Cuatro días recorriendo los Montes Cárpatos en transporte público, con aldeas de postal, iglesias de madera y extensos bosques de coníferas
Los Cárpatos son una cadena montañosa que se extiende por Europa del Este a lo largo de 1.500 kilómetros. Casi la mitad está localizada en Rumanía, y su nombre evoca relatos de vampiros y castillos medievales. Pero el territorio de Ucrania también abarca una pequeña porción de los Cárpatos Orientales, habitada desde tiempos inmemoriales por los Hutsul, un grupo étnico con una lengua y tradiciones distintas al resto del país. Determinadas zonas están protegidas por el Parque Nacional de los Cárpatos, donde se encuentra el Monte Hoverla (2.061m), la cumbre más alta de Ucrania; o catalogadas como Reserva de la Biosfera por la Unesco. Y cuentan con rutas de trekking que ofrecen paisajes insuperables.
La mejor época para visitar los Montes Cárpatos son los meses de verano (de junio a septiembre), cuando la nieve desaparece de los senderos y el clima facilita la acampada. Aunque no hay que confiarse: el tiempo cambia con rapidez y las tormentas son habituales. Yo visité el parque en diciembre y, aunque disfruté de días soleados, la nieve y el frío me impidieron explorar las montañas como me hubiera gustado. Aun así visité varios pueblos con encanto, como Vorokhta, Yasinya o Rakhiv; y subí el Monte Terentyn.
VIAJE: IVANO-FRANKIVSK – YAREMCHE
Este trayecto es muy sencillo, con apenas 60km de recorrido, así que tuve tiempo para disfrutar tranquilamente de un último desayuno en el espectacular Nadiya Hotel. Cómo iba a echar de menos este buffet libre… A continuación desalojé mi habitación y caminé hasta la Terminal de Autobuses de Ivano-Frankivsk. Una vez allí la suerte me sonrió, porque encontré una marshrutka a punto de partir hacia Yaremche. Tuve el tiempo justo de comprar el billete en la taquilla (45G), ocupar un asiento de la fila individual, y a las 10h en punto nos pusimos en marcha.
El viaje duró hora y media, sin mucho que destacar. A mi alrededor había un puñado de lugareños, y atravesamos un paisaje de llanuras cubiertas de nieve y bosques de árboles pelados. El día comenzó nublado, aunque poco a poco se fue despejando y lució un sol espectacular como hacía tiempo que no veía en Ucrania. La furgoneta se dirigía a Vorokhta, el pueblo donde había previsto pasar la noche, pero yo decidí bajarme en el centro de Yaremche y visitar un par de lugares de interés para hacer la jornada más amena.
EXPLORANDO YAREMCHE
Yaremche es una población de montaña que, si tienes transporte propio o es verano, constituye una buena base para explorar los Montes Cárpatos, ya que cuenta con una amplia oferta de hoteles, restaurantes y agencias que organizan excursiones por los alrededores. Además aquí están las oficinas del Parque Nacional de los Cárpatos, donde se puede ver una exposición sobre la fauna y flora de la zona.
Mi idea era dejar la mochila grande en algún sitio para caminar sin tanto peso. Primero lo intenté en la consigna de la Estación de Tren, pero la puerta estaba cerrada y había que llamar por teléfono al encargado. Vamos, un lío. Después pensé en entrar en alguna cafetería, tomar algo y pedir que me la guardaran, aunque no vi ninguna oportunidad clara. Así que al final tuve que cargar un buen rato con todas mis cosas, avanzando por la carretera principal hacia el sur del pueblo. Y no fue sencillo, porque la acera estaba cubierta de una capa de hielo muy resbaladiza, y yo iba en zapatillas de ciudad.
Ya en las afueras de Yaremche crucé el río Prut por un puente y me dirigí a los sitios que quería conocer:
1. Mercado de artesanía: es el más grande de la región, formado por docenas de tiendas y puestos con todo tipo de productos a la venta. Ropa tradicional, objetos de cerámica, muñecas de trapo, prendas de lana, cojines, pañuelos, quesos, botes de encurtidos… Me sorprendió ver tantos comercios abiertos teniendo en cuenta que era un miércoles de diciembre y que apenas había clientes. Por ese motivo me convertí en el centro de todas las miradas y a la que me detenía unos segundos se me acercaban las vendedoras, aunque sin agobiar mucho.
Parte del mercado se extiende a lo largo de una pista de cemento con bastante desnivel y durante mi visita estaba helada, con lo cual tuve que medir cada paso. Pero bueno, en general pasé un rato agradable. La única nota negativa: dos tipos ofreciendo a la gente un enorme águila y un mono para hacerse fotos. Por desgracia se trata de una práctica extendida en Ucrania (también lo vi en Kiev).
En cuanto a la mochila grande, al poco de llegar al mercado un simpático chaval me ofreció probar diferentes licores. Yo acepté y acabé comprándole una botella de crema de plátano (70G). Estaba rica, pero mi objetivo era otro: que me guardara la mochila en su tienda durante un par de horas (algo que el chico hizo encantado).
2. Restaurante Hutsulshchyna: es el más famoso de Yaremche y se encuentra junto al Mercado, en un espectacular edificio de madera. Por lo visto el interior es muy auténtico y mi plan era entrar a tomar un café, pero la puerta estaba cerrada. Una pena…
3. Cascada Probiy: un salto de agua en el río Prut que no es nada del otro mundo pero crea una bonita escena, con placas de hielo flotando y bosques de coníferas. Primero contemplé las vistas desde un puente peatonal sobre la cascada, y después bajé por las rocas hasta la orilla. A continuación seguí hasta otro puente situado más al norte, con nuevas panorámicas interesantes. De camino había bastante hielo y nieve, así que no paré de resbalar y acabé con los pies mojados. También pasé junto a varios edificios de madera con tejados casi verticales. Después recuperé mi mochila grande y regresé al centro de Yaremche.
4. Memorial a los Partisanos de la Gran Guerra Patriótica: de estilo soviético, consiste en la estatua de un hombre levantando una ametralladora.
Como ya eran las 14h pasadas y el pueblo no tenía mucho más que ofrecer me dirigí a una parada de autobús y esperé de pie junto a otros lugareños.
VIAJE: YAREMCHE – VOROKHTA
Yo pensaba que no tardaría en aparecer algún vehículo hacia Vorokhta, pero tras 45 minutos me empecé a preocupar. Mientras, el resto de lugareños se marcharon en diferentes autobuses, y cada vez tenía más frío (sobretodo en los pies). Así que al final no aguanté más y decidí comenzar a avanzar terreno.
1. Autobús a Tatariv: un trayecto de media hora recorriendo el valle del río Prut que me dejó a tan solo 7km de Vorokhta. Empecé sentado en un escalón porque no había sitios libres, pero al cabo de unos minutos se bajó gente. A través de la ventana contemplé varios pueblecitos nevados que creaban imágenes de postal. Precio: 20G.
2. Autobús hasta Vorokhta: de nuevo me tocó esperar en una parada solitaria, con el sol ocultándose tras las montañas y ni rastro de autobuses, o en su defecto taxis. Pero cuando empezaba a valorar la opción del autoestop apareció mi vehículo (el que hubiera cogido en Yaremche) y me dejó en la Terminal de Vorokhta. Precio: 10G. Desde allí caminé un par de minutos hasta mi alojamiento.
ALOJAMIENTO: GUEST HOUSE U STASUKA – 396G/Noche
*Puntos a favor: cama doble muy cómoda; limpieza extrema; ubicación inmejorable, en pleno centro de Vorokhta y a escasa distancia de la Terminal de Autobuses; tranquilidad total por la noche; nevera compartida; wifi rápido; propietario muy amable.
*Puntos en contra: lavabo compartido (aunque era el único huésped de la casa).
Reservé esta guesthouse a través de Booking y acabé muy contento. La habitación se encontraba en el primer piso de la casa del dueño y accedía por una escalera exterior. Aunque imagino que cuando hay más gente alojada el lugar es algo ruidoso (suelos de madera que cruje, lavabo compartido…). Además, al estar al lado de las vías, en temporada alta el paso de los trenes hace temblar todo (yo no escuché ninguno).
Nada más instalarme salí a la calle en busca de un local para comer porque tenía el estómago vacío.
COMIDA: STARA VOROKHTA
Un restaurante rústico situado a tan solo 10 minutos de mi guesthouse. El comedor estaba desierto y me encantó, con sus paredes decoradas con objetos de la cultura Hutsul; música tradicional; y una chimenea encendida que creaba un ambiente agradable. Tras examinar el menú (en inglés y con un montón de opciones) pedí Banush (una especie de Polenta similar al Mamaliga de Rumanía) con salsa de champiñones y pan; Vareniky rellenos de cereza con nata; y para beber una cerveza Panske sin filtrar. Todo típico de la región. La comida me gustó mucho, con raciones abundantes y un camarero atento. Eso sí, me costó 333G, algo caro en comparación con otros restaurantes de Ucrania.
Después de comer regresé a mi alojamiento. Ya era noche cerrada y el frío apretaba, así que hice una pequeña compra en una tienda y ya no volví a salir de la habitación.
UN PASEO POR VOROKHTA
Al día siguiente decidí no madrugar mucho porque no tenía grandes planes. Una vez en pie desayuné galletas y un plátano; me puse toda mi ropa de abrigo encima (y zapatillas de montaña); y salí a la calle con la cámara de fotos. Hacía un tiempo perfecto, con cielo azul y un sol que moderó las gélidas temperaturas de jornadas anteriores.
Vorokhta es otro popular destino turístico de montaña. A principios de siglo se inauguraron varios sanatorios para tratar a pacientes con enfermedades respiratorias que aun siguen operativos. Aunque actualmente el pueblo es más conocido por la cercana estación Avanhard, equipada con las mejores rampas del país para la práctica del salto de esquí, donde acuden a entrenarse los atletas. Vorokhta está situado en pleno Parque Nacional de los Cárpatos, rodeado de montañas, y hay quien lo considera la capital no oficial de los Hutsul. Yo dediqué la mañana a pasear y visitar algún que otro lugar de interés:
1. Acueductos: en Vorokhta hay dos enormes puentes de piedra con arcos que sortean el río Prut. Datan del año 1895 y forman parte de la linea férrea que une Ivano-Frankivsk y Rakhiv. El primero se encuentra en la entrada norte y me acerqué caminando. Está decorado con pinturas murales que hacen referencia a los Hutsul, y cerca pude ver un árbol con un hueco que los lugareños han convertido en un altar, con iconos y flores. A continuación subí por unas escaleras hasta la parte superior y disfruté de unas vistas geniales, con el río Prut helado, casitas de madera pintadas de vivos colores, y de fondo las montañas cubiertas de bosques. No pasan muchos trenes, pero en el caso de que coincidas con uno van a paso de tortuga y hay espacio de sobras para apartarte.
El segundo acueducto está en la entrada sur y también llegué a pie, recorriendo un tramo de la parte superior. Aquí no hay peligro de trenes, ya que circulan por un puente de metal moderno construido justo al lado (imagino que el acueducto no era lo suficientemente sólido). Y la panorámica es aun mejor, con las viviendas de Vorokhta y sus chimeneas humeantes; antiguas fábricas; y los meandros del río Prut perdiéndose en el horizonte.
2. Iglesia de la Natividad de la Virgen: en Ucrania hay centenares de iglesias de madera, pero los ejemplos más destacados se encuentran en los Montes Cárpatos, conocidas con el nombre de Tserkvas. Fueron construidas entre los siglos XVI y XIX, por comunidades Ortodoxas y Greco-Católicas, y varias de ellas están incluidas en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. La Iglesia de la Natividad de Vorokhta no aparece en esta lista, pero es una de las más antiguas. El templo original es de 1657, y en un principio estaba ubicado en la cercana población de Yablunytsya, hasta que en 1780 se trasladó a Vorokhta.
La iglesia corona una colina al sur del pueblo y el exterior me encantó. Por suerte pude acceder al recinto y pasear alrededor del templo, aunque la puerta estaba cerrada y me quedé sin visitar el interior, que está decorado con cuadros e iconos antiguos. Al lado hay un campanario de madera de dos pisos que alberga un pequeño museo, pero también estaba cerrado. En fin… Es lo que tiene viajar en temporada baja…
En general me encantó pasear por las calles de Vorokhta, disfrutando de su ambiente tradicional. Pasé junto a enormes casas de madera; me crucé con grupos de niños que salían del colegio y saludaban; vi pasar una carreta tirada por dos caballos… Eso sí, todavía quedaban restos de hielo y nieve y tenía que vigilar dónde ponía el pie para no resbalar.
Desde la iglesia regresé a mi guesthouse. Todavía eran las 14.30h pero ya había recorrido Vorokhta de punta a punta y no se me ocurría nada más que hacer. Además, en la habitación hacía una temperatura genial y de nuevo era el único huésped, así que decidí aprovechar la tranquilidad y tomarme la tarde de descanso. Para comer cayeron dos bollos rellenos de queso y unas galletas; y solventé la cena con un plátano y un yogurt.
EL MONTE HOVERLA
En realidad había decidido pasar la noche en Vorokhta con un objetivo: intentar coronar la cumbre del Monte Hoverla, el más alto de Ucrania. El punto de partida de las dos rutas más populares es Zarosliak, un pequeño asentamiento situado 21km al sur de Vorokhta. Yo pregunté al dueño de mi guesthouse y un taxi costaba 800G, incluyendo el trayecto de ida y vuelta + 5/6 horas de espera. No es caro teniendo en cuenta la distancia, y que hacia la mitad del recorrido la carretera se convierte en un camino de cabras. También se puede subir al Monte Hoverla desde el oeste, siguiendo una ruta más larga que parte de la población de Kozmeshchyk.
Antes de llegar a Vorokhta vi alguna foto del Monte Hoverla, que con su cima redondeada y “solo” 2.061m de altura me pareció bastante sencilla. Pero cuando una vez en el pueblo empecé a recopilar información de las rutas me di cuenta de que aquello no era ni mucho menos un paseo, con tramos de fuertes pendientes y un desnivel positivo de +750m. Y en mi caso con un problema añadido: era diciembre y en los días previos había nevado bastante. Si ya el valle del río Prut estaba cubierto de nieve y placas de hielo, en la montaña el panorama que me iba a encontrar era muchísimo peor. Y no contaba con el equipo necesario: mi calzado era de verano, sin impermeabilización; y no tenía crampones o polainas para la nieve.
Investigando descubrí que en invierno las autoridades habían tenido que rescatar a algún turista perdido, e incluso se había producido una muerte por congelación. Con lo cual, muy a mi pesar, decidí cancelar la excursión, y por eso me quedó un día tan relajado en Vorokhta. Otra vez será…
VIAJE: VOROKHTA – YASINYA
La jornada comenzó tras otra noche de sueño impecable. Una vez en pie desayuné unas galletas, preparé mis mochilas y desalojé la habitación. Intenté despedirme del propietario, pero llamé a la puerta de su casa y no contestó nadie, así que caminé hasta la calle principal de Vorokhta y me puse a esperar algún tipo de transporte con otros lugareños.
1. Marshrutka a Tatariv: un trayecto complicado, porque no había asientos libres y tuve que viajar de pie al lado del conductor con mis mochilas encima y constantes frenazos para que subieran y bajaran pasajeros. Realmente claustrofóbico. Menos mal que solo fueron 7km. Precio: 10G. En Tatariv me dirigí a una parada de autobús situada a escasos metros del cruce.
2. Autobús hasta Yasinya: el vehículo no tardó en aparecer y el viaje fue totalmente distinto al anterior, sentado cómodamente junto a la ventana. De camino atravesamos un paisaje precioso, con ríos helados, aldeas llenas de encanto, casitas de madera, montañas cubiertas de nieve y bosques de coníferas. Además de nuevo lució un sol radiante, con cielo despejado y 8ºC de temperatura. Y yo que a estas alturas del año me esperaba un tiempo horrible en los Cárpatos. El trayecto fue de 22km y pagué 30G al conductor.
El autobús realizó una parada de descanso a 3km del centro de Yasinya. Yo decidí seguir a pie, aunque al final esa parte del pueblo no tuvo mucha gracia. A continuación busqué algún sitio donde colocar la mochila grande para explorar Yasinya sin peso. Primero lo intenté en la Estación de Tren, pero descubrí que no tiene consigna. Y de regreso en la carretera encontré una tienda que me pareció perfecta, poniendo en marcha mi estrategia habitual: me senté en una mesa; pedí un café y un bollo azucarado (25G); intercambié alguna palabra con el dueño (un tipo sonriente); y le pedí que me vigilara la mochila un rato (al final se convirtió en hora y media). Ahora ya podía pasear con normalidad.
UNA IGLESIA DE MADERA
Yasinya es una pequeña población de montaña cuya principal atracción turística es la Iglesia de la Ascensión, un templo de madera construido en el año 1824 que está considerado Patrimonio de la Humanidad. Se encuentra ubicada sobre una colina y para llegar tuve que cruzar el río Tysa por un puente colgante que se balanceaba peligrosamente. Aquí me ocurrió lo mismo que en Vorokhta: pude acceder al recinto y ver la iglesia de cerca, pero la puerta estaba cerrada y me perdí el interior. A escasos metros hay un campanario de madera y un cementerio muy atmosférico, lleno de cruces antiguas, lápidas con los rostros de los difuntos, velas, flores… Y las vistas de Yasinya son espectaculares, con docenas de viviendas y granjas, y las montañas de fondo. Me lo pasé genial.
De regreso a la tienda estaba muy contento. La verdad es que me hubiera encantado quedarme más tiempo en Yasinya. Pero tenía que continuar mi ruta, así que recuperé la mochila grande y me planté en una parada de autobús que había justo enfrente.
VIAJE: YASINYA – RAKHIV
Al cabo de unos minutos apareció una marshrutka que de entrada me generó confusión, porque no tenía el típico cartel con el nombre del destino. Aunque a la hora de pagar comprendí que se trataba de un vehículo privado y pagué algo más (50G). El trayecto fue una auténtica gozada, siguiendo el curso del río Tysa entre aldeas tradicionales, bosques con árboles de color rojo que parecían estar en llamas y cumbres nevadas. Si hubiera tenido mi propio coche habría parado un montón de veces a hacer fotos, porque además la luz era perfecta. En este tramo, junto a la carretera, está la Cascada Trufanets, que con sus 36m de altura es la más alta de los Cárpatos ucranianos. Yo me enteré más tarde y por eso no valoré la opción de parar a verla. Aparece señalada en maps.me.
En la marshrutka viajaban muy pocos pasajeros, y durante un rato fui solo. El conductor me dejó en el centro de Rakhiv, y desde allí caminé un par de minutos hasta el lugar donde había decidido pasar la noche.
ALOJAMIENTO: GUESTHOUSE ZATISHOK – 400G/Noche
*Puntos a favor: cama doble muy cómoda; limpieza extrema; ubicación inmejorable, en pleno centro de Rakhiv y a escasa distancia de la Terminal de Autobuses; tranquilidad total por la noche; cocina con nevera compartida; wifi rápido; propietaria muy amable.
*Puntos en contra: lavabo compartido (aunque era el único huésped de la casa).
Al igual que en la guesthouse de Vorokhta, a pesar de haber reservado a través de Booking una habitación con instalaciones compartidas, en la práctica tuve el piso entero para mí solo. Cuando llegué llamé al teléfono de contacto y al momento apareció la simpática propietaria, que con 4 palabras en inglés y gestos me explicó el funcionamiento de la guesthouse y se marchó.
Una vez instalado todavía quedaban un par de horas de sol, así que cogí mi cámara de fotos y salí a la calle a dar un paseo.
DESCUBRIENDO RAKHIV
Rakhiv es un pueblo situado en pleno corazón de los Cárpatos, ideal para realizar excursiones por las montañas de los alrededores. Las oficinas de la Reserva de la Biosfera de los Cárpatos se encuentran 5km al sur, en la carretera. Este área protegida se divide en 6 zonas separadas, 4 de las cuales están no muy lejos de Rakhiv. En ellas se pueden visitar hayedos enormes, cascadas y un puente de piedra natural, pero viajando en transporte público y en invierno es tarea casi imposible, así que ni lo intenté.
Comparado con Vorokhta o Yasinya, Rakhiv no es una población bonita, con un tráfico intenso y edificios de cemento. Mi paseo se limitó al centro, y esto fue lo más destacado:
1. Iglesias: hay una Ortodoxa, de brillantes cúpulas doradas; y a escasos metros una Católica, con un afilado campanario. Ambas son bastante modernas.
2. Memorial de la Gran Guerra Patriótica: consiste en una estatua donde aparecen dos soldados del ejército ruso en actitud dramática.
3. Río Tysa: ofrece bonitas imágenes, con placas de hielo, orillas cubiertas de árboles pelados y las montañas en la distancia. Para cruzarlo hay dos puentes colgantes de madera separados por apenas 1km.
Cuando empezó a oscurecer busqué un sitio para llenar el estómago.
COMIDA: OLENKA RESTAURANT
Según algunas guías se trata del mejor restaurante de Rakhiv. Cuando llegué estaba desierto y me atendió un camarero muy amable que me dio un menú en inglés. Pedí Bograch; y Hutsul Kremzlyky, una especialidad local que consiste en tortitas de patata (como los Deruny) con trozos de carne de cerdo en salsa. La comida estaba muy rica y las porciones abundantes. Eso sí, no entendí qué problema había con la bebida: no tenían cerveza de barril; la envasada estaba caliente; y el único vino que servían en copas era italiano (¡en Ucrania!). Por eso acabé bebiendo agua. Precio: 197G.
A la hora de pagar el camarero se interesó por mi viaje y me empezó a seguir en Instagram. Aunque no me imaginaba lo que iba a ocurrir. Horas más tarde me envió un mensaje privado ofreciéndome ir juntos a una montaña que conocía, y cuando le dije que tenía que pensármelo y ya le diría algo (no le conocía de nada) va y me suelta: “¡No, dime algo ahora!” Menudo loco. Obviamente corté el asunto de raíz y le bloqueé.
De regreso a mi habitación entré en un supermercado a realizar una pequeña compra de comida, y me dediqué a descansar el resto de la tarde.
ASCENSO AL MONTE TERENTYN
Al día siguiente por suerte tenía previsto despertarme a las 8h, porque a las 8.02h el vecino de la guesthouse se puso a cortar leña con una motosierra. El ruido era ensordecedor. Una vez en pie desayuné galletas, un plátano, un croissant de chocolate y un yogurt; preparé la mochila pequeña; y a las 9.30h ya estaba caminando, con el sol asomando tímidamente tras las montañas.
El plan era subir hasta la cima del Monte Terentyn, situado al norte de Rakhiv. La noche anterior estuve buscando excursiones por los alrededores y en una página web recomendaban esta montaña, así que me aseguré de que la ruta estaba indicada en maps.me y decidí lanzarme a la aventura. Una cosa estaba clara: aquello no iba a ser sencillo. Porque el Monte Terentyn tiene 1.388m de altura, y desde Rakhiv hay 8km con un desnivel positivo de +960m. Además, hacía casi 2 meses que no me ejercitaba en serio y no sabía cómo iban a responder mis piernas.
Al salir de la guesthouse crucé el río Tysa, seguí la carretera hacia el este, y en un punto me desvié a la izquierda y comencé a adentrarme en los Montes Cárpatos. Al principio atravesé una zona de viviendas y granjas de madera. Allí me crucé con un par de lugareños que me saludaron amablemente, pero los perros eran un incordio. Al verme se ponían a ladrar como locos, pegándome sustos tremendos y sin dejarme hacer fotos con tranquilidad. Todos estaban atados, pero alguno pegaba unos tirones tan violentos que no me fiaba de la resistencia de la cadena.
Desde la zona residencial la ruta continúa por una pista sin asfaltar con marcas de vehículos 4×4. Tiene 3 características:
*Es una subida interminable que no da respiro. Por suerte me encontré bien y conseguí avanzar a un ritmo constante, porque el día era muy corto y quería llegar a la cima lo antes posible.
*No hay ningún tipo de señalización. En los primeros metros vi un par de marcas con rayas blancas y azules, pero después desaparecieron. Y hay bastantes cruces de caminos que se prestan a la confusión. Te recomiendo utilizar una app the mapas con GPS para evitar problemas.
*En otoño-invierno el terreno es muy complicado. Durante la primera parte encontré placas de hielo y nieve que me obligaron a caminar con cuidado. Y después un barro tremendamente resbaladizo que se me pegaba a las zapatillas.
Aunque no me puedo quejar, porque en pleno mes de diciembre hizo un tiempo espectacular, con un sol radiante, cielo despejado y temperaturas alrededor de los 10ºC. Todo un lujo. Durante el recorrido no me crucé con otros turistas, lo cual me sorprendió al ser sábado. Y tampoco vi fauna, a parte de algún pájaro revoloteando. El sendero me llevó hasta una colina donde hay un Crucifijo. Después crucé un bosque de árboles pelados; pasé junto a una fuente de agua deliciosa donde pude llenar mi cantimplora; y a continuación enfilé la ladera del Monte Terentyn, coronado por una enorme antena de telecomunicaciones.
Desde la cima la panorámica era memorable, con valles cubiertos de bosques y las principales cumbres de los Montes Cárpatos, incluido el Hoverla. Aunque se hacía tarde y empezó a soplar un fuerte viento, así que decidí comenzar el descenso.
UN REGRESO DIFICIL
Tenía la opción de bajar al Valle de Tisza por una ruta distinta, de unos 5km, con final en la población de Bilyn. Pero una vez allí necesitaba transporte para volver a Rakhiv; y no tenía garantías de que el camino fuera transitable. Con lo cual preferí asegurar y utilicé la misma ruta de la ida, que ya conocía y podía controlar mejor.
Cuando encontré un lugar resguardado me senté a picar algo porque tenía el estómago vacío. El «menú» consistió en una naranja (que todavía conservaba de la bolsa de picnic de mi primera excursión a Chernobyl) y un trozo de pan. Fue sin duda uno de los mejores momentos del día, en total soledad, con unas vistas geniales y el sonido del viento agitando las ramas de los árboles.
Después avancé tranquilamente, parando a hacer fotos en innumerables ocasiones. Y es que ahora el sol iluminaba una zona distinta de las montañas, ofreciendo imágenes épicas: espesos bosques con árboles de color rojizo, cumbres nevadas, casitas de madera, colinas ondulantes… Mi cámara echaba humo. Además como la ruta era cuesta abajo pensé que ya estaba todo hecho y me podía relajar. Pero me equivocaba…
Porque el barro no tardó en aparecer y de bajada era todavía más complicado. Así que tuve que caminar a paso de tortuga, midiendo cada paso para no caerme (en dos ocasiones estuve a punto). Fue una auténtica odisea y seguro que mis gritos se escucharon en el fondo del valle, mientras iba enlazando pendientes. Acabé con los pantalones manchados y un quilo de barro en cada zapatilla. Y al final llegué a mi alojamiento a las 16.30h, cuando el sol ya hacía un buen rato que había desaparecido. Pero estaba contento por haber podido disfrutar de una gran jornada de montaña.
CONCLUSION
La crisis del coronavirus me obligó a improvisar el itinerario de Mi Gran Viaje, traicionando uno de mis grandes principios: hacer coincidir las visitas con la época del año más favorable para cada lugar. Por eso aparecí en el Delta del Danubio en pleno mes de agosto, o en los Montes Cárpatos de Ucrania en diciembre. Reconozco que la montaña en invierno pierde mucho: los días son cortos; hace demasiado frío para acampar; y los senderos están llenos de nieve. A cambio apenas hay turistas y fui el único huésped de las dos guesthouses donde me alojé. Además tuve suerte y la mayoría del tiempo lució un sol impecable, permitiéndome conocer diferentes aldeas tradicionales e incluso coronar una de las cimas de los alrededores.
Entre las rutas de montaña que me hubiera gustado hacer destacan dos: la subida al Monte Hoverla; y el Monte Pip Ivan Chornohirsky, con su antiguo observatorio astronómico en ruinas. Pero bueno, al menos meses antes había podido explorar a fondo los Montes Cárpatos de Rumanía, bastante más espectaculares.
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