Una ciudad con lujosas mansiones convertidas en museos y una aldea kurda perdida en las montañas habitada por mujeres de coloridos vestidos
Tras la caída del Imperio Timúrida el control de Persia quedó en manos de la Dinastía Safávida. Pero en el noroeste del país se creó un estado Kurdo gobernado por los emires de Ardalán, primero independiente y más tarde como una región semi autónoma dentro del Imperio Safávida. La capital de Ardalán se trasladó a Sanandaj (o Sine para los kurdos) en el siglo XVII. Y así continuaron las cosas hasta que en 1867 un monarca de la Dinastía Qajar se cansó y decidió acabar con los privilegios de Ardalán. Y el estado se convirtió en una provincia más del Imperio, conocida con el nombre de Kurdistán.
La población de Sanandaj no llega al medio millón de personas y es de mayoría Kurda, entre la que predominan los seguidores de la rama Sunita del Islam (a diferencia de buena parte de Irán), con un dialecto propio (el Ardalani). La ciudad cuenta con algunos lugares de interés, y es un buen punto de partida para adentrarse en el Valle de Howraman, con la aldea de Palangan a un par de horas en coche.
VIAJE: TABRIZ – SANANDAJ
Este desplazamiento fue el más largo de mi recorrido por el norte de Irán. Para evitar problemas, el día anterior me acerqué a la Terminal de Tabriz y compré el billete. Solo hay un autobús a Sanandaj y sale a las 20h. Me pareció genial, porque así no perdía tiempo y me ahorraba el hotel. Una hora antes pedí un taxi en la recepción del Morvarid Hotel. El trayecto hasta la Terminal fue de locos. Íbamos a toda velocidad, esquivando vehículos, con continuos adelantamientos y frenazos. Y encima el conductor me cobró 20milT. Si lo sé negocio yo mismo el taxi…
En la Terminal me senté un rato a esperar junto a otros pasajeros y minutos antes de la salida el encargado del mostrador (un tipo muy simpático que hablaba inglés) nos condujo hasta el autobús. Mi asiento era inmejorable: en la fila individual, muy cómodo (iba casi estirado) y con pantallas individuales. Entre los pasajeros había un grupo de soldados. Nos pusimos en marcha con 20 minutos de retraso, y al poco el ayudante del conductor repartió un kit con dos paquetes de galletas y un zumo. Por delante tenía 450km en dirección sur.
El trayecto fue realmente tranquilo. Yo fui escuchando música con mi Ipod, mientras pasábamos junto a montones de comercios con luces de colores. Al cabo de un par de horas paramos a cenar en un restaurante. Lo agradecí mucho, porque llevaba todo el día a base de galletas y me moría de hambre. Pedí un Kebab de carne, acompañado de pan, salsa de yogurt y pepino, y una botella de agua. Precio: 25milT. El servicio no fue muy ágil y me tocó comer a toda prisa, pero mi estómago lo agradeció. A continuación realizamos el resto del viaje del tirón, y por suerte conseguí dormir unas horas. Cuando llegamos a Sanandaj me encontré con una doble sorpresa:
*Aunque la hora prevista de llegada era las 6h y habíamos salido tarde, al final nos plantamos en Sanandaj a las 5h.
*Mi idea era sentarme en la Terminal a escribir un rato mientras esperaba a que se hiciera de día, pero el edificio estaba cerrado (¡?).
Por suerte había abierta una cafetería y me refugié en su interior, sentado en una pequeña mesa. Allí desayuné unos huevos fritos con tomate y pan; y me tomé 3 vasos de té (10milT). Como es habitual en Irán, no ponen cucharilla, así que hay que meterse los terrones de azúcar en la boca y beber (mi dentista se escandalizaría). En cambio el vaso sí viene con un pequeño plato, que mucha gente utiliza para enfriar el té (lo vierten en el plato y beben de él). El tránsito de lugareños era constante y pronto me convertí en el centro de todas las miradas. Pero bueno, yo me dediqué a leer; y a las 7h abrió la Terminal y me pude trasladar.
A las 8h decidí que ya podía comenzar la jornada, con lo cual abandoné la Terminal evitando los taxis a precios más elevados y detuve uno en la carretera. A pesar de decir claramente que iba a “Meydan Azadi”, el conductor interpretó que me dirigía a la Terminal Norte (¡?). Cuando me di cuenta del error ya nos habíamos desviado bastante del centro y tocó regresar. Pagué 15milT, donde deduzco que estaban incluidos los kilómetros extra fruto de la equivocación del taxista. En fin…
ALOJAMIENTO: HOTEL KAJ – 120milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; baño privado (aunque estilo turco) con ducha perfecta; ubicación inmejorable, a un cuarto de hora a pie de los principales lugares de interés; tranquilidad total por la noche; nevera; desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales; limpieza muy mejorable; mobiliario destartalado; encargados de la recepción impresentables; precio.
Si hubiera pagado 100milT no habría comenzado con mal pie en este hotel. Pero el encargado se negó en redondo a negociar una rebaja y me cobró el precio estipulado para una habitación doble sin importarle que estuviera solo (y que se ahorraba un desayuno). Me enfadó mucho su actitud, aunque únicamente iba a alojarme una noche y estaba agotado, así que decidí no complicarme la vida y acepté a regañadientes. Una vez instalado me estiré en la cama y dormí casi 4 horas.
A eso de las 12h, ya con energías renovadas, salí del hotel con ganas de conocer Sanandaj.
UN PASEO POR SANANDAJ
El Hotel Kaj se encuentra en plena calle Ferdosi, la principal avenida de la ciudad, y en cuestión de segundos me vi caminando rodeado de una auténtica multitud, entre tiendas y puestos callejeros. La actividad era frenética. Muchos hombres vestían pantalones anchos; y entre las mujeres había bastantes más pañuelos que chadores. Me llamaron la atención los locales de comida que vendían enormes trozos de calabaza y remolacha cocida; o Baghla (judiones aliñados con vinagre y paprika). Y en la distancia, a ambos lados de la avenida, se elevaban montañas onduladas con sus cimas cubiertas de nieve.
Sanandaj cuenta con una serie de mansiones históricas no muy alejadas entre sí y mi idea era visitar alguna, pero estaban todas cerradas hasta las 15h (incluida la mezquita principal). Este es un buen ejemplo de lo que ocurre en Irán. La mayoría de negocios abren a las 10h pasadas; y a las 12-13h cierran unas horas para comer. Entre las 15-16h reanudan su actividad, y muchos ya han cerrado a las 19h. Todo un incordio cuando necesitas hacer alguna gestión (como me ocurrió con las casas de cambio). Parece que en este país el espíritu comercial de la Ruta de la Seda se ha perdido con el paso del tiempo…
COMIDA: JAHANNAMA
El caso es que decidí aprovechar la situación para comer y me dirigí a este restaurante. Lo encontré gracias a Google Maps, porque en el exterior no hay ningún letrero. Nada más entrar en el comedor me quedé sin palabras. El local es como un museo, con paredes y vitrinas llenas de los objetos más insospechados: fotografías antiguas, instrumentos musicales, armas de fuego, esculturas… ¡Hasta un pequeño cocodrilo disecado! Además del comedor principal hay varios reservados para grupos o familias muy acogedores. Otros puntos fuertes del restaurante: camareros muy simpáticos; menú en inglés; comida deliciosa; y precios muy económicos. Yo pedí una ensalada verde; Ghormeh Sabzi con arroz; agua; y té. Todo por 30milT (poco más de 2€). Tras los precios desproporcionados de Tabriz, el Jahannama fue todo un respiro. Muy recomendable.
DESCUBRIENDO ANTIGUAS MANSIONES
A continuación ya eran las 15h y pude comenzar las visitas, sabiendo que en apenas un par de horas sería de noche y no podría hacer fotos exteriores. Esto fue lo más destacado:
1. Asef Mansion: una de las construcciones más antiguas de Sanandaj, con partes que datan de la época Safávida. Tiene dos patios con muros lujosamente decorados; un hammam subterráneo; y ventanas con bonitas vidrieras. La Asef Mansion acoge el Museo de Antropología, dedicado al pueblo Kurdo, y la verdad es que me dejó indiferente. Tan solo me gustaron unos Rythons de barro (envases ceremoniales con forma de animal); y algunos vestidos de vivos colores. Precio: 20milT.
En el Museo apenas hay carteles en inglés; y cuando pregunté por la finalidad de los Rythons y llamaron al director, el pobre no articulaba dos palabras seguidas. Curioso teniendo en cuenta que los extranjeros pagamos muchísimo más que los locales por la visita…
2. Lotfolla Sheik-al-Islam Mansion: una mansión de la época Qajar donde se ubica el Museo de Sanandaj. Cuenta con un patio que permite contemplar una panorámica de la casa; y espectaculares vidrieras de colores. Entre los objetos expuestos en el Museo destacan un par de piezas de cerámica medieval, espadas de la Edad de Hierro, y unos esqueletos cubiertos de joyas y adornos. Precio: 30milT.
3. Masjed-e Jameh: la principal mezquita de Sanandaj, construida durante la época Qajar. El patio ofrece buenas vistas de un Iwan y dos minaretes cubiertos de coloridos azulejos con motivos florales e inscripciones caligráficas. Un abuelete me ofreció abrirme la puerta para visitar la sala de oración. Al principio dudé, pero por suerte acepté porque me gustó mucho, con un bosque de columnas y el suelo lleno de alfombras rojas. Eso sí, cuando me marchaba el hombre me “invitó” a dejar una propina en el cepillo de la mezquita (2milT).
Mientras visitaba el recinto contactó conmigo una madre con sus dos hijas. La menor hablaba muy bien inglés y estuvimos hablando un rato. Incluso me acompañaron hasta la puerta del hotel (entre oleadas de gente) y me invitaron a su casa. Pero vivían demasiado lejos, ya era de noche, y no sabía si era un compromiso social derivado del Taarof, así que dije que no con educación y nos despedimos. Durante la charla la chica se mostró muy crítica con el gobierno (igual que casi todos los iraníes con los que hablé durante el viaje). Y me dijo que tuviera cuidado, porque ya habían muerto decenas de personas durante las revueltas contra el aumento del precio de la gasolina, y la situación del país era muy inestable. Vamos, justo lo que necesitaba escuchar…
Para cenar me acerqué a un local situado a un par de calles del hotel, me senté en una mesa del comedor subterráneo, y pedí un Kebab de pollo, acompañado de pan, tomates a la brasa y una Mirinda. Precio: 17milT. Las caras de los lugareños al verme aparecer eran un poema. Y eso que aun no me había adentrado en el Kurdistán profundo…
UN DURO COMIENZO
Al día siguiente me levanté a buena hora porque tenía mucho que hacer. Una vez en pie me vestí; distribuí mis cosas entre la mochila grande (que se quedaba en el hotel) y la pequeña (que me llevaba de excursión); y bajé al comedor del hotel a desayunar. El menú no pudo ser más minimalista: un huevo duro; un trocito de queso; pan lavash; y té. Aunque teniendo en cuenta cómo era el lugar la sorpresa hubiera sido lo contrario.
Más tarde desalojé la habitación, y en la recepción pedí que me guardaran unos días la mochila grande hasta mi regreso, tal y como he hecho en infinidad de ocasiones. El encargado era distinto al del día anterior, pero con un carácter igual o peor, y me dijo que tendría que pagar 2milT al día. Esto ya me pareció indignante, no por el dinero, sino por el hecho en sí. Yo intenté hacerle entrar en razón a través de un camarero que hablaba algo de inglés. Pero el tipo se negó con malas maneras. Y como no me callo una, estallé y acabamos diciéndonos de todo a gritos (cada uno en su idioma). Pero me tuve que marchar cargado con las dos mochilas.
A continuación caminé hasta el cercano Hotel Abidar y le pedí al dueño que me guardara la mochila con la promesa de alojarme allí a mi regreso. Y no solo se negó, sino que encima me hacía gestos con la mano para que me largara. Ya me parece mezquino no aceptar cuando tienes un edificio entero con un montón de espacio disponible. Y más aun en el caso de un turista extranjero que necesita ayuda. Pero encima faltando al respeto…
En Sanandaj no hay muchos más hoteles (el Shadi Hotel me pillaba demasiado lejos), con lo cual tuve que continuar con todo mi equipaje. Reconozco que en ese momento mi estado de ánimo estaba por los suelos. A este comienzo de día nefasto se añadía que llevaba casi una semana sin poder conectarme con el exterior porque el gobierno iraní seguía sin permitir el acceso a internet; y mientras caminaba pasó junto a mí un escuadrón de motos con policías antidisturbios, muestra de que en el país estaban sucediendo cosas graves. Pero no me vine abajo y continué con el plan del día.
RUMBO A PALANGAN
Mi destino era Palangan, una población situada a 120km de Sanandaj. Estas fueron las etapas para llegar:
1. Taxi privado hasta la Terminal de Autobuses: yo buscaba un Savari, pero no pasaba ninguno y acepté la oferta de un chaval bastante simpático, que me llevó por 10milT.
2. Savari a Kamyaran: junto a la Terminal hay una zona donde aparcan los taxis compartidos. Yo localicé el mío, y en cuestión de minutos ya éramos 4 pasajeros, así que nos pusimos en marcha. Precio: 15milT. El trayecto duró una hora, recorriendo una carretera en perfecto estado.
3. Taxi privado hasta las afueras de Palangan: una vez en Kamyaran el conductor del Savari me ofreció sus servicios para cubrir los 50km finales. La verdad es que no tenía muchas más opciones: los Savaris a Palangan son muy erráticos; era viernes (día festivo en el mundo islámico); y no me apetecía hacer autoestop. El precio era algo elevado (100milT), pero el conductor parecía buen tipo y negociar con otros taxistas me ahorraría un par de euros en el mejor de los casos, así que acepté. El viaje duró 45 minutos, cruzando un bonito paisaje, con montañas, prados de color amarillo, un pantano y alguna aldea tradicional.
4. Moto al centro: camino de Palangan el taxista insistió en que conociera a Zaheed, un vecino que hablaba inglés, trabajaba con turistas y me enseñaría los rincones más interesantes del pueblo, además de proporcionarme alojamiento. Incluso le llamó por teléfono y dejó todo bien atado. De entrada la idea no me hacía mucha gracia, pero había leído que Palangan no tiene hoteles oficiales; y la presencia de Zaheed me ayudaría a romper el hielo y poder fotografiar a la gente sin problemas. Solo faltaba averiguar el precio de esos servicios…
Desde la carretera se accede a Palangan por una pista sin asfaltar llena de curvas que baja en picado hasta el fondo del valle. Y justo en el punto donde comienza la pista me estaba esperando un chaval con su moto enviado por Zaheed. Allí el taxista se despidió y me tocó subir a la moto con mis dos mochilas. En total eran más de 100kg de peso extra y durante el trayecto fui con el corazón en un puño, aguantando el equilibrio y cruzando zonas de baches, piedras y barro que amenazaban con hacernos caer en cualquier momento. Menos mal que el chaval era un experto y sorteó todos los obstáculos. Pero bajé de la moto temblando…
Zaheed gestiona junto a su madre y hermanos un restaurante situado en las afueras de Palangan, con una terraza cubierta donde hay divanes para sentarse y buenas vistas. Su especialidad son las truchas a la brasa, que pescan directamente del río, guardan en una pecera de grandes dimensiones, y acuchillan bajo pedido. Más frescas imposible, y a 40milT la pieza. Tras charlar un rato, dejé mi equipaje en un diván y me fui a dar un paseo por el pueblo. Pensaba que Zaheed se ofrecería a acompañarme, pero no movió un dedo. Además, su inglés era muy básico y no entendía casi nada de lo que le decía.
EXPLORANDO PALANGAN
Palangan es una aldea tradicional kurda sencillamente espectacular, con un mar de viviendas distribuidas en diferentes niveles, un río de aguas cristalinas y miradores con panorámicas insuperables. Mientras caminaba por sus estrechas calles no pude evitar las comparaciones con la famosa Masuleh, pero en mi opinión Palangan cuenta con más atractivos:
1. Masuleh se extiende por una ladera del valle mientras que Palangan ocupa las dos caras y ofrece oportunidades fotográficas a cualquier hora del día.
2. En Masuleh cuesta encontrar vecinos y en Palangan están por todas partes. Además visten una ropa realmente llamativa. Los hombres pantalones muy anchos y (algunos) turbantes en la cabeza; las mujeres pañuelos y (las más jóvenes) vestidos de vivos colores.
3. Masuleh recibe hordas de turistas, tanto nacionales como extranjeros. En cambio Palangan es visitado por un puñado de familias iraníes. Yo estuve un viernes y la atmósfera era muy auténtica, sin tiendas de souvenirs ni gente haciéndose selfies.
En total estuve unas 3 horas recorriendo el pueblo. Durante ese tiempo descubrí imágenes de postal: un niño montado en burro; ancianas hilando lana o esparciendo grano en los tejados de sus casas; chicas sentadas con sus amigas; gatos escurridizos; abueletes charlando; pastores con pequeños rebaños de ovejas… Por suerte lucía el sol y no hacía nada de frío, así que pude pasear con calma.
Como suele ocurrir en este tipo de lugares, me costó encontrar la forma de fotografiar a la gente, sobretodo a las chicas. Primero opté por pedir permiso con educación y las negativas fueron rotundas. Con lo cual tuve que utilizar el método clásico y exprimir al máximo el zoom de mi cámara. Mi visita coincidió con la oración del viernes y muchos vecinos se concentraron en la mezquita. Yo me senté cerca de la entrada, pero la destinada a las mujeres estaba en una calle oscura con muy malas condiciones para la fotografía; y cuando acabó la oración salieron disparadas en mil direcciones. Una pena, porque los vestidos de algunas chicas eran espectaculares…
UNA ESPERA CON SORPRESA FINAL
Tras explorar a fondo Palangan regresé al restaurante de Zaheed. No eran ni las 16h, pero el sol ya se ocultaba tras las montañas y buena parte del pueblo estaba cubierto de sombras. Allí estuve un par de horas viviendo una situación extraña. Zaheed me ignoraba por completo, sin ofrecerme comida, té, o llevarme a la habitación donde iba a pasar la noche. Por suerte andaba por allí un médico muy simpático que me invitó a comer un kebab de carne junto a Zaheed y sus hermanos; y me pidió un par de tazas de té. Pero tras un buen rato charlando desapareció sin despedirse. Además su comportamiento era muy errático (yo diría que en la shisha que fumaba había alguna sustancia extraña).
También hablé con varios clientes y amigos de la familia: un ingeniero de Teheran, el ex alcalde del pueblo… Por cierto, la anécdota se produjo cuando apareció un padre con su hija de apenas 12 años que hablaba algo de inglés, y la primera duda de la niña fue: “¿Cuánto dinero ganas?”. Vaya tela…
Ya de noche pregunté dónde había un lavabo y un hermano de Zaheed me envió a la mezquita del pueblo (¡?). El paseo fue genial, avanzando por calles oscuras y solitarias, y contemplando nuevas vistas de Palangan iluminado por miles de luces. Eso sí, el lavabo estaba realmente oculto, y me costó encontrarlo. Mientras andaba perdido pedí ayuda a unos críos que jugaban por allí, pero la respuesta de uno de ellos fue “¡fuck you!” y se marcharon corriendo. En fin…
De vuelta en el restaurante no quedaban clientes y la familia estaba recogiendo. Y entonces uno de los hermanos me hizo una pregunta que me dejó de piedra: “¿Ya tienes algún lugar para alojarte?”. Cuando le dije que en teoría ellos me tenían que ayudar con la gestión pusieron caras de no entender nada. Y lo más increíble: en vez de echarme una mano o invitarme a su casa, me enviaban a buscarme la vida solo en medio de la noche.
Durante mi paseo vi un par de viviendas en alquiler, pero a esas horas y sin hablar Farsi lo tenía crudo. Me dio una rabia tremenda: había tenido todo el día para conseguir alojamiento y perdí el tiempo a lo tonto en el restaurante por culpa del taxista. Menos mal que a través de un conocido de Zaheed que hablaba inglés conseguí que el hermano me acompañara a una de las casas en alquiler y me ayudara con el trámite.
ALOJAMIENTO: SHAHIYAR´S HOUSE – 60milT/Noche
*Puntos a favor: casa tradicional de dos plantas, con la inferior para mí solo; baño privado; buena limpieza; ubicación en pleno centro de Palangan, a escasos metros del río; tranquilidad total por la noche; cocina equipada; propietario muy amable, con un inglés aceptable; precio.
*Puntos en contra: no hay cama (se duerme en el suelo, sobre una colchoneta con mantas); sin wifi.
Al ver la casa me supo todavía peor no haberla podido utilizar antes, porque estaba impecable. Una vez instalado subí a la planta superior para pagar al propietario y descubrí que era el ex alcalde del pueblo (Shahiyar). Un tipo bastante majo (me dijo que el precio habitual de la casa es de 100milT), pero de nuevo me sorprendió que no me invitara a tomar té con la familia o a cenar algo, sabiendo que estaba allí solo. En fin… Por suerte mientras buscaba el lavabo pasé junto a una tienda y compré unas galletas de chocolate. Esa fue mi cena y el desayuno del día siguiente.
Con esta sensación agridulce, sin noticias de la legendaria hospitalidad kurda, acabó una jornada con algunos pasajes para olvidar.
CONCLUSION
En Irán hay numerosas poblaciones tradicionales con viviendas distribuidas en terrazas. La más conocida es Masuleh, pero Palangan es mi favorita, al mismo nivel que Howraman, así que si visitas la zona no te la puedes perder. Te recomiendo pasar la noche en el pueblo para disfrutar de una atmósfera más auténtica. Y si tienes especial interés en fotografiar a sus vecinos, lo ideal es que te acompañe alguno de ellos para romper el hielo; o te armes de paciencia y un buen zoom. En cuanto a Sanandaj, entre mi experiencia con sus hoteles y que tampoco cuenta con atracciones turísticas espectaculares, a no ser que te sobre el tiempo la considero una ciudad perfectamente prescindible.
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