Descubriendo en moto el País Senufo, muy cerca de la frontera con Mali, entre montañas de formas sorprendentes y verdes arrozales
Sindou es una pequeña población considerada la capital del País Senufo. Este grupo étnico vive en el oeste de Burkina Faso, aunque también ocupa zonas de Costa de Marfil y Mali. Entre los siglos XVII y XIX pertenecieron al Reino de Kénédougou, con capital en Sikasso (Mali), hasta que los Franceses conquistaron la zona en 1898. Los Senufo son principalmente animistas y su rechazo a convertirse a la religión Islámica provocó la destrucción de numerosas aldeas como represalia. La vida de los Senufo se rige por varias sociedades secretas, entre las que destacan las Poro (hombres) y Sandogo (mujeres). A su alrededor tienen lugar ceremonias de iniciación en bosques sagrados, bailes de máscaras, y sangrientos sacrificios rituales.
La verdad es que Sindou no ofrece lugares de interés turístico, pero a escasa distancia se encuentra uno de los paisajes más impresionantes de Burkina Faso: los Pics de Sindou. Además es una buena base para visitar Niofila, una aldea tradicional Senufo; y subir al Monte Tenakourou, el más alto del país.
VIAJE BANFORA – SINDOU
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 6h en mi habitación del Hotel Comoé. Antes de ponerme en marcha decidí pegarme un buen desayuno en Banfora. El dueño del hotel me recomendó una boulangerie donde, según él, servían auténticas delicias, pero tras una dura caminata no vi ni rastro del local. O estaba cerrado (todavía era temprano) o no lo supe encontrar. El caso es que una vez más me salvó McDonald, que por suerte acababa de abrir. Allí pedí una tortilla francesa con verduras y patatas; una botella de agua grande; y un zumo de mango. Todo por 2.200F. Sin duda mi restaurante favorito de Burkina Faso.
De regreso al hotel comprobé que el día había amanecido con un tiempo horrible. El cielo estaba cubierto de nubes grises, con gotas de lluvia esporádicas y un molesto viento. Pero bueno, yo continué con mis planes, así que desalojé mi habitación; le dejé al dueño la mochila grande; y me subí a mi moto de alquiler listo para nuevas aventuras. La sorpresa se produjo cuando vi que la moto no arrancaba. Probé varias veces y ya me temía lo peor, hasta que apareció un chaval y utilizando el sistema manual lo logró al quinto intento. Todavía no lo sabía, pero aquello solo había sido un pequeño anticipo de lo que me esperaba…
Sindou se encuentra 51km al oeste de Banfora y se llega por una carretera en perfecto estado (la misma que recorrí parcialmente para viajar a Toumousseni). La verdad es que no me costó nada orientarme y encontrar el camino correcto. Pero cuando avanzaba a buen ritmo, poco antes de llegar a Tengrela, comenzaron los problemas…
1. Pinchazo: de repente noté que patinaba la rueda trasera y al parar comprobé que estaba totalmente desinflada. Había pinchado. Me quedé totalmente sin palabras porque no tenía ni idea de cómo actuar (la mecánica no es mi fuerte). Por suerte un crío que pasaba por allí en su bici me dijo que continuara hasta Tengrela, donde había varios talleres de reparación. Y me confirmó que podía seguir subido en la moto pero conduciendo muy despacio. Eso hice y conseguí llegar a un «taller» que en realidad era un tipo sentado en el suelo rodeado de piezas de diferentes vehículos.
Tras examinar la rueda el hombre me dijo que aquello no era un simple pinchazo. Por lo visto un trozo de hierro había atravesado la llanta perforando varias veces la cámara de aire y había que cambiarla. Yo me senté en un taburete que me ofrecieron y esperé con cara de circunstancias por dos motivos: la pérdida de tiempo; y el coste de la reparación. Mientras estuve allí vi a muchas niñas en bicicleta que antes de ir al colegio pasaban por el taller para inflar las ruedas a cambio de una moneda.
Aunque al final no fue para tanto: la moto estaba reparada en media hora; y solo me costó 2milF por la cámara de aire nueva + 200F por la mano de obra. ¡Menos de 4€! Como premio le dejé al mecánico una propina de 300F y continué mi camino con una sonrisa de oreja a oreja. A veces se me olvida que en África las cosas no son lo que parecen, para lo bueno y para lo malo.
2. Rotura del cable del acelerador: de nuevo en la carretera pude disfrutar del paisaje y me detuve en varias ocasiones para hacer fotos de viviendas tradicionales y algún cartel curioso. Hasta que tras una de esas paradas intenté acelerar para continuar y el mando no respondía. Yo lo probé todo pero la moto no se movía. Menos mal que otro chaval en bici me vio con cara de desesperación y me condujo hasta el taller más cercano, donde llegué a pie, empujando la moto y deshaciendo parte del camino, sin acabar de creerme lo que estaba pasando.
El mecánico me confirmó que se había roto el cable del acelerador y era necesario cambiarlo. El proceso fue realmente laborioso porque tuvo que desmontar un montón de piezas para sacar el cable, y esta vez me tocó esperar 45 minutos. Pero de nuevo acabé pagando un precio ridículo: tan solo 300F (menos de 50 céntimos). Yo le dí 200F adicionales de propina al chaval y quedó encantado.
De estos incidentes extraje dos conclusiones positivas: que tengo mucha suerte, porque las dos averías se produjeron relativamente cerca de núcleos urbanos (si me ocurren en una zona remota me habrían arruinado la jornada); y la honestidad de los lugareños, que sabiendo que yo era un turista blanco con dinero en una situación complicada me cobraron por las reparaciones el mismo precio que a cualquier otro vecino. Toda una lección. En fin, ya en la carretera dejé atrás varias aldeas; y me adentré en una zona boscosa y solitaria por donde apenas pasaban vehículos. Se notaba que me estaba acercando a la frontera de Mali…
LOS PICS DE SINDOU
De repente apareció en el horizonte una hilera de curiosas formaciones de roca que emergían del bosque. Eran los Pics de Sindou, que se levantaban como enormes chimeneas de color naranja, en claro contraste con el verde de los árboles. Yo en un punto abandoné la carretera y me desvié por una pista de tierra que en cuestión de minutos me condujo a pocos metros de los gigantescos pináculos. A continuación me bajé de la moto y di un paseo por los alrededores.
La experiencia fue memorable. Me encontraba completamente solo, perdido en un rincón remoto de Burkina Faso, en medio de un paisaje surrealista. Solo se escuchaba el canto de los pájaros; y cada nueva imagen de los pináculos era mejor que la anterior. Mi cámara de fotos echaba humo. Este momento compensó con creces todas las adversidades del día. Por cierto, el origen de los Pics de Sindou se debe al mismo fenómeno que creó los Dômes de Fabedougou: la acción de los elementos erosionando un antiguo lecho marino formado por materiales de diferente dureza.
Más tarde me subí a la moto; continué por una pista que avanza en paralelo a la carretera principal; y llegué al Centro de Visitantes de los Pics de Sindou, ubicado en un sencillo chiringuito de madera. Allí me recibió un chaval muy majo y me cobró la entrada (2000F), que incluye una visita guiada por el lugar. Yo había previsto explorar los Pics de Sindou por la tarde para aprovechar los últimos rayos de sol. Pero el cielo seguía nublado y ante la amenaza de que se pusiera a llover decidí adelantar la visita por si acaso.
El mismo chaval me acompañó durante 45 minutos enseñándome los principales lugares de interés y explicándome historias. Primero subimos por un desfiladero entre las montañas y alcanzamos la cima de una meseta, rodeados de pilares de roca de formas sorprendentes. No muy lejos están los muros en ruinas de una vivienda que fue construida para el rodaje de una película bastante conocida en Burkina Faso. El terreno se encuentra cubierto de pequeños trozos de vasijas de cerámica.
Después llegamos a un mirador que ofrece unas vistas épicas, con el pueblo de Sindou rodeado de verdes arrozales (la principal actividad económica del pueblo); y el territorio de Mali en el horizonte. Los Pics de Sindou son sagrados para la etnia Senufo y hay una parte vetada al público donde tienen lugar oscuros rituales que a menudo implican el sacrificio de animales. Me hubiera encantado presenciar uno, pero los Senufo son muy celosos de su privacidad (años más tarde lo comprobaría durante mi visita al norte de Costa de Marfil). En fin, de regreso en el Centro de Visitantes me despedí del guía; investigué un poco más la zona por mi cuenta; me subí a la moto; y continué hasta la población de Sindou.
ALOJAMIENTO: CAMPEMENT DJATIGUIYA – 6milF/Noche
*Puntos a favor: cabaña tradicional muy espaciosa; cama doble; baño privado; ventilador; ubicación en pleno centro de Sindou; tranquilidad total por la noche; ventilador; encargado de la recepción realmente amable; precio.
*Puntos en contra: ducha con escasa presión.
Este campamento aparecía recomendado en mi guía de viajes aunque tuve que preguntar a un par de lugareños para encontrarlo. Una vez instalado en mi cabaña salí a la calle con ganas de llenar el estómago.
COMIDA: CLUB LERABA
Se trata del mejor hotel de Sindou. Un imponente edificio de color granate que había abierto sus puertas tan solo un año antes. Ofrece habitaciones impecables; lujosas instalaciones; y la posibilidad de alquilar mountain bikes o quads a precios razonables (por ejemplo un flamante quad costaba 40€ al día con el combustible incluido). Durante mi recorrido por el suroeste de Burkina Faso vi varios carteles anunciando el Club Leraba y pensaba que estaría lleno de clientes, pero no había absolutamente nadie, con un ambiente triste y desangelado. Y es que la inseguridad en la vecina Mali provocó que el turismo cayera en picado, y muy poca gente se atrevía a visitar la zona.
Yo pregunté al encargado de mi campamento por un sitio para comer y me aconsejó el restaurante del Club Leraba, situado a 15 minutos a pie. Una vez allí ocupé una mesa del comedor, decorado con fotos de las principales atracciones turísticas de Burkina Faso y equipado con una moderna pantalla de televisión. Me atendió una camarera muy amable y tras examinar el menú decidí probar uno de los platos más populares de África Occidental: el Riz Gras. Se trata de arroz acompañado de verduras y (en mi caso) trozos de carne de buey. La ración era abundante y estaba muy rica. Para beber cayeron dos cervezas Brakina heladas. Precio: 3.200F. Repetiría sin dudarlo.
EXCURSION A NIOFILA
Después de comer volví al campamento y me subí a la moto. Mi idea era visitar Niofila, una aldea tradicional Senufo ubicada a 12km de Sindou. Pero me puse en marcha a las 16h y cuando llegué las sombras ya se estaban apoderando del pueblo. Aun así el trayecto fue espectacular, conduciendo por pistas de tierra; cruzándome con lugareños que me saludaban sonrientes; y sorteando un pequeño arroyo o bancos de arena que amenazaban con tirarme al suelo. También atravesé una gran extensión de arrozales cubiertos de agua, con árboles frutales, grupos de garzas blancas y los Pics de Sindou como telón de fondo. En un punto me limité a apagar el motor y contemplar la escena durante varios minutos, con el único sonido de los pájaros e insectos, y las últimas luces del atardecer. Inolvidable.
Al final regresé a Sindou a las 18h, con una sensación de felicidad total. Sin pensar en los peligros que corría circulando a esas horas tan cerca de la frontera de Mali con una moto que ya me había dejado tirado 3 veces en pocas horas (una nueva avería me hubiera puesto en una situación complicada). Antes de llegar a mi alojamiento hice una compra en una tienda y solventé la cena con galletas y un yogur casero que estaba delicioso.
En Sindou son habituales las celebraciones pero esa noche no había nada previsto. En cambio durante la anterior tuvo lugar un entierro con música y danzas tradicionales. Lástima porque habría sido un colofón perfecto para una jornada genial. A cambio estuve charlando un buen rato con un lugareño que se encontraba haciendo turismo por la zona y trabajaba en una fábrica de zumo de mango. Y a las 19h me fui a la habitación para disfrutar de un descanso más que merecido.
REGRESO A BANFORA
Al día siguiente amanecí tras una noche en la que dormí como un tronco. Una vez en pie desayuné unas galletas; desalojé la habitación; y me despedí del encargado del campamento, que incluso me sacó la moto a la calle y le limpió el polvo. En el centro de Sindou vi lugareños caminando; una carreta tirada por cebús; y los mágicos Pics de Sindou en la distancia. La verdad es que me hubiera gustado tener más tiempo para explorar en profundidad el País Senufo. En concreto dos atracciones:
1. Senufo Circuit: consiste en una ruta circular que se realiza a pie y pasa por varias aldeas tradicionales Senufo, algunas situadas a apenas 5km de la frontera con Mali. Dura 4 días y es una oportunidad única para conocer de primera mano la cultura y costumbres Senufo, alojándote con familias locales. Es necesario ir acompañado de un guía, que se puede conseguir fácilmente en el Centro de Visitantes de los Pics de Sindou. Desconozco los precios.
2. Monte Tenakourou: con sus 749m se trata de la cima más alta de Burkina Faso. El ascenso es sencillo y las vistas merecen la pena.
A diferencia del viaje de ida el regreso a Banfora fue muy tranquilo. De camino paré varias veces a fotografiar todo tipo de imágenes que me llamaban la atención: termiteros enormes de color naranja; árboles frutales; tramos de bosque; el río Comoé; lugareños de rostros exóticos; casas de adobe con curiosos graneros… Todo el mundo me saludaba, creando un gran ambiente. Ya en Banfora devolví con tristeza mi moto en Chez Tapissier Ouattara; y caminé hasta el Hotel Comoé, donde recuperé mi mochila grande y me despedí del dueño.
CONCLUSION
Caminar entre los Pics de Sindou es una experiencia realmente mágica. Aunque quizás no te acabe de convencer su proximidad de la frontera con Mali, y los avisos de evitar la zona por parte de los gobiernos occidentales. En mi caso, recorrí el lugar completamente solo, y no tuve el más mínimo incidente. Pero quizás fue cuestión de suerte… Una opción intermedia consistiría en que contrates los servicios de un guía nada más llegar a Sindou, para viajar acompañado y evitar rincones problemáticos. De cualquier forma, te recomiendo pasar como mínimo una noche en el pueblo.
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