Explorando en 4×4 un inmenso desierto de sal, con una isla cubierta de cactus centenarios y una sesión de «fotos locas»
Con sus 12mil km2 de extensión, el Salar de Uyuni es el mayor desierto de sal del mundo. Está situado a 3.650m de altura, en la provincia de Nor Lípez. Y es el resultado de la evaporación hace miles de años de un gigantesco lago que se extendía por el Altiplano, al sur de Oruro. Su imagen es imponente: una llanura infinita de color blanco que contrasta con el cielo azul. Tan uniforme que se utiliza habitualmente para calibrar los equipos de medición de los satélites espaciales.
En la actualidad es una de las atracciones turísticas más visitadas de Bolivia. Yo lo exploré dentro de mi tour de 5 días contratado con la agencia local Tupiza Tours. Y de camino conocí muchos otros lugares de interés, como lagunas de colores, volcanes o géiseres.
DIA 3: LA CABAÑA (LAGUNA VERDE) – HUAYLLAJARA
Después de mi odisea para subir el Volcán Licancabur, nos dirigimos en 4×4 hacia el norte. Rubén me había comentado el día anterior que si regresaba del volcán a buena hora me dejaría parar un rato en las Aguas Termales de Polques. Pero como tardé tanto en bajar ya no había tiempo y pasamos de largo. Una pena, porque el baño me hubiera sentado genial.
A continuación visitamos un par de lugares de interés:
1. Géiseres Sol de Mañana: tardamos alrededor de una hora en llegar y durante el trayecto fui durmiendo. Estaba agotado. En esta zona de intensa actividad volcánica situada a 4.850m de altura hay numerosas fumarolas y géiseres, que emiten vapor de agua. Uno de los géiseres proyectaba una enorme columna de humo, y alrededor había diferentes pozas de agua hirviendo de color amarillento por la elevada concentración de azufre. Casi no había gente porque es mejor visitar los géiseres a primera hora, cuando hace frío y el vapor de los géiseres alcanza varios metros de altura. Pero a cambio pude dar un paseo tranquilo, disfrutando de un paisaje precioso, con montañas de color rojo en la distancia.
2. Laguna Colorada: junto a la Verde es la más espectacular del recorrido. No tiene un color uniforme. En su mayor parte el agua es transparente, pero hay zonas donde los sedimentos y ciertos tipos de algas dan lugar a diferentes tonalidades que van del marrón al rojo, creando un efecto sorprendente. Rubén paró en la entrada y caminé hasta una zona de miradores desde donde pude contemplar diferentes panorámicas. Después bajé a la orilla y regresé caminando. Allí pude ver un enorme grupo de Flamencos; Llamas pastando; y Gaviotas revoloteando. Un sinfín de imágenes fotogénicas que pude disfrutar sin la presencia de otros turistas. Eso sí, soplaba un viento helado, y tuve que utilizar toda mi ropa de abrigo.
Tras la visita a la laguna, ya atardeciendo, fuimos hasta Huayllajara. Un pequeño asentamiento con diferentes albergues para pasar la noche. En el nuestro me encontré una desagradable sorpresa: el lugar estaba invadido por un ruidoso grupo de franceses que también viajaban con Tupiza Tours. Ocupaban todas las mesas del comedor; se apoderaron del único enchufe para cargar aparatos electrónicos; y reían y gritaban sin parar, como si no hubiera nadie más en el albergue. Un auténtico coñazo.
Al llegar merendamos un té de canela con galletas. Y al cabo de un rato apareció la cena: sopa de verduras; Pique Macho (un plato típico de Bolivia que consiste en trozos de carne de ternera acompañados de patatas fritas, huevo duro, tomate y pimiento); y plátano con caramelo. Todo delicioso. Después de cenar estaba muy cansado, y los franceses no tenían ganas de incluir más gente en su grupo, así que me fui a la cama a dormir.
DIA 4: HUAYLLAJARA – ATULLCHA
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable (menos mal que los franceses no alargaron la conversación hasta muy tarde). Por delante tenía una jornada intensa, así que acordé con Rubén comenzar temprano, y a las 6.45h ya estaba desayunando, con las mochilas preparadas. Eusebia nos sorprendió con unos riquísimos pancakes de dulce de leche, que acompañamos con un té de canela. Y a las 7.15h nos pusimos en marcha.
De nuevo en la Laguna Colorada, salimos de la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa. Y Rubén nos llevó al Mirador de Aguas Calientes, que me permitió contemplar unas vistas geniales, con los volcanes reflejados en la laguna, pozas de agua hirviendo de las que salía humo (de ahí el nombre), acumulaciones de bórax de color blanco, y un pequeño grupo de Flamencos. Rubén me había dicho que desde allí la laguna se vería de un color rojo espectacular, pero ni mucho menos (quizás las condiciones no eran adecuadas).
Desde el mirador la ruta continuó hacia el norte, y paramos en los siguientes lugares de interés:
1. Desierto de Siloli: se trata de una extensión del Desierto de Atacama, situado en Chile, y por tanto uno de los más áridos del mundo. Siloli se caracteriza por sus rocas de formas curiosas. Primero paramos en una zona donde se encuentra la más famosa: el Árbol de Piedra. Allí estuve un rato paseando y haciendo fotos, con un viento frío que cortaba la respiración. Y después fuimos a otro punto con rocas estratificadas donde había un montón de Vizcachas que pude ver muy de cerca (no eran tan tímidas como las de San Antonio del Nuevo Mundo porque los grupos de turistas les dan comida).
Después visitamos una serie de lagunas. En teoría la primera era Laguna Ramaditas, pero está algo apartada del camino principal, íbamos muy justos de tiempo y Rubén me dijo que no tenía nada de especial. Con lo cual acepté pasar de largo.
2. Laguna Honda: estaba congelada y no había fauna. Pero el paisaje era impresionante, con volcanes nevados y la orilla cubierta de paja brava y otros arbustos exóticos. Rubén condujo hasta el otro extremo de la laguna y llegué caminando, disfrutando cada segundo.
3. Laguna Chiarkhota: aquí solo paramos en un mirador para hacer fotos panorámicas. Muy similar a Laguna Honda.
4. Laguna Hedionda: mi favorita de las 4 lagunas, y la de mucha gente, porque había bastantes turistas. La escena es preciosa, con las aguas llenas de sedimentos y acumulaciones de bórax; grupos de Flamencos alimentándose; y los volcanes nevados como telón de fondo. Hice docenas de fotos, mientras paseaba tranquilamente por la orilla. Por todas partes había carteles que prohibían acercarse al agua para no molestar a los Flamencos. Pero en un punto donde las aves estaban a escasos metros la gente se saltaba las normas para hacerse selfies. Menos mal que apareció Rubén y puso a todo el mundo firme. Me encantó… Una pena que haya tanto imbécil por el mundo…
5. Laguna Cañapa: parecida a Laguna Hedionda, pero sin turistas. Aquí de nuevo caminé por la orilla fotografiando Flamencos de todas las formas posibles: en grupo, primeros planos, comiendo, volando… Los alrededores estaban llenos de paja brava, que quedaba muy bien en las fotos con las montañas en la distancia. Incluso encontré un Cactus Globular, enorme y de forma ovalada, que no había visto en mi vida.
Mientras me entretenía, Rubén y Eusebia prepararon la comida en una mesa de picnic que había cerca de la laguna. Carne con verduras y atún; una naranja; y Sprite para beber. Y me senté a comer en medio de un paisaje de postal, mientras un gracioso gato y una gaviota nos miraban reclamando su parte (por supuesto la consiguieron). Fue un momento inolvidable. Junto a la mesa había una caseta donde en teoría tenía que pagar 10B por persona para ayudar a la conservación de las lagunas. Pero no había nadie y nos marchamos.
SEGUNDA PARTE DE LA JORNADA
6. Mirador Ollagüe: siguiendo hacia el norte paramos en un punto y caminamos hasta un mirador desde el que se puede ver en la distancia el Volcán Ollagüe, de 5.865m de altura, situado en la frontera entre Bolivia y Chile. Su gracia es que todavía está activo y permite contemplar una fumarola. Aunque durante la comida el cielo se había cubierto de nubes y el efecto era menos espectacular. De todas formas el paseo mereció la pena, porque encontramos enormes ejemplares de Yareta y otras plantas extrañas.
7. Salar de Chiguana: está atravesado por una vía de tren (buen lugar para hacer fotos) y en él hay diversas explotaciones de bórax.
8. San Juan: una localidad rodeada de plantaciones de quinoa. Aquí nos detuvimos un momento en una tienda que vendía artesanía y alimentos, algunos bastante curiosos (como cerveza de quinoa, o de cactus). Estuve curioseando pero no compré nada.
Desde San Juan fuimos hasta la población de Atulcha, donde pasaríamos la noche. El lugar elegido: un Hotel de Sal típico de la zona de Uyuni, construido en su mayor parte utilizando bloques de sal. Yo me esperaba un alojamiento realmente básico y me quedé sin palabras, porque fue el mejor de la ruta con mucha diferencia. Habitación para mí solo, cama confortable, baño privado, electricidad las 24h del día y duchas de agua caliente (pagando 10B adicionales). Todo un lujo. La única pega fue tener que compartir el hotel otra vez con el ruidoso grupo de franceses.
Tras la ducha todavía quedaban horas de sol, así que salí a explorar la zona. Me gustó el pueblo de Atulcha. Paseé entre viviendas con muros de adobe y techo de paja; descubrí una bonita iglesia; y me crucé con amables lugareños que me saludaban sonrientes. Aunque las calles estaban llenas de agujeros y zanjas porque se estaba instalando la red de alcantarillado. En las afueras contemplé colinas cubiertas de cactus, iluminadas con los últimos rayos de sol; y al fondo el Salar de Uyuni.
De regreso en el hotel, me senté a tomar un té de canela con crackers. Y al cabo de un rato llegó la cena: sopa de verduras, espagueti con salsa de tomate, y dos trozos de melocotón en almíbar. Una vez más impecable. Como los franceses volvieron a invadir el comedor, no tardé mucho en marcharme a mi habitación para escribir un rato y descansar. El tour estaba a punto de acabar, pero todavía faltaba una jornada por todo lo alto, explorando el Salar de Uyuni.
DIA 5: ATULLCHA – UYUNI
El día comenzó de la peor forma posible. Había quedado con Rubén a las 4.50h con las mochilas preparadas, y me desperté 5 minutos antes porque no escuché mi alarma. Así que me tocó hacer las cosas a toda prisa, y conseguí estar listo a las 5h. Una vez en marcha recorrimos la carretera que da acceso al Salar de Uyuni hasta llegar a la población de Chuvica. Allí pagamos 10B para financiar el mantenimiento de la carretera, y continuamos hacia el interior del salar, siguiendo diferentes caminos, envueltos en una oscuridad total. Era una tarea delicada, porque el grosor de la capa de sal varía bastante en función de la zona, y muchos vehículos acababan atrapados.
1. Isla Incahuasi: está ubicada en el centro del Salar de Uyuni, y el motivo del madrugón era poder ver amanecer desde un mirador situado en el punto más alto de la isla. Se trata de un lugar muy turístico y Rubén quiso que llegáramos los primeros, pero la verdad es que no entendí la jugada. Aparecimos en la isla a las 6h, cuando todavía faltaba una hora para que saliera el sol; hacía un frío terrible (a pesar de ir abrigado como el día que subí al Volcán Licancabur); y el mirador es una plaza de buenas dimensiones donde da igual cuando llegues, hay espacio para todo el mundo.
Junto al inicio de la subida al mirador hay un puesto de control donde se compra la entrada (30B). Como llegamos los primeros estaba cerrado y pagué cuando regresé. Rubén y Eusebia se quedaron esperándome en el 4×4 y comencé el ascenso, ayudado de mi linterna frontal. Entre las prisas y que no había podido desayunar me encontraba fatal, y a medio camino acabé entre los arbustos con un ataque de diarrea. Menos mal que no había gente. Tras un sencillo paseo de un cuarto de hora alcancé el mirador y me senté en una piedra a esperar.
Pasé un frío inhumano, y acabé rodeado de docenas de turistas que no paraban de reír y hacer ruido, rompiendo la magia del lugar. Algunos llegaron de los últimos y se sentaron delante de mí, en las piedras que hay fuera de la plaza, corroborando mi teoría de que es inútil madrugar tanto. Pero bueno, al final pude disfrutar del amanecer, con el Salar de Uyuni extendiéndose en todas direcciones. Isla Incahuasi está cubierta de enormes cactus, algunos con siglos de antigüedad, y me quedé un rato haciendo fotos. Después bajé al salar y me reencontré con Rubén.
Junto a la base de la isla hay una zona con mesas de picnic (fabricadas con bloques de sal), y aprovechamos para sentarnos a desayunar. Un té de canela y dos trozos de bizcocho que estaba riquísimo. El lugar no era ni mucho menos idílico, con montones de vehículos y grupos de turistas. Antes de marcharnos, mientras Rubén y Eusebia recogían todo, me dejaron dar un paseo alrededor de Isla Incahuasi. Tardé 45 minutos y pude contemplar unas panorámicas geniales, con espectaculares concentraciones de cactus.
2. Salar de Uyuni: ya en el 4×4 Rubén condujo hasta un punto del salar completamente desierto. Era un paisaje extraterrestre, con una inmensa llanura de color blanco formando hexágonos de sal, bajo un cielo azul impecable. En todo el Salar de Uyuni la diferencia de desnivel es de apenas 1 metro, y esto permite hacer lo que los lugareños llaman “fotos locas”, jugando con las perspectivas. Rubén aportó casi todas las ideas, y se encargó de captar las imágenes desde la distancia. Mi favorita (y la más sencilla) era una en la que dando un pequeño salto parecía que estaba levitando a gran altura. En otras, poniendo objetos en primer plano parecía que Eusebia me estaba friendo en una sartén; que levantaba el 4×4; o que estaba a punto de pisar a un diminuto Jose. Pasamos un rato divertido.
RUMBO A UYUNI
3. Hotel de Sal Playa Blanca: fue el primero que se construyó en el Salar de Uyuni. En la actualidad está oficialmente cerrado, por el problema ecológico que provocaban los residuos generados por sus huéspedes; y alberga un pequeño museo, con figuras y muebles de sal de escaso interés. Aunque Rubén me dijo que durante la época de lluvias hay turistas chinos que pagan 50Usd por noche para alojarse allí y poder fotografiar el salar cubierto de agua, con el reflejo de las estrellas y la luna, que crea un efecto mágico.
En los alrededores del hotel hay un lugar con Banderas de todo el mundo. Me sorprendió no ver la española ni la catalana (seguro que fruto de piques entre turistas). También hay un Monumento al Rally Dakar, que en el año 2009 se trasladó a Sudamérica y desde el 2014 atravesaba Bolivia. Pero durante mi visita la gente estaba muy descontenta con las molestias que generaba y el escaso dinero recibido por la empresa organizadora. Y el año siguiente (2019) el rally quedó restringido a Perú. En esta zona había turistas por todas partes inmersos en interminables sesiones de selfies.
4. Colchani: se trata de una población ubicada en la orilla oriental del Salar de Uyuni que concentra buena parte de la actividad de extracción de sal. Cada año se obtienen alrededor de 25mil toneladas, destinadas principalmente al consumo humano. Y por todas partes pude ver hileras con montones de sal de forma cónica secándose al sol (así pesa menos y es más fácil de transportar). Aunque bajo la capa de sal se oculta un verdadero tesoro: una de las mayores reservas de litio del mundo. De momento las comunidades locales han conseguido frenar los intentos de explotar este mineral. Pero el peligro está ahí, y podría cambiar para siempre el aspecto del Salar de Uyuni.
Cerca de Colchani cruzamos una zona cubierta de agua y pude hacer muy buenas fotos, con las nubes, vehículos y un par de gaviotas reflejadas en la superficie. Después Rubén paró junto a un mercado callejero con numerosos puestos de souvenirs (y montones de turistas). Yo di un breve paseo, utilicé un lavabo (2B) y me uní a Rubén en un local cercano, donde comimos.
El menú de nuevo excepcional: pollo acompañado de verduras, patatas asadas y quinoa; una manzana; y Coke para beber. Un diez para Eusebia, que durante los 5 días me trató como un rey (a parte de las comidas habituales, a media mañana me daba galletas y un zumo, y por la tarde caramelos).
5. Cementerio de Trenes: tras recorrer 20km llegamos a las afueras de Uyuni y visitamos este curioso lugar. Aquí estaba la Estación de Uyuni, que formaba parte de una línea de ferrocarril inaugurada en 1890 para transportar minerales hasta el puerto de Antofagasta, en la costa del Pacífico (actualmente territorio chileno). Pero la industria minera se desplomó durante los años 40, y provocó que un montón de locomotoras y vagones quedaran abandonadas.
Me encantó pasear entre máquinas antiguas, dispuestas en un par de filas, cubiertas de óxido y alguna que otra pintada. Y hasta me pude subir a varias, haciendo fotos graciosas. Había bastantes turistas, pero con paciencia encontré rincones solitarios. Una especie de museo al aire libre muy recomendable.
A continuación fuimos al centro de Uyuni. Al igual que me ocurrió durante el trekking por la Cordillera Real, los días previos le estuve dando muchas vueltas al importe de la propina. Más en este caso que el servicio había sido muy bueno. Al final les dimos (entre Jose y yo) 400B a Rubén y 200B a Eusebia (siempre más al guía). No vi caras de especial euforia, pero nos despedimos con un abrazo. Me cayeron genial.
Uyuni es una población horrible, con calles llenas de restaurantes turísticos y agencias de viaje. Tampoco ayudó mucho que al llegar el cielo se cubrió de nubes grises. A parte del Cementerio de Trenes cuenta con un pequeño Museo Arqueológico con fósiles y alguna momia que no me dio tiempo a visitar.
Yo cogí un taxi al aeropuerto, situado a apenas 2km del centro (30B que me parecieron excesivos). Y desde allí viajé a La Paz con un vuelo interno de Amaszonas, la principal aerolínea de Bolivia. Lo había comprado con antelación en una agencia de la capital (520B) y el trayecto duró solo 45 minutos (la alternativa eran 10 horas de autobús).
CONCLUSION
El Salar de Uyuni es el equivalente al Parque Nacional Torres del Paine en Chile o el Glaciar Perito Moreno en Argentina. Una maravilla de la naturaleza que cualquier viajero que visita Bolivia quiere contemplar con sus propios ojos. En una jornada completa es posible explorar el salar y los principales lugares de interés de los alrededores. Pero te recomiendo embarcarte en un tour de varios días (mínimo 3) que incluya la Reserva Nacional Eduardo Avaroa, porque en esta zona disfruté de paisajes igual o mejores, además de numerosos encuentros con fauna local. Yo utilicé los servicios de la agencia Tupiza Tours y acabé realmente satisfecho.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales