Lujosos palacios del siglo XVI, aldeas tradicionales con coloridas viviendas de madera y un solitario barrio judío cubierto de nieve
A principios del siglo XV una familia de origen lituano, los Radziwill, comenzó a amasar dinero y poder gracias a su relación con el Gran Duque Vytautas. Y durante 500 años sus descendientes se casaron con miembros de familias reales; capitanearon ejércitos; e influyeron en las decisiones de los gobiernos de Lituania, Polonia y Prusia. Hasta que la Segunda Guerra Mundial y la expansión del Comunismo en el Este de Europa provocó la pérdida de la mayor parte de su patrimonio. Entre sus numerosas residencias destacan dos situadas a no mucha distancia de Minsk: el Palacio de Nesvizh y el Castillo de Mir.
Estos dos monumentos están catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La mayoría de turistas los visita en una excursión de un día desde Minsk, pero yo preferí alojarme en Nesvizh y Mir para conocer la Bielorrusia rural y explorar otros lugares de interés.
VIAJE: BREST – NESVIZH
Este desplazamiento se convirtió en una pequeña odisea. Entre Brest y Nesvizh hay 270km de distancia y mi idea inicial era viajar en autobús. Así que cuando llegue a la Terminal de Brest procedente del Belavezhskaya Park me dirigí a la taquilla. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando la encargada me dijo que no había billetes disponibles, ni para Nesvizh, ni para otras poblaciones más o menos cercanas como Haradzeya o Baranavichi. El motivo: era el puente de la Navidad Ortodoxa, que se celebra el 7 de enero, y debería haber reservado con antelación.
Tras unos minutos de duda caminé hasta la Estación de Tren. Antes consulté los horarios en la página web de la compañía y comprobé con resignación que el único tren Inter Regional tampoco tenía asientos libres. Con lo cual la alternativa era una salida nocturna que tardaba casi el triple de tiempo y encima llegaba a Haradzeya a las 4.30h de la mañana. Menos mal que antes de comprar el billete se me ocurrió preguntar en la taquilla, y una chica muy amable me propuso realizar el viaje en 2 etapas, haciendo escala en Baranavichi. Me esperaban trenes viejos, muy lentos y con asientos básicos, pero al menos podía ponerme en marcha casi al momento y el precio era de risa (un total de 5,6R, menos de 2€).
La cosa no empezó nada bien cuando llegué al andén indicado y descubrí que el tren saldría con 1 hora de retraso. Pero bueno, tenía margen y aproveché para sentarme en la cafetería de la Estación y comer un par de bollos rellenos de salchicha, acompañados de una jarra de cerveza y un café con leche (8,7R). El problema vino cuando regresé al andén, apareció el tren, y mientras me estaba sentando un operario me dijo que me tenía que bajar. Porque la hora que aparecía en el panel era la de llegada del tren, pero la salida estaba prevista para dentro de 2 horas. Ya me extrañaba a mí que no hubiera nadie en los vagones… A todo esto, mientras intentaba entender al operario se acercaron 4 policías, y en vez de ayudar me pidieron el pasaporte y estuvieron revisando mis datos, ante mi cara de desesperación.
Aunque al final me sonrió la suerte. Como el nuevo retraso me hacía perder el segundo tren, volví a la taquilla de la chica y una vez más se sacó un conejo de la chistera: había quedado un asiento libre en el tren Inter Regional que iba directo a Haradzeya y me pudo vender un billete (11,4R). De esta forma me ahorraba la escala en Baranavichi y me plantaba en menos de 3 horas. Reconozco que mientras me dirigía por tercera vez a la zona de andenes no descartaba nuevos problemas. Pero ahora sí que pude ocupar mi asiento y nos pusimos en marcha con puntualidad. Vaya tela…
El trayecto no tuvo mucha historia ya que viajé junto al pasillo y al momento se hizo de noche, así que me entretuve leyendo y observando lo que ocurría a mi alrededor (el vagón iba lleno de gente). Llegué a Haradzeya a las 20.30h y la Estación estaba desierta, con el terreno cubierto por una gruesa capa de nieve. Todavía tenía que recorrer 15km hasta Nesvizh, pero esta vez fui previsor: al reservar mi alojamiento pedí que me enviaran un taxi y allí estaba esperándome. De lo contrario me hubiera costado conseguir transporte. El taxista me dejó en la puerta del hotel en apenas 20 minutos y me cobró 30R (un precio razonable teniendo en cuenta la distancia).
ALOJAMIENTO: NESVIZH HOTEL – 70R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza extrema; mobiliario moderno; ubicación perfecta, en el centro del pueblo; tranquilidad total por la noche; encargada de la recepción muy amable.
*Puntos en contra: cama individual; wifi errático; precio.
Al poco de comprar el billete de tren hice una reserva a través de Booking. En Nesvizh no abundan las opciones de alojamiento y como sabía que iba a llegar tarde elegí un hotel de calidad, con recepción 24 horas y muy buenas referencias (nada de pensiones o apartamentos privados). Ya había cubierto mi cuota diaria de sorpresas. El precio no fue barato, pero la verdad es que acabé bastante satisfecho. Mi habitación estaba en el cuarto piso, al final de un pasillo, y el silencio era sepulcral a cualquier hora del día.
Una vez instalado salí a la calle y caminé en medio de la nieve hasta un supermercado Euroopt que había a 10 minutos del hotel. Pasé junto a un par de cafés donde habría podido entrar a cenar algo, pero solo me apetecía descansar, así que realicé una pequeña compra de comida y regresé a mi habitación. La cena consistió en un bollo de queso, patatas fritas, una cerveza y un Kit-Kat. Muy poco saludable, aunque llené el estómago y por fin me pude relajar.
EL PALACIO DE NESVIZH
Al día siguiente me desperté tras dormir como un tronco y bajé al restaurante del hotel. Cuando hice el check in la encargada de la recepción me ofreció la posibilidad de desayunar por 13R y decidí probar a ver qué tal. Lo curioso fue que en ese mismo momento, todavía con las mochilas encima, tuve que decidir la hora exacta y elegir una de las 4 opciones disponibles. Pero fue un acierto. El menú consistió en huevos fritos con salchichas, un croissant con mermelada, salchichón, queso, un café y zumo de naranja. Todo muy rico.
Después regresé a la habitación, preparé mi mochila pequeña y caminé hasta la principal atracción del pueblo: el Palacio de Nesvizh. El cielo estaba nublado y las calles llenas de nieve, aunque por suerte unos operarios habían creado senderos por donde se podía caminar.
Hasta bien entrado el siglo XVI Nesvizh era una pequeña población de escaso interés, con un fuerte de madera que pertenecía a la familia Kiszka. Entonces el lugar pasó a manos de los Radziwill gracias a un enlace matrimonial, y pocos años después, en 1583, comenzó la construcción de un espectacular Palacio que se convirtió en una de las residencias más lujosas de Europa. Las diferentes guerras arrasaron el edificio, pero los Radziwill se encargaron de reconstruirlo. Tras su expropiación los rusos lo utilizaron como sanatorio y se fue deteriorando. Aunque por suerte el gobierno de Bielorrusia decidió devolver al Palacio su antiguo esplendor mediante unas obras de restauración un tanto polémicas (se tomaron excesivas libertades), y en el año 2012 abrió sus puertas al público.
Mi llegada al Palacio fue genial. Crucé un puente que pasa sobre un lago artificial, entre árboles con sus ramas cargadas de nieve; y alcancé el punto que ofrece la imagen más fotografiada del lugar, con una panorámica perfecta del Palacio visto desde una esquina. Normalmente el edificio aparece reflejado en el agua del foso que lo rodea. En mi caso, al ser invierno, estaba congelada, pero a cambio la nieve añadía mucho encanto.
A continuación me dirigí al puente de piedra que sortea el foso; crucé la entrada del Palacio; y accedí al patio, rodeado de construcciones imponentes, con torres y fachadas cubiertas de relieves. En el centro había un enorme árbol de Navidad; y en un rincón una montaña de nieve que los operarios acababan de recoger del patio (los niños se lo pasaban en grande). De fondo sonaba una música medieval muy atmosférica. Esta parte es gratuita, pero yo también estaba interesado en visitar el interior del Palacio.
*Horario: 9h – 18h
*Precio: 17R
*Fotografía: ok
Tras comprar la entrada dejé el abrigo y la mochila en una consigna; me puse unas fundas de plástico en los pies (obligatorio para no estropear los suelos de madera); y comencé a explorar el Palacio por mi cuenta, siguiendo un circuito establecido. Algunas salas son realmente majestuosas, como el Golden Hall, con sus paredes adornadas con relieves dorados; el Hunting Hall, decorado con trofeos de caza; o el Fireplace Hall, con elaboradas chimeneas y retratos de la familia Radziwill. Además también visité la Capilla, y un par de exposiciones con armas antiguas y objetos religiosos.
En cada sala hay un cartel con información en inglés; y de vez en cuando aparecían actores disfrazados que explicaban (en bielorruso) anécdotas del lugar: una monja, una princesa, un mayordomo… También hay un auditorio donde una chica tocó el piano durante unos minutos, y otra repartió bolsitas en cuyo interior había un calendario y una chocolatina. El precio de la entrada es caro para lo que se estila en Bielorrusia, pero está realmente justificado, y pasé dos horas entretenido. Este sitio es muy popular y al ser sábado había bastante gente visitándolo, aunque sin llegar a agobiar. Me molestó más la presencia de árboles de Navidad por todas partes que se interponían en las fotos.
Un ala del Palacio alberga un hotel de lujo donde es posible pasar la noche. Tiene que ser una experiencia genial, pero una habitación individual costaba 96 Usd (demasiado para mi presupuesto). También hay un restaurante y una tienda de recuerdos.
RECORRIENDO PARQUES NEVADOS
El resto de la jornada lo dediqué a pasear por los parques que rodean el Palacio. Son 5 y reciben nombres distintos (Old, Japanese, Castle…), aunque no hay ningún tipo de separación entre ellos. Las nevadas de los últimos días habían creado un paisaje mágico, y disfruté como nunca caminando entre familias de lugareños, algunos arrastrando a sus hijos en pequeños trineos. Junto a los parques hay diferentes lagos artificiales rodeados de vegetación, y me acerqué a varios miradores que ofrecen unas vistas magníficas. Mi cámara de fotos echaba humo. También hay numerosas estatuas, entre las que destaca un Memorial en honor a los caídos durante la liberación de Nesvizh en 1944, con la figura de un soldado, una llama eterna y coronas de flores.
Mientras me mantuve en los parques la nieve no fue un problema, porque había senderos marcados que no entrañaban dificultad. Aunque tras el último se me ocurrió continuar hacia el norte siguiendo el lago y cruzar a la otra orilla por un puente, y aquí la cosa ya se complicó. Al principio algo menos porque había huellas y las pude seguir, internándome en un solitario bosque cada vez más cerrado. Pero después del puente el terreno estaba virgen, y tuve que abrir camino hundiéndome en la nieve.
Reconozco que hubo momentos de tensión. No paraba de resbalar; mi calzado no estaba preparado para la nieve y al cabo de un rato tenía los pies empapados; y en un punto me desvié del teórico sendero y acabé en una zona de arbustos que me impedían continuar. Y cuando parecía que la cosa no podía ir a peor, me tocó cruzar un arroyo saltando sobre unos pedruscos cubiertos de nieve, con tan mala suerte que en el último resbalé y me caí al suelo. Yo no me hice daño, pero mi cámara de fotos se llenó de nieve y tuve que secarla a toda prisa para evitar un desastre. Vaya aventura inesperada…
Al menos mereció la pena, porque desde la orilla opuesta pude disfrutar de bonitas panorámicas del Palacio. Después crucé un barrio encantador formado por coloridas casitas de madera. Entre ellas descubrí una iglesia y una fachada con una pintura mural de temática religiosa. Y para acabar crucé otro puente que me llevó de vuelta al centro del pueblo cuando ya comenzaba a oscurecer.
COMIDA: PIZZERIA NESVIZHSKI SMAK
En Nesvizh no hay muchos lugares para comer y no contaba con recomendaciones, así que me la jugué y entré en este local situado a un par de calles de mi hotel. Al principio todo pintaba muy bien: comedor espacioso; amplio menú con platos típicos; y un camarero atento. Yo pedí Solyanka; Draniki rellenos de carne; y una jarra de cerveza. Pero cuando llegaron los platos se rompió la magia: las porciones eran minúsculas; la comida más que mejorable (la sopa estaba aceitosa, los Draniki no sabían a nada…); y encima pagué 24,5R. Un fiasco total.
Quizás mi error fue no ceñirme a la especialidad del local y pedir una pizza. De todas formas fue el peor restaurante de mi viaje por Bielorrusia. Tras la cena regresé a mi habitación, donde puse mis calcetines a secar y piqué unas galletas para acabar de llenar el estómago, porque todavía tenía hambre.
MAS LUGARES DE INTERES
La jornada comenzó a buena hora y no tardé en ponerme en marcha. Esta vez preferí un desayuno más suave, con galletas, un plátano y zumo de manzana. A continuación desalojé la habitación; dejé las mochilas en un cuarto de la recepción del hotel; y salí con mi cámara de fotos a dar una vuelta por el centro de Nesvizh. Esto fue lo más destacado del recorrido:
1. Town Square: es la plaza principal del pueblo y tiene varios edificios interesantes, como el Ayuntamiento del siglo XVI (hoy está perfectamente restaurado y alberga un pequeño Museo de Historia); Artisan House, la vivienda de un adinerado mercader del siglo XVIII; o una Estatua de Lenin.
2. Iglesia del Corpus Cristi: construida al mismo tiempo que el Palacio, se trata de un templo católico que impresiona, con una cúpula visible desde cualquier rincón de Nesvizh. Durante mi visita la fachada estaba cubierta de andamios, pero por suerte pude acceder al interior y contemplar sus muros cubiertos de coloridos frescos; o el enorme cuadro de “La Última Cena” que decora el altar. Además se estaba celebrando una misa, que añadió todavía más ambiente. Bajo el suelo hay una cripta con docenas de tumbas que pertenecen a diferentes miembros de la familia Radziwill.
3. Torre del Castillo: está al lado de la Iglesia y en el pasado formaba parte de la muralla defensiva que rodeaba Nesvizh. En la actualidad se utiliza como campanario.
4. Slutsk Gate: una puerta monumental que también pertenecía al antiguo sistema defensivo de Nesvizh. Se encuentra donde arranca la carretera que va en dirección a la población de Slutsk (de ahí el nombre).
5. Convento Benedictino: fue construido en 1596 y se convirtió en el primer convento católico de Bielorrusia. Hoy día alberga un colegio y destaca su campanario del siglo XVIII. Las mejores fotos se obtienen desde el patio interior, pero al poco de cruzar la puerta me salieron al paso dos operarios que con buenas maneras me dijeron que no podía estar allí y me tuve que marchar (eso sí, con la foto que quería).
Tras la última visita regresé al hotel, recuperé mis mochilas, y caminé hasta la Terminal de Autobuses del pueblo.
VIAJE: NESVIZH – MIR
A pesar de los problemas que había tenido últimamente con el transporte público, aparecí en la Terminal sin saber si era posible viajar en autobús a Mir. Aunque bueno, entre estas dos poblaciones tan solo hay 30km de distancia y a las malas podía recurrir a un taxi. En la taquilla me atendió una mujer de cara avinagrada que me dio dos noticias: la buena, que había autobús a Mir; la mala, que tenía que esperar más de hora y media. Así que me senté y maté el tiempo leyendo.
Me hizo gracia que los billetes para mi trayecto se vendían en una taquilla anexa, que abrió un cuarto de hora antes, cuando la gente ya hacía cola. Al final pude comprar uno (2,2R) y salí a esperar en la zona de andenes. A la hora prevista llegó el autobús y mientras guardaba mi mochila grande en el maletero inferior una horda de gente invadió el vehículo y casi me quedo sin asiento (hubiera tenido narices). El trayecto duró media hora, atravesando un paisaje cubierto por un manto de nieve, con una breve parada en Haradzeya. Y desde la Terminal de Mir caminé hasta el lugar donde había previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: USADBA GUEST HOUSE – 40R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble; ubicación inmejorable, a 10 minutos a pie del Castillo de Mir; tranquilidad total por la noche; nevera compartida; propietaria (Olga) muy amable.
*Puntos en contra: lavabo compartido; wifi horrible en la habitación.
Por primera vez en mi viaje decidí alojarme en casa de una familia local. Reservé la habitación a través de Booking y la verdad es que me sentí muy cómodo. Olga era un encanto y me dedicó todo tipo de atenciones. Una pena que no hablara ni una palabra de inglés y la comunicación fuera complicada. El marido en cambio siempre estaba en otra habitación y no llegué a conocerle.
Una vez instalado salí a comer algo, porque las calles de Mir estaban casi desiertas y no tenía muy claro que hubiera algún restaurante abierto.
COMIDA: MIRSKIY POSAD
Se trata de un café situado a unos metros de la Guest House, y fue mi primera opción porque me lo recomendó Olga. Cuando entré pensé que el local estaba a punto de cerrar, con el comedor vacío, luz tenue y las trabajadoras charlando sentadas. Pero al verme se activaron y me permitieron ocupar una mesa sin problema. Tras revisar la carta con la ayuda de Google Translator pedí Borsch; Draniki con Machanka; y una jarra de cerveza. La comida estuvo muy rica, con raciones abundantes y precios económicos (todo me costó 20,5R). Vamos, nada que ver con la Pizzería del día anterior. Acabé encantado.
Después de comer me dirigí a un supermercado Euroopt y realicé una pequeña compra de comida para mi estancia en Mir. Y regresé a la habitación minutos antes de que cayera la noche.
EL CASTILLO DE MIR
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable. La verdad es que me esperaba más ruido en una casa particular, pero Olga y su marido eran las personas más silenciosas del mundo. Una vez en pie desayuné un plátano, galletas y yogurt; preparé la mochila pequeña; y salí a la calle, donde una jornada más me encontré con un cielo gris y las calles cubiertas de nieve.
Mir es un pequeño pueblo que a principios del siglo XVI se convirtió en el lugar elegido por la familia Ilynich para establecer su residencia, encargando la construcción de un castillo Gótico con 5 torres alrededor de un patio cuadrado. Pero en 1568 el último heredero falleció sin descendencia y la familia Radzwill adquirió el edificio, realizando importantes reformas para darle un estilo Renacentista, casi al mismo tiempo que avanzaban las obras del cercano Palacio de Nesvizh. El castillo sufrió los efectos de las guerras y años de abandono; y durante el siglo XIX cambió varias veces de propietarios, que introdujeron modificaciones en su estructura interior. Hasta que tras la independencia de Bielorrusia se llevó a cabo un extenso programa de restauración y en el año 2010 el castillo abrió sus puertas al público.
Desde fuera el Castillo impresiona, con sus enormes torres rodeadas de grupos de cuervos revoloteando. Tras cruzar la entrada aparecí en el patio, donde había un árbol de Navidad y varios trabajadores con palas llenando un remolque de nieve. Mientras unos altavoces emitían música agradable. Esta parte es gratuita, y a continuación me dirigí a la puerta de acceso al interior del edificio.
*Horario: 10h – 18h
*Precio: 14R
*Fotografía: ok
Después de comprar la entrada dejé el abrigo y la mochila en una consigna y empecé a explorar el Castillo por mi cuenta, siguiendo un circuito establecido. En el primer piso visité varias salas donde se explica la historia del Castillo, sus propietarios y las batallas que tuvieron lugar. Entre los objetos expuestos hay tapices, armaduras, ropa de época, cuadros con retratos, documentos…
En el segundo piso me tuve que cubrir los pies con unas fundas de plástico y recorrí estancias espectaculares, como el Comedor, con un techo de madera muy elaborado; o la Sala de Música, con relieves, espejos y lujosas lámparas. También bajé a los sótanos, donde hay una recreación del aspecto que tenían la Bodega y la Cocina del Castillo. Cada sala tiene un cartel en inglés con bastante información, y no me crucé absolutamente con nadie. De hecho, las señoras encargadas de vigilar iban encendiendo y apagando luces a mi paso.
Yo pensaba que eso era todo, pero en el patio una chica me dijo que aun había más. Primero me envió a las mazmorras; y después alcancé la parte superior de tres de las torres. Los escalones son realmente estrechos y están muy separados, así que me costó alcanzar el piso superior (aunque bajar fue todavía peor). En las diferentes plantas hay pequeñas exposiciones de escaso interés; y buenas vistas de los alrededores a través de los cristales, con las casitas de Mir en la distancia. Al igual que ocurre en Nesvizh, un ala del Castillo está ocupada por un hotel, aunque a precios mucho más económicos (durante mi visita una habitación para dos personas costaba 57 Usd). También hay un restaurante tradicional.
Para acabar dediqué un buen rato a caminar por el lago artificial que hay junto al Castillo, con magníficas panorámicas del edificio. Eso sí, tenía que vigilar, porque las ramas de los árboles estaban cargadas de nieve y cuando soplaba el viento caía al suelo. La mayor parte del lago se encontraba helado, excepto un rincón donde había bastantes patos nadando. A escasa distancia hay una Capilla de 1904. Para entrar una encargada me pidió el billete del Castillo, aunque a parte de algún icono antiguo no tiene mucho que ver.
COMIDA: CAFE MIRUM
Antes de continuar explorando Mir decidí comer en este local situado cerca de la entrada del Castillo. Podría haber regresado a Mirskiy Posad, pero me apetecía probar nuevas opciones, y el Café Mirum también me gustó. Tiene un comedor acogedor con música relajante y vistas del Castillo a través de los ventanales. Yo pedí Solyanka; Draniki rellenos de Calabacín; y una jarra de cerveza. Todo muy rico, con porciones abundantes, y por 20,5R (exactamente el mismo precio que pagué el día anterior).
EN EL BARRIO JUDIO
Antes de la Segunda Guerra Mundial en Mir vivían dos importantes comunidades. Por un lado alrededor de 2.500 judíos, que representaban la mitad de la población y habían convertido el lugar en un destacado centro de comercio y estudio. Por otro los gitanos, que organizaban ferias para la compra-venta de caballos atrayendo a gente de todos los rincones de Bielorrusia. Pero ambos grupos fueron aniquilados por los Nazis, excepto unos pocos que consiguieron huir, y hoy día la principal fuente de ingresos de Mir es el turismo que genera el Castillo.
Afortunadamente todavía se conservan los principales edificios del antiguo Barrio Judío, que datan de principios del siglo XIX. Estos son los más importantes:
1. Sinagoga: un bonito monumento con una elegante fachada adornada con columnas. En la actualidad es un hotel y el Café Mirskiy Posad pertenece al complejo. Aunque durante mi visita no aparecía en Booking ni tenía pinta de estar abierto.
2. Yeshiva (centro educativo donde se estudian las sagradas escrituras): convertido en una oficina de correos.
3. Heder (colegio que enseña a los niños los fundamentos del judaísmo): ahora es una biblioteca.
4. Cementerio: se encuentra al norte de Mir y para llegar tuve que hundir los pies en la nieve. La entrada está inclinada, a punto de caerse, y tiene dos estrellas de David grabadas. Dentro pude ver alguna lápida interesante, pero la mayoría estaban bajo la nieve.
A parte del Barrio Judío también merece la pena visitar la Plaza principal, con un par de iglesias interesantes (una en cada extremo) y varias casas restauradas de vivos colores. La verdad es que Mir es un pueblo mucho más pequeño que Nesvizh y me encantó pasear entre sus casas de madera tradicionales, con un ambiente rural realmente auténtico.
CONCLUSION
Por su relativa cercanía con Minsk y sus monumentos considerados Patrimonio de la Humanidad, Nesvizh y Mir son dos de los lugares más visitados de Bielorrusia. El palacio y el castillo son magníficos, pero a mí me gustó tanto o más la oportunidad de poder alojarme en estas poblaciones tradicionales rodeadas de bosques y campos de cultivo. Además por una vez el invierno jugó a mi favor y las nevadas de los últimos días crearon un paisaje mágico. Aunque a cambio no pude hacer fotos con reflejos en los lagos (la del Palacio de Nesvizh es icónica). Una visita de 2 días será suficiente. Y si viajas desde Minsk te recomiendo utilizar alguna compañía de transporte privado.
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