Una ruta de 3 días cruzando este parque nacional y coronando su cima más alta, entre montañas con placas de nieve, lagos de origen glaciar y aldeas remotas
Creado en 1948, Pelister es el parque nacional más antiguo de Macedonia. Está situado en el suroeste del país y ocupa una superficie de 170km2. En su interior hay varias cimas que superan los 2mil metros de altura, entre las que destaca el Monte Pelister (o Baba); espesos bosques de pinos Molika y robles; y dos lagos de origen glaciar llamados popularmente los “Ojos de Pelister”. Si cuentas con vehículo propio hay diferentes puntos que permiten acceder a Pelister, como las poblaciones de Brajcino o Magarevo. Al no ser mi caso opté por Bitola, desde donde se puede viajar en taxi hasta Nizhepole y enlazar con uno de los senderos que se adentra en el parque.
La mejor época para visitar Pelister son los meses de verano, entre junio y septiembre, cuando la nieve desaparece de los senderos y las temperaturas son más agradables. Yo recorrí el parque a principios de julio y disfruté de un tiempo genial, con cielos despejados y un sol radiante, aunque todavía quedaban placas de nieve en algunas zonas.
PREPARATIVOS
Mi plan era pasar 3 jornadas en el parque, entrando por Nizhepole y saliendo desde Brajcino. Estos fueron los aspectos a tener en cuenta:
1. Alojamiento: en el interior de Pelister la única opción disponible es el refugio de montaña Golemo Ezero, situado junto al lago del mismo nombre, aunque únicamente abre los fines de semana (incluso en verano). Oficialmente la acampada está prohibida, pero al viajar en solitario yo metí en mi mochila tienda y saco de dormir, y pasé una noche a orillas del lago Malo Ezero sin problema.
2. Equipo: además del material de acampada, para esta excursión me llevé lo estrictamente necesario, teniendo en cuenta que era verano y la previsión del tiempo para los próximos días no podía ser mejor, con sol y temperaturas suaves. Entre mi equipo habitual nunca faltan: linterna frontal con pilas de repuesto; power bank recién cargada para no quedarme sin móvil; bastones de montaña (aunque en Pelister no los llegué a utilizar); cantimplora; y chubasquero. El resto de mi equipaje se quedó en Stone Bridge Apartments hasta mi regreso (el encargado no puso ninguna pega).
3. Comida: en Pelister solo es posible comer en el Refugio Golemo Ezero (si está abierto). Así que yo visité un supermercado Vero situado en el centro de Bitola y realicé una compra para 3 días, incluyendo productos que se conservan bien, como pan, latas de atún, salchichón, barritas energéticas, zumos… En Pelister hay varias fuentes de agua potable, incluida una a escasos metros del refugio, aunque dependerá de la ruta que elijas. Yo decidí comenzar con 3 litros de agua. La compra me costó 790D (unos 13€).
4. Mapas: mi idea era conseguir uno con todas las rutas de Pelister, pero el Centro de Visitantes del Parque se encuentra cerca de la población de Magarevo, situada al norte, y yo accedí por el este. En general los senderos están bien señalizados, aunque hay tramos donde las indicaciones desaparecen (como el que conecta Brajcino con Golemo Ezero) y será imprescindible una app de mapas con GPS (yo utilicé maps.me y me fue genial).
VIAJE: BITOLA – NIZHEPOLE
Entre estas dos poblaciones no hay transporte público, así que me vi obligado a utilizar un taxi. Tras desalojar mi habitación de Stone Bridge Apartments caminé hasta un cruce de Sirok Sokak donde había varios vehículos aparcados y hablé con un taxista. El hombre (Goran) me pidió 300D por el trayecto. Desconozco si había margen de negociación porque el precio me pareció correcto y acepté al momento. De camino fuimos charlando (Goran había visitado Pelister hacía unos días); dejamos atrás las poblaciones de Dihovo y Nizhepole siguiendo una carretera en constante ascenso; y al cabo de 13km llegamos al inicio del sendero.
SUBIDA A GOLEMO EZERO
Mi primera etapa en Pelister era la más complicada (o eso pensaba). Y es que por delante tenía una dura subida con un desnivel positivo de +1.050m para alcanzar Golemo Ezero (Lago Grande). Además no pude encontrar en Internet información sobre las condiciones de la ruta y todavía me acordaba de mi pequeña odisea en Matka Canyon. Pero bueno, decidí tomarme las cosas con calma y comencé a caminar a ritmo tranquilo. Por suerte no tardé en recibir noticias positivas:
*El sendero está perfectamente señalizado, con marcas de pintura roja y blanca cada pocos metros. A veces se bifurca, pero las diferentes opciones acaban uniéndose más adelante. De esta forma apenas tuve que consultar el móvil y me pude dedicar a contemplar el paisaje y hacer fotos.
*No hay fuertes pendientes, tramos aéreos o puntos donde sea necesario trepar por rocas.
*Durante el trayecto pasé junto a dos fuentes de agua helada que me devolvieron la vida. Bebí hasta reventar y así pude mantener intactas mis botellas.
Con esto no quiero decir que la ruta sea un paseo. Sudé a mares, la mochila se me clavaba en los hombros y tuve que parar en innumerables ocasiones para recuperar el aliento. Pero es una caminata accesible para cualquier persona en una forma física aceptable. Yo decidí sentarme a descansar dos veces: una cuando completé los primeros 500m de desnivel, junto a una fuente donde piqué unas gominolas; y otra al alcanzar los 2mil metros de altura.
El entorno me encantó, con profundos valles, bosques de pinos, praderas cubiertas de todo tipo de flores (parecía un jardín), y cumbres que todavía conservaban restos de nieve. La fauna se limitó a pájaros que desaparecían al momento, alguna lagartija, y molestas abejas y avispas que no paraban de zumbar a mi alrededor. El taxista me dijo que en Pelister había muchas serpientes, incluida la Víbora Cornuda, una de las más venenosas de Europa. Yo vigilé en todo momento donde pisaba, sobretodo cuando cruzaba rocas, pero no vi ninguna. Durante la ruta solo me crucé con un lugareño que me adelantó; y una madre con sus dos hijas que bajaban. El resto del tiempo soledad absoluta para disfrutar de las panorámicas. En total tardé 4 horas para llegar al lago.
Golemo Ezero está a 2.218m de altura y es un lago glaciar de aguas transparentes rodeado de montañas. A escasos metros de la orilla hay un Refugio, pero al ser jueves estaba cerrado. Allí había 4 chicas comiendo en una mesa con las que intercambié unas palabras, y al cabo de un rato se marcharon rumbo a Nizhepole. Mi plan era acampar cerca del Refugio, pero soplaba un viento huracanado que lo hacía imposible. Una pena porque el cielo estaba despejado, con un sol impecable, y vi varios lugares perfectos para plantar la tienda. Así que me senté en la parte trasera del Refugio, protegido del viento, y estuve una hora larga pensando qué hacer.
ACAMPADA JUNTO A MALO EZERO
Al final decidí comenzar a recorrer parte de la ruta prevista para el día siguiente y acampar cuando encontrara algún lugar a salvo del viento. Primero avancé por una pista junto a gigantescas placas de nieve que se resistían a desaparecer. Y después me desvié por un sendero sin apenas desnivel, con unas vistas geniales del valle y las casas de Nizhepole. Pero el viento continuaba soplando con fuerza, y cuando localizaba algún sitio que parecía resguardado el terreno no permitía plantar la tienda por algún motivo. Así que al cabo de una hora llegué a Malo Ezero (Lago Pequeño), situado a 2.170m de altura.
Desde Malo Ezero podía ver el Monte Pelister a una distancia que parecía asequible. Incluso estuve valorando la posibilidad de continuar la ruta, subir hasta la cima y regresar al lago antes de que oscureciera, pero ya me pareció excesivo. En Malo Ezero hacía viento, aunque mucho menos que en Golemo Ezero; y entre el sendero y la orilla hay un pequeño llano cubierto de hierba ideal para acampar. Con lo cual decidí pasar la noche aquí.
Montar la tienda fue una auténtica aventura. El viento no me dejaba colocar la cubierta superior; después se rompió una barilla metálica y la parte trasera quedaba hundida (la tuve que sujetar con la mochila para que no saliera volando); y encima algunas piedras no me permitieron clavar las piquetas a mi gusto. Resultado: una tienda de escasa firmeza y con menos espacio en el interior.
A continuación me acerqué a la orilla de Malo Ezero y estuve un rato haciendo fotos. Y después me senté a cenar en una roca. El menú consistió en una lata de atún, salchichón y un zumo de manzana. Realmente espartano, pero en un marco incomparable, con los últimos rayos de sol tiñendo las montañas de color naranja. No muy lejos un grupo de cuervos graznaban sin parar, quizás atraídos por el olor de la comida.
Después de llenar el estómago me metí en la tienda a descansar. La verdad es que se estaba genial, con una suave brisa y temperatura perfecta. Pero a la que desapareció el sol el escenario cambió por completo y empezó a soplar un viento huracanado que amenazaba con desmontar la tienda. Además el frío me obligó a ponerme el abrigo y meterme dentro del saco de dormir. Y yo que estuve a punto de montar únicamente la mosquitera… Una situación muy incómoda, aunque a más de 2mil metros de altura era de esperar.
Antes de dormir me comí un plátano y un zumo. Y cuando salí a lavarme los dientes, ya de noche, la atmósfera era mágica, con el cielo cubierto de estrellas, las luces de Bitola en la distancia, y el sonido de las aguas del lago. En fin, a pesar de los inconvenientes estaba muy satisfecho por cómo había transcurrido la jornada.
ASCENSO AL MONTE PELISTER
Al día siguiente amanecí tras una noche bastante movida. Hubo momentos en los que el viento sopló con fuerza y parecía que iba a salir volando; y no acabé de encontrar una postura cómoda. Así que me desperté en numerosas ocasiones. Por suerte mi saco se portó y no pasé nada de frío. Aunque menos mal que no llovió porque habría acabado empapado. Al final decidí levantarme a las 5.30h, cuando el sol comenzaba a asomar tras las montañas. Desayuné un plátano, un croissant de chocolate y un zumo. Y a las 6.30h ya estaba en marcha, equipado con mi abrigo.
Mi objetivo era coronar la cima del Monte Pelister (2.601m) y de nuevo disfruté de un sendero de escasa dificultad. La señalización es impecable y no hay fuertes desniveles ni puntos que entrañen peligro. De hecho el último tramo discurrió por una amplia pista apta para vehículos 4×4 que comienza en Magarevo, llena de postes con flechas porque una semana antes había tenido lugar la Pelister Ultra-Trail. De camino pasé junto a alguna placa de nieve y dos grupos de caballos. El segundo me obligó a dar un rodeo porque estaban plantados en medio del sendero y me miraban fijamente con las orejas levantadas (había una cría entre ellos). Tardé hora y media en alcanzar un horrible edificio de cemento con una antena de TV; y desde allí caminé unos metros más hasta la cumbre.
Las vistas desde el Monte Pelister son impresionantes, con una panorámica de 360 grados que incluye el Lago Strezhevo Ezero; la ciudad de Bitola; y las aguas del Lago Prespa (el segundo más grande de Macedonia tras Ohrid), con la Isla de Golem Grad. Eso sin contar infinidad de cimas y bosques de un color verde intenso. Como era muy temprano tuve el lugar para mí solo y pasé una hora entretenido haciendo fotos y contemplando el paisaje. Además me esperaba un viento horrible, pero la verdad es que fue muy llevadero. En el Monte Pelister hay una placa en homenaje a Dimitar Ilievski-Murato, el único Macedonio que hasta la fecha ha escalado el Monte Everest. Fue en 1989 y por desgracia falleció mientras bajaba.
REGRESO A GOLEMO EZERO
A las 9h inicié la bajada por la misma ruta, avanzando sin prisas y contento después de haber completado una de las partes más duras de mi recorrido por Pelister. Durante el ascenso a la cumbre el cielo estaba completamente despejado, pero después comenzó a llenarse de nubes que proyectaban molestas sombras para la fotografía. En Malo Ezero me quité el abrigo y estuve unos minutos junto a sus aguas cristalinas. Y de camino a Golemo Ezero me desvié a la derecha por un estrecho sendero que acorta la distancia aunque es más exigente porque pasa por una cima. Eso sí, a cambio ofrece unas vistas inmejorables del lago con el refugio en un extremo y las montañas de fondo. Una alternativa muy recomendable.
Tras dos horas y cuarto llegué al refugio y me senté a comer porque mi estómago rugía. Allí ocupé una mesa de madera protegida del viento y devoré salchichón con pan y un plátano. Me sorprendió que siendo viernes no hubiera nadie en Golemo Ezero. Con el refugio abierto me habría planteado alojarme una noche, pero al no ser así decidí abandonar las montañas de Pelister.
DESCENSO INFERNAL HASTA BRAJCINO
Desde Golemo Ezero mi plan consistía en caminar hasta la población de Brajcino, situada en el límite occidental del parque. Sobre el papel la ruta era un palizón: nada menos que 13km con un desnivel negativo de -1.200m. Pero los senderos en Pelister me habían parecido tan sencillos que no me preocupó lo más mínimo, y a las 12h en punto me puse a andar. El comienzo siguió el guión previsto. Primero recorrí una pista transitable por vehículos 4×4; después continué por un sendero que bordeó la ladera de una montaña; y llegué a un mirador donde disfruté de una panorámica alucinante, con el vertiginoso Valle de Brajcino cubierto de espesos bosques; varias cumbres; las casas del pueblo; y el Lago Prespa en el horizonte. Si todo iba bien a las 15h alcanzaría mi objetivo. Pero después las cosas se empezaron a torcer:
*El sendero dio un rodeo ridículo, y en vez de dirigirse hacia el fondo del valle (el terreno no parecía muy complicado) siguió en horizontal. Así que al cabo de hora y media de caminata todavía estaba a 2.200m de altura.
*De camino tuve que cruzar varias avalanchas de rocas que se tambaleaban bajo mis pies, pasando a escasos centímetros del barranco. Un paso en falso hubiera sido fatal.
Y lo peor no fue esto. Poco a poco las plantas comenzaron a invadir el sendero hasta hacerlo desaparecer por completo, incluidas las marcas de pintura. Y me tocó atravesar zonas donde la vegetación era igual de alta que yo, sin saber qué había debajo, con 3 inconvenientes: tropiezos constantes con piedras y raíces (de hecho me caí un par de veces); peligro de sufrir una mordedura de serpiente, o encontrarme con cualquier otro animal salvaje entre los matorrales (de vez en cuando salían pájaros volando); y continuas consultas al mapa para orientarme.
Fue desesperante. Avanzar metros me costaba un mundo y cuando parecía que el terreno se despejaba volvía a empeorar. La situación me recordó mucho a mi odisea para alcanzar el Monasterio de Rila (Bulgaria). Más tarde me explicaron que fruto de la crisis del coronavirus hacía casi 2 años que no se realizaban tareas de mantenimiento en el sendero.
Yo intenté mantener la calma y no perder la ruta, pero reconozco que se me escaparon un par de gritos de rabia e impotencia. Y es que más tarde la zona se llenó de plantas espinosas que me arañaban los brazos (acabé lleno de heridas que sangraban); ortigas (menos mal que decidí vestir pantalón largo); y barrizales donde se me hundían los pies. Cómo sería la cosa que después de 3 horas andando sin parar seguía a 2mil metros de altura…
Hubo un momento en el que ni el GPS me servía, porque el sendero estaba bloqueado por arbustos impenetrables. Con lo cual tenía que desviarme siguiendo mi instinto y buscar más adelante las marcas de pintura roja y blanca. Aquí reconozco que empecé a desanimarme porque no veía el final del problema, e incluso temí llegar a un punto donde fuera imposible continuar. Pero por suerte una de las veces que retomé el sendero pude caminar sin obstáculos durante unos minutos y llegué al inicio de una amplia pista que se adentró en el bosque.
Este último tramo transcurrió sin incidentes. La pista estaba perfectamente señalizada y me permitió avanzar a buen ritmo, sin desniveles excesivos, rodeado de un bosque muy atmosférico, con pinos Molika (una variedad endémica de los Balcanes) y enormes robles. De camino vi un escarabajo de largas antenas; plataformas de madera sobre los árboles que utilizan los cazadores para ocultarse; un pájaro de dimensiones considerables que desapareció al verme; y tuve que soportar docenas de molestas moscas que se me lanzaban a los ojos (hasta me puse gafas de sol, pero la oscuridad del bosque no me dejaba ver bien y me arriesgaba a una caída).
En un arroyo me encontré a un lugareño descansando (la primera persona del día). Y de vez en cuando pude contemplar buenas panorámicas de las montañas cubiertas de árboles. Me hubiera gustado disfrutar con más calma de esta parte de la ruta, pero se hacía tarde y tenía que buscar un lugar para pasar la noche.
Cuando por fin conseguí llegar a Brajcino, tras 5 horas caminando sin parar, mi estado físico era lamentable: tenía los pies destrozados; tropezaba continuamente con cualquier obstáculo fruto del cansancio; y me moría de sed. Además según avanzaba la tarde el cielo se llenó de amenazantes nubes grises, y al final cayeron algunas gotas de lluvia. Pero había conseguido superar un nuevo reto y estaba contentísimo.
ALOJAMIENTO: VILLA KOSTOVSKI – 920D/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; limpieza extrema; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; propietaria (Divna) muy amable; precio; abundante desayuno incluido.
*Puntos en contra: baño compartido; las habitaciones no tienen llave.
Mi primera opción era Villa Raskrsnica, situada al principio de Brajcino y muy recomendada por mi guía de viajes. Pero cuando llegué el dueño puso cara de circunstancias porque las habitaciones no estaban listas. Además el precio me pareció excesivo (1.800D). Por suerte en el pueblo hay más alternativas y el hombre llamó por teléfono a Villa Kostovski para confirmar que tenían disponibilidad.
Tras caminar un par de minutos llegué a la entrada, donde me recibió Divna. Yo estaba agotado, así que lo primero que hice fue pedirle una cerveza y tomármela sentado en una mesa de la terraza (cuando me marché no me la cobró). Después le pregunté por algún lugar para llenar el estómago y me envió a uno ubicado a escasos metros (incluso llamó por teléfono avisando de mi llegada).
CENA: VILLA LIVAE
Se trata de una guesthouse con restaurante propio y la verdad es que acabé encantado. Al llegar ocupé una mesa de la terraza cubierta y un abuelete me dio un menú en inglés. No hay mucha variedad de platos, pero rápidamente encontré lo que necesitaba: Ensalada Shopska, Selsko Meso (un plato típico de la gastronomía Macedonia que consiste en un estofado con carne de cerdo, champiñones y verduras), y dos cervezas Skopsko. La comida estaba riquísima, con porciones abundantes. Y encima el hombre me regaló unos pimientos asados y un trozo de bizcocho. Aunque los precios pican un poco teniendo en cuenta que se trata de Brajcino (todo me costó 560D).
En la terraza había un esloveno comiendo con su hijo y su madre, y no tardó en empezar a hablar conmigo en un inglés bastante aceptable. Tenía una segunda residencia en Dupeni (un pueblo cercano), estaba de vacaciones y había viajado bastante por Europa del Este. El hombre me cayó bien, pero sobró el momento surrealista en el que me pasó el teléfono con su ex-mujer (¡en modo videollamada!) para que charlara con ella porque había vivido unos años en Córdoba y sabía español. La chica estaba de resaca y le costaba articular palabras. Vaya tela…
Después de cenar regresé a mi habitación y dediqué el resto de la tarde a leer y descansar. Lo había pasado fatal en la montaña, pero acabar el día con una buena cena y un alojamiento acogedor borró todos los malos momentos vividos.
RECORRIENDO ALDEAS DE MONTAÑA
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 8h tras una noche de sueño impecable. No se escuchaba ni una mosca en la casa y dormí casi del tirón. A continuación me vestí y bajé a la terraza de la guesthouse, donde al poco apareció Divna con el desayuno. Fue un auténtico festival: 5 crepes que pude combinar con mermelada y Nutella; dos huevos duros; Ajvar (una pasta típica de Macedonia elaborada con tomate, berenjena y pimientos); queso; café con leche; y té. Acabé a reventar. ¡Y la mujer me preguntaba si quería algo más! Además estuve acompañado por las mascotas del lugar: un cachorro de perro y dos graciosos gatos (el más pequeño era un encanto).
Cuando salí al exterior el cielo estaba completamente nublado y mientras comía empezó a llover con fuerza. Pero al cabo de un rato lucía un sol radiante y pude continuar con mis planes, así que preparé la mochila; desalojé mi habitación; y me despedí de Divna.
En circunstancias normales hay un minibús que conecta Brajcino con Resen, donde es fácil conseguir transporte hasta Bitola. Pero la crisis del coronavirus había provocado la cancelación del servicio y me tocó buscarme la vida. De entrada caminé durante 6km por una carretera local donde apenas pasaban vehículos hasta llegar a una carretera secundaria. La verdad es que el trayecto no se hizo nada pesado. Crucé Brajcino, donde hay numerosas viviendas tradicionales con muros de piedra y balcones de madera; me desvié unos metros a contemplar una iglesia rodeada de lápidas; vi dos pequeños altares con forma de iglesia donde la gente depositaba ofrendas; pasé junto a campos llenos de manzanos (el cultivo estrella de la zona); y atravesé la población de Ljubojno, con mas viviendas antiguas y mansiones señoriales que tenían pinta de estar abandonadas, a juzgar por sus ventanas rotas y paredes agrietadas.
Además a mi alrededor el paisaje era espectacular, con montañas forradas de bosques y el río Brajcino. Fue un paseo muy agradable. Mis piernas notaban el esfuerzo del día anterior pero podía caminar sin problema.
LA IGLESIA DE SVETI GEORGIJE
Ya en la carretera secundaria llegó la hora de hacer autoestop por primera vez en Macedonia. Aquí había más tráfico porque era domingo y a escasos kilómetros se encuentra la Playa de Dupeni, en el Lago Prespa. Pero el hijo de Divna me había dicho que me iba a costar bastante conseguir un vehículo y me preparé para una larga espera.
Por suerte al cabo de un minuto pasó una furgoneta y me dejó subir. Dentro viajaban Ivo y un amigo, y se dirigían a la aldea de Kurbinovo, a unos 12km. Ivo era el único que hablaba inglés (había vivido en Cape Town y Londres) y me explicó que iban a recoger las tejas de un viejo cobertizo para utilizarlas en la casa que se estaba construyendo en Brajcino. Además me dijo que cerca del pueblo había una iglesia que no me podía perder, así que le hice caso y fui con ellos a Kurbinovo, desviándome poco más de 1km de la carretera.
En el pueblo aparcamos junto a la casa del dueño del cobertizo y el hombre nos invitó a un chupito de Rakija (un aguardiente elaborado a partir de diferentes frutas con alrededor de un 50% de alcohol), que tomamos sentados en el patio mientras charlábamos. A continuación dejé mi mochila y el dueño me acompañó a la vivienda del encargado de la iglesia, porque está cerrada con llave. El abuelete me dijo que esperara un momento y me llevaría en coche, pero como tan solo se encontraba a 1,5km preferí caminar y quedamos en vernos allí. Reconozco que viví momentos de incertidumbre, porque el hombre tardó más de la cuenta y pensé que no me había entendido, pero al final apareció acompañado de su hijo (que hablaba muy bien inglés), además de la nuera y una nieta.
La Iglesia de Sveti Georgije (o San Jorge) fue construida a finales del siglo XII, en tiempos del Imperio Bizantino. El exterior es realmente austero, pero los muros interiores están decorados con magníficos frescos que muestran un grado de detalle excepcional teniendo en cuenta su antigüedad. Eso sí, pronto descubrí que a Ivo se le había olvidado comentarme un pequeño detalle: la iglesia llevaba varios años en restauración. Como resultado el exterior estaba cubierto de andamios y plásticos, y dentro había una enorme estructura de madera que tapaba buena parte de los frescos. Al menos pude contemplar el más famoso, situado en el ábside, que representa la Anunciación, con la Virgen y dos Arcángeles (uno de ellos aparece en los billetes de 50D); y me dejaron hacer fotos.
Cuando acabé la visita me acoplé al coche de la familia y me llevaron de vuelta a Kurbinovo sin tener que pagar nada. Allí recuperé mi mochila; me despedí de Ivo y sus amigos; y caminé hasta la carretera secundaria.
REGRESO A BITOLA
De nuevo tuve que hacer autoestop para llegar a Bitola, aunque esta vez me costó algo más porque pasaron bastantes coches que no me hicieron caso. Al final paró uno, pero resultó ser un taxi y me pidió 100D por llevarme hasta la carretera principal que conecta Resen con Bitola. Por supuesto acepté y recorrimos a buen ritmo los 10km de distancia.
A continuación intenté parar otro vehículo porque las posibilidades de que pasara un autobús eran muy remotas (en Ohrid tuve que esperar 3 horas). Y al momento me recogió una simpática pareja de Skopje (Marijan y Silvana) que no solo me llevó a Bitola si no que me dejó en la misma puerta de Stone Bridge Apartments, desviándose de su ruta. De camino fuimos charlando de viajes (ambos hablaban un inglés bastante correcto) y me cayeron genial. Conocer gente tan maja compensa cualquier esfuerzo.
En Stone Bridge Apartments me estaba esperando la misma habitación, una ducha reconfortante, y una cena con un par de cervezas en una pizzería del centro. Una forma inmejorable de acabar mis aventuras por Pelister.
CONCLUSION
El Parque Nacional Pelister me proporcionó la dosis de aventura que necesitaba tras varios días de turismo relajado en el lago Ohrid y Bitola. Aquí acampé solo junto a un lago a más de 2mil metros de altura; me busqué la vida para continuar por un sendero cubierto de maleza; me alojé en una pensión familiar de una aldea remota; hice autoestop; y me desvié de la ruta para visitar una iglesia medieval. Te recomiendo mi circuito de 3 días, siempre y cuando acondicionen el camino que une Golemo Ezero y Brajcino. Aunque si tienes problemas de tiempo, estás en buena forma física y madrugas, también es posible coronar la cima del Monte Pelister y regresar a Bitola en una jornada intensa.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales