Una caminata de 4 días por el Vale do Pati acompañado de dos simpáticas francesas, un incompetente guía local y una molesta lluvia
El Parque Nacional da Chapada Diamantina fue creado en el año 1985 y ocupa una extensión de 1.520km2 en la parte central del estado de Bahía. El paisaje está dominado por las Chapadas: montañas de cimas planas con forma de mesa, cubiertas de una vegetación tropical, y rodeadas de cascadas, cuevas y pozas de agua cristalina. Todo un paraíso para los amantes de la naturaleza. Durante el siglo XIX se descubrieron minas de diamantes en la zona, que se explotaron hasta hace muy poco (de ahí el nombre del parque).
La mejor época para visitar la Chapada Diamantina es durante la temporada seca, entre los meses de abril y octubre, aunque las precipitaciones pueden hacer acto de presencia en cualquier momento. Yo recorrí el parque en octubre y llovió bastante, arruinando parte de mi ruta por el Vale do Pati. El principal punto de partida es Lençois, una bonita población de calles adoquinadas y casitas de colores.
VIAJE: SALVADOR – LENÇOIS
Realicé este trayecto por la noche, para aprovechar el tiempo y de paso ahorrarme la noche de hotel. Además, para evitar sorpresas, reservé el billete de autobús con antelación a través de la página web de Busbud (74R). Llegué a la Rodoviaria de Salvador gastando muy poco gracias a la ayuda de Elizabeth, la simpática encargada del Hostel Calle 13, ya que solicitó un taxi utilizando su aplicación de Uber; y me unió con dos chicas que también iban a la Terminal. Así que solo tuve que pagar 7,5R. Recomiendo mucho este alojamiento.
Ya en la Rodoviaria, fui al mostrador de la compañía Real Expresso, entregué el comprobante de pago y me dieron el billete. Tuve el tiempo justo para ir al lavabo, y a las 23.30h estaba en el andén listo para subir al autobús, que apareció puntual. La anécdota se produjo cuando una de las chicas que viajó conmigo (de Londres) había dejado su pasaporte en el hostel por seguridad y el ayudante del conductor no le permitió acceder al vehículo (en Brasil es obligatorio). La otra chica me pidió que intermediara, porque no tenían ni idea de portugués. Pero el hombre se mantuvo inflexible y la pobre acabó quedándose en Salvador con cara de consternación. Vaya tela…
El trayecto duró 6 horas para recorrer 430km hacia el oeste de Salvador. Yo viajé en un asiento realmente cómodo, y a la 1h me quedé dormido, escuchando música con mi iPod. A eso de las 5h me desperté con el día ya clareando, y me entretuve contemplando el paisaje, con extensos bosques cubiertos de bruma, hasta llegar a la Rodoviaria de Lençois, donde caía una fina lluvia.
PREPARANDO LA EXCURSION
Mi plan de cara a los próximos días era explorar el Parque Nacional da Chapada Diamantina. Para ello decidí contratar los servicios de una agencia local. Siempre intento evitar viajar acompañado de guías, pero en este caso era necesario, por tres motivos:
*Es una zona remota y solitaria, donde los senderos marcados escasean y no hay carteles con indicaciones. Por tanto es muy fácil perderse.
*En algunos puntos del recorrido hay que cruzar ríos con bastante agua, o subir montañas por pasos de cierta complicación. Con el riesgo de sufrir algún accidente y no tener a quien pedir ayuda.
*Viajaba con el tiempo justo, y la agencia se encargó de gestionar el transporte, alojamiento y comidas.
Con esto no digo que sea imposible recorrer la zona de forma independiente. Pero deberás tener mucha experiencia en este tipo de situaciones, y contar con todo el equipo necesario. A modo de ejemplo, tan solo unos meses antes de mi visita un turista catalán que viajaba solo había muerto en el parque, tras caerse de una cascada de varios metros de altura y romperse una rodilla (según dejó escrito en su diario). Esto le impidió continuar y, a pesar de una intensa búsqueda, las autoridades tardaron año y medio en encontrar el cadáver.
Después tuve que decidir los lugares a visitar. En la Chapada Diamantina las posibilidades son infinitas, aunque en general tenía dos opciones:
*Alojarme en Lençois y hacer excursiones de un día a los diferentes lugares de interés de los alrededores: Cachoeira da Fumaça (la segunda cascada más alta de Brasil, con 340m); Morro do Pai Inácio (con fantásticas vistas); Gruta do Lapao (una gigantesca cueva de arenisca); los humedales de Marimbus (conocido como el “Pantanal de Chapada”); Poço Azul (una preciosa poza natural)…
*Realizar una ruta de varios días adentrándome en el parque.
Tras darle muchas vueltas, al final elegí la segunda opción. En concreto una ruta de 4 días que recorre el Vale do Pati, considerada una de las mejores de Brasil. Comienza en la población de Guiné y acaba en Andaraí, cubriendo un total de 72km. Por el camino descubriría cascadas y miradores con vistas únicas de la Chapada Diamantina.
Por último me tocó elegir la agencia de viajes. Antes de aterrizar en Brasil dediqué muchísimas horas a investigar en Internet, y al final me decanté por Volta Ao Parque. Es una agencia de turismo de Lençois con más de 10 años de experiencia; cuenta con una página web muy completa donde encontré un montón de información; las valoraciones de otros viajeros son excelentes; y me ofrecieron una ruta que se ajustaba perfectamente a mis necesidades. La única pega: que tardaron bastante en confirmarme la reserva y me empecé a poner algo nervioso, porque se acercaba el día del vuelo.
Yo realicé la ruta junto a mi amigo Jose y nos costó 1.280R por persona todo incluido (unos 370€ cada uno). Pagué el 50% en el momento de la reserva mediante tarjeta de crédito, y el otro 50% en efectivo el mismo día que comencé la ruta.
ULTIMAS GESTIONES EN LENÇOIS
Al bajar del autobús en la Rodoviaria vi a un chaval con una hoja de papel donde estaba escrito mi nombre. Se trataba de Luan, el guía con el que iba a pasar las próximas 4 jornadas. En ese momento no me imaginaba que se convertiría en uno de los peores guías que he tenido que soportar en mis viajes. Por cierto, allí descubrí que Jose y yo compartiríamos la ruta con dos chicas francesas de origen paquistaní: Andlib (muy guapa, corredora de maratones) y su hermana Saïqa (más introvertida y en una forma física muy precaria, teniendo en cuenta lo que nos esperaba).
Luan nos llevó en coche a los cuatro hasta la Pousada dos Mineiros, un alojamiento situado cerca del centro de Lençois. Mi idea inicial era esperar en la Terminal de Autobuses, pero la agencia me propuso utilizar una habitación durante unas horas y me pareció perfecto. Ellos se encargaron de realizar la reserva, por tan solo 25R. A cambio pude utilizar el lavabo; cambiarme de ropa; cargar las baterías de mi cámara de fotos; preparar la mochila grande con las cosas que no iba a necesitar y guardarla en la Pousada; y hasta dejar una bolsa de ropa sucia y recogerla lavada a mi regreso (20R extra).
Por si esto fuera poco, en el precio estaba incluido un abundante desayuno. Con todo listo bajamos al comedor y en compañía de las chicas francesas disfrutamos de un buffet libre compuesto por huevos revueltos, jamón york y queso, fruta, zumo y café con leche. Un gran comienzo.
A las 8.30h apareció Luan y nos llevó a las oficinas de Volta Ao Parque. Allí pagué la parte que faltaba, y al cabo de un rato subimos a una furgoneta y nos pusimos en marcha.
DIA 1: LENÇOIS – GUINE – VALE DO PATI
El trayecto hasta Guiné duró 2 horas. Mientras estuvimos en Lençois no había parado de llover, pero por suerte el tiempo fue mejorando y al final las nubes desaparecieron, dando paso a un sol impecable. De camino pude contemplar buenas vistas, con montañas de formas curiosas (llamadas Morros) cubiertas de bosques. Aunque también me empecé a dar cuenta que la organización de Volta Ao Parque no era ni mucho menos perfecta:
*Retrasos: fueron constantes. En las oficinas de la agencia estuvimos casi una hora esperando la furgoneta; después nos desviamos para llevar a dos clientas al inicio de su ruta; y una vez en Guiné Luan nos dejó en un bar y se marchó a comprar la comida necesaria para los próximos días. Esto último me desconcertó: si habíamos pagado el 50% de la excursión por anticipado, ¿no podían tener la comida ya preparada? Las francesas empezaban a enfadarse, pero yo intenté ser paciente, y en el bar me comí un Misto (sándwich de jamón york, queso y huevo) con un café con leche; y compré una botella de agua para llenar mi cantimplora.
*Guía: Luan y el conductor de la furgoneta (Jonathan) se pasaron todo el trayecto hablando de tipos de Cachaça, porros, fiestas… Y flirteando con las francesas. Ni una mínima introducción al Parque Nacional, la geología o fauna de la zona, etc… Hombre, yo tampoco esperaba un doctorado en ciencias, pero es que a Luan la Chapada Diamantina le importaba un pimiento.
Desde Guiné continuamos por una pista sin asfaltar hasta el punto donde comenzaba la ruta; y nos pusimos a caminar. Por cierto, Jonathan también se unió (imagino que se aburría, o quiso probar suerte con las francesas). Estos fueron los lugares más destacados del recorrido:
1. Serra do Sincorá: para empezar tocó subir hasta la cima de la cadena montañosa que se extendía ante nosotros. Fue duro, porque con tanto retraso ya eran las 12h y el sol pegaba con fuerza, y acabé empapado en sudor. Aunque a Saïqa le costaba bastante seguir el ritmo y paramos en varias ocasiones. Desde arriba pude contemplar unas bonitas vistas de la zona.
2. Gerais do Río Preto: a continuación caminamos por la parte superior de la montaña, cruzando una extensa llanura cubierta de vegetación exótica, con todo tipo de arbustos y flores de vivos colores. Este ecosistema es típico del centro de Brasil y se conoce como Cerrado. Me encantó. En la distancia había Morros que parecían castillos en ruinas. Luan avanzó a toda prisa, pero yo me quedé muy rezagado, contemplando el paisaje y haciendo un montón de fotos.
Al final llegamos al Río Preto, llamado así por su color (preto significa “negro”), causado por los sedimentos del fondo. Aquí nos detuvimos un buen rato. Yo me escondí tras unas plantas, me puse el bañador y me metí en el río. El agua estaba helada y solo me secundó Andlib, pero después de unos minutos nadando entré en calor y la sensación era genial. Eso sí, tras las lluvias el río bajaba con bastante agua y la corriente me arrastraba. A parte de nosotros solo había una pareja: un chico con una brasileña espectacular… ¡que resultó ser su guía! Pues de buena gana la hubiera cambiado por Luan…
Tras el baño me senté en una roca a secarme. Luan nos repartió unas bolsas de picnic bastante completas y aprovechamos para comer. Dos sándwiches, una chocolatina, una barrita energética y fruta (naranja y plátano). Justo lo que necesitaba.
3. Mirante do Pati: tras el descanso seguimos atravesando la llanura. Por el camino sorteamos varias charcas de agua; cruzamos un precario puente hecho con ramas de árbol; y nos encontramos a un lugareño a lomos de un caballo rarísimo, con franjas negras en las patas. Hasta que alcanzamos el plato fuerte del día: el Mirante do Pati. Un mirador desde el que contemplamos una panorámica memorable del valle, con varios Morros cubiertos de selva extendiéndose hacia el horizonte. Aquí también nos sentamos unos minutos, y Jonathan decidió regresar a la furgoneta.
Desde el mirador bajamos hasta el fondo del valle por una fuerte pendiente que puso a prueba mis rodillas. Después subimos por la ladera opuesta pasando junto al Morro do Cruzeiro (llamado así porque está coronado por una cruz). Y volvimos a bajar hasta llegar al lugar donde teníamos previsto pasar la noche. En este tramo pudimos ver algo de fauna: un espectacular buitre Urubu Cabeza Amarilla posado en una rama; un escarabajo volador de grandes dimensiones; una rana; y un Colibrí. No estuvo mal.
ALOJAMIENTO: CASA DE DOÑA LEIA
Se trata de una sencilla vivienda de color azul propiedad de Doña Leia, una anciana de gesto serio que me cayó muy bien. La ubicación del lugar es espectacular, al pie de un enorme Morro y rodeada de espesos bosques. Las francesas, Jose y yo dormimos en la misma habitación, donde había 10 camas distribuidas en literas equipadas con gruesos edredones. Y en una construcción anexa, dos lavabos con ducha de agua fría (aunque la primera noche Luan calentó un cubo de agua para Saïqa y yo utilicé la que le sobró).
Una vez instalados en la casa nos sentamos en el exterior a charlar un rato. Yo me tomé una cerveza (7R); y después una sencilla Caipirinha que nos preparó Luan. Como las francesas no entendían portugués me tocó hacer de intérprete y traducir al inglés los comentarios del guía. No fue sencillo, porque aunque el portugués es muy similar al español, a veces se me escapaban cosas. Pero bueno, salí del paso.
A continuación pasamos al comedor y cenamos. El menú consistió en un buffet libre con carne de ternera (muy dura) acompañada de arroz, frijoles, y ensalada de tomate, pepino y lechuga. Para beber agua, que venía directa del río (quizás por esto durante mi estancia en la Casa de Doña Leia no anduve muy fino del estómago). Tras la cena estuvimos hablando otro rato. Después las chicas y Jose se fueron a dormir, y yo me quedé fuera escribiendo, sentado en un escalón de piedra junto a la entrada, con mi linterna frontal (que atraía todo tipo de insectos). Allí me estuve hasta cerca de la medianoche, mientras a mi alrededor no paraba de llover de forma intensa.
DIA 2: CACHOEIRAS
La jornada comenzó a la 7.15h tras una noche de sueño impecable; y a las 8h ya estaba sentado en el comedor listo para desayunar. De nuevo disfruté de un buffet libre con productos deliciosos (muchos de ellos elaborados por Doña Leia): pan con mermelada de fresa; un bizcocho riquísimo; queso; macedonia de plátano y mango; cereales; miel; café con leche… Acabé a reventar.
Por la mañana teníamos previsto subir a la cima del Morro do Castelo. Pero el cielo estaba cubierto de nubes grises que tapaban las montañas, y Luan nos dijo que esperáramos un rato a ver si despejaba, porque no se la quería jugar a que nos pillara la lluvia allí arriba. Aunque el “rato” se alargó hasta las 2 horas. Y para nada, porque hubo que cancelar la excursión. Según Luan, para llegar al Morro teníamos que cruzar a pie el río Pati (no había puente). Y con las lluvias de los últimos días el agua bajaba con mucha fuerza y era demasiado peligroso. Menuda decepción. La única alternativa fue visitar los lugares de interés previstos para la tarde: un par de cascadas situadas a lo largo del río Funis.
Así que nos pusimos en marcha a las 10.30h. De entrada seguimos un sendero en constante ascenso con muy buenas vistas del valle; y después bajamos por un terreno resbaladizo. Pero una vez en el río llegaron los problemas. El caudal era importante y lo tuvimos que cruzar varias veces, descalzándonos y arremangándonos los pantalones. Con la dificultad de que había mucha profundidad, y teníamos que mantener el equilibrio sobre resbaladizas rocas que no se veían, a riesgo de caerme y darme un golpe; o mojar la cámara de fotos. Fue un auténtico calvario y lo pasé fatal. Al final me hice daño en el pie izquierdo y me dolía bastante; y las chicas acabaron mojadas, con Andlib terminando la ruta descalza, porque se le empaparon las zapatillas.
Otro peligro eran los desprendimientos. En un punto de la orilla cayeron unas rocas enormes, y justo hacía unos segundos que habíamos pasado por allí. Toda una aventura. En cuanto a las cascadas:
1. Cachoeira das Bananeiras: muy normalita. La vimos desde la distancia.
2. Cachoeira dos Funis: esta cascada sí que mereció la pena. Un salto de agua de unos 30m de altura que forma una piscina natural de grandes dimensiones. Nadie se quería bañar, pero con lo que costó llegar yo me quité la ropa y me lancé de cabeza. El agua estaba muy fría, aunque me acostumbré en unos minutos. Y la cascada caía con una fuerza brutal. Al salir tuve la suerte que apareció el sol, y me senté en una roca a secarme. Mientras Luan preparó la comida: un sándwich de salami, atún y queso; una ensalada gigante de zanahoria, pepino, tomate, olivas y maíz; una piña que estaba deliciosa; y unas galletas de chocolate Negresco (la copia de las Oreo). Sentó de maravilla. Y tuvimos el lugar para nosotros solos, sin otros turistas.
A continuación nos quedamos un rato charlando y descansando. Pero Luan se lo tomó demasiado en serio, y se echó una siesta tan larga que al final le tuvimos que despertar para regresar al alojamiento. Menudo personaje… La vuelta fue igual de accidentada, llena de momentos de tensión al cruzar el río. De camino pude ver una araña enorme sobre una piedra; y una pequeña serpiente que según Luan era muy venenosa (la llamó “cascabelinha”).
TARDE DE RELAX
Poco antes de llegar, Luan hizo un alto en la Casa de Seu Wilson, otro alojamiento de la zona. Allí nos sentamos y aproveché para tomarme una cerveza helada (7R). Pero una vez más la espera se alargó más de la cuenta, mientras el guía bromeaba con sus amigotes. Las chicas estaban indignadísimas, y al final nos marchamos sin él porque el sendero no tenía pérdida. Eso sí, nos acabó dando alcance… para detenernos en una tienda y comprar Cachaça para hacer unas Caipirinhas (esta vez pagué yo, porque una botella de 0,5l costaba solo 8R).
Ya en la Casa de Doña Leia nos sentamos en el porche. Luan nos trajo un par de Caipirinhas (una de limón y la otra de naranja) y cacahuetes, y estuvimos hablando durante horas de infinidad de temas. Mientras a nuestro alrededor caía la noche; los árboles de los alrededores se iluminaban con montones de luciérnagas que se encendían y apagaban, creando una atmósfera surrealista; y aparecía la luna, perfectamente visible contra un cielo despejado. Está claro que podíamos haber aprovechado mejor el día, pero esos momentos fueron impagables, y justificaron por sí solos la visita a la Chapada Diamantina.
Más tarde entramos en el comedor para cenar. Yo me serví un buen plato con carne de ternera y pollo, arroz, frijoles, y ensalada de tomate, pepino y calabaza. Y continuó la charla. La verdad es que Andlib y Saïqa me cayeron genial, y me encantó compartir con ellas la ruta. Luan se enteró que en una casa cercana había un grupo de excursionistas brasileñas, se marchó y ya no le volvimos a ver (aunque no nos importó).
Al igual que la noche anterior, Jose y las chicas se fueron a la habitación. Y yo me quedé escribiendo con mi linterna frontal junto a la puerta. Esta vez no llovía y estuve sentado bajo las estrellas, rodeado del sonido de miles de insectos.
DIA 3: MORRO DO CASTELO
Al día siguiente Luan llamó a la puerta de la habitación a las 7h. Yo no había dormido muy bien, porque tenía el estómago lleno de gases y me desperté en varias ocasiones. Pero a las 7.30h ya estábamos listos en el comedor para desayunar. El buffet libre fue idéntico y me dejó como nuevo. En el exterior el tiempo era perfecto, con un cielo azul completamente despejado y un sol que ya se empezaba a notar. Así que cogimos las mochilas y nos pusimos en marcha sin pérdidas de tiempo.
En principio este día nos tocaba visitar el Cachoeirao, un mirador desde el que se pueden ver varias cascadas cayendo al fondo del valle. Después las chicas regresarían al punto donde nos dejó la furgoneta, porque habían contratado una excursión de solo 3 días; y Jose y yo continuaríamos avanzando por el Vale do Pati rumbo a Andaraí, pasando la noche en un alojamiento diferente. Pero la tarde anterior propusimos a Luan un cambio: visitar el Morro do Castelo, y dejar el Cachoeirao para el día siguiente. Con lo cual Jose y yo saldríamos del valle por Guiné en lugar de Andaraí; y nos alojaríamos otra noche en la Casa de Doña Leia. De esta forma renunciábamos a parte de la ruta, pero a cambio no nos perdíamos ninguna de sus principales atracciones. Luan se lo pensó bastante y acabó accediendo.
Al poco de empezar a caminar tuvimos que descalzarnos y cruzar el río Pati. En teoría este era el lugar tan «peligroso» que el día anterior nos obligó a cancelar la excursión. A mí me pareció muchísimo más sencillo que cruzar el río Funis, aunque quiero pensar que era porque no había llovido en las últimas 24 horas.
Después iniciamos la subida al Morro do Castelo, llamado así por su forma, parecida a la de un castillo. La pendiente era muy dura, primero por un sendero embarrado, atravesando vegetación exótica; y después trepando por las rocas, agarrándonos a las ramas de los árboles. Fue divertido. Por suerte me encontraba en plena forma y avancé sin problema. Aunque acabé empapado en sudor; y el pie izquierdo me seguía doliendo tras mis aventuras por el río Funis.
Cerca de la cima tuvimos que cruzar una enorme cueva. Aquí Luan dio una nueva muestra de sus cualidades como guía, y nos preguntó si habíamos traído nuestras linternas. No nos había avisado de que las necesitaríamos, así que las dejamos en el alojamiento. Menos mal que las francesas tenían sus móviles y pudieron iluminar el camino, porque en el tramo central de la cueva la oscuridad era total, y tanto en la entrada como en la salida había un fuerte desnivel. En fin, a parte de esta “anécdota”, fue un gran momento.
Tras salir de la cueva caminamos un poco más y llegamos a la parte superior del Morro do Castelo. Desde allí pudimos contemplar una panorámica memorable. Ante nosotros se extendían los valles de Pati y Calixto, cubiertos de una espesa vegetación tropical, con numerosos Morros hasta el horizonte. La luz era perfecta para la fotografía, y nos quedamos media hora disfrutando del lugar. En los alrededores encontré plantas y arbustos que no había visto en mi vida. Durante el recorrido esperaba ver algo de fauna, pero la cosa se limitó a una lagartija descansando sobre una roca.
Para regresar al alojamiento utilizamos el mismo camino. Después de la cueva Luan nos dejó solos para ir preparando la comida, pues las chicas iban algo justas de tiempo. Así avanzamos a nuestro ritmo, charlando y haciendo fotos. En el río Pati se me ocurrió un paso alternativo para no tener que quitarme las zapatillas, saltando por las rocas. Resultado: acabé con un pie dentro del agua, y Saïqa con los dos. En fin… Al final llegamos a la Casa de Doña Leia a eso de las 12h.
OTRA TARDE TRANQUILA
Al cabo de unos minutos pasamos al comedor, donde nos esperaba un menú idéntico al del día anterior: sándwich, ensalada y fruta. Estaba muy rico así que nada que objetar. Mientras comíamos apareció un Colibrí, que se alimentaba del néctar de las flores del jardín. El zumbido era muy desagradable (parecía un moscardón), pero de cerca es un ave preciosa.
A continuación las francesas se tenían que marchar. Yo intercambié datos de contacto con Andlib, con la que hubo muy buena conexión en todo momento, compartiendo un montón de vivencias personales. Tiempo después incluso estuvimos a punto de realizar un viaje juntos. Pero al final la cosa se enfrió (ella vivía en Lille, muy lejos de Barcelona) y no nos volvimos a ver más.
Como Jose y yo no teníamos nada que hacer, decidimos recorrer junto a Luan y las chicas el primer tramo de su ruta. Fue un paseo muy agradable por el valle, siguiendo el camino del primer día, hasta llegar al pie de la montaña, donde nos despedimos. Más tarde Andlib me explicó la odisea que vivieron. Luan solo las acompañó hasta el Mirante do Pati, y desde allí tuvieron que caminar solas hasta el punto donde nos dejó la furgoneta. Esto solo ya me pareció muy fuerte. Pero es que encima cuando llegaron al lugar les tocó esperar durante horas hasta que apareció el vehículo, mientras a su alrededor caía la noche, sin poder avisar a nadie. Un auténtico desastre…
Jose y yo regresamos solos a la Casa de Doña Leia. Al pasar junto al río Pati vi una pequeña piscina natural en medio del bosque y decidí pegarme un baño. Pero al cabo de unos minutos ya estaba fuera: había montones de pequeños peces que no paraban de mordisquear mi piel (no me gustó nada la sensación); y en una roca a escasa distancia descubrí un enorme insecto de aspecto horrible. Así que me vestí y continuamos hasta el alojamiento. Allí pedí una cerveza helada (7R), me senté a descansar en el porche, y viví otro atardecer mágico, con un cielo de color azul intenso, un buitre Urubu Cabeza Amarilla revoloteando, montones de luciérnagas, el sonido de pájaros e insectos… Me encantó.
Después llegó Luan y preparó la cena. Yo me comí un par de platos con carne de ternera, frijoles, arroz y patatas fritas, acompañados de otra cerveza (ésta más caliente), y acabé a reventar. Por lo visto esa noche había una especie de fiesta (Forró) en una casa cercana y Luan quería que le acompañáramos. Pero el chaval ya iba hasta arriba de Cachaça y no me hizo ninguna gracia acabar rodeado de lugareños borrachos, con lo cual me inventé que me dolía el estómago y me fui a la habitación. Con otro guía me lo hubiera pensado, pero con Luan… Mejor no jugármela.
DIA 4: VALE DO PATI – GUINE – LENÇOIS
La última jornada de la ruta comenzó tras una noche desapacible. Me moría de sed (se me olvidó llenar la cantimplora y la puerta del comedor estaba cerrada con llave); seguía fatal del estómago (ese agua de río…); y a las 6h se escucharon los gritos de dos lugareños que partían con sus mulas hacia Guiné a comprar provisiones. Pero bueno, a las 7h sonó mi alarma y a las 7.30h estaba desayunando en el comedor (mismo menú). Mientras comía apareció de nuevo un gracioso Colibrí revoloteando.
Como ya comenté, el plan del día era visitar el Cachoeirao. Pero cuando salí al exterior me encontré con un cielo cubierto de nubes grises que tapaban las montañas. Luan me dijo que con ese tiempo no merecía la pena subir al mirador porque no se vería nada, y me ofreció regresar a la Cachoeira dos Funis, pero yo insistí en intentarlo y nos pusimos en marcha, despidiéndonos de Doña Leia. Como la primera parte de la ruta seguía el camino por el valle que ya conocíamos, Luan nos dejó marcharnos solos mientras acababa de preparar las cosas.
Cuando nos alcanzó la bruma era muy espesa y había empezado a llover. El chaval volvió a decirnos que era una tontería subir al Cachoeirao en esas condiciones, aunque yo me resistí. Me daba mucha rabia perderme una de las principales atracciones del Vale do Pati. Y además, a esas alturas no me fiaba ni un pelo de Luan, que quizás estaba intentando ahorrarse la caminata. El caso es que al final me propuso una alternativa: regresar a Lençois y visitar dos lugares de interés en los alrededores que no pintaban mal. Así que acepté.
Desde allí recorrimos la misma ruta que el primer día. Subimos por la montaña hasta el Mirante do Pati; cruzamos la llanura de Gerais do Río Preto; y bajamos al punto donde nos dejó la furgoneta. De camino llovió bastante y tuve que ponerme el chubasquero y proteger mi mochila. Y no paré de ver plantas exóticas, incluidas varias orquídeas. Como aún faltaba un rato hasta la hora acordada con la furgoneta (las 12h), decidimos continuar hasta Guiné, siguiendo una pista de tierra de escaso interés. Tan solo vi algunos termiteros de color naranja y una hormiga gigante.
En Guiné nos sentamos en un bar y compartí con Jose una Fanta de litro (4,5R). Y lo que debía ser una espera de unos minutos se alargó hasta las dos horas y media. Aquí mi enfado ya era considerable, y acabé estallando con Luan, que encima no me explicaba por qué no estaba allí la furgoneta. Menudo impresentable… Al final el vehículo apareció a las 14.30h, con buena parte del día malgastado, y el ambiente muy enrarecido.
EL MORRO DO PAI INÁCIO
Tardamos hora y media en llegar a Lençois, y en las afueras nos desviamos por una pista sin asfaltar hasta el primer lugar de interés que me había propuesto Luan: el Morro do Pai Inácio. Junto al aparcamiento arranca un sendero que lleva hasta la cima, con 1.120m de altura. Ya no llovía y el cielo estaba algo despejado, así que subí a un ritmo frenético para no perder más tiempo, cruzándome con un montón de turistas.
Al cabo de 15 minutos estaba paseando por la parte superior de la montaña, rodeado de un paisaje espectacular: plantas curiosas, cactus con flores, zonas de piedra caliza erosionada donde se acumulaba el agua creando bonitos reflejos, una enorme cruz metálica… Además, desde el Morro do Pai Inácio se puede contemplar una de las imágenes más icónicas de la Chapada Diamantina, con varios Morros de paredes naranjas y el valle cubierto de frondosa vegetación. Me gustó mucho.
De regreso en el aparcamiento ya faltaba poco para la puesta de sol, con lo cual no dio tiempo a visitar el segundo lugar de interés que sugirió Luan: el Poço do Diabo, una cascada con una piscina natural para bañarse. En fin, sin comentarios… A cambio subimos a la furgoneta y el conductor nos dejó en la puerta de la Pousada dos Mineiros, en el centro de Lençois, donde nos despedimos.
Tras una puesta a punto más que necesaria (de nuevo 25R por utilizar una habitación), salí a la calle con ganas de llenar el estómago, porque no habíamos comido nada desde el desayuno y me moría de hambre.
CENA: RESTAURANTE MADJI
Las principales avenidas del centro de Lençois estaban llenas de restaurantes con acogedoras terrazas donde había mesitas de madera iluminadas con velas, creando un ambiente muy acogedor. Eso sí, los precios eran carísimos, y para mi gusto demasiados turistas. Así que opté por este local algo apartado del meollo, con una terraza donde solo había una familia de lugareños cenando. Pedí Picanha a la brasa (solomillo de vaca), acompañada de arroz y Feijao Tropeiro (frijoles con harina de mandioca, huevos y verdura). La carne estaba deliciosa, y la acompañé con una cerveza de 0,6l. Para rematar 2 Capirinhas (la primera cortesía de la casa). Precio: 50R. La anécdota se produjo cuando apareció el cocinero y resultó ser un chaval de Zaragoza que llevaba 4 meses viviendo en Lençois. Qué casualidad… Estuvimos un rato charlando y era muy simpático.
Tras la cena di un paseo por Lençois y me dio pena no tener un día extra para dedicar a este precioso pueblo. Está atravesado por un río, y tiene una antigua iglesia de adobe, callejuelas estrechas y fotogénicas viviendas. Además al día siguiente comenzaban las fiestas locales, y había programados conciertos de música y un montón de actividades. En fin… Yo en cambio tuve que regresar a la Pousada, desalojar la habitación y caminar hasta la Rodoviaria, donde me esperaba un autobús nocturno de vuelta a Salvador.
CONCLUSION
La Chapada Diamantina es uno de los mejores parques nacionales de Brasil, y eso en un país con tantas maravillas naturales es decir mucho. Está ubicado en una zona aislada donde se llega tras un viaje de 6 horas en autobús, pero a cambio ofrece paisajes espectaculares, con una vegetación única, cascadas (entre ellas la segunda más alta del país), ríos, pozas naturales, montañas de formas curiosas… Durante mi visita no vi mucha fauna, aunque quizás fuera por los terribles incendios que azotaron el parque hacía menos de un año (2015). Si el tiempo no es un problema te recomiendo pasar 7 días: 4 para realizar la ruta del Vale do Pati y 3 para explorar Lençois y sus alrededores. De lo contrario tendrás que elegir.
En cuanto a mi experiencia con la agencia local Volta Ao Parque, la verdad es que no puedo recomendarla, y si regresara a la Chapada Diamantina probaría con otra. Los retrasos y pérdidas de tiempo fueron constantes; y el guía no aportó nada, a parte de mostrarnos el camino. Es verdad que la climatología no ayudó, pero no es excusa para todo lo que ocurrió. Por suerte la belleza del parque y la compañía de Andlib y Saïqa compensaron con creces cualquier inconveniente.
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