Aldeas de montaña con fotogénicas torres medievales y excursiones a glaciares atravesando peligrosas avalanchas de rocas
La región de Svaneti está ubicada en la falda sur de las montañas del Cáucaso, que actúan como frontera natural entre Georgia y Rusia. Sus habitantes son los Svans, un grupo étnico diferente al resto del país, que defiende con orgullo su cultura y tradiciones. En las aldeas de Svaneti se pueden contemplar antiguas torres defensivas (koshki); probar deliciosas especialidades culinarias; y visitar iglesias ortodoxas medievales cuyas reliquias más valiosas están protegidas en museos. La región se divide en la Alta Svaneti, con capital en Mestia; y la Baja Svaneti, con capital en Lentekhi. Svaneti es un auténtico paraíso para los amantes de la montaña, con algunas cumbres icónicas como el Shkhara (el monte más alto de Georgia, con 5.193m) o el Ushba (con su cima doble en forma de cuernos).
Mi visita se centró en la zona del Alto Svaneti, explorando las poblaciones de Mestia y Ushguli. Entre ambas caminé durante 4 días realizando la ruta de trekking más popular de Svaneti (el Mestia-Ushguli Trek), viviendo aventuras inolvidables. Aunque ese relato forma parte de un post a parte.
VIAJE: KUTAISI – MESTIA
La jornada comenzó más temprano que de costumbre en Kutaisi, con otro magnífico desayuno en el patio de Giorgi’s Homestay. A continuación preparé las mochilas, y a las 8h ya me estaba esperando en la puerta un taxi que reservó Giorgi la noche anterior. Tras 9 días en este alojamiento, la verdad es que me despedí de la dueña con bastante pena. Pero así son los viajes…
El taxi me llevó a la Terminal de Autobuses, a unos 4km de distancia (5L), y me dejó junto a la marshrutka que se dirigía a Mestia. Tuve una suerte tremenda, porque aunque la hora de salida oficial era las 10h, cuando llegué tan solo quedaba un asiento libre. Unos minutos más y me quedo sin transporte. Todo gracias a Giorgi, que fue quien me recomendó llegar con tiempo. En fin… Compré el billete en una taquilla (25L), ocupé mi asiento en la fila individual, y al momento nos pusimos en marcha.
El trayecto duró algo más de 5 horas, principalmente por tres motivos:
*Mestia se encuentra justo al norte de Kutaisi. De hecho, en linea recta hay poco más de 100km. Pero la única carretera disponible obliga a desviarse hacia el oeste pasando por Zugdidi, junto a la frontera de Abkhazia. Y con ese rodeo la distancia se eleva a más de 250km.
*Casi la mitad del recorrido se realiza por una estrecha carretera llena de curvas y fuertes pendientes.
*El conductor paró dos veces: unos minutos para ir al lavabo; y media hora para comer algo (yo piqué unas galletas que tenía del día anterior, y me compré una botella de agua) (1L).
Durante el viaje disfruté de paisajes de postal, con profundos valles cubiertos de bosques; cumbres nevadas; ríos caudalosos; pueblecitos tradicionales… En un tramo había un montón de cajas de madera con panales de abejas, y puestos vendiendo miel artesanal. Aunque no fue un trayecto cómodo. El respaldo de mi asiento no se mantenía recto, y aplastaba a la mujer que tenía detrás, con lo que tenía que estar atento; y la conducción era muy brusca, con continuos frenazos y sacudidas.
Pero lo que menos me gustó fue que la marshrutka iba llena de turistas. Entre ellos un francés pesadísimo que se tiró todo el viaje hablando a gritos; o unos chavales con aparatosas botas de montaña y maletas de ruedas. Nada de atmósfera local. No me lo esperaba…
ALOJAMIENTO: PELE GUESTHOUSE – 50L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; limpieza impecable; ubicación muy céntrica; tranquilidad total por la noche; lugar gestionado por dos hermanas (Irma e Inga) realmente encantadoras (aunque con un incidente final que deslució un poco la experiencia); abundante desayuno incluido.
*Puntos en contra: lavabo exterior compartido con demasiada gente (muchas veces estaba ocupado); camas individuales; wifi errático.
En Pele Guesthouse se alojaron los polacos que me recogieron haciendo autoestop para llegar a Kinchkha Waterfall. Estaban muy contentos con el lugar, así que su guía Besiki llamó por teléfono a Irma, hablé con ella, y reservé una habitación con días de antelación. De esta forma me quitaba un problema de encima, porque Mestia es un lugar muy visitado en verano y no quería sorpresas. Cuando bajé de la marshrutka, en el centro del pueblo, pregunté a unos lugareños dónde estaba el alojamiento y se portaron genial: llamaron a Irma, y en un par de minutos me vino a buscar su hermana.
Una vez en la guesthouse ocupé mi habitación; y me senté a charlar un rato con las hermanas, mientras comía dos trozos de bizcocho casero con una taza de té (cortesía de la casa). Hacía menos de un año que habían abierto la guesthose y las señoras tenían muchas ganas de agradar para generar comentarios positivos. Aunque al poco Inga ya me estaba preguntando qué edad tenía, y diciéndome que era muy guapo…
UN PASEO POR MESTIA
Tras descansar un rato salí a conocer el pueblo. Mestia es un lugar a 1.500m de altura que en cuestión de pocos años ha pasado de ser una aldea perdida en las montañas a uno de los principales destinos turísticos de Georgia. Todo fruto de la labor del gobierno, que mejoró la carretera de acceso; construyó un aeropuerto con vuelos diarios desde Tbilisi; y puso en marcha una estación de esquí. Obviamente los lugareños están encantados con esta situación y se benefician económicamente. Pero a cambio Mestia ha perdido parte de su magia, y muchas de sus calles son una sucesión interminable de cafés, restaurantes y tiendas para turistas. Atrayendo a demasiada gente con ganas de fiesta y escaso interés en caminar por la montaña.
A pesar de todo, en Mestia hay varias atracciones interesantes:
1. Koshki: se trata de torres medievales defensivas de unos 20m de altura que los lugareños utilizaban en tiempos de guerra para refugiarse. En Mestia hay un montón, y caminando por el pueblo se pueden ver a escasos metros, emergiendo de entre las viviendas. Casi todas son privadas y está permitido entrar. Aunque impresionan más desde la distancia, perfectamente alineadas, con las montañas nevadas de fondo.
2. Svaneti History & Ethnography Museum: un moderno edificio dedicado a la cultura de los Svans. La sala estrella contiene una serie de iconos procedentes de diferentes iglesias de la zona, representando a todo tipo de santos. Algunos están pintados sobre madera, y otros gravados en plata. Además hay joyas, armas, utensilios, libros antiguos… Todo acompañado de paneles con amplias explicaciones. Precio: 5L. El museo cierra a las 18h. Yo entré a las 17.30h, y al cabo de un cuarto de hora ya tenía a una lugareña persiguiéndome por las salas recordándome que cerraban. Pero bueno, me dio tiempo a ver todo.
3. Estación de Esquí de Hatsvali: para llegar hay que recorrer 8km hacia las afueras de Mestia (mejor en algún tipo de vehículo), y allí coger un Telesilla que por 15L sube a las montañas, con unas vistas alucinantes de los alrededores. Cierra a las 16.30h, así que no lo dejes para muy tarde (yo me quedé sin poder subir).
CENA: CAFÉ LILLE
Irma me recomendó este lugar donde (casualmente) trabajaba su hija de camarera. Está ubicado en la calle principal, no muy lejos de la guesthouse. Y la verdad es que cuenta con un menú muy variado y precios correctos. Yo me senté en una mesa del comedor, y pedí una especialidad de la zona: el Kubdari. Se trata de una empanada similar al Khachapuri, rellena de carne y especias. Estaba muy rica, y la porción más que correcta. Para acompañar, una jarra de cerveza Argo. Precio: 13L.
Tras la cena fui directo a mi habitación, donde me dediqué a descansar en previsión de jornadas de las duras jornadas de montaña que me esperaban.
EXCURSIÓN AL GLACIAR CHALAADI
Al día siguiente me levanté a buena hora para aprovechar el tiempo, y a las 7.30h ya estaba sentado en el comedor de la guesthouse. Las hermanas me habían dicho que el desayuno me iba a gustar, y estaban en lo cierto. En la mesa había tomate, pepino, huevo duro, una porción de Khachapuri, pan con mermelada y mantequilla, yogurt con miel, un trozo de bizcocho casero, té… Todo estaba delicioso y me pegué un auténtico festín.
Después de desayunar preparé mi mochila pequeña y salí a caminar sin lavarme los dientes, porque una china se estaba pegando una duchita a primera hora de la mañana y ocupó el lavabo. La idea era realizar una de las excursiones más famosas en Mestia: la subida hasta la base del Glaciar Chalaadi. Por si acaso me descargué la ruta en la app para móvil Maps.Me. Aunque no me hizo mucha falta, porque el camino no tenía pérdida. Estas fueron las etapas:
1. Desde la calle principal tomé un sendero que me llevó hasta el río Mestia, y crucé por un puente a la orilla derecha. Lucía un sol radiante, con cielo azul y escasas probabilidades de lluvia.
2. A continuación caminé por una amplia pista sin asfaltar durante 8km, siguiendo el valle hacia el norte. La primera parte me gustó mucho, porque pude contemplar excelentes panorámicas de Mestia, con sus koshki recortadas en el horizonte y una luz inmejorable para la fotografía. A mi alrededor había espesos bosques de coníferas y cumbres nevadas, y pasé junto al minúsculo aeropuerto de Mestia. Estuve muy entretenido. Pero al cabo de unos kilómetros el paisaje se hizo algo monótono, y tuve que aguantar numerosos vehículos que circulaban junto a mí a toda pastilla levantando nubes de polvo.
Con lo cual, si no eres un apasionado de la fotografía y no te gusta hacer deporte porque sí (yo cumplo ambas condiciones) te recomiendo buscar algún tipo de transporte o hacer autoestop para ahorrarte este tramo. De hecho no vi a nadie caminando por la pista. Yo tenía claro que el regreso a Mestia no lo hacía a pie.
3. La pista acaba en una zona de aparcamiento con un café donde todo el mundo comienza la ruta. Desde allí crucé el río por un puente, y recorrí un sendero de 3km. El ascenso fue constante, pasando junto a altísimos árboles y coloridas flores. Y las sorpresas se sucedieron. Primero conocí a una pareja de Madrid. Viajaban con un guía georgiano (Toko) que hablaba un español perfecto y charlamos unos minutos. Y después me encontré… ¡con Nini!, la hija de la familia Abkhazia con la que había comido unos días atrás en Tskaltubo. Me quedé de piedra, porque las posibilidades de este encuentro eran tan remotas… Por lo visto estaba de excursión de fin de semana con un grupo de Kutaisi. Pero ellos optaron por una ruta distinta y nos separamos casi al momento.
4. El último tramo hasta el glaciar fue complicado. Yo me encontraba con fuerzas y subí a buen ritmo. Pero la zona está compuesta por montones de piedras que se habían desprendido de las montañas. Y muchas se tambaleaban a mi paso, o me hacían resbalar, con el riesgo de torcerme un tobillo. Al final conseguí llegar a la base del glaciar Chalaadi, tras 4 horas de ruta desde que salí de la guesthouse, y disfruté de unas vistas espectaculares. Frente a mí había un mar de hielo, rodeado de afiladas cumbres envueltas en nubes. Y lo más sorprendente: estaba completamente solo. Tanto coche adelantándome, tanta gente paseando por Mestia con botas último modelo… Y después ocurre como en muchas otras poblaciones de montaña: que caminar da mucho palo, y pocos se acaban animando. Aunque mejor así…
Allí me quedé un rato, a 1.900m de altura, hasta que me di cuenta de una peligrosa situación. En todo momento me había centrado en la parte del glaciar frente a mí. Pero no me di cuenta que justo a mi derecha se extendía otro brazo del glaciar, y yo estaba sobre una avalancha de rocas sobre el hielo. En un par de ocasiones vi piedras cayendo a no mucha distancia, con un ruido atronador. Así que decidí comenzar el descenso sin perder tiempo.
REGRESO A MESTIA
De camino me encontré con unos chicos e intercambiamos unas palabras. Y resultó que formaban parte del grupo de Nini. Lo mejor de todo fue que me invitaron a continuar con ellos la jornada en su minibús, lo cual incluía viaje de vuelta a Mestia. Así que me apunté sin dudarlo. El grupo estaba completamente fragmentado, y había gente que subía a paso de tortuga, con un vestuario más que discutible. Pero yo me uní a un chaval que hablaba muy buen inglés, y bajamos juntos todo el camino hasta el aparcamiento, charlando animadamente.
En el café anexo nos sentamos en una mesa de la terraza. Yo me comí dos trozos de bizcocho casero que me dio Inga para la excursión, acompañados de una cerveza Zedazeni (5L). Y estuvimos esperando más de una hora hasta que apareció el resto del grupo. No me importó lo más mínimo, porque tenía el transporte asegurado, y se estaba genial descansando tras la caminata.
Ya con el grupo al completo subimos al minibús y nos pusimos en marcha. Como ya se había hecho tarde, al final solo nos dio tiempo a visitar Heshkili Huts, un alojamiento en las montañas a no mucha distancia de Mestia. La verdad es que el lugar es de postal, con pequeñas cabañas de madera para dormir; prados con perros, vacas y caballos; columpios; mesa de ping-pong; y unas vistas impresionantes de bosques y cumbres nevadas. Allí estuvimos un rato paseando por el recinto y haciendo fotos; hablé con la chica encargada de organizar la excursión, su marido y un amigo (son una especie de club de montaña); y volvimos al minibús.
El grupo iba a acampar en las afueras de Mestia, pero me dejaron cerca del pueblo. Y me despedí de ellos, incluida Nini, con la que al final no hablé mucho (en parte porque su inglés era mínimo). Una gente encantadora. En apenas unos minutos llegué caminando al centro, muy satisfecho por cómo había transcurrido la jornada.
CENA: CAFÉ LILLE
Al no tener muchas alternativas decidí repetir restaurante. Me senté en el comedor, y probé otra especialidad de Svaneti: el Chishtvari. Se trata de pan de maíz relleno de queso, y estaba delicioso. Como sabía que la porción no era muy grande, pedí también un Badridzhani Nigvsit (berenjena con pasta de nueces), esperando un plato similar al que comí en Kutaisi. Pero aquello fue una tomadura de pelo: unos trozos minúsculos de berenjena que eran todo piel, por 8L. Para beber, una cerveza Argo. Precio: 17L. Las camareras muy simpáticas, pero me fui de allí con mal sabor de boca.
En la guesthouse me estaban esperando las hermanas, que se partían con mis comentarios. Y me invitaron a una taza de té mientras charlábamos un rato. Aunque no me entretuve mucho y me fui a la habitación a escribir y organizar diversos temas. Al día siguiente comenzaba el Mestia – Ushguli Trek, y tenía que estar preparado.
DESCUBRIENDO USHGULI
Ushguli es una comunidad situada a una altura de 2.100m, formada por 4 pequeñas aldeas. Se encuentra al final de una carretera en muy mal estado, y la nieve la deja aislada del resto del país durante varios meses al año. Así que todavía conserva esa autenticidad que ha perdido Mestia. Es verdad que cada vez hay más guesthouses; y que son muchos los turistas que visitan Ushguli en excursiones de un día. Pero cuando cae la tarde el pueblo recupera su atmósfera tranquila, y las vacas y cerdos se apoderan de sus estrechas callejuelas.
Tras varios días de caminata, el Mestia – Ushguli Trek finalizó a escasos metros de Murkmeli, la primera de las aldeas. Y desde allí fui subiendo hacia las restantes. Pasé junto a impresionantes concentraciones de mariposas que se agrupaban en zonas con barro; avancé entre torres defensivas y casas tradicionales de piedra; y contemple espectaculares panorámicas a medida que alcanzaba las siguientes aldeas: Chazhashi, Chvibiani, Zhibiani… Siempre caminando junto al río Enguri, que bajaba con un caudal enorme. El paisaje que rodea Ushguli es épico, con verdes montañas donde pastan grupos de caballos; cimas nevadas; y al fondo del valle el imponente Glaciar Shkhara.
En Ushguli no hay que perderse sus diferentes iglesias ortodoxas medievales. En total hay 7 y yo visité 3 de ellas:
1. Monasterio de Lamaria (Zhibiani): situado en las afueras del pueblo. Construido durante el siglo XII. Es pequeñito, pero el interior me encantó, con muros cubiertos de antiguos frescos; y capillas con imágenes de santos. En el exterior destaca una torre defensiva; relieves en la fachada principal; y una de las mejores panorámicas de Ushguli, con sus diferentes núcleos urbanos repartidos a lo largo del valle. Por cierto, Lamaria es como llaman en Svaneti a la Virgen María, aunque al principio era una diosa pagana sin ningún tipo de relación con la religión católica.
2. Iglesia de St. Giorgi (Chvibiani): estaba cerrada, pero su puerta de madera ya mereció la pena, con relieves muy elaborados (incluidos 4 guerreros).
3. Iglesia de Spas (Chvibiani): tampoco se podía acceder. Me gustó su fachada, con una cruz tallada y un pequeño altar para depositar ofrendas. Allí me encontré a una señora rezando de rodillas.
La mayoría de obras de arte procedentes de estas iglesias se encuentran en el Museo Iconográfico de Ushguli, situado en una casa del núcleo de Zhibiani. Yo no lo visité porque ya había estado en el de Mestia, pero es una opción interesante.
Durante el paseo me senté en la terraza del Café Enguri a tomar una cerveza Natakhtari (6L). Se estaba de maravilla junto al río, tomando un respiro tras el esfuerzo realizado. Y como el desayuno había sido más que ligero, entré en el Café Svaneti y me senté en su oscuro comedor interior. Comí un Chvishdari (con poco queso); un trozo de bizcocho casero; y un vaso de Matsoni, un espeso yogurt al que añadí azúcar. Todo por 12L. La propietaria era muy amable, y no paraba de intentar explicarme cosas en su idioma…
Tras la comida busqué algún lugar para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: CAUCASUS GUESTHOUSE – 25L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; ubicación perfecta, justo en en centro de Ushguli (aldea de Chvibiani), a escasa distancia de las principales atracciones; tranquilidad total por la noche; dueños (Tariel y su hijo) muy amables; wifi a buena velocidad; precio.
*Puntos en contra: camas individuales; lavabo exterior compartido (muchas veces estaba ocupado); mi habitación olía fatal; mobiliario destartalado; servicio de comidas errático (el hijo de Tariel se encarga de transportar turistas y cocinar, y no da a basto).
Esta vez opté por el sistema clásico, y elegí una guesthouse recomendada por mi guía de viajes. Por suerte tenía habitaciones disponibles, así que me pude instalar sin problema. El resto de la tarde estuve descansando, tras 4 días intensos.
CENA: KAFE KOSHKI
Como no vi claro que en la guesthouse fuera posible cenar, decidí acudir a este café recomendado por mi guía de viajes, a escasa distancia. Comencé sentado en una mesa de la terraza exterior, con un sol muy agradable. Pero a la que se ocultó tras las montañas hacía frío, y me refugié en el comedor. Pedí Kubdari por segunda vez, y este me gustó mucho más que el de Mestia. Tanto el pan como la carne del relleno eran muy compactos, y acabé a reventar. Para acompañar, una cerveza Natakhtari. Precio: 17L. Por suerte el local tenía wifi, porque la comida tardó un siglo en llegar, y al menos estuve entretenido.
De vuelta a la guesthouse pude disfrutar del ambiente de Ushguli. Caía la noche, los turistas de un día ya se habían marchado, y por las calles embarradas campaban a sus anchas diferentes animales (cerdos, vacas, caballos, perros…). Había excrementos por todas partes, y caminar sin pisarlos era toda una odisea. Durante el día las nubes taparon buena parte del Glaciar Shkhara, pero a esa hora estaba completamente despejado, con las montañas visibles en la distancia, elevándose por encima del pueblo.
En la guesthouse estuve hablando unos minutos con una pareja de Londres con la que me crucé varias veces durante el Mestia – Ushguli Trek. Pero bajaron a cenar al comedor (tras más de una hora esperando) y decidí encerrarme en la habitación y cargar pilas de cara a la próxima aventura.
EXCURSIÓN AL GLACIAR SHKHARA
Al día siguiente mi alarma sonó a una hora muy temprana. El motivo: para ver el glaciar despejado tenía que llegar a la base lo antes posible. Pero cuando miré por la ventana no me lo podía creer. El cielo estaba cubierto de nubes grises y llovía sin parar. Así que decidí quedarme en la cama un rato más. A eso de las 7.30h me vestí, desalojé la habitación, y salí al exterior. Allí me encontré al hijo del dueño, con el que intercambié unas palabras. No había desayunado nada y cuando me ofreció una taza de café acepté al momento. Me la tomé en el comedor de la guesthouse, acompañada de un chvishdari riquísimo, mientras charlaba con el simpático chaval. Todo un detalle.
A las 8.30h salí de nuevo al exterior y me puse a caminar. El día seguía nublado, pero por lo menos no llovía. Estas fueron las etapas de la ruta:
1. Para empezar me dirigí al norte de Ushguli, cruzando Zhibiani y pasé junto al Monasterio de Lamaria. Allí se me unieron dos perros, sin saber que no llevaba absolutamente nada de comida en la mochila, y apenas un trago de agua en la cantimplora. También vi un grupo de caballos (los perros les ladraban y casi se llevan una coz) y un rebaño de vacas. Al poco crucé por un puente a la orilla izquierda del río Enguri, y continué avanzando completamente solo. Al fondo del valle se levantaba el espectacular Glaciar Shkhara.
2. Mientras me hacía una foto con la GoPro apareció otra persona que caminaba hacia el glaciar, y resultó ser Miguel, un tío de Cantabria muy simpático. Así que nos pusimos a hablar de viajes, y sin acordarlo expresamente continuamos juntos el resto de la ruta. Cruzamos prados llenos de flores y mariposas; arroyos con tablas de madera para sortearlos; y un pequeño café con una terraza para tomar algo.
3. El tramo final de la ruta nos hizo avanzar por un terreno lleno de pedruscos fruto de las avalanchas creadas por el glaciar. Y decidimos parar al llegar a una enorme roca, ya que estábamos peligrosamente cerca. La vista del Glaciar Shkhara era preciosa, y la disfrutamos solos. Resultaba emocionante saber que justo al otro lado de esas montañas estaba Rusia. Aunque por desgracia la mayoría de cumbres (entre ellas el Monte Shkhara) estaban tapadas por las nubes. Además de la charla interesante Miguel me hizo muy buenas fotos, con el glaciar y el valle de fondo. Y como tras esperar media hora las nubes no se marchaban, emprendimos el camino de vuelta a Ushguli.
4. El regreso fue un agradable paseo sin apenas desnivel, muy entretenido con la compañía de Miguel. Aquí nos cruzamos con bastante gente, que o acababan de llegar en vehículo desde Mestia; o eran turistas con pocas ganas de madrugar. El sol lució durante la mayor parte del tiempo regalándonos imágenes idílicas, con verdes montañas, el serpenteante río Enguri, flores de mil formas distintas… Un paisaje único.
En total tardamos unas 5,5h para recorrer los 16km, aunque con constantes paradas y un ritmo muy pausado.
UN CARO 4X4 HACIA MESTIA
Una vez en Ushguli, sin apenas sentarnos, nos pusimos a buscar algún vehículo para volver a Mestia. Al igual que ocurre con los caballos que cruzan el río Adishi durante el Mestia – Ushguli Trek, los lugareños se aprovechan de la falta de transporte regular para cobrar lo que les da la gana. Nada menos que 40L por persona por un trayecto de 45km en 4×4. Miguel y yo caminamos hasta el puente entre Chazhashi y Chvibiani, donde había un puñado de vehículos y montañeros. Y al poco encontramos hueco en un 4×4 por 35L cada uno. Algo es algo… Tuve el tiempo justo para visitar un precario lavabo de madera y comprarme una Fanta (3L), y nos pusimos en marcha.
Junto a nosotros viajaba una pareja (él israelí, ella polaca) con los que charlé un rato. Pero no pusieron mucho de su parte y estaban más preocupados en dedicarse caricias y besos. La primera parte del trayecto consistió en una pista de tierra en muy malas condiciones, con enormes baches. Pero a la que llegamos a la carretera el 4×4 se puso a toda pastilla, y al final tardamos apenas 1,15h para un viaje que según me habían dicho duraba como mínimo 2,5h.
El vehículo nos dejó en el centro de Mestia, donde me despedí de Miguel y caminé hasta la Pele Guesthouse. Allí me estaba esperando solo Inga, porque Irma se encontraba de viaje en Tbilisi. Estaba con una pareja de polacos, y al poco acabamos todos sentados en una mesa, bebiendo vino tinto casero y comiendo fruta (cerezas y nectarinas). La pareja era muy simpática, y estuvimos charlando y riendo (Inga se partía con mis comentarios).
Cuando se acabó el vino recuperé mi mochila grande, ocupé la misma habitación, y tras una puesta a punto necesaria (afeitado, ducha, ropa limpia…) salí a la calle con ganas de llenar el estómago.
CENA: CAFE LILLE
A pesar de la última experiencia, decidí volver a este local porque me daba pereza cambiar. Me senté en una mesa del comedor y pedí una brocheta de pollo, y Tashmujabi (una especialidad de Svaneti que todavía no había probado, y que consiste en un puré de patata y queso). Todo estaba delicioso, acompañado de una jarra de cerveza Argo. Precio: 20L. Durante la cena aproveché el wifi del restaurante; y presencié la actuación en directo de un grupo de música folk tradicional muy bueno.
Cuando estaba a punto de regresar a la guesthouse recibí un mensaje de Miguel. Había quedado para tomar algo en un local cercano con un grupo de conocidos, y me invitaba a unirme. Así que al rato estaba con ellos, en la terraza cubierta del Café Panorama, a escasos metros de mi guesthouse. A parte de Miguel había una pareja de Madrid y otra de Chile. Estuvimos casi 4 horas de charla, con un tema común: los viajes. Todos habían recorrido mucho mundo, y tenían infinidad de anécdotas que contar. Durante ese rato cayeron dos cervezas Kazbegi (16L) y me lo pasé genial. No sabía lo que me esperaba…
UN FINAL SURREALISTA
Pasada la medianoche me despedí del grupo y caminé hasta mi guesthouse. Y cuando me disponía a abrir la puerta de entrada me la encontré cerrada. Tenía la llave puesta, y por mucho que la giré y empujé no hubo manera. A continuación intenté de todo: busqué alguna ventana abierta; golpeé los cristales esperando que Inga me escuchara (si es que estaba en casa), pero nada… Era la 1h de la mañana, y ya comenzaba a desesperarme. El siguiente paso fue caminar por las calles, y pedí ayuda al primer lugareño que vi (muy cargado de alcohol). Tampoco fue capaz de abrir la puerta, y llamó por teléfono a Inga sin resultados. Al final acabé aporreando las ventanas con fuerza, y por fin apareció la mujer con cara de dormida, que me abrió una puerta lateral. Vaya tela…
Lo malo fue cuando me vio intentando cerrar la puerta principal, que con tanto empujón había quedado torcida y no encajaba. Se puso a gritarme como una loca, y tras intentar calmarla sin éxito acabé mandándola a paseo y me largué a mi habitación. Encima que se va a dormir y me deja tirado en la calle… El caso es que ese incidente me dejó hecho un manojo de nervios, y no pude dormirme hasta cerca de las 3h. Qué final tan injusto tras mis aventuras geniales por Svaneti…
CONCLUSIÓN
La región de Svaneti es una parada obligatoria en cualquier circuito por Georgia, ya que permite explorar con total libertad los valles y montañas del Cáucaso. Te recomiendo un mínimo de 4 días: 2 para visitar las aldeas de Mestia y Ushguli, con sus iglesias, museos y torres defensivas; y otros 2 para realizar una excursión a los glaciares de Chalaadi y Shkhara. Aunque las posibilidades son infinitas, y si tienes tiempo disponible no te puedes perder el fantástico Mestia – Ushguli Trek.
En Svaneti hay otro valle muy recomendable que no pude visitar: el Valle de Dolra. Su población más importante es Mazeri, y al final se encuentra el espectacular Monte Ushba. Una excursión de un día acaba en la base del glaciar; y otra mucho más dura conecta Mazeri con Mestia.
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Comentarios
6 ComentariosSilvia
Ago 8, 2023Hola, gracias por la info tan detallada, el próximo mes vamos hacer el trekking de Mestia a Usghulu, pero mi duda es como volver después de Mestia a Kutaisi, intento buscar información de buses y me está siendo bastante complicado encontrar nada. Sobre todo para organizar el resto de mi viaje por Georgia por qué vamos muy justos de días.
Muchas gracias.
Ganas De Mundo
Ago 11, 2023Hola, un placer compartir info de viajes! Para ir de Mestia a Kutaisi hay marshrutkas (minibuses locales) que salen por la mañana. Así es como viajé yo en sentido inverso, el trayecto dura 5 horas. Es la única opción porque en Georgia apenas hay autobuses y no me suena que cubran esta ruta. Los billetes no se pueden comprar con antelación, es cuestión de llegar temprano a la parada de marshrutkas para no quedarte sin asiento. Un abrazo!
Felix
Abr 23, 2023Hola,ante todo gracias por la info
Yo espero estar por alli y me gustaria saber si de Mestia a Usghuli en 4×4 se puede compartir este,ya que yo ire solo y si en Usghuli dan la opcion de hacer trekking,ya que al ir solo me da palo hacer trekkins solo,ya que soy muy despitado 🙂
Crees que se puede hacer el trek de los 4 dias uniendose a un grupo?
Gracias anticipadas
Un saludo
Ganas De Mundo
Abr 23, 2023Hola, esa ruta es muy popular y encontrarás gente en todas partes, tanto para compartir 4×4 como para no caminar en solitario. Desde Usghuli también se puede hacer alguna excursión más corta y hay guías disponibles (puedes preguntar en el lugar donde te alojes). En cualquier caso te recomiendo caminar por esas montañas porque los paisajes son épicos. Un abrazo!
David
Abr 2, 2022Otro relato maravilloso¡ Y aquí me salta una duda: por lo que leo, ¿es posible hacer en 4×4 la conexión Mestia – Ushguli? Estoy valorando hacerme mantita de trekking de 4 días entre las dos poblaciones pero me gustaría saber si esa opción es posible (y en cada una de las poblaciones hacer distintas rutas). Que rabia no poder disponer de todo el tiempo del mundo para hacer toooodo¡
Ganas De Mundo
Abr 7, 2022Sí, es posible viajar en 4×4 entre ambas poblaciones (fue lo que hice yo cuando acabé el trekking en Ushguli). También realicé alguna excursión desde Mestia y Ushguli (muy recomendable). Te entiendo, Georgia tiene muchísimo que ver, pero en 23 días podrás visitar lo más destacado si problema. Seguro que te encantará.