Visita a la capital de Nan, con un templo budista cubierto de espectaculares pinturas murales, tras un largo trayecto en transporte público
Nan es la capital de la provincia del mismo nombre. Una zona rural pegada a Laos, escasamente poblada, dominada por bosques y campos de cultivo. De donde procede una variedad de naranja de piel dorada, que alcanza precios elevados y se ha convertido en la principal exportación de la provincia. A pesar de ser capital, Nan no llega a los 25mil habitantes, y es una población tranquila y apacible.
La verdad es que no tenía previsto visitar Nan. Pero a última hora, leyendo mi guía de viajes, me picó la curiosidad, y decidí pasar mis últimos días en Tailandia explorando estas tierras remotas, que prometían aventuras al margen de los circuitos turísticos habituales.
VIAJE CHIANG SAEN – NAN
A pesar de no tener que recorrer distancias excesivamente largas, viajar por el norte de Tailandia en transporte público siempre implica coger varios vehículos. Y este trayecto no fue una excepción:
1. Para empezar, sin perder tiempo en desayunar, me puse a esperar junto a la carretera, frente a mi hotel de Chiang Saen. Y al poco estaba subido en un tuk tuk, que me dejó en la estación de autobuses del pueblo.
2. Nada más llegar, encontré un autobús de una compañía privada (mucho mejores) que estaba a punto de salir hacia Chiang Rai, y tenía asientos disponibles. Pagué un precio algo superior, pero aun así irrisorio. Y a cambio viajé mucho más cómodo, y a un ritmo veloz, sin continuas paradas para dejar/recoger pasajeros. El trayecto duró alrededor de una hora, recorriendo un paisaje intrascendente por la carretera principal, hacia el sur del país.
Chiang Rai es una población de cierto tamaño (unos 75mil habitantes), que en los últimos años se está promocionando como “puerta de acceso al Triángulo de Oro”, y rivaliza con Chiang Mai (a 180km de distancia) por atraer el lucrativo negocio turístico. Con una buena oferta hotelera y aeropuerto propio. Pero se trata de un lugar moderno, de escaso interés en sí mismo. Y yo ya había explorado los principales lugares de interés de la provincia durante los últimos días, alojándome en pueblos con mucho más ambiente. Así que mi visita al lugar se limitó al 7 Eleven local, donde me compré un zumo de naranja Minute Maid; unas Oreo de imitación; y unos Mentos de sabores exóticos que no había visto nunca (uva y frutos rojos).
3. De regreso en la estación, esperé un rato, y subí a mi siguiente autobús, dispuesto a encarar el trayecto más largo del día. Me dirigía a Nan, población ubicada hacia el sureste. Mi guía de viajes prometía un desplazamiento infernal, por carreteras peligrosas y llenas de curvas. Pero lo pintaban tan mal, que estaba preparado para lo peor, y al final no me pareció tanto. O quizás es que las carreteras de la zona habían mejorado mucho desde la redacción de la guía. El caso es que acabé llegando a mi destino un par de horas antes de lo previsto, tardando 5 horas en lugar de 7. El bus avanzó a buen ritmo, atravesando espesos bosques, profundos valles, y campos solitarios.
4. Ya en la estación de bus de Nan, para llegar a mi alojamiento elegido utilicé los servicios de un Samlaw (un tuk tuk sin motor), uno de los pocos medios de transporte que me faltaba por probar en Tailandia.
ALOJAMIENTO: NAN GUEST HOUSE – 200 Baths/Noche
*Puntos a favor: habitación doble muy espaciosa; cama doble; lavabo privado con ducha perfecta; limpieza impecable; ventilador; ubicación céntrica, pero a la vez tranquilidad absoluta por la noche; dueño (un inglés de mediana edad) amable y dispuesto a ayudar en todo lo posible; precio.
*Puntos en contra: ninguno.
A continuación, salí a la calle y me dirigí a una tienda de alquiler de motos cercana, recomendada por el dueño del hotel, ya que necesitaba alquilar una para los próximos 3 días. Lo cierto es que no había mucha variedad, y la que me ofrecieron era peor que las dos que había alquilado anteriormente. Pero estaba en buen estado, así que no puse pegas. Como novedad, esta vez me dieron casco; y se quedaron con mi pasaporte como depósito. Lo último no me hizo nada de gracia, pero eran las normas de la casa, y decidí no complicarme la vida. El precio, el habitual: 200 Baths al día. Y salí de la tienda motorizado, dispuesto a visitar algún lugar de interés del pueblo.
PRIMEROS PASOS EN NAN
Durante mucho tiempo Nan fue un reino independiente, con una gran riqueza histórica. Más tarde, entre los siglos XIII y XV, cayó bajo la influencia sucesiva de los poderosos Reinos Sukhotai y Lanna, a los que tuvo que rendir pleitesía. Pero las cosas empeorarían a mediados del siglo XVI, cuando la zona fue invadida por los birmanos. Y buena parte de su población esclavizada, por lo que la ciudad quedó desierta.
En el año 1786 una dinastía local recuperó la soberanía de Nan, y pudo gobernar con cierta independencia hasta la creación de Tailandia. Pero incluso después, esta zona siempre se ha considerado bastante al margen del resto del país.
Como no faltaba mucho para que anocheciera, y quería probar mi nueva moto, decidí conducir 2km hacia el sudeste del pueblo y visitar el Wat Phra That Chae Haeng, el templo más sagrado de la provincia, que data del año 1.355. No estuvo mal, con un altísimo chedi dorado; bot con tejado de tres niveles rematados por chofas de madera con forma de cabeza de dragón; fachada con un relieve mostrando un grupo de nagas entrelazadas; interior atmosférico, lleno de estatuas de Buda; y feligreses orando o presentando ofrendas. Pero me esperaba mucho más de la ubicación, porque mi guía de viajes prometía vistas geniales de los alrededores. En fin, no estuvo mal…
El regreso a Nan fue una gozada. Conduciendo mientras el sol se ponía en el horizonte, cubriendo el paisaje de colores rojizos, y creando una atmósfera mágica. De camino, paré a sacar una bonita foto del río Nan. Y una vez en el pueblo, recorrí calles tranquilas, bajo un cielo limpísimo, y rodeado de grupos de pequeños pájaros que revoloteaban en busca de insectos. Un lugar idílico…
CENA: TANAYA KITCHEN
Ya de noche, tocaba cenar, pues estaba hambriento. Así que me acerqué hasta este restaurante, y me senté en una mesa de su terraza exterior. Esta vez no me la jugué con experimentos raros, y pedí un buen plato de pollo con arroz, acompañado de verduras, piña, cebolla y salsa agridulce. Para acompañar, una Pepsi. Todo delicioso.
Eso sí, a la hora de regresar a mi hotel, no contaba con que la oscuridad me iba a jugar una mala pasada. Y me costó muchísimo encontrarlo. Me tiré un buen rato conduciendo por calles estrechas, oscuras y solitarias, hasta que por fin di con él. Quien me iba a decir que a las 20h el pueblo iba a estar absolutamente muerto, como si hubiera toque de queda… Me hizo gracia la cara que puso el inglés cuando me vio llegar con una moto tremendamente básica, cuando él me había recomendado la tienda de alquiler porque era posible conseguir motos grandes en buen estado… Sí, sí… Solo me faltaba complicarme aun más las cosas…
Tras los ruidos insoportables que sufrí en Chiang Saen, fue todo un lujo meterme en mi cama rodeado de un silencio sepulcral. Justo lo que necesitaba…
VISITA A LOS TEMPLOS DE NAN
Al día siguiente, tras una noche de sueño reparador, nada mejor que disfrutar de un fantástico desayuno en mi alojamiento. Fue realmente completo, al más puro estilo Bed & Breakfast inglés: huevos fritos con bacon y salchichas; tostadas con mermelada y mantequilla; zumo de naranja; café con leche… Sin duda, uno de los mejores desayunos de mi viaje por Tailandia.
Una vez con el estómago lleno, salí a la calle para visitar a pie los dos principales wats que hay en Nan:
1. Primero, el Wat Phumin, de planta cruciforme. Una auténtica obra de arte (y yo que temía estar saturado de templos). Su principal atractivo son las elaboradas pinturas murales del interior del bot, que datan del siglo XIX y cubren sus paredes por completo. No paré de sacar fotos de todo tipo de escenas de la época, o de la vida de Buda… Había infinidad de imágenes, con un colorido y un grado de detalle increíble: un oficial adinerado fumando, una pareja cortejando, un enorme mural sobre la vida de Buda, ciudades, ejércitos, seres mitológicos… Sencillamente genial.
También destacar del interior 4 esculturas doradas de Buda, mirando hacia los 4 puntos cardinales. Y en el exterior, dos larguísimas nagas custodiando la entrada al bot. Y un recinto anexo lleno de esculturas humanas con cabeza de animal representando escenas surrealistas (me fue imposible entender su significado). Sin duda, un templo espectacular.
2. El segundo templo, el Wat Phra That Chang Kham, fue algo más normalito. Más parecido a los que visité en Chiang Mai. Me gustó su enorme stupa dorada, asentada sobre esculturas de elefantes. Y las puertas de acceso, con bonitas tallas de madera. Pero le dediqué bastante menos tiempo.
Tras estas dos visitas, ya no había mucho más que ver en la población. Así que tocaba ponerse en marcha, y explorar el resto de la provincia.
CONCLUSIÓN
La ciudad de Nan es una visita muy recomendable, sobre todo si te gustan las pinturas murales. Porque aquí está el que para mi gusto es el mejor templo budista del norte de Tailandia. Me encantó. Aunque no tengas previsto explorar a fondo la provincia, si regresas al sur por carretera y no vas muy justo de tiempo, merece la pena el desvío. Un día completo será más que suficiente.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales