En el centro destacan una rotonda cubierta de flores; un mercadillo callejero con puestos de souvenirs y productos típicos; y el Parque Dimitrie Ghica, un lugar ideal para pasear. Aunque la visita estrella de Sinaia es el Castillo de Peles. Yo decidí llegar en taxi, porque se encuentra a 3km de distancia, y encima cuesta arriba. Precio: 10L.
EL CASTILLO DE PELES
*Horario: 8.30h – 17.30h (lunes cerrado)
*Precio: 30L (o 60L incluyendo el primer piso)
*Fotografía: ok (pagando 35L más)
Las obras de este impresionante castillo comenzaron en el año 1873, pero no acabaron hasta 1914. Fue la residencia de verano del Rey Carol I, el primer monarca que gobernó Rumanía tras conseguir la independencia del Imperio Otomano. En 1948 el régimen Comunista requisó el edificio y lo convirtió en un museo. Actualmente vuelve a ser propiedad de la familia real, aunque su uso está cedido al estado. El castillo es de estilo Neo Renacentista y su exterior es impresionante, con varias torres rematadas por afilados tejados y una elaborada fachada. En mi opinión se trata del castillo más espectacular de Rumanía, y no paré de hacer fotos desde todos los ángulos posibles.
Se puede acceder gratis a los jardines Italianos, donde hay fuentes y un buen número de estatuas. Allí me encontré con Yasir, que no estaba interesado en visitar el interior del castillo. Con lo cual le dejé paseando y me dirigí a la taquilla, situada en un patio decorado con pinturas murales. Yo opté por el recorrido completo, que incluye la planta baja y el primer piso, donde están las principales salas. La verdad es que visitar solo la planta baja no merece la pena. El tour se realiza sin guía, y en cada estancia hay paneles con detalladas explicaciones en varios idiomas.
La entrada al Castillo de Peles es cara teniendo en cuenta los precios en Rumanía, pero merece la pena. Cada sala es un auténtico festival de arte, con infinidad de detalles: muebles antiguos, lámparas de cristal de Murano, tapices, esculturas, cuadros, vidrieras… El inmenso Hall of Honour es alucinante; y en la Sala Mare de Arme hay armaduras medievales (incluida la de un caballo) y paredes llenas de espadas, escudos, mazas… Pero esto es solo el principio, y a continuación se visita la Biblioteca, el Comedor, la Sala Florentina, el Salón Mozárabe… El castillo tiene más de 170 habitaciones y solo se visita una pequeña parte. A mi alrededor había otros turistas, pero sin llegar a agobiar.
Peles me encantó, aunque tiene una gran pega: para poder hacer fotos hay que pagar 35L extra (como si el precio de la entrada no fuera suficiente). Y en cada sala hay una señora vigilando cuya principal misión es evitar que la gente se salte la norma. Estas situaciones me ponen de los nervios pero bueno, yo conseguí un par a escondidas. En total mi visita duró unos 45 minutos, y al acabar me reencontré con Yasir en los jardines.
En los alrededores del Castillo de Peles hay otros edificios que datan de la misma época y son muy recomendables. Entre ellos destaca el Palacio de Pelisor, construido en 1902. Este palacio fue encargado por Carol I para su sobrino Fernando, heredero del trono de Rumanía, ya que el monarca no tuvo hijos varones. Sus dimensiones son menores que las de Peles (de ahí su nombre, que significa Pequeño Peles), pero la fachada es imponente, con una torre que luce un colorido tejado. Es posible visitar el interior, aunque yo ya había tenido suficiente con Peles y preferí continuar el recorrido.
EL MONASTERIO DE SINAIA
Desde el Castillo de Peles bajamos por una avenida que atraviesa el bosque, donde había un montón de puestos con todo tipo de productos a la venta (dulces, artesanía, juguetes…). Y llegamos a la puerta del Monasterio de Sinaia, fundado en el año 1695 por el Príncipe Mihail Cantacuzino, que lo bautizó en homenaje al Monte Sinaí, de donde acababa de regresar tras un viaje de peregrinación. Con el tiempo el pueblo adoptó el mismo nombre que el monasterio. La entrada es gratuita, y esto fue lo más destacado:
1. Iglesia Veche: es la original, con un porche decorado con columnas de piedra y muros cubiertos de frescos que representan escenas de la vida de varios santos (entre ellos Santa Catalina, patrona del monasterio que hay junto al Monte Sinaí). El interior es más modesto, ya que la iglesia fue pasto de las llamas en 1791 y tuvo que ser reconstruida casi por completo.
2. Iglesia Mare: data de 1846 y lo mejor es su exterior, con tres torres de color blanco y franjas rojas.
Tras visitar el monasterio caminamos hasta Casa Petre, donde recuperé mi mochila y me despedí de María. A continuación tenía que regresar a Busteni, pero faltaban pocos minutos para que saliera el tren y María me recomendó coger un maxi taxi en una parada cercana. Yasir también viajaba conmigo y planteó que corriéramos a la Estación e intentáramos coger el tren. Aunque a mí la opción del maxi taxi no me pareció mal y al final nos dirigimos a la parada.
Al cabo de unos minutos apareció la furgoneta, compramos el billete (6L) y ocupamos un asiento. Todo perfecto… hasta que acabamos atrapados en un atasco monumental que nos hizo tardar una hora en llegar a Busteni. Yo me entretuve con el móvil pero Yasir fue un auténtico incordio, recordándome en varias ocasiones que él hubiera viajado en tren, o proponiéndome que bajáramos antes y camináramos. En fin…
Ya en Busteni regresé a Vila Rodica, donde me estaba esperando la simpática propietaria, el resto de mi equipaje y una noche de relax total en la misma habitación que ocupé antes de partir hacia los Montes Bucegi. Así acabó mi recorrido por el Valle de Prahova.
CONCLUSION
El Valle de Prahova es la puerta de entrada a la región de Transilvania y merece la pena hacer un alto para recorrer sus dos principales poblaciones (Sinaia y Busteni), dedicando una jornada a cada una. No te pierdas los castillos de Peles y Cantacuzino, sobre todo el interior del primero, con las salas más lujosas de todo mi recorrido por Rumanía (y visité los principales castillos y palacios, incluidos Bran y Corvin). Para alojarte te recomiendo la encantadora Vila Rodica, donde te harán sentir como en casa.
Habrá quien piense que tras conocer Bucarest me fui demasiado rápido de Valaquia, pero es que hoy día esta región tiene más nombre que otra cosa. Las únicas atracciones que valoré visitar fueron Curtea de Arges (la antigua capital) y la Ciudadela de Poienari (considerada el verdadero castillo de Dracula), para a continuación acceder a Transilvania por la carretera Transfagarasan. Pero no encajaban bien en mi ruta y quedaron pendientes.
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