Terrazas teñidas de blanco con piscinas naturales de aguas turquesa y las ruinas de una importante ciudad del Imperio Romano
Pamukkale (que significa “Castillo de Algodón”) es uno de esos lugares donde la naturaleza se vuelve loca y crea un paisaje surrealista. Se trata de una montaña con fuentes de aguas termales ricas en calcita que con el paso del tiempo han cubierto la zona de un mineral de color blanco, formando una serie de terrazas con piscinas naturales conocidas como travertinos. La construcción descontrolada de hoteles estuvo a punto de acabar con esta maravilla. Pero en los años 80 la Unesco tomó cartas en el asunto y se consiguió recuperar, incluyendo Pamukkale en el listado del Patrimonio de la Humanidad.
Tan espectacular es Pamukkale que ha conseguido eclipsar a Hierápolis, una de las ciudades romanas mejor conservadas de Turquía, situada a escasos metros de los populares travertinos. Sus ruinas esconden monumentos sorprendentes como el teatro helenístico, la calle Frontinus o una extraordinaria necrópolis.
VIAJE: FETHIYE – PAMUKKALE
Para mucha gente el desplazamiento a Pamukkale es un tostón, porque el lugar está bastante alejado de las atracciones turísticas más visitadas de Turquía, como Estambul o la Capadocia. Pero en mi caso, al estar en Fethiye, fue muy sencillo. Necesité 3 etapas:
1. Autobús hasta la Terminal de Fethiye: la parada está a escasos metros de Pinara Pension y el vehículo apareció en cuestión de segundos. Ya era la tercera vez que hacía el trayecto así que me orienté a la perfección. Precio: 3,25L.
2. Autobús a Denizli: una vez en la Terminal entré en las oficinas de la compañía Anadolu y compré un billete sin mirar otras opciones. Resultado: me atendió un tipo seco y mal encarado; y me cobró 56L por un trayecto de tan solo 3 horas (me pareció excesivo). Eso sí, el autobús partió a la hora prevista (10.45h) y estaba en perfecto estado. Yo ocupé un cómodo asiento de la fila individual; y viajé relajado escuchando música. También sirvieron té, que acompañé de unos crackers. Durante el trayecto vi enormes montañas de cumbres nevadas, prados y alguna población rural. Y llegué a Denizli, una ciudad situada 180km al norte de Fethiye.
3. Dolmus hasta Pamukkale: la Terminal de Denizli es gigante, ya que se trata de un importante nudo de comunicaciones. Pero el ayudante del autobús me dio instrucciones precisas: bajar al piso inferior de la Terminal y dirigirme al andén 76. Eso hice y al momento encontré el dolmus. Se llenó muy rápido y a los 10 minutos nos pusimos en marcha (4,5L). El trayecto duró menos de media hora y me bajé en el centro de Pamukkale.
ALOJAMIENTO: DÖRT MEVSIM HOTEL – 90L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; baño privado, con ducha perfecta; buena limpieza; ubicación alejada del centro; tranquilidad total por la noche; familia propietaria muy acogedora (me recibieron con un té de cortesía); piscina; desayuno incluido en el precio.
*Puntos en contra: wifi horrible.
De nuevo la táctica Expedia funcionó a la perfección. En el autobús a Denizli busqué un hotel económico con habitaciones disponibles y buenas valoraciones. Y tras negociar con la encargada conseguí un descuento de 10L. Una vez instalado me quedé un rato descansando para evitar las horas más calurosas del día; y a las 17h salí a conocer Pamukkale.
UN PASEO POR PAMUKKALE
El pueblo en sí no tiene mucho interés. Cuenta con un centro compacto totalmente orientado al turismo donde se suceden los restaurantes, agencias de viajes y compañías de transporte. En cambio los alrededores son más auténticos, con viviendas tradicionales, familias charlando en los portales, niños jugando, cabras y olor a campo.
Tras cruzar el centro aparecí frente a la montaña de Pamukkale, de un color blanco inmaculado. La imagen es impresionante y me dediqué a hacer fotos panorámicas, pero como había previsto dedicarle una jornada completa me centré en el Parque Beyaz Cennet, situado entre Pamukkale y el pueblo. Tiene un lago central; montones de gansos que piden comida a la gente (cuando alguien les tiraba pan se formaba un lío tremendo); lugareños navegando con barcas a pedales; tortugas de agua; y una animada terraza. El sol todavía pegaba con fuerza, pero no me pude resistir a dar una vuelta completa al lago, disfrutando del ambiente.
CENA: RESTAURANTE DEL HOTEL
Después del paseo me moría de hambre porque solo había comido unos crackers, pero el centro de Pamukkale tiene dos inconvenientes:
*Hay muchos restaurantes de comida asiática, debido a que la mayoría de turistas que visitan Pamukkale son de esa parte del mundo, y no me apetecía nada.
*El resto de locales no pintaban mal, pero los precios son excesivos (más caros que en Estambul).
Así que al final decidí probar la comida de mi alojamiento. Tras examinar el menú pedí Tavuk Saç Kavurma: un plato con trozos de pollo a la plancha, verduras y arroz. Rico y abundante, acompañado de pan, una botella de agua grande, y un té. Precio: 45L. Cené en el comedor, donde solo había un chino con su ordenador y el dueño del hotel. Después de cenar me fui a mi habitación a escribir y descansar.
EXPLORANDO LOS TRAVERTINOS
Al día siguiente me levanté temprano, y a las 8h ya estaba sentado en la terraza del hotel con mi mochila pequeña preparada. El desayuno consistió en un plato con los productos habituales: tomate, pepino, olivas, quesos, huevo duro, pan con mermelada y Nutella, y un té. Muy correcto. A mi alrededor lucía un sol radiante, con docenas de pájaros cantando o bebiendo agua de la piscina al vuelo. Una forma ideal de comenzar la jornada.
Después de desayunar me dirigí a la montaña de Pamukkale. Antes de comenzar la visita debes saber dos cosas:
1. Entradas: Pamukkale tiene tres puntos de acceso. Por un lado las entradas norte y sur, a unos 3km de distancia del centro. Comienzan en las ruinas de Hierápolis y bajan por la zona de travertinos hasta llegar al pueblo. Por otro lado la entrada central, justo al lado del pueblo. Si tienes poco tiempo disponible (y vehículo propio) elige las entradas norte y sur. De lo contrario te recomiendo la central.
2. Horarios: las taquillas de las entradas norte y central abren a las 8h. Pero la entrada sur abre a las 6h, con lo cual si eres madrugador y quieres disfrutar del lugar con las primeras luces del día, éste es tu sitio. En cuanto a la hora de cierre, la información es confusa. Las taquillas indican que en verano es a las 21h, y el resto del año a las 19.30h. Pero un empleado me dijo que no hay hora de cierre, y que esa información se refiere al cierre de las taquillas (aunque el cartel diga claramente “visiting hours”). En fin…
Yo le estuve dando muchas vueltas y al final decidí no complicarme la vida. Caminé hasta la entrada central y accedí al recinto a las 9h pasadas sin encontrar demasiada gente (¡ni perderme el desayuno del hotel!). Tenía todo el día por delante.
*Precio: 50L (Pamukkale + Hierápolis)
*Fotografía: ok. Desconocía si me iban a dejar utilizar el trípode en la zona de piscinas donde hay que caminar descalzo, pero o está permitido o los vigilantes no se dieron cuenta.
Al poco de cruzar la entrada central accedí a una amplia avenida que en el pasado era la carretera por la que se accedía a los hoteles que se construyeron en Pamukkale (ya no queda ni uno). Ahora el suelo está de nuevo cubierto de mineral y es obligatorio descalzarse para caminar sobre él (yo llevaba mi mochila pequeña y guardé las chanclas dentro). Al principio pensé que el terreno resbalaría, porque incluso hay zonas cubiertas de agua. Pero el mineral es muy adherente y no tuve problema. Eso sí, en algunos lugares forma afilados relieves que se clavan en los pies (¡o soy yo que los tengo muy delicados!).
La avenida sube hasta alcanzar la cima de Pamukkale. De camino hay una serie de piscinas artificiales, que son las únicas donde es posible bañarse. El agua está templada, excepto en la última piscina, que es de aguas termales y siempre está llena de turistas. Al final de la avenida hay dos miradores para contemplar los travertinos:
*A la izquierda, con un conjunto de terrazas que forman espectaculares cascadas de color blanco. En esta zona suele haber mucha gente.
*A la derecha, cruzando unos jardines, con una zona de travertinos menos profundos, pero de aguas color turquesa. Como esta zona se encuentra más alejada no suele haber nadie. Yo me tiré un buen rato disfrutando de la atmósfera totalmente solo, con el sonido del agua brotando de un manantial; el sol reflejado en las piscinas… Incluso descubrí una serpiente pegándose un bañito ajena a todo.
Nota: por la mañana el sol está detrás de la montaña y la luz favorece las fotos panorámicas de los travertinos y de la población de Pamukkale. En cambio por la tarde el sol ilumina la montaña y es el mejor momento para pasear por las piscinas artificiales en busca de primeros planos y selfies, con la pared de color blanco de fondo.
LA PISCINA ANTIGUA
Cerca de las ruinas de Hierápolis se encuentra la conocida como Piscina de Cleopatra o Piscina Antigua. Es de aguas termales y en su interior hay columnas romanas. Mi idea era dedicar unas horas a bañarme en ella, pero al final cambié de planes por varios motivos:
*Precio: nada menos que 50L. Injustificable.
*Ubicación: la piscina está en medio de una especie de centro comercial, rodeada de tiendas de recuerdos y cafeterías, con todo el mundo mirando.
*Ambiente: aquello parecía Caldea en hora punta, lleno de turistas rusos. Además está prohibido entrar con cámaras o móviles, porque ya hay dos empleados haciendo fotos a la gente para venderlas después. Todo un negocio…
Yo utilicé esta zona un par de veces para reponer fuerzas. En ambas ocasiones me compré una Fanta en una de las cafeterías (10L cada una) y me senté en una mesa a picar crackers y galletas. Si viajas con presupuesto ajustado te recomiendo lo mismo, porque a modo de ejemplo una hamburguesa con patatas ronda las 60L. Al menos hay lavabos gratuitos.
UN RECORRIDO POR HIERÁPOLIS
Cuando el Reino de Pérgamo dominaba buena parte de Asia Menor, el rey Eumenes II ordenó construir en el siglo II AC una ciudad balneario para aprovechar las propiedades curativas de las aguas termales de Pamukkale. Esta ciudad se llamó Hierápolis, que significa “Ciudad Sagrada”, por los templos que se erigieron, dedicados a diferentes dioses. En tiempos del Imperio Romano Hierápolis quedó arrasada por un violento terremoto, aunque fue reconstruida y alcanzó su máximo esplendor entre los siglos II y III, convirtiéndose en una de las ciudades más ricas de Anatolia.
Durante el Imperio Bizantino la ciudad continuó prosperando y en el lugar se veneraba la tumba del apóstol Felipe, que por lo visto fue asesinado en la ciudad. Pero un nuevo terremoto en el siglo VII provocó el declive de Hierápolis; y la invasión de los Selyúcidas en el siglo X expulsó a sus habitantes. Hasta que el paso del tiempo fue cubriendo poco a poco las ruinas de mineral blanco, y la ciudad permaneció olvidada durante cientos de años.
La verdad es que Hierápolis fue toda una sorpresa. A estas alturas reconozco que estaba algo saturado de ruinas, tras visitar Pérgamo, Éfeso, Dalyan, Myra… Pero descubrí monumentos que me dejaron con la boca abierta. Y lo más sorprendente: sin apenas turistas, que centran su visita en los famosos travertinos y se olvidan del resto de la montaña. Yo me lo pasé genial recorriendo Hierápolis. Tanto que lo que iba a ser un breve paseo se convirtió en horas de caminata, con mi cámara de fotos echando humo. Esto fue lo más destacado:
1. Teatro Romano: hasta el momento mi favorito era el de Myra, pero este le superó. Es un recinto enorme, con capacidad para 12mil espectadores. Y durante los últimos años un equipo de arqueólogos italianos se ha dedicado a reconstruir el muro del escenario con excelentes resultados. Ahora se pueden ver columnas, estatuas y elaborados relieves que representan escenas mitológicas. Este fue el único recinto de Hierápolis donde encontré turistas (a la gente le encantan los selfies en teatros).
2. Arco de Domiciano: flanqueado por dos torres, era una de las monumentales puertas de acceso a la ciudad.
3. Calle Frontinus: la principal avenida comercial de Hierápolis, con el pavimento original y filas de columnas.
4. Necrópolis: situada en el punto más septentrional de la ciudad, aquí se enterraba a sus habitantes. Al principio vi un par de sarcófagos de piedra y ya me di por satisfecho. Hasta que continué caminando y comprendí las dimensiones del lugar. Ante mí se extendían cientos de tumbas esparcidas por la llanura: sarcófagos, túmulos funerarios, pequeños templos… Algunas solitarias, otras formando complejas estructuras. Así fui caminando varios kilómetros bajo un sol abrasador, sin parar de hacer fotos, hasta llegar a la puerta de entrada norte.
Fue uno de los grandes momentos del día. De vez en cuando me desviaba del camino principal para explorar algún conjunto de tumbas de especial interés, con graciosos lagartos Agama saltando entre las piedras; parapentes sobrevolando el cielo (es una actividad popular en la zona); y campos teñidos de rojo por mares de amapolas. Me moría de sed, pero disfruté como nunca…
Para complementar la visita a Hierápolis nada mejor que acercarse al Museo Arqueológico de Pamukkale (7L), ubicado en los antiguos baños romanos. En una sala hay sarcófagos cubiertos de esculturas; otra contiene elaborados relieves procedentes del Teatro; y en el patio anexo hay capiteles gigantescos que adornaban la antigua Acrópolis de la ciudad. Además cuando el sol aprieta se agradece pasar un rato a la sombra y recuperar fuerzas.
PAMUKKALE DE NOCHE
Tras una jornada maratoniana todavía me quedaron ganas de contemplar la puesta de sol y esperar hasta las 20h. El lugar elegido: el mirador de travertinos menos frecuentado. Fue un espectáculo, con el sol ocultándose tras las montañas; las terrazas envueltas en sombras; el agua adquiriendo diferentes tonalidades; y un silencio sobrecogedor. Porque aunque parezca increíble estuve completamente solo. Una experiencia inolvidable.
Otra ventaja de esperar hasta la puesta de sol es que a continuación puedes bajar de noche por la avenida de piscinas artificiales para regresar a la entrada central. La sensación es mágica, rodeado de oscuridad, con apenas un puñado de turistas, y las piscinas iluminadas con focos. Estaba agotado, pero muy contento por cómo había transcurrido la jornada.
REFLEXIONES FINALES
Pamukkale es un lugar que pondrá a prueba tu paciencia. Porque lo que debería ser un paisaje idílico está invadido por personajes estrafalarios. Durante mi visita vi instagramers chinas con vestidos imposibles (invariablemente rojos, para que destaquen con el blanco de los travertinos) haciéndose cientos de fotos en la misma piscina; rusas en tanga posando sobre columnas romanas; un ruso paseando por Hierápolis en bañador slip y chanclas; y asiáticos posando sin camiseta en las ruinas del Gimnasio (qué apropiado). Y por si fuera poco dos chavales paseaban por el recinto con un par de pobres Guacamayos (¡?) para que la gente se hiciera fotos con ellos. Un auténtico circo…
Además en Pamukkale la tradicional amabilidad turca brilla por su ausencia. Los camareros atienden de forma seca; los vigilantes gritan con malos modos si te desvías un metro del camino principal; y los encargados de seguridad de las puertas de acceso son como robots. Una chica vio cómo salía para preguntarle una cosa y después no me quería dejar entrar. Y un agente que también presenció la escena insistió en registrar de nuevo mi mochila.
Por último (y no menos importante) está la masificación. Entre las 10h y las 16h las piscinas artificiales son un hervidero de gente. Casi no puedes dar un paso sin tener que esquivar a alguien, y la experiencia que te prometen los folletos de viaje (o algunos blogs) queda totalmente distorsionada.
Ante esta situación es necesaria una estrategia. Si dispones de todo el día yo seguí los siguientes pasos y acabé muy contento:
–Mañaña: fotos panorámicas de los travertinos (aquí la gente no molesta excesivamente).
–Parte central del día: ruinas de Hierápolis, casi desiertas.
–Tarde: zona de piscinas artificiales, para hacer fotos junto al agua y las paredes blancas, con mucha menos gente que por la mañana y mejor luz.
–Noche: puesta de sol en solitario, y nuevo descenso por la zona de piscinas.
Aun así habrá momentos donde te sentirás agobiado, rodeado de grupos de chinos gritando, y sin poder obtener la foto perfecta. En esos casos te recomiendo buscar un lugar tranquilo (los jardines, las ruinas, el museo…), respirar hondo, y volver a la carga.
CONCLUSIÓN
Pamukkale es un lugar de visita obligada en cualquier itinerario turístico por Turquía. Los espectaculares travertinos y las magníficas ruinas de Hierápolis son imágenes memorables. Te recomiendo pasar en el recinto una jornada completa, alojándote en alguna de las pensiones del pueblo. De esta forma podrás aprovechar los momentos del día en los que hay menos gente, y disfrutar de la puesta de sol. Y si no le puedes dedicar un día entero visita Pamukkale por la tarde, cuando la luz es mejor para la fotografía y muchos de los grupos de turistas ya se han marchado en busca del siguiente destino.
Desde Pamukkale es posible explorar las ruinas de otras ciudades importantes del Imperio Romano relativamente cercanas, como Laodicea y Afrodisias. Pero yo con Hierápolis ya tuve más que suficiente y decidí continuar mi ruta.
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Comentarios
4 ComentariosAlba
Jun 29, 2022Excelente descripción de tu experiencia. Mucho las tuve en cuenta cuando estuve en Turquía. Gracias y saludos desde Uruguay 🇺🇾
Ganas De Mundo
Jul 17, 2022Gracias a usted por el comentario. Me alegra que le sirviera durante su visita a Pamukkale. Es un lugar fascinante. Un abrazo!
Alberto Mendez
Feb 14, 2020Genial descripción de como visitar Pamukkale! Me va a ayudar muchísimo cuando vaya en unos meses!
Muchas gracias por haberlo hecho tan detallado.
Ganas De Mundo
Feb 15, 2020Gracias a ti por el comentario, Alberto! Un placer que el post de Pamukkale te haya servido de ayuda. Espero que lo disfrutes. Un abrazo!