Lagunas de colores, encuentros con todo tipo de fauna local y un trekking hasta la cima de un volcán de casi 6mil metros de altura
La Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa fue creada en el año 1973 y abarca una superficie de 7.100km2. Está ubicada en el suroeste de Bolivia, pegada a las fronteras de Argentina y Chile, dentro de la provincia de Sur Lípez. Una zona remota de paisajes espectaculares, con lagunas de colores, aguas termales, imponentes volcanes y poblaciones mineras. Y donde son frecuentes los avistamientos de fauna local, como flamencos, vicuñas, ñandúes o vizcachas. La Reserva se llama así en honor a Eduardo Avaroa, un héroe de la Guerra del Pacífico que en 1879 lideró la resistencia civil durante la invasión chilena.
La mejor época para visitar la reserva es durante la segunda parte de la temporada seca, entre los meses de agosto y noviembre, cuando no llueve y hace menos frío. Yo visité Eduardo Avaroa en mayo y disfruté de un tiempo perfecto, con cielo despejado y sol agradable. Aunque en algunos momentos pasé bastante frío, al ser invierno.
VIAJE: POTOSI – TUPIZA
Entre ambas poblaciones hay 250km, y realicé el viaje en 2 etapas:
*Taxi hasta la Terminal de Potosí: paré un vehículo en el centro. El conductor era un argentino realmente simpático, aunque me cobró algo más de la cuenta (20B).
*Autobús a Tupiza: como se trataba de un trayecto largo decidí viajar por la noche, para aprovechar el tiempo. Compré el billete el día antes en las oficinas de la compañía Expreso Tupiza, nada más llegar a Potosí. Precio: 40B. En la Terminal cené un sándwich de pollo y una bolsa de patatas (10B); caminé hasta el andén; y a las 20.30h apareció puntual el autobús.
El vehículo estaba en perfecto estado. Tenía dos pisos y yo viajé en el superior, en un asiento cómodo y espacioso. En principio el trayecto dura 5 horas. Pero hicimos una parada en un área de servicio para picar algo e ir al lavabo; el conductor se encontró a unos amigotes; y nos tiramos allí más de una hora. Encima cuando regresó tenía la cara desencajada (durante la charla habían caído unas copas). Y todavía faltaba recorrer un montón de kilómetros, envueltos en una oscuridad total. La verdad es que no fui nada tranquilo…
Llegamos a Tupiza a las 2.30h de la madrugada. Entre el mapa de mi guía de viajes y mi intuición logré encontrar el hotel donde había previsto pasar la noche, recorriendo calles oscuras y solitarias, con montones de perros deambulando.
ALOJAMIENTO: HOTEL MITRU – 250B/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble comodísima; lavabo privado con ducha de agua caliente; mobiliario moderno; buena limpieza; ubicación céntrica, al lado de las oficinas de Tupiza Tours; personal muy amable; desayuno incluido.
*Puntos en contra: wifi no funcionaba (me dijeron que en todo el pueblo, aunque en estos casos nunca se sabe); precio.
Como ya sabía que iba a llegar tarde, pedí a la agencia Tupiza Tours que me hiciera una reserva en este hotel. Es el mejor de Tupiza y las habitaciones están impecables, aunque el precio me pareció excesivo.
PREPARANDO EL RECORRIDO
Al día siguiente mi alarma sonó a las 6.45h, tras haber dormido apenas hora y media. A continuación preparé mis mochilas y bajé al comedor del hotel a desayunar. El menú consistió en huevos revueltos, unos bollos de pan (algo seco) con mermelada, yogur con trozos de fruta, y zumo de sandía. Estuvo correcto, aunque teniendo en cuenta el precio del hotel me esperaba algo más.
Mi plan de cara a los próximos días era visitar el suroeste de Bolivia, una región cercana a las fronteras con Argentina y Chile. Para realizar la ruta decidí contratar los servicios de una agencia local. Siempre intento evitar viajar acompañado de guías, pero en este caso era necesario, por 3 motivos:
*Es una zona remota y solitaria, con tramos de desierto donde no hay senderos marcados ni carteles con indicaciones. Por tanto es muy fácil perderse.
*Apenas hay transporte público, así que es imprescindible alquilar un 4×4 completamente equipado, con gasolina extra, herramientas, etc… Y por supuesto saber conducirlo.
*En algunos puntos del recorrido se alcanzan alturas cercanas a los 5mil metros, con el riesgo de sufrir problemas físicos y no tener a quien pedir ayuda. Pero es que en mi caso encima planeaba subir a un volcán de casi 6mil metros. No me la podía jugar.
Con esto no digo que sea imposible explorar la zona de forma independiente. Pero deberás tener mucha experiencia en este tipo de situaciones, estar perfectamente aclimatado a la altura, y contar con todo el equipo necesario.
Después tuve que decidir la ruta a realizar. El suroeste de Bolivia está lleno de lugares de interés, y a no ser que dispongas de tiempo ilimitado es necesario elegir. El circuito más popular empieza y acaba en Uyuni, y dura 3 días. Pero yo lo alargué a 5 días, incluyendo dos cambios:
*Comenzar la ruta en Tupiza y finalizar en Uyuni.
*Ascenso al Volcán Licancabur.
De esta forma me encontré con menos turistas por el camino; conocí lugares muy poco visitados; y pude hacer un trekking memorable. A cambio, al ser una ruta tan específica, no fue posible coincidir con otros viajeros para compartirla y reducir costes. Pero esto me permitió tener un control total, decidiendo el itinerario de cada jornada y parando a hacer fotos todas las veces que quise, sin depender de nadie.
Por último me tocó elegir la agencia de viajes. Antes de aterrizar en Bolivia dediqué muchas horas a investigar por Internet, y al final me decanté por Tupiza Tours. Es la primera agencia de turismo creada en Tupiza, con más de 20 años de experiencia; su encargada (Magalí) contestó mis correos con agilidad, y me ofreció una ruta que se ajustaba a mis necesidades; y las valoraciones de otros viajeros son excelentes.
Además los precios de Tupiza Tours eran ligeramente inferiores a los de otras agencias locales. Yo realicé la ruta junto a mi amigo Jose y nos costó 3.400B por persona (unos 400€ cada uno), sin incluir las entradas a las diferentes atracciones turísticas que visitamos, ni el guía local para subir al volcán. Otra ventaja es que no tuve que pagar nada hasta el mismo día que comencé la ruta, con lo cual si no me encontraba bien por el mal de altura o surgía algún imprevisto no perdía dinero.
DIA 1: TUPIZA – QUETENA CHICO
Tras el desayuno caminé hasta las oficinas de Tupiza Tours. Allí me recibió una señora que me recordó el recorrido que había contratado; me cobró el importe íntegro del tour (en efectivo, porque con tarjeta la agencia cobra una comisión del 10%); y me presentó a los que serían mis acompañantes durante los próximos 5 días. Por un lado Rubén, un guía muy simpático y eficiente con el que acabé encantado. Todo gracias a que durante mi intercambio de correos con Magalí insistí varias veces en que necesitaba un servicio profesional, y me asignaron uno de los mejores guías de la zona. Por otro Eusebia, una cocinera regordeta que preparaba unos platos deliciosos.
Después de unos minutos de charla subimos al 4×4 y nos pusimos en marcha. Yo viajé en el asiento del copiloto, junto a Rubén, para tener mejores vistas y decidir en qué momento parar y hacer fotos. Fuimos charlando de un montón de temas, mientras él mascaba hojas de coca con parsimonia, y en la radio sonaba música ochentera. Jose iba sentado detrás con Eusebia.
Tupiza es una población situada en un espectacular valle, rodeada de formaciones rocosas de diferentes colores, quebradas y cactus con siglos de antigüedad. Parece el decorado de una película de vaqueros. De haber tenido tiempo le hubiera dedicado un mínimo de 2 días, realizando excursiones a pie, a caballo o en mountain bike. Pero como no era el caso, me tuve que conformar con los dos lugares donde me llevó Rubén:
*Quebrada de Palala: un cañón con afiladas chimeneas de roca que parecen catedrales. Aquí pude bajar del 4×4 y pasear unos minutos por la zona.
*Paso del Sillar: un mirador a 3.800m de altura al que llegamos tras recorrer una pista de tierra durante 17km. Ofrece muy buenas vistas de dos valles erosionados que parecen estar cubiertos de bosques de piedra, con montones de cactus realmente fotogénicos. También pude bajar del vehículo y curiosear un rato.
A continuación viajamos hacia el oeste de Tupiza, avanzando en paralelo a la frontera de Argentina. Estos fueron los lugares de interés que visité:
1. Poblaciones Mineras: los alrededores de Tupiza son ricos en depósitos minerales, y cuenta con pequeños asentamientos situados a lo largo de la carretera. Los primeros que vi fueron Nazarenito y Chilcobija. El paisaje es precioso, con praderas formadas por unas matas de hierba llamadas Paja Brava; ríos helados (por la noche hace un frío terrible); y las montañas de fondo. En un punto vimos un montón de llamas pastando y me acerqué a pie para hacer unas fotos. Las había de todos los colores (blancas, negras, marrones…), aunque eran bastante huidizas.
Al llegar a Cerrillos nos detuvimos para comer en un local del centro. Mientras Eusebia cocinaba, yo di un paseo por el pueblo, compuesto por un puñado de casas de adobe (algunas en ruinas), entre las que caminaban coloridas lugareñas vistiendo faldas de volantes (polleras), medias de lana y sombrero. La comida estuvo muy rica: ensalada de pepino y tomate; filetes empanados con arroz blanco y verduras; y un plátano. Para beber agua. Acabé a reventar.
HACIA LA RESERVA EDUARDO AVAROA
Con el estómago lleno, continuamos pasando junto a poblaciones mineras. La siguiente fue Polulos, desde donde se puede visitar la conocida como Ciudad del Encanto, con impresionantes formaciones de roca (yo no tenía tiempo). Y más tarde Río San Pablo. En este tramo de la jornada se produjeron los mejores avistamientos de fauna. Primero varios grupos de Ñandúes, un ave de plumaje gris oscuro similar al avestruz, aunque de menor tamaño (los lugareños los llaman Suris). Y después un par de grupos de Vicuñas, un camélido salvaje de cuerpo estilizado, más pequeño que las llamas o guanacos. Yo intenté hacer buenas fotos, pero cuando el 4×4 se paraba los animales salían disparados. Fue algo frustrante…
De camino vimos un río de color rojo que atravesaba un terreno completamente blanco por la elevada concentración de un mineral llamado bórax. El contraste era increíble, con una hilera de colinas naranjas en la distancia, y un Ñandú solitario. Después paramos en un mirador con una panorámica genial de la Cordillera de Lípez, que marca la frontera entre Bolivia y Argentina. Entre sus cumbres nevadas destaca el imponente Volcán Uturuncu (6.020m).
2. San Antonio de Lípez: en este pueblo a 4.700m de altura nos detuvimos para visitar las ruinas de San Antonio del Nuevo Mundo, un importante asentamiento que surgió durante la época colonial al calor de las minas de plata de la zona. Cuenta la leyenda que los mineros de San Antonio hicieron un pacto con el diablo a cambio de obtener riquezas en las minas. Pero al no cumplir con su parte del trato una extraña enfermedad los mató a todos. Más tarde el resto de habitantes comenzó a ver fantasmas y sucesos extraños, y acabaron abandonando el pueblo en los años 50. Ahora se considera un lugar maldito.
En la entrada de las ruinas pagué la tarifa de acceso (15B). Allí un chaval nos explicó la historia del pueblo, y después pude explorarlo a mi aire. La verdad es que me gustó bastante. Pude ver viviendas a punto de desmoronarse, un par de iglesias con algún relieve, y un lúgubre cementerio con montones de piedras y cruces de madera. Una pena que durante mi visita aparecieron varios vehículos con turistas y rompieron algo la magia. Desde San Antonio seguí bajando hasta la pista donde me esperaba el 4×4. Y pasé por más ruinas donde había numerosas Vizcachas, un roedor parecido al conejo, pero más grande y con una cola peluda. Al verme desaparecían, pero les pude hacer alguna foto.
3. El Torreón: se trata de una montaña cuya ladera está cubierta de rocas de varios tamaños y formas. Parecen las ruinas de un castillo. Allí paramos un par de veces y pude ver varias Yaretas: unas curiosas plantas que parecen rocas, de un color verde intenso, que los lugareños dejan secar y utilizan como combustible.
4. Laguna Morejón: primero contemplamos una gran panorámica desde un paso a 4.850m de altura. Y después nos acercamos a pocos metros de la orilla. El paisaje era precioso, con imponentes montañas cubiertas de nieve, bañadas con las últimas luces del atardecer. Fue un gran momento. Por encima de las cumbres emergía el Volcán Uturuncu, que se puede coronar en una excursión de un día (el coche te deja a 5.500m). Desde la Laguna Morejón también se pueden visitar las Lagunas de Sur Lípez: Celeste, Amarilla y Guinda (se necesita otra jornada extra).
A continuación, ya oscureciendo, llegamos a la entrada de la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa. Pagué la tarifa de acceso (150B). Y 20 minutos más tarde alcanzamos la población de Quetena Chico, aparcando junto al refugio donde íbamos a pasar la noche. Un edificio con habitaciones básicas y un par de baños compartidos. Yo decidí pagar 50B extra y dormir solo.
Poco después ya teníamos la cena preparada en una mesa del comedor: sopa de verduras; carne picada con puré de patata y tomate; y té con pastas. Para beber agua. Justo lo que necesitaba. En el refugio había un grupo de chavales que estaban haciendo un tour de 4 días con Tupiza Tours. Eran 3 franceses y un argentino que se sentaron en otra mesa sin hacer el más mínimo intento por relacionarse, así que yo también les ignoré. Durante la cena apareció una chica que interpretó tres canciones tradicionales a toda prisa y nos pidió una propina para comprar material escolar (yo le di 5B).
Antes de marcharme a mi habitación Rubén me explicó el itinerario previsto para la siguiente jornada. Y me metí en mi saco de dormir con ganas de descansar.
DIA 2: QUETENA CHICO – LA CABAÑA (LAGUNA VERDE)
Al día siguiente mi alarma me despertó a las 7h. La noche fue muy tranquila y pude dormir 8 horas casi del tirón, pero de buena gana me hubiera quedado un rato más en la cama. Un cuarto de hora después ya estaba desayunando en el comedor: dos bollos de pan con mermelada; huevos revueltos; macedonia de fruta; y dos tazas de leche con chocolate.
A continuación preparé las mochilas y a las 8h nos pusimos en marcha. Para estirar las piernas decidí caminar hasta la salida de Quetena Chico, donde me encontré con el 4×4. Se trata de un pueblo minúsculo, con apenas 800 habitantes y sin suministro eléctrico (se abastece con generadores). Por sus calles sin asfaltar pude ver una curiosa iglesia, viviendas destartaladas y lugareñas con ropa tradicional.
Ya en el 4×4 continuamos la ruta hacia el oeste. De camino pasamos junto a dos humedales cubiertos de agua y vegetación de color amarillento, que los lugareños llaman Bofedales. Estuve un rato paseando, disfrutando del paisaje. Se notaba que había hecho frío porque había hielo por todas partes. También vimos un Ñandú nada tímido que pude fotografiar a escasa distancia. En cuanto al resto de la jornada, estos fueron los lugares de interés que visité:
1. Laguna Hedionda: Rubén me dejó en un extremo y me esperó con el 4×4 en el opuesto para que pudiera explorar a pie la laguna, situada a más de 4.500m de altura. Se llama así por el olor que desprenden los minerales de la zona (principalmente azufre), pero durante mi visita estaba congelada casi por completo y no noté nada. El lugar es muy fotogénico, con la orilla de la laguna teñida de color ocre, las montañas de fondo y un cielo azul perfecto. Y encima sin otros turistas.
2. Laguna Kollpa: aquí utilizamos el mismo sistema, y paseé a mi aire por la laguna durante un buen rato. Su orilla es de color blanco (predomina el bórax), y también estaba congelada, excepto un lateral donde había 4 Flamencos alimentándose. La imagen era preciosa, con su silueta reflejada en el agua, y les hice un montón de fotos. Mientras caminaba encontré unos arbustos donde los Flamencos se refugiaban para pasar la noche (estaban llenos de plumas). Y unas pequeñas aves con un bonito plumaje de color marrón (desconozco el nombre).
3. Salar de Challviri: un desierto de sal donde me encontré varias Vicuñas, que pude fotografiar con las montañas de fondo (alguna muy de cerca); y un solitario Flamenco.
4. Aguas Termales de Polques: una laguna de agua caliente procedente del Volcán Polques donde se ha construido una piscina al aire libre. Yo pagué la entrada (6B); me cambié en un vestuario; y en cuestión de minutos ya estaba con mi bañador dentro del agua. La sensación era genial, a una temperatura de 38 grados, mientras en el exterior hacía bastante frío. Y rodeado de un paisaje memorable, con la laguna extendiéndose hasta el infinito y cumbres nevadas en la distancia. Allí estuve en plan relax una media hora, hasta que noté que me empezaba a marear y salí del agua (el contraste de temperatura puede provocar bajadas de tensión y hay que tener cuidado).
El timing fue perfecto, porque cuando entré en la piscina solo había un par de personas, y al marcharme aparecieron hordas de turistas que acabaron con la tranquilidad del lugar. Y es que las Aguas Termales forman parte del circuito estándar de 3 días que realizan la mayoría de turistas desde Uyuni. A partir de aquí iba a tener más compañía…
Ya vestido me quedé un rato paseando por los alrededores, con las montañas reflejadas en la laguna y grupos de Gaviotas Andinas. Al ser época de reproducción, los machos tenían la cabeza de color negro y lucían espectaculares. Después me reuní con Rubén en un restaurante anexo a la piscina y Eusebia apareció con la comida. El menú de nuevo impecable: 2 platos de carne en salsa acompañada de pasta y verduras; una pera; y mucha agua.
MAS LUGARES EN LA RESERVA EDUARDO AVAROA
Tras la comida continuamos la ruta hacia el sur, encontrando nuevas atracciones:
5. Desierto de Dalí: se trata de una zona donde las montañas están teñidas de diferentes colores (rojo, naranja, blanco…) por el efecto de los minerales, creando un paisaje único. En la distancia se podían ver docenas de rocas de formas surrealistas (de ahí el nombre del desierto), pero está prohibido acercarse en 4×4. Nos detuvimos en un par de lugares para contemplar las vistas y seguimos avanzando.
6. Laguna Verde: situada a 4.350m de altura, es una de las más espectaculares de la ruta. Sus aguas adoptan un color verde esmeralda por el alto contenido en minerales como magnesio, plomo y arsénico. Y la escena es impresionante, con el Volcán Licancabur a escasa distancia. Primero paramos en un mirador para ver una panorámica; y después caminamos por la orilla. Mi cámara de fotos echaba humo. Menos mal, porque Rubén me había dicho que a lo mejor la laguna estaba congelada, y en ese caso no hubiera podido apreciar su color.
Mientras nos acercábamos a la Laguna Verde nos cruzamos con un espectacular Zorro Andino, que merodeaba en busca de comida. Rubén me dijo que los grupos de turistas les suelen alimentar, una práctica que por supuesto desaconsejo. Yo bajé del 4×4 y lo pude ver bastante cerca.
7. Laguna Blanca: en este caso sus aguas presentan una elevada concentración de bórax, y de ahí el color. También pude pasear por la orilla y obtener fotos increíbles, con las montañas de fondo. Aunque comenzó a soplar un viento frío importante y no alargué mucho la estancia.
Poco después llegamos a La Cabaña, un puñado de construcciones situadas a unos metros de la frontera con Chile y San Pedro de Atacama, rodeadas de volcanes. Y entramos en el Albergue de Alta Montaña Licancabur, donde pasaríamos la noche. Como casi no había gente Rubén me consiguió una habitación para mí solo sin coste adicional. La verdad es que me gustó, con camas cómodas, electricidad (el albergue cuenta con un generador) y lavabos compartidos.
Una vez instalado me senté a descansar en un sofá bañado por los últimos rayos de sol, acompañado de un gracioso gato. Se estaba de miedo, mientras tomaba un par de mates de coca con galletas. Más tarde me senté a cenar en una mesa del comedor. Sopa de verduras; medallones de carne con arroz blanco y tomate; y agua. Y a eso de las 20h me fui a dormir, porque al día siguiente tenía que afrontar un reto enorme.
DIA 3: ASCENSO AL VOLCAN LICANCABUR
La jornada comenzó con mi alarma sonando nada menos que a las 2h de la mañana. Aunque ya llevaba despierto desde las 12h, por los molestos ruidos (portazos, risas de las empleadas del albergue…); y por los nervios ante lo que se me venía encima. Un cuarto de hora después estaba desayunando en una mesa del comedor: dos bollos de pan con mermelada; y un mate de coca. Y me puse en marcha.
El plan era coronar la cima del Volcán Licancabur, situado en la frontera entre Chile y Bolivia, y batir mi récord de altura. Porque sus 5.920m superaban los 5.895m del Kilimanjaro (Tanzania); los 5.415m del Paso Thorong La (Nepal); o los 5.350m del Pico Austria (Bolivia). Mis mayores logros hasta la fecha. Aunque ya habían pasado muchos años, todavía me acordaba de la pesadilla que viví durante el ascenso al Kilimanjaro, y temía repetir una experiencia similar. Por si fuera poco, el día anterior surgieron dos imprevistos:
*Para subir al Licancabur necesitaba contratar los servicios de un guía local (no incluido en el tour). Y cuando llegamos al albergue Rubén me dijo que no había nadie disponible. Por lo visto solo había un guía y se lo quedaron dos parejas de franceses que llegaron antes y también iban a intentar el ascenso. La verdad es que me pareció un fallo tremendo por parte de Tupiza Tours. Si sabían el día que iba a realizar el trekking, ¿por qué no llamaron con antelación para reservar un guía? No entendí nada, y por suerte no hubo más incidentes durante el tour.
La única opción fue hablar con los franceses y preguntarles si me podía acoplar con ellos. Menos mal que entre la mano izquierda de Rubén y que parecían buena gente, aceptaron sin dudarlo. Además me ahorré bastante dinero, porque pasé de pagar 700B por un guía privado a solo 140B.
*Jose decidió que no estaba en condiciones para el trekking, tras varios días con fiebre y diarrea. De esta forma perdí un apoyo importante de cara a los momentos más duros, y pasaba a depender completamente de los franceses. El problema era que desconocía su experiencia en alta montaña. Si era mucho mayor que la mía me arriesgaba a tener que caminar a un ritmo excesivo y quedarme sin poder llegar a la cima del Licancabur.
En el lado positivo, encaraba este reto en buenas condiciones. Sin problemas físicos; aclimatado a la altura (durante mi trekking por la Cordillera Real había rebasado en varias ocasiones la barrera de los 5mil metros); y llevaba un par de días alimentándome bien y bebiendo sin parar (para estar hidratado).
La noche anterior dejé preparada mi mochila pequeña con el equipo necesario. Tras el desayuno Eusebia me dio una bolsa con un par de sándwiches, galletas, barritas de chocolate y una manzana. Y Rubén me entregó una botella con un litro de mate de coca recién hecho, que debía beber antes de comenzar el ascenso para evitar problemas con la altura. A continuación me presentó al guía local (Ronald), y viajamos los tres en el 4×4 hasta el punto de partida del trekking (los franceses lo hicieron en su vehículo). Tardamos media hora, recorriendo una pista de tierra rodeados de oscuridad, mientras mis nervios iban en aumento. Y paramos junto a unas ruinas incas.
A las 3.30h llegó la hora de la verdad. Me despedí de Rubén, que se quedó en el 4×4 con el guía de los franceses por si surgía cualquier problema. Y comenzamos a caminar: Ronald marcando el paso, y las dos parejas y yo detrás.
UN TREKKING AGOTADOR
El Volcán Licancabur es un cono casi perfecto, con lo cual alcanzar el borde del cráter implica un ascenso interminable, superando un desnivel positivo de 1.230m. Ronald era un chaval muy joven, pero con un fuerte carácter. Antes de empezar su consigna fue clara: nos iba a estar observando en todo momento; y si veía que alguien se encontraba mal le enviaría de regreso al albergue (sin posibilidad de rechistar), para evitar perjudicar al resto del grupo.
Hacía un frío insoportable, y eso que iba con guantes, camiseta térmica, chaqueta y abrigo de montaña de dos capas con capucha. Tenía las manos congeladas, y cada vez que nos deteníamos un momento temblaba sin parar. El resto del equipo: un pañuelo para taparme la cara (el que me regalaron en la Death Road), bastones y linterna frontal.
Cuando apenas habíamos cubierto una cuarta parte del ascenso, una de las chicas dijo que no podía continuar, quejándose de un fuerte dolor de estómago (se le saltaban las lágrimas). Y entonces se produjo una situación que me pareció sorprendente:
*Ronald tenía un walkie y llamó al guía de los franceses para que se hiciera cargo de ella. Pero el aparato no funcionaba y no hubo forma de contactar con él.
*El novio de la chica (Antoine) decidió seguir con nosotros en vez de quedarse con ella. Vaya tela… Entiendo que cada pareja es un mundo, pero a mí no se me hubiera pasado por la cabeza.
Con lo cual la pobre francesa tuvo que bajar sola todo el camino recorrido, en medio de la noche, sin conocer la ruta y encontrándose fatal. Surrealista. Poco después el otro chico se vino abajo y también dio media vuelta. Así que nos quedamos Antoine, Ségolène y yo. Más tarde Rubén me explicó que los franceses no habían tenido mucho tiempo para aclimatarse a la altura, y el día anterior la mayoría se encontraban con problemas físicos. Por lo menos esto despejó mis temores sobre su experiencia en alta montaña…
El resto del ascenso fue realmente épico. Ronald nos llevó a un ritmo lento pero constante, con breves paradas para beber o picar algo, cruzando un terreno pedregoso. Además, como había bebido tanto, tuve que detenerme a orinar en varias ocasiones. Antoine desapareció un par de veces con diarrea y pensábamos que no sería capaz de continuar, pero al final se rehízo milagrosamente. Yo opté por mirar solo hacia mis pies e ir avanzando sin pensar en nada más. De camino salió el sol, y al poco nos sentamos en unas rocas a comer algo. Ya habíamos recorrido más de la mitad de la ruta y hacía mucho menos frío, así que fue una inyección de moral importante.
La parte final se hizo durísima. Me costaba respirar y cuando parábamos jadeaba intentando absorber oxígeno. Todo bajo la atenta mirada de Ronald, que me podía enviar al albergue en cualquier momento. Pero conseguimos llegar a la Falsa Cumbre, y desde allí caminamos por el borde del cráter hasta la cima del Volcán Licancabur. La alegría fue inmensa, y Antoine, Ségolène y yo nos abrazamos muy contentos. ¡Reto superado! En total tardamos 6,15 horas cuando mi guía de viajes hablaba de 8h, así que no estuvo mal.
En la cima no hay ningún cartel conmemorativo pero las vistas son maravillosas, con una llanura salpicada de volcanes y una panorámica perfecta de las Lagunas Verde y Blanca. Parecía otro planeta. En el fondo del cráter también hay una pequeña laguna que durante mi visita estaba completamente congelada (y no me extraña). Yo tenía un ligero mareo y no era recomendable pasar mucho tiempo allí arriba, así que tras hacernos unas fotos de grupo y picar algo iniciamos el descenso.
En teoría esta era la parte más sencilla. Según Ronald tardaríamos alrededor de 2 horas en llegar a la base del volcán, y Antoine y Ségolène bajaron a toda velocidad. Pero a mí el regreso se me atragantó. El terreno estaba cubierto de piedras que me hacían resbalar sin parar. En parte porque las suelas de mis zapatillas estaban bastante desgastadas, pero imagino que también por mi torpeza. No importó que llevara bastones de montaña, o las instrucciones de Ronald para caminar mejor. Fue un auténtico calvario y acabé en el suelo al menos una docena de veces. Yo al final me desesperaba y creo que mis gritos se escucharon en el albergue.
Al final alcancé la base en 4 horas (¡el doble de lo previsto!). Estaba agotado, empapado en sudor, con la ropa llena de polvo y los pies doloridos (durante el descenso me entraron pequeñas piedras en las zapatillas). Pero bueno, había acabado la ruta y eso era lo importante.
Rubén me estaba esperando con su 4×4 en las ruinas incas y volvimos al albergue junto a Ronald. Allí apunté mis datos en un libro de registro; y le di al chaval 15B de propina. También me reencontré con Antoine y Ségolène, que hacía más de una hora que descansaban. En la mesa ya tenía preparada la comida. Una pena no acordarme del nombre del plato, porque estaba delicioso. Era una mezcla de pollo, patata y verduras, acompañada de arroz blanco y pepino. Una vez más Eusebia demostrando que es una cocinera excelente.
Tras la comida, sin tiempo que perder, preparé las mochilas y subí al 4×4 para continuar con la ruta en dirección norte, rumbo al Salar de Uyuni.
CONCLUSIÓN
Si te gusta la naturaleza, la Reserva Eduardo Avaroa debería ser un lugar imprescindible en tu itinerario por Bolivia. Te recomiendo dedicarle todo el tiempo que puedas, porque las posibilidades de esta región son infinitas. Yo opté por una ruta de 5 días que me permitió visitar lugares menos conocidos y subir a la cima del Volcán Licancabur, pero de buena gana hubiera pasado muchas más jornadas explorando la zona. Eso sin contar la población de Tupiza, que por sí sola merece al menos un par de días adicionales. Tras coronar el Licancabur todavía me quedaban partes de la Reserva por visitar, como la Laguna Colorada o los Géiseres Sol de Mañana. Pero estos los incluyo en el siguiente post, que cubre mi ruta hacia el Salar de Uyuni.
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Comentarios
2 ComentariosSalvador
Feb 28, 2023Gracias por compartir tu experiencia. Yo estoy pensando en hacer este recorrido y me gustaría saber si se necesita saco de dormir y de que tipo, o si hay mantas en los alojamientos
Ganas De Mundo
Mar 2, 2023Hola, un placer compartir información! Todo dependerá de la época del año y de tu presupuesto para el recorrido (los alojamientos más caros ofrecen más servicios). Yo dormí en alojamientos básicos, utilicé un saco de dormir para 0 grados y no tuve ningún problema.