Frondosas montañas envueltas en la niebla a escasa distancia de la frontera con Yemen y carreteras vertiginosas que cortan la respiración
Los Montes Fayfa se ubican en la región de Jazan y adentrarse en ellos es toda una aventura, conduciendo por estrechas carreteras entre profundos valles cubiertos de vegetación. Hay infinidad de pequeñas aldeas compuestas por viviendas tradicionales con antiguas torres de piedra y rodeadas de plantaciones en terrazas que recorren la ladera de las montañas. Sus habitantes visten coloridos pareos a rayas, y a veces lucen coronas de flores en la cabeza. En los Montes Fayfa no hay atracciones turísticas concretas y la gracia consiste en explorar sin rumbo fijo, descubriendo vistas asombrosas en cada curva.
Fayfa, la principal población de la zona, está a tan solo 15km de la frontera con Yemen, país que durante mi visita se encontraba inmerso en una sangrienta Guerra Civil. La verdad es que me esperaba una situación más tensa, ya que en los últimos años los huzíes habían lanzado docenas de misiles hacia territorio saudí (siempre interceptados antes de impactar en sus objetivos). Pero en cambio me encontré un clima de total normalidad, como si no pasara nada.
VIAJE: ABHA – FAYFA
Para este desplazamiento tenía que recorrer 220km hacia el sur. Una distancia que parecía muy asequible, pero al final por diferentes motivos tardé 5 horas. Todavía estaba cansado tras mis aventuras por los alrededores de Abha, así que no me puse en marcha muy temprano (lo justo para evitar llegar de noche a mi destino).
Para empezar dejé atrás Abha por una carretera que me llevó hasta el fondo del valle. No tan exigente como la de Rijal Alma, pero llena de curvas y pendientes que me obligaron a frenar todo el rato. Después avancé a buen ritmo atravesando un terreno monótono, sin mucho que destacar. Suerte del aire acondicionado del coche, porque en el exterior hacía un calor importante, y el termómetro no bajó de los 35 grados. En este tramo paré 3 veces: una para llenar el depósito en una gasolinera (41R); otra para sacar dinero de un cajero automático (situado en otra estación de servicio); y la última para comer en un restaurante de una de las poblaciones que crucé. Allí me senté en el suelo de un pequeño comedor y pedí Kabsa y una Mirinda. Precio: 17R.
A medida que me acercaba a la frontera de Yemen el paisaje fue cambiando y se llenó de colinas forradas de vegetación. Hasta que de repente apareció en la distancia una gigantesca cordillera con sus cumbres salpicadas de viviendas de color blanco. Sin mirar el mapa ya sabía que se trataba de los Montes Fayfa. Al principio fui ganando altura siguiendo una carretera en buen estado. El desnivel era muy duro y el motor del coche parecía que iba a explotar de un momento a otro. Además, de vez en cuando me encontraba con auténticas hordas de Babuinos que invadían la calzada y tenía que esquivar como podía. Pero lo peor estaba por llegar…
En un punto el camino se empezó a estrechar hasta que casi no cabían dos vehículos; las pendientes se hicieron todavía más pronunciadas; y las curvas cerradas sin visibilidad eran continuas. Por si fuera poco, de vez en cuando tenía que pasar sobre bandas de frenado ridículamente altas (una me rozó los bajos del coche). Esta carretera ya era peligrosa aunque hubiera estado desierta. Pero por desgracia se encontraba llena de saudíes al volante… Son auténticos kamikazes. Bajaban a toda pastilla sin importarles nada, y en más de una ocasión tuve que frenar bruscamente. Uno calculó mal el espacio y se estrelló contra la pared, destrozando la parte delantera del coche. Y otro casi choca frontalmente con un vehículo cuando me adelantaba en una curva. De hecho, a casi todos los coches que veía les faltaban partes y estaban llenos de golpes.
El trayecto se me hizo eterno, y en varias ocasiones me aparté del camino para respirar hondo y contemplar el paisaje. Cruzar el centro del pueblo de Fayfa no fue sencillo: solo podía pasar un coche, y por supuesto nadie me daba facilidades. Pero bueno, seguí subiendo como pude (pitando varias veces antes de entrar en las curvas); dejé atrás Fayfa; y conseguí llegar sano y salvo a la diminuta aldea de Absiyah, ubicada en el punto más alto de los Montes Fayfa, donde estaba el lugar en el que había decidido pasar la noche.
ALOJAMIENTO: ABSIYAH APARTMENTS – 150R/Noche
*Puntos a favor: apartamento gigantesco, equipado con cocina y nevera; cama doble enorme; ubicación con unas vistas espectaculares de las montañas; parking privado.
*Puntos en contra: mobiliario destartalado; sin wifi; apartamento con bastantes bichos (incluidas un par de langostas a las que saqué como pude).
Cuando busqué hotel en Booking solo aparecían dos, con precios demasiado caros para mi presupuesto. Así que decidí seguir los consejos de lostwithpurpose y me dirigí al lugar donde se alojó ella. Una vez en la recepción me pedían 200R por noche, ya que únicamente tienen apartamentos familiares. Y me era imposible comunicarme, porque ni el encargado ni el dueño hablaban inglés. Por suerte, cuando ya me veía durmiendo en el coche, apareció un lugareño que hizo de traductor y pude negociar un precio más ajustado.
Una vez instalado en mi apartamento comenzó a oscurecer, así que caminé hasta una tienda cercana y compré provisiones. De regreso la atmósfera era genial, con el valle cubierto de luces; las diferentes mezquitas llamando a la oración; y una suave brisa. Teniendo en cuenta que estaba en las montañas, no hacía nada de frío, y me preparé para una noche de descanso más que merecida.
LA GUERRA CIVIL DE YEMEN
En el año 2011, durante la conocida como Primavera Árabe, los yemeníes salieron a la calle para protestar contra el gobierno por su precaria situación económica, al igual que ocurrió en otros países como Túnez o Egipto. Esta debilidad fue aprovechada por el movimiento Huzí, mayoritario en la región de Sadah (noroeste de Yemen), liderado por Abdul Malik. Y en 2015, tras años de conflictos e intensas negociaciones, los huzíes protagonizaron un golpe de estado que expulsó del gobierno al presidente Abdrabbuh Mansur Haci, y tomaron las riendas del país a través del Supreme Political Council (SPC).
Poco después comenzó una cruenta Guerra Civil que enfrentó a dos bandos. Por un lado los huzíes (de religión Chiita), que cuentan con el apoyo económico de Irán. Por otro las tropas leales al ex-presidente Haci (de religión Sunita), a las que inmediatamente se unió una coalición internacional de 9 países liderada por Arabia Saudí. Y Yemen se convirtió en un nuevo escenario del eterno conflicto que saudíes e iraníes mantienen en Oriente Medio (como Siria o Irak), de forma similar a lo que ocurría durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética.
Con el paso de los años la Guerra Civil llevó a los territorios controlados por los huzíes a una situación límite. Los expertos han acusado a Arabia Saudí de numerosas violaciones de los derechos humanos: bombardeos indiscriminados sobre la población civil; destrucción de infraestructuras básicas; bloqueo comercial que impide el acceso de alimentos… Esto ha causado una crisis humanitaria sin precedentes, con miles de víctimas fruto del hambre y las enfermedades (las cifras varían en función de los intereses de cada uno). Y muchos países (como España) decidieron suspender la venta de armas a Arabia Saudí.
DESCUBRIENDO FAYFA
La jornada comenzó con mi alarma despertándome nada menos que a las 6h de la mañana. En el exterior todavía era de noche, porque mi plan consistía en ver salir el sol. Odio madrugar y son muy raras las ocasiones en las que me lanzo a contemplar el amanecer. Pero lostwithpurpose consiguió unas fotos espectaculares desde las inmediaciones del hotel, con las cimas de los Montes Fayfa emergiendo de entre un mar de nubes, y no podía quedarme sin intentarlo. Así que me vestí; desayuné galletas y zumo; y salí al exterior con mi cámara de fotos y una linterna… solo para encontrarme con una espesa niebla que no dejaba ver a más de 10m de distancia. Resultado: tras unos minutos regresé al apartamento y continué durmiendo.
De nuevo en pie decidí bajar hasta el pueblo de Fayfa y empezar a explorar la zona. La verdad es que no me apetecía nada coger el coche tras la experiencia traumática del día anterior, con lo cual me planté junto a la carretera y al poco un lugareño paró y me llevó en su pick up, ahorrándome pasar un mal rato. Mi idea inicial era visitar un mercado tradicional, pero fue tarea imposible, básicamente por dos motivos:
*El mercado se ubica cada día en un pueblo diferente de los Montes Fayfa, y nadie me supo dar la información correcta.
*En Fayfa es muy raro encontrar gente que hable inglés y no me entendían (en un par de ocasiones pregunté por el «Souq» y los vecinos me enviaron a un supermercado moderno).
Con este panorama me tuve que dar por vencido y acabé recorriendo la avenida del pueblo, mientras la niebla desaparecía poco a poco. En Fayfa se encuentran los principales servicios de la zona: tiendas, restaurantes y un par de bancos con cajeros automáticos. Todo el mundo me saludaba al verme. Si pasaban a pie me dedicaban un “salam”; si iban en coche me hacían un gesto con la mano; y hasta un crío que conducía un enorme 4×4 (una imagen habitual en Arabia Saudí) frenó y me gritó “¡I love you!”.
Aunque no todas las situaciones fueron agradables. Durante mi paseo un hombre bien vestido me paró y al poco me pidió dinero. Y más tarde un niño que iba con su padre me preguntó cómo me llamaba, y los siguiente que me dijo fue “money”. Me sorprendió mucho, teniendo en cuenta que no se trata de una zona frecuentada por el turismo de masas, donde es más habitual ver a los extranjeros como una fuente de dinero fácil.
A todo esto, un lugareño con un inglés bastante correcto me propuso enseñarme los campos de cultivo que rodean Fayfa, y acepté sin dudarlo. Debido al fuerte desnivel de la zona, hace mucho tiempo que sus habitantes cubrieron las montañas de ondulantes terrazas para facilitar la agricultura, y la imagen recuerda a algún país del sudeste asiático. Fue un paseo genial, recorriendo estrechos senderos entre una espesa vegetación.
Pasamos junto a enormes campos de Khat, una planta muy popular en toda la zona del Cuerno de África (principalmente Somalia y Etiopía) donde se conoce como Chat. Sus hojas contienen un alcaloide con efectos similares al de las anfetaminas: euforia inicial, y más tarde estado de sopor. En teoría su consumo en Arabia Saudí está prohibido, y el lugareño me aseguró que toda la producción se exportaba a Yemen, donde hay una gran demanda. No me lo creí, pero tampoco quise insistir en el tema.
También vimos plantaciones de café, con sus granos de color rojo; bananas; mangos; un árbol de Jack Fruit; montones de cactus; flores de vivos colores… Y de vez en cuando pasamos junto a viviendas tradicionales, con torres de piedra en diferentes estados de conservación (algunas pintadas de blanco). O trabajadores originarios de Sudán y Etiopía. Pero poco a poco el lugareño fue acelerando el paso, y cuando me paraba a hacer alguna foto desaparecía. Hasta que al final me dijo que se tenía que ir a la mezquita (tocaba oración), salió a la carrera y no le volví a ver. Una despedida curiosa…
Yo me quedé un rato más paseando por las terrazas, y cuando acabó la oración volví a la avenida principal para comer algo en un restaurante. Pedí Kabsa acompañado de una Pepsi y una botella de agua. Como de costumbre, ración abundante y muy rica. Comí en un pequeño reservado, sentado en el suelo y utilizando la mano derecha (no me pusieron salsas, y por tanto tampoco cuchara). Precio: 18R. Los camareros eran muy simpáticos, y cuando me marché me regalaron una botella de agua.
UN ATARDECER DE PELÍCULA
Con el estómago lleno decidí regresar a pie hasta la zona de mi hotel en Absiyah, y no fue un paseo sencillo. Las pendientes eran durísimas; hacía mucho calor; y no paraban de pasar vehículos a toda velocidad a escasos centímetros. Pero bueno, poco a poco fui ganando altura y llegué a mi habitación, donde estuve un rato descansando.
Más tarde salí a explorar los alrededores. Primero caminé hasta una roca cercana que constituye el punto más alto de los Montes Fayfa y ofrece panorámicas impresionantes. Desde allí pude contemplar diferentes valles cubiertos de vegetación, viviendas con torres de vigilancia, minaretes… De vez en cuando aparecía alguna familia, pero estuve la mayor parte del tiempo solo, disfrutando del espectáculo.
A continuación me dirigí a otro punto con mejor luz para la fotografía, y me senté a ver la puesta de sol. El lugar era un festival de vida, con montones de pájaros de color negro que cantaban sin parar; enormes langostas que levantaban el vuelo a mi paso; varios halcones (uno detenido sobre un árbol, una pareja realizando acrobacias en el aire…); una familia de perros (como siempre cuando me acerqué a darles unas galletas se marcharon ladrando); gatos por todas partes; y mosquitos que me empezaron a picar y me obligaron a ponerme la chaqueta para tapar los brazos. De fondo podía escuchar niños jugando, adultos cantando durante sus tareas… Y el sol se ocultó tras las nubes mientras las diferentes mezquitas de la zona llamaban a la oración.
Pero la cosa no acabó ahí. A medida que caía la noche las montañas se llenaron de luces creando un paisaje irreal, con la mezquita principal de Fayfa teñida de color naranja. Fueron unos momentos inolvidables. Más tarde regresé a mi hotel envuelto en la oscuridad, poniendo punto y final a mi recorrido por los Montes Fayfa.
CONCLUSION
Si estás en el sur de Arabia Saudí te recomiendo acercarte a los Montes Fayfa, aunque con dos salvedades. Ten en cuenta que te vas a enfrentar a carreteras realmente peligrosas, donde la irresponsabilidad de los saudíes al volante te pondrá en situaciones poco agradables. Además la frontera con Yemen está a escasos kilómetros, un país en plena Guerra Civil con Arabia Saudí implicada de forma muy activa. Durante mi visita reinaba la calma, pero te recomiendo informarte con antelación. Dicho esto, una jornada será suficiente para recorrer las montañas, alojándote en algún hotel para disfrutar de sus paisajes a primera y última hora del día.
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