Recorriendo un tramo del río Danubio en la frontera con Serbia, alojado en la pensión de una simpática familia que me trató como a un miembro más
En el Suroeste de Rumanía el río Danubio forma la frontera natural con Serbia. Antiguamente este tramo era el más estrecho de su curso, y las fuertes corrientes combinadas con su lecho rocoso suponían un constante quebradero de cabeza para las embarcaciones. Hasta que entre los años 70 y 80 los gobiernos comunistas de Rumanía y Yugoslavia se asociaron para construir dos presas con dos plantas hidroeléctricas, llamadas Portile de Fier I y II. Este proyecto aumentó el nivel del agua 35m, facilitando la navegación del Danubio. Pero a cambio restó espectacularidad al paisaje; sumergió para siempre lugares de gran importancia histórica, como la antigua Orsova o la Isla de Ada Kaleh; e interrumpió las rutas migratorias de algunas especies, como el esturión. Para intentar compensar el daño, la orilla rumana se protegió creando el Portile de Fier Natural Park; y la serbia con el Djerdap National Park.
El principal punto de acceso a Portile de Fier es Orsova, una ciudad que cuenta con una buena oferta de alojamiento y servicios. Aunque si no dispones de vehículo propio es mucho mejor utilizar como base la pequeña población de Dubova, desde donde se puede acceder a pie o en lancha a los principales lugares de interés de la zona, como las colinas de Ciucaru Mic y Ciucaru Mare; o la Estatua del Rey Decebalus.
VIAJE: HATEG – DUBOVA
Este fue uno de los desplazamientos más complicados de mi viaje por Rumanía. Y no por la distancia a recorrer, que era de tan solo 185km, sino porque me tocó realizarlo en 2 autobuses, con una frecuencia muy escasa y horarios completamente imprevisibles. Pero bueno, tenía toda la jornada por delante. Con lo cual tras desalojar mi habitación de Casa Mary caminé hasta la Terminal de Autobuses de Hateg, situada en las afueras.
El viaje a Dubova constó de 3 etapas:
1. Autobús hasta Caransebes: menos mal que el día anterior decidí acercarme a la Terminal para pedir información, porque así me ahorré la primera sorpresa. Según la página web autogari.ro a las 10h había un autobús de la compañía Normandia. Pero en la Terminal me dijeron que esa salida se había cancelado y tenía que viajar en el de las 12h. Esto me hizo perder buena parte de la mañana, pero no me quedaba otra alternativa.
Cuando llegué a la Terminal no había nadie y me senté a esperar en un banco. No me hubiera importado picar algo, pero la tienda estaba cerrada. Unos minutos antes de la hora prevista apareció el autobús; compré el billete al conductor (20L); guardé mi mochila grande en el maletero inferior; y ocupé mi asiento, que estaba numerado. El trayecto duró hora y cuarto, cruzando un paisaje de bosques y campos de cultivo, con los Montes Retezat de fondo. Yo viajé entretenido escuchando música con mi iPod y leyendo.
2. Autobús a Orsova: en la Terminal de Caransebes viví momentos de incertidumbre. No tenía ni idea del horario de los autobuses, y a lo mejor ya no había más hasta el día siguiente. Pero la encargada de la taquilla me dio una gran noticia: el autobús que pasaba por Orsova (de la compañía Dacos) salía a las 14h, y solo tuve que esperar media hora. Toda una suerte, porque el siguiente vehículo era… ¡a las 19h!
El autobús llegó puntual; compré el billete al conductor (17L); guardé mi mochila grande; y me senté junto a la ventana, en el primer sitio que vi libre. Esta vez no escuché música porque las vistas eran preciosas, con los imponentes bosques del Parque Nacional Domogled-Valea Cernei, campesinos trabajando y montones de heno por todas partes. El autobús paró 20 minutos para comer en un área de servicio, y la verdad es que me vino genial porque me moría de hambre. En el restaurante me compré un sandwich de pollo empanado con patatas fritas, acompañado de una botella de agua (13L); y en la tienda anexa un paquete de Mentos (4L). Acabé como nuevo.
3. Taxi hasta Dubova: el autobús me dejó en un cruce de carreteras a 2km del centro de Orsova, así que me puse a andar, cargado con mis mochilas, bajo un sol abrasador. Al menos a mi izquierda tenía el río Cerna, un afluente del Danubio, rodeado de enormes montañas y salpicado de embarcaciones. Un taxista me ofreció llevarme a Dubova por 50L, pero lo rechacé. Antes quería comprobar si había alguna forma más económica de llegar (autobús, maxi taxi…). Y a las malas ya tenía un precio de referencia para negociar con los taxistas.
Al final la jugada no me salió muy bien, porque tras un buen rato caminando descubrí que no hay transporte público a Dubova; y los taxistas me pedían 60L por el trayecto de 23km. Eso sí, yo me mantuve firme hasta que un conductor aceptó bajar a 50L. Pero me podía haber ahorrado todo el jaleo. El viaje en taxi duró media hora, circulando por una carretera en buenas condiciones, con algunas panorámicas geniales del Danubio. El taxista me dejó en la entrada del pueblo, y desde allí caminé 5 minutos hasta el lugar donde había previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: CASA DUNAREA LA CAZANE – 90L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; limpieza impecable; ubicación muy céntrica; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; nevera compartida; propietario (Razvan) y su familia realmente encantadores; agua y café de cortesía; precio.
*Puntos en contra: camas individuales; lavabo compartido.
Reservé esta pequeña guesthouse a través de Booking, un poco de rebote. Yo en principio había pensado alojarme en Orsova, pero solo quedaban opciones demasiado caras. Después miré en Eselnita y sucedía lo mismo. Hasta que en Dubova encontré la Casa Dunarea La Cazane, con una mejor ubicación para explorar la zona, y encima regentado por una familia que me acogió como a un miembro más. Sin duda el mejor alojamiento de mi recorrido por Rumanía.
Una vez instalado me senté en una mesa del patio interior y hablé un rato con un chaval rumano (Sergio) alojado en la guesthouse junto a su mujer (Larisa). Sergio se estaba bebiendo una botella de vino blanco y me invitó a un vaso. Después pregunté a Razvan por algún lugar para cenar, y me recomendó el restaurante de un hotel situado a un cuarto de hora a pie siguiendo la carretera. Así que decidí acercarme antes de que se hiciera demasiado tarde.
CENA: MELBA RESTAURANT
Reconozco que cuando vi el lugar estuve a punto de dar media vuelta. Tiene una terraza gigantesca situada sobre una plataforma de madera, piscina, vistas espectaculares del río Danubio, y música moderna a todo volumen. Yo cuando pregunto a la gente espero que me envíen a locales modestos con comida tradicional y precios económicos, no al sitio más lujoso del pueblo (por algo me alojo en una guesthouse de 90L). Pero bueno, ya que estaba allí decidí ocupar una mesa.
Para cenar el restaurante no servía sopas (algo habitual en muchos locales de Rumanía y Moldavia). Al final pedí Ostropel de Pui (trozos de pollo con patatas cocidas y una salsa de tomate y verduras); y una cerveza Ursus. La comida no me volvió loco, pero me salió por 30L (unos 6€). A continuación regresé a mi habitación, ya de noche, intentando mantenerme a una distancia segura de los coches que pasaban a toda pastilla. Y de camino hice una compra en una tienda.
Tras un rato leyendo y escribiendo caí rendido en la cama. Había sido una jornada intensa, pero de nuevo había conseguido mi objetivo, y ya estaba listo para explorar Portile de Fier.
EN LANCHA POR EL DANUBIO
Al día siguiente me desperté a buena hora perfectamente descansado y disfruté de un delicioso desayuno, con mini muffins de chocolate y zumo de naranja. Después me vestí; preparé mi mochila pequeña; y me senté en el patio, donde charlé con Sergio. Larisa también estaba allí y parecía entender inglés, pero solo hacía gestos, sin intervenir en la conversación.
La principal atracción turística de Portile de Fier son las excursiones en lancha por el río Danubio. En Dubova el negocio está gestionado por un grupo de propietarios de embarcaciones que operan de forma individual, pero tienen pactados unos precios mínimos. Yo la tarde anterior pregunté a Razvan si me podía apuntar a una de esas excursiones y se encargó de la gestión sin problema. Por la mañana contactó con un barquero, y al cabo de un rato el hombre pasó por la guesthouse en su coche y me llevó hasta un embarcadero donde había otros 3 turistas rumanos esperando. Allí subimos a una lancha y comenzamos a navegar el Danubio.
Esto fue lo más destacado del recorrido:
1. Estatua del Rey Decebalus: en el año 1994 un millonario rumano compró una enorme roca junto al Danubio y encargó a un equipo de artesanos la creación de una escultura representando la cabeza de Decebalus, el último rey de los Dacios. Las tareas terminaron en el 2004, dando lugar a la escultura tallada en roca más alta de Europa, con 55m. Se encuentra en la Bahía de Mraconia, formada por un recodo del río; y la imagen es imponente, como sacada de una película de El Señor de los Anillos. La lancha se acercó bastante para que pudiéramos observar cada detalle. Si te gusta la fotografía, mejor luz por la mañana.
Junto a la estatua hay un puente por donde pasa la carretera, rodeado de chiringuitos, coches y gente haciéndose selfies. Allí el barquero recogió a 5 turistas más, pero aun así viajé bastante cómodo, sentado en la parte trasera de la lancha.
2. Monasterio de Mraconia: el edificio original era del siglo XI y fue destruido en numerosas ocasiones por diferentes invasores (turcos, tártaros, austríacos…). Hasta que las obras de las presas de Portile de Fier sumergieron el templo bajo las aguas. El actual es de 1989 y se encuentra en una ubicación distinta. La lancha no se detuvo frente a él y lo vi en marcha, con sus muros blancos y cúpulas de color marrón.
3. Tabula Traiana: esta placa conmemora la finalización en el año 105 del Puente de Trajano, una impresionante obra de ingeniería con más de 1km de longitud que los romanos construyeron para permitir el paso de sus legiones por el Danubio y conquistar el Reino Dacio. En la actualidad los restos del puente se encuentran bajo el agua, y la placa es visible gracias a que fue reubicada. Está en la orilla de Serbia.
4. Ciucaru Mare y Ciucaru Mic: se trata de dos montículos rocosos cubiertos de bosques que al día siguiente pude explorar de cerca.
5. Cueva Veterani: habitada durante la Prehistoria, los Dacios establecieron aquí un santuario con un altar donde realizaban sacrificios. Tiene un orificio superior por donde cada mañana entra la luz del sol, iluminando el altar. En el siglo XVIII los Habsburgo fortificaron la cueva y ubicaron un destacamento de soldados liderados por el General Veterani (que dio nombre al lugar) para luchar contra los turcos, y aun se conserva algún muro defensivo.
Al llegar a la cueva bajamos de la lancha en un pequeño embarcadero; pagamos la entrada (6L); y un hombre nos hizo una breve visita guiada en rumano. Yo no me enteré de nada, pero me gustó pasear por el enorme recinto. De regreso en la lancha continuamos hasta la Cueva Ponicova, y nos internamos unos metros hasta un punto donde me estaba esperando Razvan (él accedió en coche por una entrada distinta). Allí pagué al barquero la excursión (40L); y me despedí del grupo.
En total el recorrido duró algo más de media hora, porque los diferentes lugares de interés se encuentran en una zona muy compacta. Durante la mañana lució un sol radiante, con un cielo azul impecable; y la lancha no tenía techo, con lo cual pude hacer muy buenas fotos. El barquero fue aportando explicaciones en rumano, así que me quedé igual. Pero bueno, acabé bastante satisfecho.
EXPLORANDO PONICOVA CAVE
Menos mal que Razvan tuvo el detalle de traerme una linterna frontal, porque olvidé la mía en la guesthouse. Juntos avanzamos por el interior de la cueva, completamente solos, recorriendo diferentes cámaras con formaciones curiosas: estalactitas retorcidas que parecían serpientes colgando del techo; estalagmitas; columnas; paredes onduladas creando cascadas de piedra… Razvan me explicó el proceso de creación de las diferentes formaciones; me enseñó figuras sorprendentes (un bebé, un rostro diabólico, un dinosaurio…); me hizo apagar la linterna un momento para experimentar el ambiente de la cueva; descubrimos varios murciélagos revoloteando; y subimos y bajamos por un terreno resbaladizo.
Al final emergimos por el acceso que da a la carretera. Allí pude ver los restos de un coche que había caído hacía unos meses provocando la muerte de la conductora; y un lago con peces (donde se veía reflejada la entrada de la cueva). Subimos por una frágil escalera de madera de varios metros que puso a prueba mi temor a las alturas. Y caminamos hasta el coche de Razvan. Esta cueva me encantó, y por la visita guiada le pagué 40L más que merecidos.
De vuelta en la guesthouse Razvan me propuso pasar la tarde junto a su familia. Además de gestionar el alojamiento se dedican a elaborar productos naturales, como mermelada de higo o aceite. Y tenían que entregar un pedido en una aldea ubicada en el Valle de Cernei. Por supuesto acepté inmediatamente, aunque no me esperaba que la oferta también incluía una comida familiar previa. Razvan me hizo pasar a su casa y me senté en una mesa junto a él, su mujer (Aneta), su hija (Anca, una adolescente con el pelo de color rosa), su madre, y una amiga (Mihaela). El menú consistió en una sopa; ensalada de tomate, pepino y cebolla; y alitas de pollo con patatas fritas. Para acompañar bebí una lata de Mountain Dew (parecido al Sprite). Todo muy rico.
A continuación estuvimos un rato en el patio charlando y escuchando música (mis gustos coincidían bastante con los de Razvan), mientras tomábamos café y picábamos unas bolas de masa de donut. Por allí rondaban dos pequeños caniches, uno de ellos con muy malas pulgas. Pero la mujer de Razvan me dio una galleta para que le sobornara y me dejó en paz.
EN BAILE HERCULANE
A las 16h pasadas subimos al coche de Razvan y nos pusimos en marcha. Yo viajé en el asiento del copiloto y Aneta, Anca y Mihaela detrás, cantando la música que iban seleccionando en Youtube: éxitos de los 80, rock, canciones populares de Rumanía… Primero fuimos a Orsova, y de camino vimos un pequeño ciervo cruzando la calzada a la carrera. Después nos adentramos en el Valle de Cernei, rumbo al noroeste, e hicimos un alto en Baile Herculane.
Esta población rodeada de imponentes montañas ya era famosa en tiempos del Imperio Romano por las propiedades curativas de sus manantiales de aguas termales. El lugar fue bautizado con el nombre de Aqua Herculis (los Baños de Hércules), en base a una leyenda según la cual el héroe mitológico visitó el lugar para descansar unos días. Por este motivo en la avenida principal del pueblo hay una estatua de bronce de Hércules. Más tarde, durante el siglo XIX, Baile Herculane se convirtió en destino habitual de la nobleza austro-húngara, y se llenó de elegantes edificios. Los rusos, en cambio, optaron por el turismo de masas y construyeron varios hoteles gigantescos, abandonando a su suerte las construcciones antiguas, que se deterioraron con rapidez.
Nosotros dimos un paseo de media hora por el centro. Anca me hizo de guía (imagino que para practicar inglés), mientras Razvan, Aneta y Mihaela paseaban a escasos metros. Los edificios del siglo XIX son espectaculares: la Estación de Tren, el antiguo Casino, los Baños de Apolo… Todos adornados con relieves y esculturas de estilo neoclásico. Aunque la estrella son los Baños de Neptuno, con una recepción donde destaca una fuente de cerámica y diferentes habitaciones pintadas de vivos colores. Los edificios están vacíos y durante mucho tiempo fue posible explorar su interior, pero mi visita coincidió con la puesta en marcha de un proyecto de restauración a gran escala, con vallas que impedían el acceso y numerosas fachadas cubiertas por lonas. Una pena porque hubiera estado genial…
De nuevo en el coche, mientras dejábamos atrás Baile Herculane, pasamos por un área donde hay varios manantiales gratuitos, con montones de vehículos aparcados. Y me hizo gracia ver a la gente caminando por la carretera, ellos en minúsculos bañadores y chanclas, ellas en albornoz, como si estuvieran en su casa.
POR EL VALLE DE CERNEI
A continuación atravesamos el corazón del Valle de Cernei, avanzando en paralelo al río, entre vertiginosas montañas y bosques frondosos que forman parte del Parque Nacional Domogled-Valea Cernei. A derecha e izquierda arrancan varios senderos de largo recorrido que se internan en la zona. Sergio había caminado por algunos de ellos y me enseñó fotos y videos geniales, así que me parece un sitio muy recomendable para pasar unos días.
Ya anocheciendo llegamos al local del cliente de Razvan y le entregaron el pedido. Se trataba de una especie de bar-restaurante-tienda lleno de ambiente, y estuve un rato curioseando, entre muebles antiguos, muñecas siniestras, cráneos de cabra y pieles de diferentes animales. Razvan me comentó que se comía genial, y quizás mi respuesta fue demasiado efusiva, porque al momento decidió que cenáramos allí. Nos sentamos todos en una mesa rústica y comimos queso de oveja con mamaliga; cordero a la brasa con una fuerte salsa de ajo; y compot (una bebida de frutas). Todo estaba delicioso. Además la familia se limitó a picar algo y Razvan me hizo acabar con toda la carne. Por si fuera poco, no me dejó pagar nada y me preparó un tupper con el queso y mamaliga que sobró. No me podía creer tanta amabilidad…
Después de cenar iniciamos el viaje de regreso a Dubova, siguiendo carreteras estrechas envueltos en una oscuridad total. Razvan conducía a toda pastilla y por suerte Aneta le iba frenando, porque en un par de curvas casi nos salimos. Eso sin contar que aparecieron de repente dos rebaños cruzando la calzada, uno de cabras y otro de vacas; numerosos perros peligrosamente cerca; e incluso un zorro. Yo con tanto frenazo y sacudida iba sudando a mares, y tenía el cordero a punto de pedir paso, pero al final conseguí aguantar. Durante el trayecto fui charlando con Razvan, mientras las chicas cantaban y reían en la parte trasera, creando una atmósfera muy divertida.
Cuando llegamos al alojamiento ya eran las 22h pasadas y estaba agotado después de un día más que intenso, así que me fui a mi habitación a descansar.
SUBIDA A CIUCARU MARE
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 8h después de una noche de tranquilidad absoluta. Una vez en pie desayuné, metí mis cámaras de fotos en la mochila pequeña, y salí al patio de la guesthouse. Mi idea era realizar una caminata en solitario por las montañas de los alrededores, pero me quedé de piedra cuando me encontré a Razvan, Sergio, Larisa y otra pareja, esperándome para hacer una excursión juntos. Yo no recordaba haber quedado con nadie el día anterior, así que imagino que Razvan dio por hecho que estaba interesado. En fin, a esas alturas no me podía negar y me uní al grupo.
Razvan nos llevó en su coche a ver la Cascada Ponicova, un bonito salto de agua que contemplamos desde dos puntos distintos. Primero bajamos por una fuerte pendiente muy resbaladiza (menos mal que Razvan tenía una cuerda que facilitó las cosas) y vimos la cascada desde la base. Y después nos llevó hasta otro lugar desde el que, tras un descenso menos pronunciado, alcanzamos la parte superior de la cascada, justo donde el agua se precipita al vacío. Toda una sorpresa… y completamente gratis.
A continuación Razvan se tenía que marchar, así que nos dejó en el inicio del sendero que conduce hasta la cima del Ciucaru Mare, un peñasco de 318m de altura situado junto al río Danubio. Se trata de una ruta circular de 5km señalizada con triángulos amarillos, y la verdad es que no tiene pérdida. Empieza con una dura subida que atraviesa un tramo de bosque, donde avancé sin problema gracias a mi buen estado de forma tras visitar los Montes Retezat. De camino hablé con Sergio, que iba equipado con una especie de polainas para protegerse de las mordeduras de serpiente (en la zona hay bastantes víboras).
El sendero siguió por una meseta sin apenas desnivel, donde hay una serie de miradores que ofrecen unas vistas impresionantes de un tramo del Danubio conocido como Small Kazan Gorges. Me encantó, con sus enormes paredes de roca y diferentes embarcaciones surcando el río: pequeñas lanchas turísticas, barcos de mercancías e incluso algún crucero. Desde el último mirador contemplé una panorámica memorable del Golfo de Dubova, con el pueblo a un lado y el Danubio al otro perdiéndose en el horizonte.
Por cierto, el contraste entre las dos orillas del río llama la atención. Ambas son zonas protegidas, pero el lado de Serbia está cubierto de frondosos bosques, sin edificios; y el de Rumanía en cambio se encuentra lleno de hoteles, viviendas particulares y embarcaderos, y el número no para de crecer sin ningún tipo de control por parte de las autoridades. Razvan estaba muy enfadado con la situación. El día comenzó soleado, aunque a medida que pasaron las horas el cielo se fue cubriendo de nubes que a veces proyectaban molestas sombras.
Yo hice un montón de fotos, y además conocí a dos parejas rumanas con las que charlé unos minutos. Así que poco a poco me acabé separando de Sergio y el resto, que se alejaron y finalizaron la ruta por su cuenta. Tengo que admitir que no me vino mal, porque de esta forma pude centrarme en el paisaje, fijándome en cada pequeño detalle: un pájaro carpintero picando en un árbol; dos lagartos verdes de grandes dimensiones que pasaron corriendo a mi lado; coloridas mariposas; vegetación exótica; y una serpiente escondiéndose entre los arbustos (no me dio tiempo a fotografiarla, con lo cual desconozco si era venenosa). Me lo pasé genial.
De regreso en la carretera caminé unos minutos en dirección a Dubova, y al ver una tienda decidí parar a picar algo porque ya eran casi las 14h. Me senté en una mesa de la terraza y compré un paquete de ganchitos y una cerveza Ursus, aunque estaba sediento y acabó cayendo otra (solo pagué 10L por todo).
SUBIDA A CIUCARU MIC
Tras el descanso el plan era volver a mi habitación y no hacer nada el resto de la tarde. Pero con las dos cervezas me vine arriba y al pasar junto al inicio del sendero que lleva hasta la cumbre del Ciucaru Mic (313m) no pude resistir la tentación y empecé a caminar. Esta ruta también está señalizada con triángulos amarillos, aunque es mucho más dura que la del Ciucaru Mare, ya que consiste en 9km solo de ida. Además las subidas y bajadas son constantes, con un terreno cubierto de arena y hojas secas muy resbaladizo.
Al principio enfilé una pendiente interminable, cruzando un campo lleno de árboles con hojas de diferentes colores. Después llegué a la puerta de una granja donde apareció un enorme perro que me empezó a ladrar. Yo me armé de valor y continué avanzando poco a poco, pero el animal me siguió. Por suerte encontré al propietario, un abuelete que calmó al perro mientras me hablaba sin parar en rumano (yo asentía con la cabeza). Cerca de él había tres cerdos gigantescos, a los que dio de comer una calabaza que partió contra el suelo. Durante la recta final tuve que cruzar un bosque lleno de pequeñas moscas que revoloteaban alrededor de mi cara y se me lanzaban a los ojos. Era desesperante. En cuanto a fauna, solo vi un lagarto, un par de pájaros y movimiento entre la maleza.
La ruta acabó en la cima del Ciucaru Mic, con buenas vistas de un tramo del río Danubio llamado Big Kazan Gorges. Pero no me entretuve porque se hacía tarde; estaba bastante cansado, sin agua ni comida en la mochila (para variar); y no me había cruzado con nadie en todo el recorrido. Así que caminé 2km cuesta abajo y alcancé la carretera. Una versión reducida de la ruta hasta el Ciucaru Mic consiste en comenzarla aquí, viajando desde Dubova en taxi o autoestop.
CENA: VENTO RESTAURANT
Todavía me faltaban 3km para llegar al pueblo siguiendo la carretera. Pero a medio camino vi este restaurante y me pareció un buen lugar para cenar, ya que estaba alejado de la orilla del Danubio, con un ambiente menos turístico (nada que ver con el Melba). Allí ocupé una mesa de la terraza, rodeado de lugareños, y me atendió un camarero muy atento. Pedí una ensalada de tomate, pepino y cebolla; y Goulash (un estofado de pollo con patatas). Y para beber dos jarras de cerveza Tuborg que me supieron a gloria. Todo muy rico. Precio: 56L.
Una vez con el estómago lleno continué hasta la guesthouse, donde llegué cuando ya anochecía, y me estiré en la cama a descansar. Al cabo de un rato Razvan me envió un WhatsApp. Se encontraba en una mesa del patio con Sergio y Larisa y salí a charlar con ellos. Por lo visto estaban algo intranquilos porque al tardar tanto pensaban que me había pasado algo en la zona del Ciucaru Mare. Vaya tela… Y yo sin saber nada en mi habitación.
Al final todo el mundo se fue a dormir y me quedé hablando con Sergio. Así descubrí que era todo un aventurero y había recorrido por libre lugares como Kalimantan o el Amazonas, acompañado de lugareños que cazaban sobre la marcha para alimentarse (me enseñó fotos donde asaban un jabalí o un enorme varano). Debatimos sobre la importancia de los viajes y la vida en general, y a eso de la 1h nos despedimos.
EXCURSION AL MONTE TRESCOVAT
Al día siguiente me desperté tras dormir como un tronco y desayuné mini muffins y zumo de naranja en una mesa del patio junto a Sergio y Larisa. Aunque cuando había acabado apareció Razvan y nos dio a cada uno un plato con un huevo frito, queso, salchichón y pan tostado; y una taza de café con leche. Y al poco su madre me trajo bolas de masa de donut con mermelada de higo. Acabé a punto de explotar. La hospitalidad de esta familia es increíble.
Y las atenciones no acabaron aquí ni mucho menos. Para esa noche todas las habitaciones de la guesthouse estaban ocupadas (algo de lo que ya era consciente cuando hice la reserva). Yo nada más llegar pregunté a Razvan si conocía a alguien que me pudiera alojar y me dijo que no me preocupara. Pues resulta que me dejó dormir en una habitación de su propia casa… ¡gratis! En principio la iba a tener para mí solo, pero Sergio y Larisa estaban en la misma situación que yo y la compartimos. Así que tras desayunar preparé mis mochilas y me trasladé. Se me acaban los adjetivos…
Para esta jornada había previsto realizar en solitario alguna visita por la zona, pero por segunda vez me cambiaron los planes. Cuando conocí a Sergio me explicó que iba a subir el Monte Trescovat, de origen volcánico, con 755m de altura y muy buenas panorámicas de los alrededores. Y me invitó a unirme. A mí la verdad es que la idea no me sedujo especialmente, porque tras mis aventuras en Retezat ya había tenido suficiente dosis de montaña (más todavía después de Ciucaru Mare y Mic). Así que le di largas y evité comprometerme. Aunque creo que no fui lo suficientemente claro, porque la noche antes Razvan y Sergio me dijeron que debía estar listo para la excursión a las 10h. En fin… Por supuesto acepté.
Yo preparé la mochila pequeña, compré una botella de agua de 2l en una tienda cercana, y a la hora indicada nos pusimos en marcha. El grupo lo formábamos Razvan, Sergio, Larisa, Anca, Mihaela (cuya ropa no podía ser más estridente) y yo. Subimos al coche y nos dirigimos al oeste, en paralelo al río Danubio. Hacía un tiempo espectacular, con un cielo completamente despejado. Y de camino pasamos por Trikule, una fortaleza medieval del siglo XV que tras la construcción de la presa quedó sumergida a excepción de sus 3 torres (de ahí el nombre), aunque una de ellas ya se ha derrumbado.
Razvan aparcó junto al inicio de la ruta, de 10km de longitud y señalizada con triángulos rojos. Y empezamos a caminar en fila, combinando tramos de constante subida con otros de llano. Sergio casi siempre lideraba el grupo, en busca de cosas interesantes (creyó escuchar un jabalí entre los arbustos, y me enseñó un enorme escarabajo); Mihaela iba a su aire, haciendo fotos y videos sin parar; y Anca avanzaba con dificultad. Yo temía que la ruta fuera demasiado complicada (aun me acordaba de lo mal que lo pasé en los Montes Bucegi con Adriana y sus amigos). Pero para nada:
*A pesar del aspecto imponente del Monte Trescovat, el ascenso a la cima es muy progresivo, sin tramos que entrañen peligro o requieran utilizar las manos.
*Hicimos varias paradas para descansar, en las que todo el mundo se dedicaba a fumar (¡?) excepto Mihaela y yo.
*Ni siquiera pasamos calor, porque buena parte del sendero atraviesa un espeso bosque que protege del sol.
Con esto no digo que subir al Monte Trescovat sea un paseo, pero es perfectamente asequible para cualquiera en una mínima forma física. Por eso me sorprendió cruzarnos solo con una persona en toda la mañana. De camino encontramos higos y moras que me vinieron genial para recuperar energías. Y alcanzamos la cima sin problema, disfrutando de unas vistas épicas, con el Danubio, extensos bosques de pinos y las montañas de fondo. Allí estuvimos alrededor de una hora en plan relax. La gente había llevado bocadillos y fruta, y yo como siempre sin nada para picar. Así que me dediqué a explorar los alrededores y hacer fotos (incluido un lagarto verde nada tímido), y después estuvimos charlando.
REGRESO A DUBOVA
A continuación bajamos a la carretera siguiendo un sendero distinto. Primero por el bosque, con fuertes pendientes de terreno muy resbaladizo que me obligaban a caminar poco a poco. Después atravesamos un bonito prado. Y llegamos a una granja de madera que parecía abandonada, donde comimos uvas y albaricoques y nos hicimos una foto de grupo. Una vez en la carretera en teoría teníamos que caminar 4km hasta el punto donde estaba aparcado el coche. Aunque por suerte Razvan pidió a un lugareño que le llevara y volvió a buscarnos.
Para mi sorpresa, en vez de regresar a la guesthouse Razvan nos llevó a un último lugar. Se desvió por una estrecha carretera que atraviesa una zona remota rumbo al pueblo de Bigar; y paró junto al río Sirina. La idea era visitar un punto concreto donde las rocas lucen bandas de color ocre por el efecto del agua. Primero bajamos a la orilla por un desnivel importante; y después seguimos el curso del río saltando de piedra en piedra. El sitio no me pareció muy espectacular, quizás porque al ser verano había poca agua; o por las nubes de mosquitos que no dejaron de asediarme. Pero bueno, tras unos minutos subimos a la carretera con la ayuda de una cuerda, y pusimos rumbo a Dubova.
De camino hicimos un alto en un bar para tomar algo. Yo pedí una cerveza Ursus (5L) y nos sentamos a conversar en la terraza. Al final me alegré de haberme unido al grupo para la excursión. Una gente muy maja. Llegamos a la guesthouse tras la puesta de sol, y así acabó mi estancia en Portile de Fier.
CONCLUSION
Tras mis aventuras por los Montes Retezat el plan era continuar hacia el norte porque ya había visitado el río Danubio en Sulina. Pero la zona de Portile de Fier no tiene nada que ver con el Delta, creando un paisaje mucho más agreste, y por suerte cambié de idea en el último momento. Te recomiendo dedicarle un mínimo de dos días, utilizando como base la población de Dubova, y alojándote en Casa Dunarea la Cazane, propiedad de una encantadora familia con la que compartí grandes momentos y conocí lugares al margen de los circuitos turísticos, como el Monte Trescovat. Si vas justo de tiempo te puedes ahorrar la subida a Ciucare Mic.
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