Visita a la capital cultural de Irán, con una interesante mezquita y mausoleos convertidos en multitudinarios lugares de peregrinaje
Shiraz es una ciudad que ha tenido dos épocas gloriosas. La primera fue entre los siglos XIII y XVIII, durante los Imperios Selyúcida y Safávida. En este largo periodo sus gobernantes llenaron la ciudad de lujosos monumentos; y atrajeron a los mejores artistas y eruditos del imperio. Hasta el punto que Shiraz fue conocida durante la Edad Media como la Casa del Conocimiento. Pero en 1736, sus líderes se rebelaron contra el poderoso Nader Shah. Y la respuesta de éste fue saquear la ciudad y reducirla a escombros.
La segunda gran época de Shiraz se produjo unos años más tarde, con la llegada al poder de la Dinastía Zand. Su fundador, Karim Khan Zand, decidió ubicar aquí la capital, y se dedicó a reconstruir la ciudad. A éste periodo pertenecen varios de los edificios históricos más importantes que se conservan. Aunque la alegría duró poco, y con la desaparición de la Dinastía Zand en 1789 la capital se trasladó a Teherán.
VIAJE BANDAR ABBAS – SHIRAZ
Mi desplazamiento a Shiraz comenzó de noche, nada más regresar de la Isla de Qeshm, en la Terminal de Ferries de Bandar Abbas. Allí mismo cogí un taxi, que por 10milT me llevó hasta la Terminal de Autobuses. La conducción en Irán es temeraria, pero ese taxi batió todos los récords. Había un tráfico terrible, y el trayecto fue una sucesión de frenazos y adelantamientos imposibles, con docenas de vehículos pasando a escasos milímetros. Una experiencia al límite.
En la terminal, me encontré con una sorpresa negativa. Por primera vez en mi recorrido por Irán me asaltaron varios pesados en busca de una comisión por dirigirme a una compañía determinada. Yo me los intenté quitar de encima, pero uno fue muy insistente y no dejaba de seguirme. Mi idea inicial era cenar algo antes del viaje, porque me esperaban un montón de horas en ruta. Aunque la situación me empezó a agobiar, y cuando un chaval que parecía honesto me dijo que había un autobús a punto de partir hacia Shiraz salí corriendo y me subí, dejando atrás al pesado.
El vehículo parecía una discoteca, lleno de luces de colores. Al principio todo fueron buenas noticias: pagué el billete al ayudante del conductor (40milT); me asignaron un asiento muy cómodo en la fila individual; y avanzamos a buen ritmo. Pero con las prisas se me olvidó ir al lavabo de la terminal. Y pronto me di cuenta que no iba a poder aguantar mucho tiempo. Pues sí que aguanté… Nada menos que 3 horas hasta que paramos en un área de servicio. Con dos controles policiales por medio. El primero duró media hora, con agentes revisando hasta el último rincón del autobús, abriendo todas las maletas y mochilas, equipados con linternas y un perro detector de drogas. El segundo fue más breve, pero también inspeccionaron a fondo el maletero. Y yo esperando de pie sin saber ya en qué postura ponerme para no orinarme encima…
En fin, en el área de servicio pude ir al lavabo; y cené un bollo con dos zumos de mango. Así que el resto del trayecto fue una balsa de aceite. Además, como estaba agotado tras un día intenso visitando Qeshm, fui dormido la mayor parte del tiempo. De hecho una de las veces me desperté y ya eran las 6h. Y media hora más tarde llegamos a Shiraz. En total necesitamos 9 horas para recorrer 580km rumbo al noroeste del país.
Una vez en la Terminal de Shiraz fui directo al bar; pedí un chai; y me equipé con zapatillas de deporte y camiseta de manga larga, porque hacía bastante frío (ya no estaba en el Golfo Pérsico). Allí me quedé un buen rato leyendo mi guía de viajes, preparando las visitas de la jornada. Y a las 8h cogí un taxi en la puerta, y me dirigí al hotel elegido para pasar la noche. Precio: 5milT.
ALOJAMIENTO: ERAM HOTEL – 140milT/Noche
*Puntos a favor: apartamento perfectamente equipado, con cocina y escritorio; mobiliario moderno; limpieza extrema; ubicación muy céntrica; aire acondicionado; nevera; encargado de la recepción realmente amable; posibilidad de organizar excursiones a Persepolis; precio.
*Puntos en contra: camas individuales; bastante ruido (la habitación daba a una avenida principal); la tarjeta para abrir la puerta fallaba muchísimo; wifi errático.
Mi guía recomendaba varios hoteles cerca del centro. Al llegar sin reserva elegí el Eram porque tiene un montón de habitaciones, y raro sería que no hubiera una disponible. No me equivoqué, y la verdad es que el hotel fue todo un acierto. Incluso el encargado de la recepción me invitó a desayunar. Consistió en un buffet libre muy variado, donde comí una ensalada de pepino, tomate y queso; dos huevos fritos; pan Lavash con mermelada; y zumo de naranja. Me devolvió la vida. Una vez instalado en la habitación, me aseé un poco y salí a la calle, dispuesto a explorar la ciudad.
EXPLORANDO EL CASCO ANTIGUO
Shiraz es famosa entre los iraníes por varios motivos. Es la ciudad de la literatura, cuna de dos de los poetas más famosos del país. También fue la ciudad del vino, producido durante siglos (sin ninguna relación con los vinos Shiraz que se comercializan actualmente, cuya uva es originaria de Francia), hasta que en 1979 la Revolución Islámica prohibió las bebidas alcohólicas. Y por último, Shiraz es la ciudad de las flores (principalmente rosas), por la abundancia de jardines en su casco urbano.
Actualmente, Shiraz es la capital de la provincia de Fars y la quinta ciudad con más habitantes del país. A pesar de su esplendoroso pasado, Shiraz es una urbe moderna con apenas un puñado de edificios históricos. Además mi visita coincidió con un viernes (día festivo en el mundo Islámico), por lo que la mayoría de comercios estaban cerrados. Y mi estado de ánimo no era el ideal: tras compartir dos jornadas con Soleille y Lucie en la isla de Qeshm, de repente me veía de nuevo solo y caminando por amplias avenidas llenas de tráfico. No me apetecía mucho visitar monumentos. Pero aun así cogí un taxi, que por 5milT me llevó al centro, y comencé un itinerario completamente improvisado.
Estos fueron los lugares más destacados de mi recorrido:
1. Masjed-e Nasir-al-Molk: esta mezquita fue construida en 1888, durante la Dinastía Qajar. Tras pagar la entrada (15milT) accedí a un patio interior con dos portales (llamados Iwanes), uno de ellos coronado por dos torres. Están cubiertos de azulejos de colores, decorados con motivos florales y geométricos. Aunque a diferencia de otros templos de Irán, aquí predomina el color rosa en vez del azul (por eso es conocida como la Mezquita Rosa). Además pude contemplar elaboradas muqarnas (una especie de estalactitas de yeso); techos abovedados; elegantes arcos…
Sin duda el plato fuerte de Masjid-e Nasir-al-Molk es la Sala de Oración de Invierno, situada en un lateral del patio. Una de las imágenes más vistas en Instagram. Cuenta con columnas y arcos llenos de relieves; y unas enormes ventanas con coloridas vidrieras que por la mañana dejan pasar la luz del sol y se reflejan en la alfombra de la sala, creando una atmósfera mágica. Una pena que la sala estuviera lleno de turistas, que dificultaban mucho la fotografía y no me dejaban pasear con tranquilidad. Todo un golpe de realidad que me recordó que había regresado al circuito turístico oficial, tras varios días visitando lugares remotos.
Después decidí visitar una heladería para probar un postre típico de Shiraz: el Faloodeh. Se trata de fideos congelados elaborados con agua de rosas, azúcar y zumo de limón (y en mi caso frutos del bosque). Pedí dos bolas y me senté en un banco frente al local. No estuvo mal, pero tampoco repetiría. Precio: 4milT.
2. Naranjestan: tras un breve paseo llegué al segundo lugar de interés del día. Un pabellón que data de 1886, con un patio rodeado de jardines donde la adinerada familia Qavam recibía a sus visitas. Allí pagué la entrada (20milT) y estuve un buen rato explorando el recinto. En uno de los muros del patio hay bonitos azulejos con escenas de la época. La fachada del pabellón tiene relieves y una sala cubierta de espejos. Y en el interior visité lujosas habitaciones con techos de madera llenos de pinturas. Una visita muy recomendable, y sin apenas turistas.
Tanto en la mezquita como en el Naranjestan hay una sala anexa señalizada como «Museo», que en realidad son tiendas de artesanía. La verdad es que tienen objetos muy tentadores. Me encantaron unas pequeñas cajas de madera lacada con elaborados dibujos. Pero al final no compré nada y continué mi ruta.
3. Arg-e Karim Khan: una ciudadela con muros de color naranja y cuatro torres cilíndricas (una de las cuales está torcida, en plan Torre de Pisa). Como su nombre indica fue construida por Karim Khan Zand. No visité el interior y me quedé un rato por los alrededores, haciendo fotos de lugareños con las torres de fondo.
4. Bazar Vakil: también de la época de Karim Khan Zand, este mercado cubierto es uno de los lugares más animados de Shiraz, aunque al ser viernes todos los puestos y tiendas estaban cerrados. Durante mi recorrido por Irán ya había visitado otros mercados antiguos como los de Isfahan o Kerman, pero aun así me supo mal. Junto al Bazar Vakil hay una mezquita y un hammam, ambos llamados Vakil.
DENTRO DE UN MAUSOLEO SAGRADO
A continuación estuve deambulando sin rumbo, hasta que pasé cerca de un monumento que me llamó la atención: el Aramgah-e Shah Cheragh. Se trata de un enorme mausoleo donde se encuentran los restos de dos hermanos del Imam Reza, que lo convierten en uno de los lugares más sagrados del islamismo chiíta, recibiendo cientos de miles de peregrinos. Así que decidí entrar. Las medidas de seguridad son extremas: hay soldados armados en el exterior; tuve que dejar mi mochila pequeña en una consigna fuera del mausoleo; y me cachearon antes de entrar. Las mujeres además tienen que cubrirse el cuerpo con un chador (los dejan en la puerta).
Una vez en el mausoleo aparecí en medio de un patio gigantesco, rodeado de una auténtica multitud. Y es que estaba a punto de comenzar la oración del viernes, la más importante de la semana. El templo es imponente, con muros cubiertos de azulejos; una sala principal forrada de cristales; una cúpula en forma de bulbo; y dos minaretes. Aunque todo es bastante moderno (la cúpula y los minaretes fueron añadidos en 1952). La fotografía está prohibida a no ser que realices la visita con un guía oficial del mausoleo. Yo lo estuve pensando, pero al final preferí explorar el recinto a mi aire. Fue una gran experiencia ver a tanta gente, con el sonido de la llamada a la oración de fondo.
Más tarde decidí regresar a mi hotel para evitar las horas de más calor y descansar un rato. De camino paré en otra heladería para disfrutar de un batido de plátano (4milT). Me hizo gracia ver a varios lugareños tomando batidos igual que yo: nada de sentarse en una mesa; se lo beben de un par de tragos y en marcha. Así no me sentí un bicho raro…
EN LA TUMBA DE UN GRAN POETA
A las 15.30h salí de nuevo a la calle, y utilicé un taxi para llegar al último destino del día: Aramgah-e Hafez. Son unos jardines que albergan la tumba de Hafez, un famoso poeta iraní que vivió en Shiraz durante el siglo XIV. Están al noreste de la ciudad, y para llegar cruzamos el cauce seco del río Khoshk. Precio: 20milT. Allí pagué la entrada (15milT) y accedí al recinto.
Aramgah-e Hafez consta de un kiosko octogonal (añadido a mediados del siglo XX) que protege la tumba de mármol del poeta, cubierta de relieves que reproducen algunos de sus versos más famosos. En los alrededores hay jardines llenos de coloridas flores, y varios altavoces que emiten música clásica. Durante todo el tiempo que estuve en el recinto no pararon de llegar turistas, tanto iraníes como extranjeros. Para los iraníes la poesía es muy importante, y se saben de memoria los versos de sus principales autores. Con lo cual visitar la tumba de Hafez es un momento único. En cuanto a los extranjeros, todas las guías de viaje califican este lugar como imprescindible, aunque yo no estoy nada de acuerdo (salvo que seas un apasionado de la poesía iraní).
Tras un rato dando vueltas ya no sabía qué hacer, así que me senté en la terraza de la cafetería y me tomé un helado de yogurt con zumo de granada. Estaba delicioso, pero me cobraron nada menos que 15milT. ¡Menuda clavada! Poco antes de la puesta de sol decidí regresar caminando hasta mi hotel. En la puerta de Aramgah-e Hafez había un abuelete con un pobre periquito que, a cambio de la voluntad, sacaba con el pico una tarjeta con unos versos de Hafez, que en teoría servían para predecir tu futuro. Me da mucha rabia que utilicen animales para este tipo de prácticas, y por supuesto pasé de largo.
El paseo fue muy agradable. Las calles estaban llenas de gente disfrutando del frescor del atardecer; en el cielo había montones de pájaros; las heladerías funcionaban a pleno rendimiento; y pude ver muros decorados con dibujos y fragmentos de poemas. Una forma inmejorable de acabar el día.
Nota: los muy interesados en la poesía iraní tienen la opción de visitar Aramgah-e Sa’di, la tumba del segundo poeta más famoso de Shiraz, ubicada 4km al este. Yo con una tuve más que suficiente.
UNA CENA CON GIRO FINAL
Para mi última noche en Irán había decidido pegarme un homenaje en algún restaurante tradicional. Yo pregunté en la recepción del hotel y me recomendaron el Sharzeh Traditional Restaurant, ubicado en el casco antiguo, cerca del Bazar Vakil. Mi guía de viajes también lo destacaba como uno de los mejores de la ciudad, así que me dirigí al lugar. Me costó mucho encontrarlo, ya que estaba en una calle escondida. Y cuando por fin di con él, la decepción fue mayúscula…
El comedor estaba invadido por un enorme grupo de turistas alemanes que no paraban de gritar; y me sentaron en una pequeña mesa a pocos centímetros de ellos. Nada de divanes o atmósfera tranquila. Además, cuando abrí la carta comprobé que no había platos típicos iraníes, solo especialidades occidentales (filete de carne, pasta, etc…). Y encima a unos precios carísimos. Solución: le dije al camarero que tenía que salir un momento, y me largué de allí a toda prisa. Ya sé que quedó muy rastrero, pero fue lo primero que se me ocurrió, y evité quedarme a disgusto en aquel local.
La alternativa fue entrar en un local de fast food cercano a mi hotel. Allí me senté en una mesa y cené un enorme bocadillo de carne con pepinillos y salsa, y una lata de Mirinda. Precio: 13milT. A continuación caminé hasta Mahdi Faludeh, una famosa heladería situada cerca del Arg-e Karim Khan, y me compré un helado de agua de rosas por 4milT. Me encantó, y lo disfruté sentado junto a los muros de la ciudadela, donde un grupo tocaba un improvisado concierto de música clásica, rodeado de lugareños. La atmósfera era genial. Menos mal que no me quedé en el restaurante… Tras el helado, regresé a mi habitación, poniendo punto final a mi visita a Shiraz.
CONCLUSIÓN
Las guías de viaje ponen a Shiraz al mismo nivel que otras ciudades históricas mucho más espectaculares, como Isfahan o Yazd. Pero en mi opinión, es una ciudad moderna donde escasean los monumentos realmente imprescindibles. Una jornada será suficiente para visitar sus principales atracciones. Aunque si vas muy justo de tiempo, mejor dedícalo a otros lugares del país. O si estás de paso rumbo a Persepolis, acércate a algún monumento concreto, como la Mezquita Rosa o el Naranjestan.
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