En la capital más lujosa de Sri Lanka, caminando entre templos, palacios y estatuas de una calidad artística insuperable
Polonnaruwa es la segunda capital más antigua de Sri Lanka. Aunque fue elegida por unos invasores Tamiles tras arrasar Anuradhapura, los monarcas cingaleses decidieron continuar gobernando desde esta ciudad. Y se rodearon de maravillosas construcciones que alcanzaron un nivel artístico nunca visto hasta ese momento.
Mi idea inicial era alojarme en Polonnaruwa. Pero durante la ruta fui cubriendo etapas más rápido de lo previsto, y acabé visitando las ruinas desde Habarana (el lugar que había elegido para organizar los safaris a Minneriya).
ALOJAMIENTO: EAGLE’S WINGS – 30 Usd/Noche
*Puntos a favor: cabaña rústica bastante espaciosa, elevada sobre pilones de cemento; cama doble; lavabo privado con ducha perfecta; encargada muy amable, dispuesta a ayudar en todo.
*Puntos en contra: ubicación alejada del pueblo, pero en vez de tratarse de un lugar rodeado de naturaleza, está a escasos metros de la carretera principal, por lo que el ruido de vehículos es constante, y así no tiene gracia estar en medio de la nada; colchón muy incómodo; el precio me pareció un auténtico timo (¡y encima el desayuno no estaba incluido!); el wifi no llega a las cabañas.
Pero lo peor estaba por llegar. La primera noche mi cabaña fue invadida por una plaga de insectos, de todas las formas y tamaños. La cama estaba llena, y no había forma de deshacerse de ellos. Y la mosquitera era de un tamaño ridículo y tampoco ayudaba mucho a protegerse. Un auténtico agobio. Y eso que he dormido en todo tipo de sitios… Al final tuve que matar a un montón de bichos, y acabé durmiendo entre alas, patas y restos varios. ¡Pagando 30 Usd!
Este era el último alojamiento que había reservado desde casa, de nuevo a través de Booking. Y un claro ejemplo de los inconvenientes de planificar las cosas con antelación. No había nada que hacer en Habarana, y me tuve que quedar las dos noches reservadas por narices, pues estaba fuera del plazo de cancelación. Encima, cuando contacté con el propietario para al menos intentar cancelar la segunda noche alegando motivos personales, me encontré con un NO rotundo. No estaban obligados, pero hubiera sido un detalle.
Nada más instalarme, recién llegado de mi safari matutino por Minneriya, desayuné en una terraza cubierta cerca de mi cabaña, porque me moría de hambre. El menú, el habitual: tostadas con mermelada y mantequilla; tortilla francesa con salchichas; fruta; y te. Precio: 600 R.
Cuando acabé, tenía un sueño de miedo. Así que tras dar un paseo por el recinto del alojamiento, me estiré en la cama a descansar un rato, porque el sol pegaba con fuerza. Pero entre un corte eléctrico que inutilizó el ventilador y convirtió la cabaña en un horno; y un coche que se tiró un buen rato a pocos metros con el motor en marcha, no pude dormir mucho.
ATARDECER EN EL LAGO HABARANA
A eso de las 15h me vestí y salí al exterior a dar un paseo. La encargada del hotel me proponía visitar las ruinas de Ritigala, un antiguo monasterio ubicado a 16km de distancia. Pero no tenía ganas de ver más piedras. Y en su lugar opté por acercarme al cercano Lago Habarana, en busca de experiencias similares a las que viví en el Lago Kayanwala de Sigiriya. Así que un chaval del hotel me acompañó unos metros hasta el desvío. Y desde allí caminé solo por una pista de tierra, preguntando a la gente cada vez que dudaba.
Ya en el lago, comprobé que estaba algo más civilizado que Kayanwala. Pero no me faltaron cosas con las que estar entretenido durante un par de horas. Esto fue lo más destacado:
1. Había bastantes lugareños: unos navegando por el lago con embarcaciones tradicionales; otros bañándose en la orilla con sus familias; y algunos pescando. Todo el mundo saludaba con una sonrisa, y no tuve ningún problema en sacar fotos.
2. En un punto del lago había un recinto con tres elefantes, utilizados para dar paseos a los turistas. Dos de ellos estaban trabajando (los vi llegar con clientes). Y el tercero estaba encadenado a un árbol, con unas heridas horribles en las patas y el cuello, provocadas por el roce de las cadenas. Ver a aquel pobre animal allí inmovilizado, con cara de tristeza, fue una imagen realmente conmovedora. Ojalá la gente se acabe de concienciar, y deje de contratar este tipo de servicios. Porque son los turistas y su demanda los que dan pie a estas penosas situaciones. Para ver elefantes ya está Minneriya. No hace falta montarse a lomos de uno para pasárselo mejor.
3. Como me moría de sed, paré a tomarme una Coke fresquita en un bar local. La señora me quería cobrar 100 R, pero lo dejamos en 70 R. En los alrededores había unos lagartos espectaculares, con la cabeza y el lomo cubierto de espinas. Eran Common Garden Lizards, de color marrón verdoso. Aunque los lugareños, en su inglés precario, los llama camaleones. Tenían una velocidad tremenda. Uno saltó desde una rama a varios metros de altura y desapareció corriendo.
4. Junto al lago había tres hoteles de lujo. Para continuar mi ruta circular, tuve que atravesar los jardines de dos de ellos: el Habarana Village y el Cinnamon Lodge (ambos con bungalows a partir de 150 Usd/noche). Nadie me puso pegas, y estuve charlando con varios vigilantes en un inglés rudimentario. Por allí me encontré con un grupo de Langures Grises y les estuve sacando fotos. Hasta que uno de ellos se cansó, pegó un salto desde un árbol, y corrió hacia mí con no muy buenas intenciones. Menos mal que estuve rápido y lo dejé atrás. Y yo que me reía de la turista que gritaba en el Royal Garden de Kandy…
5. Como no, pude ver bastantes aves. Un par de Serpent Eagles entre las copas de los árboles (a una la ahuyentaron dos cuervos con un par de narices); Milanos sobrevolando el lago (Brahminy Kites, una imagen muy habitual en Sri Lanka); una Garza Blanca; un grupo de Cormoranes de espectacular plumaje descansando sobre una rama; pequeños pájaros de colores, imposibles de fotografiar, porque no paraban quietos…
6. Mi idea era rodear el lago, pero varios lugareños me dijeron que era imposible continuar a partir del Cinnamon Lodge, porque solo había selva. Además, esa zona era peligrosa durante el atardecer, porque la frecuentan elefantes salvajes que acuden a comer. De hecho, todo el mundo desaconseja caminar de noche por los alrededores de Habarana, por si las moscas. Y en los campos de cultivo hay torres de vigilancia para evitar que destrocen las cosechas. Así que deshice parte del camino, y seguí una carretera secundaria que me llevó hasta el centro del pueblo.
Una vez más pasé una tarde de las que a mí me gustan. Descubriendo cosas por mi cuenta, en contacto con la población local, y sin turistas a mi alrededor. Gran idea esto de visitar lagos por la tarde, alejado de las principales atracciones…
CENA: C&C CHILL RESTAURANT
Habarana es un pueblo pequeño y no había mucho donde elegir. Con lo que tras recorrer la calle principal, opté por este pequeño local de fast food. Y acerté de lleno. Pedí un Chicken Burger acompañado de patatas fritas y una minúscula ensalada. Para beber un zumo de lima con menta que estaba de muerte. Y de postre, un batido de banana, con el que me ocurrió lo mismo que en Kandy: lo prepararon añadiendo helado de vainilla, y al final solo sabía a vainilla. Y yo que pensaba que aquel camarero se había vuelto loco… El servicio muy atento. Y un aire acondicionado que supo a gloria. Aunque la clientela era 100% occidental. Y sonaba a toda pastilla música pop occidental de los años 80-90. Precio: 900 R.
Tras cenar, compré una botella grande de agua (80 R), y cogí un tuk-tuk para regresar a mi hotel, a 3km del centro (100 R). Charlé un rato con la señora encargada. Y me fui a la cabaña. Sin saber que allí me estaban esperando cientos de invitados inesperados… Con diferencia, el peor alojamiento de mi viaje por Sri Lanka… No podía ni escribir con mi iPad, pues la luz de la pantalla atraía más insectos. En fin…
VIAJE HABARANA – POLONNARUWA
Al día siguiente me levanté a buena hora y, sin desayunar, seguí los consejos de la afable encargada del hotel. Me planté junto a la carretera, y paré el primer autobús que vi en la dirección adecuada. Tardó un rato, pero por suerte pasaba por Polonnaruwa. Así que pagué el billete (80 R) y en marcha.
El trayecto no fue ni mucho menos apacible. El autobús iba a reventar de gente, y al principio viajé en la entrada, con medio cuerpo fuera. Después se bajó gente y encontré un rincón donde continué de pie hasta el final. Pero los frenazos bruscos y zarandeos fueron constantes, con el vehículo a toda pastilla. En total tardé unos 45 minutos. Y menos mal que le recordé al ayudante del conductor donde iba, porque se había olvidado de mí, y ya nos pasábamos de largo.
Ya en tierra, descubrí que estaba en el Casco Antiguo de Polonnaruwa. Y lo primero que hice fue entrar en un local a desayunar. Me senté en una mesa del comedor, y pedí dos bollos de pan azucarados; un café con leche; y una botella de agua para llevar. Todo por 210 R. Mientras engullía, contactó conmigo un conductor de tuk-tuk (un abuelete con unas uñas de varios centímetros de longitud). Y como me cayó bien, le pedí que me llevara a la taquilla de las ruinas por 50 R.
LA HISTORIA DE POLONNARUWA
En el año 1017 tropas de la poderosa Dinastía Chola, procedentes del sur de la India, invadieron Sri Lanka y saquearon su histórica capital, Anuradhapura. El nuevo monarca, el rey Rajendra I, decidió trasladar la capital de la isla a Polonnaruwa, unos 100km al sureste. Los motivos: estaba ubicada en una zona de tierras muy fértiles; y cerca del Reino de Ruhuna, último bastión de la monarquía cingalesa, que todavía plantaba cara a los invasores. Pero al final el reinado de Rajendra I fue breve, y en 1070 Vijayabaju I, rey de Ruhuna, consiguió expulsar a los Chola; se erigió como monarca de toda Sri Lanka; y decidió mantener la capital en Polonnaruwa, más alejada de la India, para tener más margen en caso de otra hipotética invasión Tamil.
No obstante, la edad de oro de Polonnaruwa tuvo lugar durante el reinado de su nieto, el rey Parakramabahu I. Que en 1152 accedió al trono, y encargó construir buena parte de los templos, palacios y monumentos que hoy día son considerados como el mayor exponente del arte cingalés. Su muerte marcó el declive de la ciudad. Y el golpe de gracia lo recibió en 1214, cuando fue saqueada por otra horda de invasores Tamiles, liderados por el temible Kalinga Magha. Hasta que en el año 1293 la capital fue trasladada a Kurunegala.
A partir de ese momento, la ciudad fue abandonada poco a poco. La jungla cubrió durante siglos los antiguos edificios. Y Polonnaruwa se convirtió en un lugar mítico perdido en el tiempo. A finales del siglo XIX los ingleses comenzaron a realizar algunas excavaciones. Pero se calcula que a fecha de hoy el 80% de las ruinas todavía permanecen ocultas. Algo más que evidente cuando se pasea por la zona.
PLANEANDO LA VISITA
Las ruinas de Polonnaruwa están esparcidas por un área enorme. Los principales monumentos se encuentran en una zona llamada Archeological Reserve. Y tan solo entre la entrada y la salida ya hay 5km en línea recta. Así que todo el mundo (guías de viaje, lugareños…) insiste en que alquiles una bicicleta. O mejor aún, un tuk-tuk. Yo opté por caminar, porque me gusta y tengo aguante. Y reconozco que acabé cansado. Además durante buena parte del día cayó un sol de justicia, y el calor fue tremendo. Pero a cambio, pude concentrarme en el paisaje, en busca de cosas interesantes. Esto ya dependerá de las preferencias de cada uno. Porque el precio de alquilar una bici era ridículo.
Nada más llegar a la entrada de las ruinas te encontrarás con dos inconvenientes iguales que en Sigiriya:
1. La taquilla está muy alejada de la entrada a las ruinas (no entiendo el motivo). Suerte que por 10 R más el tuk-tuk me esperó a que comprara el billete, y me llevó hasta la entrada, ahorrándome la caminata.
2. El precio del billete de acceso: 25 Usd. Otra clavada, por supuesto solo para extranjeros.
Un gran punto positivo de Polonnaruwa es que no se trata únicamente de ver piedras antiguas. Toda la Archeological Reserve está cubierta por un espeso bosque lleno de vida, que ayuda a desconectar un poco de tanto monumento. Durante mi recorrido pude ver una gran variedad de fauna: Langures Grises; Toque Macaques; Ardillas; un Águila; un enorme Lagarto Monitor; un Ciervo Moteado macho que, tras observarme, se perdió entre la maleza; Common Garden Lizards; unos pájaros de pico y patas amarillas (Common Myna) que no paraban de cantar, incluida una pareja en su nido… No estuvo nada mal. En el bosque había muchos ficus estranguladores, rodeando árboles en diferentes fases de desarrollo. Muy fotogénicos.
En los principales puntos de interés hay puestos que venden todo tipo de bebidas frías, helados y snacks. Así que no hay que preocuparse por eso. Yo al acabar el día me había tomado 2 polos de hielo; un zumo de naranja natural (delicioso); una botella de agua; una Fanta; y un zumo de Mango envasado. Pero es que no paré a comer, así que lo tenía que compensar de alguna forma. No hay que olvidarse de regatear. En Polonnaruwa los precios están inflados, y en cada compra me ahorré entre 20 y 50 R por producto sin muchos esfuerzos. Solo hay que pedirlo.
Las ruinas abren a las 7.30h, y mi idea era llegar cuanto antes, para evitar las hordas de turistas, como en Sigiriya o Dambulla. Pero durante la visita comprobé que Polonnaruwa es diferente. Al ser un recinto tan grande, solo me encontré algo masificado el primer lugar de interés. Después la gente se dispersó, y hacia el final del recorrido no había casi nadie. Y eso que era domingo y había más grupos de lugareños que cualquier otro día.
La Archeological Reserve no es un recinto cerrado. Pero hay diferentes puestos de vigilancia con agentes que de forma regular solicitan el billete de acceso (sobretodo a los turistas extranjeros). Así que no veo muy viable la opción de colarse.
DESCUBRIENDO LAS RUINAS
La Polonnaruwa Archeological Reserve contiene infinidad de ruinas. Así que ante tanta oferta, si no eres un arqueólogo empedernido, considero que lo mejor es seleccionar, y visitar lo más importante (o lo que más te interese). Es preferible dedicarle el tiempo necesario a pocas ruinas, que intentar abarcarlo todo y acabar deambulando como un zombie, sin apreciar nada.
Estas fueron mis visitas más destacadas:
1. Palacio de Parakramabahu I y Ciudadela: la antigua morada del rey con el que floreció Polonnaruwa. En el pasado el palacio era un espectacular edificio de 7 pisos, pero ahora solo quedan unas paredes de 3 niveles bastante peladas. Me gustó mucho más la Sala de Audiencias, con sus muros llenos de relieves (hileras de elefantes, leones y enanos); y una bonita entrada flanqueada de esculturas.
2. Cuadrángulo Sagrado: si solo tienes un par de horas para visitar Polonnaruwa, ven directo a este lugar. Porque aquí hay varias construcciones imprescindibles. Como el Vatadage (un templo circular que custodiaba el Diente Sagrado de Buda, con estatuas y relieves); los templos Hatadage y Atadage; el Thuparama Gedige (el único edificio que conserva su techo); o el Satmahal Prasada (una sorprendente pirámide cuya utilidad se desconoce). Aquí es sin duda donde pasé más tiempo.
3. Rankoth Dagoba: con sus 33m de altura es la más grande de Polonnaruwa. Fue construida a imagen y semejanza de las de Anuradhapura. Las Dagobas (o estupas) son montículos de arena cubiertos por una capa de ladrillo y otra de yeso, donde generalmente se enterraba algún tipo de reliquia.
4. Monasterio Alahana Pirivena: aquí destaca el Lankatilaka (un templo que alberga una estatua de Buda); y la Kiri Dagoba, pintada de color blanco (Kiri significa «leche»). Llegué durante la parte central del día, cuando más apretaba el sol, y estuve prácticamente solo.
5. Gil Vihara: una enorme roca de granito donde hay talladas 4 esculturas de Buda en diferentes posturas, de una calidad asombrosa. Mi llegada coincidió con la visita de un grupo de coloridos lugareños que quedaban geniales en las fotos.
6. Tivanka Image House: muy lejano y poco visitado. Se trata de un templo que destaca por sus muros interiores, cubiertos de frescos representando escenas de la vida de Buda. Pero una vez allí los encontré excesivamente oscuros y borrosos (y encima estaba prohibido sacar fotos). Suerte del exterior, lleno de estatuas y relieves, que justificó la caminata.
En total, estuve unas 8,5 horas en el recinto. Pero porque me lo tomé con muchísima calma. Examinando cada lugar; leyéndome los paneles explicativos y la información de mis guías de viaje; y buscando la foto perfecta, en plan «grupo de lugareñas con vestidos coloridos entrando en el templo». La verdad es que acabé muy satisfecho.
REGRESO A HABARANA
Tras la Tivanka Image House me tocaba recorrer 3km de pista hasta llegar a la salida de la Archeological Reserve. Y lo malo no era el cansancio, sino que hacía rato que se escuchaban truenos, y el cielo se estaba llenando de oscuros nubarrones. Pero la suerte me sonrió, y al preguntar a un policía por el camino correcto, al cabo de unos segundos pasó con su moto y me invitó a subirme (con un simple «help?»), ahorrándome un par de kilómetros. Y sin esperar nada a cambio.
En teoría, en la salida pensaba coger un tuk-tuk para que me llevara hasta la terminal de autobuses. Pero los vigilantes me recomendaron algo mejor: caminar un rato hasta la carretera principal. Y una vez allí, parar cualquier autobús en dirección oeste. Eso hice, mientras caía la tarde, y saludaba a la gente que me encontraba, que no entendía nada al ver a un turista por allí caminando solo.
En la carretera principal la espera fue breve, y a la tercera paró un autobús que me llevó hasta Habarana por el mismo precio que a la ida (80 R). Aunque el trayecto fue bien diferente: viajé sentado; y encima junto a la ventana, disfrutando del paisaje y de una suave brisa, mientras oscurecía. Con un ligero sopor tras el esfuerzo realizado, pero muy contento por cómo había transcurrido el día. De vez en cuando aparecía un templo budista, o un pequeño altar donde los lugareños depositaban ofrendas.
Aunque la gran sorpresa se produjo cuando pasamos cerca del Lago Giritale. En un punto el bosque se abrió, y pude ver una imagen espectacular: unos 15 elefantes comiendo tranquilamente a no mucha distancia, con las aguas del lago de fondo. Y aquello no era ni parque nacional ni nada. Alucinante. Más tarde la carretera pasaba junto al perímetro del Minneriya National Park. Por todas partes había carteles que recomendaban conducir despacio, ante la posibilidad de encontrar animales cruzando. Pero fueron totalmente ignorados por el conductor del autobús, que continuó avanzando a velocidad de vértigo, como de costumbre.
A punto de llegar a Habarana estuve alerta, y me bajé en el cruce principal del pueblo, evitando sorpresas.
CENA: C&C CHILL RESTAURANT
Normalmente, si encuentro un lugar donde la comida me gusta, ¿para qué voy a cambiar y arriesgarme a no acabar contento? Pues eso ocurrió en Habarana. Que regresé al restaurante de la noche anterior, y pedí un menú similar: Chicken Burguer con patatas fritas y ensalada; zumo de lima con menta; y para rematar, un batido de mango… ¡también con helado de vainilla! Precio: 900 R. Estaba muerto de hambre, ya que no ingería nada sólido desde el desayuno.
Tras la cena, compré una botella de agua y busqué un tuk-tuk para regresar a mi hotel. Al final un conductor se ofreció a llevarme, pero me pedía 300 R. Así que me tocó regatear a fondo y acabé pagando 100 R, igual que la noche anterior.
En mi cabaña, al poco de ducharme, comenzaron a sonar truenos. Y acabó cayendo un buen chaparrón, aunque menos violento de lo que me esperaba. La buena noticia fue que al dejar la mosquitera puesta durante el día, mi cama estaba más o menos libre de insectos. La mala, que a escasos metros de mi cabaña había una casa privada. Y la pareja estuvo discutiendo hasta altas horas de la noche, con gritos, golpes, llantos… Todo un show… Mientras, no paraban de pasar ruidosos camiones. Así que acabé durmiendo con mi Ipod a todo volumen. Y yo que pensaba que iba a disfrutar de dos noches de relax total…
CONCLUSIÓN
Las ruinas de Polonnaruwa son las mejores de Sri Lanka, tanto por su nivel artístico como por su magnífico estado de conservación. Además, en ellas podrás encontrar todo tipo de construcciones: templos, palacios, dagobas, estatuas… Así que se trata de un lugar que merece mucho la pena. Un día completo será suficiente para descubrir los lugares más importantes. Pudiendo pasar la noche en Polonnaruwa o (si no te gusta ir cambiando de hotel) en Sigiriya. En Habarana no hay nada que hacer a parte del lago, pero si por casualidad te alojas aquí… ¡evita a toda costa el Eagle’s Wings!
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Comentarios
2 ComentariosRamon
Ago 3, 2022escelente blog ,muy interesante , muchas gracias por todos los datos aportados
Ganas De Mundo
Ago 6, 2022Muchas gracias por el comentario. Un abrazo y espero que disfrutes tu próximo viaje