Una ruta de tres días por los Cárpatos Meridionales, cruzando algún paso complicado y durmiendo en alojamientos improvisados
Los Montes Bucegi forman parte de una cadena montañosa que siempre quise visitar: los Cárpatos. Estas míticas cumbres se extienden por Europa del Este a lo largo de 1.500 kilómetros, y casi la mitad están localizadas en Rumanía. Los Montes Bucegi pertenecen a los Cárpatos Meridionales; están catalogados como Parque Natural; y cuentan con una amplia red de senderos que ofrecen paisajes de postal, con afiladas montañas y espectaculares bosques de coníferas. En Bucegi habita una importante población de osos pardos y la zona está llena de carteles con avisos, aunque durante los 3 días que recorrí el parque no vi ni rastro de ellos.
La mejor época para visitar los Montes Bucegi son los meses de verano (de junio a septiembre), cuando la nieve desaparece de las rutas y es más fácil explorarlos. Aunque no hay que confiarse: el tiempo cambia con rapidez y las tormentas son habituales. Yo visité el parque en agosto y la lluvia hizo acto de presencia en varias ocasiones, pero sin llegar a trastocar mis planes. Los principales puntos de acceso a Bucegi son las poblaciones de Busteni y Sinaia.
PREPARATIVOS
Mi plan era pasar 3 jornadas en el parque, entrando por Busteni y saliendo en Sinaia. Estos fueron los aspectos a considerar:
1. Alojamiento: en el interior de Bucegi hay varios refugios de montaña, algunos gratuitos y otros de pago (estos últimos se llaman Cabanas, con camas y servicio de comidas). Pero mi visita se produjo en plena temporada de verano y ya me advirtieron que la mayoría de refugios estarían llenos de turistas. Así que preferí no contar con ellos y metí en mi mochila tienda y saco de dormir, a pesar de que en Bucegi no existen zonas de camping específicas. Al menos tendría un lugar para pasar la noche en caso de emergencia.
2. Equipo: además de material de acampada, para esta excursión me llevé lo estrictamente necesario, teniendo en cuenta que no hacía mucho frío. Entre mi equipo habitual nunca faltan: linterna frontal con pilas de repuesto; power bank recién cargada para no quedarme sin móvil; bastones de montaña; cantimplora; y chubasquero. El resto de mi equipaje se quedó en Casa Rodica hasta mi regreso (la encantadora dueña no me puso ninguna pega).
3. Comida: en Bucegi solo es posible comer en algún refugio de montaña. Así que yo visité el supermercado Lidl de Busteni y realicé una compra para 3 días, incluyendo productos que se conservan bien, como pan, latas de atún y paté, barritas energéticas, frutos secos, galletas… ¡y fuet! Los Montes Bucegi son muy secos y no hay ríos ni manantiales, así que decidí comenzar la ruta con 4 litros de agua. La compra me costó 75L (unos 15€).
4. Mapas: conseguí uno de gran calidad con todos los senderos del parque en la Oficina de Información de Busteni (gratis). Aunque los caminos de Bucegi están muy bien señalizados (es imposible perderse); y a las malas tenía en mi móvil la app maps.me, que había utilizado sin problema en zonas muchísimo más remotas.
5. Billete de acceso: cuando visité Bucegi hacía poco que se había establecido una tasa de entrada al parque. Solo cuesta 10L y es válida para 6 meses. Yo compré mi billete en una máquina expendedora situada cerca del Telecabina, pero nadie controla el pago y estoy seguro que fui el único que pasó por caja.
HACIA LOS MONTES BUCEGI
La jornada comenzó en mi habitación de Casa Rodica, en Busteni, tras una noche de sueño impecable. A continuación desayuné galletas y zumo; preparé mis mochilas; y me despedí de la amable señora. Hay 3 formas de acceder a los Montes Bucegi desde Busteni:
*A pie, siguiendo diferentes senderos con un desnivel terrorífico y algún paso complicado.
*En Maxi Taxi.
*En Telecabina.
Yo elegí esta última opción y caminé hasta la Estación, contemplando unas vistas espectaculares de las montañas cubiertas de bosques. El tiempo era ideal, con sol y cielo despejado. Pero en la Estación me esperaba una sorpresa desagradable: había una cola que daba la vuelta al edificio. Y es que era la tormenta perfecta: agosto; martes (este día de la semana el Telecabina empieza a funcionar a las 10h en vez de a las 8.30h por trabajos de mantenimiento); y crisis del coronavirus, que había reducido a la mitad el aforo de las cabinas. Aun así me uní a la cola y esperé un buen rato. Pero cuando vi que en media hora solo había salido una cabina con apenas un puñado de pasajeros decidí buscar alternativas.
Alrededor de la cola de gente había numerosos comerciales que ofrecían viajar a Bucegi en Maxi Taxi, aprovechándose de la situación. Nada más llegar uno de ellos se dirigió a mí con un tono demasiado agresivo y lo ignoré. Pero estuve atento y cuando vi una furgoneta a punto de completarse me acerqué, ocupé un asiento y nos pusimos en marcha (50L). El trayecto duró 45 minutos. Primero pasamos por Sinaia (la carretera hacia Bucegi sale desde esta población); y después subimos sin parar, disfrutando de panorámicas memorables, con bosques infinitos donde había zonas arrasadas por las avalanchas de nieve.
El Maxi Taxi nos dejó en una zona de aparcamiento; y desde allí avancé por una pista de tierra durante algo más de media hora hasta Cabana Babele, entre una auténtica procesión de gente. Por el camino había vendedores ambulantes de comida y recuerdos. Y como en el parque no hay lavabos los arbustos cercanos estaban llenos de papel higiénico y basura. Mi primera impresión de los Montes Bucegi no podía ser peor…
EXPLORANDO BUCEGI
Cabana Babele (2.206m) es sin duda el lugar más visitado de los Montes Bucegi, entre otras cosas porque aquí está la primera parada del Telecabina de Busteni. Y cuando llegué, pasadas las 12h, aquello era una auténtica romería, con gente por todas partes. Además el cielo se había cubierto de nubes y el sol aparecía en contadas ocasiones. Pero bueno, era lo que tocaba y me tomé las cosas con resignación. Así que compré una bolsa de palomitas en un puesto (6L); y me senté en una roca a planificar mis siguientes movimientos.
Después visité los principales lugares de interés de los alrededores:
1. Babele: se trata de unas rocas con forma de champiñón, fruto de la erosión del agua y el viento a lo largo de los siglos. Se encuentran a escasos metros de Cabana Babele (ya podían haber dejado algo más de espacio). Aunque por suerte están rodeadas por una cuerda para que la gente no se acerque demasiado y pude hacer buenas fotos.
2. Sfinxul: una formación rocosa que desde un ángulo concreto guarda cierta similitud con la famosa Esfinge de Egipto (de ahí su nombre). También está delimitada por una cuerda y me quedé un rato contemplándola desde un montículo. Dicen que en esta zona se producen fenómenos paranormales y me hubiera encantado visitarla en otro momento más tranquilo, pero aun así me gustó mucho.
No muy lejos hay otras rocas curiosas donde la gente se subía en busca de la foto más original, a pesar de los carteles que lo prohiben.
3. Cruz Eroilor: un memorial dedicado a las víctimas de la Primera Guerra Mundial. Está situada en la cima del Monte Caraiman (2.384m), y para llegar seguí un sendero marcado con una cruz roja. Casi todo el camino fue cuesta arriba, con duras pendientes que me dejaron sin respiración. Y hacia el final me encontré con un fuerte descenso donde había cadenas para agarrarse porque la caída era importante. A lo largo del sendero no paré de cruzarme con gente, aunque comparado con las hordas de Babele fue un alivio. La Cruz Eroilor se inauguró en el año 1928, es de metal y tiene 28m de altura (se ve desde Busteni). Eso sí, durante mi visita se estaban realizando obras de restauración que deslucían bastante la atmósfera, con ruidosas máquinas y operarios gritando.
Desde la Cruz las vistas son únicas, con el Valle de Prahova a un lado y una cordillera de escarpadas montañas al otro. Aquí decidí sentarme en la hierba y piqué una barrita y frutos secos, pasando un rato muy agradable.
SUBIDA AL MONTE OMU
Tras el descanso caminé por el mismo sendero en dirección a Cabana Babele y enlacé con el que se dirige al Monte Omu, marcado con una raya amarilla. En esta zona no había casi nadie y por fin pude disfrutar de la magia de la montaña, avanzando por un terreno sin mucho desnivel. Más adelante pasé cerca de una enorme antena; y continué por una ladera con un profundo barranco a mi derecha y buenas vistas de Coltii Morarului (unas afiladas cumbres con forma de colmillo). El Monte Omu (2.505m) es el más alto de Bucegi. Mi idea era buscar un lugar para acampar y coronar la cima al día siguiente. Pero me fui animando y tras una fuerte subida llegué a la Cabana Omu, pegada a una enorme roca que constituye la cumbre.
A todo esto ya eran las 19h pasadas, con lo cual no me quedaba otra que pasar la noche en la cima. Aunque la cosa estaba complicada: la Cabana Omu se encontraba cerrada; y las condiciones para la acampada no eran ideales: hacía mucho viento, y en la zona más resguardada el suelo estaba durísimo (no podía clavar las piquetas de la tienda).
A unos metros hay una estación metereológica y escuché a dos hombres hablando, así que decidí acercarme y probar suerte (igual me dejaban un rincón para estirarme con mi saco). Pero no tardé en descubrir que no era ni mucho menos el primero al que se le había ocurrido eso. Los hombres ignoraron mis llamadas desde el exterior; y cuando me acerqué a la puerta vi varios carteles donde se podía leer “esto no es un alojamiento”, “no insistas”, “si entras te denunciamos a la policía”… Así que di media vuelta. Más tarde me enteré que no aceptaban gente ni en situaciones de emergencia, en pleno invierno y con mucha nieve. Vaya tela… Reconozco que no me hacía ninguna gracia acampar allí, completamente solo, sin saber si había osos en la zona. Y viví momentos de incertidumbre.
UN DESCENSO ESCALOFRIANTE
Entonces apareció Adriana, una chica rumana con la que empecé a hablar. Y resultó que había vivido 6 años en Barcelona y hablaba un español perfecto. Iba acompañada de un matrimonio y su hijo, y se dirigían al Refugio Tiganesti. La verdad es que estaba contentísima de haberme conocido y me propuso acompañarles, a lo que accedí casi sin dudarlo. Demasiado rápido, como luego se demostró, porque Adriana era una experta montañera aficionada al trail running, y estaba en plena forma.
Al principio todo transcurrió sin problemas. Seguimos el sendero marcado con una raya roja, en constante descenso; continuamos por la cresta de la cordillera, charlando animadamente; y alcanzamos la cima del Monte Scara (2.422m) con relativa facilidad, cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Pero poco después tuvimos que bajar por una zona muy peligrosa, con piedras resbaladizas y cadenas para sujetarme. Un error me enviaba al fondo del barranco y lo pasé fatal, arrastrándome como pude. Menos mal que Adriana se dio cuenta de la situación y se quedó para darme apoyo, dejando de lado a sus amigos. Fue un auténtico calvario.
El último tramo de la ruta discurrió en horizontal, caminando casi a oscuras, a pocos centímetros de un imponente precipicio. Y por fin, a las 21h pasadas, llegamos al Refugio Tiganesti (2.178m). Estaba agotado y con el corazón a mil tras las emociones vividas, pero lo había conseguido. Ya empezaba a hacer frío, así que no perdimos tiempo. Nos sentamos a cenar en el exterior (yo fuet con pan, zumo de naranja y galletas), frente a una bonita panorámica de la población de Simon. Y entramos en el Refugio, de forma circular, con una plataforma de madera de dos pisos para estirarse y un olor desagradable. No era ni mucho menos un lugar ideal, pero a esas alturas me valía cualquier cosa. Y encima era gratis. Dentro había varios montañeros y nos preparamos para dormir.
SEGUNDO DIA EXPLORANDO BUCEGI
Al día siguiente amanecí tras una noche complicada: la madera estaba durísima a pesar de mi esterilla hinchable y no encontré la postura correcta; en mi mente no paraba de recordar el aterrador descenso; y justo a mi lado un montañero se tiró toda la noche roncando como un búfalo. Con lo cual me desperté en innumerables ocasiones. Por si alguien piensa que soy un quejica con el tema de los ronquidos, Adriana me dijo que eran insoportables y no pegó ojo en toda la noche (y pasa mucho tiempo en la montaña). Al menos no hizo nada de frío.
A las 6.30h me puse en pie y salí al exterior a desayunar, con un sol agradable y vistas impresionantes del Parque Nacional Piatra Craiului (una cordillera de paredes verticales no apta para gente con vértigo). Desde el Refugio Tiganesti la idea era continuar mi recorrido por los Montes Bucegi evitando a toda costa la zona de cadenas. Pero por más que examiné el mapa no encontré una alternativa que no entrañara nuevos peligros. Y como Adriana y sus amigos regresaban al Monte Omu por el mismo camino, decidí unirme a ellos y afrontar el reto acompañado. Así que preparé la mochila y nos pusimos en marcha.
De entrada pude disfrutar del Valle de Tiganesti, que el día anterior estaba envuelto en la oscuridad. En mi opinión uno de los más espectaculares de Bucegi. Pasamos junto a Turnurile Tiganesti (unos enormes pináculos de piedra); vimos un pequeño lago al fondo del valle; una roca agujereada en la ladera opuesta; y hasta un Rebeco de los Balcanes (o Chamoix) a no mucha distancia, que desapareció a la carrera. Aunque todo tiene un precio, y me tocó subir por el tramo de cadenas. Reconozco que fue mucho más sencillo que el descenso, porque no tenía el barranco frente a mí; y las posibilidades de resbalar eran menores. Pero aun así me tuve que emplear a fondo, avanzando a toda prisa sin soltar las cadenas. Qué alegría cuando dejé atrás esta zona…
El resto de la ruta hasta la cima del Monte Omu transcurrió sin problemas. Subimos a un ritmo tranquilo y no paré de hablar con Adriana, una chica peculiar que me cayó muy bien (estudiaba Teología y Lenguas Muertas). En Omu nos despedimos, porque Adriana y sus amigos se dirigían a Cabana Babele para coger el Telecabina. Pero antes nos hicimos unas fotos de recuerdo; y formamos un corro para que Adriana rezara unas plegarias (me dijeron que era su costumbre y yo también me apunté por si acaso).
RUMBO A PADINA
Tras mis aventuras por el Valle de Tiganesti retomé mis planes iniciales y comencé a caminar por el sendero marcado con una raya roja, que se dirige al sur en dirección a la zona de Padina. Aquí el sol ya había desaparecido y comenzó a llover. No muy fuerte, pero lo suficiente para ponerme el chubasquero y proteger la mochila y la cámara de fotos. La ruta constó de 3 etapas:
1. Refugio Saua Batrana (2.170): la situación más delicada de este tramo se produjo al principio, cuando me encontré con un rebaño de ovejas que obstaculizaba el sendero. Por suerte el perro que lo vigilaba no me prestó mucha atención, y cuando apareció el pastor me atreví a continuar. Después caminé bastante intranquilo porque en el mapa había indicado un punto peligroso y me esperaba otro tramo de cadenas, pero ni me di cuenta de pasarlo (quizás solo es complicado en invierno). Así que avancé por un terreno de desniveles asequibles, cubriendo kilómetros rodeado de un paisaje épico, con vistas de afiladas cumbres y prados de un color verde intenso. Fue una sensación genial, completamente solo.
La recta final consistió en subir por una ladera cubierta de pinos enanos que a veces bloqueaban el sendero con sus ramas. El bosque era realmente espeso, y para evitar encontrarme con algún oso me dediqué a silbar todo el rato. A continuación alcancé el Refugio Saua Batrana (idéntico al de Tiganesti), que corona el monte del mismo nombre. En ese momento comenzó a llover con más fuerza y me senté un rato dentro (estaba vacío), aprovechando para comer unas rebanadas de pan con paté y un zumo de naranja.
2. Refugio Saua Strunga (1.893m): tras llenar el estómago seguí por el sendero. Al poco la lluvia volvió a apretar y la niebla se apoderó del paisaje, así que me dediqué a avanzar a buen ritmo sin poder hacer muchas fotos. En un punto me tocó cruzar una granja con un rebaño de ovejas y viví momentos de tensión, intentando no asustarlas para que no me atacara ningún perro. No ocurrió nada, pero el corazón me iba a mil por hora. Después encaré varias subidas; crucé una zona con enormes rocas donde volví a silbar por si había algún oso desprevenido; y bajé sin parar hasta el Refugio Saua Strunga.
Este lugar me encantó. Se trata de una cabaña de madera realmente fotogénica; equipada con literas y colchones; y situada en un entorno precioso. Además no había nadie. Ojalá hubiera podido quedarme a pasar la noche, pero apenas tenía agua y no era plan. Al salir del refugio me encontré una perra de gran tamaño mirándome fijamente. No parecía agresiva y pronto me di cuenta de la situación: acababa de parir una camada de cachorros que gimoteaban desde el hueco que había bajo la cabaña. Con lo cual le di varias rebanadas de pan y una lata de atún entera, que devoró en segundos. Así tendría energías para alimentar a sus pequeños. Nada más acabar de comer desapareció.
3. Cabana Padina (1.525m): este tramo final consistió en un suave descenso recorriendo el Valle de Coteanu. Eso sí, el sendero estaba muy erosionado por el paso constante del ganado y costaba avanzar. De camino vi una bonita granja con vacas y caballos. Además dejó de llover y el sol apareció en varias ocasiones, por lo que pude hacer bastantes fotos. En los últimos kilómetros aparecieron en la distancia impresionantes bosques de coníferas envueltos en la niebla, formando diferentes niveles. Y llegué a la Cabana Padina.
EN BUSCA DE ALOJAMIENTO
Como eran las 17h tenía tiempo de sobras para encontrar algún lugar donde dormir, así que me senté a comer algo en la terraza de la Cabana Padina. La situación fue kafkiana, porque el camarero me dejó una carta en la mesa pero después me ignoró durante un buen rato. Y cuando le pedí que viniera me dijo que él no hablaba inglés. ¿Y entonces qué pensaba hacer? Porque allí no había más personal… Al final le llamé de forma enérgica, le dije lo que quería (tampoco tenía mucho misterio) y tomó nota. Pedí Ciorba de Burta, pan y una cerveza Ciuc. Precio: 23L. A veces viajar requiere de una paciencia infinita… Eso sí, la sopa me sentó genial, rodeado de familias de lugareños y un grupo de graciosos perros.
Mientras comía pregunté si había camas libres en la Cabana Padina y me dijo que no. Ya me lo esperaba, porque a esta zona se puede llegar en coche y vi bastante gente (aunque en la montaña no me crucé con nadie). A continuación caminé hasta la Cabana Belvedere, situada a escasos metros, y el encargado me dijo que acababa de entregar las llaves de la última habitación disponible. Aunque al final me vino bien, porque costaban 160L, y en su lugar me dejó acampar en un trozo de terreno anexo al edificio.
Solventado el problema, monté la tienda y dejé preparado el interior para dormir. Después charlé un rato con una pareja alojada en la cabana; y me senté en el bar a leer un rato con una cerveza Carlsberg (6L), contento por cómo había transcurrido la jornada (igual esas plegarias de Adriana surtieron efecto). Cuando se hizo de noche me metí en la tienda; cené un trozo de fuet con pan y un zumo de naranja; y me preparé para descansar. Mientras en el exterior empezó a llover sin parar; y en la distancia se escuchaba música a todo volumen procedente de un bar.
TERCER DIA EXPLORANDO BUCEGI
La jornada comenzó después de una noche aceptable. El suelo estaba durísimo, llovió bastante, y había perros que no paraban de ladrar. Pero pude dormir lo justo para levantarme como nuevo. Como en ese momento no llovía, aproveché para desmontar la tienda y preparar la mochila. Y antes de las 9h ya estaba en el bar de la Cabana Belvedere. Allí desayuné una tortilla francesa con queso y pan; y dos tazas de café. Precio: 27R. Todo muy rico, aunque a la hora de pagar me llevé una desagradable sorpresa: por acampar me cobraron nada menos que 50L. No esperaba que fuera gratis (aunque hubiera sido un detalle), pero ese precio por un pedazo de terreno sin acceso a una ducha… Un lugar a evitar por completo…
Cuando acabé estaba diluviando, así que esperé sentado en el comedor. Primero con un gato en mi regazo; después charlando con la pareja del día anterior; y por último leyendo. Pero el tiempo no mejoraba y comencé a valorar posibles alternativas para continuar mi ruta. Una era caminar hasta la zona de Pestera, situada a 2km, y regresar a Busteni en Telecabina (es la segunda parada tras Babale). Otra era viajar en taxi hasta Sinaia junto a la pareja, que tenía previsto marcharse en un rato. Pero no me gusta dejar las cosas a medias, y cuando vi que dejó de llover me puse a caminar, siguiendo el sendero marcado con una raya roja. La ruta constó de 3 etapas:
1. Paso de Laptici (1.830m): tardé unos minutos en encontrar la continuación del sendero, pero al final crucé el río Ialomita por un puente y me interné en el bosque. Allí me esperaba una subida durísima que no se acababa nunca, por un camino muy erosionado y lleno de barro, y acabé empapado en sudor. Encima descubrí que se me había olvidado llenar la cantimplora y no tenía agua. De vez en cuando se ponía a llover, pero el lugar era realmente atmosférico, con árboles enormes cubiertos de musgo; piñas y setas por todas partes; y un silencio inquietante. Solo me crucé con dos lugareños en mountain bike. Al final alcancé el Paso de Laptici, atravesado por una carretera.
2. Bar Aprez Ski (1.790m): desde allí caminé por una meseta sin apenas desnivel, avanzando en paralelo al río Dorului. A veces tenía que cambiar de orilla saltando de piedra en piedra o recorrer zonas de humedales, y se me mojaron los pies. El sendero pasó junto a una granja con vacas; y vi pequeñas ranas saltando. Mientras, el cielo comenzó a despejarse y apareció el sol, con lo cual me alegré mucho de haber decidido acabar a pie la ruta por Bucegi.
A continuación aparecí en las pistas de esquí de Sureanu, un lugar horrible donde se estaban realizando obras y había maquinaria y montones de chatarra. En la distancia me pareció ver una tienda y me acerqué a preguntar a dos abueletes, porque tenía una sed tremenda. Uno de ellos me dijo que estaba cerrada, aunque podía caminar unos metros y tomar algo en un bar no muy lejos de allí. La verdad es que no me hice muchas ilusiones, pero cuando abrí la puerta del Aprez Ski me quedé sin palabras. El ambiente era genial, con música agradable, cómodos sofás y un personal muy simpático. Me pareció increíble que estuviera abierto en pleno mes de agosto, pero bueno. A mí me vino genial.
Yo me tomé una cerveza Heineken helada (10L) que me devolvió la vida. Y charlé con un chaval que en invierno trabajaba como monitor de snowboard; y dos chicas sonrientes (una de ellas de Moldavia). Me hubiera quedado horas en el Aprez Ski, pero al cabo de un rato tuve que volver a la ruta y me despedí. En el exterior del bar había 4 cachorros de largo pelaje que eran un encanto. Correteaban por los alrededores y la madre vino a darles de mamar. Eso sí, cuando me alejaba dos perros enormes me empezaron a ladrar y por suerte el monitor los consiguió calmar.
3. Teleférico Cota 1.400: este último tramo no fue ni mucho menos un paseo. Para empezar tuve que encarar una empinada cuesta que me llevó hasta el Paso de Furnica, llevándome al límite. De camino pasé cerca de la Cabana Valea Dorului (1.820m); y de un rebaño de ovejas (menos mal que el pastor estaba por allí y no tuve problemas). Podía haber continuado subiendo hasta la Estación de Teleférico Cota 2.000 y viajar desde allí hasta Sinaia, pero preferí apurar al máximo mi estancia en los Montes Bucegi y comencé un largo descenso. La pista era horrible, demasiado ancha y llena de pedruscos. Aunque las vistas lo compensaron todo, con bosques infinitos envueltos en la niebla; y más adelante el Valle de Prahova con la población de Sinaia.
Cuando divisé la Estación de Teleférico Cota 1.400 aceleré el ritmo y bajé casi corriendo, porque ya eran las 16h pasadas y temía que dejara de funcionar. El sendero de la raya roja sigue hasta Sinaia, pero el tiempo estaba empeorando; tenía los pies doloridos (al mojarse me habían salido rozaduras); y me hacía gracia utilizar el Teleférico. El billete me costó 20L y viajé solo en una cabina, zarandeado por el viento, sobrevolando el bosque. El trayecto finalizó en las afueras de Sinaia, y desde allí caminé hasta el lugar donde había previsto pasar la noche.
CONCLUSION
Los Montes Bucegi están muy explotados. Hay dos telecabinas con 4 paradas diferentes en pleno corazón del parque; varias carreteras que permiten el acceso de vehículos a más lugares; granjas con enormes rebaños de ovejas que campan a sus anchas; pistas de esquí en constante crecimiento; poblaciones como Busteni o Sinaia que atraen a miles de turistas… Si no tienes problemas de tiempo te recomiendo un recorrido de 3 días para escapar de las multitudes. De lo contrario dedícale solo una jornada para conocer las curiosas formaciones de Sfinxul y Babele, viajando en telecabina o maxi taxi (según la época del año). Y reserva tus botas de montaña para otras zonas de los Cárpatos, como el Parque de Retezat.
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Comentarios
2 ComentariosLA NENA VIAJERA
Abr 1, 2023Como te acabo de comentar por Instagram, me ha gustado mucho el artículo y lo bien que lo cuentas. Tengo que volver a Rumanía, he anotado tus rutas aunque no creo que yo pueda hacerlas por mi limitación de rodilla operada y vértigo, pero tomo nota por si acaso. Muchas gracias
Ganas De Mundo
Abr 2, 2023Muchas gracias por el comentario! Yo también tengo vértigo y reconozco que en las montañas de Rumanía lo pasé mal en varias ocasiones. Me encanta meterme en líos!