Recorriendo en taxi un río fronterizo entre enormes paredes de roca, monumentos cargados de historia y cuarteles militares
Con sus más de 1.000km de longitud, el río Aras (al que los griegos llamaban Araxes) es uno de los más largos de la región del Cáucaso. A principios del siglo XIX el Imperio Ruso del Zar Alejandro I y el decadente Imperio Persa de la Dinastía Qajar se enfrentaron en una serie de batallas que culminaron con la firma del Tratado de Turkmenchay en 1828. Según este documento, los persas se quedaron sin sus territorios de Georgia, Armenia, Azerbaiyán y el Daguestán, y la frontera entre ambos imperios se estableció en el río Aras. Actualmente este río continúa actuando de linea divisoria entre Irán y el Cáucaso, con tramos especialmente delicados, como el que discurre junto a la república de Nagorno Karabakh.
Al margen de temas geopolíticos, el río Aras es de una gran belleza y crea paisajes de postal, pasando entre escarpadas montañas, campos de cultivo y antiguos monumentos. Para explorar la zona te recomiendo la ruta que conecta Jolfa y Kaleybar, dos poblaciones a escasa distancia de varios lugares de interés, como el Monasterio de Saint Stepanos o el Castillo de Babak.
ALOJAMIENTO: JOLFA TOURIST HOTEL – 130milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; limpieza extrema; baño privado con ducha perfecta; mobiliario moderno; nevera; aire acondicionado; ubicación, a escasos minutos del centro; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; personal de la recepción muy amable; restaurante propio; precio; abundante desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales (aunque muy cómodas).
Cuando aparecí en Jolfa procedente del paso fronterizo de Norduz no tenía ni idea de dónde alojarme. Sabía los nombres de un par de hoteles, pero desconocía los precios o si tenían habitaciones disponibles. Al final el taxista pasó junto al Tourist Hotel y le pedí que me dejara allí. Por suerte todo salió genial y conseguí una habitación a un precio económico (que incluso pude negociar a la baja, ahorrándome 20milT). Así que en cuestión de minutos ya estaba instalado. Poco después salí a dar un paseo por el pueblo.
CONOCIENDO JOLFA
En el pasado, Jolfa era una población armenia cuyos habitantes destacaban por sus habilidades artísticas. Pero en el año 1604, durante la guerra que enfrentó a los Imperios Otomano y Safávida, Jolfa fue recuperada por las tropas del Shah Abbas I. Y este decidió trasladar a todas las familias (unas 10.000) a un lugar mas seguro, en las afueras de Isfahan, bautizado como New Jolfa. Donde los armenios gozaron de libertad para continuar con su religión y tradiciones. Y de paso ayudaron a reconstruir la ciudad.
Hoy día Jolfa es un moderno asentamiento a orillas del río Aras, en la provincia de Azerbaiyán Oriental. A escasos metros del centro se encuentra el paso fronterizo con Azerbaiyán que da acceso a Julfa, un núcleo urbano que pertenece a la República Autónoma de Nakhchivan. La verdad es que el parecido de los nombres es bastante lioso. Jolfa no cuenta con ningún lugar de interés, así que dediqué mi tiempo en el centro a conseguir moneda local y una tarjeta SIM para mi móvil.
Realizadas las gestiones, eché un vistazo a los diferentes lugares para comer y me acabé sentando en un local de fast food, donde devoré una hamburguesa acompañada de un enorme plato de patatas fritas y una Fanta (40milT). A mi alrededor noté las miradas de curiosidad de los lugareños.
Una vez con el estómago lleno tocaba conseguir un taxi para visitar un par de sitios en los alrededores de Jolfa. El primer taxista me pedía 70milT. Yo intenté bajar el precio a 50milT (4€), pero no coló y el hombre se plantó en 60milT. Aunque cuando me alejaba un lugareño (Alí) me llamó y me dijo que me llevaría en su coche por 50milT. Así que nos pusimos en marcha.
EL MONASTERIO DE SAINT STEPANOS
La idea era recorrer 16km hacia el oeste de Jolfa siguiendo el curso del río Aras. Durante el trayecto pude disfrutar de un paisaje espectacular. Hacía un tiempo genial y ante mí desfilaron coloridas montañas de cumbres afiladas; cuarteles militares con torres de vigilancia (tanto en el lado azerí como en el iraní); y bonitas imágenes del río, con sus orillas cubiertas de vegetación.
Paré dos veces a hacer fotos, aunque se trata de una zona muy sensible y hay que tener cuidado hacia donde se apunta con la cámara. Eso sí, no fueron precisamente los soldados los que me pusieron en mi sitio. Cuando me dirigía a un mirador con buenas vistas no me di cuenta que me dirigía hacia un enorme perro; y el bicho al verme se puso como una fiera, ladrándome de forma violenta. Yo me di la vuelta hacia el coche moviéndome despacio, pero lo tenía muy cerca y pensé que me mordía. Por suerte no ocurrió y todo quedó en un susto. Cómo sería la cosa que Alí no salió del coche para ayudarme. En fin, un encuentro más con perros agresivos…
Estos fueron los lugares de interés que visité:
1. Khakeh Nazar Caravanserai: data de principios del siglo XVII, cuando el Shah Abbas I ordenó la construcción de centenares de caravanserais por todo el país para potenciar las diferentes rutas comerciales. Está junto al río Aras, y cuenta con un bonito patio interior que queda genial en las fotos con las montañas de color rojo de fondo.
2. Monasterio de Saint Stepanos: dicen los historiadores que en este lugar ya había una iglesia en el siglo I, cuando el apóstol San Bartolomé llegó a la zona para expandir el Cristianismo. El monasterio fue construido en el siglo VII, aunque los terremotos y las diferentes guerras obligaron a restaurarlo en varias ocasiones. Alí detuvo el coche en el aparcamiento y se quedó esperándome, mientras yo continuaba por una avenida arbolada hasta la puerta del recinto. Precio: 15milT.
La verdad es que el monasterio me encantó. El exterior impresiona, rodeado de murallas, con diversos relieves de gran calidad (en uno se ve a Saint Stepanos, el primer mártir cristiano, siendo lapidado) y muros cubiertos de cruces. Llaman la atención algunos detalles de arte islámico, como la portada, con muqarnas (estalactitas de yeso), inscripciones en persa y una lujosa puerta de madera. El interior también es muy bonito, con numerosos frescos representando ángeles y motivos geométricos. Además solo compartí el lugar con una pareja de turistas y su guía, y pude explorar el monasterio a mi aire, rodeado de una gran atmósfera.
Para contemplar una buena panorámica de Saint Stepanos salí del monasterio y subí a una colina que hay detrás siguiendo un estrecho sendero. El esfuerzo mereció la pena, porque la luz era perfecta para la fotografía. Eso sí, iba con zapatillas de ciudad y bajar de la resbaladiza colina fue más complicado de lo que imaginaba. En total estuve casi una hora de visita y cuando regresé al aparcamiento Alí no me puso ni una pega.
En ruta también pasé junto a la Chupan Chapel, una pequeña iglesia que me pareció bastante moderna y no me detuve a ver de cerca. Una vez en el centro de Jolfa quise premiar a Alí dándole 10milT extra por haber accedido a todas mis peticiones. Pero curiosamente el hombre los rechazó con una sonrisa, a pesar de que insistí. No hablaba casi nada de inglés y durante el trayecto reinó el silencio, pero me pareció un tipo muy agradable.
CENA EN EL HOTEL
Tras un rato descansando en mi habitación bajé a cenar al restaurante del hotel. Yo pedí Zereshk Polo Morgh, un plato típico persa que consiste en arroz con frutos rojos acompañado de un muslo de pollo. Delicioso y abundante. Para beber, una botella grande de agua fría. Precio: 37milT (unos 3€). A mi alrededor había otras mesas con familias iraníes cenando y sonaba música clásica. Un final de jornada perfecto.
UN TAXI A MUY BUEN PRECIO
Al día siguiente me levanté temprano porque tenía mucho que hacer. Tras vestirme preparé las mochilas y bajé a desayunar al restaurante del hotel. El menú consistió en un buffet libre con ensalada de tomate y pepino, queso, huevos duros, salchichas, pan Lavash con mermelada, zumo de naranja y té. Justo lo que necesitaba. A continuación desalojé la habitación, me despedí de la simpática encargada de la recepción, y salí al exterior, donde ya me estaba esperando un taxista. Mi plan para esta jornada era doble:
*Desplazarme hasta Kaleybar, 190km al este de Jolfa. La primera etapa de un recorrido de varios días con final previsto en Teherán. Y es que para este tramo no hay transporte público.
*Explorar el Valle del Río Aras, parando en ruta a visitar diferentes lugares de interés y disfrutar del paisaje.
Con lo cual estaba claro que necesitaba contratar los servicios de un taxi, y el día anterior aproveché para dejarlo todo atado. Me hubiera gustado volver a viajar con Alí, pero su coche estaba hecho polvo y ni se lo propuse. Así que me acerqué a la rotonda del centro de Jolfa donde se reúnen los taxistas y hablé con un lugareño. Mi principal preocupación era el precio. Había leído que lo habitual era pagar 80Usd por una excursión de un día completo, un gasto excesivo para mi presupuesto, y estaba preparado para dejarme la piel en la negociación. Pero cuando el taxista me pidió 250milT por sus servicios (apenas 23Usd) me quedé sin palabras.
El hombre (Naghi) no hablaba inglés y me aseguré de que le quedaba claro lo que quería hacer: se trataba de una excursión con numerosas paradas (le puse ejemplos) y tendría una duración aproximada de 7 horas. Pero Naghi me contestaba ok a todo, y no quise regatearle un precio que me pareció ridículo: ¡20€ por más de 200km! (posteriormente un par de lugareños me confirmaron que era baratísimo). Así que quedamos a las 9h en la puerta de mi hotel, y Naghi apareció con puntualidad.
EN EL VALLE DEL RÍO ARAS
Tras guardar mis mochilas en el maletero del coche, me senté junto a Naghi con mi cámara de fotos a punto, y nos pusimos en marcha. El cielo estaba completamente despejado, y lucía un sol radiante que iluminaba la orilla norte del río Aras. Esto fue lo más destacado de la ruta:
1. Ilan Dag: una enorme pirámide de roca ubicada en territorio de Azerbaiyán. Según cuenta la tradición, el Arca de Noé chocó con su cima rumbo al Monte Ararat, y por eso tiene una hendidura.
2. Ahmdabad: una población con casas de adobe medio en ruinas situadas sobre una colina. Desde allí pude contemplar unas vistas geniales del Valle de Aras, con el río, una gran llanura cubierta de vegetación, montones de pájaros, y en el horizonte la silueta de Ilan Dag.
3. Asiab Kharabeh: para llegar nos desviamos unos kilómetros a la derecha por una fuerte pendiente. Esta fue la única visita en la que Naghi me acompañó. Aparcó el vehículo, pagué el billete (8milT) y bajamos por unas escaleras talladas en la roca hasta el fondo de un barranco. Después seguimos un tramo de río que por suerte no tenía mucha profundidad. Y llegamos a una pared de roca cubierta de musgo y vegetación, por la que cae el agua formando multitud de chorros y pequeñas cascadas. Me gustó mucho, y estuvimos solos.
4. Duzal: un pueblo presidido por una torre donde se encuentra la tumba de Holy Shaoyb, un descendiente de un Imán local. En el interior hay una lápida cubierta de billetes (ofrendas de los feligreses), con entradas separadas para hombres y mujeres. Y disfruté de nuevas vistas del valle y las montañas.
5. Abbas Mirza Castle: un castillo del siglo XVIII desde el que las tropas de Abbas Mirza (un príncipe de la Dinastía Qajar) combatieron contra el Imperio Ruso en diferentes batallas. Se conservan muros de adobe y torres circulares, que siguen el contorno de las montañas a ambos lados de la carretera. Una parada muy recomendable.
6. Kordasht Hammam: unos antiguos baños construidos durante el reinado del Shah Abbas I y renovados con posterioridad para convertirse en la residencia del príncipe Abbas Mirza. Sorprendentemente no tuve que pagar entrada, y dediqué un buen rato a explorar en solitario las diferentes salas del recinto. La estancia principal es espectacular; y me encantó la decoración de las paredes, con figuras de yeso que representan todo tipo de pájaros y plantas.
7. Oshtubin: aquí nos desviamos unos kilómetros a la derecha, adentrándonos en un profundo valle. A simple vista Oshtubin parece un pueblo normal, pero hay que continuar hasta el final de la pista, que acaba en el casco antiguo. Esta parte está llena de viviendas tradicionales que bajan en cascada por la colina formando diferentes niveles, con estrechas callejuelas; balcones de madera tallada; una fotogénica mezquita; gallinas campando a sus anchas; ropa tendida; vecinos de mirada curiosa… Me hubiera tirado horas explorando la zona. La pena fue que no encontré ningún punto elevado para contemplar una panorámica del pueblo.
Durante mi visita pasé junto a varias señoras sentadas pelando granadas. Y en la entrada del pueblo había un grupo hirviéndolas en ollas metálicas. Yo me acerqué a una abuela para hacerle una foto (con su permiso) y encima me regaló una. Todo un detalle.
8. Qarachilar: un pueblo con un interesante casco antiguo, donde paré unos minutos a dar un paseo.
A partir de Qarachilar el Valle del Río Aras se ensanchó y las montañas perdieron espectacularidad. Las vistas del río eran geniales, pero al otro lado estaba la frontera de Nagorno-Karabakh, y no pude bajar del taxi a hacer fotos (tanto Naghi como mi guía de viajes me lo desaconsejaron, al ser todavía una zona extremadamente conflictiva). Así que cubrimos del tirón los últimos 90km.
9. Valle de Kaleybar: en la población de Junanlu, junto a un pantano que bloquea el río Aras, tomamos un desvío a la derecha y seguimos el río Kaleybar hasta llegar al destino final del día. De camino pude ver las tiendas de algún campamento nómada.
A lo largo de la ruta pasamos junto a un montón de cuarteles militares y torres de vigilancia, tanto en el lado iraní como el armenio/azerí. Y en Nagorno-Karabakh divisé alguna población en ruinas fruto de los bombardeos que asolaron la zona durante la Guerra entre Armenia y Azerbaiyán.
El comportamiento de Naghi tuvo luces y sombras. Por un lado visitamos todos los sitios que le dije, además de parar varias veces para fotografiar el paisaje. Pero por otro era evidente que el hombre quería llegar a Kaleybar lo antes posible. En algunas de las paradas me señaló el lugar con desprecio, sin entender por qué hacíamos un alto; cuando me veía regresar de alguna visita se metía en el coche rápidamente y lo ponía en marcha; y me vino a buscar al Hammam porque entendió que tardé demasiado. Yo intenté obviar esta situación, aunque no me incomodó un poco. Con lo cual cuando nos despedimos le di los 250milT pactados, sin añadir propina.
Al final llegamos al centro de Kaleybar antes de las 16h previstas porque no paramos a comer. No me hubiera importado, pero entre que Naghi no me lo propuso, las prisas que tenía, y que yo había desayunado bien, pues no dije nada.
ALOJAMIENTO: KOLLYWOOD HOTEL – 95milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; buena limpieza; dueño muy simpático, con un correcto nivel de inglés; té gratis; restaurante propio; precio.
*Puntos en contra: camas individuales (aunque muy cómodas); baño compartido, estilo turco; ubicación junto a la calle principal del pueblo, con un ruido constante de vehículos a cualquier hora; mobiliario destartalado; wifi muy lento en las habitaciones; solo unas mantas ásperas para taparse (hacía frío por la noche).
Mi primera opción fue el Hotel Anza, recomendado por mi guía de viajes, pero me pedían 250milT por noche y me largué de allí rápidamente. Así que acabé de rebote en el cercano Kollywood Hotel. El precio también me pareció carísimo, teniendo en cuenta lo que ofrecía, y solo pude bajarlo 5milT por noche. Aunque ya no me quedaban muchas alternativas y acabé aceptando.
Una vez instalado decidí comer en el restaurante del hotel. Yo pedí sopa; Zereshk Polo Morgh (pollo con arroz); y una botella de agua grande. Todo muy rico, por 30milT. Antes de regresar a mi habitación decidí dar un paseo por Kaleybar. Pronto comprobé que se trata de una población moderna de nulo interés turístico. Además, al estar en un profundo valle, a las 17h las calles ya estaban envueltas en sombras. Con lo cual entré en un par de tiendas a comprar víveres para la cena y el desayuno, y regresé al hotel. Allí me estaba esperando el dueño, con el que tomé un par de tazas de té en una mesa junto a la entrada. Y tras un rato de charla me fui a dormir.
HACIA EL CASTILLO DE BABAK
Al día siguiente me levanté tras una noche un tanto movida. Me desperté muerto de frío, y tuve que buscar mi saco de dormir; fui dos veces al baño (siempre me ocurre cuando es compartido o acampo); y el paso de algunos camiones hacía temblar la habitación. Así que al sonar mi alarma a las 8h me costó arrancar. Pero bueno, poco a poco me vine arriba. Una vez en pie desayuné pastas, un plátano y un zumo de manzana; me vestí; y preparé la mochila pequeña.
El motivo de mi presencia en Kaleybar era visitar el Castillo de Babak, perdido en las montañas. El sendero habitual arranca desde el Babak Hotel, situado a 9km del pueblo, así que una vez más necesitaba un taxi. El dueño del hotel me vio cuando estaba a punto de salir a la calle y me ofreció llamar a uno por 10milT. El precio era tan ridículo que acepté. Mientras esperaba, su mujer me invitó a un té y una manzana.
Al cabo de unos minutos apareció el taxista y subí al vehículo. El camino hasta el Babak Hotel subió sin parar por una carretera que atravesó los coloridos bosques de Arasbaran, una importante reserva natural de Irán; y llegamos en poco más de un cuarto de hora. A partir de aquí tocaba caminar. El ascenso al Castillo de Babak constó de 4 partes:
1. Para empezar, encaré un interminable tramo con más de 1.000 escalones de piedra que se me hizo durísimo. Tuve que parar en varias ocasiones a recuperar el aliento, me dolía la cabeza, y el corazón me iba a mil por hora.
2. Después subí por un camino de piedra de reciente construcción. De hecho me crucé con dos parejas de operarios completando alguna zona. La pendiente se suavizó un poco, pero seguía encontrándome fatal. Incluso hubo un par de momentos en los que me mareaba y me tuve que sentar. No entendía qué me pasaba, pero entre las posibles causas estaban la altura (de Kaleybar al Castillo de Babak hay 1.300m de desnivel); o que llevaba un tiempo sin hacer ejercicio. Y (para variar) no tenía agua.
3. El camino acabó en una cima donde se veían restos de murallas y una entrada. Todo indicaba que ya había llegado al castillo, pero cuando alcancé el lugar y vi lo que me esperaba me quedé sin palabras. Frente a mí había un profundo barranco y al otro lado una impresionante pirámide de roca sobre la cual se levantaba el Castillo de Babak. Y yo que pensaba que esto iba a ser un sencillo paseo… El camino de piedra pasó junto al barranco sin ningún tipo de protección, y con una fina arena que amenazaba con hacerme resbalar en cualquier momento. Aunque por suerte no todo fueron malas noticias y encontré una fuente de agua que me devolvió la vida.
Tras refrescarme el camino subió en zigzag hasta la base de la montaña donde está el castillo. Y pude disfrutar de una panorámica genial del conjunto, con diversas torres y murallas esparcidas por la ladera, y el Castillo de Babak coronando la cima. Sin duda mereció la pena el esfuerzo. Resulta difícil imaginarse a esos trabajadores hace cientos de años, transportando hasta allí arriba todos los materiales necesarios y dando forma a esa imponente construcción. Por cierto, mientras hacía fotos me di cuenta que llegar a la parte superior del castillo iba a poner a prueba mi temor a las alturas…
En teoría hay que comprar un billete para visitar el lugar (15milT), pero no había nadie para cobrar, así que me ahorré el dinero. Tan solo se oían los gritos de un pastor conduciendo a su rebaño de ovejas en una montaña cercana; y algunos cuervos que pasaban volando a escasa distancia.
EL HEROICO BABAK KHORRAMDIN
A mediados del siglo VII el Imperio Sasánida, debilitado tras décadas de guerras contra el Imperio Bizantino, fue derrotado por las tropas árabes, que tras la muerte de Mahoma se lanzaron a conquistar el mundo y expandir el Islam. Y Persia pasó a formar parte del Califato, cuya capital estaba en Damasco. Pero con el paso del tiempo surgió un grupo de resistencia, los Khorram-Dinan, que plantaron cara a los árabes para preservar la cultura persa.
Uno de sus líderes más destacados fue Babak, originario de Azerbaiyán. En el año 816 reunió un importante ejército y se convirtió en una especie de William Wallace local, poniendo en apuros al Califato. Aunque al igual que sucedió con el escocés, su causa fracasó y fue ejecutado por los árabes en el 838. En la actualidad Babak Khorramdin es un héroe nacional venerado por los azeríes. El Castillo de Babak fue el cuartel general de los Khorram-Dinan, gracias a su ubicación, que lo convirtió en un recinto inexpugnable.
4. Reconozco que estuve un rato valorando qué hacer, porque el camino hasta el castillo es vertiginoso, formado por viejos escalones de piedra que suben por un lateral de la montaña, con varios tramos muy expuestos, a escasos centímetros de una caída mortal. Como suele ocurrir, al final me armé de valor e inicié el ascenso. Aunque si lo tienes pánico a las alturas, mejor déjalo correr y quédate contemplando las vistas desde la distancia. Hay un par de lugares que ponen los pelos de punta (y hay que pasar dos veces). Yo opté por agachar la cabeza y caminar mirando al suelo, y alcancé la cima pasándolo fatal.
Una vez en el recinto del castillo continué subiendo niveles, entre muros y arcos de piedra, utilizando escalones y resbaladizos caminos de arena. Y al final llegué a la ciudadela superior, con una entrada flanqueada por dos torres y unas vistas que cortaban la respiración (yo me asomé tímidamente, porque aquello ya era demasiado para mí). A mi alrededor había montañas escarpadas; y en la distancia se extienden los bosques de Arasbaran y Kaleybar. Prueba superada. Y eso que el tiempo era ideal. No quiero ni imaginarme lo que tiene que ser subir allí arriba con lluvia o nieve…
REGRESO A KALEYBAR
Bajar del Castillo de Babak resultó igual o más difícil que subir, pero poco a poco fui cubriendo etapas y dejé atrás los tramos complicados. Para volver a Kaleybar decidí seguir otro camino más largo, pero a cambio evitaba los 1.000 escalones y conocía una zona distinta. Eso sí, está claro que me va la marcha, porque sabía que el sendero pasaba junto a un poblado de nómadas, y que había perros (uno me vio de lejos cuando subía y me estuvo ladrando sin parar). Hubo momentos de tensión mientras rodeaba el poblado caminando a cámara lenta con una piedra en la mano, preparado para un ataque. Pero por suerte el lugar estaba desierto.
El resto del camino consistió en una pista de tierra en constante descenso que me llevó directo a la carretera, atravesando montones de rocas de formas curiosas; colinas onduladas; prados de un color verde intenso; y campos de cultivo. Fue una caminata agradable, con un sol otoñal que se agradecía.
Cuando estaba a punto de alcanzar la carretera me crucé con un 4×4 donde viajaban 3 iraníes de Teherán y un perro. Me preguntaron cómo llegar al castillo y tras intercambiar un par de frases me invitaron a volver con ellos al lugar, o (esto ya me pareció muy fuerte) a realizar juntos un circuito de varios días por el país, visitando diferentes reservas naturales. Me parecieron simpáticos, pero esquivé las ofertas con mano izquierda. En la carretera esperé unos minutos y el primer vehículo que pasó (una pick up de color azul, típica de las zonas rurales de Irán) se detuvo y me llevó de vuelta a Kaleybar.
CONCLUSIÓN
Reconozco que el Valle del Río Aras está en una zona muy alejada del circuito turístico tradicional de Irán. Pero si te diriges hacia Armenia o vienes de ese país, te recomiendo dedicar un par de días a recorrer la zona, pasando la noche en el Tourist Hotel de Jolfa, con una relación calidad-precio excelente. Los mejores paisajes se encuentran en el tramo del río entre el Monasterio de Saint Stepanos y la población de Kordasht. Por último, cuando negocies con el taxista asegúrate de que todo queda claro: lugares a visitar, duración de la excursión, y precio. Así evitarás sorpresas desagradables.
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