Nuevas aventuras en Maramures, descubriendo a pie y en autoestop sus fotogénicos valles, y explorando un peculiar cementerio
En la antigüedad la región de Maramures estuvo habitada por tribus Dacias, y sus remotos valles no fueron ocupados por el Imperio Romano tras la derrota del Rey Decebalus en el año 106. Entre los siglos XI y XX la zona perteneció primero al Reino de Hungría y después al Imperio de los Habsburgo. Hasta que en el año 1918, con la desintegración del Imperio Austro-Húngaro, Maramures quedó dividida en dos: el norte, que acabó incluido en Checoslovaquia (aunque actualmente es territorio de Ucrania); y el sur, que decidió unirse a Rumanía (formada en ese momento por Valaquia y Moldavia).
Durante la segunda parte de mi recorrido por Maramures conocí Sighetu Marmatiei, una población fronteriza que cuenta con alguna atracción turística, como Piata Libertatii o el Memorial a las Víctimas del Comunismo. Desde allí visité el Cementerio Alegre de Sapanta; y realicé una excursión de 3 días por el Valle de Iza, pasando dos noches en Poienile Izei, una de las aldeas más tradicionales de la zona.
VIAJE: BAIA MARE – SIGHETU MARMATIEI
Entre estas dos poblaciones tan solo hay 65km de distancia, pero el transporte público en Rumanía convirtió un sencillo trayecto en un viaje que me hizo perder toda la mañana. Tras desayunar y desalojar mi habitación de la Pensión Floare de Colti, caminé hasta Piata Libertatii y cogí un taxi para llegar a la Terminal de Autobuses (12L). Días antes me había informado en la taquilla de los horarios del maxi taxi a Sighetu Marmatiei, y en teoría faltaba media hora para el de las 10.30h. Aunque ese vehículo nunca apareció y me tocó esperar hora y media hasta el siguiente. En fin… Una vez en la furgoneta pagué el billete al conductor (17L) y viajé en un asiento de la fila individual.
Una vez en marcha me encontré con otra sorpresa negativa: en vez de seguir la carretera principal por el Valle de Mara nos desviamos por el Valle de Cosau, pasando por las poblaciones de Budesti (cerca de Breb) y Sarbi. Con lo cual tardamos hora y media en alcanzar Sighetu Marmatiei, donde llegué con el estómago revuelto tras otro festival de curvas, frenazos y sacudidas. Menos mal que el conductor me dejó cerca del centro, y solo tuve que caminar 5 minutos hasta el lugar donde había previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: PENSIUNE FLAMINGO – 115L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda (aunque se trata de 2 colchones individuales); lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza impecable; mobiliario moderno; buena ubicación, a 10 minutos a pie de Piata Libertatii; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; nevera; dueña (Arina) muy amable; restaurante propio; abundante desayuno incluido.
*Puntos en contra: no se me ocurre ninguno.
Reservé esta pensión a través de Booking y acerté de lleno, disfrutando de una habitación a la que no le faltaba ni un detalle. Como ya eran las 13h pasadas, nada más instalarme cogí mi cámara de fotos y salí a explorar los alrededores.
DESCUBRIENDO SIGHET
Sighetu Marmatiei (más conocida como Sighet) es una ciudad a orillas del Tisa, un río que forma la frontera natural con Ucrania, situada a apenas 1,5km del centro. Durante mucho tiempo Sighet estuvo habitada por una importante comunidad judía. Pero en 1944, cuando Maramures estaba ocupada por Hungría (país aliado de la Alemania Nazi), los judíos fueron enviados al campo de concentración de Auschwitz, donde la mayoría falleció. Y más tarde el resto emigró a otros países. Sighet no es ni mucho menos una de las visitas imprescindibles de Maramures. Aunque se trata de un lugar de paso casi obligado y cuenta con un par de atracciones turísticas:
1. Piata Libertatii: es la plaza principal de la ciudad, rodeada de edificios antiguos con fachadas pintadas de vivos colores, enormes portones para que en el pasado entraran los carros con mercancías, y algún balcón lujosamente decorado. Además se pueden ver varias iglesias, porque en Rumanía coexisten diferentes ramas de la religión Cristiana y cada comunidad quiere su templo para reunirse. Así hay una iglesia Católica, una Protestante Húngara y una Ortodoxa Ucraniana. Y encima a un par de calles se estaba construyendo otra.
Me gustó pasear por la plaza, aunque reconozco que reinaba una atmósfera decadente: las viviendas estaban en mal estado; había mendigos pidiendo limosna (en apenas unos minutos se me acercaron tres); una mujer gritando en medio de un parque; y bastantes perros callejeros (no es una imagen habitual en las ciudades del norte de Rumanía). Hasta los taxis eran vehículos sucios y destartalados. No parecía que la economía de Sighet fuera muy boyante…
2. Memorial a las Víctimas del Comunismo: está ubicado en la antigua prisión de Sighet, construida en el año 1897 por las autoridades del Imperio Austro-Húngaro para encarcelar a delincuentes normales. En 1948 el gobierno Comunista empezó a recluir a ciudadanos que se oponían al régimen, como estudiantes o agricultores de la zona. Pero dos años más tarde realizaron una purga a nivel nacional y enviaron aquí a todo tipo de presos políticos, desde periodistas hasta profesores, pasando por sacerdotes o antiguos ministros. En esa época Rumanía estaba llena de cárceles, pero se eligió la de Sighet por sus excepcionales medidas de seguridad.
Los presos fueron sometidos a crueles torturas y alrededor de 50 (una cuarta parte) fallecieron y acabaron enterrados en secreto a 2,5km de distancia, donde ahora se encuentra el Cementerio de Pauper. La cárcel cerró sus puertas en 1974 y quedó abandonada, hasta que 20 años más tarde se decidió convertirla en un Museo para explicar los horrores del Comunismo y poner rostro a sus víctimas.
La entrada me costó 10L, y como todos los paneles informativos están en rumano una chica me dio un cuaderno en inglés con explicaciones muy detalladas. La visita es libre y se puede acceder a las diferentes celdas (más de 70), distribuidas en 3 plantas, donde hay exposiciones de temática variada: la represión contra la Iglesia, la Securitate (policía secreta), la vida en la prisión, la propaganda Comunista, etc… La imagen más famosa de este Memorial es un conjunto de esculturas que representa a un grupo de presos, pero durante mi visita se estaban realizando obras en el patio y se habían trasladado a otro lugar (ya me extrañaba que no me quedara sin ver algo). Un lugar interesante, aunque salí con dolor de cabeza por la gran cantidad de información que recibí.
3. Palacio Cultural ASTRA: un espectacular edificio construido en 1913 con aspecto de castillo medieval. Una pena que no lo pude ver bien porque se encontraba en restauración, con unas feas lonas tapando parcialmente la fachada.
A continuación hice un alto en una panadería y pedí una Placinta rellena de jamón York y queso (5L). Para complementar compré un café con leche y un Gogosi de chocolate en un supermercado Lidl (4,5L); y me senté a comer en un banco. Después comprobé que ya había visto lo más interesante de Sighet y el cielo se empezó a cubrir de amenazantes nubes oscuras, así que decidí regresar a mi pensión y me estiré en la cama a leer y descansar.
CENA: RESTAURANT FLAMINGO
A la hora de cenar no me compliqué la vida y opté por el restaurante de mi alojamiento. Allí ocupé una mesa del comedor y examiné la carta, que tenía una gran cantidad de platos. Al final pedí Mamaliga con queso y trozos de jamón York (de textura parecida a la lasaña); y una cerveza Heineken. Mi idea era acabar con un postre, pero el camarero desapareció y me cansé de esperar. Precio: 27L.
De vuelta en la habitación estuve planificando las siguientes jornadas. En el exterior se escuchaban risas y conversaciones procedentes de la terraza del restaurante, pero alrededor de la medianoche reinó la calma.
EL CEMENTERIO ALEGRE
Al día siguiente me desperté tras una noche muy tranquila, y poco después ya estaba sentado en una mesa de la terraza para disfrutar del desayuno incluido en el precio de la habitación. La verdad es que superó todas mis expectativas. El camarero me dio un menú con una serie de productos y pude pedir lo que me dio la gana, sin ningún tipo de restricción (incluso el chaval me animó a pedir más). Así que cayó una tortilla francesa de jamón y queso; pan tostado con mermelada y mantequilla; un yogurt; y dos cortados. Todo delicioso.
Después cogí mi mochila pequeña y caminé hacia la Autogara Jan, a 15 minutos de la pensión. Mi idea era visitar la población de Sapanta, situada 18km al oeste de Sighet, aunque con la escasa frecuencia de autobuses no descartaba la opción de utilizar un taxi. Esta alternativa cobró fuerza cuando la encargada de la taquilla me dijo que la siguiente salida era a las 11.30h (tenía que esperar hora y media). Pero mientras me lo pensaba conocí a Nicolai, el conductor de mi autobús, que había vivido 12 años en Barcelona y hablaba un español perfecto. Me vino genial porque estuvimos todo el rato de charla y el tiempo pasó volando. Incluso le acompañé a poner gasolina y me invitó a un café. Un tipo realmente simpático.
A la hora prevista el autobús se llenó de chavales que salían del instituto, compré mi billete (7L) y nos pusimos en marcha. El trayecto duró apenas media hora, y una vez en Sapanta el conductor le dijo a una chica que también hablaba español (había nacido en Manresa) que me indicara donde estaba la principal atracción del pueblo: el Cimitirul Vesel, que significa literalmente Cementerio Alegre. En el año 1935 un artista local llamado Ioan Stan Patras comenzó a tallar cruces de madera para las tumbas de los vecinos de Sapanta, con 3 características peculiares:
*Están pintadas de azul, el color del cielo, en contraposición con los tonos grises y oscuros de los cementerios normales.
*Incluyen una simpática escena de la vida del fallecido, y las hay de todo tipo: hombres trabajando el campo con sus guadañas, cuidando rebaños de ovejas, cazando, trabajando en la mina o bebiendo en el bar; mujeres recogiendo fruta, hilando o cocinando; profesores dando clase; soldados; médicos; carteros; músicos… Aunque alguna es trágica, como la de una niña de 3 años atropellada por un coche.
*Bajo cada escena hay escrito un ingenioso epitafio, con frases que riman y cuentan historias personales del fallecido (como están en rumano esta parte me la perdí).
Actualmente en el Cementerio Alegre hay unas 700 cruces, dispuestas alrededor de la Iglesia de la Asunción, que fue construida a finales del siglo XIX y luce una puntiaguda torre de color verde. Patras falleció en 1977, dejando preparada su propia cruz con un autorretrato. Por suerte su alumno Dumitru Pop continuó la tradición y elabora alrededor de 25 cruces nuevas al año (en función del ratio de mortalidad). La entrada al Cementerio cuesta 5L y merece mucho la pena. Yo me tiré 2 horas paseando entre las tumbas, descubriendo detalles curiosos en cada rincón. Las cruces más antiguas están muy desgastadas, mientras que las recientes lucen vivos colores. Durante mi visita no pararon de llegar turistas (me sorprendió al tratarse de un jueves); y el día estuvo nublado, lo cual me ayudó a hacer buenas fotos (el sol hubiera creado molestas sombras).
Tras la visita caminé por los alrededores, donde hay varias pensiones y tiendas de artesanía que venden una gran variedad de artículos: blusas bordadas, chalecos de lana, sombreros típicos de Maramures, bebidas, objetos de madera… Y a continuación busqué un lugar para comer.
COMIDA: RESTAURANT BLANCA
La chica de Manresa me recomendó este restaurante situado a escasos metros del Cementerio, así que no lo dudé ni un segundo. Me senté en una mesa de la terraza y pedí Ciorba de Burta; y una cerveza Ciuc. Precio: 25L. La sopa era enorme, y me acabó ayudando un gracioso gato, al que di varias migas de pan mojadas en el caldo (no se lo creía).
Con el estómago lleno me dirigí a la carretera principal y esperé el autobús de vuelta a Sighet. Nicolai me había dicho que pasaría a las 15h y apenas se retrasó unos minutos. Por cierto, mientras estaba allí un coche me ofreció llevarme. Según Nicolai se trataba de un taxi ilegal y hay un montón trabajando en la zona. De nuevo en la Autogara me despedí de Nicolai, que en breve comenzaba otro servicio, y regresé a mi habitación a leer y descansar.
CENA: RESTAURANT FLAMINGO
A las 20h decidí repetir cena en el restaurante de la pensión. Esta vez pedí Obrajori de Vita (carrilleras de ternera), acompañadas de puré de patatas y queso fundido; y una cerveza Heineken. La carne estaba muy rica, y me gustó que la sirvieran deshuesada. Acabé tan lleno que ni me planteé la posibilidad de postre. Precio: 38L.
Después de cenar estuve organizando varios temas y no tardé en acostarme, porque al día siguiente me esperaban nuevas aventuras por los valles de Maramures.
VIAJE: SIGHETU MARMATIEI – IEUD
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 6.30h y no me entretuve nada. Una vez en pie preparé las mochilas y bajé a desayunar al restaurante (en el comedor porque hacía bastante frío). En teoría el horario era de 8h a 12h, pero Arina me permitió aparecer a las 7.30h, y disfruté de un menú idéntico al del día anterior. Además pude dejar la mochila grande en mi habitación, que no alquilaría a nadie; y me marché sin pagar (lo haría a mi regreso). Un diez para esta mujer.
Viajar hasta Ieud en transporte público es una tarea complicada. Durante mi charla con Nicolai le pregunté qué podía hacer. El hombre me recomendó coger un maxi taxi que se dirige a Borsa por una carretera secundaria; y bajarme en Bogdan Voda, a un par de kilómetros del centro de Ieud. El problema era que el maxitaxi salía a las 11.30h y me hacía perder toda la mañana. Por suerte de regreso a la pensión descubrí la Autogara Tur, perteneciente a otra compañía, con un maxi taxi a Borsa a las 8.45h. La pega: que circula por la carretera principal y me dejaría en un cruce a 11km de Bogdan Voda. Pero preferí jugármela.
El vehículo llegó a la Autogara puntual; pagué el billete al conductor (15L); ocupé un asiento de la fila individual; y nos pusimos en marcha. El trayecto duró una hora, atravesando un paisaje boscoso envuelto en una densa niebla. Una vez en el cruce hacia Bogdan Voda me puse a hacer autoestop, pero la cosa no pintaba nada bien: pasaron bastantes coches y ninguno paró; un borrachín se estiró a dormir la mona a escasos metros de mí, lo cual no animaba a la gente a detenerse; y encima un lugareño se plantó a hacer autoestop más cerca del cruce (los vehículos le veían antes y tendría prioridad). Reconozco que tras media hora esperando me empecé a poner nervioso.
Pero entonces saltó la sorpresa: una camioneta paró y el lugareño no se subió, como cediéndome el sitio al ser consciente de que yo estaba allí primero. En fin, yo dudé unos segundos pero al final entré en la cabina y arrancamos. Si fue así (no lo tengo claro) todo un detalle por su parte. El conductor de la furgoneta era un chaval que hablaba algo de italiano (había vivido unos años en Milán) y charlé con él como pude. En las afueras de Bogdan Voda nos despedimos y me dirigí a Ieud. Eran las 10.30h y si hubiera optado por la otra compañía de maxi taxis todavía estaría en Sighet, así que acerté.
Mi plan era recorrer a pie el Valle de Iza visitando varias poblaciones, de forma similar a lo que hice en los Valles de Mara y Cosau. Pero aquí las distancias son mayores y en la primera jornada solo me dio tiempo a conocer dos lugares.
LAS IGLESIAS DE IEUD
Ieud es una bonita aldea que pronto me empezó a proporcionar imágenes curiosas: una carreta de caballos cargada de heno; un hombre caminando por la calle con dos cerdos; enormes Puertas Maramuresanas frente a las viviendas… Cada vez que veía a alguien nos saludábamos con un “buna ziua”. Y el cielo se despejó, dando paso a un sol realmente agradable. La verdad es que no me podía quejar.
Esta población tiene dos Iglesias de Madera. Primero visité la Iglesia de la Natividad (más conocida como Iglesia de la Colina), donde llegué cruzando el río Ieudisor por un puente colgante. Este templo ortodoxo fue construido durante el siglo XVII, y es una de las 8 Iglesias de Madera incluidas en el listado del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Primero estuve un rato contemplando el exterior, rodeado de un atmosférico cementerio donde trabajaban varios abueletes. Uno de ellos se acercó y me explicó su vida (en rumano). Me pareció entender que había sido detenido durante la época comunista, pero no estoy muy seguro.
La puerta de la iglesia estaba cerrada, pero había una nota con un par de números de teléfono para llamar a la persona encargada. En uno de ellos me contestó una chica con un inglés excelente y apareció al cabo de 10 minutos, acompañada de otros dos turistas rumanos. El billete cuesta 4L pero hubiera pagado cinco veces más, porque el interior de esta Iglesia de Madera es espectacular, con sus muros cubiertos de frescos representando todo tipo de escenas de la Biblia. No supera a la iglesia de Desesti, pero se le acerca mucho. En teoría no se pueden hacer fotos, aunque la encargada nos dejó a nuestro aire y conseguí unas cuantas (sin flash, por supuesto).
A continuación seguí cruzando el centro de Ieud y me desvié para ver la segunda Iglesia de Madera del pueblo. Fue construida en el siglo XVIII, es católica, y a diferencia de la mayoría no tiene porche. Al haber espacio suficiente me estuve haciendo fotos junto a ella con mi GoPro. La puerta también se encontraba cerrada y no había leído grandes maravillas del interior, así que decidí marcharme. Pero entonces me crucé con Ioana, la chica encargada del templo y de una Oficina de Información cercana; y cuando me ofreció entrar en la iglesia acepté (me pareció de muy mal gusto negarme). Fue lo mejor que pude hacer: el billete cuesta 3L; y Ioana me realizó una pequeña visita guiada en un inglés impecable. Aquí no hay pinturas murales, pero las paredes están decoradas con antiguos iconos, paños bordados y alfombras estampadas con motivos geométricos.
Tras la visita Ioana era un torbellino: me ofreció folletos y mapas; me explicó datos curiosos de la zona; y hasta me regaló un puñado de ciruelas que estaban riquísimas. Me cayó muy bien, y la casualidad quiso que no fuera la única vez que nos vimos ese día.
TENSION EN LA MONTAÑA
De nuevo en marcha, caminé hasta las afueras del pueblo y me desvié hacia el oeste por una pista que atraviesa la montaña en dirección a Botiza, el siguiente lugar de interés del valle. En principio se trataba de un sencillo recorrido de 8km sin un desnivel excesivo. Pero se convirtió en una auténtica odisea plagada de obstáculos que me llevaron al límite:
*Al acercarme a una granja apareció un perro enorme que se plantó en medio de la pista y no me dejaba pasar, ladrando sin parar. Yo no podía dar un rodeo, así que me quedé allí sin saber qué hacer. Entonces salió la dueña y espantó al perro, pero el animal se lanzó hacia mí ladrando y pensé que me mordía (al final pasó a un metro y se alejó). Menudo grito pegué… Casi se me sale el corazón, ante la cara de incredulidad de la mujer.
*Poco después llegué a otra granja que tampoco podía evitar, y la cosa pintaba fatal: había dos cachorros de perro (a lo mejor los padres no andaban lejos); y una cerda gigantesca con sus crías, que al verme se quedó mirándome con las orejas levantadas y pegando bufidos. Vaya tela… Aquí no salió nadie y cuando la cerda se marchó me armé de valor y pasé junto a la granja armado con un palo que encontré.
*A escasos metros la pista estaba cortada por una alambrada de espinos. Aquí intenté buscar una alternativa, pero no hubo manera. Y mientras se escuchaba el sonido cada vez más cercano de un rebaño de ovejas. Esto era de locos… Al final salté la alambrada y me adentré en la parcela privada, esperando que en cualquier momento apareciera un perro. Fueron momentos de gran tensión, tratando de no hacer ruido, mirando en todas direcciones. Aunque al final conseguí salir de la parcela sin incidentes.
*En un punto la pista desapareció y me tuve que adentrar en un campo con plantas de 2m de altura. Suerte de maps.me, porque no había ni rastro del camino. Al cabo de un rato enlacé con una ruta señalizada con un punto amarillo y ya no tuvo pérdida.
*A pesar de estar caminando ya por un sendero oficial, en varias ocasiones me tocó saltar finas cuerdas que delimitaban parcelas. Y sortear como pude un tremendo barrizal donde algún campesino había bloqueado el paso con un montón de ramas.
El último tramo hasta llegar a Botiza fue un remanso de paz: cuesta abajo; pasando junto a cabañas utilizadas para guardar paja; y rodeado de colinas cubiertas de bosques. El paisaje era precioso, pero el sol había desaparecido tras una capa de nubes.
UN PASEO POR BOTIZA
Botiza se trata de una población llena de encanto donde descubrí un montón de espectaculares viviendas de madera. En sus patios había gallinas; herramientas y maquinaria; pilas de leña cortada para hacer frente al duro invierno; y ancianas con un pañuelo en la cabeza realizando tareas. También me acerqué a ver su Iglesia de Madera. Fue construida en 1699 en Viseu de Jos, y trasladada a Botiza a finales del siglo XIX. En el exterior destaca su puerta, decorada con tallas y restos de pinturas. Estaba cerrada pero ya eran las 16.30h y no podía entretenerme. Como tenía bastante hambre entré en una tienda y me compré una bolsa de ganchitos y una limonada (4L).
Mi ruta del día acababa en Poienile Izei, una aldea situada a poco más de 5km de Botiza. Afortunadamente fue un trayecto mucho menos accidentado que el anterior. Primero avancé un buen rato en dirección noroeste, siguiendo la carretera, entre casas habitadas o en construcción. Después me desvié a la derecha y llegué al moderno Monasterio de Botiza, con varias estructuras de madera construidas en 1998. Y desde allí me interné en el bosque. Al principio el sendero no se veía, pero lo localicé siguiendo los postes del tendido eléctrico. Esta parte fue un coñazo porque la pista estaba llena de barro y costaba mucho avanzar. Además acabé con las zapatillas y los pantalones hechos un asco. Pero bueno, al final alcancé la carretera y continué hasta el lugar donde había previsto alojarme, ubicado en las afueras de Poienile Izei.
ALOJAMIENTO: PENSIUNE ION DE LA CRUCE – 100L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza extrema; paredes decoradas con artesanía de la zona (iconos, paños bordados…); tranquilidad total por la noche (era el único huésped); wifi rápido; propietarios (Ion y Ana) encantadores; PRECIO (incluía desayuno y cena abundantes).
*Puntos en contra: no se me ocurre ninguno.
Descubrí este alojamiento en el Retro Hotel de Cluj-Napoca, donde su propietario Radu lo anunciaba (es amigo de la familia). Como me pareció una buena opción, el día antes envié a Radu un mensaje para que contactara con la pensión y me reservó una habitación por 2 noches. Al llegar no vi a nadie y crucé el patio con miedo por si había algún perro, gritando “buna ziua”. Hasta que escuché ruido en un cobertizo de madera y dentro me encontré a Ana ordeñando a una vaca. Al lado había una ternera y la estuve acariciando (no paraba de lamerme).
Ana hablaba algo de francés e intercambiamos unas frases. Allí me quité el barro de las zapatillas en un fregadero exterior; y me instalé en la habitación. A continuación Ana me condujo a un comedor y me trajo la cena: una sopa con trozos de carne y verduras (cayeron dos platos); y una salchicha acompañada de Sarmale. Para beber, agua mineral. Y de postre unos pasteles rellenos de fruta con un chupito de Afine (licor de arándanos). Todo estaba delicioso y sobró un montón de comida.
UNA INESPERADA ACTUACION
Cuando hablé con Ioana en Ieud me explicó que esa tarde tenía previsto ir a una pensión de Poienile Izei (La Domnita) junto a un grupo de niñas vestidas con los trajes típicos de Maramures, para actuar ante unos turistas de Bucarest; y que si quería podía pasar a verlas. Como ya era de noche desestimé la idea. Hasta que Ana me dijo que ella y Ion (un reconocido violinista) tenían una actuación esa noche… ¡en La Domnita! Por lo visto los turistas se habían retrasado, y cuando Ana me propuso acompañarles acepté encantado. Eso sí, tuve que dedicar un rato a quitarme el barro de los pantalones porque no tenía otros. Llegado el momento su hija nos llevó en coche a la pensión, y entramos en una vivienda con dos habitaciones.
Allí me encontré a Ioana junto a 9 niñas que creaban una escena llena de colorido. Vestían blusa blanca, falda y pañuelo en la cabeza (en algunos casos con estampados de flores), chaleco negro con bordados, y unas bailarinas con calcetín blanco. También había 3 niños con un atuendo más sobrio de color blanco y negro, y sombrero. Al cabo de un rato llegó el grupo de turistas. Nada menos que 40 personas que inundaron la vivienda (parecíamos sardinas). Les recibieron con chupitos de Tuica y pan casero. Ion comenzó a tocar el violín, acompañado de Ana y dos mujeres más que cantaban, y de Ioana y las niñas que bailaban formando corros. Estuvo genial y pude hacer fotos que de otra forma hubiera sido imposible (la crisis del coronavirus había cancelado todos los festivales de Maramures).
La actuación duró una media hora. Después hablé con alguno de los turistas y regresamos en coche a la pensión. Había sido una jornada realmente intensa, llena de emociones, y cuando me estiré en la cama no tardé en quedarme dormido.
DESCUBRIENDO POIENILE IZEI
Al día siguiente amanecí como nuevo tras una noche de sueño impecable (el silencio era sepulcral). A continuación me vestí y fui a desayunar al comedor. Allí Ana ya tenía la mesa preparada, donde había una bandeja con carne rebozada, tocino y queso; ensalada de tomate; pan con mermelada y mantequilla; té; y café. Un auténtico festín.
Después de desayunar cogí mi cámara de fotos y caminé hasta el centro de Poienile Izei para explorar el lugar. Decidí comenzar por su Iglesia de Madera, situada en lo alto de una colina. Fue construida a principios del siglo XVII y es una de las 8 iglesias reconocidas por la Unesco, dedicada a Santa Paraskeva. Por suerte llegué justo cuando unos turistas finalizaban su visita, así me ahorré llamar por teléfono a la encargada. No me imaginaba que estaba a punto de vivir la experiencia más decepcionante de todo mi recorrido por Maramures…
Una vez en el interior de la iglesia me encontré prácticamente a oscuras y apenas podía ver los frescos de las paredes. Yo pensaba que la encargada tenía que encender la luz, pero cuando se lo pedí me dijo que estaba prohibido. Desconozco si es verdad o mentira (aunque del techo colgaba una lámpara), pero si estas pinturas son tan delicadas que no abran la iglesia al público, porque pagar 4L para no ver nada… Además la mujer tenía prisa y no paraba de moverse con impaciencia y mirarme para que acabara. Y encima no me dio el billete (es probable que el dinero acabara en su bolsillo).
La Iglesia de Poienile Izei es famosa por unas imágenes donde aparecen diablos torturando a los pecadores. Al estar cerca de la puerta tenían mejor luz, pero solo los disfruté unos segundos (y por supuesto nada de hacer fotos). Muy mal. Cuando la mujer se fue me quedé un rato paseando por el cementerio, contemplando el exterior de la iglesia. Y pude ver con calma la puerta de entrada, decorada con las pinturas de dos ángeles, además de San Pedro y Jesús.
A continuación paseé por Poienile Izei en busca de imágenes curiosas, pero este pueblo es más moderno que otros como Breb o Botiza. Durante mi recorrido vi alguna casa de madera; una Puerta Maramuresana lujosamente tallada; un abuelete cortando leña en su patio; y un par de Crucifijos cerca de mi pensión. El paisaje que rodea a Poienile Izei es bonito, con colinas cubiertas de bosques, aunque el día estaba muy nublado, creando un ambiente oscuro.
Tras una hora deambulando por el pueblo comprobé que no había mucho más que ver, así que decidí regresar a mi habitación, donde estuve leyendo, escribiendo y hasta me eché una siesta. Como había desayunado bien solventé la comida con una bolsa de ganchitos (1L), y ya no salí más a la calle. A eso de las 20h Ana me llamó para cenar. El menú consistió en una Ciorba de Perisoare (me serví dos platos); Mici (rollitos de carne a la brasa) acompañados de patatas fritas; y galletas de chocolate de postre. Para beber, agua mineral y un chupito de Afine. Impecable.
Esta vez trajo los platos la hija de los dueños, cuyo estado de salud me pareció bastante delicado. Ion caminaba con muchísima dificultad, ayudado por un bastón; y Ana me trató con gran amabilidad, pero su cara reflejaba un aire de tristeza infinita (aunque no paraba de trabajar). En fin, después de cenar cogí algunos libros con fotos de Maramures, y volví a mi habitación.
UNA MISA SOLO PARA LUGAREÑOS
La jornada comenzó tras otra noche en la que dormí como un tronco, y a las 9h ya estaba en el comedor preparado para desayunar. El menú fue idéntico al del día anterior, aunque Ana añadió unos crepes con mermelada y mantequilla. A continuación preparé la mochila, charlé un rato con Ion y Ana, y me despedí con mucha pena. Radu ya me había dicho que el precio de esta pensión era de 100L por noche, pero hasta que no me lo confirmó Ana no me lo creí del todo. Me pareció tan barato que llegué a pensar que la comida se pagaba a parte. ¡Y encima la mujer me ofrecía una bolsa de picnic para llevar! Junto a la pensión de Dubova este fue sin duda el mejor alojamiento de mi recorrido por Rumanía.
Desde allí caminé hasta el centro de Poienile Izei, con un sol que asomaba tímidamente entre las nubes. Como era domingo, antes de marcharme decidí visitar la iglesia nueva y presenciar la misa, donde los vecinos del pueblo asisten vestidos con ropa tradicional.
Mi idea era hacer lo mismo que en Breb: unirme un rato a los lugareños y hacer unas fotos por los alrededores del templo. Aunque en la puerta de acceso al recinto me encontré con un cartel en inglés que prohibía la entrada a cualquier persona ajena al pueblo. Yo pensé que se refería al interior de la iglesia y me quedé fuera. Pero a la que hice la primera foto vino la encargada (la misma de la Iglesia de Madera) y me dijo que estaba prohibido y tenía que marcharme de allí. Así que tuve que esperar al otro lado de la verja durante más de una hora.
Habrá quien piense que esta gente tiene todo el derecho del mundo a celebrar su misa en la intimidad sin que nadie les moleste, y podría estar de acuerdo. Pero Poienile Izei está lleno de pensiones (más de 20), donde prácticamente cada familia del pueblo intenta atraer turistas con la promesa de una comunidad en la que se conservan tradiciones ancestrales (este es el gancho de Maramures). Y no me parece justo que después no te dejen participar de esas tradiciones, o se enfaden porque les haces una foto vestidos con la ropa típica de la zona. Si quieren vivir tranquilos la solución es sencilla: que cierren todas las pensiones y se acabaron los turistas. Pero claro, también una fuente de ingresos más que apetecible. En fin, esta situación me indignó bastante.
La misa se celebró en un templete a escasos metros de la Iglesia de Madera, desde donde el cura cantaba y lanzaba sus plegarias. Y los fieles le escuchaban de pie, distribuidos entre las tumbas del cementerio. Cuando acabó la ceremonia, a eso de las 12h, la gente salió en tromba, y apenas pude hacer un puñado de fotos. Las mujeres vestían coloridos pañuelos y faldas con estampado de flores; chalecos negros bordados; y botines o zapatos de tacón. Los hombres camisa blanca, pantalón y chaleco negro, y sombrero. Acto seguido abandoné el pueblo con muy mal sabor de boca por todo lo ocurrido.
EXPLORANDO BARSANA
Mi siguiente parada en el Valle de Iza era Barsana, una población situada a 14km de Poienile Izei. La ruta no tiene pérdida ya que no se aparta de la carretera principal, pero aun así iba a tardar más de 3 horas a pie. Con lo cual decidí empezar a caminar, y si pasaba algún coche probaría suerte haciendo autoestop. En las afueras del pueblo encaré una fuerte subida y me entretuve haciendo fotos del valle, con cabañas de madera, montones de heno y bosques en la distancia. Se estaba genial rodeado de naturaleza, con un tiempo perfecto. Entonces se produjo algo inesperado: apareció una furgoneta, le hice gestos, paró, y en cuestión de segundos estaba en la cabina junto a un matrimonio que me llevó a Barsana. Menuda suerte…
De camino cruzamos un par de aldeas tradicionales y un bonito paisaje, pero sinceramente me vino muy bien ahorrarme la ruta porque todavía tenía mucho por hacer. En Barsana hay dos lugares de interés:
1. Monasterio: la furgoneta me dejó junto al aparcamiento y desde allí subí unas escaleras hasta la entrada. En esta colina se construyó un monasterio a mediados del siglo XVI, pero fue arrasado en 1717 durante la última invasión de los Tártaros Mongoles. El actual data de 1993, está habitado por una comunidad de monjas (vestidas con túnica negra y gorro) y se compone de 10 estructuras de madera que imitan el estilo típico de Maramures. Entre ellas destaca una iglesia que con sus 57m es una de las construcciones de madera más altas de Europa. Yo estuve alrededor de una hora paseando por el recinto, entre bonitos edificios y cuidados jardines (hay hasta un pequeño lago con un puente). Eso sí, acompañado de un buen número de visitantes.
La anécdota se produjo cuando una monja me vio con la cámara y se me acercó para decirme que no podía hacer fotos. Y mientras a mi alrededor la gente no paraba de hacer, incluidos dos chavales con voluminosas cámaras réflex. Estaba claro que no era mi día… Pero bueno, en vez de enfadarme esperé a que la monja se marchara y seguí a lo mío. De regreso en el aparcamiento aproveché para utilizar un lavabo gratuito; y me compré en una tienda una Placinta de queso y una limonada (10L).
2. Iglesia de Madera: para llegar tuve que caminar más de 4km siguiendo la carretera, pero fue un paseo agradable en el que vi casas tradicionales que parecían sacadas de un cuento; alguna Puerta Maramuresana de gran calidad; y numerosos abueletes sentados junto a sus viviendas. Lo único malo fue que había un tráfico intenso y los vehículos pasaban a escasos centímetros. Tras cruzar el centro de Barsana me desvié a la derecha y subí por una empinada cuesta hasta la colina donde se ubica la Iglesia de Madera, una de las 8 reconocidas por la Unesco.
El templo data de 1720 y al principio se encontraba en el lugar del antiguo Monasterio. Pero casi un siglo después fue trasladado al interior de Barsana para evitar que sufriera actos vandálicos. Por suerte la encargada andaba por allí y me ahorré llamarla por teléfono. El interior de la Iglesia me encantó, con sus paredes completamente cubiertas de coloridos frescos pintados a principios del siglo XIX (por eso su estilo es barroco y más elaborado que en otras iglesias). La chica se portó de maravilla: me hizo una pequeña visita guiada en inglés, explicándome las diferentes imágenes (con escenas de la Biblia e imágenes de santos); y me dejó hacer fotos sin flash. Vamos, todo lo contrario que en la Iglesia de Poienile Izei… Aquí sí que pagué con gusto los 4L de la entrada.
VIAJE: BARSANA – SIGHETU MARMATIEI
A continuación bajé hasta la carretera y caminé hasta las afueras de Barsana. Al ser domingo y las 16h el transporte público brillaba por su ausencia, así que me tocó hacer autoestop hasta Sighet. La distancia no era excesiva (21km) y tenía margen suficiente, aunque reconozco que tras media hora en la que pasaron montones de coches sin hacerme caso me empecé a poner nervioso y temí una situación similar a la de Giulesti, donde me vi obligado a pasar la noche. Menos mal que al final paró un coche. Se trataba de un hombre que se dirigía a Timisoara y me dejó en el centro de Sighet, a apenas 10 minutos de la Pensiune Flamingo. Prueba final superada. Así acabó mi recorrido por el Valle de Iza.
CONCLUSION
La segunda parte de mi recorrido por la región de Maramures también constó de 4 jornadas, con una para visitar Sighetu Marmatiei y tres para explorar el Valle de Iza, alojado en Poienile Izei. De nuevo me permitió disfrutar de elegantes iglesias de madera cubiertas de frescos, viviendas tradicionales, simpáticos lugareños y paisajes de postal. Aunque si no dispones de tanto tiempo (entiendo que 8 días en Maramures puede sonar excesivo) te recomiendo la primera parte de mi ruta (Baia Mare y Valle de Mara). Y lo digo con el corazón dividido, porque en Poienile Izei me encantó la Pensiune Ion de la Cruce, uno de los mejores alojamientos de mi viaje por Rumanía.
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