Una roca enorme en cuya cima se encuentran las ruinas de un antiguo palacio, y una puesta de sol multitudinaria
Sigiriya es un lugar con una estructura similar a la de la vecina Dambulla. El pueblo se limita a un conjunto de hoteles y restaurantes distribuidos a lo largo de la carretera principal. Pero a unos pocos kilómetros de allí emergen de entre la selva dos rocas volcánicas de gran atractivo turístico. Sigiriya, que durante un breve espacio de tiempo se convirtió en la capital más sorprendente de Sri Lanka. Y Pidurangala, que ofrece la posibilidad de disfrutar de sensacionales puestas de sol.
VIAJE DAMBULLA – SIGIRIYA
Para el trayecto a Sigiriya decidí contratar los servicios de un tuk-tuk a través de mi hotel en Dambulla. Durante mi estancia los dueños se habían portado genial; y así me aseguraba un precio correcto sin tener que perder el tiempo negociando. Tras otro abundante desayuno, servido en la terraza frente a mi habitación, me despedí de la encantadora familia. Y a las 8.15h apareció puntual el conductor de tuk-tuk.
La ruta habitual para llegar a Sigiriya sigue la carretera principal durante 16km. Pero en el alojamiento me habían recomendado utilizar una ruta alternativa, conocida como Lake Road, que atravesaba un bonito paisaje, añadiendo 5km más al recorrido. Y por un precio similar (1.200 R). Así que acepté sin dudarlo.
Esto fue lo más destacado del trayecto:
1. Para empezar, el conductor me llevó a su casa, con la excusa de haberse olvidado el carnet de conducir. Algo en principio sospechoso. Pero el desvío fue mínimo. Y todo se limitó a sentarme unos minutos en el sofá de un espacioso salón; ver fotos familiares (sus dos hijos, él vestido de militar…); y conocer a su sonriente mujer. Tuvo su gracia, y tampoco tenía mucha prisa.
2. Más tarde paramos en un mirador para contemplar unas vistas geniales del Lago Kandalama, de dimensiones considerables. Un lugar precioso a esa hora de la mañana. Con un grupo de niños bañándose en la orilla; una barca de pescadores; un par de pelícanos; y en la distancia la silueta de las rocas de Sigiriya y Pidurangala. Realmente fotogénico.
3. De camino también hicimos algún alto para ver el paisaje. Un oasis de verdor, con arrozales y bosques, y onduladas colinas de fondo.
4. Llegando a Sigiriya, había un tramo de río con un cuidador (se llaman mahout) bañando a su elefante. Era enorme, y obedecía todas sus órdenes, levantando cada pata para que le limpiara bien las heridas de las cadenas y evitar que se infectaran. Más tarde lo vi avanzando por la carretera como si fuera un vehículo más.
La verdad es que en el alojamiento tenían razón, y la Lake Road fue mucho más gratificante que viajar por la carretera principal, llena de ruidoso tráfico. Gran inicio de día. Una vez en Sigiriya, el conductor me dejó en la puerta de mi hotel, y nos despedimos amigablemente.
ALOJAMIENTO: SIGIRI LION LODGE – 2.620 R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado enorme con ducha perfecta; limpieza extrema; bonito porche exterior para sentarse y desayunar; ventilador; ubicación a cierta distancia del centro y de la carretera principal, con una tranquilidad total; wifi impecable; precio (con el desayuno de un día incluido); personal extremadamente amable.
*Puntos en contra: lavabo plagado de hormigas. A mí no me importa mucho, pero habrá a quien no le haga gracia la idea. Por las noches había menos, pero porque de la taza del váter aparecía una pequeña rana, que se apostaba en el lugar de paso de las hormigas, y se las comía en milésimas de segundo (al pasar a su lado desaparecían). Realmente curioso. Aunque también es justo decir que me alojé en una de las habitaciones más económicas. El hotel tiene un edificio nuevo anexo, donde imagino que la cosa cambia.
Esta fue otra reserva realizada desde casa a través de Booking, y acerté de nuevo. Aunque aquí iba a lo seguro, porque se trata del alojamiento de Sigiriya más recomendado en todas las guías de viaje. Por suerte, a pesar de llegar temprano, mi habitación ya estaba lista.
Una vez instalado, di un breve paseo por los alrededores, y comprobé que, al igual que Dambulla, Sigiriya es una población moderna de nulo interés turístico. Aluciné con la cantidad de hoteles por metro cuadrado que había en la zona. Según el conductor de tuk-tuk, más de 500 solo entre Dambulla y Sigiriya. Una locura… Al final, estuve un rato sacando fotos de Toque Macaques. Y me compré 3 Samosas, un aperitivo muy popular (150 R). Se trata de masa de crêpe frita muy fina, rellena de verduras (patata, cebolla, lentejas…), con forma triangular y ligeramente picante. Pero el sol apretaba con fuerza, así que acabé regresando a mi habitación.
PUESTA DE SOL EN PIDURANGALA ROCK
Para pasar la tarde, decidí subir hasta la cima de la Pidurangala Rock y ver la puesta de sol. Quedaba a más de 3km de distancia, al norte de mi hotel, así que preferí utilizar los servicios de un tuk-tuk. El conductor me llevó hasta la base de la roca. Y acepté su oferta de esperarme hasta mi regreso y devolverme al hotel, porque el lugar estaba bastante apartado y ya sería de noche. Mejor no complicarme la vida. Además, todo por tan solo 500 R (unos 3 euros).
Pidurangala es una roca volcánica de unos 200 metros de altura. En su base hay un templo budista que visité brevemente. Su origen se remonta al siglo V, y la sala de oración tiene una portada interesante, llena de esculturas de diferentes personajes mitológicos. Para acceder al sendero que lleva a la cima es necesario pagar una entrada de 500 R (toda una ganga comparado con el precio de visitar Sigiriya, como comprobaría al día siguiente).
Si estás en una forma física aceptable, el ascenso es bastante sencillo. Yo subí a un ritmo normalito, y tardé una media hora. De camino había una enorme estatua de Buda reclinado, que en el pasado sufrió daños importantes y habían reconstruido parcialmente con ladrillos. A parte de eso, escaleras interminables en continua pendiente atravesando el bosque. El tramo final me obligó a trepar por unas rocas de grandes dimensiones haciendo equilibrios, pero llegué a la cumbre sin problema. En el pasado Pidurangala era un lugar que poca gente conocía. Pero actualmente ha adquirido mucha popularidad, y durante el ascenso me crucé con bastantes turistas.
Una vez en la cima, aún faltaba más de una hora para la puesta de sol, pero la verdad es que estuve bastante entretenido. Esto fue lo más destacado:
1. Las vistas de Sigiriya Rock. Impresionantes, con la enorme roca emergiendo del bosque, y una luz perfecta para las fotos.
La anécdota se produjo cuando volví a poner en peligro la pedida de matrimonio de una pareja alemana (¡igual que en Mole!). Esto ya es de risa. Necesitaba a alguien que me sacara una foto, y se lo pedí a un chaval al que vi solo. No aceptó muy convencido, lo cual me sorprendió bastante, porque la gente suele ser amable. Y al cabo de un minuto, tras hacerme la foto, lo veo de rodillas, dándole a su novia un anillo de compromiso. Vaya tela… Seguro que el pobre ya tenía el anillo en la mano, hecho un manojo de nervios. Y aparezco yo y le obligo a posponer la escena…
2. Además de Sigiriya, las vistas de los alrededores eran alucinantes. Con la selva extendiéndose hasta el infinito, salpicada de templos y estatuas de Buda.
3. La cima era muy amplia, y aunque fueron llegando un montón de turistas, había espacio de sobras para todo el mundo. Yo estuve explorando el lugar, y encontré unos curiosos ejemplares de cactus.
4. Cuando se acercó el momento, me senté y contemplé una magnífica puesta de sol. Tuve mucha suerte, porque pude ver el sol perfectamente definido en el cielo, sin nubes que lo obstaculizaran. Con unos colores geniales. Eso sí, a mi alrededor habría unas 200 personas. Y el 90% eran parejas en actitud cariñosa, haciéndome sentir como Ben Stiller en una de sus comedias. La situación era hilarante.
5. Tras la puesta de sol me moví rápido, pues el primer tramo del camino era estrecho y había mucha gente. Ya anochecía, pero había bombillas que iluminaban los rincones más oscuros (menos mal, porque me olvidé en mi habitación la linterna frontal). Y en cuestión de minutos llegué a la base de la roca.
No me costó encontrar mi tuk-tuk, y regresamos al hotel. Al poco vimos a un chaval que caminaba solo entre la oscuridad, y pedí que paráramos y le lleváramos al pueblo. Resultó ser un holandés que también viajaba por libre, y charlamos un rato. Fue reconfortante encontrar a alguien que viajaba en solitario, porque ya empezaba a sentirme un bicho raro en Sri Lanka…
CENA: SIGIRI NIRWANA RESTAURANT
Al poco de llegar al hotel, decidí cenar cuanto antes. La encargada de la recepción me recomendó un restaurante anexo, y caminé hasta él, ocupando una mesa de su terraza cubierta.
Para evitar sorpresas, pedí Chicken Fried Rice. Un valor seguro en países de gastronomía picante. Me pusieron un plato enorme, y estaba delicioso, acompañado de una salsa con leche de coco. Costó, pero comí poco a poco y me lo acabé todo. Para acompañar, una Coke de medio litro y una botella grande de agua. Y la sorpresa, fruta de postre cortesía de la casa (un plátano y un trocito de sandía). Todo por 600 R. Eso sí, por allí no paraban de aparecer turistas hablando español. Aluciné.
EL PASADO DE SIGIRIYA ROCK
Al día siguiente, me tocó madrugar una vez más para esquivar a las masas. Así que a las 6.30h ya estaba desayunando en el porche frente a mi habitación. No estuvo mal: tostadas con mermelada y mantequilla; tortilla francesa; fruta; algún producto local, de los que solo me comí un Pani Pol (un rollo de crêpe relleno de miel y coco); y café con leche.
A continuación, caminé hasta la Sigiriya Rock. Fue un paseo de 1,5km, principalmente por una pista de tierra todavía con poca actividad. Donde había carteles que advertían de la presencia de elefantes salvajes (y si estaban sería por algo). Cerca de la entrada me encontré con un lío de carteles e indicaciones tremendo. Para localizar la taquilla reservada a extranjeros tuve que dar un montón de vueltas (en cambio, las taquillas de lugareños estaban justo al lado del camino principal). Y una vez allí, me encontré con que los extranjeros pagamos la desorbitada suma de 30 Usd por el ticket de acceso. Menuda clavada…
En fin, con el ticket en mi poder, continué avanzando hasta la entrada, donde había un puesto de control de billetes. Y desde allí aceleré el ritmo hasta la base de la roca.
La historia de Sigiriya es muy interesante. Durante siglos la zona estuvo ocupada por monjes budistas, que vivían en una serie de cuevas ubicadas en la base de la roca y sus alrededores. Hasta que en el año 477, el recién coronado rey Kasyapa decidió trasladar aquí la capital de Sri Lanka, enviando a los monjes a la vecina Pidurangala. Kasyapa era un rey tremendamente impopular, ya que accedió al trono asesinando a su padre; y enviando al exilio a Moggallana, su hermanastro y legítimo heredero. Por eso decidió aislarse en la roca de Sigiriya: para alejarse de la corte de Anuradhapura; y defenderse de la constante amenaza de Moggallana, que estaba decidido a pelear por lo que era suyo.
Del reinado de Kasyapa proceden las principales atracciones de Sigiriya. Aunque fue un monarca efímero. En el año 495 Moggallana regresó a Sri Lanka al mando de un ejército. Y durante la batalla Kasyapa fue traicionado por sus tropas, que no lo veían claro y le abandonaron. Así que acabó suicidándose antes que caer en manos de su enemigo. Ese mismo año, Moggallana trasladó de nuevo la capital del reino a Anuradhapura, y convirtió Sigiriya en un monasterio budista, que desarrolló su actividad en la zona hasta el siglo XIV.
UN ENTRETENIDO ASCENSO
Desde la base de Sigiriya, tocó comenzar a subir escaleras. Había algunos carteles que invitaban a desviarse del camino, pero la clave consiste en alcanzar la cima de la roca durante las horas de menos afluencia de turistas, entre las 7h y las 9h. Y dejar cualquier otra visita para más tarde. Esto fue lo más destacado:
1. Boulders Gate: un punto donde un tramo de escaleras pasaba entre dos enormes rocas.
2. Cloud-Women Frescos: uno de los platos fuertes de Sigiriya. Tras subir por una escalera metálica en forma de espiral, llegué a una parte de la roca donde había unos frescos espectaculares. Se trata de 21 mujeres llenas de joyas y adornos, con el torso desnudo, que representan a integrantes del harén real a modo de Apsaras (ninfas acuáticas de la mitología hindú). Pintadas con gran maestría y todo lujo de detalles. Por lo visto, en el pasado toda la cara de la roca estaba pintada de blanco y había más de 500 Apsaras. Porque el reino de Kasyapa quería imitar a Alakamanda, la ciudad de los dioses de la mitología budista, ubicada entre las nubes.
La buena noticia era que los frescos estaban en un perfecto estado de conservación (gracias a una restauración realizada durante los años 70). La mala, que las fotos estaban totalmente prohibidas, con o sin flash. Y había un vigilante dedicado en exclusiva a esa misión. Aunque creo que la medida no es para prevenir el deterioro de las pinturas, sino para evitar las aglomeraciones de gente en ese espacio tan estrecho. Por suerte, pude disfrutar de los frescos el tiempo que quise y casi a solas. Pero en hora punta debe ser terrible.
3. Mirror Wall: una pared que en su día reflejaba la imagen de la gente que pasaba. Y donde hay grafittis que abarcan un periodo de varios siglos. A mí me pareció un muro normal, y hasta tuve que retroceder para preguntar dónde estaba, porque no me lo acababa de creer.
4. Lion Gate: sin duda el momento estrella del ascenso. Tras el Mirror Wall llegué a una plataforma frente a la roca, desde donde arrancaba un tramo de escaleras metálicas que subían en zigzag hasta coronar la cima. Y flanqueando el inicio de las escaleras había dos enormes garras de piedra. Es lo único que queda de la gigantesca estatua de un león agazapado, cuya boca atravesaban las escaleras (por eso a Sigiriya también se le conoce como Lion Rock). Tenía que ser una imagen espectacular… Pero alrededor del siglo IX la estatua comenzó a desmoronarse por el paso del tiempo.
En la plataforma vi carteles que recomendaban no hacer mucho ruido. Porque en la zona hay nidos de avispas, y no es la primera vez que atacan a turistas al sentirse amenazadas. La verdad es que no les di mucha importancia. No me imaginaba que días más tarde yo mismo iba a ser objeto de uno de esos ataques…
5. Cumbre de Sigiriya: está llena restos de diferentes construcciones, incluidos los cimientos del Palacio del rey Kasyapa; una piscina ceremonial; o un banco de piedra conocido como el Trono del Rey. Pero lo más interesante de la cima son las impresionantes vistas de los alrededores. De la Pidurangala Rock; el Water Garden; una escultura blanca de Buda emergiendo de la selva; las montañas de fondo…
Hacía un viento tremendo, y había muchas nubes, que de forma intermitente oscurecían el paisaje. Pero aún así pude sacar muy buenas fotos. Me tiré un buen rato paseando y disfrutando de las vistas. Y cuando me aburrí, inicié el descenso.
EXPLORANDO EL RESTO DE SIGIRIYA
A esa hora el gentío ya era importante, y la primera parte de la bajada caminamos en procesión. Pero luego los turistas se dispersaron, y pude visitar con tranquilidad otros lugares:
1. Boulder Garden: aprovechando las enormes rocas dispersas por los alrededores, en el pasado se construyeron diferentes edificaciones. Como una inverosímil sala de audiencias, situada en la parte superior de una roca. O varias cuevas utilizadas por los monjes budistas para meditar, entre las que destaca la Cobra Hood (con forma de cobra y restos de pinturas murales en el techo).
Llegado a este punto, el calor era tremendo, y no había bebido ni una gota de agua (como siempre llevaba mi mochila de adorno). Así que pedí permiso a los vigilantes del acceso para salir del recinto y regresar más tarde. Y me acerqué a la cafetería, donde cayó una Samosa que me supo a gloria; una Mirinda; y dos zumos de lima deliciosos. Todo por 900 R (normal, al estar en uno de los lugares más turísticos de Sri Lanka).
2. Museo: el motivo principal de entrar fue visitar una galería donde se exhiben unas copias muy logradas de los frescos de Sigiriya. Y aquí sí se pueden sacar fotos, por lo que al menos me llevaba un recuerdo. Además había varias salas con objetos y paneles explicativos sobre la historia de Sigiriya. No es un mal lugar para evitar durante un rato la parte central del día, cuando el sol aprieta más.
3. Water Garden: de regreso en el recinto, estuve dando un paseo por los jardines que rodean la roca de Sigiriya. Con estanques atiborrados de nenúfares; montones de ranas saltando al agua a mi paso; grupos de monos Toque Macaque correteando; una Serpent Eagle buscando comida entre la hierba; un mirador con buenas vistas de la roca y los jardines… Vamos, que me lo pasé genial. Y completamente solo, porque todos los turistas iban al grano, y se centraban exclusivamente en la roca.
Tras los jardines, ya no me quedaba nada más por visitar. Así que decidí ir a pie hasta un lugar ideal para pasar el resto de la tarde.
ATARDECER EN KAYANWALA
Mi idea era conocer el Lago Kayanwala. En teoría a unos 3km de Sigiriya. Pero al final acabé caminando más del doble, porque no supe encontrar la pista que tomé por la mañana. En el primer intento, me fui en la dirección opuesta, atravesando un tramo de bosque protegido, con bastantes Toque Macaque. De regreso me iba comiendo un polo (30 R), y al ver que uno se me abalanzaba, le tiré el papel y el palo, y salí a la carrera. En el segundo intento, acabé dando un gran rodeo, siguiendo el contorno del foso que rodea Sigiriya (lleno de agua, con nenúfares y, según dicen, algún que otro cocodrilo). Y después por la carretera principal, hasta el desvío al lago.
El tramo final lo hice equipado con una botella de agua grande (80 R). Paseando tranquilamente junto a casas de vivos colores, con lugareños sentados en el portal o niños jugando; campos de cultivo; y árboles fotogénicos. Toda la gente me saludaba con una sonrisa. Y por supuesto, ni rastro de otros turistas. Mi ambiente ideal.
Una vez en el lago, me encontré ante un paisaje de postal: aguas cubiertas de plantas acuáticas; orilla rodeada de árboles frondosos; y un pequeño hotel de color blanco donde hubiera estado genial pasar la noche. Me tiré algo más de hora y media recorriendo una pista de tierra que bordeaba el lago. Parándome a cada momento, para fotografiar una panorámica mejor que la anterior; o algún pájaro curioso. Pude ver varios Kingfishers; un enorme Serpent Eagle que salió volando a escasos metros de mí; una pareja de espectaculares Calamones (en inglés, Swamphen), de plumaje azul oscuro, y pico y patas de color rojo; Milanos sobrevolando la zona; grupos de ruidosos Loros; y pequeños pájaros de vivos colores. También me encontré a algún lugareño pegándose un bañito, mirándome con cara de sorpresa.
Por si fuera poco, tras un rato avanzando apareció la Sigiriya Rock, que quedaba genial en las fotos, con su imagen reflejada en las aguas del lago. Un gran lugar. Intenté bordear el lago por completo, pero era más grande de lo que esperaba, y a una hora prudencial di media vuelta. De regreso, me encontré con un gracioso Langur, que buscaba comida y no tuvo problema en que le fotografiara de cerca. Hasta que se cansó y se marchó al trote. Grandes momentos.
La verdad es que necesitaba una tarde como esa, alejado de las masas de turistas. Cuando llegué a mi habitación, tenía los pies ardiendo, pero estaba muy contento por cómo había transcurrido el día.
CENA: SIGIRI NIRWANA RESTAURANT
Como soy animal de costumbres, y la noche anterior acabé muy satisfecho, regresé al mismo lugar. Por suerte llegué unos segundos antes que otras tres mesas, y me atendieron rápido. Repetí Chicken Fried Rice (de nuevo plato rico y abundante), acompañado de una Coke, y rematado con fruta cortesía de la casa (plátano y un trozo de piña). Impecable. Precio: 500 R.
Tras llenar el estómago, volví a mi habitación, donde tenía un montón de cosas que preparar de cara al día siguiente.
CONCLUSIÓN
La Roca de Sigiriya es una de las atracciones turísticas más espectaculares de Sri Lanka. Y eso se traduce en oleadas de visitantes que pueden acabar convirtiendo la experiencia en algo bastante desagradable. Mi consejo: madruga y accede al recinto cuando abre sus puertas (a las 7h). Y durante un par de horas podrás disfrutar del lugar con muy poca gente. Medio día será suficiente, pudiendo completar la jornada con una puesta de sol en Pidurangala, o un paseo relajado por la orilla del Lago Kayanwala (según las energías que te queden).
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