Una antigua ciudad colonial llena de edificios históricos, y un recorrido por unas minas activas entre misteriosos altares y oscuros pasadizos
Situada a 4.090m de altura, Potosí fue fundada por los españoles en 1545, un año después del descubrimiento de enormes depósitos de plata en el Cerro Rico. En esa época era conocida como la Villa Imperial de Carlos V, y con el paso del tiempo se convirtió en una de las ciudades más pobladas de la Tierra, con alrededor de 200mil habitantes. Hoy día Potosí es una sombra de lo que fue, fruto de la caída de actividad de las minas y el desplome del precio de la plata. Aunque en su casco antiguo todavía se pueden contemplar numerosas iglesias y edificios históricos que hablan de un pasado esplendoroso.
De todas formas, la principal atracción turística de Potosí consiste en realizar una visita a las minas del Cerro Rico, donde todavía trabajan centenares de personas en unas condiciones lamentables. En este caso es imprescindible contratar los servicios de una agencia local que garantice unos mínimos de seguridad.
VIAJE: LA PAZ – POTOSI
Entre ambas ciudades hay 540km, y realicé el viaje en 2 etapas:
*Taxi hasta la Terminal Internacional de La Paz: en el centro paré el primero que vi. El conductor era muy amable, pero su coche estaba hecho polvo. Tuvimos que hacer un alto en un área de servicio para llenar el depósito y poner agua en el motor. Y al final llegué a la Terminal con el tiempo justo.
*Autobús a Potosí: como se trataba de un trayecto largo decidí viajar por la noche, para aprovechar el tiempo y ahorrarme el importe del hotel. Compré el billete con unos días de antelación en la agencia de viajes Chacana Travel (la misma donde contraté el tour de Tiahuanaco). Precio: 129B. En la Terminal confirmé el billete en la taquilla de la compañía Trans Copacabana; facturé mi mochila grande (como si fuera a coger un avión); compré un zumo de naranja de 2 litros (no había más pequeños); y caminé hasta el andén.
El autobús era un vehículo moderno en perfecto estado. Yo viajé en una fila de asientos individuales que se podían reclinar hasta una posición casi horizontal. Pero los bolivianos son muy bajitos y no tenía espacio para estirar las piernas, así que viajé algo incómodo. Antes de partir subió un lugareño a cobrarnos la tasa de acceso a la Terminal (2,5B) y nos pusimos en marcha.
De entrada avanzamos muy lentos, porque el autobús hizo dos largas paradas en las inmediaciones de La Paz para que subieran más pasajeros. Pero después cogió ritmo y en todo el trayecto solo se detuvo 15 minutos. La calefacción creaba una temperatura agradable, y no tuve que soportar música atronadora o una TV a todo volumen. Con lo cual pude dormir bastante, escuchando mi iPod, mientras atravesaba el altiplano en medio de la noche.
Al día siguiente me desperté con un buen susto: el autobús se encontraba parado y varios pasajeros habían desaparecido. ¡Estábamos en Potosí! Y eso que solo eran las 6.30h y en la agencia me habían dicho que se llegaba a las 8h. Menos mal que reaccioné a tiempo, porque el autobús hubiera continuado su trayecto. Una vez en el exterior recuperé mi mochila grande y me refugié en la Terminal, con un frío tremendo. Allí me senté en una sala de espera y estuve un rato leyendo.
A eso de las 8h salí de nuevo; me subí a un taxi; y viajé hasta el hotel donde había previsto alojarme, tardando solo un cuarto de hora (10B).
ALOJAMIENTO: HOSTAL CARLOS V IMPERIAL – 160B/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa, en un edificio histórico; buena limpieza; ubicación muy céntrica; tranquilidad total por la noche (las habitaciones están dispuestas alrededor de un patio interior, y no había apenas huéspedes); terraza con unas vistas geniales de la ciudad; wifi correcto; desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales; lavabo compartido; precio.
Este hotel estaba recomendado por mi guía de viajes y me planté sin reserva previa. Al principio pensé que me tocaría buscar otro lugar, porque llamé a la puerta varias veces y nadie me abría. Pero al final apareció el dueño, un abuelete muy seco que me dio a elegir entre un montón de habitaciones. Yo opté por la más económica y mi intento de regateo fue cortado de raíz. Durante mi estancia en el hotel tuve la oportunidad de hablar más veces con el hombre y me pareció muy amable (quizás era demasiado temprano).
EXPLORANDO POTOSI
Una vez instalado en mi habitación lo primero que hice fue subir a la terraza y contemplar una magnífica panorámica de Potosí, con sus cúpulas, campanarios y tejados. Y dominando el conjunto, el Cerro Rico. Después salí a la calle para conocer la ciudad. Mi visita coincidió en domingo, y encima era el Día de la Madre. Las calles estaban llenas de gente que llevaba a casa pasteles (tortas) adornados con flores, globos y mensajes de cariño. Por suerte los lugares que quería conocer estaban abiertos, aunque con un horario reducido. Esto fue lo más destacado:
1. Casa Nacional de la Moneda: se trata de un gigantesco edificio construido en 1773 que sustituyó al original (ahora la Casa de Justicia). Aquí llegaba toda la plata que se obtenía del Cerro Rico, y se convertía en monedas para enviar a España, llamadas Potosí y marcadas con una P. Según los expertos, el Potosí se convirtió en la primera moneda global, aceptada en cualquier lugar del mundo. La entrada me costó 40B + 20B por el permiso para hacer fotos (me colgaron del cuello una acreditación, como si fuera un periodista). La visita es guiada, y tuve que esperar unos minutos en un patio hasta que se formó un pequeño grupo. Allí nos recibió un lugareño que nos enseñó cada rincón (con explicaciones en español).
Me gustó mucho la arquitectura del edificio, con diferentes patios (uno de ellos decorado con una máscara que representa al dios Baco conocida popularmente como el Mascarón); balcones de madera; columnas; una fuente… Durante el recorrido visitamos salas donde había enormes máquinas utilizadas para laminar la plata, troquelar las monedas y estamparlas. Un proceso completamente manual en el que perdieron la vida miles y miles de indígenas y mulas, hasta que en el siglo XIX llegaron las primeras máquinas de vapor. Además pudimos ver una exposición de pintura sacra, donde destaca “La Virgen del Cerro” (todas las vírgenes tienen forma triangular, representando al Cerro Rico); minerales curiosos; monedas antiguas; objetos de plata… En total hora y media entretenida.
El guía era realmente gracioso, añadiendo entonaciones de emoción o sorpresa sin venir a cuento. Cuando acabé la visita compré en un puesto callejero unos hojaldres bañados en miel (4 por 1B); y me senté en un banco a descansar un rato.
2. Torre de la Compañía de Jesús: es lo que queda del imponente monasterio de la orden de los Jesuitas, construido en 1707. Tiene una elaborada portada, con columnas y relieves; y un mirador al que se puede subir por un estrecho pasadizo, pagando 10B. Desde allí las vistas del casco antiguo de Potosí son inmejorables, con algunos de sus principales edificios históricos y carteles explicativos. En la Torre se ubica la Oficina de Turismo, gestionada por una simpática chica (que por error tenía puesto el cartel de Cerrado).
3. Plaza 10 de Noviembre: es el centro neurálgico de la ciudad, siempre llena de lugareños, con jardines y bancos para sentarse. En un extremo está el interesante edificio del Cabildo (ayuntamiento), pintado de color mostaza. Y en otro la Catedral, reconstruida a principios del siglo XIX tras derrumbarse el templo original. Mientras caminaba por allí apareció una procesión de niños vestidos de blanco que portaban dos imágenes de la Virgen. Iban acompañados de una banda de música, y los más pequeños tenían disfraces de ángeles, con alas y coronas. La escena era realmente fotogénica, y mi cámara echaba humo.
4. Calle Quijarro: tiene un montón de viviendas antiguas, con portales llenos de relieves, y balcones de madera tallada pintados de color verde. Aquí se puede ver la Esquina de las Cuatro Portadas, una plaza con floristerías y tiendas de regalos.
5. Portón Mestizo: una elaborada portada con columnas retorcidas y relieves. Pertenecía a la mansión del marqués de Otavi y ahora es la sede del Banco Nacional.
6. Iglesia de San Lorenzo de Carangas: cuenta con una espectacular portada barroca-mestiza del siglo XVIII, cubierta de relieves con motivos florales y figuras humanas, incluidas dos mujeres en topless (¡?). La puerta estaba cerrada, así que no pude acceder al interior del templo.
COMIDA: LA SALTEÑA
Después de un buen rato paseando me moría de hambre, pero al ser festivo muchos restaurantes estaban cerrados. Así que me tuve que conformar con este local. Me senté en una mesa del comedor, con aspecto de taberna, rodeado de lugareños. Y me comí dos salteñas de pollo (no había de otra cosa), acompañadas de una cerveza Huari. A continuación regresé a mi habitación a descansar un par de horas, porque el viaje nocturno en autobús comenzaba a pasar factura.
MAS LUGARES DE INTERES
De nuevo en las calles de Potosí, seguí visitando atracciones turísticas:
7. Convento de San Francisco: fundado en el año 1547, pertenecía a la orden de los Franciscanos. Es el más antiguo de Bolivia, aunque fue reconstruido en 1726. Y se puede realizar una visita guiada. Tras pagar la entrada (20B) esperé un rato hasta que se formó un grupo; nos recibió una chica; y comenzamos el recorrido.
Para empezar visitamos el Claustro del convento, con numerosas pinturas relacionadas con la vida de San Francisco de Asís. Después la Iglesia, en cuyo altar hay una talla de Cristo a la que se atribuyen poderes sobrenaturales (su pelo crece) y solo sale en procesión cada 50 años. A continuación la Cripta, con montones de huesos y calaveras pertenecientes a los frailes. Y para acabar subimos al tejado del edificio, rodeados de cúpulas, para disfrutar de unas vistas memorables del casco antiguo de Potosí y el Cerro Rico. Muy recomendable.
8. Pasaje de Siete Vueltas: con más viviendas tradicionales.
9. Arco de Cobija: una puerta que en tiempos coloniales marcaba el límite entre las zonas española e indígena de Potosí. Aquí se formaban caravanas de llamas para transportar los cargamentos de plata rumbo al puerto marítimo de Magdalena de Cobija (de ahí el nombre del arco).
Tras la última visita ya comenzaba a oscurecer, así que decidí poner punto y final al recorrido. En Potosí hay muchos otros edificios históricos (sobretodo iglesias), pero con los lugares que indico tendrás más que suficiente. En general me gustó la ciudad, aunque sus calles podrían estar más cuidadas. Durante mis paseos observé innumerables grafitis en las paredes; enormes semáforos y postes eléctricos que obstaculizan las vistas; y un tráfico agobiante. Al igual que en La Paz, hay montones de perros abandonados.
De regreso al hotel pasé por un local de comida para llevar. Y compré un cuarto de Pollo al Spiedo (asado) con una bolsa de patatas fritas artesanas (20B), que cené en mi habitación. De postre, una copa de helado de Oreo, chocolate y menta en una heladería cercana. Acabé a reventar. Con el estómago lleno estuve un rato leyendo, y me quedé dormido.
LAS MINAS DE POTOSI
Al día siguiente me desperté como nuevo tras dormir como un tronco. Por la noche tuve que salir un momento para llamar la atención al vigilante de la recepción, que estaba viendo la TV a todo volumen. Pero a partir de aquí reinó la calma. Ya en pie preparé las mochilas y bajé a desayunar. Las mesas estaban ubicadas en el patio interior. El menú consistió en dos trozos de pan (algo duro) con mermelada; una pequeña copa de yogurt con plátano; y un té de canela. La verdad es que me pareció algo escaso. Después desalojé la habitación y dejé mis mochilas en la recepción del hotel, porque para la siguiente excursión solo necesitaba mi cámara de fotos.
El plan era visitar las famosas Minas de Potosí. Cuenta la leyenda que en 1544 un inca en busca de una llama perdida decidió pasar la noche al pie del Cerro Rico. Y al encender un fuego descubrió que el terreno se derretía, convirtiéndose en un líquido brillante: era plata. Un año más tarde los españoles ya se habían establecido en la zona y comenzaron la explotación de las minas. Nadie se podía imaginar que aquella montaña generaría en poco tiempo más de la mitad de la producción mundial de plata. Miles de toneladas que llenaron las arcas de la Casa de Austria, hasta el punto que para referirse a algo muy valioso se utilizaba la expresión «vale un Potosí«.
Aunque el preciado mineral trajo la desgracia a los pobres indígenas de la zona, que fueron forzados a trabajar durante jornadas interminables, y murieron de todas las formas posibles: de silicosis o accidentes en las minas; envenenados con el mercurio utilizado durante el proceso de fundición de la plata; o de agotamiento haciendo funcionar las máquinas de la Casa Nacional de la Moneda. Al final la mano de obra local escaseaba, y los españoles empezaron a importar esclavos de África. No hay datos exactos, pero se calcula que alrededor de 8 millones de personas perdieron la vida en Potosí en menos de 300 años, hasta que Bolivia obtuvo la independencia en 1825.
ORGANIZANDO LA EXCURSION
Para visitar las minas es obligatorio apuntarte a un tour organizado por una agencia local. Yo investigué bastante en Internet, y al final me decidí por Koala Tours. Sus oficinas están frente a la Casa Nacional de la Moneda, y el día anterior realicé una reserva, pagando el importe íntegro de la excursión (130B). Los argumentos que me convencieron: está gestionada por una de las cooperativas de mineros (así reciben el dinero sin intermediarios); y tiene valoraciones excelentes de otros viajeros (algo fundamental, porque las condiciones en las minas son muy precarias).
Quedamos en las oficinas de Koala Tours a las 8.45h. Al poco apareció una mujer que nos condujo hasta un minibús donde poco a poco llegaron 10 turistas más, todos extranjeros. Y nos pusimos en marcha. Antes de entrar en las minas tuvimos que realizar una serie de pasos previos:
*El vehículo nos dejó en una casa en la parte alta de Potosí. Allí me dieron mi equipo de minero: pantalones, chaqueta, botas de goma y casco con una linterna frontal. Dejé parte de mi ropa en una taquilla. Después formaron dos grupos: uno para turistas de habla inglesa (casi todos); y otro en español (Jose, un holandés y yo). Nuestro guía se llamaba Oscar y llevaba un montón de años trabajando en las minas.
*Mercado de los mineros: a continuación el minibús nos llevó a este lugar, donde hay docenas de tiendas que venden los diferentes productos que necesitan los mineros para sus tareas diarias (trabajan como autónomos y se compran su propio material). Había de todo: ropa, cuerda, linternas, herramientas, hojas de coca, tabaco, explosivos… En teoría debíamos comprar algún pequeño regalo. Oscar me recomendó adquirir una botella de zumo de 2 litros, y yo a parte me hice con una mascarilla de tela.
*Viaje a las minas: subimos hasta un punto situado a media altura del Cerro Rico, donde opera la cooperativa de mineros de Koala Tours. Desde allí pude contemplar una panorámica increíble de Potosí, aunque con un sol de cara que me dificultó obtener buenas fotos.
UNA VISITA ATIPICA
Cuando planeé la excursión a las Minas de Potosí evité hacerla en fin de semana, porque sabía que muchos mineros no trabajan y es menos espectacular. Así que al final elegí un lunes. Pero ese fin de semana (Día de la Madre) los mineros lo celebraban por todo lo alto, bebiendo sin parar. Y el lunes los que no estaban durmiendo de resaca participaban en un torneo de fútbol entre las diferentes cooperativas. Resultado: en las minas solo había un puñado de mineros activos. Por lo menos el encargado de las oficinas de Koala Tours me avisó antes de pagar la excursión. La hubiera aplazado, pero no tenía más días disponibles.
La zona de la cooperativa era un lugar caótico, con almacenes medio en ruinas, vagonetas, algún vehículo y basura por todas partes. Oscar nos explicó que el viernes los mineros habían realizado una ofrenda a la Pachamama, sacrificando decenas de llamas. La pared de la entrada a la mina estaba cubierta de sangre; y en los alrededores había restos de brasas con montones de huesos y latas de cerveza.
Una vez en el interior de la mina, caminé por un túnel que pronto comenzó a estrecharse y me obligó a avanzar agachado. Por allí nos encontramos con algún minero empujando vagonetas de galena (el mineral que ahora se extrae del Cerro Rico). Y un grupo operando una polea para mover cubos de material entre diferentes niveles. Casi todos mascaban hojas de coca, que les da energía para trabajar durante jornadas interminables, y les quita el hambre. La verdad es que me hubiera encantado visitar la mina a pleno rendimiento…
Durante el tour también vimos dos altares. Uno estaba dedicado a Tata Kaj’chu, el dios de los mineros, al que piden protección para no tener accidentes. A su alrededor había latas de cerveza, botellas de alcohol, cintas de colores, globos… El segundo altar correspondía al Tío (o Supay), una figura de barro con cuernos que representa al Diablo. Los mineros creen que los túneles del Cerro Rico se adentran cerca de sus dominios, y por tanto le dejan ofrendas: alcohol, cintas de colores, y hasta cigarrillos encendidos en la boca. El aspecto de los altares era realmente siniestro.
Quizás para compensar la falta de actividad en la mina, Oscar nos propuso un recorrido por la zona donde operaba su tío Miguel, para mostrarnos las duras condiciones de trabajo. Nosotros aceptamos rápido, pero no nos imaginábamos la experiencia que estábamos a punto de vivir. Para empezar seguimos el “camino nuevo”, que en un punto nos obligó a sortear un pozo con decenas de metros de profundidad, haciendo equilibrios sobre unos palos de madera (¡con botas de goma!), y agarrándonos a las rocas.
Pero es que el “camino viejo” era un infierno. En un par de ocasiones tuve que arrastrarme por estrechos pasadizos que me llevaron al límite (no aptos para claustrofóbicos). Y acabé subiendo a gran altura por una precaria escalera de madera, sin ningún tipo de protección. Yo iba con el corazón a mil, sudando a mares y respirando con dificultad, porque el aire estaba lleno de polvo y gases, y por la altura (más de 4.200m). Y eso que el tío Miguel realizó durante años ese mismo camino con un saco de 40kg de mineral a la espalda… Vaya tela…
Aun nos esperaba una última sorpresa: Oscar nos dio la oportunidad de hacer explotar un barreno de dinamita. Así veríamos qué se siente allí abajo; y a él le venía bien, porque ya tendría el terreno preparado para trabajar al día siguiente. Aquí ya hubo más dudas, aunque acabamos aceptando. El holandés se ofreció voluntario para encender la mecha. En teoría hay un minuto de margen hasta que explota, pero yo no me la hubiera jugado. Jose y yo nos quedamos a una distancia prudencial; al poco aparecieron Oscar y el holandés corriendo; y tras unos momentos de tensión se produjo una fuerte explosión que hizo temblar todo. Más tarde me enteré que las agencias locales tienen prohibido hacer explotar dinamita con grupos de turistas por el peligro que conlleva (los túneles de la mina son muy inestables). Aunque a mí me encantó.
Una vez en el exterior respiré aliviado, y tras unos minutos haciendo fotos subimos al minibús y regresamos a la casa de Potosí. Allí devolvimos el equipo y nos llevaron al centro. En total la actividad duró 5 horas y acabé realmente satisfecho. Muy recomendable.
COMIDA: A TODO QUESO
Estaba hambriento, así que busqué un sitio para comer y acabé en este restaurante. Ocupé una mesa del piso superior, rodeado de lugareños. Y pedí un menú del día, compuesto por una ensalada de tomate, pepino y zanahoria; sopa de verduras; Majadito (arroz con huevo frito y plátano); y compota de manzana. Para beber una Coke. Me dejó como nuevo, atendido por un camarero muy simpático. Y solo me costó 18B (poco más de 2€).
De esta forma acabó mi visita a la ciudad de Potosí, y me preparé para continuar mi recorrido por el Altiplano de Bolivia.
CONCLUSION
Potosí es una ciudad colonial que merece la pena incluir en cualquier recorrido por Bolivia. Y si viajas por carretera entre La Paz y el Salar de Uyuni, constituye una buena parada que hará más llevadero el trayecto. Dos días serán suficientes para conocer los principales lugares de interés de Potosí. El primero para visitar sus edificios históricos; y el segundo para apuntarte a un tour por las míticas minas del Cerro Rico. Yo acabé muy satisfecho con los servicios de Koala Tours, así que recomiendo esta agencia local.
Tras explorar Potosí lo más lógico es viajar hasta Sucre, otra ciudad colonial que se encuentra a poco más de 150km de distancia. Aunque yo no tenía más tiempo disponible y no puedo opinar sobre ella.
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