Un castillo medieval situado junto a la frontera de Ucrania y un barrio gitano lleno de impresionantes mansiones abandonadas
Mi recorrido por el norte de Moldavia me llevó hasta Soroca, una población a orillas del río Dniester (o Nistru en rumano), que durante muchos kilómetros forma la frontera natural con Ucrania. En la Edad Media Soroca tuvo una gran importancia estratégica. Por eso el mítico Stefan cel Mare ordenó construir aquí un espectacular castillo que formaba parte de una cadena defensiva a lo largo del río, junto a otros como Khotin o Akkerman (ambos en territorio de Ucrania). En el siglo XIX la ciudad prosperó, y en tiempos de la Unión Soviética se convirtió en un destacado centro industrial. Pero esa época gloriosa quedó atrás, y hoy día Soroca languidece sin un futuro claro en el horizonte.
Soroca tiene varios lugares de interés turístico, como el Castillo medieval, la Vela de Agradecimiento, o algún Memorial soviético. Además aquí vive una numerosa comunidad de gitanos (llamados Zingari) y su barrio es famoso por contar con mansiones realmente llamativas.
VIAJE: SAHARNA – SOROCA
La jornada empezó en el dormitorio del Monasterio de Saharna, donde me desperté más tarde de la cuenta y se me pasó la hora del desayuno. El motivo: Stan roncaba como una bestia, así que por la noche tuve que ponerme tapones en los oídos y no escuché mi alarma. Menos mal que estuve muy a gusto, con la estufa de leña funcionando a pleno rendimiento (no necesité ni taparme). En fin, una vez en pie preparé la mochila, me despedí de Gregory con un abrazo y me dirigí a la carretera principal. Y cuando pasé al lado del dormitorio apareció Stan, que había decidido regresar a Chisinau.
Entre el Monasterio y Soroca solo hay 100km, pero el transporte público en Moldavia es una aventura y necesité varias horas para poder llegar a mi destino. Estas fueron las etapas:
1. Autoestop hasta Rezina: como todavía faltaba muchísimo para la siguiente marshrutka, yo propuse intentar detener un vehículo ante la cara de asombro de Stan. Pero mi táctica funcionó a la perfección y en cuestión de segundos estábamos en el coche de una pareja rumbo a la Terminal de Rezina. En agradecimiento le dimos al conductor 10L cada uno.
2. Autobús a Orhei: nada más bajar del coche Stan desapareció misteriosamente. Yo aproveché para comerme dos Placinte de col y patata que compré en un puesto (15L), y al cabo de unos minutos decidí continuar con mi ruta (en teoría necesitábamos autobuses diferentes). Mi idea inicial era viajar a Floresti, pero la encargada de la taquilla me dijo que no había transporte en esa dirección. Así que tras examinar el mapa la única opción que me quedó fue coger el autobús de Chisinau (en dirección sur), bajarme en Orhei, y desde allí volver hacia el norte en otro vehículo. Una auténtica pérdida de tiempo.
El billete me costó 31,8L y tras un rato esperando llegó el autobús. A continuación ocupé un asiento junto a la ventana, y cuando faltaba poco para arrancar entró Stan, con un olor a alcohol importante. Me dijo que había estado buscándome, pero no me lo acabé de creer. El trayecto duró hora y cuarto y la verdad es que pasó volando. En el exterior lucía un sol radiante que derritió buena parte de la nieve acumulada durante los últimos días.
3. Marshrutka hasta Soroca: en la Terminal de Orhei me despedí de Stan, esperé tomando un café con leche grande (20L), y al cabo de unos minutos pasó la furgoneta que se dirigía a Soroca. Iba bastante llena de gente pero encontré un sitio libre, pagué el billete al conductor (65L) y nos pusimos en marcha.
Esta vez fueron algo menos de 2 horas de recorrido sin apenas paradas. De camino cruzamos un paisaje formado por colinas ondulantes, campos de cultivo y bosques de árboles pelados. También vi una parada de autobús cubierta de mosaicos, un Memorial de la Segunda Guerra Mundial, y monumentos indicando la entrada de las diferentes poblaciones. Y a eso de las 14h llegué a la Terminal de Soroca, desde donde caminé hasta el lugar donde había decidido pasar la noche.
ALOJAMIENTO: HOTEL VILA DE NORD – 350L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente; terraza con sillas; limpieza extrema; mobiliario moderno; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; propietaria (Galia) muy simpática; sauna y piscina de agua caliente disponible por 110L (menos de 6€); precio.
*Puntos en contra: ubicación un tanto alejada del centro.
En Soroca me ocurrió una situación similar a la que viví en Cahul: no encontré alojamiento en Booking y me planté en la ciudad sin realizar una reserva, desconociendo por completo si había hoteles disponibles. Mi primera opción fue el Hotel Vila de Nord, con buenas referencias y situado cerca de la Terminal. Por suerte estaba abierto y me pude instalar en una habitación. Galia me explicó que no le gustaba el funcionamiento de Booking y había dejado de trabajar con ellos, al menos hasta que se reactivara el turismo a nivel internacional.
A continuación salí a la calle en busca de algún lugar para llenar el estómago, porque me moría de hambre.
COMIDA/CENA: SALAT RESTAURANT
Este restaurante es uno de los mejores de Soroca. Se encuentra junto al Parque Central y tiene dos comedores enormes, animados con música a todo volumen. Al principio los camareros me ignoraron, pero cuando conseguí hacerme con una carta el resto fue sobre ruedas. Yo pedí Zeama; Pizza Barbacoa; y una cerveza Chisinau. La sopa no me gustó nada, porque le pusieron un trozo de pollo incomestible, con piel y huesos. En cambio la pizza estaba muy rica. Precio: 152L. Por cierto, me hizo gracia ver en la mesa de al lado a 4 críos de etnia gitana de apenas 12 años comiendo solos como si fueran adultos.
En el exterior ya se estaba haciendo de noche y decidí volver a mi hotel. Me sorprendió comprobar que la mayoría de comercios se encontraban cerrados. Muchos solo abrían por la mañana, algo insólito en mi recorrido por Europa del Este, y no había nadie por las calles. Quiero pensar que en verano la cosa cambia.
De camino realicé una pequeña compra de comida en una tienda y en la habitación me dediqué a leer y descansar. Después de mi estancia en el Monasterio de Saharna, me sentía como en un hotel de 5 estrellas. Agradecí mucho volver a disfrutar de un lavabo normal y una ducha…
EXPLORANDO SOROCA
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable y me puse en marcha sin perder tiempo, porque de cara a las próximas jornadas se preveían fuertes nevadas y un desplome de las temperaturas. Así que desayuné galletas, magdalenas rellenas de mermelada y zumo de manzana; me vestí; preparé la mochila con mis cámaras de fotos; y salí a conocer Soroca. Esto fue lo más destacado del paseo:
1. Fuerte de Soroca: data del año 1499, cuando Moldavia abarcaba un territorio mucho mayor y estaba gobernada por Stefan cel Mare. Al principio era de madera, pero en 1546 se reconstruyó utilizando piedra. Su forma circular fue realmente innovadora para la época, con un patio central rodeado de murallas de 3m de grosor y 5 torres defensivas. Este castillo jugó un papel destacado en los diferentes conflictos militares que enfrentaron a los imperios Ruso y Otomano durante el siglo XVIII. Hoy día los moldavos están muy orgullosos del fuerte, ya que es el único que se conserva en pie (aparece en los billetes de 20L). Y su aspecto apenas ha cambiado, a excepción de los tejados cónicos que coronan las torres.
Mi idea era visitar el interior pero un cartel en la puerta informaba que el castillo permanecería cerrado durante los meses de invierno y me quedé sin verlo. En circunstancias normales abre de 9h a 18h (excepto lunes y martes).
Junto al castillo hay un parque donde una pareja de novios de etnia gitana se estaba haciendo un reportaje fotográfico. También caminé por un paseo que discurre en paralelo al río Dniester. Allí vi bastantes grupos de patos; y un muelle con unas rudimentarias embarcaciones para cruzar a la otra orilla, ya en territorio ucraniano. Aunque el servicio es exclusivo para ciudadanos moldavos o ucranianos (no es un puerto de entrada internacional); y la crisis del coronavirus lo había suspendido de forma temporal.
2. Zemstvo Administrative Palace: construido en el año 1875, se trata de un edificio de estilo neoclásico que se encuentra en un estado lamentable, con el techo hundido. Hay un cartel que prohibe la entrada, aunque sin obstáculos que lo impidan físicamente. Yo me asomé un minuto y no vi nada interesante.
3. Museo de Historia: ocupa una antigua farmacia de 1934 y una villa anexa.
4. Vela de Acción de Gracias: este monumento inaugurado en el año 2004 se encuentra en las afueras de Soroca y consiste en una capilla de 30m de altura con forma de vela que homenajea a la gente que luchó por preservar la herencia cultural de Moldavia. Por la noche la parte superior se ilumina y es visible desde muy lejos. Para llegar seguí a pie la carretera principal y después subí nada menos que 600 escalones cruzando una arboleda.
La capilla está en el centro de una plataforma de observación que ofrece una magnífica panorámica de los alrededores, con el río Dniester trazando un pronunciado meandro; montañas cubiertas de bosques; y la población ucraniana de Tsekynivka. Me encantó. Al ser temporada baja esperaba estar completamente solo, pero no dejaron de aparecer lugareños (incluso había un guarda vigilando).
EN BUSCA DE ARTE SOVIETICO
De regreso en el centro de Soroca, dediqué el resto de la jornada a buscar edificios y monumentos relacionados con el pasado soviético del pueblo. Ya anticipo que el resultado no tuvo nada que ver con Chisinau o Cahul, pero pasé un rato entretenido.
5. Memorial a los Veteranos de Guerra: consiste en un obelisco rematado por una estrella soviética, sin otro tipo de decoración. Está cerca de la Terminal de Autobuses.
6. Memorial en homenaje a los fallecidos en la Guerra de Afganistán: compuesto por la estatua de un soldado de gesto triste rodeado de lápidas.
7. Dacia Cinema: data del año 1962 y en su día era el principal edificio cultural de Soroca. Actualmente está abandonado y no se puede acceder al interior.
8. Biblioteca Bessarabia: sobre la puerta de entrada hay un curioso relieve.
Durante mi recorrido también pasé junto a varias mansiones del siglo XIX; y lugareños que me miraban con cara de asombro. A medida que oscurecía el frío era cada vez más intenso, y me partieron el corazón varios perros callejeros acurrucados en los portales, o pidiendo comida con la mirada. Me parece un milagro que logren sobrevivir al duro invierno de Moldavia en esas condiciones. En fin, por mucho que vea este tipo de escenas en mis viajes por el mundo no acabo de acostumbrarme…
COMIDA: CEAI CAFEA
Un lugar totalmente orientado a los vecinos del pueblo. Yo me senté en una mesa del sencillo comedor y pedí una Sopa de fideos; dos Placinte de col y patata; y un Té (quería una cerveza pero estaban calientes). Precio: 53L (menos de 3€). Comí solo, a excepción de un momento en el que entraron 4 lugareños, se tomaron un chupito de vodka de un trago, y se marcharon eructando. Vaya tela…
De regreso en el hotel ya no volví a salir, y solventé la cena picando unas galletas y zumo. En la planta baja se escuchó bastante jaleo porque era el cumpleaños del marido de Galia y lo estaba celebrando con la familia, pero por la noche reinó la calma.
UN PASEO POR GYPSY HILL
La jornada comenzó a buena hora y cuando miré a través de la ventana me encontré con un paisaje muy diferente. Había nevado durante toda la noche, formando una capa de varios centímetros que lo cubría todo. Y la temperatura era de -8ºC, pero soplaba un viento helado que provocaba una sensación térmica de -16ºC. Y yo que pensaba que ya había dejado atrás los malos ratos que pasé en Bielorrusia a causa del frío… En esas condiciones no me apetecía nada poner un pie en la calle, pero no me podía marchar de Soroca sin conocer un último lugar. Así que desayuné; me abrigué todo lo que pude (una pena que mis guantes estaban en el hostel de Chisinau); y salí al exterior.
Soroca es conocida como la Capital Romaní de Moldavia por contar con una importante comunidad de etnia gitana. En el pasado los problemas de convivencia con la población local les llevaron a crear su propio barrio en una colina situada en las afueras del pueblo que se empezó a llamar Gypsy Hill (un nombre nada original). Y yo me dirigí hacia allí siguiendo una empinada carretera. Esto es lo más destacado del barrio:
*Vistas: durante la subida hay varios miradores desde los que es posible contemplar panorámicas espectaculares, con los edificios de Soroca y el río Dniester perdiéndose en el horizonte. Solo por esto ya merece la pena el esfuerzo.
*Mansiones: una vez en la colina muchas familias gitanas prosperaron económicamente, y decidieron construirse lujosas viviendas para mostrar al mundo su éxito. Hay docenas, con elaboradas verjas de metal; columnas; capiteles; estatuas representando leones, águilas y personajes mitológicos; torres; tejados puntiagudos… Una mansión imita a la Catedral de San Pedro, con una fachada impresionante coronada por una cúpula dorada. Y otra es una copia del Teatro Bolshoi de Moscú, con relieves y esculturas de caballos. No me cansé de recorrer las diferentes calles del barrio, descubriendo detalles en cada rincón. Por cierto, muchos vecinos de Soroca vinculan esa repentina bonanza económica de Gipsy Hill con el tráfico de drogas.
En cualquier caso este barrio no es ni mucho menos Beverly Hills. Casi todas las mansiones están inacabadas y sus muros son de cemento gris, sin puertas ni ventanas (para evitar el pago de impuestos). Muchas se encuentran abandonadas porque sus propietarios emigraron para ganarse la vida, dejando atrás entradas tapiadas y jardines descuidados. Otras carecen de servicios básicos, como electricidad o agua corriente, y las familias han acabado viviendo en condiciones bastante precarias, o incluso en pequeñas casas anexas.
*Rey Gitano: una de las mansiones más grandes, construida de ladrillo rojo, es el hogar de Arthur Cerari, el monarca de la comunidad gitana de Moldavia. Me hubiera encantado conocerle y estuve unos minutos investigando junto a la puerta de entrada al patio. Pero no había timbre para llamar, no vi a nadie, y me pareció una idea terrible acceder al recinto por mi cuenta, así que decidí continuar mi recorrido. En realidad el rey es un abuelete de barba blanca que viste ropa de calle, dedicado a defender y coordinar los intereses de su pueblo. Eso sí, en el patio había aparcados varios coches de época, incluido un Rolls Royce. Los viajeros que han hablado con él coinciden en que es un hombre muy amable, aunque sus tarifas por ser fotografiado son elevadas.
Además entre las mansiones de Gypsy Hill encontré un montón de casas abandonadas cayéndose a trozos, con sus fachadas pintadas de vivos colores. Yo me colé por la ventana de una y pude ver varias habitaciones decoradas con frescos de temática religiosa. Aunque el corazón me iba a mil, por si algún vecino me descubría allí y no le parecía correcto.
También pasé junto a la antigua Estación de Bomberos; y un par de fábricas enormes. La Monolit (dedicada a la producción de objetos metálicos) tenía muy buena pinta y me hubiera encantado explorar sus naves. Aunque preferí no jugármela: estaba solo; no tenía mi linterna en la mochila; muchos de los edificios habían sido ocupados por grupos de perros (algunos ladraban amenazantes al verme); y en el barrio me crucé con algún personaje sospechoso (uno me pedía dinero; dos tipos detuvieron su coche a mi lado y me hicieron varias preguntas analizándome con la mirada…). La mañana ya había sido más que productiva.
A continuación bajé al pueblo justo cuando comenzaba a nevar con cierta intensidad. La verdad es que lo agradecí porque estaba congelado. Apenas sentía las manos y al hacer fotos tenía que esforzarme para que no se me cayera al suelo la cámara. Así acabó mi ruta por el norte de Moldavia. Al día siguiente me acerqué a la Terminal de Autobuses y cogí una marshrutka que me devolvió directo a Chisinau.
CONCLUSION
Soroca es una población que debería figurar en cualquier circuito por Moldavia. Su castillo medieval es el más importante del país (si no tenemos en cuenta el de Bendery). Y Gipsy Hill es un rincón fascinante, con mansiones surrealistas e infinidad de edificios abandonados que permiten horas de exploración. Un día será suficiente para visitar las principales atracciones, pero si decides pasar la noche te recomiendo el Hotel Vila de Nord.
A parte de Soroca, el otro lugar de interés del norte de Moldavia es Balti, una ciudad con algunos mosaicos soviéticos interesantes. Aunque en base a las fotos que vi los de Cahul me parecen mucho mejores y preferí regresar a Chisinau.
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