Descubriendo una isla remota llena de baobabs y graciosos cangrejos en compañía de una encantadora familia francesa
Tras la desintegración del Imperio Wolof sus territorios quedaron divididos en 6 reinos independientes. Y la región del Parc National du Delta du Saloum pertenecía a dos de estos reinos: Sine (norte) y Saloum (sur). En ambos casos la etnia predominante era la Serer, con unas costumbres muy distintas a las de los Wolof, como la lutte (lucha tradicional), los túmulos funerarios de conchas, la religión animista (aunque durante el siglo XX la mayoría de la población se convirtió al Islam) y un idioma propio. Los Serer se dedican a la agricultura, ganadería y pesca, y en las aldeas del Delta du Saloum apenas hay vehículos a motor, sustituidos por bicicletas o calesas tiradas por burros. Actualmente los Serer representan un 15% de la población de Senegal y entre sus miembros más ilustres destacan los dos primeros presidentes del país y el famoso cantante Youssou N’Dour.
Mi recorrido por el Delta du Saloum me llevó a la isla de Guior, situada en el corazón de la reserva, donde pasé una noche con una agradable familia francesa. Y para explorar el norte utilicé como base la población de Gounoumane, que forma parte de la comunidad de Palmarin.
VIAJE TOUBACOUTA – DIONEWAR
Tras visitar los alrededores de Toubacouta quería adentrarme en el Delta du Saloum y decidí viajar hasta Dionewar, una aldea situada en la isla de Guior. La única forma de llegar es en barca, así que de nuevo alquilé una a través de mi alojamiento. La noche anterior charlé con Youssou (el propietario) y acordamos que me llevaría por 65milF.
Youssou me acompañó al embarcadero y me dejó en manos de dos chavales: el barquero y un guía. Y en cuestión de minutos ya estábamos en marcha, navegando hacia el norte. El trayecto duró algo menos de 3 horas y fue bastante entretenido. De camino vi un grupo de flamencos; garzas volando; barcas de pescadores; y alguna isla cubierta de baobabs. Mientras, el guía aportaba explicaciones y datos interesantes.
El servicio de Youssou fue impecable. Antes de partir dio instrucciones al guía para que durante el viaje me preparara pescado a la brasa. Y eso hizo, en una minúscula barbacoa, sirviéndomelo en un plato ya desmenuzado y sin espinas. Después me ofreció un par de Attaya (té verde muy dulce en vasos de chupito). Incluso a medio trayecto Youssou me llamó por teléfono (a través del guía) para saber cómo iba todo. Totalmente recomendable. Yo viajé relajado en la parte delantera de la barca bajo un sol abrasador (no tenía protección).
Cuando llegamos a la isla de Guior el guía bajó de la barca y me acompañó para ayudarme a encontrar el alojamiento que elegí. Menos mal porque no fue fácil. Los carteles brillaban por su ausencia; y había cierta confusión entre los propios lugareños al tratarse de un hotel que había abierto no hacía mucho. Pero bueno, al final lo encontramos y me despedí del guía.
ALOJAMIENTO: CAMPEMENT DIONEWAR AFELA – 20milF/Noche
*Puntos a favor: bungalow espacioso; cama doble muy cómoda; limpieza extrema; ubicación a escasos metros de la playa; tranquilidad total por la noche; mobiliario rústico; propietarios encantadores; precio; pensión completa incluida, además de todo tipo de bebidas; posibilidad de pagar en euros.
*Puntos en contra: baño compartido (aunque yo era el único huésped); ducha con escasa presión (aunque gracias que había, teniendo en cuenta el lugar tan remoto donde me encontraba); ausencia de indicaciones para encontrar el lugar.
Este campamento es propiedad de Yannick y Lydia, una joven pareja francesa que durante la mayor parte del año trabaja para la compañía Brittany Ferries, mientras un lugareño de confianza gestiona el alojamiento. Y pasa sus 4 meses de vacaciones en Dionewar atendiendo personalmente a sus clientes. La verdad es que tuve una gran suerte al coincidir mi estancia con ese periodo, porque la pareja me dio un trato exquisito y me sentí como un miembro más de la familia. Cuando llegué Yannick me explicaba con pasión todo lo que había hecho en el campamento; y Lydia siempre sonreía, atenta a cualquier detalle.
Curiosamente el padre de Yannick estaba de visita en Guior, un entrañable abuelete jubilado que había trabajado como ingeniero de minas y viajó por África durante muchos años. El hombre se apuntó a todos los paseos que hicimos, siempre con su cuaderno de notas en la mano, y ayudó a crear un gran ambiente. Una vez instalado en mi bungalow salí con ganas de explorar la isla.
PASEANDO POR LA ISLA DE GUIOR
Para empezar decidí caminar descalzo siguiendo la playa en dirección norte, y en pocos segundos me vi rodeado de un paisaje espectacular, con arena dorada; aguas cristalinas con alguna barca de pesca tradicional; y manglares de un color verde intenso con sus raíces al descubierto. Un auténtico paraíso. Por todas partes correteaban graciosos Cangrejos Violinista que al notar mi presencia se escondían en sus agujeros bajo la arena. Pero si esperaba quieto volvían aparecer y les hice buenas fotos. También me crucé con varios lugareños que saludaban sonrientes (un grupo iba en una calesa tirada por un burro). Y llegué a un punto ocupado por una serie de viviendas muy básicas, fabricadas con paja de color amarillento, donde se alojaban los pescadores que venían desde Gambia para faenar en la zona.
Tras el paseo regresé al campamento y me estiré a descansar en una hamaca junto a la playa, a la sombra de los árboles, con el sonido relajante de las olas. En un par de ocasiones un chaval del campamento me trajo un Attaya. Me sentía como si estuviera en un resort de lujo, pero pagando solo 30 euros al día…
A eso de las 17h, cuando el sol aflojó un poco, Yannick me invitó a dar un paseo con su familia por el interior de Guior. La verdad es que me esperaba una isla bastante árida, pero nada más lejos de la realidad. Tras caminar unos metros nos internamos en un bosque de enormes árboles, con baobabs, ceibas y palmeras. Yannick hacía de guía y descubrimos bastantes pájaros: Loros, Abyssinian Rollers, Starlings, un Hornbill, Garzas blancas, Oxpeckers con sus picos amarillos y rojos, subidos a lomos de un grupo de cebús (se alimentan de sus parásitos)… Toda una sorpresa.
También vimos grupos de niños que venían de recoger frutos en el bosque; y animales domésticos (un par de burros, un rebaño de cabras). Y pasamos junto a baobabs gigantescos. Uno tenía una abertura por la que pude acceder al interior y aparecí a escasa distancia de una colonia de pequeños murciélagos. Al final llegamos a una zona de Bolongs (brazos de agua) en medio de un paisaje único, con playas formadas por sedimentos y manglares extendiéndose hacia el horizonte. Allí charlamos tranquilamente, envueltos en las últimas luces del atardecer.
De regreso en el campamento nos sentamos junto a la entrada, en unas sillas dispuestas sobre la arena, alrededor de una fogata. Y nos dedicamos a intercambiar anécdotas, comer cacahuetes y beber una cerveza La Gazelle fría bajo un cielo estrellado. Cuando la cena estuvo lista pasamos al comedor y nos sentamos todos en una mesa alargada. El menú fue sensacional: un plato de gambas capturadas esa misma mañana, acompañadas de patatas fritas y verduras; otra cerveza La Gazelle (pensaba que se pagaban a parte y luego me enteré que estaban incluidas en el precio, por lo que me pasé un poco); y de postre una naranja. A las 23h me fui a dormir con la satisfacción de haber vivido momentos inolvidables. Todo me salió a la perfección.
EN LAS CALLES DE DIONEWAR
Al día siguiente me desperté con mi alarma sonando a las 8h. En el exterior se escuchaba el agradable sonido de los pájaros que anidan en los árboles del campamento. Una vez en pie preparé las mochilas y me dirigí al comedor, donde desayuné con Yannick y su familia. El menú consistió en una barra de pan con mermelada y Nutella; y una taza generosa de café con leche. Justo lo que necesitaba.
Después caminamos todos juntos hasta Dionewar, un pueblo pesquero de etnia Serer ubicado a unos 3km de distancia al que llegamos cruzando una zona boscosa similar a la del día anterior. Lo primero que destaca de Dionewar es su enorme mezquita, con un minarete visible desde muy lejos. No tiene ningún sentido porque el pueblo consiste en un puñado de callejuelas sin asfaltar. Eso sí, es muy fotogénico, rodeado de palmeras y con algunas viviendas luciendo vistosas pinturas murales en sus fachadas.
Como el sol todavía no apretaba la gente estaba bastante activa, dedicada a sus tareas diarias. Pude ver a muchas mujeres con sus coloridos vestidos y pañuelos en la cabeza; niños de rostros exóticos camino del colegio; puestos callejeros… Yannick conocía a todo el mundo y no paraba de saludar y presentarme vecinos. Fueron incontables las manos que estreché, acompañado de un «bonjour».
En el puerto vimos un grupo de lugareños empujando una barca recién fabricada para meterla en el agua. Entre ellos había algún gigante de proporciones descomunales. Y es que otra de las tradiciones de los Serer es la Lutte (o Lucha Senegalesa), algo parecido a la Lucha Grecorromana. En el pasado era un sistema de entrenamiento para los guerreros, pero en la actualidad se trata de un deporte nacional, con estadios y combates por todo el país. No hubiera estado mal poder presenciar uno. La visita acabó en una flamante construcción financiada con capital canadiense donde una cooperativa de mujeres del pueblo procesa y envasa productos para su venta. Allí había todo tipo de moluscos secándose al sol; recipientes con aceite de palma; mermeladas… Yo decidí comprar un litro de jarabe de Bissap para mezclar con agua y preparar zumos. Precio: 2milF.
Para volver al campamento caminamos por la playa atravesando un paisaje idílico. El sol ya pegaba duro, con una temperatura de 40 grados y la humedad cercana al 100%. Pero Yannick, siempre atento, se había preocupado de comprarme una lata de Sprite fría para hacer la situación más llevadera.
ULTIMAS HORAS EN GUIOR
A la hora de comer me reuní con la familia de Yannick y nos sentamos en unos taburetes alrededor de un enorme plato de arroz con pescado y una salsa riquísima. Yannick se encargó de trocear el pescado y no tenía ni una sola espina. Para acompañar bebí agua y un zumo de Bissap. Todos comimos directamente del plato mientras charlábamos y explicábamos anécdotas de viajes, pasando otro rato agradable.
Tras la comida me dediqué a curiosear entre los bungalows en busca de Lagartos Agama para fotografiar (había un montón correteando, incluido alguno de cabeza amarilla). Después me estiré en la hamaca del día anterior, situada frente al mar, con una sensación de relax total. De nuevo apareció el chaval con un par de Attaya cortesía de la casa. Hasta que el sol perdió fuerza y llegó la hora de partir.
La despedida de Guior fue emotiva. Yannick y Lydia se acercaron a la playa a decirme adiós, mientras subía a mi barca con sentimientos encontrados: felicidad por haber pasado unos momentos geniales en la isla; y pena por tener que marcharme tan pronto de un lugar paradisíaco.
VIAJE GUIOR – GOUNOUMANE
Para continuar hacia el sector norte del Parc National du Delta du Saloum tenía que alquilar de nuevo una barca. Y Yannick me ofreció la suya por 10milF, así que me ahorré la búsqueda. El trayecto desde Guior no tuvo mucha historia y consistió en 20 minutos que pasaron volando.
Desembarcamos en Djiffer, un asentamiento pesquero ubicado en el extremo de la Península de Sangomar, fuera del perímetro del parque nacional. Allí me encontré con una atmósfera caótica. La orilla estaba llena de barcas perfectamente alineadas y centenares de lugareños esperando la llegada de nuevas capturas. Por todas partes había chiringuitos de madera utilizados para secar pescado; montañas de conchas; camiones; calesas… Y un olor nauseabundo flotando en el ambiente. Todo lo opuesto a los paisajes de postal que acababa de dejar atrás.
Por suerte el ayudante de Yannick no se limitó a dejarme en la orilla. Amarró su barca; caminó conmigo hasta la salida del puerto; y negoció con un taxista el precio del traslado a Gounoumane. Así que solo tuve que subir al vehículo y pagar 5milF por recorrer 10km de pista en buenas condiciones.
ALOJAMIENTO: LE YOKAM – 16milF/Noche
*Puntos a favor: bungalow espacioso; cama doble muy cómoda; lavabo privado; ubicación a escasos metros de la playa; tranquilidad total por la noche (con el relajante sonido de las olas de fondo); mosquitera; restaurante propio a tarifas razonables; propietarios muy agradables (un matrimonio de mediana edad siempre sonriente); precio; media pensión incluida.
*Puntos en contra: sin suministro eléctrico (había que utilizar una linterna).
Yo no tengo problemas con los bichos a excepción de las cucarachas, pero reconozco que en Le Yokam había un exceso de fauna. Durante mi estancia me encontré con ratones, cangrejos que intentaban colarse en mi bungalow, lagartos… A mí me hizo gracia, pero no es un sitio para todo el mundo. Una vez instalado me puse en marcha porque quedaban un par de horas de sol y todavía quería visitar Gounoumane.
EXPLORANDO GOUNOUMANE
Tras caminar un kilómetro por la playa llegué a Gounoumane, uno de los 5 pueblos que forman la comunidad rural de Palmarin (a la que también pertenece Djiffer). Yo deambulé por sus calles y me sorprendieron algunas casas antiguas, con fachadas de color ocre y cruces. También los comercios de su avenida principal, decorados con llamativas pinturas murales; la enorme iglesia, con un altísimo campanario coronado por una cruz; y la plaza, con un pozo comunitario donde los lugareños acudían a sacar cubos de agua.
Los vecinos tenían ganas de conocerme y charlar unos minutos, y cuando comprobé que no querían nada a cambio me mostré atento, hablando con algunos chavales al estilo senegalés (antes de ir al grano hay un intercambio previo de «Bonjours» y «Ça vas»). Los niños me daban la mano por la calle y en algún caso me gritaban Toubab al verme. Mientras, otros jugaban en un rincón con un futbolín rudimentario.
La anécdota se produjo cuando un par de chicos se enteraron que era de Barcelona y me dijeron que habían trabajado para Lluis Llach, el famoso cantautor catalán, que pasaba largas temporadas viviendo en la vecina población de Ngallou, colaborando en diferentes proyectos a través de su fundación. De hecho uno de ellos había sido la construcción de Point Serer, un local ubicado en las afueras de Gounoumane utilizado como restaurante, centro cultural y cibercafé.
Cuando empezó a oscurecer regresé al campamento siguiendo la playa; y ocupé una mesa de la terraza del restaurante, donde me tomé una cerveza La Gazelle (caliente). Más tarde, como los mosquitos me estaban acribillando, me trasladé al comedor para cenar. El menú me gustó mucho: una ensalada con una vinagreta muy rica; barracuda a la parrilla, de carne compacta y sin espinas, acompañada de judías verdes; y de postre medio mango. Acabé a punto de explotar. Aunque el lugar estaba desierto, con una ausencia total de turistas.
En Gounoumane es posible realizar diferentes actividades, ya que el pueblo se encuentra pegado a la Réserve Naturelle de Palmarin. Pero viniendo del Parc National du Delta du Saloum, muchas son más de lo mismo (paseos en barca o kayak por los manglares, avistamiento de pájaros…). Así que no alargué más mi estancia en Gounoumane y continué el viaje rumbo a Dakar.
CONCLUSION
En mi opinión, cualquier visita a Senegal debería incluir obligatoriamente una estancia de un par de días en alguna de las islas del Delta du Saloum, como Guior. Para visitar aldeas tradicionales Serer y contemplar paisajes de película. Y si encima tienes la suerte de disfrutar de la hospitalidad de una familia encantadora (como me ocurrió a mí con Yannick y Lydia), no querrás abandonar nunca este idílico rincón del país.
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