Descubriendo el Bazar cubierto más grande del mundo, sorprendentes montañas de colores, un lago salado en peligro y una pequeña Capadocia
Tabriz es una de las ciudades más importantes de Irán. Entre los siglos XIII y XVI fue la capital de los diferentes imperios que dominaron Persia, como el Ilkhanato establecido por los mongoles, o el Imperio Safávida. Hasta que la amenaza del poderoso Imperio Otomano obligó a trasladar la corte a Qazvin en 1548. Por desgracia de este esplendoroso pasado no se conservan muchos edificios, fruto de las guerras con Otomanos y Rusos; y de los violentos terremotos que sacuden la zona de forma regular (los de 1721 y 1780 arrasaron Tabriz y provocaron decenas de miles de muertos). Actualmente Tabriz es capital de la provincia de Azerbaiyán Oriental y cuenta con una población de mayoría azerí que cada cierto tiempo se echa a la calle para reclamar al gobierno central más autonomía.
La principal atracción turística de Tabriz es su famoso Bazar, pero también hay otros monumentos interesantes como la Mezquita Azul o el Arg-e Tabriz. Y si quieres escapar de la gran ciudad, Tabriz se encuentra a escasa distancia de algunos de los paisajes más espectaculares que se pueden visitar en Irán, como Kandovan, el Lago Orumiyeh o los Montes Aladaglar.
VIAJE: ZANJAN – TABRIZ
Llegar hasta Tabriz fue relativamente sencillo, pero el trayecto constó de 3 etapas que consumieron buena parte del día:
1. Taxi privado a la Terminal de Zanjan: tras desalojar mi habitación en el Amir Kabir Hotel, caminé hasta la Plaza Enqelab y en cuestión de segundos un abuelete que conducía un coche destartalado me ofreció llevarme (las mochilas siempre son un reclamo para los taxistas). Precio: 6milT.
2. Autobús hasta Tabriz: en la Terminal pregunté a un lugareño y me indicó dónde estaba la oficina de la compañía que gestionaba la ruta. Allí compré el billete (30milT) y pude elegir asiento. Después de los últimos incidentes con autobuses en Qazvin y Hamedan, tener que esperar hora y media me supo a gloria. Y estuve entretenido leyendo y escribiendo, rodeado de una atmósfera tranquila.
Cuando llegó la hora localicé mi autobús, guardé la mochila grande en el maletero inferior, y ocupé mi asiento en la fila individual. Entre los pasajeros había un numeroso grupo de soldados, y se acercaron sus familiares a despedirse entre lágrimas y caras de tristeza (formar parte del ejército iraní, bajo la constante amenaza de un ataque de Estados Unidos, no es ninguna broma).
El viaje a Tabriz fue impecable y tardamos 3,5 horas en recorrer los 290km hacia el noroeste del país, avanzando a buen ritmo por una autopista de 3 carriles por sentido. Mi asiento era muy cómodo; hacía un sol agradable; y al poco de arrancar el ayudante del conductor repartió galletas y un zumo (me vino genial para complementar el desayuno). Durante un tramo cruzamos los Montes Aladaglar y aparecieron colinas pintadas con franjas de color gris y rojo, creando imágenes curiosas. Pero ya tendría tiempo de disfrutarlas con calma…
3. Taxi privado al centro: el autobús me dejó en la Terminal principal de Tabriz, a 6km del hotel que había elegido para alojarme. Nada más bajar del vehículo me asaltaron varios taxistas, aunque yo seguí mi táctica habitual y salí de la Terminal, donde encontré un taxi que me llevó por 10milT. No sé si me ahorré mucho o poco, pero algo seguro…
ALOJAMIENTO: MORVARID HOTEL – 150milT/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; baño privado con ducha perfecta; mobiliario nuevo; buena ubicación, a un cuarto de hora a pie del Gran Bazar; tranquilidad total por la noche; nevera; personal de la recepción muy amable; desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales; limpieza bastante mejorable (sobretodo en el lavabo); paredes muy finas y televisores a todo volumen hasta bien entrada la noche.
Este hotel, uno de los más antiguos de Tabriz, era mi primera opción. Pero cuando en la recepción me dijeron el precio pensé que tendría que buscar una alternativa. No había habitaciones individuales y por una doble me pedían 250milT. Por suerte, argumentando que iba a pasar varias noches (y poniendo cara de pena) el precio cayó en picado y se ajustó a mi presupuesto. Una vez instalado salí a aprovechar el resto de la jornada.
EN EL GRAN BAZAR
Tabriz es una ciudad de grandes avenidas donde llama la atención la abundancia de gatos. Hay por todas partes: durmiendo sobre vehículos; husmeando en busca de comida; jugando en cualquier rincón… A mi esta situación me ponía de los nervios, porque en Tabriz el tráfico es incesante y muchas veces los veía caminando peligrosamente cerca de la carretera (algunos muy pequeños).
Nada mejor para comenzar a conocer Tabriz que dedicar la tarde a pasear por su mítico Gran Bazar. Este mercado es uno de los más antiguos de Oriente Medio y está considerado como el bazar cubierto más grande del mundo. Por aquí pasaban montones de caravanas que recorrían la Ruta de la Seda y Marco Polo lo mencionó en sus relatos. Cuenta con una superficie total de 7km2 y miles de comercios, conectados por un auténtico laberinto de callejuelas estrechas que recorren de forma incesante lugareños y carros de madera con mercancías.
Yo empecé la visita en la calle donde está la Oficina de Información Turística, y desde allí caminé hacia el norte, desviándome a izquierda o derecha cuando veía algo interesante. Y no me faltaban motivos: antiguos caravanserais, salas con arcos de ladrillo, puertas de madera… La mayor parte del Gran Bazar fue reconstruido en el siglo XVIII, tras el terremoto de 1780. Además, tan solo medio año antes de mi visita, en mayo del 2019, un incendio devastador se extendió por el recinto, ardiendo sin control durante casi un día entero. Por eso todavía había partes cerradas al público, numerosas obras en curso, y algunos techos manchados de negro.
El Gran Bazar está dividido en diferentes secciones dedicadas a cada tipo de producto. Durante mi recorrido pude ver tiendas llenas de encanto que vendían alfombras, coloridas telas, objetos de cobre, cuadros antiguos, frutos secos, joyas, especias, verduras… Me gustó el ambiente, con una ausencia total de turistas. También charlé con algún vendedor, y preguntando con educación pude hacer todas las fotografías que quise (excepto en una tienda, donde el abuelete me envió a paseo de mala manera). Como era de esperar, había montones de gatos. Y es que la gente los trata muy bien, dándoles comida e incluso permitiéndoles entrar en sus comercios.
CENA: HOSEYNI TRADITIONAL RESTAURANT
Antes de sumergirme en el Bazar entré en la Oficina de Información Turística para consultar un par de temas. El abuelete encargado no tenía mucha idea y parecía que su único objetivo era venderme algún tour por la zona. Pero tras rechazar todas sus ofertas estuvimos un rato charlando y me recomendó un lugar para cenar, situado en pleno Bazar. No me pareció mala idea y dejé que me acompañara hasta la puerta. Una vez en el restaurante me senté en una mesa del comedor, y pedí sopa; Kofte (una albóndiga grande hecha con carne de ternera en salsa, el plato típico de Tabriz); arroz; y una Fanta. La comida estuvo deliciosa y los camareros me trataron genial. Aunque el precio fue más caro de lo previsto (72milT).
Tras la cena ya era de noche y hacía un frío importante, con lo cual decidí regresar a mi hotel y poner punto y final a un día realmente intenso. De camino pasé junto a infinidad de puestos callejeros; y locales que vendían patatas cocidas acompañadas de huevo duro y pan, llenos de lugareños.
EXPLORANDO TABRIZ
Al día siguiente me levanté hambriento y nada más vestirme bajé al comedor del hotel, ubicado en un local moderno, con arcos de ladrillo y música tranquila. Un marco muy bonito, pero el desayuno fue una decepción mayúscula: un huevo duro, dos trozos de pan con mermelada y mantequilla (solo una unidad de cada), un trocito de queso, y dos tazas de té. Eso sí, en la mesa te dejan una carta para pedir más cosas, que se pagan a parte. Vaya tela… Con este plan, acabé en apenas unos minutos; preparé la mochila pequeña; y salí a la calle.
Los principales lugares de interés de Tabriz no están muy alejados, así que se pueden visitar a pie sin problema. Estos fueron los más destacados:
1. Museo de Azerbaijan: aquí se exponen algunos de los principales hallazgos arqueológicos descubiertos en la provincia. Tiene 3 pisos, y en la planta baja me gustaron unos curiosos objetos de piedra con forma de candado procedentes de Kerman, con relieves de animales y miles de años de antigüedad; una figura de barro que representa una misteriosa diosa de la fertilidad; y unos Rythons de cerámica (envases ceremoniales con forma de animal). Además, pude ver piedras con escritura cuneiforme, espadas, y un casco de la Edad de Hierro.
En el sótano hay una serie de objetos metálicos, entre los que sobresalen dos espectaculares Rythons de plata de la época Aqueménida, y alguna bandeja Sasánida con bonitos relieves. El piso superior no me llamó la atención, con una colección de monedas y arte islámico. La visita fue muy relajada, con poquísima gente a mi alrededor. Precio: 50milT.
2. Mezquita Azul: fue construida en el año 1465, cuando Tabriz se encontraba bajo el dominio de la dinastía Kara Koyunlu, de origen turco. Debe su nombre a que estaba completamente cubierta de elaborados azulejos de color turquesa. Pero el terremoto de 1780 arrasó el templo y hasta principios de los años 70 no comenzaron los trabajos de restauración (que aun continúan). Actualmente es una sombra de lo que fue, pero merece la pena visitarla. Tras pagar (50milT) accedí al patio, donde pude contemplar una magnífica panorámica de la mezquita, coronada por una enorme cúpula. En el exterior no hay ni rastro de decoración, excepto en el Iwan de la entrada. En el interior se conservan más azulejos, y los restauradores han rellenado los huecos con pinturas, así que la sala de oración principal ofrece un aspecto magnífico. Solo coincidí con otras dos personas.
Entre el museo y la mezquita está el bonito Parque Khaghani, un buen sitio para contactar con los lugareños, que acuden a sentarse al sol (yo estuve charlando con unos abueletes).
COMIDA: TABRIZ MODERN RESTAURANT
Con un desayuno tan escaso es normal que a eso de las 13h estuviera muerto de hambre. Para comer opté por un restaurante situado a escasa distancia de mi hotel. Allí me encontré con un enorme comedor desierto. Y decidí repetir el mismo menú del día anterior: sopa, Kofte, arroz y una botella de agua. Todo muy rico, pero el precio fue incluso superior al del Hoseyni: 87milT. Aquí ya me quedó claro que los restaurantes en Tabriz son caros, y el resto de días que pasé en la ciudad mi alimentación se basó en Döner (con bebida me costaban solo 10milT) y compras en alguna tienda (fruta o galletas).
MAS MONUMENTOS DE TABRIZ
Tras la comida continué visitando atracciones turísticas:
3. Arg-e Tabriz: una enorme puerta de ladrillo que pertenecía a la Ciudadela de Ali Shah, construida durante el siglo XIV. Durante mi visita me tuve que conformar con observarla de lejos y hacer alguna foto entre los barrotes de la verja, porque el acceso estaba cerrado a causa de las obras en curso de una gigantesca mezquita a escasos metros.
4. Ayuntamiento: está ubicado en la Plaza Sa’at y cuando llegué me encontré con un despliegue policial preocupante. Había docenas de agentes, algunos con uniformes anti-disturbios, además de ambulancias y vehículos de bomberos. El motivo: unos días atrás el gobierno había decidido triplicar el precio de la gasolina y en varias ciudades del país (incluida Tabriz) la gente se lanzó a las calles para protestar, sembrando el caos. Como resultado el gobierno había cortado el acceso a internet para evitar que los grupos opositores se comunicaran y que la gente compartiera videos de lo que estaba sucediendo (aunque ya se hablaba de varios muertos). Menos mal que mi recorrido por el norte de Irán tocaba a su fin, porque la situación se estaba poniendo muy tensa.
El caso es que con este panorama no me permitieron fotografiar el edificio del Ayuntamiento, de estilo neoclásico, construido durante los años 30; y tuve que regresar otro día que las cosas estaban algo más calmadas.
5. Masjed-e Jameh: se encuentra junto al Bazar y es la principal mezquita de Tabriz. Solo destaca la entrada y sus dos minaretes cubiertos de azulejos. El resto del edificio es demasiado moderno.
6. Amir Nezam House: es una mansión del siglo XIX construida durante la época Qajar, en la que Tabriz adquirió gran importancia como lugar de residencia del príncipe heredero. El exterior me gustó mucho, con un patio rodeado de jardines y una fachada con columnas. Actualmente alberga el Museo Qajar y la entrada cuesta 50milT. Yo estuve dudando y al final decidí visitarlo, pero me equivoqué por completo. El contenido del museo no me interesó (piezas de cerámica, ropa…), y las salas son modernas, sin detalles arquitectónicos a parte de alguna vidriera, así que no lo recomiendo.
Después de la última visita ya faltaba poco para que oscureciera. Y con tanta policía por las calles preferí volver a mi hotel y evitar posibles problemas.
Los 3 días siguientes estuve explorando una serie de rincones naturales situados en los alrededores de Tabriz. El patrón de las visitas fue similar: la mejor luz para la fotografía es por la tarde, con lo cual dediqué las primeras horas del día a escribir y descansar, y a eso de las 11.30h me ponía en marcha. Esta fue mi experiencia:
I. KANDOVAN: REGRESO A LA CAPADOCIA
Kandovan es una pequeña población situada 54km al suroeste de Tabriz y para llegar decidí viajar en taxi privado (Dar Baste). De esta forma aprovechaba el tiempo y evitaba sorpresas. Cerca de la puerta del hotel encontré dos taxistas y tras negociar unos minutos el precio no bajó de 80milT. Me pareció carísimo, así que me fui a dar una vuelta y probar suerte con otros conductores. Pero cuando vi que todos me pedían entre 100 y 200milT, regresé y lo dejamos en 75milT (6€). La subida del precio de la gasolina ya se estaba reflejando en las tarifas del transporte, porque ese mismo trayecto unos días antes no habría superado los 40milT.
El viaje duró una hora, primero por una autopista hasta Osku; y después atravesando una llanura desierta. La verdad es que el taxista era bastante majo,y fuimos charlando animadamente. El hombre insistía en esperarme en Kandovan y regresar juntos a Tabriz. Pero no me ofrecía ningún tipo de incentivo, porque el precio era exactamente el doble; y me obligaba a estar pendiente del reloj todo el tiempo. Con lo cual rechacé su propuesta y nos despedimos en la entrada del pueblo. Ya me buscaría la vida para volver.
La primera imagen de Kandovan me transportó a la Capadocia. El paisaje es idéntico, con chimeneas de roca de origen volcánico que los vecinos han aprovechado para excavar viviendas. Antes de visitar el pueblo crucé el río por un puente y seguí un pequeño sendero hasta llegar a la parte superior de una colina, desde la que pude disfrutar de una panorámica espectacular: chimeneas de color naranja con pequeñas ventanas; balcones de madera; escaleras talladas en la roca; casas apiñadas formando diferentes niveles; las montañas de fondo… Me quedé un buen rato examinando cada detalle. Y eso que allí arriba soplaba un fuerte viento y al cabo de unos minutos tenía la cara helada.
De regreso en el pueblo me adentré en la zona de chimeneas, descubriendo infinidad de rincones con encanto: lugareños conduciendo burros; mujeres tapadas con chadores de flores; gatos tomando el sol; tiendas de artesanía y productos orgánicos (dátiles, miel, frutos secos…); puertas de madera… Mientras paseaba conocí a una mujer de Teheran que estaba de visita con su hija y el novio, y compartimos parte del recorrido. Gracias a ella pude entrar en un hotel que alquilaba apartamentos impecables en el interior de chimeneas (con lavabo y cocina) por tan solo 100milT. Una ganga comparado con lo que piden ahora en la Capadocia. El chaval del hotel incluso nos invitó a una taza de té. Pero bueno, más tarde me despedí de la familia (las mujeres me dieron la mano) y continué explorando Kandovan en solitario.
Había leído que este pueblo recibe montones de turistas, aunque yo lo visité a mediados de noviembre, entre semana, y con un tiempo frío y ventoso. Así que a parte de la familia y un par de parejas (y los vecinos de Kandovan) no me crucé con nadie más. De hecho junto al río había una larguísima hilera de puestos de souvenirs cerrados que en temporada alta se deben llenar de gente. Fue genial recorrer a mis anchas Kandovan. En total estuve 2,5 horas, y a las 15.30h decidí empezar a buscar la forma de volver a Tabriz, porque no quería apurar y que se me hiciera muy tarde. Para mi sorpresa fue muy fácil:
1. Autoestop: al poco de plantarme en la salida de Kandovan paró un lujoso vehículo conducido por un empresario y me llevó hasta el centro de Osku. Lo más difícil ya estaba hecho.
2. Savari: el empresario me dejó junto al taxi que necesitaba. No había más pasajeros, pero en el tiempo que tardé en comprar algo en una frutería cercana se llenaron dos vehículos, con lo cual nos pusimos en marcha al momento. El taxi me dejó en el Parque de Golestan, a escasos metros de mi hotel; y solo me costó 5milT. Si lo llego a saber no viajo en taxi privado para ir a Kandovan…
II. ORUMIYEH: ATARDECER EN UN LAGO SALADO
El Lago Orumiyeh (también llamado Urmia) fue en el pasado el más grande de todo Oriente Medio, con más de 5mil m2 de extensión. Pero en los últimos 20 años la construcción de presas en algunos de sus principales afluentes y la perforación de pozos ilegales para usos agrícolas han provocado que la superficie se haya reducido un 90%, y la salinidad del agua se dispare, dejando sin comida a las aves migratorias que frecuentaban la zona. Tampoco ayudó mucho la construcción de un puente que parte el lago en dos para llegar a la ciudad de Orumiyeh. La buena noticia es que tras las protestas de la comunidad internacional (incluido Leonardo Dicaprio), el gobierno iraní ha tomado cartas en el asunto y los niveles de agua han iniciado una tímida recuperación.
Para llegar al lago primero cogí un taxi en la puerta de mi hotel y me llevó hasta la Terminal de Autobuses de Tabriz (15milT). Una vez allí pregunté en un punto de Información y me indicaron el mostrador de la compañía de taxis compartidos (Savari) que viajaban hacia la ciudad de Orumiyeh. La Terminal es gigantesca y parecía que iba a embarcar en un avión en lugar de coger un taxi. El billete me costó 25milT, pero cuando estaba a punto de sentarme a esperar una mujer me dijo que ya éramos 3 pasajeros y me propuso asumir entre todos el precio del cuarto para salir pronto y viajar más cómodos. Por supuesto acepté, pagué 10milT más, y en unos minutos ya estábamos rumbo a Orumiyeh.
El trayecto duró hora y cuarto para recorrer 110km hacia el este. La mujer viajó delante y yo en la parte trasera, junto a todo un personaje: el Dr. Abbass Alebadi, un iraquí director del Rafidain Cancer Hospital. No paró de decirme que era doctor, tenía contactos importantes, viajaba por todo el mundo (incluida Barcelona)… Me dio una tarjeta con sus números de contacto por si tenía cualquier problema en Irak, y hasta me regaló un rosario (¡?). Como nunca está de más tener conocidos en países complicados, yo le seguí la corriente y fuimos charlando animadamente, así que el viaje se me hizo cortísimo.
Uno de los motivos de mi visita a la Oficina de Información Turística de Tabriz fue preguntar qué puntos del Lago Orumiyeh son más fotogénicos. El abuelete encargado me dijo que los turistas suelen ir a la zona del puente y por tanto pedí al taxista que me dejara donde comienza. Aunque la mujer me recomendó continuar un poco más, hasta un lugar a 5km desde el que se puede bajar al lago. Cuando llegamos me despedí de mis compañeros de viaje y comencé a explorar la orilla. Allí me encontré a una pareja haciéndose fotos, pero al cabo de unos minutos se marcharon y estuve solo el resto del tiempo.
En el Lago Orumiyeh disfruté de unos paisajes sencillamente espectaculares. Paseé por playas de un color blanco inmaculado con alguna barca de madera; caminé sobre gruesas placas de sal (una cedió bajo mi peso y me mojé el pie); descubrí una pequeña charca azul; y en la distancia se recortaban montañas doradas. Cerca de la orilla el agua es de color rojizo y se acumulan montones de espuma. Mi cámara de fotos echaba humo.
Así no me importó tener que soportar un frío importante que me congelaba la cara. La única pega: el constante tráfico de vehículos por el puente, que deslucía bastante la atmósfera. Bueno, y la basura que había por todas partes, pero eso en Irán ya me lo espero en cualquier sitio.
Después pasé al otro lado del puente, donde pude disfrutar de nuevos escenarios de postal. En esta parte había menos profundidad y estaba protegida del viento, así que el agua de la orilla era de un color rojo intenso, en contraste con el blanco de la sal y el azul del cielo. Además, había muchas piedras cubiertas de pequeñas bolas de sal que creaban un efecto sorprendente. Me lo pasé genial. Aunque en los alrededores vi barcas de pedales, pérgolas y un restaurante cerrado. Quizás si hubiera visitado Orumiyeh en verano, rodeado de familias comiendo y bañistas, mi opinión sería diferente. Aquí me detuve un momento a picar unas galletas y continué en busca de más rincones ocultos.
Entonces aparecieron de la nada un par de iraníes y me dieron el alto. Uno de ellos miraba mi cámara con ojos llenos de desconfianza mientras me decía que estaba prohibido hacer fotos en la zona del puente. Y cuando intenté seguir caminando me dijeron que esperara y llamaron a alguien por teléfono. Sinceramente, pensé que me había metido en un lío y me iban a detener, pero por suerte todo quedó en un susto. Llegó Mehdi, el ingeniero jefe encargado del puente, y tras unos minutos de charla vio que no tenía pinta de espía americano y acabé en su oficina riendo y tomando té. Un tipo muy simpático.
Tras el té ya eran casi las 16h y decidí buscar una forma de regresar a Tabriz antes de que se hiciera de noche. Había valorado la posibilidad de quedarme a ver la puesta de sol junto al lago, pero me pareció un riesgo excesivo. Mi plan consistía en plantarme en el puente y parar algún vehículo, aunque la suerte me sonrió de nuevo. Mehdi me presentó a unos amigos que me llevaron con su coche hasta el inicio del puente. Allí encontramos un autobús parado que se dirigía a Tabriz, hablaron con el conductor y pude subir, pagando 13milT. Problema resuelto. La amabilidad iraní no deja de sorprenderme…
El autobús viajó a un ritmo más pausado que el taxi y tardé un par de horas en llegar a la Terminal de Tabriz. Pero no me importó porque iba realmente cómodo. De camino contemplé llanuras desiertas (que en el pasado estaban ocupadas por las aguas del lago), escarpadas montañas y una bonita puesta de sol. Una vez en la Terminal cogí un taxi que me dejó en el hotel por 15milT.
En el Lago Orumiyeh hay otras zonas que se pueden visitar, aunque en transporte privado, porque están apartadas de la carretera y las posibilidades de hacer autoestop son bastante reducidas. Por ejemplo, donde comienza el puente está el pueblo de Agh Gunbad, y unos kilómetros hacia el norte hay un mirador recomendado con una zona de acampada. Mi idea era llegar caminando pero se me hizo tarde y la distancia a pie era excesiva.
III. ALADAGLAR: LAS MONTAÑAS DE COLORES
Los Montes Aladaglar ocupan una amplia zona del noroeste de Irán y su fama se debe a que en algunos puntos las montañas están cubiertas de franjas de color rojo, amarillo y blanco, creando un efecto espectacular. De ahí su nombre, que traducido significa Montañas de Colores. Por lo visto estas franjas son fruto de la acción del agua, que oxida los metales que contiene el terreno.
Para llegar al lugar que había elegido decidí volver a utilizar un taxi privado. Antes de salir a la calle a negociar pregunté en la recepción del hotel, y como el precio que me dijeron me pareció razonable (80milT por un recorrido de 50km) no me compliqué la vida y al cabo de un rato ya tenía el vehículo en la puerta. El trayecto duró una hora (el tráfico de Tabriz es horrible) y el taxista no hablaba inglés, con lo cual solo intercambiamos unas palabras.
Tras investigar en internet comprobé que hay 2 opciones para explorar los Montes Aladaglar:
1. Carretera principal entre las poblaciones de Khajeh y Ahar: un tramo de 70km que la gente recorre en coche, parando en los lugares más panorámicos. Es la opción habitual.
2. Carretera secundaria entre Khajeh y Nahand: pasa por un pantano y unos australianos recomendaban esta ruta, alejada de la civilización.
Pero ambas opciones implican realizar todo el trayecto de ida y vuelta en taxi privado, sin caminar por las montañas, además de un desembolso de dinero importante. Así que yo elegí viajar en taxi hasta un punto especialmente fotogénico situado 5km al este de Khajeh, en la carretera principal; cruzar las montañas a pie en dirección al pueblo; y buscarme la vida para regresar a Tabriz. El taxista debió pensar que estaba loco cuando le dije que ya se podía marchar y me dejó allí solo.
La primera imagen de los Montes Aladaglar fue impresionante. Es una enorme masa de arenisca llena de pliegues naturales, pintada con franjas rojas y amarillas. Una maravilla de la naturaleza. Tras un rato contemplando cada detalle me adentré en las montañas siguiendo el cauce de un río y comenzó la aventura. Fue una sensación única atravesar completamente solo ese paisaje surrealista. En algunas zonas predominaba el rojo, en otras el amarillo; un águila planeaba a escasa distancia y aterrizó en una cima; y pasé junto a arroyos secos cubiertos de un mineral de color blanco. Además el tiempo no podía ser mejor, con cielo azul y un sol radiante.
Más tarde el camino se hizo menos evidente y decidí trepar hasta la parte superior de una colina. Costó llegar arriba, pero las vistas que me esperaban compensaron con creces el esfuerzo: un mar de pequeñas colinas con franjas de colores; y al fondo, dominando la llanura, tres montañas de cumbres afiladas. No me podía creer que no hubiera nadie más en este lugar surrealista. Y me senté unos minutos a disfrutar del paisaje comiendo galletas y unas mandarinas.
A continuación enlacé con otras colinas que me ofrecieron nuevas panorámicas. Y al final pude divisar el pueblo de Khajeh, con lo cual ya no había pérdida posible. Mientras, el sol estaba cada vez más cerca del horizonte y las montañas parecían arder, teñidas de un color rojo intenso. Un auténtico espectáculo…
En total estuve 3,5 horas explorando la zona hasta que alcancé la carretera principal y fue toda una experiencia. Eso sí, regresar a Tabriz requirió de varias etapas:
1. Autoestop: al cabo de unos minutos paró un lugareño en su pick up y me dejó en las afueras de Tabriz, junto a un grupo de taxis compartidos. Lo más complicado ya estaba hecho.
2. Savari: al poco de llegar apareció el cuarto pasajero y nos pusimos en marcha. El vehículo siguió la carretera de circunvalación que rodea la ciudad y me dejó al sur de Tabriz. Precio: 3milT.
3. Taxi privado: recorrió los 7km finales hasta la puerta de mi hotel. Por suerte me acompañó un chaval del Savari y negoció un precio correcto (8milT).
Cuando contaba en el hotel lo que había hecho se partían de risa. Pero esto es lo que me gusta: salirme de las rutas convencionales y explorar los sitios por libre.
CONCLUSION
La mayoría de turistas que se acercan a Tabriz visitan su famoso Bazar, y como mucho realizan una excursión de un par de horas para conocer Kandovan. Pero si tienes tiempo te recomiendo incluir un recorrido por los Montes Aladaglar y el Lago Orumiyeh (ahora que aún tiene agua), donde podrás disfrutar de paisajes insuperables con muy pocos turistas. En total, 3 días completos serán suficientes para explorar Tabriz y sus alrededores. Si consigues negociar un precio aceptable, el Hotel Morvarid me parece una buena opción para alojarte.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales