Más excursiones en lancha para descubrir todo tipo de animales exóticos, alojado en una tranquila pousada junto al río Cuiabá
Mato Grosso (el estado donde se encuentra el Pantanal) significa “selva densa” y es una de las regiones más remotas de Brasil. Durante muchos años perteneció a la corona española en base al Tratado de Tordesillas, firmado en 1494 con el Imperio de Portugal para repartirse los territorios del Nuevo Mundo. Pero grupos de Bandeirantes (exploradores y soldados de fortuna amparados por los portugueses) realizaron innumerables incursiones hacia el interior sin respetar el acuerdo, en busca de oro y esclavos; y fundaron Cuiabá en 1719. Al final, en 1750 se firmó el Tratado de Madrid, en el que Portugal se quedó oficialmente con la totalidad de Brasil.
El Mato Grosso era conocido por sus condiciones hostiles. Solo se podía llegar en río tras una dura travesía de varias semanas; estaba lleno de mosquitos y enfermedades desconocidas; y habitado por tribus de feroces guerreros, como los Bororos del Pantanal. Aunque en la actualidad hay vuelos regulares a Campo Grande y Cuiabá; el boom de las plantaciones de soja y caña de azúcar está modificando el paisaje a pasos agigantados; y los descendientes de las tribus han quedado relegados a lugares como el Parque Indígena do Xingu.
SEGUNDO DIA EXPLORANDO EL PANTANAL
La jornada en el Pantanal comenzó con mi alarma sonando a las 5.30h, y a las 6h ya estaba en el comedor del hotel listo para desayunar. El buffet libre era casi idéntico al del día anterior, y comí un sándwich de jamón york y queso, macedonia de fruta (piña y melón), un trozo de bizcocho, y dos tazas de café con leche. A continuación preparé la mochila pequeña y caminé junto a Jon hasta la orilla del río Cuiabá. Mientras aparecía el barquero con su lancha me entretuve observando unos graciosos Cardenales que revoloteaban por el embarcadero (muy difíciles de fotografiar).
Una vez en la lancha nos dirigimos a la zona del Parque Estadual Encontro das Águas, y estuvimos 5 horas navegando por el río Tres Irmaos en busca de fauna. La mañana amaneció con el cielo algo nublado, aunque en principio no parecía haber riesgo de lluvia. El día anterior había sido épico, disfrutando de espectaculares encuentros con Jaguares. Tan difícil de superar que temía aburrirme el resto del tour. Pero la verdad es que la mañana estuvo entretenida.
Para empezar encontramos una familia de Nutrias Gigantes (lontra) nadando junto a la orilla; y otra pescando. La atmósfera era genial, completamente solos, así que nos quedamos un rato contemplando la escena. Es asombrosa la facilidad con que estas criaturas capturan peces. Una Nutria se estaba comiendo uno, sosteniéndolo con sus patas delanteras, y me pude acercar bastante, consiguiendo muy buenas fotos. Un gran momento, porque se trata de animales realmente huidizos. Después vimos dos hembras de Ciervo del Pantanal, que desaparecieron rápidamente; un Halcón; dos Capibaras tumbadas sobre la arena; un Caimán devorando un enorme pescado; y alguna que otra Garza Real.
Hasta que sonó la radio del barquero. Se había producido un avistamiento de un Jaguar no muy lejos de donde estábamos, y hacia allí que fuimos. Era una hembra que caminaba lentamente por la orilla del río en busca de una presa (Capibara o Caimán), y la estuvimos siguiendo durante bastante tiempo. El Jaguar atravesó zonas de plantas de color verde intenso, y playas de arena dorada; y le pude hacer fotos desde todos los ángulos posibles, a veces a escasos metros de distancia. Un animal imponente. En un par de ocasiones desapareció entre los arbustos, y cuando emergía de nuevo, con su característico pelaje, era todo un subidón de adrenalina.
Aunque no estuve ni mucho menos solo… A mi alrededor había montones de lanchas cargadas de turistas (la mayoría equipados con objetivos gigantescos) que estropeaban la magia del momento. Algunas se metían en medio tapándonos las vistas sin ningún tipo de respeto. Y otras se encontraban en un estado lamentable, con ruidosos motores que expulsaban nubes de humo negro. Un auténtico incordio. Además no me gustó la estrategia de Jon, que nos alejaba del meollo para esperar al Jaguar en otro punto del río (sin poder hacer fotos); y al final para nada, porque las lanchas se iban moviendo y acababan rodeándonos sin darnos prioridad.
No me extraña que el Jaguar decidiera marcharse de allí y se alejara del río. Nosotros nos quedamos un rato esperando, pero ya no le volvimos a ver. Jon nos explicó que el día anterior habíamos tenido mucha suerte. Como la mañana que llegamos a Porto Jofre había llovido con fuerza y la Transpantaneira estaba llena de barro, muchas agencias decidieron cancelar sus salidas. Esto provocó que al día siguiente hubiera menos lanchas en el Pantanal. Y esa relativa tranquilidad ayudó a que pudiera presenciar la escena del Jaguar cazando un Caimán (con tanta lancha es más complicado). Así que mi objetivo de contemplar Jaguares estaba cumplido con creces.
Cuando ya se acercaba la hora de comer emprendimos el regreso al hotel. Y de camino nos encontramos con una gran sorpresa: un Tapir (anta) que nadaba por el río. Es un animal enorme y cuesta verlo en libertad. Los machos suelen pesar 225kg, con un característico morro alargado y una cresta de pelo. Le estuvimos siguiendo unos minutos junto a otras dos lanchas. Pero al final se paró junto a la orilla, sumergido casi por completo en el agua, y ya no se movió. Así que continuamos hacia el hotel.
TARDE PASADA POR AGUA
En el comedor me esperaba un buffet impecable. Por fin pude probar la Feijoada, un plato popular de Brasil que consiste en un guiso de frijoles y verduras con salchicha y carne de cerdo. Estaba muy rico. Además me serví otro plato con carne de ternera, quiche de verduras, arroz y farofa. Para acompañar, una Coke (4R). Y de postre gelatina de fresa (no me gustó nada) y un café con leche. Acabé a reventar. Tras la comida charlé un rato con la pareja hispano-italiana. Y me fui al bungalow a descansar.
Esta vez retrasamos una hora la excursión de la tarde por el Pantanal, hasta las 15h, para evitar el calor sofocante. Aunque a las 14.30h Jon llamó a la puerta para avisarme de la presencia de varios Tucanes en los alrededores. Yo salí a toda prisa con mi cámara pensando que desaparecerían al momento. Pero por suerte aguantaron unos minutos a no mucha distancia, con buena iluminación, y pude hacerles fotos geniales. Son aves espectaculares, con sus enormes picos de color naranja. Eso sí, las moscas estaban al acecho y no paraban de picarme en los brazos. ¡Qué daño hacían!
Más tarde caminamos hasta la orilla del río, subimos a la lancha, y regresamos a la zona de la mañana. En un punto nos encontramos a toda la flota de embarcaciones turísticas esperando la aparición de un Jaguar. Pero yo acordé con Jon que era mejor alejarnos de allí en busca de otro tipo de fauna y una atmósfera más auténtica. Y fue una gran decisión. Vimos un Chajá (una especie de pavo); una pareja de impresionantes Jabirús; unos Caracaras; un colorido Abejaruco; una cría de Caimán fuera del agua (de color verde por el lodo que la recubría); un Águila de negro plumaje sobre la rama de un árbol; y un grupo de Tucanes (demasiado lejos).
Aunque poco a poco el cielo se fue cubriendo de nubes oscuras, con el sonido de los truenos en la distancia y un viento cada vez más fuerte. Y al final la tormenta descargó sobre nosotros. Yo me puse el chubasquero, protegí mi mochila con una funda impermeable, y me acurruqué encajando la lluvia como pude, mientras las olas zarandeaban la embarcación. La lancha sin techo es genial para la observación de fauna, pero en estas situaciones… Al cabo de un rato dejó de llover y pasamos junto al grueso de barcas turísticas, que seguían esperando al Jaguar sin importarles la lluvia. Los enormes objetivos estaban cubiertos con fundas especiales, y me hizo mucha gracia un hombre que tenía puesta una gorra-paraguas. Pero Jon nos dijo que se acercaba otra tormenta y decidimos regresar al hotel, llegando a las 17.30h (un rato antes de lo previsto).
En mi bungalow me quité la ropa mojada, me pegué una ducha de agua caliente que me devolvió la vida y, tras un rato descansando, fui a cenar al comedor del hotel. En el buffet libre me serví un plato más que generoso con pollo, rollitos de carne rellenos de verduras, arroz, pasta, frijoles, farofa y ensalada. Para acompañar una Coke. Y de postre un trozo de flan (delicioso) y un café con leche.
A diferencia de la noche anterior, Jon estaba más hablador y nos contó historias apasionantes del Pantanal. Nos habló de la Fazenda Sarmiento, de propiedad privada, que está llena de Jaguares (desde el río se ven unas casitas blancas). Del peligro de conducir de noche por la Transpantaneira, ya que hay búfalos enormes que bloquean el paso y embisten a los vehículos. Y de muchos otros lugares interesantes en la zona que por desgracia no podría visitar por falta de tiempo.
De vuelta al bungalow estuve unos minutos jugando con el gracioso perro de los dueños del hotel (cuando llegué me ladraba desconfiado pero ahora cada vez que me veía se acercaba moviendo el rabo). Y me preparé para una noche de sueño más que merecida.
TERCER DIA EXPLORANDO EL PANTANAL
Al día siguiente la mañana en el Pantanal empezó con la misma pauta de jornadas anteriores: alarma a las 5.30h; abundante desayuno en el comedor del hotel; y antes de las 7h ya nos encontrábamos navegando en la lancha. Aunque la cosa no prometía mucho: el cielo estaba nublado; y al poco de ponernos en marcha comenzó a caer una fina lluvia que me obligó a ponerme el chubasquero. Por enésima vez el mal tiempo amenazando mi ruta por Brasil…
En total estuvimos 4 horas investigando en busca de fauna. Como ya habíamos tenido una buena dosis de Jaguares y el río Tres Irmaos estaba lleno de lanchas turísticas, Jon nos propuso recorrer el río Piquirí. Allí disfrutaríamos de más tranquilidad y tendríamos la oportunidad de ver animales diferentes del Pantanal, así que acepté sin dudarlo. Para empezar vimos un par de Jabirús a los que pude hacer muy buenas fotos: con las alas extendidas, metiendo el pico en el agua, primeros planos… Son aves imponentes. A todo esto, poco a poco dejó de llover y el cielo se empezó a despejar.
Tras un rato navegando llegamos a la Pousada Paraiso, un alojamiento ubicado junto al río gestionado por un conocido de Jon. Y bajamos a dar un paseo por sus terrenos. En ese momento no tenía ni idea del festival de fauna que estaba a punto de disfrutar… Primero vi una numerosa familia de Capibaras que caminaban a sus anchas por los jardines (una tenía la pata rota y un profundo corte en el lomo, probablemente fruto del ataque de un Jaguar). También descubrí un gracioso Agutí (un roedor de largas patas). Y una pareja de Pavones Muitú (en inglés bare-faced curassow), un ave preciosa con una elegante cresta de plumas.
Pero lo mejor fue poder contemplar dos seres mucho menos habituales. Por un lado un Armadillo (tatú). Uno de los empleados de la pousada nos avisó, dejó unos trozos de fruta sobre la hierba, y al poco apareció un ejemplar. Se trata de una criatura de aspecto fascinante, con el cuerpo recubierto de un caparazón formado por placas; pequeñas orejas puntiagudas; y una larga cola. El Armadillo no paraba de moverse, pero le vi muy de cerca (en un par de ocasiones pasó a mi lado y me olisqueaba el pie en busca de más comida). Fue un gran momento.
Después escuché el inconfundible sonido de los Guacamayos en unos árboles cercanos y fui a verlos. Pero para mi sorpresa se trataba de un grupo de Guacamayos Jacinto (arara azul), que todavía no conocía. Es la especie de mayor tamaño, con su plumaje de color azul oscuro y una mancha amarilla en los ojos y el comienzo del pico. Me encantó una pareja que no paraba de dedicarse atenciones y conseguí hacerles fotos geniales.
A continuación tocó abandonar la Pousada Paraiso y regresamos al hotel. De camino ya lucía el sol; y el barquero nos dijo que su radio no había dado señales de vida, con lo cual no se produjo ningún avistamiento de Jaguares durante la mañana. Aquí me alegré mucho de viajar acompañado de un guía experimentado y lleno de recursos. Ya en el hotel, me fui un rato a descansar al bungalow, y hasta pude dormir unos minutos. El Pantanal no dejaba de darme sorpresas.
DESPEDIDA DEL PARQUE
A la hora habitual fui al comedor del hotel con ganas de llenar el estómago. Allí me serví un buen plato con carne en salsa, Pollo Strogonoff, arroz, frijoles, farofa y ensalada. Para acompañar una Coke. Y de postre gelatina de fresa y un café con leche. Como siempre, inmejorable. Tras la comida me quedé un rato hablando con mis vecinos. Primero la pareja hispano-italiana, que habían visto mi cámara y me pidieron que les enseñara algunas de mis fotos. Y después un matrimonio brasileño, que me pidió ayuda para arreglar su cámara. Era Nikon como la mía, y al hacer una foto aparecía con la mitad de color negro. Pero no soy ni mucho menos un experto y no supe qué decirles. Eso sí, me pasa a mí ese problema en medio del Pantanal y me da algo…
Después de otro rato en el bungalow, a las 14h caminamos hasta la orilla del río según lo acordado. Pero el barquero apareció media hora más tarde, ante la indignación de Jon. Como ya era la segunda vez que esto ocurría (en tan solo 3 días), decidí que se quedaría sin propina.
Esta era la última excursión en lancha por el Pantanal, y nos dirigimos al río Tres Irmaos para intentar despedirnos del Parque Estadual Encontro das Águas contemplando un Jaguar. Allí nos encontramos un auténtico enjambre de embarcaciones peinando la zona (había incluso más que el día anterior). Se produjeron 4 avistamientos, pero cuando llegamos al lugar indicado no hubo suerte. Una de las veces vi la cabeza de un Jaguar que estaba acabando de cruzar el río y desapareció entre la maleza. Y las otras 3 ya no había nada. Un barquero nos contó que vieron una hembra con sus crías, pero muy lejana y durante apenas unos segundos. Esto volvió a poner en valor los momentos irrepetibles que viví el primer día.
Los únicos animales que vimos fueron una pareja de Caracaras junto a la orilla; y un Halcón posado sobre la rama de un árbol. Aunque no me importó, y durante las 4 horas que estuvimos navegando por el río me dediqué a disfrutar del paisaje. El día seguía soleado, y ante mí aparecían playas de arena; frondosos bosques de un color verde intenso; y un cielo azul salpicado de fotogénicas nubes blancas. Un auténtico paraíso que nunca olvidaré. Al final regresamos al hotel con el sol ocultándose en el horizonte, rodeados de una atmósfera mágica.
UN SAFARI NOCTURNO SURREALISTA
Tras un rato descansando en el bungalow, a las 19.30h fui a cenar al comedor. Y cayó un buen plato con carne de ternera en salsa, puré de patatas, arroz, frijoles, farofa y ensalada, acompañado de una Coke. Para rematar, flan casero y un café con leche. A esas alturas llevaba muchos días sin caminar, ya que había enlazado mi ruta en coche de alquiler por Goiás con los safaris por el Parque das Emas y el Pantanal. Y encima no había parado de comer. Así que mi cuerpo lo empezaba a notar (me había engordado varios quilos).
A continuación estuve charlando animadamente con las dos parejas. Y cuando ya me preparaba para regresar al bungalow se produjo una situación inesperada. La pareja hispano-italiana había contratado con el hotel un safari nocturno, pero había dos problemas:
*En la zona de Porto Jofre los safaris nocturnos no tienen ningún sentido, porque el terreno dificulta mucho la observación de fauna. Esta opción es muy recomendable en los alojamientos que hay a lo largo de la Transpantaneira, rodeados de humedales frecuentados por Tapires y Osos Hormigueros. Pero aquí…
*Además, no había ningún vehículo disponible para el safari.
Con este panorama, la chica encargada del hotel pidió a Jon que llevara a la pareja en su furgoneta. Y como había espacio de sobras, el resto también nos apuntamos (sin coste). El “safari” duró media hora, avanzando por el tramo final de la Transpantaneira. Jon iba al volante y un chaval se encargaba de iluminar la zona con un foco. Pero como era de esperar no vimos absolutamente nada. Yo al principio iba hablando con las parejas, pero al final nos quedamos en silencio, y de vuelta en el hotel nos despedimos con caras de póquer. Desconozco qué había pagado la pareja por ese safari (no pregunté por educación), pero menudo fiasco…
Ya en mi bungalow, estuve un rato leyendo y conectado a internet, y me estiré en la cama a dormir.
REGRESO A CUIABA
La jornada comenzó con mi alarma sonando por última vez a las 5.30h. Había dormido como un tronco, pero los madrugones se acumulaban y estaba muy cansado. Aun así me vestí, preparé las mochilas, y pasadas las 6h aparecí en el comedor del hotel para desayunar. Después estuve un rato dando un paseo por los alrededores de este maravilloso lugar. En las copas de los árboles se escuchaban montones de ruidosos Loros; uno de los troncos estaba lleno de hormigas voladoras gigantes y esqueletos de cigarra; y a escasos metros del bungalow caminaba un enorme grupo de Capibaras, comiendo frutos del suelo.
Tras desalojar el bungalow me despedí de la pareja hispano-italiana. Los dos nos marchábamos ese día, pero mientras que yo estaba a punto de poner rumbo a Cuiabá, ellos antes iban a realizar una última excursión en lancha por la zona. Esto último me pareció lo más lógico, ya que teníamos toda la jornada por delante. Aunque no estaba previsto en el programa de mi tour y no dije nada. En el comedor del hotel pagué las bebidas que había tomado durante mi estancia (el precio del tour solo incluía el agua); y me hice unas fotos de recuerdo junto a Jon y la encargada.
A continuación subimos a la furgoneta y nos pusimos en marcha (yo en el asiento del copiloto para tener mejor visibilidad). En total tardamos 5 horas en recorrer la Transpantaneira y llegar a Poconé. A diferencia del primer día el tiempo era genial, con cielo azul y un sol impecable; y la pista estaba en perfectas condiciones, sin barro ni tramos peligrosos. Pero a cambio pedí a Jon que parara en innumerables ocasiones para hacer todo tipo de fotos.
El paisaje del Pantanal era precioso, con praderas inundadas extendiéndose hasta el infinito y lagunas cubiertas de nenúfares. Además los avistamientos de fauna se sucedieron. De nuevo la zona de Campo do Jofre fue la más espectacular, con centenares de Caimanes y grupos de Capibaras tomando el sol junto a ellos sin ningún miedo. En cuanto a aves pude ver un Jabirú; una Garza Peinada; dos Garzas Reales; Halcones sobre las ramas de los árboles; y varios Martines Pescadores. Y de vez en cuando nubes de pequeñas mariposas amarillas que envolvían la furgoneta. También nos detuvimos para observar de cerca algunos puentes de madera especialmente precarios. La verdad es que el trayecto estuvo muy entretenido.
COMIDA: CHURRASCARIA PANTANEIRA
En las afueras de Poconé paramos a comer en este restaurante junto a la carretera. Un detalle que no me gustó nada, porque en el programa del tour se indicaba que comeríamos en una pousada de la Transpantaneira, y después nos quedaríamos un rato observando aves. No entendí el motivo y ya era demasiado tarde para rectificar. En fin…
A cambio era la primera vez que visitaba una Churrascaria. Estos locales son muy típicos de Brasil, y su servicio es conocido como Rodizio. Jon, Jose y yo ocupamos una mesa del comedor, y nos servimos un plato de un buffet libre con guarniciones situado en el centro de la sala (yo me puse arroz, ensalada, pasta y huevos fritos). Y a continuación comenzaron a pasar por la mesa camareros que nos ofrecían diferentes tipos de carne recién salida de la barbacoa, desde partes tradicionales del cerdo y la vaca (como la picanha) hasta salchichas, corazones o chepa de buey. Si queríamos nos cortaban un trozo, y si no se marchaban. Así hasta que acabamos a punto de explotar.
Para beber pedí una Coke. Y de postre me comí dos trozos de piña asada con canela (estaba deliciosa y también la ofrecían los camareros). Me encantó. El precio de las Churrascarías es fijo. En este caso costó 38R + 4R de la Coke, y pagó Jon al estar incluido en el tour.
Después de la comida seguimos conduciendo hacia Cuiabá. De camino nos encontramos una furgoneta averiada junto a la cuneta; y resultó ser un vehículo del Araras Lodge (un alojamiento carísimo de la Transpantaneira) con 4 turistas estadounidenses que estaban a punto de perder su vuelo. Así que como teníamos espacio de sobras en la furgoneta Jon les hizo subir y les llevamos al Aeropuerto (no nos tuvimos que desviar mucho).
El trayecto acabó en la puerta del Cuiabá Hostel Pousada Safari. Otro detalle que no me gustó, porque en el programa del tour se indicaba que disfrutaríamos de la puesta de sol en la Transpantaneira, regresando a Cuiabá a las 18h; y apenas eran las 15.30h. Pero bueno, allí nos despedimos de Jon, y le dimos 150R de propina. La verdad es que su cara no reflejó mucha alegría y se marchó un tanto serio. Quizás estaba acostumbrado a turistas estadounidenses que suelen dejar propinas enormes, y aquello le pareció una miseria. El caso es que así acabó mi recorrido por el Pantanal brasileño. Toda una experiencia.
CONCLUSION
Mi objetivo en el Pantanal era claro: observar Jaguares en libertad. Por eso elegí explorar los alrededores de Porto Jofre. Porque el Parque Estadual Encontro das Águas (y en concreto el río Tres Irmaos) es uno de los mejores lugares del mundo para contemplar a estos felinos. Y la realidad superó todas mis expectativas.
Te aconsejo una estancia mínima de 5 días por si se producen imprevistos (lluvia, animales esquivos…). Yo el segundo día ya había sido testigo de escenas memorables, pero tuve mucha suerte. En cuanto a la agencia Wild Pantanal, en general acabé muy satisfecho, aunque solo te la recomiendo si cuentas con un presupuesto holgado. Durante mi visita coincidí con viajeros que también vieron Jaguares por bastante menos dinero. Eso sí, con una lancha llena de gente; sin guía; comiendo peor; y sin realizar paradas en la Transpantaneira. Esto ya dependerá de tu bolsillo.
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