Un valle remoto cerca de la frontera de China con un antiguo caravanserai, campamentos de yurtas, rebaños de yaks de largo pelaje y lugareños muy hospitalarios
Naryn es una ciudad situada a más de 2mil metros de altura atravesada por el río del mismo nombre. Durante siglos el lugar formó parte de una rama de la Ruta de la Seda que conectaba Asia Central con China (conocida como Kitai) sorteando el mítico Paso de Torugart hasta llegar a Kashgar. Aunque la actual Naryn creció a partir de un cuartel establecido por los rusos en el año 1868. En tiempos de la URSS la economía de la zona dependía de la actividad de varias minas y fábricas, pero tras la independencia cerraron y hoy día Naryn es la capital de una de las provincias más pobres de Kirguistán, con su población subsistiendo de forma precaria mediante la ganadería.
La mayoría de viajeros pasan en Naryn el tiempo justo para organizar sus excursiones al Valle de Tash Rabat, los lagos Chatyr Kul y Kol Suu, o la frontera de China. Y no les faltan motivos, ya que a parte de un pequeño Museo Regional, la Mezquita Azul y algún que otro edificio soviético, Naryn no cuenta con atracciones turísticas imprescindibles.
VIAJE: BOKONBAYEVO – NARYN
Este desplazamiento fue muy sencillo porque hay marshrutkas que cubren la ruta a diario. Así que solo tuve que caminar hasta la Terminal de Bokonvayevo y esperar un rato, charlando con un abuelete que se acordaba del lema “No pasarán” utilizado durante la Guerra Civil española (¡?). Cuando llegó la marshrutka guardé mi mochila grande en el maletero trasero, ocupé un asiento de la fila individual (el único que quedaba), pagué el billete al conductor (350S) y nos pusimos en marcha. Entre los pasajeros me sorprendió ver a dos chavales Belgas y hablamos unos minutos (estaban recorriendo Kirguistán con sus mochilas).
El trayecto duró solo 3,5h gracias a que atajamos por una carretera local sin pasar por Balykchy; y a que en Kochkor apenas nos detuvimos unos minutos (yo pensaba que el conductor querría sentarse a comer algo). Al principio cruzamos un paisaje árido y pasamos junto a Ottuk, donde hay un espectacular memorial dedicado a las víctimas de la Gran Guerra Patriótica. Se trata de un enorme panel metálico en el que aparecen la madre patria levantando una espada y el símbolo de la hoz y el martillo. Después bordeamos el embalse de Orto Tokoy, con un par de grupos de camellos; y seguimos el curso del río Chu hasta llegar a Kochkor, donde se quedaron los belgas.
A partir de aquí nos adentramos en un estrecho cañón formado por el río Joon Aryk y fuimos ganando altura hasta alcanzar el Paso de Dolon, a más de 3mil metros. Desde este punto el conductor bajó a tumba abierta por una carretera llena de curvas recorriendo uno de los tramos más escénicos del país, con prados salpicados de yurtas; caballos, vacas y ovejas pastando; y puestos con botellas de Kumis a la venta (leche de yegua fermentada, la bebida nacional de Kirguistán). De haber tenido mi propio vehículo habría parado en infinidad de ocasiones. Además lució el sol la mayor parte del tiempo. En los últimos kilómetros el cañón se abrió y poco después llegamos a Naryn.
ALOJAMIENTO: GUEST HOUSE BAKTYGUL – 800S/Noche
*Puntos a favor: cama doble muy cómoda; baño privado con ducha perfecta; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; tienda anexa de la misma propietaria; precio; desayuno incluido.
*Puntos en contra: limpieza muy mejorable; ubicación alejada del centro.
Antes de llegar a Naryn consulté opciones de alojamiento en Booking, aunque todas eran muy caras o se encontraban demasiado lejos del centro, así que decidí buscarme la vida sin reservar. Mi idea inicial era probar suerte en Datka’s Guest House, una de las mejores de la ciudad, e intentar regatear el precio. Pero tras bajarme de la marshrutka comprobé con horror que la guest house estaba mal indicada en maps.me. Y como no tenía ganas de caminar cargado con mis mochilas eché un vistazo en Google.Maps y acabé en la cercana Guest House Baktygul, donde me recibió una anciana y me dio una habitación sin problema.
La sorpresa llegó cuando más tarde investigué y descubrí que este alojamiento aparecía en Booking y ofrecía habitaciones como la mía a 2.350S (¡?). Por curiosidad se lo comenté a la hija de la dueña, y la verdad es que no me quedó claro si se trataba de un error o era el precio habitual pero me habían hecho un descuentazo al ser temporada baja. En todo caso acabé muy satisfecho.
CENA: NOMAD CAFE
Un local recomendado por la dueña de la guest house y mi guía de viajes, así que no me importó caminar casi 2km hasta el centro de Naryn bajo un cielo plomizo, con viento y una fina lluvia. Al llegar al Nomad Cafe ocupé una mesa del comedor, y tras examinar el menú (en kirguiso) pedí una Ensalada de tomate y pepino; Boso Laghman; y té con limón. Una pena que no tuvieran cerveza porque me apetecía mucho una jarra. El ambiente me gustó, con camareras atentas y clientela local; y los precios no podrían ser más baratos (todo me costó 360S). Pero el Laghman flotaba sobre una balsa de aceite y no me convenció. En fin, quizás me equivoqué de plato.
Después de cenar regresé a mi habitación mientras comenzaba a oscurecer, envuelto en el sonido de centenares de pájaros, con unas magníficas vistas de las montañas.
DESCUBRIENDO NARYN
Al día siguiente me desperté a buena hora y en cuestión de minutos estaba listo para desayunar en el comedor de la guest house. Allí conocí a 3 kirguisos que se encontraban en Naryn por trabajo y compartimos mesa. Apenas hablaban inglés y la conversación fue complicada, pero aun así intercambiamos unas palabras, nos hicimos varios selfies, y uno de ellos estaba encantado de haberme conocido. El menú consistió en un plato de gachas de avena con mermelada, una tortilla francesa, té y un par de galletas. Me dejó como nuevo.
Tras llenar el estómago cogí mi cámara de fotos y salí a la calle para conocer Naryn. En el exterior el tiempo estaba revuelto y durante el día hubo un poco de todo: sol intenso, cielo cubierto de nubes grises y dos momentos en los que llovió con fuerza y me tuve que refugiar en una parada de autobús. Naryn es una población muy estrecha que se extiende durante varios kilómetros siguiendo el curso del río, con la calle Lenin como eje principal. Esto fue lo más destacado de mi recorrido:
1. Museo Regional: está situado enfrente de la guest house y lo primero que me sorprendió fue el precio. Nada menos que 150S por visitar una modesta colección, cuando (por poner un ejemplo) la Torre de Burana y su museo anexo me costaron 110S. Y encima no me dieron ni billete. Eso sí, una chica con un inglés aceptable se ofreció a hacerme un tour guiado por el recinto, aunque no acepté porque aquello tampoco era el Louvre.
El Museo Regional consta de varias salas. En una hay diferentes hallazgos arqueológicos (cerámica, armas, un par de estelas Balbal…); otra cuenta con objetos tradicionales (alfombras, ropa, joyas, una yurta de tamaño real…); y la más original está dedicada a Kojomkul, un mítico luchador de 2m de altura nacido en la región de Naryn a finales del siglo XIX (hay fotos y un gigantesco pijama). Además pude ver monedas antiguas, imágenes de personajes destacados, fotografías… Casi no hay información en inglés, pero el Museo estaba desierto y pasé un rato entretenido.
2. Arte Soviético: Naryn cuenta con varios edificios interesantes construidos durante la época en que Kirguistán pertenecía a la URSS. Me gustaron el Teatro; el Palacio de los Pioneers (está cerrado, pero en el jardín hay una estatua plateada de Lenin); y el Hotel Ala Too, el más antiguo de Naryn (al lado hay un siniestro edificio abandonado que me hubiera gustado investigar, pero todos los accesos estaban sellados). Además descubrí una sede oficial con el emblema de la hoz y el martillo, fábricas antiguas, tiendas de rótulos curiosos, y bloques de pisos con balcones oxidados y fachadas cayéndose a pedazos.
3. Freedom Square: es la plaza principal de la ciudad, con la sede del gobierno regional a un lado y al otro la estatua de Ishenbay Kadyrbekov, un respetado político nacido en Naryn que fue presidente interino de Kirguistán en el 2005. Hasta no hace mucho en la plaza se podía ver la Freedom Statue, de estilo soviético, pero se decidió sustituirla por la de Kadyrbekov. Al lado de Freedom Square hay un Museo de Arte con su fachada cubierta de relieves que representan escenas de la historia de Kirguistán.
4. Arte Callejero: algunos edificios de la calle Lenin están decorados con enormes pinturas murales, como un colegio con la imagen de un niño que sostiene un pájaro en la mano; o un bloque de pisos donde aparece una mujer vestida con ropa tradicional.
5. Río Naryn: es el más largo de Kirguistán y uno de los principales afluentes del río Sir Darya. En un punto cerca de mi guest house forma un cañón con una cascada y la escultura de un ciervo. Las vistas desde el puente que lo cruza son magníficas. También recorrí su orilla durante un rato, contemplando escarpadas paredes de roca de color naranja.
6. Mezquita Azul: también conocida como Azreti Ali, fue construida en el año 1995 y es el principal templo de Naryn. Tiene una fachada de diseño moderno, además de una cúpula y un minarete lujosamente decorados que quedan genial en las fotos con las onduladas montañas de fondo. Yo aproveché que no había mucha gente y entré en el patio a curiosear.
En general me gustó la atmósfera decadente de Naryn, con locales y viviendas de aspecto abandonado. Aunque no hay que fiarse porque en una estuve a punto de entrar y de repente apareció una señora que volvía del supermercado con dos bolsas de la compra. En mi recorrido por la ciudad caminé más de 8km y acabé bastante cansado. Además como era el único turista de la ciudad me convertí en el centro de todas las miradas, caminando entre hombres con Kalpak, mujeres con coloridos pañuelos en la cabeza y grupos de niños jugando.
COMIDA: NARYN CAFE
Este lugar no aparecía en mis mapas y no tenía ninguna referencia, pero decidí entrar y me encantó. Se compone de diferentes tiendas de campaña privadas con mesas. Yo ocupé una y me atendieron unos camareros muy simpáticos. La especialidad es la carne a la brasa y tras examinar el menú pedí una Ensalada de tomate y pepino; 2 Shashlik de ternera (deliciosos, aunque una pena que no les quedaran de cordero); y una Fanta de litro. Precio: 640S. Volvería sin dudarlo.
Después de comer dediqué el resto de la tarde a realizar gestiones de cara a la excursión del próximo día. Y cuando empezó a caer la noche decidí volver a la guest house, porque me crucé con varios lugareños de dudoso aspecto (algunos con demasiado vodka encima). Naryn no es un lugar muy recomendable para paseos nocturnos.
Mientras caminaba los 3 kirguisos de mi alojamiento pasaron con su 4×4 y me ahorraron el tramo final. En la guest house charlamos como pudimos y nos hicimos más fotos. Una vez en mi habitación solventé la cena con pan, queso y una cerveza Arpa. Y me estiré a dormir rodeado de un silencio sepulcral.
RUMBO A TASH RABAT
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 8h y me puse en marcha sin perder tiempo. A continuación preparé las mochilas y me senté en el comedor, donde al poco apareció la señora con el desayuno. Esta vez había tortitas en lugar de gachas de avena y lo agradecí. Por cierto, los 3 kirguisos ya no estaban.
El plan del día era visitar el Valle de Tash Rabat, un lugar remoto de Kirguistán situado 115km al suroeste de Naryn. Estos son los aspectos a tener en cuenta para organizar una excursión por libre:
*Transporte: a Tash Rabat no llegan las marshrutkas ni los taxis compartidos. Como mucho es posible viajar hasta la población de Kara Suu utilizando un mínimo de 2 transportes, y una vez allí hay que contratar los servicios de un taxi privado para recorrer los últimos 60km. Aunque esta opción implica perder buena parte del día en el desplazamiento, así que decidí contratar un taxi privado en Naryn aprovechando los precios económicos de Kirguistán.
Podría haber negociado directamente con los taxistas de la ciudad (hay por todas partes), pero no hablan inglés y me exponía a que me timaran por ahorrarme un par de euros. Con lo cual preferí alquilar el taxi a través del CBT (Community Based Tourism) de Naryn. El día anterior visité sus oficinas, situadas en la calle Lenin, aunque me atendieron dos chavales que trabajaban de voluntarios y no se enteraban de nada. Por suerte al final contacté vía WhatsApp con la encargada del centro (Gulmira) y en cuestión de minutos organizó todo. Precio: 3000S (algo más de 30€), incluyendo alguna parada durante el trayecto.
*Alojamiento: Tash Rabat está a 3.200m de altura y en circunstancias normales hay varios campamentos de yurtas que ofrecen alojamiento. Pero al ser temporada baja y no haber viajeros por la crisis del coronavirus temí encontrarme todos cerrados (Gulmira me dijo que era el primer turista en contratar sus servicios en un año). La chica desconocía la situación exacta de los campamentos, pero me garantizó que al menos uno estaría operativo. De todas formas tenía previsto adentrarme en el valle, así que metí en mi mochila la tienda de campaña y el saco de dormir.
*Comida: por el mismo motivo decidí realizar una compra de comida para varios días en un supermercado de Naryn y ser autosuficiente. En la cesta incluí latas de atún y paté, queso, pan, galletas, plátanos, zumos y 3 litros de agua.
Tras el desayuno desalojé mi habitación; dejé mi mochila pequeña con unas bolsas a cargo de la propietaria de la guest house hasta mi regreso; y salí al exterior, donde ya me estaba esperando el taxista (Mirlan) con un flamante vehículo 4×4. De hecho el hombre había llegado una hora antes por error (imagino que no se entendió con Gulmira), aunque yo le enseñé los mensajes de WhatsApp y dejé claro que no era culpa mía. En fin, a continuación guardé mi mochila en el maletero, ocupé el asiento del copiloto y arrancamos.
Al principio seguimos una carretera en buen estado atravesando un paisaje espectacular, con montañas onduladas de color verde, ríos de aguas cristalinas y antiguos cementerios con mausoleos en ruinas. Un escenario de postal con todo el sabor de Asia Central. Además el día amaneció con un sol radiante y el cielo salpicado de nubes blancas. También nos tocó cruzar un par de enormes rebaños de ovejas, vacas y caballos. La carretera conduce hasta la frontera de China, pero al estar cerrada por la crisis del coronavirus apenas había tráfico. Mirlan hablaba un inglés aceptable y fuimos charlando todo el trayecto.
De camino paramos a visitar las ruinas de Koshoy Korgon, un castillo del siglo XII situado en las afueras de Kara Suu que en el pasado controlaba el paso de las caravanas que recorrían la Ruta de la Seda. Su nombre hace referencia a Koshoy, uno de los generales del mítico héroe Manas. Mirlan aparcó el 4×4 en un extremo del castillo y me dejó explorar el lugar a mi aire. Me recordó a los fuertes de Karakalpakstan (Uzbekistán), con muros de adobe muy desgastados. La entrada es gratuita.
A continuación hubo momentos de tensión porque nada más regresar al 4×4 recordé que me había olvidado la mayor parte del dinero en la mochila pequeña y ni siquiera tenía efectivo para pagar el taxi. Por suerte estábamos a 20km de At Bashi, la última población relevante antes de adentrarnos en las montañas, y Mirlan no tuvo problema en dar media vuelta y llevarme al centro para que sacara dinero de un cajero. Vaya tela…
Los últimos 15km del viaje transcurrieron por una pista sin asfaltar, siguiendo el curso del río Tash Rabat, con varias marmotas de pelaje naranja que salían corriendo al vernos. En total tardamos 3 horas (incluyendo la visita al castillo y el desvío a At Bashi) y una vez en Tash Rabat aparcamos junto a un campamento de yurtas. Cuando confirmé que podía alojarme allí pagué a Mirlan el importe acordado (añadiendo 200S extra por el desvío) y nos despedimos. Yo pensaba que el hombre se sentaría un rato a tomar algo y descansar, pero se subió al 4×4 y desapareció al momento.
ALOJAMIENTO: NAZAR YURT CAMP – 1200S/Noche
*Puntos a favor: yurta espaciosa con varias camas individuales (aunque era el único huésped); decoración con todo tipo de detalles tradicionales; ubicación genial, a escasos metros de Tash Rabat, rodeado de montañas; tranquilidad total por la noche; té y galletas de cortesía; servicio de comidas a precios razonables; desayuno incluido.
*Puntos en contra: baño precario (una caseta de madera) y muy alejado de la yurta; sin cobertura ni wifi; precio.
Este campamento de yurtas aparecía en mi guía de viajes con un nombre distinto (Omurbek). Al llegar me recibió la propietaria (Saltanat), una chica con un inglés bastante correcto. El precio me pareció excesivo, y más tarde Saltanat admitió que los lugareños suelen pagar solo 800S. Aunque en mi caso el CBT de Naryn se quedaba con una importante comisión por llevarme (esto lo desconocía). Además otros campamentos son mucho más caros, como el Sabyrbek, de propiedad rusa, que ofrece yurtas y habitaciones a 2.400S, y encima está alejado de los lugares de interés.
Saltanat se aloja junto a su marido y sus dos hijos en un remolque decorado con pinturas de vivos colores que hace las veces de comedor. Tras instalarme en mi yurta salí a pasear por los alrededores.
UN ANTIGUO CARAVANSERAI
Tash Rabat es un caravanserai del siglo XV que utilizaban los mercaderes de la Ruta de la Seda para alojarse y descansar. Tiene forma rectangular, con una torre en cada extremo, y está rematado por una cúpula. En realidad es un edificio sencillo pero crea una imagen memorable, situado en medio del valle entre imponentes montañas. Cuando llegué a la puerta estaba cerrada, aunque al momento apareció una mujer de un campamento cercano con la llave y me permitió acceder pagando 100S.
El caravanserai tiene más de 30 habitaciones y una sala central con un techo abovedado que todavía conserva restos de estuco. La mujer me dejó solo y tuve todo el tiempo del mundo para explorar el recinto, descubriendo misteriosos rincones. También es posible subir al tejado de Tash Rabat y contemplar la cúpula de cerca. Junto a la entrada hay un cartel con información en inglés, aunque no se sabe mucho del lugar.
Poco después apareció un autobús con un numeroso grupo de chavales procedentes de Bishkek. Casi todos hablaban inglés y pronto me convertí en una atracción más de Tash Rabat. Varios se acercaron a charlar conmigo mientras otros se dedicaban a jugar a kartoshka con una pelota (una especie de voleibol), montaban a caballo o hacían fotos. Más tarde desplegaron unos manteles frente al Nazar Yurt Camp y organizaron una comida (pagan un modesto importe a Saltanat por utilizar las instalaciones para cocinar). Por supuesto los chavales insistieron en que me sentara con ellos y no me pude negar. Así que me comí un generoso plato de Kuurdak (estofado de carne con patatas), acompañado de Ensalada y té. Acabé a reventar.
Tras la comida recogieron todo, nos despedimos y subieron al autobús de regreso a Bishkek (ojalá les hubiera conocido al día siguiente porque me habrían podido dejar en Naryn). Cuando me quedé solo Saltanat me propuso acompañarla junto a su familia para guardar en un corral a sus ovejas y vacas. De camino me explicó historias de Tash Rabat, mientras el sol se ocultaba tras las montañas tiñendo las cumbres de un color naranja intenso. Eso sí, también comprobé que la tarea no es sencilla y el marido (a caballo) se tuvo que emplear a fondo con los animales.
De vuelta en el campamento me senté en el remolque mientras Saltanat preparaba la cena y estuve jugando con sus hijos (nos tirábamos una pelota y se partían de risa). El menú consistió en una Sopa de arroz con carne y verduras; patatas con cebolla; zanahoria rayada; y té. Precio: 400S. Yo todavía estaba lleno por culpa del Kuurdak y no me pude acabar los platos, pero Saltanat lo entendió. Me encantó compartir cena con la familia en vez de hacerlo en un lugar a parte rodeado de turistas (como ocurre en temporada alta).
A continuación me fui a mi yurta. En el exterior había comenzado a refrescar pero dentro hacía un calor tremendo porque Saltanat encendió una estufa de leña. Yo metí en la cama, bajo un edredón comodísimo, y me quedé dormido con el sonido del río de fondo y una sonrisa de oreja a oreja tras todas las experiencias vividas.
EN EL VALLE DE TASH RABAT
La jornada comenzó tras una noche de sueño impecable. La estufa perdió fuerza poco a poco a medida que se consumía la leña y en la yurta hacía frío, pero el edredón se portó a la perfección. Fuera hacía un tiempo de lujo, con cielo despejado y un sol agradable que bañaba el caravanserai. A la hora acordada entré en el remolque y desayuné junto a Saltanat y sus hijos: un bol de gachas de avena; tortitas con mermelada; y varias tazas de té. Justo lo que necesitaba.
Después de desayunar me preparé para una excursión complicada. Mi idea era recorrer el Valle de Tash Rabat hacia el sur y, si no encontraba obstáculos insalvables, acampar una noche a orillas del lago Chatyr Kul. Una ruta de 17km (solo ida). Pero para ello tenía que cruzar el Paso de Panda, situado a más de 4mil metros de altura. Y unos turistas que realizaron el trayecto a caballo unos días antes comentaron que había mucha nieve. Con este panorama dudé bastante, hasta que al final decidí ponerme a caminar abierto a cualquier opción. Así que me despedí de Saltanat (me dio unas tortitas); llené una botella de agua en el río (la chica me dijo que a primera hora no había problema); y me puse en marcha equipado con tienda de campaña, saco de dormir, ropa de abrigo y comida de sobras para un par de días.
Nota: para visitar el lago Chatyr Kul hace falta un permiso especial porque se encuentra cerca de la frontera de China. Se puede tramitar en el CBT de Naryn o en cualquier agencia de viajes local; cuesta 1000S; y tarda 2/3 días. En la carretera hay controles policiales que lo piden, pero yo iba a llegar a Chatyr Kul cruzando las montañas en temporada baja y Gulmira me dijo que no tendría problema.
De entrada avancé por una pista de tierra siguiendo la orilla derecha del río Tash Rabat y pasé junto a un campamento de yurtas vacío. Estos primeros momentos fueron un auténtico festival de fauna, con un grupo de yaks de largo pelaje caminando por la ladera de una montaña; un par de buitres sobrevolando una cima cercana; un pato de plumas naranjas; y numerosas marmotas de gran tamaño que al verme corrían a esconderse en sus madrigueras, aunque otras se levantaban sobre sus patas traseras y emitían agudos chillidos para avisar al resto del peligro. Disfruté como nunca.
Aunque también me tocó atravesar una zona pantanosa que me dejó los calcetines empapados; y crucé dos veces el río, que por el sol y la abundante nieve en las montañas bajaba con mucha fuerza. La primera conseguí pasar saltando de piedra en piedra con la ayuda de mis bastones. Pero en la segunda me tocó descalzarme y el agua estaba helada (mis gritos retumbaron en el valle). Más adelante me encontré con varios grupos de caballos que me miraban con desconfianza. Uno de ellos estaba acompañado de un pastor con dos perros, aunque por suerte eran amigables.
Hacia el final del Valle de Tash Rabat el río estaba cubierto por una gruesa capa de hielo que crujía peligrosamente, pero logré continuar. Hasta que el sendero comenzó a ganar altura de forma vertiginosa siguiendo la ladera de la montaña, a escasos centímetros de un barranco y con un terreno muy resbaladizo. Entonces me asaltaron las dudas. Estaba completamente solo, a más de 3mil metros de altura; frente a mí se levantaba un inmenso muro de piedra cubierto de nieve que tenía que sortear de alguna forma para llegar al lago Chatyr Kul; y el cielo empezó a llenarse de nubes oscuras que amenazaban lluvia. Me gusta la aventura pero esto era demasiado. Así que me senté un rato a picar unas galletas con un zumo; y decidí regresar al campamento.
El camino de vuelta fue muy entretenido. Vi dos yaks plantados en medio del sendero que tras unos minutos observándome huyeron a la carrera; montones de marmotas (hice buenas fotos); y todo tipo de pájaros de colores (había unos amarillos que no paraban de cantar). Además conseguí cruzar el río las dos veces sin tener que meter los pies en el agua (quizás porque el sol se había ocultado). En total mi excursión abreviada se redujo a 12km (ida y vuelta), pero aun así mereció la pena, disfrutando de un paisaje épico.
TARDE CON UN GRUPO DE LUGAREÑOS
Una vez en el campamento ya eran las 15h pasadas y quería regresar a Naryn. Al principio pensé que sería sencillo porque había mucha gente en los alrededores. Pero Saltanat me dijo que pertenecían al mismo grupo y no tenían previsto marcharse hasta dentro de unas horas. En cambio se abrió una nueva posibilidad: a lo mejor ella viajaba en coche con su familia a Kara Suu (el pueblo donde están las ruinas de Koshoy Korgon) y allí podría conseguir transporte para llegar a Naryn. Así que me senté en el remolque a tomar té y descansar.
A continuación Saltanat me presentó al grupo, que también vivía en Kara Suu. Estaban jugando a kartoshka con una pelota y nos unimos a ellos. No se me dio mal, aunque medí mucho mis fuerzas, mientras que otros iban con todo y a una mujer le rompieron las gafas de sol entre risas.
Después llegó la hora de comer, y una vez más me convertí en invitado. La verdad es que tenía el estómago revuelto y no me apetecía mucho, pero no me pude negar. El grupo era de 20 personas y nos metimos todos en una yurta-comedor. Allí nos sentamos en el suelo alrededor de una mesa y empezaron a aparecer los platos. Y me enfrenté a dos problemas:
*Nadie hablaba inglés. Saltanat se quedó un rato e hizo de traductora, pero al marcharse la comunicación fue muy complicada.
*Esta era mi primera comida formal con una familia kirguisa, donde hay una serie de normas y costumbres que desconocía por completo. Así que metí la pata en varias ocasiones (que yo sepa, porque igual fueron muchas más).
Primero comimos ensalada y carne con patatas, acompañada de té y zumo de melocotón. Pensaba que eso era todo, pero al momento sirvieron un enorme trozo de cordero y un bol de Shorpo (caldo de sabor fuerte). Yo empecé a picotear el mío, hasta que me di cuenta que mis compañeros cortaban una porción con un cuchillo y dejaban el resto intacto, porque era imposible comerse el trozo entero. Nadie me dijo nada, pero… Por si fuera poco un hombre abrió una botella de vodka y me ofreció un vaso. Yo me lo quedé y fui bebiendo hasta que se acabó, pero después comprobé que era el mismo vaso para todo el mundo (por eso la gente me miraba expectante) y se devuelve tras darle un sorbo, sin apurarlo. Qué desastre…
Y aun hay más: cuando ya estaba a punto de explotar… ¡llegó el plato principal! Beshbarmak, la comida nacional de Kirguistán, muy popular en la región de Naryn. Consiste en tiras de carne de cordero y noodles, y el nombre significa “cinco dedos” en referencia a la forma de comerlo (con la mano). También iban pasando otros platos con distintas partes del animal (intestinos, grasa…). Y un abuelete no paraba de darme los mejores trozos y me presionaba para que comiera. Me quería morir pero aguanté el tipo. Al final picamos unas cerezas de postre y rematamos con otro chupito de vodka. A pesar de todo el grupo se portó genial conmigo y fue una gran experiencia.
Tras la comida me dediqué a jugar a beisbol con los hijos de Saltanat, que se lo pasaron en grande. A esas alturas el tiempo había mejorado, y de vez en cuando pasaban rebaños de ovejas, vacas y yaks, guiados por pastores a caballo. Aunque flotando en el ambiente había una gran incógnita: ¿cómo iba a volver a Naryn?
Al final a eso de las 19h Saltanat me dijo que no iba a Kara Suu pero podía viajar con el grupo. Así que nos despedimos (sus hijos no querían que me marchara); subí a la parte trasera de uno de los coches; y nos pusimos en marcha. Durante el trayecto paramos un par de veces para tomar un chupito de coñac; y una tercera en la que salimos del coche y se organizó un pequeño botellón, con vino y Coke, rodeados de oscuridad. Y como yo era el invitado siempre me tocaba beber más que el resto. También me sorprendió que la gente eructaba con total normalidad. Después del botellón mi estómago era una bomba de relojería y el alcohol empezaba a pasar factura. Aunque ya no volvimos a parar hasta llegar a Kara Suu.
ALOJAMIENTO: FAMILIA DE SALTANAT
Antes de abandonar el campamento Saltanat me dijo que a esas horas ya no encontraría transporte hacia Naryn, así que me propuso alojarme en casa de sus padres por 800S (desayuno incluido). Yo decidí confiar en ella y no cuestioné el precio, aunque poco a poco descubrí que se trató de un truco para sacarme el dinero. Una pena, porque me había caído genial.
Como en Tash Rabat no hay cobertura, Saltanat escribió una nota para que se la dieran a su madre explicando mi presencia allí, pero la cara de la mujer era de confusión total. A pesar de todo me invitó a pasar a la casa, donde vivía con su marido, otra hija y sus dos nietas (un bebé y una niña de 6 años que me miraba con ojos de asombro). Allí estuve un rato jugando a la pelota con la niña; y después me senté con la madre a tomar té con bayas de espino amarillo (un arbusto de la zona). Entonces las cosas se empezaron a torcer:
*La madre me sorprendió con un bol de sopa para cenar y me lo tuve que comer casi sin respirar, con el estómago pidiendo ayuda.
*De repente apareció el padre con unas copas de más (sus ojos vidriosos le delataban). El tipo mantuvo en todo momento una actitud desafiante para demostrar que era el jefe de la casa, y no paraba de hablarme a gritos a pesar de decirle que no hablaba kirguiso o ruso.
*Con la madre la cosa no mejoró. Se comunicaba conmigo mediante Google Translator, pero todas sus preguntas giraban en torno al dinero (cuánto me gastaba cada día, cuánto cobraba…), sin importarle otros aspectos más interesantes de mi viaje como cuántos países había visitado. Al final me sentía muy incómodo.
*Pensaba que la casa estaba habilitada para invitados y por eso Saltanat me ofreció dormir allí, pero ni por asomo. Dormí sobre un edredón en el suelo de un pequeño cuarto anexo a la habitación del matrimonio; el baño era un cobertizo de madera estilo turco; y no tenían ducha (había que asearse con un cubo de agua). Yo he pasado la noche en lugares mucho peores y no tengo ningún problema, pero pagar 800S por esto (¡en Kara Suu!) me pareció un auténtico despropósito.
Reconozco que cada vez estaba más molesto con la situación y me sentía ridículo, así que a la que pude me fui a la “cama”. Por suerte había sido un día intenso y me quedé dormido enseguida.
REGRESO A NARYN
Al día siguiente me levanté sorprendente descansado teniendo en cuenta que me había despertado varias veces, con gente pasando a mi lado para ir al lavabo, y alguien aporreando la puerta a las 6h de la mañana. A continuación fui a la cocina y la madre me sirvió un escueto desayuno: 3 huevos fritos con pan y varias tazas de té. Por lo menos el padre estaba más calmado y reinó la calma. Aunque ser consciente de que estaba pagando 800S me volvió a indignar, con lo cual preparé la mochila sin perder un minuto y me despedí del matrimonio.
Para volver a Naryn en transporte público necesité 2 etapas:
1. Taxi compartido a At Bashi: la madre de Saltanat llamó al conductor y vino a buscarme a la casa. Pero después estuvimos un buen rato dando vueltas por las polvorientas calles de Kara Suu en busca de otros 3 pasajeros. Al final el hombre lo consiguió, con una maniobra final en la que arrinconó a una señora, cortándole el paso a otro taxi que se acercaba a ella, entre las risas de la gente. Precio: 50S.
2. Taxi compartido hasta Naryn: el conductor me dejó en el Bazar de At Bashi. Al ser domingo estaba teniendo lugar el mercado semanal de animales y era un hervidero de gente. Yo valoré la opción de visitarlo, pero como había previsto acercarme al de Osh preferí continuar la ruta. Nada más salir un lugareño me llevó a su taxi. Por suerte el vehículo estaba completo y en un par de minutos nos pusimos en marcha. El hombre me hizo sentar junto a él y me iba haciendo preguntas que no entendía, por su inglés limitado y porque iba hasta arriba de vodka (a las 10h de la mañana). La carretera a Naryn es una sucesión de curvas y fuertes pendientes y el tipo conducía con dificultad, invadiendo el carril contrario y realizando algún adelantamiento peligroso. Reconozco que iba hecho un manojo de nervios. Precio: 120S.
Una vez en la Terminal de Naryn caminé hasta la Guest House Baktygul, donde me espera la agradable propietaria y una habitación impecable (por el mismo precio que había pagado en Kara Suu).
Al día siguiente volví a Bishkek en marshrutka. La propietaria me recomendó que estuviera a buena hora en la Terminal y llegué a las 8.30h. A continuación compré el billete en la taquilla por primera vez en mi ruta por Kirguistán (300S); guardé la mochila grande en el maletero trasero (40S); ocupé un asiento de la fila individual; y a las 9h arrancamos. El trayecto duró algo menos de 5 horas y me bajé en el centro de Bishkek, antes de llegar a la Terminal Oeste, donde la marshrutka finalizaba su recorrido.
CONCLUSION
En el Valle de Tash Rabat viví la experiencia más auténtica de mi recorrido por Kirguistán. Durante mi estancia me alojé en una yurta tradicional al calor de una estufa de leña; compartí juegos y comidas con grupos de lugareños que me dedicaron todo tipo de atenciones; visité un antiguo caravanserai de la Ruta de la Seda; y caminé solo entre enormes montañas con afiladas cumbres cubiertas de nieve; yaks de largo pelaje; y graciosas marmotas. Un lugar imprescindible. Dos días serán más que suficientes para conocer Naryn y Tash Rabat, aunque a partir de aquí existe la posibilidad de realizar diferentes excursiones por la región.
A mí me hubiera encantado llegar a pie al lago Chatyr Kul, pero estaba demasiado solo y las condiciones climáticas eran delicadas, así que todo quedó en un intento. También me habría apuntado a visitar el lago Kol Suu en 4×4; o cabalgar hasta Shaar Waterfall, la cascada más alta de Asia Central. Pero la ausencia de transporte público y de otros turistas para compartir gastos encarecía demasiado las excursiones (en el CBT de Naryn me pedían 7000S por llevarme a Shaar Waterfall).
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