Un misterioso círculo de menhires y montones de petroglifos esparcidos en un remoto paisaje volcánico junto a la frontera de Artsakh
Sisian es una pequeña población situada a orillas del río Vorotan, en la provincia de Syunik, al sur de Armenia. Estas tierras están ubicadas entre dos repúblicas autónomas especialmente sensibles: al oeste se encuentra Nakhchivan, que pertenece a Azerbaiyán, a pesar de estar separada del resto del país; y al este Artsakh (la antigua Nagorno-Karabakh), que tras una cruenta guerra forma parte de Armenia. Aunque el conflicto sigue abierto y Azerbaiyán lo considera un territorio ocupado. Así que en Sisian todavía hay una fuerte presencia militar.
En Sisian no hay mucho que ver, pero sus alrededores están llenos de lugares de interés. Como el círculo de menhires de Zorats Karer; las Cascadas de Shaki; el Valle de Vorotan, con ruinas medievales y un magnífico monasterio; y en las montañas, rodeados de espectaculares volcanes inactivos, los petroglifos de Ughtasar.
VIAJE: YEREVAN – SISIAN
Este desplazamiento fue el más largo que realicé durante mi recorrido por Armenia, ya que tenía que cubrir 210km hacia el sureste del país. Para ello necesité dos etapas:
*Taxi hasta la Terminal Central de Autobuses (Kilikiya Avtokayan): ya había utilizado esta terminal cuando tuve que viajar a Armavir para visitar el Memorial de Sardarapat. Así que hice lo mismo: solicité un taxi a través de la app de Yandex; me vino a recoger a la puerta de la guesthouse; y viajé por tan solo 600D.
*Marshrutka a Sisian: solo hay un servicio al día entre Yerevan y Sisian y sale alrededor de las 9h. Yo fui previsor y para evitar sorpresas aparecí en la terminal media hora antes. De esta forma localicé el vehículo sin prisas (una furgoneta naranja); y conseguí uno de los cotizados asientos de la fila individual, muy cómodo. Me sorprendió que nos pusiéramos en marcha unos minutos antes de la hora prevista, todavía con 3 sitios libres, pero bueno… Precio: 2.000D.
El viaje duró más de 4 horas, aunque el paisaje me gustó mucho y fui escuchando música con mi móvil. La primera parte siguió la misma ruta que hice en marshrutka para llegar a Areni, pasando cerca de la frontera con Turquía. Y de nuevo pude disfrutar de unas vistas inmejorables del Monte Ararat con el Pequeño Ararat. El día estaba muy despejado, ideal para realizar la excursión a Khor Virap. La verdad es que para los armenios tiene que ser una auténtica tortura ver constantemente su montaña sagrada, sabiendo que no pueden acercarse a ella porque está en territorio de su gran enemigo. En Yeghegnadzor paramos en un área de servicio, donde aproveché para comer dos bollos rellenos de jamón dulce y queso, y un zumo de melocotón (1.000D).
A continuación atravesamos un territorio muy montañoso, con profundos valles y pináculos de roca. De camino pasamos junto al Pantano de Spandarian; y esquivamos enormes rebaños de ovejas que cortaban el tráfico. La carretera estaba llena baches y agujeros, y no paraba de dar botes en mi asiento. Así que no me extrañó ver máquinas asfaltando en algunos tramos. Cuando llegamos a Sisian controlé mi ubicación en el mapa, y aproveché que una pareja se bajó de la marshrutka para hacerlo yo también.
ALOJAMIENTO: ZORATS KARER B&B – 5.000D/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa en una casa enorme; limpieza extrema; mobiliario nuevo; lavabo privado con ducha de agua caliente; vistas a las montañas; tranquilidad total por la noche; terraza exterior con una mesa, columpios y una piscina (al ser octubre estaba vacía); familia propietaria muy amable; precio.
*Puntos en contra: camas individuales; ubicación bastante alejada del pueblo; wifi muy lento, y no llega a las habitaciones (donde tampoco hay cobertura).
Reservé dos noches a través de Booking, y más tarde me di cuenta que se trataba de una guesthouse que me había recomendado Sarah (la chica de Gales que conocí en Turquía). Para llegar desde el centro de Sisian me tocó caminar 20 minutos cargado con mis mochilas, recorriendo empinadas pistas sin asfaltar. Una vez en la casa comprobé que no había nadie, pero al menos pude acceder al interior (la llave estaba puesta) y me senté a esperar. Aunque tras más de una hora (por suerte pude utilizar el wifi del alojamiento) decidí llamar al teléfono de contacto que aparecía en Booking. Al cabo de unos minutos apareció el encargado (Levon), y me condujo a mi habitación. Poco después cogí mi cámara de fotos y salí a explorar el pueblo.
UN PASEO POR SISIAN
La primera impresión de Sisian no es muy prometedora. En la entrada del pueblo hay un par de fábricas de asfalto con chimeneas expulsando humo blanco; y en los alrededores abundan las naves abandonadas y los vehículos oxidados, herencia de un pasado en el que Sisian era un importante centro industrial. Pero tras explorar sus calles encontré diferentes lugares que me mantuvieron entretenido:
1. Museo de Historia: cuenta con 3 salas, de las cuales media contiene vasijas de barro procedentes de Zorats Karer; y el resto están dedicadas a una exposición etnográfica (vestidos tradicionales, utensilios…), y a conflictos bélicos (la Guerra de Nagorno-Karabakh, con objetos personales de los soldados fallecidos, y la Segunda Guerra Mundial). Me dejó indiferente. Pagué 500D, y la chica encargada me estuvo siguiendo todo el rato sin decir nada (no sé si esperaba preguntas o me vigilaba).
La parte más interesante del Museo está en un pequeño parque a escasos metros, y es gratuita. Esparcidas por el césped hay un montón de piedras con siglos de antigüedad: khachkars, figuras de carneros cubiertas de relieves, tumbas… Incluso hay tres rocas oscuras con petroglifos traídas desde Ughtasar. Todo sin protección alguna, expuesto a la lluvia y la nieve (los inviernos en Sisian son especialmente duros). Estuve un buen rato haciendo fotos y contemplando cada detalle.
2. Iglesia de Sisavan: data del siglo VI y está situada en lo alto de una colina, rodeada de tumbas y lápidas, dominando el pueblo. El exterior me gustó, con muros llenos de cruces grabadas por los que corrían lagartijas buscando insectos entre las grietas. Y ofrece buenas vistas. Aunque el interior es demasiado sencillo.
3. Memoriales de la Guerra de Nagorno-Karabakh: la proximidad de Sisian con este territorio hizo que un buen número jóvenes se alistaran al ejército cuando estalló el conflicto en 1990. Y muchos no regresaron con vida. En la parte alta del pueblo hay un enorme monolito; en una rotonda, sobre un altísimo pedestal, está la escultura de una mujer de rostro triste (cerca hay una bonita fuente con relieves de dragones); y en el cementerio de la Iglesia de Sisavan se pueden ver los relieves de tres águilas junto a filas de lápidas con las fotografías de los fallecidos.
Además, durante mi recorrido pasé junto a viviendas con balcones de madera; comercios con exóticos rótulos; y bastante gente vestida con uniforme militar. Por supuesto, no me encontré con ningún turista.
Antes de regresar a mi guesthouse entré en un supermercado y compré víveres de cara a los próximos días, ya que mi alojamiento no ofrecía servicio de comidas. Ya en mi habitación, cené salami con pan, un Kit Kat y un trozo de Gata, acompañado de zumo de naranja. Y me quedé dormido rodeado de un silencio sepulcral. Justo lo que necesitaba.
EL STONEHENGE ARMENIO
Al día siguiente me levanté a buena hora tras una noche de sueño impecable. Desayuné en la habitación (un paquete de galletas, un plátano y un yogurt líquido); me vestí; y me puse en marcha a las 8.30h, con una ajetreada jornada por delante.
Para empezar me dirigí a Zorats Karer, una colina llena de menhires, conocida popularmente como el “Stonehenge Armenio» (una afirmación un tanto optimista). Estaba 3,5km al norte de mi alojamiento, con lo cual decidí caminar. Primero por pistas de tierra, y después siguiendo la carretera principal, hasta alcanzar el desvío al recinto. Durante el trayecto pasó junto a mí un convoy de camiones militares; y en las colinas cercanas dos helicópteros patrullaban la zona. Por si no me había quedado claro que estaba en un lugar complicado… El paisaje estaba formado por colinas onduladas y campos de hierba amarilla.
Una vez en Zorats Karer me encontré con dos buenas noticias: no había que pagar entrada; y el lugar estaba completamente desierto. Así que durante más de media hora tuve el recinto para mí solo, haciendo fotos sin tener que esquivar a la gente, y disfrutando de una gran atmósfera. En Zorats Karer hay docenas de menhires alineados: unos forman un círculo alrededor de un túmulo funerario; y de ahí parten dos filas que se alejan más de 150 metros en direcciones opuestas. Se trata de rocas de 3 metros de altura y varias toneladas de peso, levantadas durante el siglo XX AC, a comienzos de la Edad del Bronce. Algunas tienen un agujero perfecto en su parte superior, y se cree que el conjunto era una especie de observatorio astronómico. Además de los menhires, en la zona hay varias tumbas y restos de antiguas construcciones.
Poco antes de las 10h comenzaron a llegar turistas occidentales (incluido un numeroso grupo de franceses). Yo me quedé un rato más, y tras explorar cada rincón di por terminada la visita y regresé a la carretera principal. Mi intención era hacer autoestop y ahorrarme una caminata sin mucho sentido. Y el primer vehículo que apareció paró nada más verme, sin tener que pedírselo. Era un flamante deportivo conducido por un simpático chaval, que me dejó en el centro de Sisian. Todo un detalle.
LA CASCADA DE SHAKI
A continuación me dirigí a la zona donde aparcan los taxis, y negocié con un abuelete el precio para llegar a la siguiente atracción del día: la Cascada de Shaki, situada a 4km de distancia hacia el oeste, en las afueras del pueblo del mismo nombre. El taxista se llamaba Samuel y la tarifa me convenció: 2.000D ida y vuelta, con espera incluida (menos de 4€). Así que subí al vehículo y arrancamos sin perder tiempo.
De camino pasamos por unas montañas espectaculares, con afilados pináculos de roca, y paré a sacar alguna foto. Al final llegamos a un aparcamiento donde Samuel se quedó esperándome; y caminé unos minutos por un sendero paralelo al río Shaki, hasta alcanzar la base de la cascada. Allí me encontré con una escena imponente. La Cascada de Shaki cae desde una altura de 18m, cubriendo una amplia pared de roca. Y el agua bajaba con mucha fuerza, ya que al ser domingo no estaba en funcionamiento la planta hidroeléctrica que habitualmente desvía buena parte del caudal del río. Fue toda unas sorpresa.
La parte negativa fue que el lugar estaba lleno gente, tanto grupos de turistas como lugareños. Y todo el mundo quería su selfie frente a la cascada. En concreto había una roca muy solicitada donde la gente subía, adoptando todo tipo de poses (sexy, brazos abiertos, de perfil…). Pero no perdí los nervios, y aproveché unos minutos de calma para hacer buenas fotos. El mejor momento para visitar la Cascada de Shaki es durante la parte central del día, entre las 11h y las 14h, cuando el sol ilumina el fondo del barranco y la cascada luce en todo su esplendor.
Tras un buen rato regresé al aparcamiento, y Samuel me devolvió al centro de Sisian.
RECORRIENDO EL VALLE DE VOROTAN
Antes de continuar con mi recorrido por los alrededores de Sisian decidí llenar el estómago. En el pueblo no abundan los locales de comidas, pero a escasos metros encontré un pequeño chiringuito muy frecuentado por lugareños. Allí me compré un Shawarma y un zumo de naranja (1.100D), y me senté a comer en un banco de un parque.
A continuación regresé a la parada de taxis, donde me esperaba Samuel para llevarme a más lugares de interés. De nuevo me pidió un precio ajustado: 4.000D ida y vuelta, con espera incluida. Pero quería tener tiempo suficiente para ver las cosas con calma, hacer fotos y parar por el camino. Así que redondeé la cifra a 5.000D, y de esta forma evité acabar con la paciencia de Samuel.
La idea era explorar un tramo del Valle de Vorotan, donde hay dos monumentos que merecen la pena:
1. Aghitu: en esta pequeña población, 7km al este de Sisian, se puede visitar una tumba/altar realmente original. Tiene 3 pisos de altura, con columnas y muros llenos de cruces grabadas; data del siglo VII; y se cree que formaba parte de una estructura más compleja. A su alrededor hay varias tumbas cubiertas de relieves medievales que me encantaron. Cuando llegué al recinto no había nadie, y estuve bastante tiempo haciendo fotos y examinando cada detalle (creo que a Samuel no le salieron a cuenta los 1.000D extra que le di). La tumba/altar está junto a la carretera principal, así que no tiene pérdida.
De regreso en el taxi, continuamos hacia el este hasta el segundo sitio que quería conocer. De camino atravesamos un paisaje soberbio, con enormes pináculos de roca de color naranja.
2. Monasterio de Vorotnavank: a pesar de haber visitado un montón de monasterios en Armenia, Vorotnavank me impresionó. Y mucho antes de llegar, cuando lo vi en la distancia contra un fondo de montañas onduladas. Fue fundado por la Reina Shahandukht a principios del siglo XI, y consta de dos iglesias: St. Karapet, con un Gavit y los restos aun visibles de un fresco representando un ángel bajo un cielo estrellado; y St. Stepanos, un templo más sencillo. Los alrededores están llenos de tumbas, algunas con relieves medievales. Además, Vorotnavank está situado en la parte superior del Valle de Vorotan, rodeado de murallas, y ofrece una panorámica genial de los alrededores.
El monasterio quedó destruido en 1931 tras un fuerte terremoto. Pero fue restaurado con posterioridad, manteniendo su autenticidad. Estuve unos 45 minutos explorando los diferentes rincones de Vorotnavank, y en todo ese tiempo no apareció absolutamente nadie. Un lujazo.
El timing de la visita fue perfecto, porque cuando estábamos a punto de marcharnos comenzó a soplar un fuerte viento, y el cielo se cubrió de nubes grises. El trayecto de vuelta no tuvo más historia. Samuel me dejó en el centro de Sisian, y nos despedimos amigablemente. Antes de volver a mi alojamiento, celebré que el día había salido a la perfección entrando en un bar y tomándome una cerveza Kilikia de 0,5l, servida en una jarra helada (500D).
En la guesthouse, me quedé un rato escribiendo en el comedor (el único lugar de la casa donde llega la señal del wifi). Y conocí a Suren, el dueño del lugar (Levon es su hijo). Se trata de un respetado médico ginecólogo que ha vivido por todo el mundo, al que los lugareños llaman “el doctor”. Estuvimos charlando un rato, y me puso un documental de más de media hora donde aparece visitando la principales atracciones de Sisian y los alrededores (está colgado en Youtube).
Ya en mi habitación, cené el mismo menú que la noche anterior. Mientras, en el exterior llovía con intensidad, y de vez en cuando el cielo se iluminaba con relámpagos.
EXCURSIÓN A UNA ZONA DE PETROGLIFOS
Al día siguiente me levanté como nuevo, tras otra noche de silencio absoluto que me permitió dormir como un tronco. Desayuné en la habitación (galletas, yogurt líquido y un Kit Kat); me vestí; y bajé al comedor de la guesthouse.
El plan de la jornada era visitar el Lago Ughtasar, situado en las montañas, a 3.300m de altura, cerca de la frontera de Nagorno Karabakh. Como el lago se encuentra a 23km de Sisian, y los caminos son impracticables, necesitaba alquilar un 4×4. Así que el día anterior hablé con Levon y quedamos en que me llevaría en su vehículo. El precio, nada menos que 20.000D (ida y vuelta, más espera). Y eso que me hizo un descuento, porque su tarifa habitual es de 25.000D (lo que pagó Sarah). De hecho, Samuel me dijo que él no subía allí por menos de 35.000D (aunque no sé cómo se las apañaba con su coche de ciudad). En fin, había gastado muy poco en Armenia y me podía permitir algún que otro lujo.
Como llovía, no concretamos ninguna hora para comenzar la excursión. La mañana amaneció nublada, pero por suerte el cielo se fue despejando y lució el sol. Yo me quedé escribiendo en el comedor, aunque al ver que pasaba el tiempo y Levon no aparecía decidí llamarle. Y me dijo que no podía pasar a recogerme hasta las 14h. No me hizo mucha gracia, porque sabía que el trayecto era complicado, y no tendría mucho margen para explorar Ughtasar. Además, en la montaña el tiempo suele empeorar por la tarde, y si nos pillaba la lluvia habría pagado una suma importante para nada. Pero bueno, no me quedó otra que esperar.
Al menos Levon fue puntual, y apareció a la hora convenida. Caminamos hasta su 4×4 y nos dirigimos hacia el norte de Sisian. Al poco de comenzar me quedó claro que un 4×4 es imprescindible para alcanzar Ughtasar, porque la pista de acceso es un auténtico camino de cabras, lleno de enormes piedras y agujeros. Los saltos y sacudidas eran constantes. El vehículo consiguió avanzar, pero estaba bastante cascado: las marchas no entraban; el motor se calaba; de vez en cuando se soltaba un cable y Levon tenía que bajar a ponerlo; y en terreno normal no superaba los 20km/h. Aunque al final, tras hora y media de trayecto, llegamos a la orilla del Lago Ughtasar.
La imagen era preciosa, con las tranquilas aguas del lago; el Monte Ughtasar (totalmente a contraluz); el Monte Tsghuk en la distancia (un volcán inactivo de casi 3.600m de altura y diferentes colores); y absolutamente nadie. Pero además del paisaje, Ughtasar es conocido por ser un lugar donde hay montones de petroglifos con miles de años de antigüedad, grabados en las rocas que rodean la orilla. Levon me indicó las zonas más interesantes y regresó al 4×4, dejándome explorar a mi aire. Tras haber visto decenas de petroglifos en los Montes Geghama, pensé que a lo mejor Ughtasar iba a ser más de lo mismo. Pronto comprobé que la excursión mereció la pena.
Los petroglifos de Ughtasar tienen dos diferencias respecto a los que vi en Geghama: hay muchas rocas de gran tamaño completamente cubiertas de grabados; y contienen una enorme variedad de figuras. Así que, además de las típicas cabras de larguísimos cuernos, pude ver numerosos seres humanos. En una roca había una mujer, con pechos y anchas caderas; en otra un hombre con una especie de estrellas en las manos; y por todas partes gente bailando, cazando con arcos y flechas… También había serpientes, animales curiosos, y todo tipo de símbolos extraños. Un auténtico festival, que me mantuvo entretenido casi una hora, sin parar de hacer fotos. Me encantó.
REGRESO A SISIAN
De nuevo en el 4×4, Levon me propuso volver a Sisian por un camino más largo, pero con mejores panorámicas. Por supuesto dije que sí al segundo y nos pusimos en marcha. Al poco estábamos cruzando un paisaje alucinante. Una meseta de extensas praderas, imponentes conos volcánicos de colores, y enormes avalanchas de roca negra. El lugar era impresionante, iluminado con las últimas luces del atardecer. En un punto bajamos del vehículo, y exploramos una zona de piedras con más petroglifos espectaculares. En una había enormes animales (no sabría decir qué eran); y otras estaban cubiertas con todo tipo de figuras. Según Levon, estos petroglifos los conoce muy poca gente.
El resto del trayecto hasta Sisian fue memorable. Con nuevas imágenes de postal; un águila de gran tamaño emprendiendo el vuelo; un cielo lleno de fotogénicas nubes mientras el sol se ocultaba tras las montañas; rebaños de vacas guiadas por pastores a caballo; grupos de pequeños pájaros revoloteando… Sencillamente genial. Antes de llegar a la guesthouse paramos a poner gasolina en un área de servicio, y Levon me invitó a un café. No es un hombre de muchas palabras, pero durante la excursión se portó de diez.
UNA CENA TRADICIONAL
Por si el día no había estado suficientemente cargado de emociones, cuando aparecí en la guesthouse me encontré con otra sorpresa. Suren y dos amigos estaban en el patio de la casa preparando un Khoravats. Se trata de una barbacoa, que junto al Dolma es la comida más típica de Armenia. Al verme, Suren me invitó a cenar con ellos, y acepté sin poner un pero: no había comido nada, me moría de hambre, y en mi habitación me esperaba una vez más pan con salami (¡por tercera vez consecutiva!). Aquello me salvó la vida.
El Khoravats consiste en trozos de carne (cerdo y ternera), verduras (pimiento, tomate…) y rodajas de patata, que se ensartan en pinchos de metal y se cocinan al fuego, estilo kebab. Suren tiene una granja, y todos lo productos eran completamente orgánicos. A continuación, ya de noche, nos sentamos en una mesa exterior, donde también se unieron Julietta (la mujer de Suren) y Levon. La carne estaba deliciosa, y no paré de comer, acompañada de una salsa roja casera y pan Lavash. Como era de esperar, todo bien regado de Aragh (un vodka casero). Estaba muy fuerte, y me tomé tres chupitos. Los brindis eran continuos, con un formato idéntico al de Georgia: Suren era el Tamada, y no paraba de proponer brindis por los motivos más diversos (la familia, la amistad, la paz mundial…). También probé un licor de cerezas preparado por Juliette (más suave).
El ambiente me encantó. Los amigos de Suren vestían ropa militar, y habían combatido juntos en la Guerra de Nagorno Karabakh. Aunque no hablaban inglés y me centré en Suren, que me explicó un montón de historias. Tras la cena la mesa se disolvió, y regresé a mi habitación, un tanto afectado por el Aragh. Mi estancia en Sisian no podía acabar de mejor forma.
CONCLUSIÓN
Muchos turistas pasan de largo por Sisian camino del famoso Monasterio de Tatev o de la misteriosa Nagorno Karabakh. Pero si (como yo) eres un amante de la arqueología, en Sisian encontrarás lugares sorprendentes, como los petroglifos del Lago de Ughtasar o los menhires de Zorats Karer. Te recomiendo una estancia mínima de dos jornadas completas, aunque una tercera te permitirá visitar con más tranquilidad las diferentes atracciones. Y si buscas aventuras, los alrededores de Ughtasar ofrecen paisajes similares a los Montes Geghama para perderte durante días sin cruzarte con nadie.
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