Acampado en la selva, rodeado de extraños camaleones, lemures nocturnos, y el misterioso canto del Indri al amanecer
La Asociación Mitsinjo fue creada en 1999 por un grupo de habitantes de Andasibe que querían colaborar en la conservación del entorno y promover el turismo local. Con tanto éxito que al cabo de pocos años el gobierno les cedió la gestión de dos áreas naturales cercanas al Parque Nacional: la pequeña Analamazaotra Forest Station en 2003 (más conocida como Mitsinjo Park, para evitar confusiones), de 7km2; y las marismas de Torotorofotsy en 2005, de 120km2.
Mitsinjo Park representa una buena alternativa (o complemento) a su popular vecino. Durante las caminatas que ofrece se puede ver la misma fauna; con muchísimos menos turistas; y con la opción de realizar circuitos nocturnos (en el parque nacional no están permitidos).
LLEGADA A MITSINJO
Acostumbrado a largos desplazamientos entre los diferentes puntos de interés de mi recorrido por Madagascar, alcanzar el Centro de Visitantes de Mitsinjo fue de lo más sencillo. Simplemente caminé desde Andasibe hacia el sur, siguiendo la carretera secundaria que acaba en la RN2. Y tras un trayecto de 2km aparecí en el lugar, ubicado casi enfrente de la entrada al Parque Nacional Andasibe.
Allí me recibió una simpática encargada, que me explicó el funcionamiento del parque. Para pasar la noche había una zona de acampada, con un puñado de parcelas rectangulares techadas esparcidas en un claro del bosque, rodeadas de vegetación. En cuanto a instalaciones, poco que contar: una construcción con un par de lavabos; una ducha de la que no salía agua; y sin restaurante propio. Precio: 10.000 Ar.
Tras montar mi tienda, estuve curioseando un rato por los alrededores. Y más tarde decidí ponerme a caminar por el Mitsinjo Park.
EXPLORANDO LAS SELVAS DE MITSINJO
En el Centro de Visitantes contraté los servicios de un guía para realizar el Circuito Babakotokely, de unas 2 horas de duración. Precio: 25.000 Ar. En Mitsinjo, a diferencia del Parque Nacional, no se paga entrada. Solo la tarifa del guía. Aunque a cambio el precio de los circuitos es por persona (un grupo de 8 hubiera pagado 200mil Ar). Una situación que sin duda beneficia a los viajeros solitarios.
El chaval encargado de acompañarme resultó ser muy simpático y eficiente, y acabé muy contento. La verdad es que vimos muchas cosas en poco tiempo. Para empezar, un grupo de Red-Fronted Brown Lemurs, alimentándose de hojas, y jugando entre las copas de los árboles. Entre ellos había una hembra con una encantadora cría a la espalda. También encontramos bastantes insectos curiosos: un Insecto Palo; una enorme Mantis Religiosa; unos cuantos Giraffe Weevil… A nuestro alrededor, un paisaje precioso, con un pequeño estanque, árboles frondosos, orquídeas…
Y hacia el final del recorrido, nos encontramos con un grupo de Indris, el habitante más famoso del parque. En Mitsinjo están muy habituados a la gente, y se les puede observar desde escasos metros. Así que me quedé un buen rato contemplando la escena, sacando un montón de fotos, totalmente solo (nada que ver con el agobio de los grupos de turistas en el Parque Nacional). Fue toda una gozada verlos saltar de árbol en árbol, escucharlos aullar (el sonido pone los pelos de punta), contemplar a una hembra con su cría a la espalda… Gran momento.
Pero de repente el cielo se empezó a cubrir de nubes grises, y se escucharon los primeros truenos. Así que el guía me recomendó poner punto y final a la visita, y corrimos de regreso al Centro de Visitantes. Menos mal, porque nada más llegar cayó una tormenta tremenda, con viento huracanado y granizo. Y yo sentado observando la escena con cara de resignación, acompañado de un grupo de guías y el personal de la Asociación. Por lo visto hacía 3 semanas que no caía una gota. Y aparezco yo huyendo de las lluvias de Toliara, y me encuentro con ese panorama…
Aunque en África las cosas siempre pueden empeorar. Cuando dejó de llover y me acerqué a ver mi tienda de campaña, comprobé con horror que había entrado mucha agua en la parcela, la cual formó un charco debajo de la tienda. Resultado: todas mis cosas mojadas (saco de dormir, guías de viaje…). Me invadió un sentimiento de desesperación total. ¡Estaba hasta las narices de lluvia! Pero bueno… Al final no me quedó más remedio que intentar paliar los daños, y moví la tienda a otra parcela que parecía más protegida.
Ya oscureciendo, decidí caminar hacia la RN2 en busca de algún lugar donde llenar el estómago, y olvidarme de mis penas.
CENA: CHEZ MARIE
Un restaurante ubicado frente al hotel Feon’ny Ala, con un comedor interior semi desierto. Pero con un camarero amable y eficiente. Aquí pedí un plato típico francés: un Tournedós de Cebú (un corte de filete de cebú, de forma redonda, rodeado de una fina capa de tocino blanco), acompañado de spaguetti. Para beber, una botella de agua grande. Precio: 15.000 Ar. Mientras, en el exterior, volvía a llover con fuerza…
Cuando aflojó un poco, encendí mi linterna frontal para regresar a la zona de acampada, y descubrí que me había quedado sin pilas. Y en el tramo de carretera que tenía que recorrer la oscuridad era total. Por suerte pude encontrar una tienda donde vendían pilas, y solventé el problema. Bueno, en parte. Porque había una espesa niebla que no dejaba ver nada, ni siquiera con frontal. Y yo allí, caminando por una carretera solitaria, rodeado de selva y sonidos extraños… En fin…
Mis pensamientos cuando me metí en mi tienda mojada, rodeado de un ambiente húmedo y frío, son irreproducibles. Y eso que había viajado a Madagascar en la temporada seca…
SEGUNDO DÍA EXPLORANDO MITSINJO
Al día siguiente, me desperté a buena hora, y comprobé que el tiempo no había cambiado mucho, y seguía lloviendo. Pero a cambio, se escuchaban de fondo los aullidos de los Indris desde diversos puntos de la selva. Fue un momento mágico, que me animó a continuar con mis planes. Así que me vestí, piqué unas galletas, y a las 7h ya estaba esperando en la puerta del Centro de Visitantes, preparado para seguir conociendo los senderos del parque. Mientras, me entretuve observando a un solitario Red-Fronted Brown Lemur, que comía frutos en lo alto de un árbol.
Esta vez tocaba recorrer una ruta más larga: el Circuito Vahimantsina, de 4 horas de duración. Precio: 50.000 Ar. El guía era otro chaval diferente al de la jornada anterior, pero apareció puntual, y nos pusimos en marcha.
La primera parte de la ruta fue un festival de fauna, con encuentros realmente espectaculares. Para empezar, el guía me enseñó dos camaleones que ya tenía localizados en los alrededores del Centro de Visitantes. Era la primera vez que los veía: uno enorme, con una fila de espinas en el lomo y colores marrones, para camuflarse con las ramas; el otro más pequeñito, caminando sobre un arbusto. Ambos tenían apéndice nasal. Poco más tarde encontramos otras dos especies: una cría de camaleón de Parson; y uno pequeño rarísimo, con cuernos y espinas.
A cada paso el guía se detenía para enseñarme algo: un sorprendente Uroplatus camuflado sobre el tronco de un árbol (a pesar de estar a menos de un metro, no lo podía identificar); varios Geckos de Madagascar de vivos colores; ranitas escondidas entre las hojas de las inmensas Vakonas que abundan por la zona; babosas que parecían hechas de gelatina; arañas; orugas; etc…
Por supuesto, en una ruta por Andasibe no podía faltar un encuentro con Indris. El guía localizó a una familia (macho y hembra con cría), y nos quedamos a pocos metros de distancia, junto al guía del día anterior, que estaba acompañado de una pareja de turistas y un ayudante. Este ayudante le ofreció al macho sus hojas favoritas, y el animal bajó a escasos metros del suelo, para que pudiéramos contemplarlo aún más de cerca. Una práctica que no me hizo gracia. Aunque en un país donde las selvas están desapareciendo a pasos agigantados, quejarme por cosas como esta me parece hilar demasiado fino… Hubo un momento en que los Indris se pusieron a aullar a nuestro lado, y el sonido era ensordecedor. Toda una experiencia.
Tras este gran comienzo, la segunda parte de la ruta fue más normalita, caminando sin hallazgos destacables. El guía se empeñó en encontrar algún Bamboo Lemur, y no tuvo éxito. Además, no me gustó nada que le llamaran al móvil en tres ocasiones, y el tío se dedicara a charlar mientras caminábamos, ignorándome por completo. Pero bueno… El paisaje era magnífico, con enormes helechos, orquídeas, Vakonas, etc… Aunque compuesto básicamente de bosque secundario. Y por suerte ni rastro de lluvia: cielo despejado y sol agradable.
De regreso en el Centro de Visitantes, tras las 4 horas de rigor, me despedí del guía. Y busqué un lugar para sentarme a descansar y comer algo.
COMIDA: HOTEL MIKALO
No me pude resistir a probar una vez más un delicioso filete de cebú en el restaurante de este hotel, ubicado a menos de 1km del Mitsinjo Park. Como siempre, todo impecable: carne acompañada de spaguetti y una cerveza THB bien fría. Rematado con un té citronelle, que dio para dos tazas. La atmósfera, un remanso de paz y relax. Y el camarero muy atento, tratándome ya como un cliente habitual. Precio: 17.000 Ar.
Cuando acabé de comer, el camarero me indicó un árbol al lado del hotel donde había un Indri comiendo tranquilamente. Y como no tenía nada mejor que hacer, me quedé allí un buen rato, contemplando los movimientos de esta criatura fascinante.
CIRCUITO NOCTURNO
Para poner punto y final a mi visita al Mitsinjo Park, me faltaba un recorrido nocturno por sus senderos. Y comenzó con emociones fuertes. Mientras atardecía, estuve descansando en el interior de mi tienda de campaña. Y al salir, ya de noche, me pareció ver dos pequeños ojos que brillaban entre los matorrales. No tenía ni idea de qué era aquello. Hasta que apareció el guía (el mismo de la mañana) y me dijo que era un diminuto Mouse Lemur, al que descubrimos con ayuda de nuestras linternas. Alucinante.
Poco después, cerca del Centro de Visitantes, nos encontramos con un Dwarf Lemur, bastante más grande que el primero. Ya en el bosque, volvimos a ver esas dos especies de lemur nocturno. Además, el guía me enseñó un camaleón, un espectacular Martín Pescador de color naranja y un Ave del Paraíso (ambos pájaros durmiendo sobre una rama), un Uroplatus caminando lentamente, una rana croando con el buche hinchado…
La anécdota se produjo cuando mi cámara empezó a dar problemas. Y tras repetir un montón de fotos y empezar a perder los nervios, el propio guía descubrió el motivo: era yo, que al sacar la foto bajaba un poco el flash con la visera de mi gorra, y no se accionaba. Qué vergüenza… Menudo fotógrafo de pacotilla…
Tras la hora y media de circuito prevista (15.000 Ar), se empezaron a escuchar truenos (una vez más), y acabamos regresando al Centro de Visitantes completamente empapados. Allí me despedí del guía. Y me quedé un rato sentado esperando a que parara de llover, sin saber si llorar o reírme ante tanta adversidad. Mientras, me entretuve con una rana que saltaba por los alrededores; y un gigantesco grillo. Y cuando aflojó un poco, me fui a dormir a mi tienda, solventando la cena con unas galletas.
PREPARATIVOS PARA VISITAR TOROTOROFOTSY
Al día siguiente, me levanté con la intención de visitar la segunda zona protegida que gestiona la Asociación Mitsinjo: las marismas de Torotorofotsy. Como se trata de un lugar ubicado 12km al oeste de Andasibe, tuve que conseguir un vehículo. Así que la tarde anterior opté por la opción más fácil: contactar con el conocido de Claudine (la chica que me hizo de guía en el Parque Nacional) y alquilar la pick up con la que fuimos hasta el Parc National Mantadia. Precio: 70.000 Ar ida/vuelta, con espera incluida. Me pareció bastante caro, en comparación con lo que pagué el primer día. Pero no tenía muchas más opciones.
Por suerte, al final acabé pagando solo la mitad. Porque el guía (un lugareño al que no conocía) apareció con un turista japonés que también quería visitar Torotorofotsy. Y acordamos compartir el precio del vehículo. Me sorprendió gratamente, porque en África lo normal es que el japonés hubiera acabado en un vehículo distinto, para hacer más negocio. Pero bueno. Al precio del transporte también hay que añadir el de la excursión: 60.000 Ar (por persona).
A pesar de la corta distancia, el trayecto duró mucho más de lo previsto. Tardamos una hora, avanzando por pistas de tierra en mal estado. Atravesando un paisaje con vistas de bosques y campos de cultivo. Mientras, el japonés y yo fuimos charlando en el asiento trasero de la pick up. Resultó ser un chaval muy interesante, viajero empedernido, y visitante habitual de Barcelona.
En un punto concreto, hubo que aparcar el vehículo, y continuar a pie media hora más siguiendo la antigua vía de tren (a veces aparecían viejos raíles). De camino el guía encontró un pequeño camaleón con apéndice nasal (ya había visto esta especie en Mitsinjo Park). Y alguna pequeña rana escondida entre las hojas de las Vakonas. El japonés era gracioso: estaba muy agradecido por dejarle viajar en «mi» vehículo (cuando íbamos a pagar a medias). Y cada vez que veíamos algo, o había que pasar por un lugar estrecho, me cedía el paso bajando la cabeza.
EXPLORANDO TOROTOROFOTSY
Al final, llegamos a un pequeño asentamiento, desde el que pudimos contemplar buenas panorámicas de la zona. La verdad es que no era lo que me esperaba: una llanura rodeada de arrozales y campos de cultivo; donde no se veía agua (era la estación seca, pero tan poca…); ni pájaros (a pesar de ser la época de apareamiento, quizás la mejor para ver aves). Una vez más, la mano del hombre estropeando una zona que seguramente había sido un vergel hacía unos años.
En el pueblo, había alguna casa tradicional, construida sobre postes de madera para hacer frente a las posibles crecidas del agua; gallinas; y un par de críos descalzos y vestidos con harapos que nos miraban con caras de asombro. La visita tuvo dos partes:
1. Caminamos por un sendero y cruzamos el bosque hasta llegar hasta una zona pantanosa. Aquí vive una criatura diminuta que era el principal motivo por el que había viajado hasta Torotorofotsy: la Golden Mantella. Una ranita de color naranja, de apenas 2,5cm, y endémica de esta zona tan reducida. Lo malo es que durante la estación seca son difíciles de ver, y se ocultan entre las raíces de los árboles. Pero el guía consiguió encontrar una, y pude sacar bastantes fotos. Una pena que se trate de uno de los anfibios más amenazados de Madagascar, por culpa de la actividad humana.
2. Después continuamos por un sendero que nos llevó hasta la zona de marismas. Donde se confirmó que no había agua ni aves, a excepción de un Nightjar (en español Chotacabras), al que sorprendimos durmiendo entre los arbustos. Aunque el paseo me gustó, porque la vegetación era realmente surrealista, con multitud de plantas de formas extrañas.
Tras estas dos actividades, regresamos hasta la pick up. Y de allí emprendimos el camino de vuelta a Andasibe, donde llegamos antes de las 11h. En total, la visita duró 4 horas, de las cuales 3 las gastamos en el trayecto, y caminando hasta la zona de marismas por la antigua vía del tren. Un poco decepcionante…
En Andasibe, me despedí del japonés, y decidí reponer fuerzas. En un hotely me comí un cuenco de spaghetti acompañado de otro de sopa (1.000 Ar). Y en un bar me senté a tomarme una cerveza THB bien fría, con tres bolas de patata rebozada (2.600 Ar). Ya con el estómago lleno, cogí un pequeño autobús local, que por 500 Ar recorrió los 4km y me dejó en el cruce con la RN2, para continuar mi ruta hacia el este del país. Durante el trayecto, fue hilarante adelantar al japonés, que caminaba a paso ligero por la carretera, bajo un sol de justicia, cargado de mochilas, en vez de esperar al autobús como todo el mundo.
CONCLUSIÓN
Si has viajado hasta Andasibe para visitar el Parque Nacional, te recomiendo que dediques al menos un día para conocer Mitsinjo Park. Y pases la noche en su zona de acampada, rodeado de selva. De esta forma podrás ver Indris prácticamente a solas; y disfrutar de caminatas nocturnas por un paisaje idéntico al del famoso Parque Nacional. Aunque si andas muy justo de tiempo, otra opción aconsejable sería visitar Mitsinjo por la mañana, y el Parque Nacional por la tarde.
En cuanto a Torotorofotsy, a no ser que seas un experto en anfibios, y quieras ver con tus propios ojos una Golden Mantella, considero que no merece la pena visitar estas marismas durante la estación seca. Y desconozco si durante la época de lluvias la cosa mejora de forma sustancial…
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