Una ruta de 3 días por un remoto valle con fotogénicas aldeas, carreteras de infarto y constantes muestras de hospitalidad kurda
El Valle de Howraman es una de las zonas más recónditas de Irán. Situado en el noreste del país, cerca de la frontera con Irak, sus escarpadas montañas esconden aldeas tradicionales kurdas con viviendas de piedra y adobe que caen en cascada por las laderas. Y sus habitantes cultivan la tierra y cuidan de sus rebaños completamente aislados del mundo exterior durante buena parte del invierno. En Howraman la infraestructura turística es mínima, con carreteras básicas y muy pocas opciones de alojamiento, pero ahí reside precisamente su encanto.
Yo recorrí el valle durante 3 días, viajando entre las modernas poblaciones de Paveh y Marivan, y pasé una noche en la encantadora Howraman-e Takht. Además, de camino pude experimentar en primera persona la legendaria hospitalidad kurda, en especial gracias a una joven pareja que me alojó en su casa de Shamshir y me trató como un familiar más.
VIAJE: PALANGAN – SHAMSHIR
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 7h en la Shahiyar’s House de Palangan tras una noche de sueño impecable. A continuación me vestí, desayuné unas galletas de chocolate, preparé mis mochilas y me despedí de Shahiyar. En el exterior el cielo estaba cubierto de nubes; y por las calles del pueblo pude ver niños camino del colegio y vacas deambulando.
Desde mi alojamiento tuve que encarar una fuerte subida hasta la Terminal de Palangan. El día anterior Shahiyar me había dicho que los taxis compartidos salían entre las 8h y las 9h. De lo contrario tendría que contratar un taxi privado, con el consiguiente desembolso; o seguir caminando cuesta arriba hasta la carretera principal y hacer autoestop. Así que a las 8.10h ya estaba en la Terminal y me senté a esperar.
Estas fueron las etapas hasta llegar a Shamshir:
1. Savari hasta Kamyaran: una señora me preguntó dónde iba y al contestarle me señaló un coche de color blanco situado a unos metros con el motor en marcha. Era el taxi compartido que necesitaba y yo sin darme cuenta… No había más pasajeros, pero en apenas un cuarto de hora aparecieron los otros 3 y pudimos arrancar. Yo viajé cómodamente sentado en el asiento delantero, deshaciendo el trayecto que realicé el día anterior en taxi privado. Precio: 10milT. El conductor me dejó en una esquina de Kamyaran donde parten los Savaris y nos despedimos.
2. Savari a Ravansar: de nuevo era el primer pasajero, aunque el vehículo se llenó en pocos minutos. Unos policías fuertemente armados vigilaban el cruce y me llamaron para intercambiar unas palabras. Parecía que estaban de broma, pero acabaron pidiéndome el pasaporte y comprobando que no había nada raro. Otra vez viajé en el asiento delantero y el trayecto duró 45 minutos, atravesando 37km de paisaje montañoso hacia el oeste de Kamyaran. Precio: 5milT.
3. Savari hasta Shamshir: definitivamente era mi día de suerte. Tuve el tiempo justo de comprarme un bollo y un zumo de naranja en una tienda (5milT), y al salir el taxista ya estaba arrancando el vehículo. Esta vez me tocó viajar en el asiento trasero junto a una joven pareja de kurdos (Aram y Mahsa) y empezamos a charlar. Yo me dirigía a Paveh y ellos a Shamshir, una población ubicada 5km antes donde vivía el padre de Aram. Y de repente Mahsa me invitó a bajarme con ellos y conocer Shamshir.
Al principio dudé, pero lo cierto es que no tenía mucho que hacer en Paveh. Y además, estaba tan decepcionado por el trato recibido en Sanandaj que quería descubrir qué había de cierto en el mito de la hospitalidad kurda, así que acepté. Antes de llegar a Shamshir pidieron al taxista que parara un momento y contemplé una panorámica genial del pueblo, con sus casas distribuidas en diferentes niveles.
Una vez en Shamshir Aram pagó el taxi (5milT) y no hubo manera de que aceptara mi dinero. Esto fue un simple aperitivo de lo que me esperaba el resto del día… Tras recuperar mis mochilas del maletero, seguí a la pareja rumbo a lo desconocido.
DESCUBRIENDO SHAMSHIR
Para empezar conocí al padre de Aram y su mujer, dos ancianos adorables que no paraban de sonreírme y dedicarme atenciones a pesar de que me acababan de conocer. A continuación nos sentamos todos en el comedor y tomamos té mientras charlábamos. Me sorprendió descubrir que la señora era la tercera esposa del padre de Aram (no era su madre). Y es que por lo visto en el Kurdistán Sunita los divorcios son frecuentes, a diferencia del resto de Irán. Después del té dimos un paseo por los jardines que rodean la casa. Al ser invierno los árboles estaban pelados y no tenían frutos. Por allí andaba una vaca y estuvimos buscando nueces debajo de las hojas secas (Aram era un maestro y encontró un montón).
A la hora de comer regresamos a la casa. Allí nos sentamos en el suelo y disfruté de un plato generoso de Bamiyeh (una especie de estofado) con arroz y pan. Estaba delicioso, y mientras comía Aram me iba poniendo trozos de carne en el plato (es una práctica habitual con el invitado). Para beber cayó un vaso de Dough (yogurt salado con agua). Por más que lo pruebe lo encuentro asqueroso y me lo tragué casi sin respirar. No hubo postre, pero quedé más que satisfecho.
Tras llenar el estómago, Aram y Mahsa me llevaron a caminar por los alrededores de Shamshir. Para ello fuimos en coche hasta la parte alta del pueblo y desde allí continuamos a pie hacia las montañas. Fue una excursión muy agradable. Pasamos junto a viviendas antiguas y una mezquita con dos minaretes; y nos encontramos con un montón de amigos y familiares de Aram. Una vez en las afueras subimos sin parar y contemplé buenas vistas de Shamshir, frente a una cordillera de montañas con varios puestos policiales de color blanco. La atmósfera era genial, con un sol impecable, vacas pastando, un rebaño de ovejas, plantas exóticas, unas mujeres de picnic con sus hijos… Además no paré de hablar con Aram y Mahsa, descubriendo un montón de datos curiosos de Irán y el Kurdistán. Ella tenía mejor nivel de inglés, aunque ambos se ayudaban de Google Translator.
Después de un buen rato paseando volvimos al coche y continuamos con el recorrido turístico por la zona.
VISITA A PAVEH
Aunque solo hay 5km entre Shamshir y Paveh, el tráfico es horrible y tardamos bastante en llegar. Además Paveh es una población de grandes dimensiones que se extiende a lo largo de varios kilómetros. La gran sorpresa llegó cuando al salir de una curva me encontré con una panorámica alucinante. Ante mí se extendían una serie de colinas completamente cubiertas de viviendas de mil formas y colores. Me quedé sin palabras. Aram y Mahsa tuvieron el detalle de parar en varios miradores para que hiciera fotos; y después me llevaron a una cafetería con una terraza justo frente a las colinas donde tomamos un batido de plátano. Yo intenté invitar, pero es que hasta el camarero se negaba a que pagara yo…
A continuación pensé que íbamos a buscar el hotel de Paveh donde pasaría la noche. Pero la pareja me dijo que dormiría en su casa y al día siguiente me llevarían a Paveh para continuar mi ruta. Llegados a este punto acepté sin poner muchas pegas.
De regreso en Shamshir fuimos a casa de Jamal y Parastoo, unos familiares de Aram que nos habían invitado a cenar. Tras presentarme a todo el mundo (el matrimonio y 3 hijos) nos sentamos a tomar té con chocolatinas en unas sillas y después pasamos al suelo. El menú me encantó: nada menos que Fesenjun, mi plato favorito de Irán. Para acompañar, arroz, pan y agua (menos mal que no había Dough). Antes de empezar hice unas fotos familiares pero la hija desapareció (y era la que más me interesaba porque vestía ropa tradicional kurda).
Tras la cena Jamal me regaló un libro de tapa dura en inglés sobre el Valle de Howraman, con montones de fotos de los diferentes pueblos y sus paisajes. Estaba abrumado ante tanta amabilidad y no paraba de dar la mano, decir “Mersi” y sonreír. Uno de los hijos era seguidor del Barça y me pidió que nos grabaran en video mientras yo hablaba (en castellano) sobre la ciudad de Barcelona y el equipo de fútbol.
Al cabo de un rato montamos en dos coches y volvimos a Paveh para contemplar las vistas nocturnas. A esas horas ya no había tráfico y tardamos mucho menos. Si por el día el lugar me había gustado, de noche la imagen era memorable, con las colinas iluminadas por miles de luces. También visitamos un parque cercano. En ambos lugares nos hicimos varias fotos familiares (la hija ya se había vestido con ropa normal). Me hizo gracia comprobar que las mujeres iraníes se ponen muy serias en las fotos. Y me sentí fatal viendo a todo el mundo arreglado mientras yo lucía mis zapatillas de montaña llenas de agujeros, una camiseta verde chillón y barba de varios días.
La noche estaba muy despejada, con un cielo lleno de estrellas, aunque hacía bastante frío y no duramos mucho fuera de los coches. Yo pensaba que tomaríamos algo en algún local, pero volvimos a Shamshir y nos despedimos de Jamal y Parastoo y sus hijos. Una gente encantadora.
Nota: Parastoo me pidió mi Telegram para intercambiar las fotos que habíamos hecho, pero al cabo de unos días me empezó a enviar mensajes muy subidos de tono, en plan «dormir con un hombre como tú tiene que ser increíble». Al principio pensé que podía tratarse de una confusión por el idioma, pero lo último que quería en Irán era tener problemas con una mujer casada, así que la acabé bloqueando.
OTRO COUCHSURFING ESPONTÁNEO
Cuando pensaba que ya tocaba descansar, Aram y Mahsa me llevaron a casa de la hermana de Parastoo, que estaba con su otra hermana y un crío. Allí nos sentamos en el suelo del comedor y comí té con galletas. Como era de esperar, las hermanas no hablaban ni palabra de inglés, pero eran muy simpáticas y no paraban de gastar bromas.
A continuación regresamos a la casa del padre de Aram, pero el hombre estaba despierto y nos esperaba con ganas de tomarse unos tés. Así que cayeron un par de tazas más acompañadas de fruta (una manzana y una mandarina). Mi estómago era una olla a presión. También nos acompañó la abuela de Mahsa, y además de charlar vimos un rato la TV. Me sorprendió que casi todo el mundo tiene antena parabólica y pueden sintonizar centenares de canales (muchos exclusivos para el Kurdistán).
Al final, rozando la medianoche, decidimos poner punto y final a una jornada intensa. A mí me dieron una habitación a parte y dormí en el suelo, sobre un fino colchón, tapado con una manta; mientras que el resto de la familia se estiró en el comedor. Estaba realmente agotado, pero muy contento por haber podido encontrar por fin la hospitalidad kurda. Y la experiencia superó con creces mis expectativas.
VIAJE: PAVEH – HOWRAMAN-E TAKHT
Al día siguiente me levanté a las 8h tras una noche muy tranquila. Aram y Mahsa todavía dormían, pero yo comencé a organizarme y preparé las mochilas . Al cabo de un rato la pareja ya estaba en pie y desayunamos en la cocina: un vaso de leche (directa de la vaca del padre de Aram), nueces y pan lavash. Tras el desayuno me despedí de la señora (el padre de Aram estaba trabajando) y me regaló una bolsa llena de nueces. La pareja me llevó en coche hasta la Terminal de Paveh, situada en las afueras. Allí me despedí de ellos y les regalé una postal de mi ciudad con unas palabras de agradecimiento y mis datos personales. Comparado con lo que habían hecho por mí me pareció ridículo, pero no hubieran aceptado otro tipo de compensación.
En la Terminal me dijeron que no había taxis directos a Howraman, así que tuve que realizar el viaje en dos etapas:
1. Taxi compartido (Savari): aunque solo éramos 3 pasajeros, nada más guardar mi mochila grande en el maletero el coche arrancó (imagino que se decidió que pagaríamos el importe entre todos). El taxi se dirigía a Marivan, pero yo me bajé en el desvío a Howraman, a 62km de Paveh. Precio: 30milT.
El trayecto fue toda una aventura. La carretera se adentró en los Montes Dalani, una zona de valles profundos y cumbres afiladas, pasando a escasos centímetros de vertiginosos barrancos sin ninguna protección. Un fallo mecánico o un choque con algún vehículo en sentido contrario nos enviaba al vacío. Las curvas se sucedían y la conducción del taxista no ayudaba mucho, con frenazos y sacudidas constantes. De camino cruzamos el río Sirwan, donde se estaba construyendo una presa; pasamos junto a una bonita cascada y un par de controles policiales; atravesamos la población de Nowdeshah, con viviendas en terrazas que me recordaron a Paveh; y coronamos un puerto de montaña desde el que se veía un valle ya en territorio iraquí.
2. Autoestop a Howraman-e Takht: el Savari me dejó justo al lado de un cuartel militar donde en teoría me tocaba parar algún vehículo para recorrer los 9km finales. Aunque el taxista fue muy majo y se lo pidió a los dos soldados que controlaban la circulación, que no dudaron en echarme una mano. Charlé unos minutos con ellos (eran de Zanjan) y al poco me consiguieron un coche. No iba hasta Howraman, pero el conductor se encargó de parar otro vehículo, que esta vez sí me llevó hasta la puerta del hotel donde había previsto pasar la noche. Qué gente tan amable…
ALOJAMIENTO: SHADI HOTEL – 161milT/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; baño privado con ducha perfecta; limpieza extrema; ubicación ideal, a un cuarto de hora a pie del casco antiguo del pueblo; tranquilidad total por la noche (era el único huésped); mobiliario nuevo; nevera; encargado de la recepción muy simpático; wifi rápido; desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales.
La verdad es que fue genial llegar a este flamante hotel y ser recibido con sonrisas y amabilidad. El encargado me dijo que el precio de la habitación eran 200milT, pero al quejarme tímidamente habló con el director y me consiguió un buen descuento. Y el ayudante me regaló unos dátiles y me subió la mochila grande a la habitación. Así da gusto (no como en Sanandaj).
Una vez instalado me comí unas galletas que me regaló el día anterior Mahsa y salí a la calle a conocer Howraman, porque ya eran las 13h pasadas y no quedaban muchas horas de luz.
EXPLORANDO HOWRAMAN
Para empezar recorrí la calle principal del pueblo. Hay bastantes tiendas de recuerdos con escaparates llenos de artesanía y productos tradicionales, pero como era temporada baja y no había turistas estaban cerradas. También vi numerosas viviendas en construcción que están cambiando poco a poco el aspecto del pueblo. Aunque al llegar al casco antiguo de Howraman disfruté de un ambiente mucho más auténtico. Me gustó el mercado, con tiendas de frutas y verduras; una carnicería con una cabeza de vaca colgada junto a la entrada; y grupos de ancianos charlando con pantalones anchos y turbantes. A diferencia de Palangan, en Howraman los protagonistas son los hombres. Muchos visten Farajis: unos chalecos de piel de color marrón que tienen una especie de cuernos en los hombros. Son realmente fotogénicos.
Una vez en las afueras de Howraman pude contemplar una panorámica espectacular del pueblo, con centenares de viviendas de coloridas fachadas esparcidas por la ladera de la montaña, iluminadas por los últimos rayos de sol. Al final llegué al Santuario de Pin Shaliar, donde hay una sala de oración con una cúpula verde; un pequeño cementerio; y árboles con sus ramas cubiertas de trozos de tela que los lugareños dejan atados a modo de ofrenda a dioses ancestrales previos a la llegada del Islam. Desde Pin Shaliar las vistas son épicas, con el Valle de Howraman y las casas del pueblo en la distancia. Me quedé un buen rato paseando por el lugar, entre huidizas cabras y lápidas.
A continuación regresé al casco antiguo del pueblo y me interné en su laberinto de callejuelas, utilizando tramos con escalones de piedra para alcanzar los niveles superiores. Pasé junto a viviendas tradicionales, con balcones de madera y puertas y ventanas pintadas de color azul o verde; recintos con gallinas; señoras barriendo o tendiendo la ropa; lugareños vestidos con sus Farajis; y una mezquita en construcción con un diseño muy original. Casi todo el mundo me saludaba al verme y me sentí muy a gusto. Eso sí, como Howraman está rodeado de cumbres, antes de las 15.30h el sol desapareció y las sombras se apoderaron del valle. Con lo cual decidí volver a mi habitación y descansar un rato.
CENA: KURDIYA RESTAURANT
El encargado del hotel me recomendó este lugar, aunque en realidad se trata del único restaurante de Howraman. Sus instrucciones para llegar no fueron muy precisas y no tenía acceso a Internet, así que decidí preguntar a la gente. Pero al salir al exterior me encontré con calles oscuras completamente desiertas y comercios cerrados. Y eso que solo eran las 18.30h. Por suerte, tras vagar unos minutos sin rumbo, al final vi un lugareño y me indicó la ubicación del restaurante.
Mi idea era probar algún plato típico del Valle de Howraman, pero para mi sorpresa en el menú del Kurdiya solo había kebabs. Ni siquiera tenían arroz. Y es que al ser temporada baja el local estaba vacío y no se molestaban en cocinar platos elaborados. Con lo cual pedí dos kebabs de pollo, acompañados de tomates a la brasa, pan y una Mirinda. Al menos los kebabs eran enormes y estaban deliciosos. Las paredes del restaurante están decoradas con objetos y fotos antiguas, y de fondo sonaba música tradicional kurda. Precio: 49milT.
De vuelta en mi habitación me preparé para una noche de descanso más que merecida, porque el ritmo de las últimas jornadas me tenía agotado.
CAMINATA HASTA UN MIRADOR
Al día siguiente amanecí tras una noche bastante movida. En el hotel el silencio era sepulcral, pero no paré de tener pesadillas y en un par de ocasiones me desperté con el corazón a mil por hora. Una vez en pie preparé las mochilas y bajé a desayunar al comedor del hotel. El pobre encargado de la recepción estaba intranquilo porque todavía no le habían traído el pan, pero le facilité las cosas: daría un paseo por los alrededores de Howraman y desayunaría a mi regreso. Por suerte tenía unas galletas de chocolate y así no me fui con el estómago vacío.
La idea era llegar hasta un mirador situado a 3,5km del hotel, en las afueras de Howraman. El cielo estaba algo nublado, aunque el sol se abría paso y no hacía nada de frío. El camino de ida no tuvo mucha historia: atravesé el pueblo siguiendo la carretera principal; y pasé junto a Pin Shaliar y una fábrica de asfalto. La verdad es que las vistas desde el mirador son magníficas. Desde allí la carretera desciende en picado haciendo eses y alcanza el fondo del valle, donde se encuentra la aldea de Bolbar con sus casas en terrazas; y el río Sirwan. Una pena que tenía el sol de cara y las fotos quedaban fatal (mejor luz por la tarde).
En el mirador conocí al conductor de un tractor que estaba sentado tomando té, y al momento me invitó a una taza. Yo al principio dije que no, pero la cara del hombre fue de decepción absoluta así que acabé acompañándole, picando además un par de galletas. No hablaba inglés, aunque nos pudimos entender bastante bien. Antes de marcharse el conductor me ofreció bajarme hasta Bolbar y me hubiera encantado, pero tenía que volver al hotel, desayunar, continuar mi ruta… Mejor no complicarme la vida más de la cuenta.
El regreso al hotel fue menos relajado, porque ahora el camino era cuesta arriba; lucía el sol (a los pocos minutos ya estaba sudando); y tuve que pasar junto a una manada de perros salvajes que por suerte me ignoraron. En el hotel me estaba esperando un desayuno delicioso: ensalada de tomate y pepino; huevos fritos; queso; pan lavash con mermelada; y té. Además por fin me pude conectar a Internet tras más de una semana sin noticias del exterior. A continuación desalojé la habitación y me despedí de los empleados. Un hotel totalmente recomendable.
VIAJE: HOWRAMAN-E TAKHT – MARIVAN
A priori pensaba que este trayecto me iba a dar problemas y tendría que hacer autoestop o contratar un taxi privado, pero todo fue mucho más sencillo de lo esperado. El encargado del hotel me dijo que caminara 1km hacia el oeste del pueblo y allí encontraría el lugar donde se suelen reunir los Savaris que se dirigen a Marivan. Tras unos minutos pregunté en una tienda para asegurarme de que iba en la dirección correcta. Entonces el chaval hizo un par de llamadas y al momento me vino a recoger el Savari. Y lo mejor de todo fue que ya había 3 pasajeros, así que en apenas 5 minutos estaba en marcha rumbo a Marivan, sentado cómodamente en el asiento delantero del taxi. No me lo podía creer.
El viaje duró una hora para recorrer los 62km hasta Marivan. De camino cruzamos un paisaje montañoso y contemplé un par de poblaciones con viviendas en terraza. Una vez en la carretera principal avanzamos a buen ritmo y entramos en el casco urbano de Marivan.
ALOJAMIENTO: HOTEL NEWROZ – 150milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; baño privado con ducha perfecta; tranquilidad total por la noche (yo diría que era el único huésped); nevera; desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales; mobiliario destartalado; encargados de la recepción muy secos (y el único simpático me intentó timar al día siguiente); ubicación bastante alejada del centro y el lago; wifi no llega a las habitaciones; precio.
Cuando busqué lugares para alojarme en Marivan solo encontré un par de hoteles con precios que se escapaban de mi presupuesto, así que no tenía ni idea de dónde iba a dormir. Por suerte el conductor del taxi me solucionó el problema y me dejó en la puerta de este hotel que no tenía controlado. A ver, el Newroz no es para tirar cohetes, pero sus instalaciones son correctas y el precio asumible (aunque inflado). Una vez instalado cogí mi cámara de fotos y salí a conocer Marivan.
UN PASEO POR MARIVAN
Marivan es una ciudad que no cuenta con muchas atracciones turísticas. Yo había decidido pasar la noche aquí para al día siguiente cruzar la frontera y comenzar mi recorrido por el norte de Irak. Pero ya que estaba dediqué unas horas a recorrer el lugar. Esto fue lo más destacado:
1. Lago Zarivar: sin duda el principal lugar de interés de Marivan. La orilla este se encuentra a 6km del Hotel Newroz, así que para llegar utilicé un taxi. Yo me planté en la calle con la idea de parar uno de los vehículos amarillos oficiales, pero un coche normal se ofreció a llevarme y acepté. El conductor era un chaval que me puso de los nervios. Se tiró todo el viaje explicándome cosas en farsi, a pesar de que le dije veinte veces que no entendía nada, y encima se enfadaba. El trayecto se me hizo eterno… Precio: 10milT.
En el lago estuve caminando por un paseo que sigue un tramo de la orilla. La atmósfera era muy animada, con puestos de té y shisha; música; barcas a pedales con forma de cisne; lugareños pescando; mujeres sentadas charlando; una chica haciendo kayak… En el agua había un montón de aves, principalmente patos y gaviotas. Y mucha gente les tiraba pan, creando escenas caóticas (aunque al ser noviembre faltaban muchas especies). El cielo estaba lleno de nubes y tenía el sol de cara, con lo cual las fotos quedaban bastante oscuras. Al final alcancé una valla que delimita los terrenos privados del Hotel Jahangardi y tuve que dar media vuelta. Como aun tenía tiempo, decidí regresar a mi hotel caminando, bordeando la orilla del Lago Zarivar en sentido contrario y cruzando buena parte de la ciudad.
2. Casco Antiguo: ocupa una colina cerca del centro de Marivan y sus viviendas están distribuidas en diferentes niveles. Pero es difícil contemplar buenas panorámicas porque hay edificios altos que las tapan.
3. Bazar: mi recorrido pasó junto al mercado cubierto de la ciudad, rodeado de puestos callejeros. Yo no entré porque ya había visto muchos durante los últimos días, aunque constituye una buena opción para pasar el rato.
CENA: FAROKH RESTAURANT
Cuando comenzó a oscurecer decidí hacer un alto y llenar el estómago en este restaurante situado junto a la Plaza Sepah. Allí ocupé una mesa del comedor (también hay divanes tradicionales) y me atendió un encargado sonriente con un inglés muy aceptable. Tras examinar el menú pedí sopa, un muslo de pollo con arroz y una Mirinda, porque no había muchas más opciones. Eso sí, la comida estuvo muy rica y todo me costó solo 22milT (menos de 2€). Un sitio muy recomendable. Tras la cena, caminé hasta mi hotel, poniendo punto y final a la jornada.
CONCLUSION
Visitar el Valle de Howraman fue una de las grandes experiencias de mi ruta por el norte de Irán, conociendo lugares totalmente alejados de los circuitos turísticos. Si te lo puedes permitir te recomiendo alquilar un taxi privado para recorrer la carretera antigua entre Paveh y Howraman-e Takht (yo utilicé la moderna), parando a contemplar las montañas y algunas de las aldeas más fotogénicas de todo el Kurdistán (con 3 días tendrás suficiente). Y lo más importante: si por el camino unos kurdos te invitan a su casa acepta sin dudarlo, y descubrirás de primera mano una hospitalidad que te dejará boquiabierto, sin segundas intenciones, a diferencia de lo que ocurre en muchas otras partes del mundo.
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