Paseando por una ciudad histórica con un complejo sistema hidráulico y coloridos santuarios, alojado en dos lujosas mansiones de la época Qajar
Shushtar es una ciudad a orillas del río Karun rodeada de fértiles llanuras que ha sido un importante centro agrícola desde tiempos inmemoriales. Su nombre significa “mejor que Shush”, en referencia a Susa (o Shush), la cercana capital del Imperio Elamita. La edad de oro de Shushtar tuvo lugar durante el Imperio Sasánida, entre los siglos III y VII, cuando sus monarcas establecieron aquí su residencia de verano y tejieron un elaborado sistema de presas y canales que abastecían la zona de agua y la protegían de ataques exteriores. Tanto que los árabes solo pudieron conquistar la ciudad con la ayuda de un traidor.
Además del antiguo sistema hidráulico (incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco), Shushtar cuenta con bastantes lugares de interés, como su laberíntico casco antiguo o algunos santuarios muy fotogénicos. Y ofrece la posibilidad de alojarse en una serie de lujosas mansiones tradicionales a precios de risa.
VIAJE: SHUSH – SHUSHTAR
La jornada comenzó en el Duruntash Hotel de Shush, donde preparé mis mochilas, desalojé la habitación y me despedí del chaval de la recepción. A continuación caminé hasta la Terminal, invirtiendo un cuarto de hora bajo un sol de justicia.
Para llegar a Shushtar necesité 2 etapas:
1. Minibús a Dezful: pensaba que viajaría en taxi compartido pero me dirigieron a un minibús donde ya había un puñado de pasajeros. Allí ocupé un asiento de la fila individual; dejé mi mochila grande en la parte trasera del vehículo (había espacio de sobras); y al cabo de 20 minutos nos pusimos en marcha. Precio: 4milT. Tardamos unos tres cuartos de hora en recorrer los 45km de distancia hasta Dezful y todo apuntaba a un trayecto plácido, aunque a última hora surgieron problemas…
De repente el conductor se giró y me preguntó si iba a Shushtar. Ya se lo había dicho cuando le pagué el billete, pero al repetírselo puso cara de sorpresa y me dijo que nos habíamos pasado de largo la Terminal que necesitaba. Vaya tela… No me quedó otra que armarme de paciencia, bajar del minibús y caminar más de 1km en sentido contrario por una carretera sin apenas arcén.
2. Taxi privado hasta Shushtar: una vez en la Terminal me encontré con un panorama poco esperanzador. El lugar estaba desierto, con unos cuantos autobuses de largo recorrido aparcados y ni rastro de minibuses o taxis compartidos. Una chica me dijo que en la entrada de la Terminal había taxis, pero eran privados y no quería gastar mucho dinero (se trataba de un trayecto de 65km). Aunque eso no le importó a uno de los taxistas, que decidió llevarme a Shushtar sí o sí, haciéndome vivir una situación muy desagradable.
Al principio me lo quité de encima y me alejé de la Terminal (la verdad es que sin un objetivo claro). Pero el taxista me siguió con su vehículo y me convenció para que subiera diciéndome que el taxi sería compartido. Y una vez en marcha se dirigió hacia Shushtar sin esperar a otros pasajeros. Encima se empeñó en utilizar Google Translator para comunicarnos (con resultados pésimos) y sus frases eran inquietantes, en plan “no tengas miedo” o “yo sé lo que necesitas”… Reconozco que me empecé a poner nervioso. Pero tenía que llegar a Shushtar, así que negocié un precio realmente económico (solo 30milT, cuando el taxista me pedía 50milT); y crucé los dedos para que el viaje acabara lo antes posible.
El trayecto fue un show… El chaval no paraba de mirar el móvil, con el taxi haciendo eses; grabó un vídeo en directo para Instagram; hizo una videollamada y me presentó a su mujer; no paraba de preguntarme cosas… Así que cuando llegamos a Shushtar y bajé del taxi respiré aliviado. Qué mal rato… Por supuesto pedí al chaval que me dejara en una plaza del centro, no en el hotel donde había decidido pasar la noche, y caminé el kilómetro restante. No tenía ningunas ganas de volver a verle.
Nota: entre Shush y Shushtar hay una carretera directa que reduce considerablemente la distancia a recorrer. Aunque el transporte público la evita; y hacer autoestop es complicado, ya que pasan muy pocos vehículos. Yo decidí no complicarme la vida y al final me salió el tiro por la culata. Si lo llego a saber…
ALOJAMIENTO: SARABI TRADITIONAL HOTEL – 150milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; baño privado con ducha perfecta; limpieza extrema; ubicación céntrica, en pleno casco antiguo; tranquilidad total por la noche; mobiliario nuevo; nevera; wifi rápido; personal de la recepción muy amable; precio; abundante desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales; solo unas mantas para taparme.
Este hotel estaba recomendado por mi guía de viajes y la verdad es que no defraudó. Se trata de una antigua mansión de la época Qajar que perteneció a un rico mercader con más de 200 años de antigüedad. Las habitaciones están dispuestas alrededor de un patio central con una fuente; y tienen arcos, techos de ladrillo y decoración tradicional. De entrada el chico encargado de la recepción me pedía 186milT, pero conseguí un descuento que convirtió la habitación en una auténtica ganga. Eso sí, mi idea era alojarme dos noches, pero al día siguiente el hotel estaba completo por culpa de un grupo organizado.
Una vez instalado, como aun quedaban horas de luz, me dirigí a la principal atracción turística de Shushtar, situada a 15 minutos a pie.
UN SISTEMA HIDRAULICO MILENARIO
En el siglo III, cuando el Imperio Sasánida dominaba la región, se inició la construcción de un impresionante sistema para distribuir el agua del río Karun. Este constaba de una serie de presas y canales que desviaban el cauce del río, abasteciendo de agua la ciudad, regando los campos de cultivo de los alrededores, e incluso activando un conjunto de molinos que atendían la demanda de harina de la población. Una auténtica proeza de la ingeniería de la época. A mí la verdad es que no me apasiona mucho la ciencia, pero al tratarse de un lugar tan famoso decidí visitarlo.
El sistema hidráulico ocupa una extensión enorme, aunque el punto más conocido es el que concentra los antiguos molinos de agua. Esto fue lo más destacado:
1. Puente Shariati: ofrece muy buenas vistas del conjunto. Aquí el canal Gargar (procedente del río Karun) discurre por una profunda garganta de paredes naranjas, con casas tradicionales al borde del barranco; y hay diferentes cascadas que emergen de los túneles que servían para activar los molinos.
2. Molinos de Agua: si quieres bajar al río y ver de cerca lo que queda de las instalaciones hay que pasar por caja. La entrada cuesta 50milT y me sorprendió mucho que el abuelete de la taquilla me hiciera un descuento de 15milT. ¿Se apiadó de mí por el elevado precio que pagamos los turistas extranjeros? Pues no. Por lo visto se había producido un desprendimiento de rocas, y mientras se reparaba la zona estaba cortado el acceso a buena parte del recinto. Así que solo pude ver un par de agujeros, alguna piedra de molino, un puñado de utensilios antiguos y una terraza con vistas similares a las del puente. Si lo llego a saber me ahorro la entrada.
3. Marashi House: tras la decepcionante visita me adentré en el casco antiguo y llegué hasta esta mansión. El acceso es gratuito y merece mucho la pena por dos motivos: la propia casa, con arcos de piedra, puertas de madera y muros decorados; y una terraza que ofrece una panorámica genial del sistema hidráulico. Me encantó.
A continuación tocaba llenar el estómago, porque no había comido nada desde el desayuno en Shush y me moría de hambre.
CENA: CTO RESTAURANT
Antes de salir del hotel pregunté al chaval de la recepción por un sitio para cenar y me sugirió el CTO, a apenas un par de calles. El local es gigante, con techos altos y un amplio comedor. Está especializado en fast food, con hamburguesas, pizzas y pollo frito, aunque también tiene un menú de restaurante. Yo decidí ir a lo seguro y pedí muslo de pollo asado con arroz y una Mirinda. Rico y abundante. Precio: 32milT.
EXPLORANDO SHUSHTAR
Al día siguiente me desperté a buena hora tras una noche de sueño impecable. De buena gana me hubiera quedado un rato más durmiendo, pero tenía una agenda apretada, así que me vestí y salí a desayunar. El menú consistió en un buffet libre bastante completo. Yo comí dos huevos fritos, pan lavash con queso fresco y mermelada, y té. Pero también había ensalada de tomate y pepino, zumos…
A continuación desalojé la habitación, me despedí de la chica encargada de la recepción (muy simpática), cambié de hotel y salí a conocer el resto de lugares de interés de Shushtar. Para empezar nada mejor que perderme un buen rato por las estrechas callejuelas de su casco antiguo. Es enorme y está lleno de rincones tremendamente fotogénicos: casas tradicionales de ladrillo (algunas medio en ruinas); puertas antiguas; cúpulas de adobe; minaretes… De vez en cuando aparecían mujeres con chador o grupos de niños jugando. Y descubrí el restaurado Afzal Caravanserai, con su patio central rodeado de tiendas de artesanía.
Después me centré en visitar monumentos concretos repartidos por diferentes zonas de la ciudad:
1. Kolah Farangi Tower: una torre de la época Sasánida bastante deteriorada, pero cuenta con una ubicación excepcional, junto a un bonito tramo del río Karun. Aquí el paisaje tiene todo el sabor de Oriente Medio, con el río de aguas oscuras que traza un amplio meandro atravesando tierras de color rojizo; grupos de viviendas pintadas de blanco; y las montañas de fondo. La guinda fue la aparición de un pastor con su rebaño de ovejas que se acercaron a beber a la orilla.
Durante mi recorrido pasé al lado de un grupo de barcas a motor y un chaval me ofreció un recorrido por el río. Yo rechacé la oferta y ni siquiera pregunté el precio, pero más tarde pensé que no hubiera sido una mala opción.
2. Santuario de Seyyed Mohammad Golabi: situado sobre una colina, con su cúpula y minaretes cubiertos de azulejos color turquesa. Yo me acerqué dando un agradable paseo, cruzando el puente/presa de Band-e Mizan, que crea el canal Gargar. Las vistas son geniales y a escasos metros se encuentra el Santuario de Sheikh Allama Shushtani, de grandes dimensiones aunque con un exterior de ladrillo sin ningún tipo de decoración. Ambos santuarios estaban cerrados.
Mientras hacía fotos conocí a dos lugareños que cavaban una zanja en el cementerio que hay entre los dos santuarios y me invitaron a un té. No hablaban nada de inglés e intercambiamos alguna palabra como pudimos. El caso es que al enterarse del próximo lugar que quería visitar se ofrecieron a llevarme; y acabé subido en la cabina de una camioneta cargada de arena, recorriendo los 2km de distancia. Una vez más la amabilidad iraní a pleno rendimiento…
3. Santuario de Sahib-al Zaman: situado al noreste de Shushtar, este enorme edificio es espectacular, con una cúpula, dos minaretes y varias entradas cubiertas de coloridos azulejos lujosamente decorados. El santuario está en medio de un cementerio inmenso con centenares de lápidas; y por su patio exterior caminan abueletes con chilaba y turbante y mujeres en chador, creando infinidad de oportunidades fotográficas. Muy recomendable.
Para alcanzar el siguiente punto de interés paré un taxi y me llevó hasta la Plaza Enghelab por tan solo 2milT.
4. Band-e Kaisar: se trata de un puente/presa que era fundamental en el sistema hidráulico de Shushtar y su historia es muy curiosa. En el año 260 se produjo uno de los grandes hitos del Imperio Sasánida: las tropas de Shapur I consiguieron derrotar en la Batalla de Edessa al ejército del poderoso Imperio Romano y capturaron con vida a más de 60mil soldados, incluido el propio Emperador Valeriano. Como entre ellos había numerosos ingenieros y artesanos, se les encargó la tarea de construir este puente (de ahí su nombre, que significa Puente del César), además de Band-e Mizan y el canal Gargar. Los resultados fueron inmejorables. El puente tenía una longitud de 500m, cruzaba el río Karun y continuó operativo hasta finales del siglo XIX.
Actualmente la parte central de Band-e Kaisar está en ruinas, pero aun conserva varios arcos en ambas orillas. Yo estuve observándolos de cerca y después disfruté de una gran panorámica desde el puente moderno, con las aguas del río Karun, varias familias iraníes de picnic, y un rebaño de búfalos. Más tarde paré un taxi compartido hasta la última atracción turística del día (2milT).
5. Imamzadeh Abdullah: un santuario que corona la cima de una colina al sur de la ciudad. Tiene una cúpula con forma de corona similar a la de la Tumba de Daniel en Shush; dos minaretes; y una portada cubierta de azulejos. Con los últimos rayos de sol el edificio parecía estar en llamas. A escasa distancia se encuentra Band-e Lashkar, otro puente de la época Sasánida. Allí estuve hablando unos minutos con un chaval harto de la República Islámica (como muchos otros que conocí a lo largo de mi viaje por Irán) que confiaba en un final cercano del régimen.
Tras la visita subí a un taxi compartido y regresé al centro de Shushtar por 1milT. La verdad es que la ciudad me encantó, y a parte de los principales monumentos no paré de descubrir detalles interesantes: mosaicos; una plaza porticada; abueletes vestidos con chilaba y el gorro típico de la zona (llamado Kulah), con forma de dedal… Además al ser diciembre hizo un tiempo perfecto, con cielo azul y sol agradable (nada que ver con el calor infernal que azota la provincia del Khuzestán en verano). No vi ningún otro turista occidental y quizás por eso mi presencia levantaba gran expectación: la gente se quedaba mirando, me saludaban, y se acercaban a intentar hablar conmigo cada vez que me paraba unos segundos.
ALOJAMIENTO: TABIB TRADITIONAL HOTEL – 150milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; baño privado (ubicado en otro piso) con ducha perfecta; limpieza extrema; ubicación céntrica, en pleno casco antiguo; tranquilidad total por la noche; mobiliario nuevo; nevera; wifi rápido; agua y té de cortesía; personal del hotel encantador, desde la chica de la recepción hasta la encargada de la cocina; precio; fantástico desayuno incluido.
*Puntos en contra: no se me ocurre ninguno.
Cuando el chaval de la recepción del Sarabi Traditional Hotel me dijo que solo podría quedarme una noche, le pedí que me recomendara otro alojamiento de características similares no muy alejado y me envió al Tarib. Incluso llamó por teléfono para asegurarse de que tenían habitaciones disponibles. Eso sí, me pidió que guardara el secreto, porque su jefe se llevaba fatal con el dueño del Tabib.
Al llegar me atendió una encargada muy simpática (cubierta con chador) y charlamos unos minutos, pero cuando me dijo el precio de las habitaciones me quedé de piedra: 315milT. Al ver mi cara la chica me preguntó cuánto podía pagar, aunque era tanta la diferencia que ya me vi dando vueltas por Shushtar en busca de hotel. Menos mal que aceptó la importante rebaja que propuse (no debían tener muchos clientes) y me pude quedar sin más pérdidas de tiempo.
Para ser sincero, teniendo en cuenta todo lo que ofrece este hotel el precio inicial (unos 25€) ya era correcto. Si el Sarabi Traditional Hotel me pareció excepcional, el Tabib logró superarlo. Mi habitación era como un pequeño palacio y no le faltaba ni un detalle. El buffet libre del desayuno fue de lujo; y el trato exquisito. Por ejemplo, al poco de instalarme la encargada de la recepción me trajo una bandeja con un zumo de naranja, una galleta y un brick de leche. Y cuando me marché al día siguiente salió a la puerta y derramó en el suelo un bol de agua con pétalos de flor (una antigua tradición persa con la que se desea buena suerte al viajero). Sin duda el Tabib Traditional Hotel se convirtió en el mejor alojamiento de todo mi recorrido por Irán.
CENA: MOSTOFI RESTAURANT
Para acabar el día, nada mejor que disfrutar de una cena en el mejor restaurante de Shushtar. Se encuentra cerca del puente Band-e Kaisar, en una antigua mansión de la época Qajar, y tiene un patio con divanes tradicionales rodeado de columnas, plantas y muros de ladrillo que crean una atmósfera mágica. Cuando llegué ya anochecía y solo había dos parejas de iraníes, por lo que únicamente se escuchaba el sonido de la fuente y los pájaros.
Yo pedí dos de mis platos favoritos: Zeitun Parvardeh (olivas con pasta de nueces); y Fesenjun (carne de ternera en una salsa hecha con zumo de granada y nuez molida). Para acompañar, arroz, pan y una Mirinda. Todo estaba sencillamente delicioso y acabé a reventar. Precio: 51milT. Tras la cena no me entretuve mucho porque el wifi del local no funcionaba y hacía frío.
De regreso al hotel crucé parte del casco antiguo de Shushtar caminando por calles oscuras sin apenas gente. Pero en la distancia se escuchaban los gritos y cánticos de una muchedumbre indignada por el reciente asesinato de un importante general iraní a manos de Estados Unidos. No era mal momento para poner punto y final a mi recorrido por Irán. Desde Shushtar viajé en taxi compartido hasta Khorramshahr haciendo escala en Ahvaz. Y allí cogí un barco rumbo a Kuwait.
CONCLUSION
Reconozco que estuve a punto de no visitar Shushtar por varios motivos. Me obligaba a desviarme de mi ruta hacia el sur, con un desplazamiento complicado; su atracción turística más famosa es un antiguo sistema hidráulico (la ciencia no me interesa mucho); y la situación en Irán se estaba complicando por una escalada de tensión entre el gobierno iraní y Estados Unidos, que amenazaba con un ataque militar inminente. Pero al final decidí acercarme y fue una gran decisión, porque a parte del sistema hidráulico Shushtar cuenta con un montón de lugares de interés: un casco antiguo muy atmosférico, santuarios, coloridos lugareños, y un bonito río.
Te recomiendo pasar al menos dos días en Shushtar, alojándote en una de sus mansiones tradicionales (la Tabib es mi favorita). Yo en una jornada no pude ver todo y me hubiera gustado conocer el Castillo de Salosel, alguna mezquita, o dedicar más tiempo a callejear. Además, el zigurat de Choqa Zanbil está a tan solo 45km y se puede visitar en una excursión de medio día.
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