Una ruta de cuatro días cruzando de punta a punta esta reserva natural, entre cuevas misteriosas y bosques de vegetación exuberante
Los Montes Apuseni ocupan una amplia zona de la región de Transilvania, en el triángulo que forman las ciudades de Cluj-Napoca, Oradea y Deva. En su interior la erosión del agua ha creado un impresionante paisaje kárstico, con profundos pozos y cuevas misteriosas rodeadas de bosques de película. Estas montañas pertenecen a los Cárpatos Occidentales. Una parte está catalogada como Parque Natural y cuenta con una extensa red de senderos que conducen a los principales lugares de interés. Si no tienes vehículo propio, los puntos más convenientes para acceder al Parque son las poblaciones de Garda de Sus y Chiscau, donde es posible llegar combinando autobuses, maxi taxis, autoestop y mucha paciencia.
La mejor época para visitar los Montes Apuseni son los meses de verano (de junio a septiembre), cuando las temperaturas son agradables y es más fácil explorarlos. Pero no hay que confiarse, porque el tiempo cambia con rapidez y las tormentas son habituales. Yo visité el parque a finales de septiembre y la lluvia hizo acto de presencia, aunque al final logré cumplir con la mayor parte del itinerario previsto.
VIAJE: CLUJ-NAPOCA – MUNUNA
Este desplazamiento no pudo comenzar peor. De entrada me desperté una hora antes de lo previsto porque Adriana (la chica encargada de la recepción del Retro Hostel) estaba hablando a gritos con un chico, y apenas pude dormir 5 horas. Después me puse a preparar mis mochilas y me di cuenta que el bote de mermelada que me había regalado la mujer de Razvan (Portile de Fier) estaba mal cerrado y me había manchado el interior de la mochila grande (tuve que limpiar todo con agua caliente). Y por si fuera poco, descubrí con horror que mi pantalón de montaña tenía un enorme roto en la parte trasera que hacía imposible repararlo. Así que tuve que ir a toda prisa a una tienda de material de montaña y comprar unos (menos mal que Adriana me ayudó a encontrarla). Vaya mañanita…
En coche el viaje entre Cluj-Napoca y Mununa consta de 95km y se tarda poco más de 2,5 horas. Pero utilizando el errático transporte público rumano las rutas se eternizan y me llevó buena parte del día (y aun gracias que pude llegar a mi destino). Estas fueron las etapas:
1. Autobús hasta Campeni: tras comprar los pantalones (que me llevé puestos) caminé hasta la Terminal de Autobuses Fany, situada a 2,5km del centro de Cluj. Previamente había consultado los horarios y a efectos prácticos solo hay una salida diaria hacia Campeni, a las 13h (la anterior es a las 6h y la posterior demasiado tarde). Una vez confirmada la hora en la taquilla (con los autobuses nunca se sabe) me compré unas pastas y un café con leche grande, encontré el andén correcto y me senté a esperar en un banco. La Terminal Fany es realmente caótica, con mucha gente y un espacio reducido entre los andenes.
A la hora prevista apareció el autobús, guardé mi mochila en el maletero inferior, compré el billete (28L) y ocupé un asiento junto a la ventana. El trayecto duró 3 horas y transcurrió sin incidentes. Al principio pasamos por Turda, un lugar que ya conocía. Y después continuamos hacia el oeste por el Valle de Aries, que ofrece unos paisajes espectaculares: imponentes montañas; bosques de coníferas; el río Aries con sus aguas color turquesa y puentes colgantes; y aldeas tradicionales, con casas de madera, montones de heno y vacas pastando. De haber viajado en mi coche hubiera parado un montón de veces. Me encantó. En los alrededores de Cluj estaba muy nublado y hasta llovió unos minutos, pero aquí lucía el sol.
Una vez en la Terminal de Campeni comprobé que el autobús hacia Garda de Sus salía a las 18.45h, con lo cual tenía casi 3 horas de espera. Valoré la opción de coger un taxi, pero eran 34km y me iba a salir caro, así que decidí tomarme las cosas con calma. Como tenía bastante hambre caminé hasta la Pizzeria PanaGusto, me senté en una mesa de la terraza, y me comí una Pizza Safari (de queso, jamón york y pollo), acompañada de una cerveza Bucur. Me gustó todo de este sitio: menú variado, camarera muy simpática, comida rica, porciones abundantes (la pizza era enorme) y precios correctos (todo me costó 32L).
2. Autobús a Garda de Sus: suerte que regresé a la Terminal con tiempo, porque al llegar me encontré aparcado un vehículo que tenía previsto partir hacia Garda de Sus a las 18.15h. Así que solo tuve que esperar unos minutos, subí al autobús, pagué el billete (10L) y nos pusimos en marcha. El trayecto duró algo menos de una hora, avanzando a toda velocidad por el Valle de Aries. De camino atravesamos espesos bosques y poblaciones aletargadas, mientras el sol se ocultaba tras las montañas. Y me bajé en un cruce para continuar hacia mi destino final.
3. Coche hasta Mununa: esta aldea diminuta se encuentra a tan solo 2,5km a pie del cruce, utilizando un sendero de montaña que sube directo (por carretera son 7km). Sobre el papel una caminata asequible, pero tenía dos pegas: el desnivel positivo es de +300m, por lo que tardaría alrededor de 1 hora; y ya eran las 19h pasadas, con lo cual tendría que cubrir el último tramo de noche. Y más que la oscuridad me preocupaba encontrarme con perros poco amigables.
Antes de ponerme a caminar decidí probar suerte y pregunté a un lugareño si había taxis en el pueblo. Al principio me dijo que no, y que tendría que llegar a Mununa a pie. Pero de repente me ofreció llevarme en su coche y acepté. Solo tuve que esperar unos minutos a que su mujer acabara de hacer la compra. Menos mal, porque las pendientes eran durísimas. Eso sí, el hombre me dio a entender veladamente que aquello tenía un precio, y cuando llegamos al lugar donde había previsto pasar la noche le di el importe que hubiera pagado por un taxi (20L). Pareció quedar satisfecho y nos despedimos.
ALOJAMIENTO: CASA ALEX – 100L/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; cama doble; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza impecable; tranquilidad total por la noche; propietaria muy amable; servicio de comidas.
*Puntos en contra: sin wifi.
Aunque lo peor fue que, a pesar de comentar en dos ocasiones que viajaba en transporte público y no tenía forma de llegar a Mununa, no me ofrecieron recogerme en Garda de Sus, un trayecto de apenas unos minutos en coche (es más, ni siquiera me contestaron el segundo mensaje que envié). Es verdad que no estaban obligados, pero hubiera sido un detalle.
Reservé esta pensión a través de Booking y la verdad es que, a parte de la pega anterior, quedé satisfecho. Una vez instalado en mi habitación salí a curiosear un rato y conocí a una pareja de Brasov (Jan y Dana) que llevaba unos días alojada allí. Me cayeron muy bien y nos tiramos horas charlando en el comedor. Como todavía tenía el estómago lleno de pizza no cené, así que me tomé 2 cervezas Ciuc pequeñas (y calientes) (8L); y la propietaria nos invitó a helado. Vaya mezcla…
A las 23h decidimos marcharnos a descansar. Yo estuve hasta tarde escribiendo y preparando la ruta del día siguiente, y no tardé nada en quedarme dormido, muy contento por haber podido llegar a los Montes Apuseni.
PREPARATIVOS
Mi plan consistía en pasar 4 jornadas recorriendo el parque, entrando por Garda de Sus (no muy lejos de Ice Cave, al sur) y saliendo desde Chiscau (el pueblo más cercano a la Cueva del Oso, al oeste). Estos fueron los aspectos a tener en cuenta:
1. Alojamiento: en el interior de Apuseni hay una gran variedad de opciones, y la mayoría de pueblos cuentan con pensiones y refugios de montaña (llamados Cabanas) para todo tipo de presupuestos. También hay algunas áreas de acampada, entre las que destacan Padis y Glavoi, situadas en pleno corazón del parque. Como visité Apuseni en temporada baja y muchos alojamientos cierran, yo decidí meter en mi mochila tienda de campaña y saco, pero al final conseguí dormir bajo techo y no fue necesario.
2. Equipo: además del material de camping, para esta excursión me llevé lo imprescindible, teniendo en cuenta que acababa de comenzar el otoño y las temperaturas en Apuseni todavía eran suaves (aunque se preveían lluvias durante buena parte de mi estancia). Entre mi equipo habitual nunca faltan: linterna frontal con pilas de repuesto; power bank recién cargada para no quedarme sin móvil; bastones de montaña; cantimplora; y chubasquero. El resto de mi equipaje se quedó en el Retro Hostel hasta mi regreso (no me pusieron ninguna pega).
3. Comida: muchos alojamientos ofrecen desayunos y cenas, y en los pueblos hay tiendas básicas para abastecerse. Pero al viajar en temporada baja decidí ser autosuficiente y realicé una compra para 4 días en un supermercado Carrefour de Cluj-Napoca, incluyendo productos que se conservan bien, como pan, latas de atún y paté, barritas energéticas, frutos secos, galletas… En Apuseni no es difícil conseguir agua, con lo cual opté por comenzar la ruta con 3 litros. La compra me costó 80L (unos 17€).
4. Mapas: mi idea era conseguir uno con todas las rutas de Apuseni, pero el Centro de Visitantes del Parque se encuentra en la población de Sudrigiu, situada al oeste, y yo accedí por el sur. En general los senderos están bien señalizados, aunque hay tramos donde las indicaciones desaparecen y será de gran ayuda una app de mapas con GPS (yo utilicé maps.me y me fue genial).
PRIMER DIA EXPLORANDO APUSENI
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 8h, tras una noche en la que no se escuchó ni una mosca. Y en media hora ya estaba vestido y con la mochila preparada. A pesar de tener víveres de sobras decidí aprovechar el desayuno de la pensión (20L). Así que me senté en el comedor junto a Jan y Dana, y comí hasta que no pude más. El menú consistió en pancakes, salchichas, queso, tomate, una salsa elaborada con puré de berenjena, pan con mermelada y dos cortados. Todos los productos eran caseros y estaban riquísimos. Mientras, hablé con la pareja de un montón de temas.
En principio después del desayuno había pensado visitar una de las grandes atracciones de los Montes Apuseni: la Cueva Scarisoara, más conocida como Ice Cave, situada a 4km a pie de Mununa. En ella es posible recorrer un glaciar subterráneo (hay muy pocos en Europa), con numerosas estalagmitas de hielo. Pero Jan y Dana me dieron una mala noticia: la cueva estaba cerrada al público por trabajos de acondicionamiento. Parece que durante mi visita a Rumanía medio país estaba en obras. En fin, menudo chasco…
A continuación desalojé la habitación; me despedí de la dueña de la pensión; y me puse en marcha a las 10.30h. Para mi asombro Jan y Dana ya se habían marchado de excursión en su coche sin despedirse. Quizás les sentó mal que rechazara su oferta de unirme a ellos (prefería caminar). Nunca lo sabré… En el exterior hacía un tiempo espectacular, con sol radiante y cielo despejado. Toda una sorpresa porque se preveía un día de lluvia y yo ya tenía el chubasquero a mano.
Mi primer día en los Montes Apuseni consistió en recorrer una serie de senderos entre las poblaciones de Mununa y Padis. Una distancia de 21km que me llevó hasta el corazón del Parque, tardando 8 horas. Esta fueron las etapas del recorrido:
1. Ocoale: de entrada seguí una carretera local por donde casi no circulaban vehículos; y después me desvié a la derecha por un sendero marcado con una raya azul. Las oportunidades fotográficas eran infinitas, con aldeas de postal, casas de madera, prados con montones de heno y vacas pastando, alguna carreta de caballos, lugareños con sombrero, mujeres luciendo vestidos y pañuelos en la cabeza de vivos colores… Mi cámara echaba humo. En las afueras de la población de Ocoale encontré una tienda y no perdí la oportunidad de refrescarme con una cerveza Timisoreana helada (3L). Me la tomé sentado dentro del local, rodeado de simpáticos abueletes que hacían la compra.
2. Poiana Calineasa: buena parte de este tramo discurrió por una pista donde recientemente se habían realizado trabajos para ensancharla, y el terreno estaba removido, con restos de ramas y hojas. Fue sin duda la etapa más dura, por varios motivos: una serie de empinadas subidas que me dejaron sin respiración; un lugareño que me dio direcciones equivocadas, obligándome a dar un rodeo para retomar la pista; y una zona llena de árboles talados que costaba mucho sortear y ralentizó mi ritmo. Reconozco que en alguna ocasión perdí los nervios y mis gritos se escucharon en varios kilómetros a la redonda.
Al final llegué a Poiana Calineasa, un prado a más de 1.400m de altura azotado por un fuerte viento, donde hay una Iglesia relativamente moderna. Yo primero visité el interior, con sus muros cubiertos de frescos y un gran ambiente (no había nadie más). Y después me senté a comer en una mesa de madera del recinto. Allí cayó un plátano, galletas, un zumo de naranja y unas gominolas. Fue un gran momento. Eso sí, ya eran las 15.30h y me faltaba por recorrer algo más de la mitad de la etapa, con lo cual tenía que espabilar o se me haría de noche…
3. Poiana Batrana y Poiana Baliceana: al poco de continuar crucé un pueblo precioso, con sus casitas de madera, lugareños sonrientes que me saludaban con un “buna ziua”, y las montañas de fondo cubiertas de bosques.
Más tarde atravesé los prados de Poiana Batrana y Poiana Baliceana, donde me esperaban dos problemas: el sendero desaparecía cada pocos metros y me obligaba a consultar maps.me a todas horas; y pasé junto a varios rebaños de ovejas acompañados de sus correspondientes perros guardianes. Cuando fue posible hice gestos al pastor y pude avanzar; pero a veces me tocó dar un rodeo y alejarme a toda prisa con ladridos de fondo. En una ocasión me encontré a dos perros plantados en medio del camino, y tras minutos de indecisión me armé de valor y conseguí pasar amenazándoles con piedras.
A eso de las 17h el cielo se cubrió de nubes grises y aceleré el ritmo, sin detenerme a hacer fotos. Aunque el final de etapa fue una pesadilla. Llegué a un valle donde había varias granjas y un recinto lleno de ovejas, y empezaron a aparecer perros enormes por todas partes, ladrándome sin parar. Yo estaba hasta las narices y seguí caminando con decisión (y una piedra en cada mano). Aunque por suerte dos pastores me vieron en apuros, calmaron a las fieras y crucé el lugar sin incidentes. Menos mal, porque junto al recinto de ovejas había varios perros gigantescos y el sendero pasaba justo al lado.
4. Padis: la recta final consistió en una carretera de 2km que recorrí lo más deprisa que pude. Yo pensaba que ya había pasado el peligro, pero al doblar una curva me encontré con un rebaño de ovejas que invadía la calzada y un grupo de perros. El pastor me hizo pasar por el medio asegurándome que todo estaba bajo control, aunque viví momentos de tensión porque los perros no me quitaban ojo. Vaya tela… Con tanto retraso acabé entrando en Padis a las 18.30h. Como esta población se encuentra a 1.300m de altura ya se notaba el frío.
En general la jornada estuvo bien y fue una gran oportunidad para descubrir la Rumanía profunda, con pueblos tradicionales, campos de cultivo, lugareños… En cuanto a fauna tan solo escuché el sonido de un pájaro carpintero, y vi un conejo corriendo a bastantes metros de mí.
ALOJAMIENTO: CABANA LA BATRANUL TEREBENT – 115L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble; lavabo privado; buena ubicación, en la avenida principal de Padis; tranquilidad total por la noche (era el único huésped); abuelete propietario (Batranul) muy simpático; balcón privado con una silla y buenas vistas.
*Puntos en contra: sin wifi (y escasa cobertura); el abuelete se llevó mi pasaporte y no me lo devolvió hasta el día siguiente; agua fría; limpieza mejorable (había varios pelos en la cama); precio.
Lo que me ocurrió con el alojamiento en Padis fue toda una sorpresa. El día anterior busqué en Booking alguna pensión con habitaciones disponibles y no aparecía ninguna. Bueno, tenía todo el sentido del mundo, porque era viernes; Padis es el epicentro de los Montes Apuseni; y en mis visitas a Bucegi y Retezat me encontré con auténticas hordas de turistas. Con lo cual decidí que pasaría la noche en una zona de acampada que aparecía indicada en maps.me. El caso es que al llegar a Padis me esperaba un ambiente festivo, pero en cambio las calles estaban desiertas y muchos de los comercios parecían cerrados.
Aun así, como estaba a punto de llover, antes de plantar la tienda decidí probar suerte y preguntar en algún alojamiento. Y en el primero Batranul me dijo que tenía habitaciones libres. No me lo podía creer. El hombre me pedía 125L por noche y negocié una tímida rebaja para no tensar la cuerda, pero tenía que haber bajado el precio a 100L. Más tarde descubrí lo que ocurría: los alojamientos de Padis no se anuncian en Booking (por eso no había); y al ser temporada baja el pueblo estaba casi vacío. Hasta el punto que el abuelete me dejó las llaves de la Cabana y se marchó a su casa. Se me quedó cara de tonto…
Tras instalarme en la habitación compré 2 cervezas Ursus en la tienda de la Cabana (8L). Estaba agotado, así que me estiré en la cama un buen rato. Después cené pan con una lata de paté, las cervezas, y de postre pan con Nutella. Y me preparé para una noche de descanso más que necesaria, mientras en el exterior se escuchaba el sonido de la lluvia.
SEGUNDO DIA EXPLORANDO APUSENI
Tras un día en el que llovió sin parar y apenas pude salir de la habitación, la mañana siguiente amaneció con un cielo cubierto de nubes grises. A pesar de todo decidí ponerme en marcha y probar suerte. Así que desayuné galletas, un plátano y un zumo; me vestí; y preparé mi mochila. A las 10h apareció Batranul tal y como habíamos quedado y nos despedimos amigablemente. Justo al lado de la Cabana arranca un sendero que conduce a los principales lugares de interés de Apuseni, situados al sur de Padis. Y comencé a caminar en medio de un clima frío y desapacible (me tuve que poner el abrigo), y sin saber muy bien qué me iba a deparar la jornada.
Esto fue lo más destacado:
1. Poiana Glavoi: de entrada crucé una zona donde había casas de madera y viviendas ubicadas en contenedores metálicos, con ventanas y chimeneas; y a continuación atravesé un tramo de bosque. Tras un fuerte descenso por un terreno cubierto de rocas resbaladizas aparecí en Poiana Glavoi, un prado donde hay varios refugios básicos que ofrecen alojamiento y comidas; y una amplia zona de acampada junto al río Cetatii. Justo en ese momento salió el sol, creando una escena preciosa, con la pradera rodeada de espesos bosques de coníferas. Allí había varios coches aparcados y alguna tienda de campaña, pero ni mucho menos la multitud que me esperaba por el hecho de ser domingo.
2. Cueva Focul Viu: de buena gana hubiera hecho un alto en Poiana Glavoi, pero decidí continuar por un sendero marcado con un punto amarillo que se internó en el bosque. Primero encarando una fuerte subida; y después sin apenas desnivel, por una zona llena de charcos y barro que sorteé con facilidad. De camino tan solo me encontré a una familia a la que adelanté y no volví a ver más. Y llegué a la Cueva Focul Viu. Las cuevas siempre me han fascinado, y mientras bajaba hacia la entrada completamente solo por un terreno resbaladizo me invadió una sensación de aventura total.
Por desgracia la Cueva Focul Viu está cerrada al público (se necesita un permiso especial), aunque es posible curiosear a través de una reja metálica. Además yo llegué a la mejor hora, a mediodía, cuando la luz del sol entra por un agujero en el techo e ilumina el interior. Dentro hay una montaña de troncos y ramas que han ido cayendo por el agujero a lo largo del tiempo. Y al fondo vi los restos de una columna de hielo. En las fotos promocionales del parque es mucho más grande, pero imagino que tras el verano se derrite parcialmente y pierde tamaño. Me encantó este lugar.
3. Piatra Galbenei: tras este gran momento retrocedí unos metros y me desvié a la derecha siguiendo los puntos amarillos. El sendero fue ganando altura y avancé por un bosque espectacular que parecía el escenario de una película de terror, con ramas retorcidas, troncos cubiertos de musgo, helechos, setas de todo tipo (algunas de un color rojo intenso), pájaros revoloteando… En un punto el terreno desapareció y caminé junto al borde de un enorme cráter cubierto de árboles y espesa vegetación. Disfruté como nunca. De vez en cuando los arbustos se agitaban y me llevaba unos sustos tremendos, hasta que descubrí que eran piñas y pequeñas ramas que caían desde las alturas. Yo iba haciendo ruido y silbando por si había osos en la zona, aunque ya me debería haber quedado claro que en Rumanía no hay tantos como dicen los registros oficiales.
Al final llegué a Piatra Galbenei (1.243m), una colina rocosa que constituye uno de los mejores miradores de Apuseni, con una panorámica alucinante del sector sur del Parque. Ante mí se desplegaba un bosque infinito, con árboles de diferentes colores y escarpadas montañas. Además de algunos lugares que no tenía previsto visitar, como Poiana Florilor o Cheile Galbenei. Allí me senté un rato a contemplar las vistas en total soledad mientras comía unas gominolas. A mi alrededor se escuchaba el canto de un extraño pájaro y revoloteaban cuervos. Las condiciones para la fotografía no eran ideales al tener el sol de cara, pero se ocultó tras las nubes unos minutos y aproveché para obtener alguna imagen decente.
4. Avenul Bortig: después del descanso seguí caminando por el bosque, con continuas subidas y bajadas. No fue ni mucho menos un paseo, porque el sendero estaba lleno de obstáculos: piedras resbaladizas; raíces; árboles arrancados que debía sortear (agachándome o pasando por encima)… Yo intenté avanzar con cuidado para evitar lesiones, pero en una ocasión pisé mal una piedra mojada y me caí al suelo (por suerte no me hice daño). La etapa acabó en Avenul Bortig, un misterioso agujero en medio del bosque de 40m de profundidad que acaba en un bloque de hielo de grandes dimensiones. Una imagen impactante. Yo me acerqué al borde todo lo que pude, pero había varios carteles avisando del peligro; y el terreno está muy inclinado.
5. Balcoane Cetatile Ponorului: para acabar la ruta tomé un sendero marcado con un punto azul. De entrada me hizo bajar por un complicado descenso con piedras y barro. Y al final alcancé un impresionante cañón de 150m de profundidad creado por el río Cetatii. El sendero continuó por el borde del barranco y pude contemplar las vistas desde 3 miradores, con frondosos bosques, paredes de roca verticales, y al fondo el río, que desaparece en la Cueva Ponorului formando lagos y cascadas subterráneas. Llegar a la entrada de la cueva implica bajar por un camino de vertiginosas pendientes (que luego hay que subir de regreso). Y para visitarla es necesario un permiso especial y material de espeleología. Así que me conformé con disfrutar del panorama desde las alturas.
Después del último mirador seguí avanzando por el bosque y enlacé con una pista que me llevó directo hasta Poiana Glavoi, el lugar donde había previsto pasar la noche. Todo un éxito, porque apenas eran las 16.30h.
La verdad es que acabé muy satisfecho con la ruta, teniendo en cuenta que la decidí minutos antes de ponerme a caminar en Padis. Los senderos están perfectamente señalizados, con marcas de pintura en los troncos, carteles indicando el tiempo que falta para los diferentes lugares de interés, y paneles con explicaciones en inglés. En cuanto a fauna, de nuevo brilló por su ausencia, aunque al menos no vi ganado ni perros agresivos, ya que esta zona se encuentra protegida. Y no cayó ni una gota de lluvia en todo el día.
COMIDA: CORNELU’S MOL
De todos los locales de comidas que había funcionando por la mañana solo quedaba este abierto. Y porque era domingo, si no ni eso. La dueña era muy simpática y hablaba español (había trabajado unos años en Castellón). Yo me senté en una mesa de madera y pedí sopa de champiñones (deliciosa); 4 Mititei (tiras de carne picada a la brasa) con patatas fritas; y una cerveza Ursus. Precio: 42L. Acabé a reventar, pero es que me moría de hambre, y en estos casos siempre pido más comida de la cuenta. La mujer me trató como una madre, preguntándome qué hacía solo por las montañas, dónde iba a dormir esa noche… Fue una situación graciosa.
En Poiana Glavoi lucía un sol radiante y antes de marcharme di un paseo por los alrededores. Había unas cuantas familias rumanas, que por regla general seguían la misma rutina: llegaban en coche, se hacían unas fotos y se sentaban a comer algo. Por eso en todo el día no vi a nadie caminando por los bosques de Apuseni. También me crucé con varios perros deambulando en busca de comida (muy pacíficos). Y charlé un momento con un guarda del parque.
ALOJAMIENTO: CABANA CETATILE PONORULUI – 90L/Noche
*Puntos a favor: cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza impecable; ubicación excelente, en medio del bosque, y a escasa distancia de varios lugares de interés; tranquilidad total por la noche; propietarios muy amables; servicio de comidas (aunque caro); precio.
*Puntos en contra: sin wifi (y escasa cobertura); habitación de reducidas dimensiones.
Podía haber acampado en Poiana Glavoi, aunque no hubiera sido una noche agradable: hacía frío; las probabilidades de lluvia eran muy elevadas; y el lugar estaba prácticamente desierto. Así que pregunté a la dueña del Cornelu’s Mol si tenía habitaciones disponibles. La mujer me explicó que al ser temporada baja solo abría los fines de semana, y en unas horas se marchaba a su casa. Pero se portó genial, porque llamó por teléfono a la Cabana Cetatile Ponorului para asegurarse de que estaba abierta, y avisó de mi llegada. Todo un detalle.
La Cabana está a 2km de Poiana Glavoi y no me importó caminar, porque solo tardé media hora, siguiendo una pista sin apenas desnivel. Y además me aproximé a la zona que tenía previsto visitar al día siguiente. Yo me imaginaba una casa de madera rústica y me encontré con un edificio de grandes dimensiones en un estado impecable. Hubo momentos de incertidumbre, ya que en la Cabana no había señales de vida y no quería acercarme demasiado por si había algún perro suelto. Pero al final llamé a la puerta, abrió una abuelita sonriente (la madre del propietario), y me dio una habitación.
Una vez instalado dediqué el resto de la tarde a leer y escribir. Como no tenía mucha hambre cené un plátano, una barrita y un zumo de naranja. Y me estiré en la cama rodeado de un silencio sepulcral. Con lo mal que pintaba el día por la mañana, la verdad es que fue todo un éxito.
TERCER DIA EXPLORANDO APUSENI
La jornada comenzó a toda prisa porque me quedé dormido y cuando abrí los ojos ya eran las 9h pasadas. Así que me vestí, preparé la mochila y bajé al comedor de la Cabana a desayunar. Allí me encontré a dos parejas (una de las chicas con pijama de vaca y pantuflas), y al cabo de un rato apareció el propietario con un plato para cada huésped. El menú consistió en una tortilla francesa, una mini ensalada, un quesito, una porción de mermelada y mantequilla, pan y una taza de té con limón. La verdad es que me esperaba más cantidad, y encima me cobraron 30L.
A continuación desalojé la habitación; me despedí del propietario (que hablaba un español aceptable); y salí al exterior. El día amaneció muy nublado, pero al menos no llovía, con lo cual seguí visitando lugares de interés en Apuseni. Esto fue lo más destacado:
1. Cueva Caput: se encuentra muy cerca de la Cabana, pero por algún motivo no está señalizada y me costó bastante encontrarla (gracias a maps.me). La entrada de la cueva es imponente, con un río que desaparece en su interior. Como estaba solo aproveché para hacer buenas fotos.
2. Lumea Pierduta: a continuación caminé por el Valle Ursului, siguiendo una pista que discurrió en paralelo al río; y me desvié por un sendero marcado con una cruz amarilla que se adentró en el bosque, subiendo hasta alcanzar una zona conocida como Lumea Pierduta (el Mundo Perdido). La verdad es que me dejó con la boca abierta, mientras pasaba junto a pedruscos cubiertos de musgo, árboles arrancados, amasijos de rocas, vegetación exuberante… Parecía que iba a aparecer un dinosaurio en cualquier momento…
Además pude ver dos gigantescos agujeros en medio del bosque, similares al del día anterior. Primero Avenul Gemanata, formando un arco de piedra natural; y más tarde Avenul Negru, rodeado de paredes verticales. Es difícil describir con palabras lo que sentí mientras me asomaba a esos oscuros pozos, midiendo cada paso para no resbalar y caerme. Y eso que el propietario de la Cabana me dijo que no merecía la pena visitar este lugar.
Mientras contemplaba Avenul Gemanata me giré y descubrí un pequeño perro que me observaba a un metro escaso. Me pegó un susto de muerte y al ver mi reacción el pobre salió corriendo. Pero bueno, con unos trozos de pan y unas caricias se vino arriba y me acompañó el resto de la mañana. Algo que siempre intento evitar porque después lo paso fatal al despedirme.
3. Poiana Ponor: desde Lumea Pierduta bajé por el sendero de la cruz amarilla y continué por una pista sin apenas desnivel que avanzó por el Valle Seaca, entre bosques de abetos gigantes. A veces las ramas de los árboles se movían como si tuvieran vida propia por el efecto del viento. Yo avancé a buen ritmo, pasé junto a la Cabana y me encontré con una de las parejas del desayuno. Como parecían buena gente dejé el perro a su cargo y me marché.
Sin tiempo para descansar tomé un sendero marcado con un punto amarillo que me llevó hasta Poiana Ponor, un prado muy fotogénico rodeado de bosques y paredes de roca, con un río creando bonitos meandros. A todo esto el cielo se fue llenando de nubes oscuras que amenazaban lluvia. Y encima volvió a aparecer el perro (por lo visto me había estado siguiendo todo el tiempo). En fin, a continuación tuve que encarar una dura subida tras la que acabé en manga corta y empapado en sudor. Y alcancé un prado donde comenzó a llover, así que me detuve bajo un árbol, me puse el chubasquero, protegí mi mochila con una funda y piqué unas gominolas (el perro se llevó más trozos de pan).
De nuevo en marcha, cuando ya estaba a punto de entrar en Padis, me encontré con un rebaño de ovejas que me cortaba el paso, acompañadas de varios perros que empezaron a ladrarme. Por suerte los pastores estaban allí y pude cruzar entre las ovejas, pero mi perro se quedó atrás. Mejor así, porque no me hacía ninguna gracia caminar con él cerca de la carretera. En Padis el panorama era desolador. Al ser lunes y hacer un tiempo horrible, todos los alojamientos y restaurantes estaban cerrados; no se veía a nadie por la calle; y ya eran las 15.30h. Y mi jornada no había acabado ni mucho menos…
VIAJE A CHISCAU
Mi plan inicial consistía en hacer autoestop hasta la población de Boga, situada a 14km; visitar la cercana Cascada Bulbuci; y buscar alojamiento en la zona. Pero no pasaba ningún vehículo y hacía mucho frío, con lo cual decidí comenzar a caminar por la carretera para entrar en calor. Reconozco que mi imagen era lamentable, avanzando solo bajo la lluvia.
El caso es que poco a poco me fui animando: dejó de llover; y conseguí atajar bastante por un camino embarrado (ya estaba a menos de 3km de la Cascada). Por delante tenía un sendero que cruzaba el bosque bajando por una fuerte pendiente (entre Boga y Padis hay más de 700m de desnivel). Pero al final todo quedó en un espejismo. El sendero se encontraba bloqueado por pilas de árboles caídos que me obligaron a dar media vuelta tras un rato caminando. Y cuando regresé a la carretera (que alargaba varios kilómetros la ruta) comenzó a llover con intensidad. La cosa pintaba fatal…
Aunque en el último momento recibí un golpe de suerte: pasó una camioneta con 3 chavales en la cabina que transportaba unos troncos enormes, y el conductor me dejó subir. Primero en la parte trasera y después junto a ellos, apretados como sardinas. Se dirigían a Pietroasa, un pueblo varios kilómetros después de Boga. Y como la lluvia no paraba y era difícil conseguir transporte decidí viajar hasta allí, desestimando la visita a la Cascada Bulbuci. El trayecto fue un festival de curvas y comprobé que Boga es un lugar precioso, rodeado de frondosos bosques. A 3km de Pietroasa el conductor me dijo que tenía que bajarme de la camioneta, porque había controles de Policía y le podían multar. Una pena, pero no me quedó otra que seguir caminando a buen ritmo.
Cuando alcancé Pietroasa ya eran las 18h. Faltaba poco más de una hora para la puesta de sol, y encima tuve que afrontar un nuevo problema: este pueblo no tiene ningún alojamiento y no podía pasar la noche allí. Así que tomé una decisión arriesgada: recorrer 4km campo a través para llegar a Chiscau (por carretera la distancia se duplica).
La caminata fue épica, avanzando bajo la lluvia por pistas embarradas, completamente solo, rodeado de bosques envueltos en la niebla, con las piernas cada vez más agarrotadas y la oscuridad ganando terreno a pasos agigantados. Además mi móvil casi no tenía batería, y como la pantalla táctil estaba húmeda me costaba mucho consultar el mapa (y había varios cruces de caminos confusos). Pero conseguí orientarme a la perfección y llegué a Chiscau sin incidentes (no me encontré con ningún perro agresivo, que era uno de mis principales temores).
ALOJAMIENTO: CASA LINISTITA – 100L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda (aunque con dos colchones individuales); lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza impecable; tranquilidad total por la noche (era el único huésped); wifi rápido; cocina compartida; propietaria (Linistita) muy simpática.
*Puntos en contra: no se me ocurre ninguno.
En Chiscau hay varios alojamientos, pero ocurre como en Padis y muchas otras poblaciones de la Rumanía rural: si no tienen huéspedes los propietarios se marchan a su casa y no hay nadie en el edificio. Así que para no acabar deambulando por el pueblo de noche opté por preguntar a una señora y de nuevo acerté. Al momento su marido me llevó en coche a la casa de Linistita (sin importarle que estuviera empapado y con los pies llenos de barro); habló con ella; y continuamos hasta la pensión. Un tipo genial, y la enésima muestra de hospitalidad que recibí en Rumanía.
Ya instalado en mi habitación, me cambié de ropa y bajé a charlar con Linistita. Más tarde apareció su marido, que me invitó a un chupito de Tuica. Y al cabo de un rato me dejaron solo en la pensión. Por cierto, Casa Linistita tiene muy buenas valoraciones en Booking y la propietaria me cobró el mismo precio anunciado en la web, sin aprovecharse de mi desesperada situación.
Tras un rato de descanso decidí cenar porque estaba hambriento. Me merecía algo mejor, pero no había ningún restaurante cercano y me tuve que conformar con pan y paté, y un zumo de naranja. Cuando me estiré en la cama no me lo podía creer. Había sido una jornada llena de emociones, en la que caminé un montón de kilómetros viviendo experiencias al límite. Y superé con nota todos los obstáculos.
EN LA CUEVA DE LOS OSOS
Al día siguiente me desperté como nuevo después de la odisea del día anterior. A continuación preparé la mochila; desalojé mi habitación sin poder despedirme de nadie; y caminé media hora hasta el último lugar de interés de mi recorrido por los Montes Apuseni. Chiscau es un pueblo tranquilo donde las vacas campan a sus anchas por su calle principal; las casas tienen portones de grandes dimensiones para que entren los tractores; y abundan los abueletes sentados observando a la gente. Al pasar por una tienda aproveché para solventar el desayuno con dos croissants de chocolate y una limonada (8L).
*Horario: 10h – 17h (los lunes cerrado)
*Precio: 25L
*Fotografía: no
La Cueva de los Osos fue descubierta en 1975 durante unos trabajos de prospección de minas, y se llama así porque en el interior se encontraron los huesos de 140 osos de las cavernas. Estos enormes animales pesaban una tonelada y medían 4m de altura, pero se extinguieron hace miles de años. En 1980 la Cueva de los Osos ya estaba abierta al público, convirtiéndose en la principal atracción turística de la zona. La entrada se encuentra en las afueras de Chiscau, y en el tramo final tuve que subir por una fuerte pendiente, junto a diferentes puestos de recuerdos y productos típicos.
Tras comprar el billete dejé mi mochila junto a la taquilla y realicé la visita guiada junto a una pareja de Timisoara. La Cueva de los Osos es espectacular: tiene 1,5km de longitud y cuenta con 3 salas. En el Hall of Candles pude contemplar centenares de estalactitas y estalagmitas, algunas unidas creando columnas; y todo tipo de formaciones curiosas (cascadas, pliegues…). Y en el Hall of Bones se conserva el esqueleto de un oso de las cavernas esparcido en el suelo (la imagen más famosa de la Cueva). Me encantó. Aunque la visita tuvo dos pegas importantes:
*El guía era un tipo apático que nos condujo por la Cueva a toda prisa y estuvimos en el interior media hora escasa, en lugar de la hora habitual. Yo intenté quedarme rezagado y disfrutar con calma de cada rincón, pero el sistema de iluminación tiene temporizadores y las luces se apagaban al momento.
*La visita fue en rumano y el guía no hablaba ni una palabra de inglés, así que no me enteré de nada. Una situación curiosa teniendo en cuenta la importante inversión realizada en la cueva: una taquilla moderna, bar con terraza, un sistema de tornos electrónicos para acceder… ¿Y después no pueden contratar a algún chaval que sepa algo de inglés?
Pero bueno, no me puedo quejar porque oficialmente está prohibido hacer fotos en el interior de la cueva y el guía nos dejó (yo evité utilizar el flash). Tras el recorrido salimos por una puerta distinta, recuperé mi mochila y volví a Chiscau.
REGRESO A CLUJ-NAPOCA
Por delante tenía una tarea mayúscula, y dudaba que pudiera llegar a Cluj ese mismo día. Pero me puse en marcha con paciencia y al final la suerte me sonrió por enésima vez. Estas fueron las etapas del viaje (sin entrar en detalle):
1. Taxi improvisado hasta Beius: me llevó un chaval que había vivido en España por 50L.
2. Maxi taxi a Oradea: 12L.
3. Taxi hasta la Estación de Tren de Oradea: 14L
4. Tren a Cluj: 63,5L. El trayecto duró 3 horas y llegué a la ciudad de noche, donde me esperaba mi habitación del Retro Hostel.
CONCLUSION
Reconozco que al principio no veía nada claro visitar los Montes Apuseni. Ya había recorrido dos zonas de los Cárpatos (Bucegi y Retezat); era muy complicado llegar en transporte público; las previsiones meteorológicas hablaban de varias jornadas de lluvia; y tenía ganas de empezar a explorar la región de Maramures. Pero me acabé lanzando y en Apuseni viví las mayores aventuras de mi viaje por Rumanía, enfrentándome a perros agresivos, caminando empapado, haciendo autoestop, e improvisando alojamientos sobre la marcha. Además el paisaje no se parece en nada a Bucegi y Retezat, con cuevas y bosques impresionantes.
Si te desenvuelves con soltura en este tipo de escenarios te recomiendo mi ruta de 4 días por Apuseni. De lo contrario quizás deberías plantearte la opción de alquilar un coche para desplazarte hasta Garda de Sus, Padis y Chiscau (yo lo valoré seriamente).
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