Explorando el sector oriental del Cáucaso azerí, con poblaciones remotas rodeadas de paisajes espectaculares
Quba es un pueblo tranquilo que a mediados del siglo XVIII se convirtió en la capital del Kanato de Quba. Un pequeño reino que prosperó bajo el mando de Fatali Khan, hasta que en el año 1813 fue invadido por las tropas rusas y anexado al Imperio, al igual que el resto de Kanatos independientes del Cáucaso. Actualmente Quba es conocido en Azerbaiyán por sus alfombras y el cultivo de manzanas. Y cuenta con varias viviendas tradicionales y mezquitas históricas, además de un emotivo Memorial dedicado a las víctimas de los violentos combates que asolaron la zona en 1918.
Desde Quba se puede acceder de forma relativamente sencilla al sector oriental de las montañas del Cáucaso azerí, y visitar encantadoras aldeas como Xinaliq o Laza, rodeadas de montañas que ofrecen panorámicas memorables.
VIAJE: BAKU – QUBA
Cubrir este trayecto en transporte público es un proceso laborioso, pero con paciencia fui avanzando kilómetros poco a poco. El recorrido constó de 3 etapas:
1. Metro hasta la estación de Avtovagzal, donde se encuentra la Terminal de Autobuses de Baku. Era hora punta y el metro iba bastante lleno de gente, aunque en las últimas paradas pude viajar sentado.
2. Autobús a Quba: la Terminal es un edificio caótico donde se mezclan tiendas, taquillas y andenes sin mucho orden lógico. Después de dar unas vueltas, descubrí que cada taquilla es para un destino diferente. Así que localicé la mía; compré el billete a Quba (4M); y caminé hasta el andén indicado. Al cabo de unos minutos apareció el autobús y ocupé mi asiento. Como en Azerbaiyán nadie habla inglés no pude darle muchos detalles a la señora que me vendió el billete, y acabé en la incómoda fila trasera, aunque al menos junto a la ventana.
El autobús tenía previsto salir a las 11h pero lo hizo con 20 minutos de retraso, porque había bastante lío entre los pasajeros (subían y bajaban, se cambiaban de sitio…). El trayecto duró 2,5 horas para recorrer 170km hacia el norte del país. Al principio atravesamos un paisaje desértico horrible, fruto de la explotación petrolífera en la zona. El terreno estaba removido, y había montones de pedruscos por todas partes, con alguna máquina extractora de petróleo en marcha. Pero poco a poco apareció la vegetación, y en la última parte del viaje ya había campos de cultivo y bastantes matorrales.
Menos mal que el viaje no duró más, porque al final ya no sabía cómo sentarme: tenía las piernas atrapadas con el asiento delantero; y me dolía el culo, fruto de los continuos baches y de estar en la fila trasera. Y aun gracias que el vehículo tenía aire acondicionado, porque en el exterior el calor era sofocante. El autobús acabó su recorrido en la Terminal de Quba, a 3,5km del centro.
3. Autobús al centro: nada más verme, varios taxistas se me abalanzaron ofreciéndome transporte por 3-4M. Pero no tenía ganas de derrochar dinero. Y tras unos momentos de duda un conductor me indicó dónde estaba el autobús que pasaba por el centro de Quba y que solo cuesta 0,3M. Al poco de ocupar mi asiento nos pusimos en marcha, y fui controlando mi ubicación en el mapa para bajarme en el punto más cercano al alojamiento donde había decidido pasar la noche.
Mientras caminaba, pasé por un local de comidas y opté por llenar el estómago. Allí cayó un döner con un vaso de Fanta por tan solo 3M, sentado en una mesa de la terraza, rodeado de lugareños. Ahora ya estaba listo para continuar.
ALOJAMIENTO: ELVIN HOSTEL – 15M/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; mobiliario nuevo (el lugar apenas llevaba 2 meses abierto); limpieza extrema; ubicación inmejorable, a escasa distancia a pie de los principales lugares de interés; tranquilidad total por la noche; familia propietaria muy amable; servicio de comidas; precio (con algún matiz que explico a continuación).
*Puntos en contra: camas individuales (aunque comodísimas); lavabo compartido, con ducha de agua templada; wifi errático.
Mi llegada a este alojamiento fue igual de confusa que en otros lugares de Azerbaiyán. Las indicaciones de Google Maps o maps.me eran erróneas; y en el exterior del edificio no había ningún tipo de cartel con el nombre. Por suerte me pude guiar por unas fotos que encontré, y descubrí que el alojamiento estaba justo enfrente. Allí me atendió Fidan, una chica encantadora con un inglés aceptable. Por enésima vez utilicé la táctica Booking, y la verdad es que triunfé, porque las habitaciones dobles valían 30M y negociando directamente pude conseguir una a precio individual (la mitad). Un gran ahorro. O eso pensaba…
El caso es que al día siguiente Fidan me pidió que pagara la estancia, y sorprendentemente quería 30M por noche, alegando que se había equivocado al decirme el precio. Yo me resistí porque no era lo que habíamos acordado, y además me parecía muy caro tratándose de Quba (20M hubiera sido lo justo). Menos mal que al final apareció su tía y dejamos el precio en 15M. Pero me hicieron pasar un momento de tensión totalmente evitable. En fin…
Una vez instalado me quedé un rato descansando en la cama, hasta que el sol perdió algo de fuerza (el calor era tremendo).
EXPLORANDO OLD QUBA
A continuación salí al exterior para visitar el pueblo. Quba es un sitio realmente agradable, con un ambiente de pueblo que me encantó. Estuve paseando un buen rato por las calles del Casco Antiguo, donde encontré un puñado de casas tradicionales muy fotogénicas. Tienen coloridas fachadas; puertas con pequeñas cubiertas de forma redonda; y balcones de madera tallada. También pude ver alguna mezquita, como Haci Cafar; o las cúpulas naranjas de un Hamam del siglo XIX; o lana secándose al sol. De vez en cuando me cruzaba con lugareños que me miraban con cara de curiosidad, porque era el único turista occidental. En especial los niños, que al verme gritaban “hello” e intentaban llamar mi atención.
Además de pasear sin rumbo fijo, en Quba hay varios lugares de interés:
1. Meyhan: es la plaza principal del Casco Antiguo, con atracciones infantiles; cafés con terrazas para los adultos, que no paran de jugar al dominó o al backgammon; y Cuma Mosque, construida con ladrillo rojo y coronada por una cúpula metálica.
2. Nizami Park: un frondoso parque con multitud de detalles. Como una escalinata flanqueada por esculturas de color blanco; filas de bancos al pie de paneles con relieves que representan diferentes escenas del Corán; o un par de edificios con elaboradas fachadas y estatuas de poetas famosos. Todo moderno, pero tremendamente exótico.
3. Qirmizi Qasaba: desde Nizami Park bajé la escalinata; crucé el río Gudiyalchay por un puente, con buenas vistas de los alrededores; y llegué a esta población habitada por una comunidad judía, conocida como la Ciudad Roja. Cuenta con dos sinagogas activas y un montón de espléndidas mansiones. Algunas pintadas en tonos pastel, llenas de columnas, como recién sacadas del Paseo Marítimo de Miami. Otras con balcones de madera o torres puntiagudas. Siempre intento huir de los tópicos, pero en este pueblo el estereotipo de judío rico se confirma en cada rincón. Los tubos de desagüe están rematados con siluetas de palomas. Y por las calles pasean abueletes con boina. Un ejemplo de que la convivencia entre judíos y musulmanes es posible si hay voluntad por ambas partes.
EL GENOCIDIO AZERÍ
Aprovechando el caos provocado por la Revolución Rusa, en 1918 Azerbaiyán declaró su independencia del Imperio Ruso, convirtiéndose en una república, al igual que sus vecinas Armenia y Georgia. Pero los Bolcheviques no tenían ninguna intención de dejar escapar los importantes yacimientos de petróleo de Baku, que en esa época abastecían el 50% de la demanda mundial. De forma paralela, en Armenia alcanzaba el poder el Dashnak, un partido nacionalista que entre otras cosas reclamaba volver a ser la Gran Armenia, recuperando una serie de territorios de Turquía y Azerbaiyán que consideraban suyos. Así que Bolcheviques y el Dashnak llegaron a un acuerdo: invadir de forma conjunta Azerbaiyán, y repartirse sus tierras (la zona de Baku para los rusos y el resto para los Armenios).
Los ataques comenzaron en marzo, primero en Baku y más tarde en otras partes del país. Y aquí empieza el baile de datos. Según los azerís, aquello se convirtió en una limpieza étnica durante la cual poblaciones enteras fueron masacradas. Con un total de 50mil víctimas (mayoritariamente civiles), y relatos para no dormir (violaciones, amputaciones de miembros, torturas…). En cambio, según los armenios, fue un conflicto bélico como cualquier otro en el que hubo daños colaterales, y un total de 12mil víctimas (principalmente soldados). Lo que está claro es que en ese enfrentamiento había un importante componente étnico, y sobretodo religioso (cristianos contra musulmanes). Al final las tropas turcas llegaron al rescate, y pudieron expulsar a los invasores. Aunque la alegría no duró mucho tiempo, y en 1920 la República de Azerbaiyán acabó anexada a la URSS.
En Quba se encuentra el Genocide Memorial Complex: dos enormes construcciones en forma de triángulo situadas en medio de un prado, junto a la bandera de Azerbaiyán. El motivo: en el año 2007, durante unas excavaciones, se descubrió una fosa común con centenares de esqueletos de víctimas, muchos de ellos de niños pequeños. La prueba definitiva del genocidio. Hasta el año 2018 se podían ver los huesos, pero entonces se decidió darles sepultura, y ahora están enterrados bajo una placa conmemorativa.
Para comenzar la visita me dirigí a la Oficina de Información. Allí me pidieron el pasaporte para registrarme (tuvieron que conformarse con mi DNI); y me asignaron un guía que me acompañaría en todo momento. Yo intenté quitármelo de encima, para evitar discursos propagandísticos, y pedí una audioguía. Pero no hubo manera (normas del museo). La verdad es que el hombre (Islam) se portó genial, me dejó a mi aire la mayor parte del tiempo, y resolvió muchas de mis dudas. Además, la visita es gratuita.
En el interior del recinto me encontré con una enorme sala cuyas paredes estaban llenas de pruebas que sustentan la teoría del genocidio. En su mayoría procedentes de un trabajo de campo realizado por la Extraordinary Investigation Commission poco después de los hechos. Fotografías de cadáveres y edificios en ruinas; de la fosa común (ponen los pelos de punta); de antiguos habitantes de Quba y los alrededores antes de la tragedia; recortes de periódico de la época; relatos de diferentes testigos de lo ocurrido… Mientras, de fondo, sonaba una música melancólica. En total estuve una hora larga, escuchando los diferentes apartados de la audioguía, y por allí no apareció ni un solo visitante.
Dos apuntes más de este conflicto que considero interesantes:
*Armenios y Azeríes se volverían a ver las caras en la Guerra de Nagorno-Karabakh, que tuvo lugar entre 1988 y 1994, con los mismos aliados (Rusia apoyando a los armenios y Turquía a los azeríes).
*Aunque los rusos fueron los verdaderos instigadores del conflicto, han conseguido pasar de puntillas y que todo el odio de los azeríes se dirija hacia los armenios. Según Islam, demasiados intereses económicos: acuerdos comerciales con Rusia, mucha gente que emigra a ese país… De hecho, en el museo siempre se habla de Bolcheviques, no de rusos, como si fueran cosas distintas.
De regreso a la guesthouse ya oscurecía, y disfruté caminando por la calle Fatali Xan, con sus antiguas viviendas de una planta, y sus farolas de enormes bombillas.
UNA NOCHE ENTRETENIDA
Cuando llegué a la guesthouse me encontré sentadas en una mesa de la terraza a Fidan con su tía, que también hablaba un inglés muy correcto. Así que acepté la invitación de unirme a ellas a tomar té, y estuvimos charlando de un montón de temas. Al final también se apuntó la abuela, que es la cocinera oficial del hotel, y le iban traduciendo lo más interesante. En Azerbaiyán el té a veces se acompaña de un pequeño plato de mermelada, que se come con la cuchara.
A las 21h pasadas decidí salir a cenar algo, y acabé en un café cercano que solo servía snacks. Me senté en una mesa de la terraza, rodeado de lugareños, y cayeron dos jarras de cerveza acompañadas de una tapa de tiras de queso ahumado (una combinación muy popular); y de una bolsa de una especie de cortezas de sabor un tanto picante. No tenía muchas más opciones, porque otro de los snacks más solicitados eran… ¡cuellos de pollo! Vaya tela. Las camareras no hablaban ni palabra de inglés, así que tuve que pedir ayuda a dos chavales que entendían algo.
De nuevo en mi habitación, me preparé para una noche de descanso más que merecida tras una jornada muy completa.
EXCURSIÓN A LAS MONTAÑAS
Al día siguiente me levanté tras dormir como un tronco, y bajé a la terraza de la guesthouse para desayunar. Tuve que pagar 5M extra, pero valió la pena. El menú consistió en ensalada de pepino y tomate; queso; huevo duro; pan con mermelada y mantequilla; pudding con canela; y una taza de té. Me pareció correcto.
El plan para la jornada era visitar Xinaliq, una aldea situada en las montañas, 52km al sudoeste de Quba. Aunque tenía un “pequeño” problema: no había transporte público, y la única opción para llegar era contratar un taxi, cuyo precio no bajaba de 90M (ida y vuelta, más espera). Con lo cual o me rascaba el bolsillo o me lanzaba a la aventura del autoestop. Por suerte la solución se me apareció la noche anterior sin ni siquiera buscarla. El marido de la dueña de la guesthouse ofrecía servicio de transporte en su coche. Y un huésped finlandés preguntó precio, porque estaba interesado en ir con un amigo francés. Así que le ofrecí unirme a ellos para compartir gastos, y quedamos en comenzar la excursión a las 9h, pagando solo 30M cada uno. ¡Problema resuelto!
Los comienzos fueron lentos, y arrancamos con retraso. Además tuvimos que pasar a recoger al amigo, que se alojaba en otro hotel. Aunque una vez en marcha todavía contábamos con tiempo de sobras. Yo viajé en la parte trasera junto al finlandés (Ville) y no paramos de hablar de infinidad de temas. El francés (Pascal) se sentó delante y resultó ser un hombre de pocas palabras. Quizás por el estilo de conducción del marido de la dueña. Tardamos hora y media en llegar a Xinaliq, y el trayecto fue una auténtica montaña rusa, con continuos frenazos, sacudidas y curvas cerradas. Hasta yo, que normalmente aguanto bien el tipo, iba mareado y tuve que abrir la ventanilla para que me diera el aire.
En el exterior lucía un sol radiante, y atravesamos un paisaje espectacular. Esto fue lo más destacado:
*Tras un rato pasando junto a pequeños núcleos urbanos, restaurantes y zonas de picnic, de repente nos adentramos en un estrecho cañón de altísimas paredes, formado por el río Qudyal.
*Al salir del cañón, el conductor hizo un alto en un mirador para que sacáramos unas fotos, y de paso fumarse un cigarro. El lugar tenía unas vistas preciosas, dominando un profundo valle, y frente a unas montañas enormes con franjas de color naranja. Y me vino genial para recomponerme y hacer frente a la segunda parte del viaje.
*Otro punto de la carretera ofrecía una gran panorámica de la población de Cek, con sus casitas agrupadas alrededor de un par de rocas gigantescas.
*Poco antes de llegar a Xinaliq el paisaje cambió de forma radical, y se llenó de montañas ondulantes cubiertas de hierba. Con rebaños de ovejas y vacas pastando; y un amplio valle ocupado por el enorme cauce del río, aunque el agua solo ocupaba un pequeño espacio. Todo bajo un cielo azul perfecto. Parecía que estaba en Asia Central.
Una vez en Xinaliq, el conductor aparcó su coche, y nos dijo que volviéramos cuando nos diera la gana, que allí nos estaría esperando. Todo un detalle que nos permitió realizar la visita al pueblo sin presión alguna.
PASEANDO POR XINALIQ
Xinaliq es una pequeña población situada a 2.340m de altura, y a unos 30km de la frontera con el Daguestán ruso. Sus orígenes se remontan a la época del Reino de la Armenia Caucásica, y sus apenas 2mil habitantes hablan una lengua propia, conservando una serie de costumbres y tradiciones únicas en Azerbaiyán. Aquí los inviernos son gélidos y Xinaliq permanece aislado del mundo durante bastantes meses.
Este lugar es un buen ejemplo del problema que me encontré en el Cáucaso azerí. Mientras que en Georgia le sacan todo el partido posible a sus montañas, con multitud de senderos bien señalizados, diferentes opciones de alojamiento y mínimos trámites burocráticos (a pesar de caminar a veces a escasa distancia de fronteras sensibles), en Azerbaiyán ocurre todo lo contrario. Xinaliq, o la vecina población de Laza, son aldeas ideales para la práctica del montañismo, pero en sus alrededores no hay senderos marcados o señales; y escasean los alojamientos. Se habla de una ruta que une ambas poblaciones, pero está envuelta en un halo de misterio. Preguntando a los lugareños, había quien me decía que no era posible al estar el camino cortado por un río; y quien afirmaba que se podía hacer, pero acompañado de un guía.
Además, a escasos kilómetros se encuentra el Shahdag National Park, que contiene algunas de las cumbres más espectaculares del país, como el propio monte Shahdag, el Bazarduzu o el Tufandag (todas por encima de los 4mil metros de altura). Pero para acceder al territorio del parque es necesario solicitar unos permisos con semanas de antelación a través de algún guía oficial o agencia local (lo cual no sale nada barato).
Como Pascal y Ville me cayeron bien, seguí con ellos y nos pusimos en marcha. Para empezar caminamos por las montañas cercanas rodeando Xinaliq, en busca de buenas panorámicas del pueblo. La imagen era preciosa, con las casas esparcidas sobre la cima de una colina. Y encima descubrí un buitre planeando sobre nosotros. Conseguí hacerle un par de fotos medio decentes y desapareció. Durante el paseo continuó la charla con Ville, mientras Pascal se quedaba al margen. Aunque en general nos dábamos bastante espacio y no me sentí agobiado.
De regreso en Xinaliq estuvimos un buen rato paseando por sus callejuelas. Me pareció una aldea encantadora, y descubrí un montón de detalles fotogénicos: casas tradicionales de madera pintadas de vivos colores (alguna con un par de cuernos de cabra en la entrada); ropa tendida; huidizas mujeres con pañuelos en la cabeza; lugareños sentados charlando; un abuelete con el gorro de piel típico que utilizan los azerís en zonas rurales; críos jugando que saludaban al pasar; la fuente del pueblo; grupos de gansos; excrementos de vaca secándose al sol para ser utilizados como combustible en invierno; burros; rebaños de ovejas en la distancia…
Un chaval con los dientes de oro nos pidió que le siguiéramos y nos llevó hasta el punto más alto de Xinaliq, en la terraza de una vivienda. Las vistas eran geniales y estuvimos unos minutos sacando fotos (Ville y Pascal tenían buenas cámaras). Aunque después el chaval pretendía continuar haciéndonos de guía y me lo quité de encima de forma educada, porque sabía cómo iba a acabar aquello. Al final pedía 5M por habernos llevado al mirador, pero me negué ya que el importe era desproporcionado. Así que me despedí de él sonriendo y dándole la mano, hasta que comprendió la situación.
COMIDA: MAZAHIR HOUSE
Tras varias horas paseando por Xinaliq decidimos buscar un lugar para sentarnos a comer algo y evitar la parte central del día, porque el sol pegaba con fuerza. En la entrada del pueblo había un par de cafés, pero cuando nos acercamos descubrimos que estaban cerrados. Y tras preguntar a unos lugareños, nos dijeron que la única opción que teníamos era ir a la casa de un abuelete de rostro serio que justo pasaba por allí. La verdad es que no lo vimos nada claro, pero seguimos al hombre a ver qué pasaba. De nuevo tuvimos que subir hasta la parte alta del pueblo, y llegamos a una bonita casa tradicional.
Una vez sentados en la mesa del comedor todas nuestras dudas se disiparon. Primero estuvimos charlando con un azerí de Baku que hablaba un inglés perfecto. Llevaba alojado unos días en la casa, porque estaba realizando diferentes proyectos culturales subvencionados por el gobierno. Y nos estuvo contando curiosidades de Xinaliq. El abuelete al que seguimos se llamaba Mazahir, y por tanto estábamos en Mazahir House, el único alojamiento y restaurante disponible en todo el pueblo. El hombre se portó genial. Comimos ensalada de pepino y tomate; queso con pan; Bozbash, un plato muy parecido al Piti, con caldo, garbanzos y carne; y varias tazas de té con caramelos. Todo por 10M cada uno.
Cuando estábamos a punto de continuar explorando Xinaliq aparecieron dos moteros rusos que habían recorrido miles de kilómetros desde su país y se dirigían a Baku. Eran realmente simpáticos, y nos estuvieron explicando un montón de anécdotas de Rusia. Se me hacía la boca agua: estados budistas, llanuras interminables, espesos bosques… De repente me entraron unas ganas increíbles de visitar ese país.
REGRESO A QUBA
Los rusos se marcharon y nosotros también aprovechamos para continuar visitando Xinaliq. Dimos otro paseo en busca de nuevas oportunidades fotográficas, mientras descendíamos la colina. Y como ya eran las 17h decidimos poner punto final a la visita y emprender el viaje de vuelta a Quba.
En el coche seguí charlando con Ville, y nos detuvimos en varias ocasiones para contemplar el magnífico paisaje. Al igual que ocurrió con Mazahir, la cara de mala leche del conductor nos puso en guardia, y al final la excursión fue impecable. En Quba dejamos a Pascal en su hotel, y seguimos hasta el ElVin Hostel.
Como los desayunos del alojamiento me habían gustado mucho, Ville y yo decidimos encargar la cena allí. A la hora convenida nos sentamos en una mesa de la terraza y apareció el menú: sopa de verduras; ensalada de tomate y pepino; queso; y té para rematar. Todo estuvo muy rico, pero demasiado ligero. Precio: 10M. Fidan era graciosísima, y de vez en cuando aparecía para intercambiar unas palabras, o enseñarme un libro que se estaba leyendo sobre los Illuminati, lleno de teorías de la conspiración. Tras la cena, me fui a la habitación a descansar.
RUMBO A LAZA
Al día siguiente comencé la jornada con un desayuno en la guesthouse sin cambios en el menú, así que de nuevo acabé satisfecho. A continuación preparé mi mochila, desalojé la habitación, y me despedí de la amable familia (y de Ville). Mi idea consistía en regresar a las montañas del Cáucaso, pero esta vez siguiendo un valle diferente, hasta la aldea de Laza. Y además quería pasar la noche allí, no regresar el mismo día. Ya no tenía compañeros de viaje, así que intenté reducir al máximo el trayecto en taxi. Estas fueron las etapas:
1. Autobús en Quba: durante mi recorrido por el pueblo me pareció ver pasar algún autobús con un cartel en la parte frontal indicando que se dirigía a Qusar. Pero al preguntar a Fidan, me dijo que tenía que ir hasta la Terminal de Autobuses. Así que caminé hasta la carretera principal, y me subí a un autobús que por 0,3M me dejó en la Terminal. Solo para descubrir que los vehículos hacia Qusar no salían de allí. Resultado: tuve que coger otro autobús y regresar al centro, perdiendo casi una hora arriba y abajo. Una nueva confusión sin sentido que empañó mi estancia en Elvin Hostel…
2. Autobús a Qusar: en el centro me puse a esperar en una parada, pero tras un buen rato sin que pasara el autobús pregunté a una lugareña y me dijo que estaba en el lugar erróneo, y tenía que caminar hasta el puente que cruza el río y lleva hasta Qirmizi Qasaba (el barrio judío). Esto ya fue de traca. Tanto lío y al final acabo en un punto a escasos minutos de mi alojamiento. Por suerte el autobús no tardó en llegar, y pude alcanzar la Terminal de Qusar, una población de escaso interés 13km al norte de Quba (0,5M).
3. Taxi hacia Laza: el transporte público no llega a Laza, así que al igual que el día anterior tenía la opción de contratar un taxi o hacer autoestop para recorrer 30km hacia el oeste. Al final elegí el taxi, porque la distancia era menor y se hacía tarde. Nada más bajar del autobús me dirigí a un taxista con cara de bonachón, negociamos un precio que consideré aceptable (20M, él pedía 25M) y nos pusimos en marcha. Viajé sentado en la parte delantera.
La verdad es que el trayecto a Laza fue un auténtico espectáculo. Primero seguimos el cauce del río Qusar, con sus paredes formando pináculos de arena. Y después fuimos ganando altura, disfrutando de unas vistas únicas: el gigantesco monte Shahdag dominando el horizonte; profundos valles cubiertos de frondosos bosques; rocas ondulantes de color ocre… Los miradores se sucedían, e hice parar al taxista dos veces para sacar fotos. El tiempo era perfecto, con un sol radiante y un cielo azul sin rastro de nubes. Y la carretera estaba en muy bien estado, lo que nos permitió avanzar a buen ritmo.
Antes de llegar a Laza pasamos por un mirador junto al cartel de entrada al pueblo, con una panorámica memorable. Así que le dije al taxista que me bajaba allí, y cubrí el tramo final a pie. El pobre hombre no entendía nada…
DESCUBRIENDO OTRA BONITA ALDEA
La aldea de Laza es sencillamente encantadora, ubicada en un marco natural incomparable. Parece mentira que estando relativamente cerca de Xinaliq el paisaje sea tan diferente. Xinaliq está rodeada de montañas peladas sin muchas aristas, mientras que en Laza hay enormes paredes de roca cubiertas de vegetación, y afilados pináculos esparcidos por el valle. Mi cámara de fotos echaba humo, mientras descubría nuevos detalles. Eso sí, el tráfico de vehículos era constante (principalmente turistas azeríes), levantando molestas nubes de polvo a su paso. Ya en el pueblo pasé junto a viviendas tradicionales pintadas de vivos colores; una antigua mezquita con el tejado de chapa; y lugareñas con pañuelos en la cabeza (una arando su huerta, otra en el río mojando lana y golpeándola con un palo…).
Una vez en el alojamiento elegido no había nadie para atenderme. Así que me puse a hablar con uno de los huéspedes, y acabó invitándome a tomar té en su bungalow. Allí estuve un buen rato (cayeron 3 tazas), mientras charlábamos de diferentes temas. Se llamaba Nijat, trabajaba como cámara para Xezer TV, y había viajado desde Baku junto a su familia para pasar una noche en Laza. Mientras hacíamos tiempo hasta que aparecieran los dueños, dimos un breve paseo por el pueblo. Y al regresar resultó que la encargada estaba durmiendo y no escuchaba los gritos de Nijat.
ALOJAMIENTO: LAZA GUESTHOUSE – 30M/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; sofá cama muy cómodo; buena limpieza; ubicación perfecta, con unas vistas espectaculares de las montañas; tranquilidad total por la noche; propietarios (Zeivan y Gulia) realmente amables; desayuno incluido.
*Puntos en contra: lavabo compartido con el resto de la familia; sin wifi; precio.
La Laza Guesthouse incluye una serie de bungalows y habitaciones en diferentes casas particulares propiedad de dos hermanos, situadas justo en la entrada del pueblo (en mi guía el alojamiento aparecía como Azizov Family). Es el único hotel de Laza, a parte del Shahdag Hotel, que ofrece modernos bungalows a precios mucho más elevados. Nijat me hizo de intérprete con la señora, y aunque la habitación me pareció algo cara teniendo en cuenta el lugar, no intenté regatear y me di por satisfecho.
Una vez instalado en mi habitación, me quedé un par de horas descansando, evitando la parte central del día. Y solventé la comida con un Snickers.
LAS CASCADAS DE LAZA
A continuación salí al exterior y caminé hasta la principal atracción turística de Laza. Solo tardé 20 minutos, y llegué al pie de un enorme acantilado desde el que se precipitaban dos cascadas de más de 60 metros de altura con más agua de la que imaginaba, teniendo en cuenta que era agosto.
La escena era espectacular, con una luz perfecta para la fotografía (mejor visitar el lugar por la tarde). Yo subí a un montículo y estuve un buen rato contemplando la imagen, a escasos metros de las cascadas (el agua me salpicaba). Y lo mejor de todo, sin nadie a mi alrededor. Y eso que el sitio es muy popular y en el aparcamiento había un puñado de coches. Pero eran principalmente turistas azeríes, y ellos se conforman con hacerse unas fotos sin caminar mucho, y después sentarse a comer o tomar té en alguno de los cafés de la zona.
Tras una hora admirando las cascadas desde todos los ángulos posibles, decidí regresar al pueblo. En ese momento aparecían más vehículos, así que el timing fue perfecto. Al estar rodeado de montañas, en Laza el sol se oculta bastante antes, y decidí aprovechar los últimos momentos explorando las calles de la aldea. De camino me crucé con el coche de Nijat y su familia, que se dirigían a las cascadas, y quedamos en vernos más tarde.
Este segundo paseo confirmó mis primeras impresiones: Laza es una aldea de postal. Con la luz de la tarde otras montañas cobran protagonismo, ofreciendo nuevas oportunidades fotográficas. Paredes de roca con ondulantes bandas de colores, cimas de un color verde intenso, caballos pastando… Sin duda los mejores paisajes que vi durante mi recorrido por Azerbaiyán. Paseando por Laza me encontré con ovejas campando a sus anchas; pieles de cabra y lana de oveja secándose al sol; pequeños huertos; antiguos vehículos; perros (alguno nada amigable, pero por suerte estaban atados)… Y cuando las sombras cubrieron el pueblo, regresé a mi alojamiento.
CONFUSIÓN CON NIJAT
Entonces me di cuenta de que me había metido en un lío similar al de Sighnaghi. Había quedado en verme con Nijat, pero no sabía dónde (en la guesthouse o en la zona de las cascadas) y para qué (cenar juntos o tomar té). Yo por si acaso entré en una tienda anexa propiedad de Khaled (uno de los hermanos del alojamiento) y me compré un zumo de naranja de litro y unas galletas (3,2M). Así tenía plan B.
Cuando estaba a punto de entrar en mi habitación, escuché voces, y era Khaled llamándome. El motivo: que había llegado una familia de españoles. La verdad es que me parecieron muy majos. Una pareja de Madrid, con sus dos hijas y (deduzco) el padre de él o ella. Viajaban en coche de alquiler y habían estado recorriendo Georgia y Azerbaiyán. Nos quedamos hablando un buen rato en la calle, mientras llegaba Zeivan (el otro hermano) para darles sus habitaciones. Y nos despedimos.
En mi habitación estuve escribiendo, y a eso de las 21.30h fui hasta la zona de las cascadas por si veía a Nijat. Me encontré el lugar desierto, pero pude disfrutar de un paseo realmente atmosférico, rodeado de oscuridad, con un cielo cubierto de estrellas, la Vía Láctea perfectamente definida, la silueta de las montañas, y un par de ranas saltando por la carretera. Eso sí, hacía frío, y agradecí llevar puesta mi camiseta térmica de manga larga.
De nuevo en la guesthouse, acabé cenando zumo y galletas. Y piqué unas uvas que me dio Zeivan (todo un detalle). Así acabó una gran jornada, aunque con una alimentación más que precaria.
CONCLUSIÓN
Si te gustan las poblaciones tradicionales y los paisajes de montaña, tienes que incluir Quba en tu recorrido por Azerbaiyán, y desde allí visitar las aldeas de Xinaliq y Laza. Aunque ya hayas estado en el sector occidental del Cáucaso azerí y visitado lugares como Sheki o Lahic, porque son zonas completamente distintas. A partir de Quba el transporte público brilla por su ausencia, así que deberás contratar los servicios de un taxi (intenta hacer piña con otros viajeros para compartir gastos) o hacer autoestop (si no es temporada alta pasan muy pocos vehículos). Tanto Xinaliq como Laza son lugares preciosos, pero si no dispones de tiempo y tienes que elegir, opta por Laza.
Tres días completos serán suficientes para explorar la zona (uno para Quba y dos para Xinaliq y Laza). Te recomiendo pasar al menos una noche en cada población, para poder disfrutar de la atmósfera local a primera y última hora del día, sin rastro de otros turistas.
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