Caminando por la antigua capital del Reino Nabateo, entre ondulantes fachadas esculpidas en la roca y ruinas romanas
Con Petra se acaban los adjetivos. Conocida como la Ciudad Rosa, fue la capital de los Nabateos, un grupo de tribus nómadas que se estableció en el siglo VI a.C. en esta zona de montañas y valles profundos al sur de Jordania. Y con el paso del tiempo Petra se convirtió en parada obligatoria de las principales rutas comerciales de la época. Sus fachadas de piedra erosionadas por los elementos constituyen una imagen icónica que sin duda hace soñar a cualquier viajero.
En el año 2007 Petra fue elegida como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo. Y el número de visitantes no para de crecer, provocando molestas aglomeraciones en determinados momentos del día. Pero madrugando y realizando excursiones al margen de la avenida principal podrás disfrutar del lugar en solitario.
VIAJE DANA – WADI MUSA
El siguiente tramo de la King’s Highway para continuar la ruta hacia el sur de Jordania fue igual de complejo que los anteriores. Estas fueron las etapas:
1. Para abrir boca, me esperaba una buena caminata hasta la carretera principal. Y esta vez cuesta arriba, y durante la parte central del día. Menos mal que el amable dueño del Dana Hotel me encontró un coche que iba a Qadisiyyeh, y viajé cómodamente por solo 2D. Una vez en el pueblo, el conductor me ofreció llevarme hasta Wadi Musa por 50D, pero no sabía con quién estaba hablando. Se trataba de un reto personal que quería superar por mi cuenta.
En Qadisiyyeh hice un pequeño alto en una tienda y me compré una Coke, pues estaba seco tras mi ruta por la Dana Reserve. El tendero era un hombre realmente amable, que incluso me ofreció una silla para sentarme. Y tras unos minutos, ya estaba de nuevo en marcha.
2. Como en Qadisiyyeh no encontré transporte público, la única opción que me quedaba era hacer autoestop. Y la verdad es que mi estrategia funcionó a la perfección: caminé con paso decidido hasta las afueras del pueblo, para evitar llamar la atención de la gente. Me planté junto a la carretera. Y al poco ya estaba subido en una furgoneta, avanzando a buen ritmo hacia Shobak. El viaje estuvo muy entretenido, acompañado de unos simpáticos hermanos con los que fui charlando y me trataron genial.
3. Ya en Shobak (o eso pensaba), me puse a buscar otro vehículo para llegar a mi destino final del día. Pero tras unos minutos descubrí que la furgoneta me había dejado bastante antes del pueblo. Así que tuve que caminar algo más de 1km; esperar un rato bajo un sol abrasador; y parar otro coche que, esta vez sí, me llevó hasta el centro de Shobak. El conductor (que llevaba el típico Hatta o Turbante Jordano) fue realmente encantador. Cuando bajé del vehículo rechazó mi propina; y se despidió sonriente con un «welcome to Jordan!». Estas muestras de hospitalidad local compensan con creces cualquier esfuerzo…
En Shobak se encuentran las ruinas de Mont Real, otro castillo de los Cruzados que se puede visitar. Pero mis guías de viaje advertían que estaba en peor estado que el de Karak, así que decidí pasar de largo y no perder el tiempo.
4. Tras caminar hasta las afueras de Shobak, y hacer autoestop junto a la carretera durante unos 20 minutos (no porque la gente me ignorara, sino porque no pasaban vehículos), paró un abuelete que conducía un coche destartalado. Quería 10D por llevarme, pero le regateé a 7D, y nos pusimos en marcha. No hablaba mucho inglés, aunque nos comunicamos como pudimos. Y tras media hora de trayecto llegamos a Wadi Musa, la población más cercana a las ruinas de Petra. Aquí le eché morro y pedí al abuelete que me llevara hasta la puerta del hotel que había elegido, a 5km del pueblo. Y el hombre aceptó sin problemas (así que 7D no debía ser un precio muy malo).
Qué alegría cuando bajé del vehículo. Había conseguido llegar a Wadi Musa, cubriendo los 55km de distancia por tan solo 10D (40 menos de lo que me pedía el conductor en Dana). Y además, viviendo aventuras y relacionándome con los lugareños. Estaba muy contento.
ALOJAMIENTO: PETRA MOON HOTEL – 25D/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; limpieza extrema; lavabo privado con ducha perfecta; ubicación inmejorable, a 500 metros escasos de la entrada a Petra, y alejado del bullicio de Wadi Musa; precio (desayuno incluido).
*Puntos en contra: ninguno.
La forma en que conseguí habitación en este hotel fue hilarante. Cuando llegué a la puerta, tenía clarísimo que era el lugar donde quería alojarme, principalmente por su ubicación. Pero una vez más aparecía sin reserva, y era consciente que las probabilidades de no encontrar habitación eran elevadas, al ser temporada alta, y estar en una zona donde los hoteles escaseaban. Así que decidí anticiparme a la negativa, y echarle cara (algo realmente inusual en mi).
En la recepción solicité “la habitación que había reservado por internet hacía 2 meses”. Y las caras de póquer de los empleados no se hicieron esperar. El hotel, como no, estaba completo, y no tenían constancia de mi «reserva». El desconcierto fue total, pero yo me mantuve firme, haciendo ver que no entendía nada. Hasta que apareció el encargado. Un tipo pragmático que, al enterarse de mi intención de quedarme 3 noches, cogió la llave de una habitación reservada a nombre de un tal Ricardo Bassi y me la dio diciéndome: “ahora tú eres Ricardo Bassi”, ante las risas del personal. Yo me disculpé por el malentendido, no paré de decir gracias, y me fui a mi habitación. Magistral. Cómo me reía más tarde recordando la situación…
A todo esto, ya eran las 16.30h, y poco más podía hacer. Así que me estiré en la cama a descansar un rato, tras una jornada intensa.
CENA: RED CAVE RESTAURANT
Desde el desayuno de las 8.30h en Dana, tan solo había ingerido una Coke en todo el día, y me moría de hambre y sed. Para evitar tener que desplazarme hasta Wadi Musa, elegí un restaurante cercano a mi hotel. Y el lugar estuvo bastante bien, con decoración local, atmósfera agradable, y buenos platos. Pedí Hummus (delicioso) y Shish Tawook (un kebab de pollo acompañado de arroz y verduras), acompañado de agua, y rematado con un té. La comida me gustó mucho, aunque como todo en esta zona, más caro de la cuenta.
Caminando de regreso al hotel, ya noche cerrada, no podía dejar de pensar que me encontraba justo al lado de las ruinas de la mítica Petra. Y que al día siguiente podría explorar por fin ese extraordinario lugar. Me moría de ganas…
EL PASADO DE PETRA
Al día siguiente me desperté muy temprano. Y a las 7h ya estaba en el comedor del hotel, con ganas de ponerme en marcha. El desayuno fue realmente abundante: pan con mermelada y mantequilla, salami, huevo duro, té, café… Y una novedad: cereales con leche. Comí a placer, y acabé completamente lleno.
A continuación, me dirigí a paso ligero a la taquilla de la entrada a las ruinas de Petra. Y compré mi ticket de 2 días. El recinto abría a las 6.30h y yo pensaba que ya iba tarde y me encontraría con un montón de grupos de turistas haciendo cola. Pero para mi sorpresa, allí no había casi nadie.
En el pasado Petra alcanzó un extraordinario nivel de riqueza, gracias al cobro de impuestos. Aquí llegaban caravanas de camellos desde el sur de Arabia, cargadas de incienso, mirra y especias. Y partían hacia Grecia y Roma. Además, su ubicación era inmejorable, situada estratégicamente entre Egipto, Siria y Arabia. Su momento de máximo esplendor llegó alrededor del año 15 D.C, durante el reinado del Rey Aretas IV, cuando vivían en la ciudad unas 30mil personas.
Pero dos hechos provocaron el declive de Petra: la aparición de nuevas rutas comerciales, que transportaban los productos por el Mar Rojo directamente hasta el Mediterráneo; y la consolidación de Palmira (en la actual Siria) como parada principal de la Ruta de la Seda. En el año 106 los romanos anexionaron la ciudad a su imperio, creando la provincia de Arabia Petraea, que todavía gozaba de una cierta importancia. Aunque una serie de terremotos la destruyeron casi por completo, y poco a poco fue quedando deshabitada, convirtiéndose en una ciudad perdida. Un secreto tan solo conocido por los Beduinos locales, que durante siglos protegieron el lugar del mundo exterior.
Hasta que el explorador suizo Jean Louis Burckhardt (el mismo que encontró Abu Simbel) redescubrió el lugar en 1812. Su historia es impresionante. Durante años estudió el idioma y costumbres árabes para hacerse pasar por Beduino. Y una vez en la zona, alegó que había hecho una promesa y debía sacrificar un cordero en la Tumba de Aarón, como excusa para poder recorrer el desfiladero donde se encuentran algunas de las ruinas principales. Según indica el Antiguo Testamento, Aarón (hermano de Moisés) murió aquí, y fue enterrado en la cima del conocido como Jebel Haroun, un monte que domina Petra, donde hay una ermita.
En fin, un relato épico. Más tarde visitó el lugar el artista David Roberts, y aquí realizó algunos de sus grabados más conocidos. Cuando leo estas historias se me hace la boca agua. Lo que daría por vivir una de esas aventuras…
FRENTE AL MÍTICO TESORO
Tras comprar mi ticket, caminé a buen ritmo hacia el epicentro de las ruinas. Primero tuve que recorrer unos 3km de escaso interés. Hasta que llegué a la entrada del Siq: un angosto pasadizo de 1,2km de longitud que, en contra de lo que pueda parecer, no se trata de un cañón natural, sino de un enorme bloque de piedra que fue partido en dos por algún terremoto. Estuvo genial poder caminar completamente solo por este mágico lugar, con el eco de los pájaros, las primeras luces del día… Y sabiendo que en cualquier momento me iba a encontrar frente a uno de mis lugares soñados.
Al cabo de unos minutos llegué al final del Siq, y pude ver la imagen más icónica de Petra: el Tesoro. Se trata de una imponente fachada tallada en la roca, de 43 metros de altura, con elegantes columnas de color anaranjado. Una pena que sus relieves principales estén bastante desgastados. Construida como tumba para el Rey Aretas III, se la conoce con el nombre de Tesoro porque cuenta la leyenda que en la urna que corona la estructura escondió sus riquezas el faraón egipcio que perseguía a los israelitas. Aunque para el público general la fachada es conocida por ser la del templo donde se custodiaba el Santo Grial en la película “Indiana Jones y la Última Cruzada”. El exterior era espectacular. Pero el interior no podía ser más simple: un recinto cuadrado de paredes lisas y nulo interés.
Acto seguido, me dirigí rápidamente hasta el inicio de un camino que conducía hasta un Mirador, para contemplar el Tesoro desde otro ángulo. No podía perder tiempo, porque la iluminación todavía era perfecta para sacar fotos, pero en breve las sombras comenzarían a invadir la fachada. Al igual que los grupos de turistas. Pero las prisas no son buenas, y me pasé de largo un desvío, pensando que el camino estaría perfectamente indicado. Así que acabé perdido en las montañas, completamente solo. La parte negativa: que me tiré casi una hora vagando, intentando encontrar el camino correcto, con un desgaste físico añadido. La parte positiva: la sensación de aventura, probando vías de acceso diferentes, buscándome la vida. Incluso vi una especie de zorro que desapareció corriendo.
Al final encontré el camino correcto, pero gracias a un chaval que me dio instrucciones desde la distancia para sortear un barranco, si no aun sigo allí. Por suerte, cuando llegué al mirador no había nadie; y el sol todavía iluminaba por completo la fachada del Tesoro. Así que me senté allí, y me quedé una media hora contemplando el maravilloso espectáculo. Al fondo, cada vez aparecía más gente, que se acumulaba al pie de la fachada. Pero eran pequeños puntos oscuros y no molestaban. Y yo completamente solo, sacando fotos panorámicas, y dejando volar mi imaginación.
Al rato apareció un chaval al que ya había visto durante los últimos días: alojado en el hotel de Karak, visitando el castillo, conduciendo un coche en Dana… Así que charlamos un rato, nos sacamos fotos mutuamente con el Tesoro de fondo, y bajamos juntos hasta la avenida principal. Un tío interesante: francés, trabajaba para Médicos sin Fronteras en Kirkuk (Iraq), viajero empedernido… El tipo de gente aventurera que me encanta conocer durante mis viajes.
VISITANDO EL CENTRO DE PETRA
Ya en la avenida principal, nos despedimos, y continué explorando Petra en solitario. Ahora tocaba recorrer el resto de lugares importantes a parte del Tesoro. Y la verdad es que había mucho que ver:
1. El Teatro, construido originariamente por los Nabateos (tallándolo directamente en la roca), y ampliado por los Romanos, con capacidad para más de 8mil personas. Las vistas bajando del mirador son geniales.
2. El Centro de la Ciudad, erigida durante la etapa de dominio Romano. Aquí se puede ver la Calle de las Columnas. El Gran Templo, con enormes columnas y restos de yeso con colores. El gigantesco Qasr Al-Bint (otro templo mejor conservado). El Templo de los Leones Alados (con poco en pie, aunque buenas vistas de los alrededores, y enormes lagartos correteando entre las piedras). La Iglesia de Petra (con geniales mosaicos romanos en su interior). Y la Iglesia Azul. Como el sol apretaba de lo lindo, y todavía me quedaba mucho que ver, decidí sentarme un rato a leer a la sombra.
3. La Calle de las Fachadas, con numerosas tumbas moldeadas por los elementos a lo largo de los siglos. La apariencia de la roca era impresionante, con formas onduladas y colores cambiantes, de tonalidades rojizas. A esas alturas del día, los grupos de turistas invadían la zona. Un auténtico incordio. Aunque no pude evitar sonreír ante la imagen de dos españoles a lomos de un camello, con una bandera en la mano, y gritando “¡Al ataquerrrrrr!”. Dejando huella, como siempre…
4. Las Tumbas Reales, imponentes. Visité la Silk Tomb (con una magnífica fachada). La Corinthian Tomb (una copia desgastada del Tesoro). La enorme Palace Tomb. Y la Urn Tomb. Desde esta última tumba la panorámica de Petra era espléndida. Incluso se podía ver en la distancia la urna que corona el Monasterio, emergiendo de las montañas. En todas las tumbas era posible entrar. No había mucho que ver dentro, pero la atmósfera era insuperable, con un volumen de turistas bastante reducido.
Ya para acabar la jornada, de camino al Siq, me detuve un rato ante la fachada del Tesoro, para contemplar su belleza. Con las luces del atardecer tenía un aspecto muy diferente al de la mañana, adquiriendo un ligero tono rosado. El atracón de ruinas había sido considerable, así que decidí regresar a mi hotel, con mi mente todavía llena de imágenes para el recuerdo.
A esas alturas estaba bastante cansado. Y todavía tenía por delante 5km de caminata cuesta arriba hasta la salida del recinto. Por suerte estaba en buena forma, y me planté en el hotel a un ritmo frenético, sin parar de adelantar turistas. Esta vez el recorrido por el Siq fue mucho menos atmosférico que a primera hora de la mañana. Con carrozas de caballos a toda pastilla levantando nubes de polvo. Y montones de gente por todas partes. Está claro que en Petra madrugar es un factor fundamental si quieres disfrutar de la visita. Otras cosas que no me gustaron:
1. La abundancia de vendedores ambulantes que ofrecían todo tipo de productos o servicios. Aunque por suerte desaparecían sin insistir ante la primera negativa.
2. La gran cantidad de asnos y camellos que había recorriendo los principales caminos. Porque si te descuidabas corrías el riesgo de ser atropellado. Y porque daban bastante pena, subiendo duras pendientes bajo un sol de justicia, soportando el peso de algún turista entrado en carnes.
Ya en el hotel, me estiré un rato a descansar en la cama, y piqué unas galletas que había comprado en un supermercado cercano. No podía con mi alma.
CENA: MYSTIC PIZZA
Para cenar decidí no complicarme mucho la vida, y me acerqué a este local de fast food al lado del hotel. Aquí cayó un Shish Tawook y una Coke. Me gustó más que el restaurante donde cené la noche anterior: plato abundante y sabroso; mitad de precio; y ambiente tranquilo (era el único cliente). Tras llenar el estómago, no perdí mucho tiempo, y volví a mi habitación, donde al poco ya estaba durmiendo como un tronco.
SEGUNDA JORNADA EXPLORANDO PETRA
Al día siguiente, la mañana comenzó de forma idéntica a la anterior. Desayuno a las 7h, y nada más acabar, caminé a toda prisa hacia las ruinas para anticiparme a las masas.
Tras recorrer los 3km de aproximación, y los 1,2km del Siq (de nuevo prácticamente solo), avancé por la avenida principal y llegué hasta el Teatro. Desde aquí arrancaba la primera ruta que quería realizar: la subida hasta el High Place of Sacrifice. El camino consistió en unos 45 minutos de ascenso, con tramos de escaleras talladas en la roca. Hasta llegar a un punto donde los Nabateos habían nivelado la cima de una montaña, a excepción de dos obeliscos de roca de más de 6 metros de altura, que sobresalían desafiantes. Realmente impresionante.
A continuación, seguí subiendo y llegué hasta el final de la ruta: un altar ubicado en lo alto de una colina, donde muy probablemente los Nabateos ofrecían sacrificios a sus dioses principales: Dushara y Al-Uzza (de animales, e incluso puede que humanos). No quedaba mucho en pie (apenas algunas marcas en el suelo), pero las vistas panorámicas eran espectaculares. Me sentí genial, rodeado de montañas, todavía con el agradable frescor de la mañana. Y me quedé un rato contemplando el lugar.
La segunda ruta del día consistió en regresar a la avenida principal de Petra, descendiendo por el Wadi Farasa (o Valle de las Mariposas). Sin duda fue de lo mejor de la jornada, descubriendo lugares asombrosos de forma relajada y en total soledad. Me sorprendió el contraste entre el centro de Petra, muy masificado, y estas excursiones relativamente cercanas y accesibles que la gente ignora por completo. Me sentí como un auténtico explorador. Esto fue lo más destacado:
1. Lion Monument, un león esculpido en la roca, que representa al dios Al-Uzza. Y que probablemente se tratara de una fuente de agua, con una tubería que salía de la boca del león.
2. Garden Triclinium, un bonito templo ubicado en una explanada rodeada de enormes montañas.
3. Roman Soldier Tomb, una de mis favoritas, de perfectas proporciones, y ubicación espectacular. Difícil explicar lo que sentía mientras me internaba en la tumba, completamente solo, rodeado de piedras milenarias.
4. Renaissance Tomb, con una elegante fachada de diferentes colores, moldeada por la acción del viento.
5. Zantur, el antiguo vertedero de Petra. Una pequeña colina compuesta de infinidad de trozos de cerámica.
Además de los restos arqueológicos, la ruta me permitió contemplar imágenes de la vida diaria de los Beduinos que todavía habitan el valle. Se trata de los Bdul, una de las tribus más pobres. Muchos de ellos ya han sido reubicados por el gobierno a la cercana población de Umm Sayhoun. Pero algunas familias todavía se resisten a abandonar su modo de vida tradicional. Y tienen sus casas en antiguas tumbas, a las que han añadido una puerta de madera. De vez en cuando veía mujeres preparando té en pequeñas fogatas, con sus bebés en brazos. Niños correteando o conduciendo rebaños de cabras… Todo muy auténtico. Tras finalizar la ruta, me senté un rato a la sombra, para descansar y picar unas galletas.
Ya que estaba en la zona, dediqué unos minutos a visitar el Basin Museum, lleno de pequeños objetos encontrados en los alrededores (monedas, cerámica, trozos de esculturas…). Pero nada del otro mundo.
ASCENSO HASTA EL MONASTERIO
La última excursión del día consistió en subir al Monasterio. Uno de los platos fuertes de Petra. De nuevo 45 minutos cuesta arriba, por interminables escaleras talladas en la roca y fuertes pendientes. Aunque el principal problema que encontré fue la multitud de turistas que me acompañó durante todo el ascenso. Era hora punta, y en todo momento estuve rodeado de gente. Algunos iban delante de mí a paso de tortuga y tenía que adelantarles. Otros cabalgaban a lomos de asnos, que hacían lo que podían. En fin, como el camino tampoco ofrecía muchas oportunidades para sacar fotos, me lo tomé en plan deporte, y subí a buen ritmo.
La verdad es que el Monasterio es otra imagen icónica. Una fachada tallada en la roca de estilo y altura similar al Tesoro. Aunque mucho más ancha (casi el doble), y con menos decoración. La fachada está coronada por una urna de unos 10 metros de altura. Se conoce por este nombre porque en su interior se encontraron algunas cruces grabadas en la pared. Pero en realidad se trata de un templo dedicado al Rey Obodas I. Al igual que el Tesoro, su interior es totalmente austero.
Tras explorar de cerca la fachada, decidí sentarme en una roca, alejado de las multitudes. Y allí me quedé un rato, contemplando una buena panorámica del Monasterio, con una tranquilidad total. Para acabar la jornada, continué subiendo un poco más, y llegué hasta dos miradores, que ofrecían unas magníficas vistas del valle y las montañas de los alrededores.
Eso sí, desde los miradores hasta mi hotel había unos cuantos kilómetros. Y cuando llegué a la habitación, tras una caminata que se me hizo eterna, caí rendido en la cama, sin fuerzas para dar un paso más. Así me quedé durante hora y media, en estado de letargo. Pero la jornada aún no había acabado, y que me tuve que poner de nuevo en marcha. Primero, una cena rápida en el Mystic Pizza. Esta vez tiré de fast food, y cayó garlic cheese y una Cheese Burguer, acompañada de una Coke.
VISITA NOCTURNA A LAS RUINAS
A continuación, me dirigí a la taquilla de la entrada a las ruinas, preparado para una última visita: Petra by Night. La verdad es que el propio nombre ya echaba un poco para atrás. Pero tras muchas dudas, decidí jugármela y comprar un ticket para visitar las ruinas de Petra por la noche. Con lo poco que me gustan estos shows para turistas… Pero bueno… Mis guías de viajes daban algunos consejos para hacer la experiencia más llevadera, así que no perdía nada por intentarlo. Eso sí, los comienzos no pudieron ser más descorazonadores. Cuando llegué a la taquilla, ya había un montón de gente. Y durante la espera no pararon de llegar turistas. Al final nos juntamos más de 200 personas, con un griterío realmente agobiante.
A eso de las 20.30h, tras unas breves indicaciones, nos pusimos en marcha y recorrimos el trayecto hasta llegar a la entrada del Siq. Al principio me quedé en la cola del grupo, muy rezagado, y pude disfrutar algo del ambiente. Con el camino flanqueado por velas, y rodeado de sombras. Pero al internarnos en el Siq la gente no paró de tocar las narices, sacando fotos con flashes cegadores que anulaban la magia del momento.
Por suerte en la salida del Siq me esperaba una imagen espectacular: la fachada del Tesoro iluminada por un montón de velas situadas en el suelo, frente a la entrada; un cielo despejado lleno de estrellas; y un beduino de avanzada edad sentado, tocando instrumentos tradicionales (primero una flauta y más tarde un violín). Solo por esto ya merecía la pena la excursión nocturna.
Yo me senté junto a la multitud, bebí un té de cortesía, y estuve admirando el lugar. Y pensar que los primeros turistas que visitaban Petra podían dormir aquí mismo, acampando frente al Tesoro, o cobijados en el interior de alguna tumba… ¡Qué envidia! Lo que pagaría por vivir una experiencia similar… El abuelete continuó explicando historias de su pueblo en un inglés forzadísimo, entre continuos flashes de la gente. Y cuando vi que el show estaba a punto de acabar, me levanté como un resorte y me adentré en el Siq a paso ligero huyendo de la multitud.
Sin duda el regreso al hotel fue lo mejor de la visita. Aquí pude disfrutar del Siq de noche, sin flashes ni gente, envuelto en una atmósfera incomparable. Y llegué a mi habitación con una cara de satisfacción total. Una digna despedida de estas maravillosas ruinas.
CONCLUSIÓN
Solo Petra ya es motivo suficiente para visitar Jordania. Por muchas fotos que hayas visto, las ruinas de esta mágica ciudad te dejarán sin palabras. Eso sí, madruga y accede al recinto lo antes posible, y durante un par de horas podrás disfrutar de lugar con poquísima gente. Una visita de 2 días será suficiente para recorrer los principales puntos de interés, y realizar alguna excursión por zonas menos transitadas. Aunque si tienes tiempo, quédate una jornada más, porque no te faltarán cosas interesantes que hacer. Como subir a las cimas del Jebel Haroun o Umm Al-Biyara, para disfrutar de unas magníficas vistas; o explorar la zona conocida como Little Petra.
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