Explorando la legendaria capital del Imperio Aqueménida, con palacios cubiertos de elaborados relieves y tumbas talladas en la roca
A 60km de Shiraz se encuentran los restos de la que en su día fue la civilización más poderosa del mundo antiguo: el Imperio Aqueménida. Por un lado están las ruinas de Parsa, un espectacular centro de ceremonias que pasó a la historia con el nombre que le pusieron sus conquistadores macedonios: Persépolis. También Naqsh-e Rustam, la necrópolis donde fueron enterrados algunos de los monarcas persas más legendarios. Y por último el recinto arqueológico de Pasargadae, la primera capital del imperio.
La base ideal para organizar una excursión a Persépolis es la ciudad de Shiraz, que cuenta con un montón de opciones para alojarte, locales de comida y varios monumentos de interés.
PREPARANDO LA EXCURSION
El día comenzó a buena hora en el Eram Hotel de Shiraz, disfrutando de un completo desayuno. De nuevo aproveché el buffet disponible, y comí una ensalada de tomate y pepino; dos huevos fritos; pan Lavash con mermelada; y zumo de naranja. En el comedor había un montón de gente, mezcla de turistas iraníes y occidentales. Tras llenar el estómago desalojé la habitación; dejé mi mochila grande en la recepción del hotel; y a las 8.30h me encontré con quien iba a ser mi conductor/guía durante el resto de la jornada.
Hay diferentes formas de visitar las ruinas de Persépolis:
1. Transporte público: viajando en minibús hasta la población de Marvdasht. Y una vez allí, en taxi compartido (Savari) o privado (Dar Baste) hasta las ruinas. Es la opción más económica, pero se pierde bastante tiempo, y dificulta incluir otros lugares de interés, como Naqsh-e Rostan o Pasargadae.
2. Taxi privado: en Shiraz la competencia es feroz, y durante mi recorrido por la ciudad los taxistas me pararon en numerosas ocasiones para ofrecerme excursiones a Persépolis. Imagino que se puede negociar un buen precio, aunque la calidad del servicio será cuestión de suerte.
3. Coche privado con conductor: es una opción algo más cara que un taxi privado, pero si lo contratas en un lugar de confianza (como tu alojamiento) te evitas sorpresas desagradables. Yo elegí esta alternativa y reservé el vehículo en mi hotel. Precio: 230milT por un recorrido de 8.30h a 16.30h, parando en los 3 principales lugares de interés. Persépolis era uno de los platos fuertes de mi viaje a Irán, y no quería jugármela por ahorrar unos pocos euros.
Me hizo gracia comprobar que mi conductor/guía era Ahmed, el chaval que me atendió el día anterior cuando llegué al hotel. Según me explicó, el salario de recepcionista no daba para mucho, y lo intentaba complementar con lo que surgía. La verdad es que se portó genial. Su nivel de inglés era impecable, y durante los trayectos en coche charlamos de un montón de temas. Conocía a la perfección los lugares que visitamos y me explicó historias muy interesantes. Y sobre todo creó una atmósfera relajada y sin prisas, adaptándose en todo momento a mis necesidades. Me recordó mucho a Ali, el conductor de Yazd.
EL IMPERIO AQUEMENIDA
El primer lugar que visitamos fue Pasargadae, las ruinas de la primera capital del Imperio Aqueménida. Están situadas 135km al noreste de Shiraz y tardamos casi 2 horas en llegar, avanzando por una carretera en muy buen estado. Por suerte el coche tenía aire acondicionado, porque en el exterior el calor era asfixiante.
Los orígenes del Primer Imperio Persa son bastante confusos. Los Persas eran un conjunto de tribus nómadas que fueron unificadas durante el siglo VII AC por Aquemenes, fundador de la Dinastía Aqueménida. En sus inicios vivían bajo el dominio del Imperio Medo, y establecieron su capital en Anshan. Hasta que en el año 559 AC llegó al poder Ciro II (conocido como Ciro el Grande), que creó un poderoso ejército y derrotó sucesivamente a los Imperios Medo, Lidio y Babilonio, las grandes potencias de la zona. Y en tan solo 20 años se convirtió en amo y señor de un gigantesco imperio, cuyo territorio abarcaba desde el Mediterráneo hasta el río Indo (Pakistán). El secreto: su tolerancia con los pueblos conquistados, a los que permitía continuar con su religión y tradiciones, siempre y cuando pagaran sus impuestos y le rindieran pleitesía.
Durante su reinado, Ciro el Grande ordenó construir Pasargadae, donde trasladó la capital del Imperio Persa. Aunque paralelamente las ciudades de Ecbatana y Susa (antiguas capitales de los Imperios Medo y Elamita) actuaron como importantes centros administrativos. Tras la muerte de Ciro el Grande en el año 530 AC le sucedió su hijo Cambyses II, que consiguió ampliar aun más el imperio, conquistando Egipto y Libia.
VISITANDO PASARGADAE
Tras pagar la entrada (15milT), Ahmed me llevó en coche hasta los diferentes puntos de interés de Pasargadae, que están esparcidos por un terreno cubierto de hierba amarillenta. La estrella del recinto es la Tumba de Ciro el Grande. Se trata de un sepulcro de piedra con una pequeña entrada, ubicado sobre una pirámide escalonada. En su día estaba rodeada de jardines, y contenía un sarcófago de oro con los restos del monarca. La tumba es una imagen impactante, levantándose solitaria en medio de la llanura.
En cuanto al resto de las ruinas, si no eres un fanático de la arqueología no te van a impresionar mucho. Porque Pasargadae es apenas una sombra de lo que fue, y queda poca cosa en pie. Hay una sala de audiencias cuyas columnas han desaparecido para construir una mezquita cercana; alguna inscripción cuneiforme; la parte inferior de un par de relieves; y los restos de una antigua ciudadela, desde donde contemplé una buena panorámica de los alrededores. Es verdad que hay poquísimos turistas y se respira una atmósfera especial. Pero al final de la jornada me faltó tiempo para otros lugares que merecen más la pena. Así que si viajas a Pasargadae, mi consejo es visitar solo la Tumba de Ciro y continuar la ruta.
LAS TUMBAS DE LOS REYES PERSAS
La siguiente parada fue Naqsh-e Rustam, la necrópolis donde se enterraba a los reyes de la Dinastía Aqueménida. Está situada a 70km de Pasargadae y tardamos una hora en llegar. Allí Ahmed se quedó en el aparcamiento, pagué la entrada (15milT), y caminé solo hasta la base de una pared de roca donde me esperaba una imagen espectacular. Ubicadas a media altura hay 4 enormes cruces talladas con las tumbas de 4 monarcas persas: Darío I (o Darío el Grande); Jerjes I; Artajerjes I; y Darío II. En el centro de cada cruz está la puerta por la que se accedía al recinto donde se encontraba el sarcófago. Y sobre ella, paneles cubiertos de relieves y escritura cuneiforme ensalzando la figura de los reyes.
Por si esto fuera poco, los monarcas de la Dinastía Sasánida, fundadores del Segundo Imperio Persa, decidieron aportar su granito de arena, para dejar clara la conexión entre ambas dinastías. Y añadieron en la base de la pared de roca una serie de relieves de una calidad excepcional. El más famoso es el Triunfo de Shapur I, donde aparece el monarca Sasánida a lomos de un caballo, sosteniendo cautivo nada menos que al emperador romano Valeriano, al que derrotó en la Batalla de Edessa. Pero el resto no se quedan atrás, representando combates a caballo, reyes, o el dios Ahura Mazda.
La necrópolis de Naqsh-e Rustam fue la gran sorpresa de la jornada. Contemplando aquellas tumbas me sentí como en una película de Indiana Jones. Ahmed me dijo que sería una visita breve y me tiré más de una hora examinando cada detalle. No me quería marchar de allí. La luz era perfecta para la fotografía. Además casi no había turistas, porque era la parte central del día y el sol apretaba; y porque mucha gente solo visita Persépolis. Frente a la pared de roca hay numerosos paneles con explicaciones en inglés realmente interesantes. Gracias a ellos me enteré que en su día Naqsh-e Rustam ofrecía un aspecto todavía más impresionante: las tumbas estaban pintadas de vivos colores; y junto a ellas pasaba el cauce de un río.
A escasa distancia de Naqsh-e Rustam está Naqsh-e Rajab, un recinto donde se pueden ver otros 4 relieves Sasánidas de cierto interés. Aunque yo a esas alturas ya iba justo de tiempo, y decidí continuar con la ruta prevista.
RUMBO A PERSÉPOLIS
Tras la visita a Naqsh-e Rustam estaba hambriento, así que pedí a Ahmed que me llevara a algún sitio para comer algo. El chaval eligió un local de fast food en la población de Marvdasht. Allí nos sentamos en una mesa de su elegante comedor, y pedimos un bocadillo de carne de ternera con champiñones y una salsa que estaba deliciosa. Era una auténtica bomba y me costó acabarlo. Para acompañar, ensalada (que casi no toqué) y una Fanta. Eso sí, el precio no fue barato (25milT cada uno). De nuevo en el coche, recorrimos 10km y llegamos a la puerta de acceso a las ruinas de Persépolis.
Cuando el rey Darío I alcanzó el poder en el año 522 AC, el Imperio Persa estaba al borde de la descomposición, con revueltas en varias de sus provincias. Pero en menos de un año consiguió sofocar todos los conflictos. Y se embarcó en nuevas campañas militares que añadieron más territorios al imperio, como Tracia o Macedonia. Fue entonces, en la época de mayor esplendor del Imperio Aqueménida, cuando Darío I (conocido como Darío el Grande) decidió construir una capital a su altura: Persépolis.
Según los expertos, Persépolis era el escenario donde tenían lugar las ceremonias y actos públicos más importantes, como el año nuevo persa (Nowruz). En estas ocasiones acudían a la capital súbditos de todas las provincias del imperio. Así que el objetivo principal de Persépolis era impresionar a sus visitantes, mostrándoles el poder de la Dinastía Aqueménida a través de una arquitectura deslumbrante.
Tras la muerte de Darío I, sus sucesores continuaron engalanando Persépolis durante casi dos siglos. Pero décadas de guerras contra las ciudades-estado griegas debilitaron notablemente la capacidad militar persa. Y en el año 330 AC las tropas de Alejandro Magno irrumpieron como un ciclón y derrotaron al imperio (liderado por Darío III) en la Batalla de Gaugamela. Normalmente, el líder Macedonio se caracterizaba por respetar los territorios que conquistaba, causando el menor daño posible. Pero su paso por Persépolis dejó la ciudad reducida a escombros. Hay quien dice que fue a causa de un incendio involuntario. Aunque otros historiadores apuntan a una venganza por la destrucción de Atenas 150 años antes tras la Batalla de las Termópilas. El caso es que, según narra Plutarco, fueron necesarias 10mil mulas y 5mil camellos para transportar el botín obtenido durante el saqueo de Persépolis.
ENTRE LAS RUINAS DE LA ANTIGUA CAPITAL
Ahmed me dejó en la entrada de Persépolis, se marchó con el coche a la zona de aparcamiento, y quedamos en vernos allí cuando acabara la visita, sin una hora concreta (esto me gustó mucho). Tras comprar el ticket (20milT) accedí al recinto y continué por una amplia avenida hasta las ruinas. De camino pude contemplar una sensacional panorámica del conjunto. Persépolis está ubicada en lo alto de una terraza artificial construida con enormes bloques de piedra, que cubre una superficie de 125mil m2. Y desde la distancia parece un único templo, salpicado de arcos y columnas, con las montañas de fondo. Yo me fui acercando y subí a la terraza por unas escaleras. Esto fue lo más destacado de mi visita a Persépolis:
1. Puerta de Todas las Naciones (o Puerta de Jerjes): por ella la gente accedía al recinto. Está flanqueada por dos pares de Lamassus (deidades de origen asirio, con cabeza humana y cuerpo de toro alado). Una imagen icónica de Persépolis.
2. Palacio de las 100 Columnas: en su día tuvo que ser un monumento asombroso. Ahora hay que dejar volar la imaginación, mientras se camina entre columnas rotas, capiteles con esculturas de toros, leones o águilas, y puertas con relieves.
3. Palacio Apadana: la auténtica estrella de Persépolis. Es la construcción de mayor tamaño, donde los reyes recibían a sus súbditos. Tenía columnas de 24 metros de altura unidas por grandes vigas de madera de cedro, aunque hoy día solo quedan algunas en pie. Y dos escaleras monumentales cubiertas de relieves, que constituyen una de las obras maestras del arte persa.
Las escaleras ubicadas al norte son las más antiguas. En ellas se pueden ver filas de súbditos llevando regalos al rey; y un león saltando sobre el lomo de un toro. Las ubicadas al este son más recientes, y sus relieves se conservan en muy buen estado, ya que permanecieron enterrados durante siglos hasta su descubrimiento en 1932. Aquí destaca uno de sus muros, donde se representa a los ciudadanos de las 23 naciones que formaban el Imperio Persa (grupos de Tracios, Bactrianos, Arios, Licios, Armenios, Babilonios…). Cada uno con sus rasgos físicos característicos, su forma de vestir, y llevando un regalo típico de su lugar de origen. ¡Mi cámara de fotos echaba humo!
4. Tachara (o Palacio de Darío el Grande): uno de los más antiguos, y curiosamente el mejor conservado en Persépolis, ya que no se vio tan afectado por el fuego. Hay numerosos portones lujosamente decorados; y unas escaleras llenas de relieves con la temática habitual (gente con ofrendas, leones y toros, etc…) y escritura cuneiforme.
5. Hadish (o Palacio de Jerjes): este palacio era el doble de grande que el de Darío, pero se encuentra en muy mal estado. Quizás porque Jerjes fue el monarca que dio la orden de arrasar Atenas, y Alejandro Magno le pagó con la misma moneda. En el Hadish hay portones y una escalera con relieves.
6. Tumbas: cerca de las ruinas hay dos tumbas reales talladas en una pared de roca, donde estaban enterrados Artajerjes II y Artajerjes III. Se parecen a las de Naqsh-e Rustam, aunque son menos espectaculares. Como iba fatal de tiempo no pude acercarme, y me centré en otros lugares del recinto.
7. Museo: aquí se conservan algunos objetos encontrados en las excavaciones de Persépolis, como tablillas de escritura cuneiforme, esculturas, relieves… Tampoco tuve tiempo para visitarlo.
En total estuve casi 3 horas recorriendo Persépolis. Frente a cada lugar de interés hay paneles con explicaciones en inglés que hacen prácticamente innecesarios los servicios de un guía. Y no me encontré muchos turistas, disfrutando de algunos palacios en completa soledad. Me lo pasé genial, aunque hubo dos aspectos mejorables:
*Las autoridades iraníes han añadido a las ruinas numerosos elementos realmente molestos. Tubos de hierro para delimitar senderos; paneles de metacrilato de más de un metro de altura frente a los relieves; una enorme cubierta metálica sobre las escaleras al este del Palacio Apadana que las envuelve en sombras durante buena parte del día… Un auténtico despropósito. Entiendo que hay que proteger las ruinas, pero se podían haber buscado soluciones menos invasivas.
*Me faltó tiempo para visitar Persépolis en condiciones (al menos una hora más), y el final fue demasiado apresurado. Ahmed no hubiera puesto ninguna pega, pero es que cuando me fui ya estaba oscureciendo. La verdad es que no me imaginaba que las ruinas eran tan extensas. De haberlo sabido hubiera invertido menos tiempo en Pasargadae y Naqsh-e Rustam.
Por último, un consejo para los amantes de la fotografía. Durante la mañana la luz es perfecta en las escaleras al este del Palacio Apadana y la Puerta de Todas las Naciones. Y se puede subir hasta las tumbas y obtener muy buenas imágenes panorámicas de las ruinas. Por la tarde la luz es mejor en el Tachara, Hadish, Tumbas y las escaleras al norte del Palacio Apadana.
REGRESO A SHIRAZ
Tras unos minutos esperando en la entrada, apareció Ahmed con cara sonriente y nos pusimos en marcha rumbo a Shiraz. Tardamos una hora, y fuimos charlando animadamente mientras se hacía de noche a nuestro alrededor. Una vez en el hotel nos despedimos. El chaval se comportó de forma impecable durante toda la jornada, y encima me había pasado hora y media del tiempo acordado al principio de la excursión. Así que le di 60milT de propina, más que merecida.
En la recepción recuperé mi mochila grande; me cambié de ropa en la sala de oración (tuve que esperar a que un abuelete acabara sus plegarias); y me dirigí en taxi al aeropuerto, donde tomé un vuelo interno hacia Teherán.
CONCLUSIÓN
Las ruinas de Persépolis son una visita imprescindible en cualquier recorrido por Irán. Te recomiendo pasar un día completo, alojándote en Shiraz. Si te gusta mucho la fotografía yo repartiría el tiempo de la siguiente forma: mañana en Persépolis; a medio día, comida rápida y visita a la necrópolis de Naqsh-e Rustam; y por la tarde, regreso a Persépolis, para ver con la mejor luz posible todos los monumentos. En cuanto a Pasargadae, solo lo recomiendo a los muy apasionados por la arqueología. O con tiempo de sobras para dedicarle media jornada extra.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales