Explorando la población donde nació el mítico príncipe Vlad Tepes, rodeado de torres defensivas, iglesias fortificadas y campos de cultivo
Sighisoara es una ciudad de Transilvania famosa por ser el lugar de nacimiento de Vlad Tepes. Se encuentra en una zona que durante muchos siglos estuvo habitada por una importante comunidad de colonos procedentes de Alemania y Luxemburgo, conocidos popularmente como Sajones. Su origen se remonta al año 1123, cuando el Rey de Hungría Geza II invitó a establecerse en la región a los Sajones con un doble objetivo: defender la frontera oriental del reino, y explotar sus habilidades mineras para dinamizar la economía. Estos recién llegados gozaron de importantes privilegios, mientras que los Rumanos quedaban relegados a los trabajos agrícolas. Más tarde, la destrucción causada por la invasión de los Mongoles en 1242 y la amenaza constante del Imperio Otomano provocó que los asentamientos Sajones se reforzaran con ciudadelas e iglesias fortificadas (llamadas Kirchenburgen).
Hoy día la comunidad Sajona se ha reducido drásticamente, ya que la mayoría de sus miembros regresaron a Alemania en diferentes oleadas tras la Segunda Guerra Mundial y la caída del régimen de Ceausescu. Pero atrás dejaron un montón de poblaciones medievales muy bien conservadas. La magnífica ciudadela de Sighisoara es de visita obligada. Y desde aquí se pueden realizar infinidad de excursiones por los alrededores, como la aldea de Biertan, con su imponente iglesia fortificada.
VIAJE: BRASOV – SIGHISOARA
Para este desplazamiento decidí utilizar una vez más el tren, aprovechando que la Estación de Brasov se encontraba a apenas un cuarto de hora a pie de la Pension Bittner. En la taquilla compré el billete (39,5L), encontré el andén correcto y al cabo de unos minutos apareció el tren. Ya había consultado los horarios con antelación a través de la página web de CFR, una gestión muy recomendable porque el siguiente tren pasaba al cabo de 5,5 horas y encima se detenía en más estaciones.
El trayecto duró algo menos de 3 horas para recorrer 115km hacia el noroeste de Brasov, adentrándome en la región de Transilvania. De camino fui escuchando música y pude disfrutar de un paisaje precioso, con colinas ondulantes de un color verde intenso y pequeñas aldeas con viviendas tradicionales e iglesias de tejados puntiagudos. El vagón iba casi lleno de gente, así que me tuve que quedar en el asiento asignado (junto al pasillo y de espaldas a la dirección del tren). Y a la hora prevista llegué a Sighisoara.
La Estación de tren se encontraba a 2km del lugar donde había previsto alojarme y decidí caminar, atravesando un pequeño tramo de bosque. Eso sí, entre el calor y que el camino era cuesta arriba, llegué empapado en sudor.
ALOJAMIENTO: CASA DALIA TRANSILVANIA – 102L/Noche
*Puntos a favor: habitación gigantesca; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza impecable; terraza con vistas geniales de Sighisoara; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; nevera compartida; propietaria muy simpática; precio.
*Puntos en contra: ubicación alejada del Casco Antiguo; la cisterna del lavabo perdía agua y mojaba el suelo.
Reservé este alojamiento a través de Booking y fue todo un acierto. La propietaria había vivido 7 años en Málaga y hablaba un español perfecto. Y fruto de un error conseguí una habitación familiar a precio de sencilla. Al poco de instalarme preparé la mochila pequeña y salí a conocer la ciudad.
UN PASEO POR LA CIUDADELA
La principal atracción turística de Sighisoara es su ciudadela medieval, mucho mejor conservada que las de Brasov o Sibiu, e incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Así que decidí realizar un recorrido por su perímetro, deteniéndome a contemplar las diferentes torres defensivas. Quedan en pie 9 de las 14 torres originales. Entre los siglos XIV y XVI cada gremio de comerciantes de Sighisoara se encargaba de la gestión de una de ellas. En el año 1676 un devastador incendio arrasó buena parte de la ciudad y muchas torres sufrieron importantes daños (en ellas se almacenaba pólvora y municiones), pero posteriormente fueron reconstruidas.
Yo comencé la ruta al noroeste de la ciudadela y fui caminando en el sentido de las agujas del reloj. Me gustó mucho Tailor’s Tower, que defiende la entrada norte, con un doble arco por el que circulan vehículos y personas; y Bootmakers’ Tower, de estilo barroco, con dos pequeñas torres de observación en su tejado y una escalera exterior de madera (añadida en el año 2001). También Tinsmith’s Tower, de 25m de altura y forma hexagonal, a la que no se puede acceder porque está en una propiedad privada. Aun así yo me metí por un estrecho sendero paralelo a la muralla lleno de ortigas (iba en pantalón corto) y conseguí acercarme a escasos metros. La visita a Clock Tower (la más espectacular de todas) la dejé para el día siguiente.
Durante el recorrido no me crucé con mucha gente y pude contemplar buenas vistas de la ciudad. De vez en cuando aparecían grupos de palomas volando, creando imágenes muy bonitas, con el Casco Antiguo de Sighisoara de fondo. Tras la visita tenía bastante hambre, así que busqué un restaurante para llenar el estómago.
CENA: CAFE MARTINI
Este lugar no fue mi primera opción, pero en un par de sitios recomendados por mi guía de viajes los precios eran excesivos, y decidí buscar por mi cuenta. La terraza del Café Martini es enorme y no me costó encontrar una mesa libre. Aquí probé por primera vez dos platos típicos de la gastronomía rumana: Ciorba de Fasole cu Afumatura in Pita (sopa de judías con trocitos de codillo de cerdo, servida dentro de un bollo de pan); y Papanasi (masa de donut acompañada de nata y mermelada de arándanos).
La sopa me gustó, pero el postre me dejó indiferente y no lo volví a pedir. Para acompañar cayó una cerveza Staropramen. La camarera que me atendió era muy eficiente, teniendo en cuenta la cantidad de mesas a gestionar. Y el ambiente del local me encantó, con música, familias de rumanos y pequeños pájaros en busca de migas de pan. Precio: 50L.
Cuando acabé de cenar ya había oscurecido y aproveché para dar un paseo nocturno por Sighisoara. Primero me acerqué a un puente sobre el río Tarnava Mare, que cruza la ciudad. Desde aquí las vistas son preciosas, con la silueta de las torres y tejados de la ciudadela; y la Iglesia Sfanta Treime reflejada en las aguas del río. Después regresé al Casco Antiguo, caminando por calles adoquinadas muy tranquilas, donde ya no había puestos de souvenirs y turistas en cada rincón; y con los principales monumentos iluminados. Pasé un rato muy agradable. Por cierto, me sorprendió la ausencia de perros o gatos callejeros, en comparación con otras zonas de Rumanía. A eso de las 21h regresé a mi habitación y me dediqué a leer y preparar las siguientes jornadas.
DESCUBRIENDO SIGHISOARA
Al día siguiente me desperté a buena hora tras una noche de sueño impecable. El silencio era absoluto y pude dormir como un tronco. Una vez en pie desayuné galletas y zumo de naranja. También tenía un plátano, pero lo tuve que tirar porque estaba congelado (también me ocurrió en Sinaia, no entiendo por qué las neveras en Rumanía enfrían tanto). Después me vestí, preparé la mochila pequeña y salí con ganas de explorar a fondo Sighisoara. En el exterior el tiempo era ideal, con sol y cielo azul. Esto fue lo más destacado de mi visita:
1. Plaza Cetatii: es el corazón de la antigua ciudad medieval, donde en el pasado tenía lugar el mercado o las ejecuciones públicas. Sus dimensiones son pequeñas (comparada con la de Brasov), pero está rodeada de bonitos edificios históricos con fachadas pintadas de vivos colores que ahora albergan restaurantes y tiendas de artesanía. Entre ellos destaca la Casa du Cerb, del siglo XVII, llamada así porque una de sus esquinas está decorada con la cabeza de un ciervo (con astas y todo). Una pena que la plaza no sea peatonal, porque no paran de pasar coches y trenecitos cargados de turistas.
2. Clock Tower: el monumento más emblemático de Sighisoara. Una torre de 64m de altura que vigila la principal puerta de acceso a la ciudadela y es visible desde cualquier punto del Casco Antiguo, emergiendo de entre las viviendas. Fue construida en el siglo XIV y ampliada posteriormente. El espectacular tejado multicolor con sus 4 pequeñas torres de observación se añadió tras el incendio de 1676. La entrada a la Clock Tower cuesta 15L y merece la pena por dos motivos:
*Museo de Historia de Sighisoara: se compone de varias salas distribuidas entre las diferentes plantas de la torre. En ellas se exponen todo tipo de objetos sin ningún orden aparente: piezas de cerámica, hallazgos del Neolítico, una farmacia antigua… También es posible ver de cerca el mecanismo del reloj. Los suelos son de madera y hacen un ruido tremendo al caminar por ellos.
*Vistas de la ciudad: en el piso superior hay una terraza (sin molestos cristales) que ofrece la mejor panorámica de Sighisoara, con un mar de tejados, torres, iglesias… y las montañas de fondo. Imprescindible para los amantes de la fotografía.
3. Casa de Vlad Dracul: Vlad II era hijo bastardo de Mircea I, Príncipe de Valaquia; y pasó buena parte de su vida en la corte de Segismundo, Rey de Hungría. Fue allí donde entró a formar parte de la Orden del Dragón, una selecta hermandad de caballeros creada para luchar contra los enemigos del Cristianismo (principalmente el Imperio Otomano); y decidió cambiar su nombre a Vlad II Dracul (dragón). Entre los años 1431-35 Vlad Dracul vivió en Sighisoara, a la espera de poder regresar a Valaquia para hacerse con el trono. Durante este periodo nació su hijo Vlad III Dracula (hijo del dragón), que con el tiempo sería más conocido como Vlad Tepes (el Empalador), o simplemente Dracula, a partir de la famosa novela de Bram Stoker.
La supuesta Casa de Vlad Dracul es antigua pero no es la original, que en algún momento de la historia fue destruida. Tiene un restaurante en la planta baja y un pequeño museo en el piso superior. Yo no entré porque me pareció un lugar excesivamente turístico, así que no puedo opinar.
4. Iglesia del Monasterio: un templo gótico construido durante el siglo XIII, aunque con numerosas reformas posteriores. Formaba parte de un monasterio Dominico que fue derribado en 1888. Durante mi visita la iglesia se encontraba en restauración, y todo el exterior estaba cubierto de lonas y andamios. Pero se podía entrar (pagando 8L). La sorpresa llegó cuando el encargado me preguntó de dónde era, y al decirle Barcelona me dio un papel con información detallada… ¡en catalán! No me lo esperaba.
En el interior destaca el altar de madera, de estilo barroco, con imágenes de la vida de Jesús; un órgano del siglo XVII; el púlpito adornado con relieves; una sacristía con varias esculturas; y los muros decorados con alfombras de Anatolia donadas por los diferentes gremios de comerciantes.
A continuación necesitaba comer algo, así que me acerqué a una panadería y compré dos Rulou (masa de hojaldre rellena de salchicha y queso) (6L), que engullí sentado en el banco de un parque. Para rematar entré en una heladería y me senté en una mesa de su pequeña terraza a disfrutar de un delicioso helado de yogur y melón (8L). Después decidí regresar a mi habitación para descansar un rato y evitar la parte central del día, porque el calor era importante.
MAS LUGARES DE INTERES
De nuevo en marcha caminé hasta la ciudadela y acabé de visitar sus principales monumentos. Fueron los siguientes:
5. Escalera Scolarilor: data de 1642 y sus 176 escalones conectan la parte inferior de la ciudadela con la colina donde se ubica Church on the Hill. Es de madera y está completamente cubierta, para que los habitantes de Sighisoara pudieran acceder sin problema a pesar de la nieve.
6. Church on the Hill: fue construida a finales del siglo XV y es la iglesia más importante de la ciudad. El exterior es muy austero, con muros lisos y alguna estatua. Para entrar hay que pagar 8L pero yo preferí explorar los alrededores. A escasos metros hay un Cementerio muy atmosférico, con centenares de cruces y lápidas antiguas. La verdad es que me esperaba unas vistas sensacionales desde la colina, pero los árboles y una molesta valla lo impidieron.
7. Reserva de Breite: se trata de un bosque situado 2km al oeste de la ciudad, en lo alto de una colina, donde se puede pasear entre enormes robles. Yo me dirigí hacia allí por una pista sin asfaltar que aparecía en Google Maps, atravesando una zona residencial con perros que no paraban de ladrarme. Pero me encontré el camino cortado y tuve que retroceder. En maps.me encontré la ruta correcta, aunque al final comprobé que no tenía tiempo suficiente y decidí suspender la excursión. Una pena, porque las fotos que vi del lugar prometían mucho.
Como anécdota, en el año 2003 esta Reserva estuvo a punto de ser arrasada para construir un parque temático dedicado a Dracula (¡?). Pero por suerte la población se rebeló y tras sonoras protestas se canceló el proyecto.
De regreso en el centro realicé una compra en un Lidl y volví a la guesthouse. A esas horas ya caía la noche, y crucé el tramo de bosque rodeado de sonidos curiosos: un pájaro carpintero trabajando; movimientos entre los matorrales… La cena consistió en pan con queso de untar y jamón york; una cerveza Bucegi; y un arroz con leche bastante aceptable.
EXCURSION A BIERTAN
La jornada comenzó temprano porque se preveía intensa. Una vez en pie desayuné galletas, un plátano y zumo de naranja; preparé la mochila; y caminé hasta el Casco Antiguo de Sighisoara. La Transilvania Sajona se extiende más o menos entre Brasov y Sibiu, y está llena de bonitas poblaciones medievales con iglesias fortificadas. El problema es que sin vehículo propio es muy complicado visitarlas, ya que a la mayoría no llega el transporte público. Siete de ellas están incluidas en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, y yo decidí conocer Biertan, situada a 30km de Sighisoara.
El plan era viajar hasta allí en taxi. Los dos primeros conductores con los que hablé me pidieron el mismo importe: 100L (la tarifa oficial es de 3,5L/km fuera de la ciudad). Pero bueno, con el tercero pude negociar y aceptó llevarme a Biertan por 90L (unos 18€). El trayecto duró apenas media hora atravesando campos de cultivo, con un sol radiante. El taxi me dejó en el centro del pueblo y me despedí del conductor. Lo habitual es pactar un tiempo de espera y regresar a Sighisoara con el mismo vehículo, pero yo preferí buscarme la vida.
Biertan fue fundada en el siglo XIII y pronto se convirtió en un animado centro comercial. Para defenderse de posibles invasores las ciudades más importantes, como Brasov o Sighisoara, se protegían con una muralla. Y las pequeñas poblaciones construían fuertes alrededor de su iglesia, con torres y almacenes para guardar los objetos más valiosos y resistir el asedio del enemigo. La iglesia fortificada de Biertan data del siglo XV y es una de las más espectaculares de la región. Tanto que entre 1572 y 1867 fue la sede del Obispo de la Iglesia Protestante de Transilvania. Y es el lugar donde cada año se reúnen Sajones llegados de todas partes para mantener vivas sus tradiciones.
*Horario: 10h – 19h (excepto los sábados, que cierra a las 17h)
*Precio: 10L
*Fotografía: ok
Tras comprar mi billete subí por una escalera de madera cubierta y alcancé la iglesia, rodeada de imponentes torres defensivas con terrazas de vigilancia y puntiagudos tejados de color rojo. Una de las torres es de madera y tiene un reloj. Y en el interior de otra hay una interesante colección de lápidas con elaborados relieves. Desde la iglesia se pueden contemplar unas vistas memorables de Biertan, con sus casitas de colores y las colinas de fondo. Como todavía era temprano apenas había turistas, así que la atmósfera era perfecta.
En el interior del templo hay un altar decorado con paneles y un conjunto de esculturas; un púlpito cubierto de relieves; y una sacristía a la que se accede por una puerta con una cerradura que es una maravilla de la ingeniería (una sola llave activa 19 cerrojos). Junto a un mostrador había una señora que facilitaba todo tipo de información a la gente. Una visita muy recomendable.
A continuación busqué un buen mirador para hacer fotos panorámicas de la iglesia fortificada con buena luz. Para ello caminé hasta el cementerio del pueblo y avancé por un sendero que pasaba justo por detrás. Iba realmente nervioso, porque en cualquier momento podía aparecer algún perro agresivo. Pero al final no hubo sustos y alcancé un punto ideal, con una imagen perfecta de la iglesia. Además, de camino mi cámara echaba humo, porque a cada paso encontraba una vista fotogénica: las casas del pueblo, las cruces del cementerio, campos de cultivo… En esta zona solo vi una pareja, y me vino genial porque me mostró un atajo para volver al centro.
Antes de marcharme de Biertan compré en una tienda una bolsa de ganchitos y una cerveza Ursus (6,8L), y me senté a comer en una mesa de su terraza. Me hubiera gustado algo más saludable, pero no vi muchas más opciones en el pueblo.
CAMINANDO HACIA RICHIS
Examinando el mapa descubrí que 6km al sur de Biertan está la población de Richis, que cuenta con otra iglesia fortificada. Y decidí caminar hasta allí, para al mismo tiempo disfrutar de los paisajes de la zona. Como no me hacía mucha gracia la idea de recorrer la carretera principal, elegí un sendero alternativo que discurre por un valle cercano. La sorpresa fue comprobar que el sendero era una carretera local, aunque no me importó porque en todo el tiempo solo pasaron un coche y una bicicleta.
La ruta se alargó hasta los 9km y fue todo un acierto. De camino pude contemplar campos de maíz que se movían al ritmo del viento; colinas ondulantes; pastores guiando a sus rebaños de ovejas (menos mal que a una distancia prudente); coloridas flores; granjas de madera… Todo bajo un cielo azul salpicado de nubes blancas. Me lo pasé genial. Hubo momentos de tensión cuando tuve que pasar a escasos metros de un perro, pero el animal me dejó tranquilo. En un punto de la carretera me desvié a la derecha, crucé un prado con plantas que me llegaban a la cintura, me interné en el bosque y seguí una pista embarrada que me llevó hasta el siguiente valle, directo a Richis.
La arquitectura de este pueblo es similar a la de Biertan, con casas pintadas de vivos colores (rosa, rojo, naranja…), y fachadas con cruces y relieves que indican su fecha de construcción. Pero en Richis se respira un ambiente mucho más auténtico: hay viviendas abandonadas o en ruinas; carretas tiradas por caballos recorriendo las calles; y los lugareños me miraban con cara de sorpresa. De vez en cuando veía familias de etnia gitana. Y es que a medida que los Sajones se marcharon de la zona muchos pueblos quedaron deshabitados y grupos de romaníes aprovecharon para establecerse.
En cuanto a la iglesia, la verdad es que fue una pequeña decepción. El templo es bastante grande, con una torre de color blanco y una portada decorada con relieves. Pero no vi la fortificación por ninguna parte; y tampoco pude acceder al interior porque cierra a las 14h. Vaya tela… Con lo cual, tras dar un paseo alrededor de la iglesia, crucé la calle y me senté en la terraza de una tienda a tomarme una cerveza Bucegi (3L). En la mesa de al lado un grupo de abueletes bebían y charlaban (y me miraban de reojo).
REGRESO A SIGHISOARA
Según mis planes, tras visitar Richis la idea era continuar hasta Alma Vii, una población Sajona bastante recomendada, ubicada 10km al suroeste. Caminar esa distancia era inviable y no había ningún tipo de transporte público (ni siquiera taxis), así que me tocaba hacer autoestop. Pero ya eran las 16h y no me pareció prudente adentrarme más en la Transilvania profunda. Así que caminé hasta las afueras de Richis y me puse a hacer autoestop, pero en sentido contrario, para volver a Sighisoara.
Menos mal que tomé esta decisión ya que de lo contrario hubiera tenido serios problemas, porque pasaban muy pocos vehículos y todos me ignoraban. Tras más de media hora sin éxito me puse a caminar hacia Biertan. De esta forma avanzaba kilómetros, y al ser una población más importante quizás habría un mayor tráfico de vehículos. Pero entonces me sonrió la suerte: un flamante deportivo paró, y al volante iba Szabi, un chaval húngaro encantador que se dirigía a Medias pero que insistió en llevarme a Sighisoara, desviándose de su camino más de 20km. ¡No me lo podía creer!
El chico no hablaba inglés pero intercambiamos alguna palabra. Su conducción era realmente agresiva, con algún adelantamiento brusco al ritmo de música tecno a toda pastilla, aunque teniendo en cuenta mi situación no me importó. Al llegar a la ciudad le ofrecí algo de dinero para que se comprara un par de cervezas, pero se negó en redondo y nos despedimos. De esta forma tan positiva acabó mi recorrido por Sighisoara y alrededores.
CONCLUSION
La ciudadela de Sighisoara, con sus torres defensivas perfectamente restauradas, es otro de los platos fuertes de cualquier recorrido por Transilvania. Una jornada completa permite conocer sus principales lugares de interés, aunque te recomiendo dedicar otra a visitar la magnífica población de Biertan, con su iglesia fortificada, viviendas tradicionales y paisajes de postal. El transporte público brilla por su ausencia en esta zona, pero combinando tramos en taxi, autoestop y a pie todo es posible. Por cierto, la Casa Dalia Transilvania me pareció una buena opción para pasar la noche en Sighisoara.
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