Monasterios ortodoxos custodiados por el ejército y una excursión a las Montañas Malditas para visitar un lago de postal con graciosos tritones
Peja (también conocida como Pec, su nombre Serbio) es una ciudad ubicada en el noroeste de Kosovo, pegada a las Montañas Malditas. En el año 1190 Stefan Nemanja incorporó la zona al Reino de Serbia; y más tarde Peja fue elegida como la nueva sede de los Arzobispos (y más tarde Patriarcas) de la Iglesia Ortodoxa Serbia, convirtiéndose en el nuevo centro espiritual del reino hasta su disolución en 1766. Durante el periodo Otomano Peja mantuvo su importancia y se llenó de mezquitas y lujosas viviendas, con una creciente comunidad de origen Albanés. Aunque la Guerra de Kosovo y los altercados del 2004 arrasaron buena parte de la ciudad. Como anécdota, desde 1971 aquí se elabora Birra Peja, la cerveza más popular del país.
A parte del Monasterio del Patriarcado, en Peja no hay muchas atracciones turísticas. Pero se encuentra a pocos kilómetros del Monasterio Visoki Decani; y del Cañón de Rugova, que da acceso a aldeas de montaña y diferentes rutas de senderismo, como la que conduce hasta los lagos Leqinat y Drelaj.
VIAJE: PRIZREN – PEJA
Este desplazamiento comenzó tras desalojar mi habitación de Oltas Pension. Desde allí me dirigí a la Terminal de Prizren; esperé 20 minutos sentado en una sala; y a la hora prevista apareció el autobús que cubre la ruta hasta Peja. No hay muchas salidas diarias así que es mejor consultar los horarios con antelación (en mi caso el siguiente autobús era al cabo de 3 horas). A continuación guardé la mochila grande en el maletero; ocupé un asiento junto a la ventana; y cuando nos pusimos en marcha pagué el billete al ayudante del conductor (4€).
Entre Prizren y Peja solo hay 75km de distancia, pero el autobús se detuvo en infinidad de ocasiones para dejar y recoger pasajeros (cualquier punto de la carretera era válido), con lo cual tardé 2,5 horas en llegar. De camino pasamos por las ciudades de Gjakova y Decan; cruzamos campos de cultivo y zonas industriales; y vi numerosos cementerios y memoriales con banderas Albanesas.
Una vez en la Terminal de Peja caminé 15 minutos hasta el lugar donde había previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: CENTRAL HOSTEL – 15€/Noche
*Puntos a favor: cama doble (aunque se trataba de 2 colchones individuales unidos); limpieza extrema; ubicación inmejorable, en pleno centro de Peja; wifi rápido; ventilador; nevera compartida; café propio situado en la planta baja; vaso de limonada de cortesía al llegar; encargados de la recepción muy amables.
*Puntos en contra: habitación pequeña; baño compartido; el suelo de madera del vestíbulo hace muchísimo ruido y dormirás en función de los horarios de tus vecinos.
Al igual que me ocurrió en Prizren, los alojamientos de Peja son muy caros y no tuve mucha elección, así que acabé reservando 3 noches en Central Hostel a través de Booking. En general quedé contento, aunque el último día unos idiotas me despertaron a las 5h de la mañana haciendo ruido y hablando a gritos como si estuvieran solos y no descansé bien (por supuesto salí a llamarles la atención).
Nada más instalarme salí a dar un paseo por la ciudad, pero antes entré en una panadería y me compré un Burek de carne para recuperar fuerzas(1€).
RECORRIENDO PEJA
Peja es una ciudad moderna de escaso interés y reconozco que no le dediqué mucho tiempo. Me gustó su Plaza Mayor peatonal, con varios edificios históricos como el Hotel Dukagjini (el mejor de la ciudad). También paseé por el pequeño Bazar; vi estatuas rodeadas de banderas de Albania que homenajean a miembros del KLA fallecidos durante la Guerra de Kosovo; un par de mezquitas; y una casa tradicional que alberga el Museo Etnológico. El ambiente era frenético, con gente caminando en todas direcciones; y en los alrededores se levantan las gigantescas cumbres de las Montañas Malditas.
EL PATRIARCADO DE PEJA
La Iglesia Ortodoxa Serbia comenzó su andadura en el año 1219 con San Sava como primer Arzobispo. En un principio la sede estaba ubicada en el Monasterio de Zica, pero en 1253, cuando el Reino de Serbia fue invadido por Hungría, el Arzobispo Arsenije I (sucesor de San Sava) decidió trasladar la sede al Monasterio de Peja, alejado de la zona de conflicto. Más tarde, en el año 1346 el estatus de la Iglesia Ortodoxa Serbia fue elevado a la categoría de Patriarcado por el Emperador Stefan Dusan, y sus líderes continuaron en Peja hasta que los Otomanos revocaron su independencia en 1766.
El Monasterio del Patriarcado de Peja se encuentra 2km al oeste de la ciudad y está catalogado como Patrimonio de la Humanidad junto a otros 3 templos ortodoxos, bajo el epígrafe de “Medieval Monuments in Kosovo”. Yo llegué siguiendo la orilla del río Lumbardhi i Pejes, por un camino lleno de basura. Suerte de las vistas del Cañón de Rugova en la distancia. Antes de llegar al Monasterio tuve que entregar mi pasaporte a una pareja de policías que controlaban el acceso, y me permitieron continuar. Además el recinto está rodeado por un muro de varios metros de altura que protege el interior.
Tras cruzar la entrada me dirigí rápidamente al edificio principal, pintado de rojo y coronado por varias cúpulas. Dentro hay 3 iglesias construidas por diferentes Arzobispos entre los siglos XIII-XIV (Santos Apóstoles, San Demetrio y Virgen Hodegetria), conectadas mediante un vestíbulo. Y justo al lado se añadió la diminuta Iglesia de San Nicolás. Reconozco que el lugar me dejó sin palabras. Fue increíble pasear rodeado de paredes, techos y columnas completamente cubiertas de frescos medievales que representan todo tipo de escenas de la Biblia, santos y personajes destacados de la Iglesia Serbia. Algunos han perdido nitidez, pero en general se mantienen en un estado de conservación admirable, con vivos colores y numerosos detalles.
El Monasterio está habitado por una comunidad de monjas que se toman muy en serio la prohibición de hacer fotos dentro de las iglesias ortodoxas. Durante mi visita había una vestida como Doña Rogelia que no quitaba ojo a los visitantes. Yo estuve alrededor de una hora contemplando cada rincón y al final conseguí varias fotos aprovechando los despistes de la monja (y me la jugaba porque la mujer caminaba sin hacer ruido y aparecía de repente).
Además de las iglesias en el recinto del Monasterio hay un campanario, un cementerio y las ruinas de un antiguo palacio. A continuación regresé caminando al centro de Peja con ganas de una buena cena.
CENA: KULLA E ZENEL BEUT
Un restaurante recomendado por varias guías de viajes, así que me acerqué a comprobar su fama. Al llegar ocupé una mesa de la terraza y leí el menú (en inglés), donde hay bastantes platos típicos. Yo pedí Ensalada Shope; Tava de Ternera acompañado de verduras; y una cerveza Peja. La comida estaba deliciosa (la carne se deshacía en la boca), me atendió un chaval muy simpático, y encima me invitaron a un plato con trozos de pizza para acompañar. Acabé a reventar. Como todavía era pronto, en la terraza solo había una pareja de turistas. Volvería a este sitio sin dudarlo. Precio: 10,3€.
Después de cenar hice una compra de comida en un supermercado y me dirigí al hostel. Ya era de noche y en las calles había un montón de perros de diferentes tamaños (con etiquetas de vacunación en la oreja). También numerosos mendigos, con niños descalzos pidiendo limosna y ancianos escarbando en las papeleras. Mis viajes siempre me enfrentan a este tipo de contrastes.
Una vez en mi habitación caí redondo en la cama. Estaba cansado tras un día intenso, y el siguiente lo iba a ser aun más.
EXCURSION A LAS MONTAÑAS MALDITAS
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 6.30h. Por la noche, mientras leía, se escuchaban ruidosos vehículos, música, perros ladrando y gritos. Pero a partir de las 0.30h el silencio fue absoluto. A continuación desayuné un plátano, un croissant de chocolate y un yogurt; preparé la mochila pequeña, incluyendo 3 litros de agua, el chubasquero y cosas para picar; y caminé hasta la Terminal de Peja.
Mi plan era hacer una excursión por las Montañas Malditas (o Bjeshket e Nemuna en Albanés), que forman parte de los Alpes Dináricos y se extienden por Kosovo, Albania y Montenegro. El origen de este nombre tan poco atractivo está vinculado a diferentes leyendas locales, como la de una madre que perdió a sus tres hijos en la zona y maldijo a las montañas. Aquí el transporte público es bastante limitado. Desde Pej la única opción es un minibús con dos salidas diarias (8h y 15h) que recorre el Valle de Rugova hasta la población de Bogë. Obviamente yo elegí el de las 8h, ocupé un asiento de la fila individual y nos pusimos en marcha. Precio: 3€.
El trayecto duró 45 minutos, avanzando por una estrecha carretera entre enormes paredes de roca y frondosos bosques. Las vistas son espectaculares y me hubiera encantado poder parar a hacer alguna foto (hay varios miradores). Cuando llegamos a la población de Kuqishtë me bajé del minibús y comencé a caminar. La idea era cubrir un tramo del Peaks of the Balkans Trail, una ruta que discurre por las Montañas Malditas con 192km de longitud y un desnivel positivo de +10mil metros (se suele realizar en 10 días). De esta forma me aseguraba senderos transitables y bien señalizados.
Estas fueron las etapas:
1. Lecinat i Dresajt: un tramo totalmente prescindible en el que me limité a seguir una serpenteante carretera llena de curvas en constante ascenso. Por suerte apenas había tráfico y el cielo estaba bastante nublado, así que pude cubrir kilómetros a buen ritmo hasta alcanzar la pequeña aldea de Lecinat i Dresajt, con casas de madera modernas y dos restaurantes.
2. Lago Leqinat: en las afueras del pueblo me desvié a la derecha por un sendero señalizado con marcas de pintura roja y blanca y continué subiendo. Primero atravesé un bonito bosque, entre coloridas flores y el sonido de docenas de pájaros. Y después encaré una serie de durísimas rampas que me dejaron sin respiración, con un terreno pedregoso y resbaladizo. Pero todo mereció la pena cuando llegué al Lago Leqinat, de origen glaciar, situado a casi 2mil metros de altura. Justo en ese momento apareció el sol, y las montañas y bosques que lo rodean se reflejaban en sus aguas cristalinas. Y encima no había absolutamente nadie (un sábado de agosto). No paré de hacer fotos.
Yo seguí caminando hasta la orilla opuesta y me senté en una roca junto a la orilla. Allí me comí un Burek que había comprado el día anterior; y me entretuve contemplando la fauna local. A menos de un metro varios tritones nadaban tan tranquilos (su barriga era de color naranja). También vi en el agua una especie de sanguijuela; y de vez en cuando aparecían revoloteando enormes libélulas. Fue un gran momento. Hasta que empezó a llegar gente y decidí continuar la ruta.
3. Lago Drelaj: sobre el papel esta etapa no entrañaba dificultad pero se complicó más de la cuenta. En algunos puntos el sendero pasó a centímetros de un profundo barranco; tuve que trepar por unas rocas con una caída mortal a mi espalda; y perdí bastante altura, que luego me tocó recuperar. Y todo para encontrarme el pequeño Lago Drelaj completamente seco (desconozco si ocurre habitualmente en verano). Al menos crucé un bosque muy atmosférico, con árboles cubiertos de musgo y alguna ardilla. Y el lago está rodeado de imponentes montañas, como el Monte Leqinat (2.340m).
En total recorrí 8km desde Kuqishtë, con un desnivel positivo de +800m.
REGRESO A PEJA
Tras unos minutos en el Lago Drelaj volví por el mismo camino. Primero sorteé de nuevo los obstáculos hasta llegar al Lago Leqinat. Allí me encontré un ambiente muy distinto, con una familia de lugareños asando carne y escuchando música a todo volumen; y varios grupos distribuidos por la orilla. Nada que ver con mi experiencia un rato antes. A continuación bajé a Lecinat i Dresajt midiendo cada paso para no resbalar con las piedras, y cruzándome con un montón de gente que se dirigía al lago. Madrugar en estos sitios suele tener su recompensa.
En Lecinat i Dresajt estuve muy tentado de comer en el Te Liqeni Restaurant, pero al final preferí continuar y buscar algún sitio en la parte baja del Valle de Rugova. Me hubiera gustado hacer autoestop para quitarme de encima el tedioso tramo de carretera, pero solo pasaron dos coches en mi dirección, y encima cuando ya había cubierto gran parte del trayecto, así que no intenté detenerlos.
COMIDA: SHPELLA RESTAURANT
El minibús regresa a Peja a las 9h y 16h desde Bogë. Como todavía me quedaban 45 minutos me acerqué a comer a este local. Tras ocupar una mesa de la terraza examiné el menú (en inglés) y pedí Ensalada Shope, Pimientos asados con salsa de yogur, y una cerveza Peja. La verdad es que la comida no me volvió loco: la ensalada era pequeña; y el plato principal (recomendado por el camarero) consistió en dos escuálidos pimientos flotando en un mar de salsa. Pero bueno, solo me costó 5,5€.
Aunque lo peor ocurrió cuando acabé de comer. El camarero me dijo que podía esperar el minibús allí mismo porque él tenía controlado cuando pasaba. Yo al principio acepté, pero después cambié de opinión y preferí esperar en la parada, ante la cara de condescendencia del chaval. Menos mal, porque al cabo de unos minutos apareció el minibús a toda velocidad. Si hago caso al camarero pierdo mi única opción de volver a Peja en transporte público y hubiera tenido que hacer autoestop o gastarme el dinero en un taxi. En fin…
El viaje a Peja transcurrió sin incidentes. Fui controlando mi ubicación en el mapa y me bajé lo más cerca posible del hostel. Tenía los pies bastante doloridos y una molesta rozadura en el muslo, así que no estaba para andar más de la cuenta. Una vez en mi habitación me pegué una ducha y me estiré en la cama a descansar, solventando la cena con dos plátanos, galletas y un yogur.
EL MONASTERIO DE VISOKI DECANI
Al día siguiente me desperté tras otra noche de sueño impecable. Una vez en pie desayuné; preparé la mochila con mis cámaras de fotos; y me dirigí a la Terminal de Peja para visitar el último lugar de interés de la zona.
El Monasterio de Visoki Decani comenzó a construirse en 1327 por orden de Stefan Decanski, Rey de Serbia. En ese momento el monarca no se imaginaba que pocos años más tarde acabaría destronado por su propio hijo, estrangulado y enterrado en el monasterio cuando todavía no habían acabado las obras. Visoki Decani ha sobrevivido milagrosamente a todos los conflictos que arrasaron gran parte de las iglesias de Kosovo: la ocupación Otomana, las dos Guerras Mundiales, la Guerra de Kosovo y los altercados del 2004. Su iglesia medieval se considera una de las mejor conservadas de los Balcanes y forma parte del Patrimonio de la Humanidad.
Visoki Decani está ubicado a 16km de Peja, en las afueras de la población de Decani. Nada más llegar a la Terminal encontré un autobús que en apenas 5 minutos salía hacia Prizren y pasaba por Decani. Así que ocupé un asiento; pagué el billete (1€); y en media hora me bajé en el centro (el avanzó muy despacio en busca de más pasajeros). A continuación caminé 2km hasta el monasterio, siguiendo una carretera que cruza un tramo de bosque, con bonitas vistas de las montañas y un sol radiante.
En el año 1999 la comunidad Albanesa de Kosovo buscaba venganza tras las atrocidades cometidas por el ejército Serbio, y el Monasterio de Visoki Decani se convirtió en uno de sus principales objetivos. Fruto de esta amenaza la OTAN asignó una unidad de la KFOR (Kosovo Force, integrada por soldados de diferentes países) para proteger el lugar. Menos mal, porque durante este tiempo han tenido que enfrentarse a situaciones complicadas, como una multitud lanzando cócteles molotov (2004) o un ataque sorpresa con granadas (2007). Durante mi visita las cosas se habían calmado bastante, pero las medidas de seguridad eran extremas. En concreto:
–Primer control de la KFOR: saludé a dos soldados y continué caminando. Su función es controlar el paso de vehículos, con bandas de frenado y un tanque por si surgen problemas.
–Segundo control de la KFOR: aquí un soldado se quedó mi pasaporte y llamó por teléfono a un cura para confirmar que podía acceder al recinto del monasterio.
–Tarjeta de Visita: que debía lucir visible en el pecho.
–Puerta: estaba cerrada con llave y el soldado se encargó de abrirla y cerrarla otra vez cuando entré.
Eso sí, a pesar de todo me sorprendió que nadie registrara mi mochila, pero bueno. Imagino que mi cara no despertó sospechas…
El exterior del Monasterio de Visoki Decani me gustó, con dos puertas decoradas con relieves. Pero lo realmente interesante está en el interior. Sus paredes, techos y columnas están llenas de coloridos frescos bizantinos con escenas de la Biblia (el Génesis, la vida de Jesús…), además de santos y monarcas del Reino de Serbia. Un auténtico festival de arte medieval que pude disfrutar a solas durante un buen rato. La fotografía está prohibida, pero solo había un encargado limpiando y no me costó mucho esquivarle.
Cuando ya me dolía el cuello de tanto mirar hacia arriba decidí regresar a Decani. Más tarde, mientras esperaba el autobús en el centro, me senté en una terraza a tomar un café con leche (0,5€). Allí estuve charlando un rato sobre la situación de Kosovo con el camarero y un abuelete hasta que apareció el vehículo.
El trayecto hasta Peja no tuvo mucha historia. Una vez en mi habitación dediqué el resto de la tarde a leer y descansar. Y al día siguiente cogí un autobús rumbo a Pristina (4€), poniendo punto y final a mi recorrido por Kosovo.
CONCLUSION
Peja es el principal motivo por el que a los Serbios les duele haber perdido el territorio de Kosovo, ya que en sus alrededores se encuentran los dos monasterios más importantes de la Iglesia Ortodoxa Serbia, hoy día seriamente amenazados por grupos radicales de Albaneses. A mí me encantan los frescos medievales y tanto el Monasterio del Patriarcado como el de Visoki Decani son visitas imprescindibles (sin duda los mejores de mi recorrido por los Balcanes). Te recomiendo una estancia mínima de 2 jornadas, incluyendo la excursión al lago Leqinat para una primera aproximación a las Montañas Malditas (semanas después les dediqué más tiempo durante el Valbona-Theth Trek en Albania).
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales