Tres días alojado en un monasterio perdido en las montañas, compartiendo mesa con los monjes y formando parte de un exorcismo en grupo
Saharna es una población ubicada en el norte de Moldavia, rodeada de montañas y espesos bosques. Los Dacios habitaron la zona en el siglo II AC y todavía quedan restos de un antiguo fuerte. Más tarde, durante la Edad Media, una comunidad de monjes ortodoxos se estableció en el valle y excavaron en la pared de roca una iglesia y varias celdas. Con el tiempo el lugar quedó abandonado, hasta que en el año 1778 un monje llegado de Rusia fundó el Monasterio de la Santísima Trinidad (o de Saharna) tras tener una visión de la Virgen.
Hoy día el Monasterio de Saharna es uno de los principales centros de peregrinación de Moldavia. Yo decidí visitarlo esperando ver edificios históricos y un bonito paisaje. No me imaginaba que iba a pasar en él varios días, conviviendo con los monjes y presenciando un espeluznante exorcismo en grupo.
VIAJE: CHISINAU – SAHARNA
Realizar en transporte público este trayecto de apenas 110km fue laborioso, pero con paciencia logré mi objetivo. La jornada comenzó a las 5.30h en el Hostel City Center, porque un turco que se alojaba en mi dormitorio tenía que levantarse temprano y actuó como si estuviera solo, haciendo todo el ruido del mundo (hasta se marchó dejando la luz encendida). Y yo como un tonto preparando mis mochilas la noche anterior para no molestar… El caso es que ya no pude volver a quedarme dormido y a las 7h sonó mi alarma.
Ya en pie desayuné yogurt, galletas y un plátano; dejé mi mochila grande en una taquilla de la habitación de los empleados del hostel; y salí a la calle dispuesto a explorar el norte de Moldavia. Estas fueron las etapas de mi viaje a Saharna:
1. Taxi hasta la Terminal de Autobuses Norte: está a 3km del centro y solicité un taxi a través de la app de Yandex. Apareció al momento y en 10 minutos me dejó junto a la entrada de la Terminal. Precio: 40L.
2. Marshrutka a Rezina: el día anterior había consultado los horarios en la página web con lo cual no hubo sorpresas. Compré el billete en la taquilla (60,6L); encontré el andén; subí a la furgoneta; y al cabo de media hora nos pusimos en marcha. Yo viajé en un asiento de la fila individual bastante incómodo, sin espacio para las piernas. Además como hacía frío los cristales se empañaron y no me pude entretener con el paisaje. Pero bueno, estaba muerto de sueño y di alguna cabezada. El trayecto duró dos horas, con una breve parada en Orhei, y acabó en la Terminal de Rezina.
3. Marshrutka hasta Saharna: la encargada de la taquilla me dijo que el vehículo que necesitaba para recorrer los últimos 7km no salía de la Terminal, pero no entendí el resto de sus explicaciones y hubo momentos de confusión. Por suerte entré en una tienda Orange para reactivar mi tarjeta SIM y la chica que me atendió hablaba inglés, así que me indicó la ubicación exacta de la parada, situada en la avenida principal de Rezina.
En la parada me tocó esperar más de media hora con un frío importante (tenía los pies helados). Si hubiera visto un taxi lo habría parado. Aunque poco a poco fueron llegando lugareños y al final apareció la marshrutka. En el interior pagué el billete al conductor (5L), me senté en la fila trasera, y controlé mi ubicación en el mapa hasta alcanzar el desvío al Monasterio de Saharna. Desde allí tardé unos minutos en llegar a la entrada, atravesando una zona solitaria cubierta de hielo y nieve, bajo un cielo gris.
ALOJAMIENTO: HOSPEDAJE DEL MONASTERIO – 25L/Noche
*Puntos fuertes: dormitorio de 8 plazas para mí solo (excepto una noche); buena limpieza; ubicación inmejorable, a escasos metros de la entrada al monasterio; tranquilidad total por la noche; señora encargada (Ekaterina) muy amable; precio; pensión completa.
*Puntos débiles: colchón estrecho y bastante incómodo; baño exterior estilo turco; lavabo exterior con agua fría.
Mi situación al llegar a Saharna era realmente precaria. Yo intenté reservar alojamiento desde Chisinau pero no encontré ninguno, ni en Booking ni rastreando en internet, con lo cual no sabía dónde iba a dormir (y con el frío que hacía era un dato importante). Además no tenía comida y en Saharna solo hay una tienda que vende productos básicos. Y no contaba con mucho margen de maniobra, porque cuando entré en el Monasterio ya eran las 12h. En estas condiciones mucha gente hubiera optado por una excursión de un día regresando a Chisinau, pero yo seguí adelante con mis planes y acabé triunfando.
En el patio del Monasterio pasé junto a un monje de larga barba (Fyodor) y me propuso comer algo. Yo al principio dudé, pero decidí ir más allá y le pregunté si era posible alojarme allí. Entonces Fyodor llamó a Ekaterina y la mujer me dijo que sí. Hay un edificio en el exterior del Monasterio con varios dormitorios para los peregrinos y me podía quedar en uno. Problema resuelto. Por cierto, cuando me dijo el precio pensé que se trataba de un error y hasta que no pagué no me lo acabé de creer: ¡menos de 1,5€! El edificio es realmente espartano, pero no estaba para ponerme exquisito.
A continuación apareció una monja y me condujo al refectorio del Monasterio, donde había una enorme mesa y paredes llenas de cuadros de ángeles y santos. Allí me senté con un grupo de unas 12 personas formado por monjes y monjas (ambos con hábito de color negro) y un par de trabajadores. Al poco comenzaron a salir platos de la cocina; nos pusimos de pie mientras un monje recitaba unas plegarias; y a comer. El menú fue espectacular: sopa de patata y verduras; pisto de tomate, cebolla y pimiento; mamaliga; queso; crepes de queso dulce; y tiramisú. Para beber había leche caliente y kompot (zumo de frutas). Todo estuvo delicioso. Eso sí, la gente engullía a toda prisa y en silencio. Y tras un cuarto de hora el mismo monje dio por finalizada la comida (antes de marcharme ayudé a recoger la mesa).
Durante la comida conocí a Gregory, uno de los trabajadores, que había vivido unos años en Venecia y hablaba italiano. Fue un alivio poder comunicarme con alguien, porque el resto no entendía ni una palabra de otro idioma que no fuera moldavo o ruso.
EL MONASTERIO DE SAHARNA
Una vez con el estómago lleno Gregory se ofreció a enseñarme los principales lugares de interés del Monasterio de Saharna y acepté sin dudarlo. Sus explicaciones eran un tanto confusas y en internet hay muy poca información en inglés sobre este sitio, pero al menos me pude hacer una idea general. El Monasterio tiene 3 iglesias:
1. Iglesia de la Santísima Trinidad: se trata de la principal, construida en el año 1818 para sustituir al templo original de madera. Está pintada de color amarillo y el interior es realmente bonito, con sus muros cubiertos de frescos y una elaborada iconostasis. Contiene varias imágenes sagradas, pero la estrella del recinto es el cuerpo de San Macario, envuelto en una tela dentro de su ataúd. Según cuentan el cuerpo exuda un aceite aromático que se puede adquirir en la tienda del Monasterio.
2. Iglesia de la Asunción: es de color azul y data de 1883. Su decoración es más sobria, aunque cuenta con una siniestra capilla donde hay varias urnas llenas de huesos humanos y una pared con los cráneos de varios monjes. La capilla está iluminada por la tenue luz de las velas que dejan los fieles en un pequeño altar, y hacer fotos es complicado.
3. Iglesia de la Resurrección de Jesús: está ubicada en la parte más elevada del Monasterio. Tiene grandes dimensiones aunque su aspecto es muy moderno, ya que se empezó a construir en el año 2009 (durante mi visita todavía se estaban realizando obras en los alrededores). Aquí se celebra la misa del domingo y el resto del tiempo la iglesia se encuentra cerrada, con lo cual no pude acceder al interior.
Además de las iglesias en el monasterio hay numerosos Crucifijos, esculturas de santos, fuentes y un cementerio. Un lugar idílico, rodeado de naturaleza.
UNA MISA ETERNA
Al caer la noche Gregory y yo volvimos a la Iglesia de la Asunción, donde cada día se celebra una misa a las 17h. Durante la ceremonia un grupo de monjes recitaban plegarias y cantaban desde un balcón, mientras el abad oficiaba la misa (principalmente detrás de la iconostasis) o recorría la nave con un incensario (cuando lo dirigía hacia la gente había que agachar la cabeza en señal de respeto). En una esquina me llamó la atención una monja de avanzada edad vestida con una túnica negra con cruces bordadas que no paraba de arrodillarse y santiguarse. Una ceremonia muy auténtica. Aunque no me esperaba que iba a durar tanto. Al final entre el tono monocorde de los monjes, la oscuridad y el cansancio acumulado, me quedaba dormido. Gregory se dedicó a encender velas y retirar las más desgastadas. Y me sorprendió que no hubiera ni un solo lugareño.
Tras hora y media de misa nos fuimos al dormitorio donde iba pasar la noche, porque aquello no acababa hasta minutos antes de la hora de cenar (¡3 horas!). Allí entre Gregory y Ekaterina encendieron una estufa de leña situada junto a una pared a escasos centímetros de mi cama. Y por si fuera poco me dieron un radiador eléctrico. Así que al cabo de un rato la temperatura de la habitación era perfecta. Yo me estiré en la cama a leer, y a las 20h Gregory me vino a buscar para la cena.
Esta vez nos sentamos en una mesa de la cocina. Gregory y yo comentamos un par de cosas, pero la monja de la misa pidió silencio y el resto de la cena solo se escuchó el sonido de los cubiertos. El menú consistió en sopa de patata y verduras; pisto de tomate, cebolla y pimiento; y un vaso de kompot. Hubiera comido más, pero a los 10 minutos un monje dio por finalizada la cena y nos tuvimos que marchar. La verdad es que agradecí la presencia de Gregory, porque los monjes me ignoraban totalmente. Además me explicaba cómo actuar en cada momento (sin él hubiera metido la pata en incontables ocasiones).
Después de cenar regresé al dormitorio. Poco después el estómago empezó a pedir comida y no tenía nada para picar. Pero no me importó, porque estaba muy contento por cómo había transcurrido la jornada. La sensación era genial, completamente solo en el edificio. Eso sí, cuando tenía que ir al lavabo exterior con mi linterna, en medio de la noche, caminando sobre placas de hielo y con un frío horrible, la cosa perdía algo de gracia…
EXPLORANDO LOS ALREDEDORES
Al día siguiente me desperté tras dormir como un tronco. De madrugada refrescó algo, pero me tapé con una manta y estuve a gusto. En el exterior comenzaba el día, con el sonido de las gallinas y perros ladrando. Los monjes se levantan a las 5h para asistir a la misa de las 6h, pero yo me desmarqué por completo y fui directo al desayuno de las 8h, que tuvo lugar en el refectorio. Allí me encontré con Gregory y un grupo de monjes y comí copos de avena y té. También había una mermelada casera que tenía muy buena pinta, pero no me dio tiempo a probarla porque al momento un monje dio por finalizado el desayuno.
A continuación Gregory se marchó a trabajar y dediqué la mañana a conocer los alrededores del Monasterio. Pensaba que solo había una cascada y poco más, pero al final encontré varios lugares de interés que me mantuvieron entretenido. Esto fue lo más destacado:
1. Grimidon Rock: cuenta la leyenda que en el siglo XVIII un monje ruso llegó al valle con la misión de construir un monasterio. Para ello ayunó y rezó durante 40 días en busca de una señal divina. Y al final vio sobre un peñasco la imagen brillante de la Virgen señalándole el punto donde poco después se ubicaría la Iglesia de la Santísima Trinidad. Además la Virgen dejó una huella, que hoy día está protegida dentro de una pequeña ermita.
El sendero de subida es bastante empinado y durante mi visita estaba cubierto de nieve. Pero cuando alcancé el peñasco mi esfuerzo se vio recompensado con una panorámica espectacular, donde aparecen los diferentes edificios del Monasterio de Saharna rodeados de bosques; las casas del pueblo; y el río Dniester en la distancia. Yo me quedé un rato contemplando el paisaje completamente solo. Después bajé al valle y caminé siguiendo la orilla izquierda de un arroyo.
2. Piscina ceremonial: se encuentra dentro de un edificio de piedra cuyas paredes están decoradas con imágenes de santos. Aquí los fieles dejan ofrendas y en ocasiones especiales se bañan para purificar sus pecados (el agua procede de un manantial cercano).
3. Monasterio Antiguo: no hay documentos que acrediten su origen, pero algunos expertos lo sitúan entre los siglos XII y XV. Se trata de una pared de roca donde los monjes excavaron diferentes celdas y una iglesia. El lugar es realmente atmosférico, con nichos que albergan iconos y miles de trozos de papel con deseos que la gente deja aprovechando cualquier pequeño orificio de la pared.
4. Monumento Dacio: se encuentra en lo alto de las montañas, en una extensa meseta donde antiguamente se levantaba un fuerte Dacio. Para llegar seguí un sendero con bastante nieve atravesando un bosque de árboles pelados. El monumento consiste en un pilar de piedra y dos paneles con relieves. Por más que busqué no logré encontrar información sobre estos relieves, aunque espero que no sean muy antiguos porque la gente se ha dedicado a cubrirlos de estúpidos grafitis. El regreso al fondo del valle fue complicado ya que la nieve resbalaba mucho. Menos mal que había una barandilla a la que me podía agarrar en caso de apuro…
5. Cascada de Saharna: en teoría hay un camino que avanza junto a la orilla derecha del arroyo, pero la nieve lo había tapado por completo y no se veían huellas. Mientras decidía cómo continuar apareció una familia moldava que residía en Alemania y estaba de vacaciones, y realizamos el recorrido juntos. Había algunos tramos delicados, con agujeros ocultos y capas de hielo que crujían de forma amenazante. Aunque al final alcanzamos la cascada sin incidentes.
El lugar superó todas mis expectativas. El agua cae desde una altura de 10m y con el paso del tiempo la erosión ha creado una especie de caverna a su alrededor (por eso el sitio también se conoce como Gipsy Hole). Incluso es posible caminar por detrás de la cascada. Además el frío había creado una montaña de hielo por donde el agua entraba y salía. Fue una auténtica sorpresa. La familia se marchó al cabo de unos minutos y yo me quedé solo haciendo fotos desde mil ángulos distintos.
Desde la cascada regresé al Monasterio y llegué justo a tiempo para la comida en el refectorio. El menú consistió en sopa de verduras; pisto de tomate, cebolla y pimiento; queso; patatas fritas; judías verdes; y un vaso de té. Esta vez me dediqué a engullir sin parar hasta que se levantaron los monjes, y acabé satisfecho.
TARDE DE RELAX
Tras la comida regresé a mi habitación y estuve el resto de la tarde leyendo y descansando. Gregory me comentó que vendría a buscarme para dar un paseo juntos, pero al final no pudo y lo agradecí (hacía bastante frío). La cena fue de nuevo en la cocina. Por suerte esta vez estuve solo con Gregory y pude comer sin tantas prisas. Yo me serví un plato de sopa de patata y verduras; pisto; pimiento rojo; y un vaso de kompot.
Después Gregory me acompañó al dormitorio y charlamos un rato. El hombre me contó que había llegado al monasterio rebotado tras una vida llena de altibajos y su idea era convertirse en monje dentro de unos años. A pesar de contar solo con una pequeña habitación y trabajar de lunes a domingo, totalmente aislado del mundo exterior (no tenía móvil ni televisor). A mí no me sedujo nada la idea, por muy bonito que sea el Monasterio.
HACIA EL MONASTERIO DE TIPOVA
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 7.30h y me levanté sin perder tiempo. Esta vez decidí solventar el desayuno con unas galletas que había comprado el día anterior en la tienda del Monasterio. Poco después cogí mi mochila y me puse en marcha.
El plan del día era visitar el Monasterio de Tipova, situado a orillas del río Dniester, con numerosas celdas y pasadizos excavados en una pared de roca. Además en los alrededores hay varias cascadas y miradores que ofrecen vistas geniales. Este Monasterio se encuentra a unos 14km en linea recta desde el de Saharna, pero llegar no es tan sencillo.
Yo de entrada opté por el transporte público. Sabía que a las 10h partía una marshrutka desde la Terminal de Rezina rumbo a la población de Lalova, pasando por Tipova. Y a las 9h me planté en la parada de autobús del desvío al Monasterio, con la intención de detener cualquier vehículo que se dirigiera hacia Rezina. Todo apuntaba a que tenía tiempo de sobras, pero no pasó ninguna marshrutka; y al hacer autoestop los escasos coches que vi me ignoraron por completo. Así que al final ya no llegaba a tiempo para coger la marshrutka en Rezina (solo hay una al día) y tuve que pasar al plan b: caminar.
La ruta más directa indicada en maps.me implicaba una distancia de 16km con una duración estimada de 4 horas, por lo que empecé a avanzar a buen ritmo. El recorrido se dividió en dos tramos:
1. Saharna Noua: primero atravesé la población de Saharna; y a continuación encaré una durísima cuesta que me dejó sin respiración, hasta que por fin alcancé Saharna Noua. Allí me esperaba una espesa niebla que reducía enormemente la visibilidad. De camino vi pasar un par de coches pero ya ni me molesté en intentar que pararan.
En el centro de Saharna Noua hay un Memorial en homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, con la estatua de un soldado. Además destacan un edificio con un bonito mosaico soviético en un lateral donde aparecen 3 mujeres recolectando fruta; y varias casas tradicionales pintadas de vivos colores. Antes de marcharme aproveché para comprar en una tienda una bolsa de croissants de chocolate y dos zumos (27L).
2. Buciusca: desde Saharna Noua continué por una carretera de escaso desnivel y al cabo de un rato llegué al punto crítico de la ruta, donde me tocó desviarme a la derecha adentrándome en el campo. La nieve me llegaba hasta los tobillos y no había ni rastro del sendero o huellas. Yo no me vine abajo y seguí caminando, pero al cabo de un rato comprendí que estaba cometiendo un error: iba a tener que avanzar en esas condiciones durante varios kilómetros; con los pies mojados; y completamente solo. Eso sin contar que la niebla cada vez era más densa; a las 17h se hacía de noche; y había una señal que alertaba de la presencia de animales salvajes (en la nieve vi marcas sospechosas). Me gusta la aventura pero esto ya me pareció excesivo, así que di media vuelta.
Como alternativa decidí seguir hasta el final de la carretera, que acaba en Buciusca, una aldea situada a escasa distancia de Tipova. En maps.me no encontré ninguna ruta que conectara ambos lugares, pero una vez allí a lo mejor surgía alguna opción. El recorrido fue muy sencillo, avanzando cuesta abajo casi todo el tiempo. Me sentía en medio de un paisaje extraterrestre, envuelto en la niebla; y solo me crucé con un par de vehículos cuyos conductores se quedaron mirándome como si fuera un fantasma. De vez en cuando soplaba el viento y caían trocitos de hielo de los árboles. Yo me fui comiendo los croissants tranquilamente y llegué a Buciusca sin problema. En total había tardado 2,5 horas desde que salí del monasterio.
La verdad es que Buciusca fue todo un descubrimiento. Me encantó esta población. Tiene viviendas con porches de madera y fachadas cubiertas de relieves; un cementerio con docenas de cruces azules; y una ubicación espectacular junto al río Dniester, con vistas geniales de las montañas de Transnistria. En la orilla había grupos de patos, garzas blancas y pequeños pájaros revoloteando. Y me hizo gracia un muñeco de nieve que lucía una gorra del ejército transnistrio, con el símbolo de la hoz y el martillo.
Eso sí, en las afueras del pueblo comprobé que era imposible alcanzar el Monasterio de Tipova. Más allá de Buciusca hay un tramo donde las montañas se acercan a escasos metros del agua, sin dejar apenas espacio para pasar. Además en mi caso el terreno estaba cubierto de hielo y nieve. Y aunque hubiera conseguido continuar, al otro lado me esperaba un nuevo obstáculo: un río que no iba a ser fácil cruzar (no había puentes). Según me comentaron, en verano hay vecinos de Buciusca que ofrecen viajes en barca. Pero bueno, a pesar de no conseguir visitar Tipova la caminata de 10km mereció la pena, permitiéndome adentrarme en la Moldavia más rural.
REGRESO AL MONASTERIO
Tengo que reconocer que me apetecía muy poco volver a Saharna a pie, pero todo me salió mal. En Buciusca vi cómo se marchaba una marshrutka en dirección a Rezina que me hubiera dejado en el desvío al Monasterio; no había taxis; y mientras enfilaba la interminable subida no pasó ni un solo vehículo para hacer autoestop. La sorpresa llegó 2km antes de Saharna Noua, cuando ya no había desnivel: un lugareño me propuso subir a su coche y me llevó hasta el centro del pueblo; y cuando le intenté pagar por el favor se negó en redondo. Todo un detalle.
Una vez en Saharna Noua me acerqué a ver una guesthouse con muy buenas referencias: Casuta de Linga. Su propietaria (Liuba) ha vivido muchos años en España y tenía ganas de conocerla. Durante mi visita el lugar no aparecía en Booking y no pude contactar con ella previamente. Aun así encontré la casa, pero no había nadie; y tampoco contestó el teléfono cuando un vecino la llamó. En fin, el lugar es precioso, con montones de pájaros, y si volviera a la zona intentaría pasar al menos una noche aquí.
Yo pensaba que el tramo final hasta el Monasterio sería un sencillo paseo cuesta abajo. Pero no contaba con que la nieve de la mañana se había convertido en un lodazal donde tuve que moverme poco a poco para no resbalar. Acabé con los pantalones y las zapatillas llenas de barro.
MAS MISAS EN SAHARNA
En el dormitorio descubrí que esa noche estaría acompañado por dos personas más. Una de ellas era Stan, un chaval moldavo de origen ruso con un inglés bastante decente, así que hablamos un rato. Después me dirigí a la Iglesia de la Asunción para asistir a la misa de las 17h. Cuando estaba a punto de entrar me llamó desde la distancia Fyodor. El hombre quería enseñarme su habitación y por motivos obvios no me hizo gracia la idea, aunque me supo mal negarme porque se había portado genial conmigo. El lugar donde vivía era realmente espartano, con una cama individual, un par de sillas y una pared llena de imágenes de santos. Al menos me alivió ver que estaba con su hermana.
La media hora que pasé allí fue caótica, con Fyodor gritando de forma regular “¡David Beckam!” y bebiendo vino sin parar (también tenía cerveza y me tomé un vaso). Mientras, la hermana me enseñaba imágenes de otros monasterios de Moldavia en su móvil. Yo intentaba comunicarme mediante Google Translator pero no entendía nada de lo que me decían. Y al final no sabía si Fyodor quería dinero, endosarme a la hermana o simplemente pasar un rato divertido. Eso sí, a la que pude escapé alegando que me esperaban en la iglesia. Vaya tela…
Ya en la misa, me senté en un lateral de la nave (excepto cuando aparecía el abad) y contemplé la ceremonia hasta el final. Esta vez había más ambiente, con lugareños cargados de velas apareciendo de forma regular. Stan también estaba allí y llenó de velas la lámpara principal que colgaba del techo. La atmósfera era genial, con las plegarias de los monjes, el olor a incienso, y las calaveras peladas observándome desde la capilla anexa…
Cuando acabó la misa fui al refectorio porque ya era la hora de cenar. En la mesa solo había 4 personas (incluido Stan) y me serví un plato de sopa; pisto; queso; patatas fritas; y un vaso de té. Más tarde Stan me invitó a un café en la tienda del Monasterio y regresamos al dormitorio, donde continuamos charlando.
Poco antes de las 22h me vino a buscar Gregory para acompañarme a una misa en honor a San Macario que tiene lugar todos los jueves en la Iglesia de la Santísima Trinidad. La nave estaba llena de lugareños que se acercaban al ataúd del santo y pegaban la frente al cristal. Mas tarde un monje recitó unas plegarias; y se dedicó a ungir a los asistentes (yo incluido), dibujando una cruz en la frente con aceite aromático procedente del cuerpo de San Macario. Por cierto, Gregory iba con una turca importante y no paraba de hablar en voz alta y gastar bromas (creo que sustituyó la cena por una visita a la habitación de Fyodor). También me hizo salir unos minutos de la iglesia y me regaló una pequeña cruz de madera como recuerdo de mi estancia en el Monasterio. La situación era graciosa.
UN EXORCISMO EN GRUPO
Cada jueves a medianoche se celebra una ceremonia en el Monasterio de Saharna que sorprendentemente no es muy conocida fuera de las fronteras de Moldavia. En ella los monjes ofician una misa destinada a expulsar los malos espíritus (o Dyaboli) del cuerpo de los asistentes, algo con lo que la Iglesia Católica no está nada de acuerdo, al considerar que este tipo de problemas deben ser tratados de forma privada y por un sacerdote experto en el tema. El caso es que al llegar al Monasterio todo el mundo me recomendó presenciar este ritual: Gregory; la familia moldava que conocí en la cascada… Y al final decidí alargar mi estancia en Saharna para contemplar con mis propios ojos qué ocurría allí.
Los dos días anteriores estuve prácticamente solo en el Monasterio, pero el jueves todo cambia y por la noche comenzaron a llegar montones de vehículos cargados de lugareños. Entre ellos había grupos de chavales que aprovechaban la visita para pasar un rato de fiesta, escuchando música a todo volumen y bebiendo alcohol en el coche. Además la tienda de recuerdos del Monasterio estaba a rebosar de gente comprando souvenirs. Poco a poco el patio frente a la Iglesia de la Asunción se fue llenando, mientras Gregory me explicaba historias. Y al final había más de 300 personas congregadas.
Momentos antes de las 12h un monje distribuyó a los asistentes formando pasillos y aproveché para desmarcarme de Gregory, que empezaba a hacerse muy pesado. Después comenzó la misa, y otro monje pasó ungiéndonos con aceite aromático en la frente, cara y manos. Hasta ahí todo más o menos normal. Pero de repente se escucharon gritos. Era una chica a escasos metros de mí que se retorcía con gestos de dolor mientras un chaval la sujetaba. Los chillidos ponían los pelos de punta, y a veces tosía o vomitaba. No fue la única, y pronto se le unieron dos o tres más con los mismos síntomas. Parecía que estaba en medio del rodaje de una película de terror, con lugareños de rostro serio, un fuerte viento y la única farola del recinto apagándose de forma intermitente.
La misa continuó hasta la 1.30h, entre gritos y forcejeos. En todo momento la gente se mostró muy respetuosa, sin dedicarse a observar a las chicas. Gregory me había animado a hacer fotos y vídeos, pero Stan me advirtió que estaba completamente prohibido (tenía mas sentido) y el monje que oficiaba la misa hizo un comentario al respecto. Si quieres hacerte una idea aproximada de lo que presencié puedes ver este vídeo que grabó a escondidas un italiano. Cuando acabó la ceremonia la multitud se dispersó a toda prisa y yo volé hacia el dormitorio porque el frío era horrible (con el viento la sensación térmica era de -5ºC). Con esta experiencia surrealista acabó mi visita al Monasterio de Saharna.
CONCLUSION
La visita al Monasterio de Saharna se convirtió de forma inesperada en una de las grandes aventuras de mi recorrido por Moldavia. Me encantó buscarme la vida para llegar a lugares donde el transporte público escasea; caminar por senderos cubiertos de nieve; convivir varios días con una comunidad de monjes… Y ya la guinda fue presenciar en directo un surrealista exorcismo en grupo. No me lo podía creer. Te recomiendo pasar en Saharna al menos una jornada completa, haciéndola coincidir en jueves, y alojándote esa noche en el hospedaje del monasterio.
Con más tiempo disponible hay otras atracciones interesantes en la zona, como el Monasterio de Tipova; o las poblaciones de Buciusca y Saharna Noua.
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