Un profundo cañón con vistas espectaculares y un pueblo rodeado de montañas nevadas desde el que realicé una complicada excursión
Cuando llegas a la tranquila población de Rawandiz cuesta imaginarse que en el siglo XVI era la capital del Emirato de Soran, uno de los reinos kurdos más poderosos del norte de Irak. Actualmente no queda ningún edificio destacado de esa época, y su principal atracción turística son los paisajes que la rodean, como el espectacular Cañón de Rawandiz; el Monte Korek (al que se puede subir en teleférico); y alguna fotogénica cascada.
La mejor base para conocer la zona es Soran, un pueblo situado a pocos kilómetros de Rawandiz que en los últimos 20 años ha crecido de forma exponencial, fruto de la llegada masiva de inmigrantes kurdos, cuyas aldeas fueron destruidas durante la campaña del Al-Anfal de Saddam Hussein o la guerra con Irán. En Soran hay algún hotel económico, numerosos locales de comida, y se puede realizar una excursión de un día a Choman para disfrutar de sus montañas.
VIAJE: AKRE – SORAN
Este desplazamiento no pudo ser más sencillo. Tras desalojar mi habitación en el Laweel Hotel de Akre, pregunté al chaval de la recepción dónde estaba la parada de taxis compartidos, y en vez de darme la información llamó por teléfono al taxista. Resultado: al cabo de 10 minutos tenía el vehículo en la puerta del hotel con dos pasajeros. Además, por lo visto habían decidido no esperar al cuarto pagando un poco más (15milD), y partimos al momento.
Yo viajé en el asiento trasero junto a un Peshmerga, y delante iba un policía de Baghdad que no estaba nada contento con su trabajo. Me dijo que era una ciudad muy peligrosa (algo que ya intuía), y como prueba me enseñó una cicatriz en la cabeza de varios centímetros producida por el estallido de una bomba. Gracias a ellos no tuvimos que detenernos en ninguno de los controles policiales por los que pasamos. La contrapartida: no pararon de fumar y era realmente molesto (a pesar de que abrían un poco las ventanas).
Tardamos hora y media en recorrer los 80km hasta Soran. Gran parte de la ruta consistió en desandar el trayecto que realicé en autoestop desde Afryan, pero ahora pude apreciar mejor el paisaje. Atravesamos una zona con verdes praderas, rebaños de ovejas y cumbres nevadas; cruzamos el río Gran Zab; y coronamos un puerto de montaña siguiendo una carretera llena de curvas.
A partir de la población de Khalifan nos internamos durante unos kilómetros en el Cañón de Rawandiz siguiendo el río del mismo nombre. Fue un aperitivo de lo que me esperaba más adelante, con enormes paredes de roca y rincones fotogénicos. Como la Cascada Gali Ali Bag, un salto de agua famoso por aparecer en los billetes de 5milD. Si viajas en tu propio vehículo merece la pena hacer un alto, pero en mi caso la cascada no justificaba abandonar el taxi compartido y tener que continuar el trayecto en autoestop. Al final llegamos al centro de Soran, me despedí de mis compañeros de viaje, y caminé hasta el hotel donde tenía previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: ZAGROS HOTEL – 15milD/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado (aunque estilo turco) con ducha de agua caliente; buena limpieza; ubicación muy céntrica; wifi rápido; nevera; bomba de calor (menos mal, porque hacía mucho frío); empleados del hotel muy simpáticos; agua y té de cortesía; precio.
*Puntos en contra: habitación junto a la sala común, con gritos y risas hasta altas horas de la madrugada; solo una manta para taparme (tuve que utilizar mi saco de dormir); mosquitos imposibles de matar que no dejaban de picarme (¡en diciembre!).
Aparecí en este hotel siguiendo la recomendación del blog de viajes againstthecompass.com. Me costó encontrarlo y por suerte pude conseguir una habitación, porque no tenía plan b (más tarde descubrí el Star Hotel, de aspecto similar). Al principio el chaval encargado de la recepción me pedía 20milD por noche. Pero poniendo cara de pena y haciendo largas pausas mientras miraba mi móvil, el precio bajó hasta un importe realmente económico.
Una vez instalado no eran ni las 12h y mi idea era visitar algún lugar. Aunque el día se nubló de repente, con una espesa bruma, y decidí esperar a que el tiempo mejorara.
COMIDA: RESTAURANT ARAS
Solo había desayunado unas galletas y estaba que me moría de hambre, así que entré en este local con ganas de disfrutar de uno de mis menús habituales. Pedí pollo asado con arroz, y vino acompañado de judías, dos sopas (garbanzos y fideos) y una ensalada, además de pan, agua y un té. El comedor está ubicado en un primer piso y es muy espacioso. Me sorprendió encontrarme el lugar casi vacío a pesar de ser hora punta. Pero a la hora de pagar entendí el motivo: 7milD. Muy caro comparado con otros restaurantes del Kurdistan, que encima ofrecen raciones más generosas. No lo recomiendo.
A continuación pasé el resto de la tarde en mi habitación leyendo, escribiendo y descansando. Soran es una población moderna de nulo interés y no me molesté en explorarla. Para cenar compré 2 plátanos y unas mandarinas en un puesto callejero (1milD), porque hacía tiempo que no comía fruta.
EL CAÑON DE RAWANDIZ
La jornada comenzó a buena hora con ganas de moverme tras 3 días de lluvia y niebla en los que no pude hacer nada. Es el peligro de recorrer el Kurdistán iraquí en pleno mes de diciembre… Para desayunar piqué unos dulces que había comprado el día anterior en una panadería (un surtido de medio quilo me costó solo 2milD); preparé mi mochila pequeña; y salí a la calle.
Estos fueron los lugares que visité:
1. Rawandiz: una población situada a 7km de Soran. Para llegar no me compliqué la vida y viajé en taxi privado (4milD). El gran atractivo de Rawandiz es que se encuentra al borde de un profundo cañón formado durante miles de años por el río del mismo nombre. Yo tenía identificado en el mapa un mirador que ofrece una de las mejores panorámicas del lugar, así que el taxista me dejó a 200 metros y cubrí el último tramo a pie, entre viviendas y grupos de gallinas de colorido plumaje.
Ya había visto imágenes del Cañón de Rawandiz, pero contemplarlo en directo fue toda una experiencia. Ante mí se abría un enorme barranco de paredes verticales, con las casas del pueblo suspendidas en un extremo, y el río al fondo (tenía mucho caudal tras las lluvias de los últimos días). Fue un gran momento, que disfruté en completa soledad. Además hacía un tiempo perfecto, con sol y el cielo prácticamente despejado. Aunque esto se volvió en mi contra, porque las sombras cubrían buena parte del cañón y las fotos no quedaban como me hubiera gustado.
A continuación crucé el pueblo y pasé junto a otro mirador que me permitió disfrutar de nuevas perspectivas del Cañón de Rawandiz, con el río formando meandros y perdiéndose en el horizonte. A pesar de su historia en Rawandiz no hay mucho más que ver: un par de estatuas curiosas, una moderna mezquita, y lugareños vestidos con ropa tradicional kurda.
EXPLORANDO LOS ALREDEDORES
Cuando llegué a las afueras de Rawandiz me tocó hacer autoestop para viajar hasta la siguiente atracción turística. Necesité dos vehículos: en el primero un padre conducía con su bebé en brazos (¡?); y en el segundo charlé brevemente con dos chavales. Por suerte pararon rápido y no perdí demasiado tiempo en la carretera.
2. Monte Korek: mi idea era subir hasta la cima (de 2.127m de altura) utilizando un teleférico. Pero al ser un lunes de diciembre estaba casi seguro de que iba a estar cerrado por falta de clientes. Así que me llevé una sorpresa cuando bajé del segundo coche y vi las cabinas en movimiento. En fin, no me lo pensé dos veces y caminé hasta la taquilla; pagué el trayecto de ida y vuelta (10milD); y me subí a una de las cabinas, sin acompañantes. El teleférico recorre una distancia de 4km, con un desnivel de casi mil metros. Y el trayecto es muy agradable, con vistas geniales de los alrededores. Aunque si dispones de vehículo también se puede subir por carretera.
Cuando salí de la cabina me tuve que poner el abrigo porque hacía un frío importante. De hecho había bastante nieve y alguna que otra placa de hielo. Por cierto, de camino me di cuenta que el teleférico no acaba en la cima del Monte Korek. Todavía me quedaban unos 400m de desnivel hasta el observatorio que la corona, pero ni siquiera lo intenté porque iba justo de tiempo y quería visitar otros lugares. En su lugar me entretuve contemplando las espectaculares panorámicas, con Rawandiz, el cañón, Soran y las montañas nevadas de fondo.
El Monte Korek está monopolizado por las instalaciones del Korek Mountain Resort, con un hotel de lujo, bungalows, restaurante, cafetería, spa, y todo tipo de atracciones (pista de Paint Ball, Caída Libre desde una torre, y pistas de esquí en invierno). La verdad es que vi mucha más gente de la prevista. Pero como no encontré nada más que me interesara, tras dar un paseo volví al teleférico y bajé a la carretera principal.
3. Cascadas Bekhal: se encuentran a un par de kilómetros del teleférico. Mi intención era hacer autoestop y ahorrarme la caminata. Aunque los primeros vehículos pasaron de largo, y como la carretera seguía cuesta abajo y el paisaje me gustó, acabé llegando a pie a las cascadas. De camino pasé junto a un enorme barco de madera que resultó ser un original café llamado “El Arca de Noe”. Y me adentré de nuevo en el Cañón de Rawandiz.
Al igual que ocurría en la Cascada Sipe de Akre, Bekhal está rodeada de cafés, restaurantes y tiendas de recuerdos, con un amplio aparcamiento para vehículos. Las cascadas no están mal, formando diferentes arroyos con bastante caudal que cubren una pared de roca. En verano seguro que no cabe ni un alfiler, pero mientras estuve allí no apareció mucha gente.
4. Cañón de Rawandiz: desde Bekhal continué caminando por la carretera, crucé un enorme puente, y alcancé un mirador que ofrece unas vistas espectaculares del cañón, con acantilados de color naranja. Eso sí, de nuevo me encontré con el mismo problema: las sombras cubrían buena parte del paisaje (incluido el río) y dificultaban la fotografía. Yo seguí avanzando hasta un punto en el que el cañón se bifurca, y allí decidí dar media vuelta porque solo quedaban un par de horas de luz y no quería sorpresas desagradables.
Regresé a pie a las Cascadas Bekhal y poco después me puse a hacer autoestop. No pasaba ningún vehículo y el sol comenzó a ocultarse tras las montañas, aunque al final apareció un coche con 4 chavales. De entrada pasaban de largo, pero al ver que era un turista frenaron en seco y dieron marcha atrás para recogerme. Durante el trayecto hablamos y nos hicimos los selfies de rigor.
Los chavales me dejaron en el centro de Rawandiz y volví al mirador que visité por la mañana. A nivel fotográfico la situación no había mejorado y el cañón seguía cubierto de sombras molestas. Nada que ver con algunas imágenes que había visto en internet. Más tarde entendí la explicación científica: en invierno el sol traza un arco menos pronunciado y está más bajo sobre el horizonte que en verano. Otra desventaja de visitar el norte de Irak en diciembre… Así que esperé a que el sol se ocultara y al menos pude hacer fotos con una luz uniforme. Al margen de esto, la atmósfera era única. Allí estaba de nuevo frente a un formidable paisaje, sin nadie a mi alrededor.
Tras disfrutar de ese gran momento caminé hasta las afueras de Rawandiz. Cuando pasó un taxi lo paré y me llevó hasta Soran. El conductor era un abuelete muy simpático y al llegar me pidió la voluntad (3milD me pareció lo correcto).
CENA: RESTAURANT SULEIMANIYA
Como el Restaurant Aras no me convenció, busqué otro lugar para llenar el estómago en la calle principal de Soran, y lo encontré a escasos metros. Ocupé una mesa del comedor (todas estaban equipadas con enchufe y conector USB); pedí pollo asado con arroz; y vino acompañado de judías, verduras en salsa, dos sopas (garbanzos y fideos) y una ensalada, además de pan, agua, un té, y chicles de cortesía. Todo rico y abundante. El dueño y los camareros eran muy simpáticos (uno hablaba inglés). Y el precio bajó hasta los 6milD.
De regreso en mi habitación me preparé para una tarde/noche de descanso, hasta que llamaron a la puerta. Era el encargado de la recepción acompañado de un turista que resultó ser Asier: un vasco que al enterarse que andaba por allí quiso conocerme. Así que hablamos un rato y echamos unas risas. El hombre estaba recorriendo el Kurdistán Iraquí en un coche de alquiler junto a dos amigos suizos. La verdad es que de vez en cuando se agradecen estos encuentros…
RUMBO A CHOMAN
La jornada comenzó con un tiempo perfecto, así que pude dirigirme al segundo lugar que quería visitar en los alrededores de Soran. De entrada tenía que ir al Garaj Peshmerga, pero no sabía dónde estaba. En la calle me encontré al taxista que el día anterior me llevó a Rawandiz y decidí contratar de nuevo sus servicios. Aunque se me quedó cara de tonto, porque el Garaj se encontraba a apenas 1km. Ya me lo podía haber dicho. Precio: 1milD.
A continuación necesitaba un taxi compartido para viajar a la población de Choman. Pronto encontré el vehículo y ya había dos pasajeros dentro. Aun así tuve que esperar más de media hora hasta que apareció el cuarto. Pero no me vino mal, porque aproveché para desayunar galletas y un zumo de naranja (750D); y organizar el resto del día. Una vez en marcha tardamos tres cuartos de hora en recorrer los 45km hasta Choman, siguiendo la Hamilton Road. Esta carretera conecta Erbil con Piranshahr (en Irán), y se llama así por el ingeniero neozelandés que supervisó su construcción a principios de los años 30. Yo viajé en el asiento delantero y disfruté de un paisaje magnífico. La Hamilton Road avanzó paralela al río Rawandiz, entre enormes muros de roca, con cumbres nevadas en la distancia. Y llegamos a Choman sin incidentes. Precio: 5milD.
Choman es un pueblo moderno situado a 2.000m de altura, con casas de cemento gris. Pero cuenta con una ubicación privilegiada que compensa con creces el esfuerzo de viajar hasta allí.
EXCURSIÓN A GOMI FELAW
El Lago Felaw (Gomi significa “lago” en kurdo) se encuentra a unos 11km de Choman, rodeado de montañas. Decidí incluirlo en mi recorrido por el norte de Irak en base a alguna foto espectacular que vi en internet; y a los relatos de un par de viajeros, que describen Gomi Felaw como uno de los rincones más bonitos del Kurdistán. Mi idea inicial era caminar desde Choman, pero había un problema: no encontré la ruta de acceso ni información detallada para llegar. Así que para evitar problemas decidí subir en vehículo y bajar a pie. Menos mal, porque no calculé bien la distancia (pensaba que eran solo 6km) y hubiera sido una odisea…
Una vez en Choman ofrecí al taxista la posibilidad de llevarme hasta el lago. Pero entre que no me entendía y no conocía el lugar (le enseñé una foto), prefirió no complicarse el día y me ignoró. Como no vi otros taxis, opté por cruzar el río y hacer autoestop. Una alternativa incierta, porque se trata de una zona muy remota y el tráfico de vehículos es escaso.
Por suerte, al poco apareció un 4×4 y paró. De entrada la cosa no pintaba muy bien, porque el conductor me ofreció llevarme al lago a cambio de 20milD (solo ida). Pero cuando le dije que no podía pagar ese importe y que me bajaba del vehículo, el hombre insistió en que me quedara y me acabó llevando gratis hasta el inicio de una pista de tierra a tan solo 3km del lago. Vaya giro de guión…
Solventado el tema del transporte, me tocó hacer frente a dos problemas inesperados:
*Aunque en Soran lucía el sol, con un cielo completamente despejado, antes de llegar a Choman las cosas se torcieron. Empezó a soplar un viento huracanado que formaba remolinos y arrastraba tierra y hojas. Y parte del cielo se cubrió de amenazantes nubes grises (justo sobre la zona de Gomi Felaw).
*Al bajar del 4×4 abrí la mochila para ponerme el abrigo y descubrí que… ¡me lo había dejado en el hotel! No me lo podía creer… Soy un auténtico desastre. Para una vez que me había acordado de comprar comida y agua, y hasta llevaba mis guantes… Así que me tocó adentrarme en las montañas con camiseta de manga corta y una fina chaqueta. Al principio no lo noté mucho, porque la pista subió sin parar y entré en calor. Pero cuando llegué al lago, a unos 2.500m de altura, me moría de frío y no dejaba de temblar.
El Gomi Felaw que me encontré no se parecía mucho al de las fotos que había visto, tomadas en primavera y verano. Era un lugar oscuro, rodeado de hierbajos amarillentos, y con unas montañas nevadas apenas visibles tras las nubes. Yo había pensado buscar un rincón protegido y picar algo, a la espera de que el tiempo mejorara. Pero este pequeño lago desierto con árboles pelados de aspecto lúgubre no me pareció nada acogedor. Y encima, al cabo de unos minutos comenzó a nevar con fuerza. Eran copos minúsculos, pero el viento me los lanzaba a la cara y hacían daño. Así que me tuve que marchar a toda prisa, al borde de la congelación.
Afortunadamente el descenso hasta Choman me encantó. En ese lado del valle el tiempo era perfecto, con el cielo de un azul intenso como hacía tiempo que no veía, salpicado de nubes blancas. A veces soplaba alguna ráfaga de viento, pero avancé sin problemas. El valle estaba cubierto de árboles, con alguna granja y rebaños de vacas. Y al fondo se extendían las casas de Choman.
Aunque lo mejor eran las cimas nevadas que dominan el paisaje y forman parte de los Montes Zagros, a escasos kilómetros de la frontera con Irán. Entre ellas destaca el imponente Monte Halgurd, que con sus 3.600m es el más alto del Kurdistán. Una imagen para el recuerdo. Yo caminé poco a poco, parando a hacer fotos en innumerables ocasiones, disfrutando del sol tras pasar un frío terrible. Fueron momentos geniales en los que no me crucé con nadie. En cuanto a fauna únicamente vi un par de cuervos; y algunos pájaros revoloteando de pequeño tamaño y colorido plumaje.
A medida que perdía altura la climatología fue mejorando, y las nubes que tapaban la zona de Gomi Felaw desaparecieron. Con lo cual creo que aparecí en el lago en el peor momento del día. En fin, la montaña es así de impredecible…
REGRESO A SORAN
Cuando me acercaba a Choman tuve que tomar una decisión. Podía caminar hasta el centro del pueblo e intentar conseguir un taxi compartido para volver a Soran. Aunque ya eran casi las 15h y faltaban un par de horas para que anocheciera. Y si no había taxis compartidos tendría que caminar hasta las afueras de Choman para hacer autoestop, con la consiguiente pérdida de tiempo. La otra opción era caminar directamente hasta la carretera principal e intentar parar un vehículo hacia Soran. Al final decidí lo segundo.
Eso sí, no me esperaba que la pista me iba a llevar directo a un puesto de control de la policía. Las caras de los agentes al verme aparecer eran un poema, y tuve que dar un montón de explicaciones. Además acabé sentado en un despacho, enseñando mi pasaporte y hablando por teléfono con alguien que sabía inglés, hasta que me dejaron continuar. La parte positiva de este encuentro fue que los agentes que inspeccionaban los vehículos que pasaban se encargaron de buscarme uno para regresar a Soran. Y al cabo de unos minutos ya estaba en el coche de 3 amigos que se dirigían a Akre.
Al principio intercambiamos unas palabras, pero su nivel de inglés era muy básico y me encontraba agotado tras las aventuras del día, así que acabé echando alguna cabezada. Hasta que me di cuenta que llegábamos a Soran y me bajé en el centro, a escasa distancia de mi hotel. Así finalizaban mis aventuras en Rawandiz. No me podía quejar…
CONCLUSION
Rawandiz y sus alrededores ofrecen algunos de los mejores paisajes del Kurdistán iraquí. Desde el Cañón de Rawandiz o el Monte Korek, hasta las imponentes cumbres que rodean la población de Choman. Entre ellas destaca el Monte Halgurd, el más alto de la región, que se puede coronar contratando los servicios de un guía. Te recomiendo dos jornadas completas para visitar las principales atracciones. Reconozco que la zona queda un tanto alejada de la ruta turística (si es que hay alguna) que une las ciudades de Suleimaniya y Dohuk. Pero el esfuerzo merece la pena.
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