Descubriendo poblaciones de la Estrada Real, entre magníficas iglesias de estilo barroco, imponentes miradores y viviendas de coloridas fachadas
Durante el siglo XVII grupos de exploradores y soldados de fortuna (llamados Bandeirantes) expandieron las fronteras de Brasil hacia el interior, amparados por el Imperio de Portugal. Su principal interés era capturar indígenas para venderlos como esclavos. Pero todo cambió cuando en el año 1690 descubrieron en las montañas de Minas Gerais importantes yacimientos de oro y diamantes. En poco tiempo Brasil se convirtió en el principal productor de oro del mundo, llenando las arcas de la Casa de Braganza; y cientos de miles de esclavos fueron importados de África Occidental para trabajar en las minas (principalmente desde Angola, que también era colonia portuguesa). Aunque a partir de 1750 los yacimientos comenzaron a agotarse y la economía cayó en picado.
En la actualidad Minas Gerais es el segundo estado con más habitantes de Brasil, y su capital es Belo Horizonte. Pero el verdadero interés turístico de la región son una serie de ciudades coloniales que crecieron a lo largo de la Estrada Real, la carretera que conectaba Ouro Preto con los puertos de Paraty y Río de Janeiro para transportar el oro, pasando por Tiradentes, Mariana o Congonhas. En ellas se pueden contemplar las mejores obras de arte barroco del país.
VIAJE: RIO DE JANEIRO – SAO JOAO DEL REI
La jornada comenzó en el Walk on the Beach Hostel de Río. Allí desalojé el dormitorio y al despedirme del amable encargado vi a una chica alemana con la que había coincidido en varios lugares de Río. Al igual que yo, se dirigía a la Terminal de Autobuses Novo Río, situada 2km al norte, así que decidimos compartir taxi. Llevaba año y medio recorriendo el mundo y la verdad es que me cayó genial (además de darme mucha envidia). Precio: 49R.
Para evitar sorpresas había hecho una reserva mediante la web de Busbud, así que me dirigí al mostrador de la compañía (Paraibuna), entregué el comprobante de pago, y me dieron el billete. Precio: 108R. Después tuve el tiempo justo para ir al lavabo (2R), bajé al andén que me habían indicado, y a la hora prevista apareció el autobús. El vehículo era enorme y se encontraba en un estado impecable. Al ser clase Executivo los asientos se podían reclinar bastante y eran comodísimos. No había muchos pasajeros y viajé junto a la ventana.
Tardamos 5,5 horas en recorrer los 340km de distancia en dirección noroeste, pasando del estado de Río de Janeiro al de Minas Gerais. Al principio atravesamos un paisaje espectacular, con onduladas montañas y espesas selvas de un verde intenso. Aunque el cielo estaba cubierto de nubes grises y acabó cayendo una fuerte tormenta, con truenos y relámpagos. De camino paramos en un área de servicio con un funcionamiento curioso: en la entrada daban una tarjeta magnética para utilizar en las diferentes secciones (tienda, restaurante…), y se pagaba al salir. Aunque yo solo me compré un Salgado (masa rebozada rellena de queso y jamón) (7R).
Cuando llegué a Sao Joao del Rei ya era noche cerrada y las calles estaban desiertas (a pesar de ser tan solo las 19.30h). Afortunadamente mi hotel no se encontraba muy lejos y un empleado de la Rodoviaria me indicó su ubicación.
ALOJAMIENTO: HOTEL MONTE CARLO – 90R/Noche
*Puntos a favor: lavabo privado; mobiliario moderno; buena limpieza; ubicación genial, a escasa distancia de la Rodoviaria (tenía que realizar varios desplazamientos en autobús); tranquilidad total por la noche; wifi correcto; encargado de la recepción muy agradable; precio; desayuno incluido.
*Puntos en contra: habitación de dimensiones reducidas; camas individuales muy estrechas; ducha con agua un tanto fría.
Reservé este hotel desde casa a través de Booking y acabé bastante satisfecho. Una vez instalado pregunté al abuelete de la recepción por un lugar para cenar y me recomendó uno a un par de calles. Menos mal, porque la oscuridad era total y no se veían locales abiertos.
CENA: BOI NA BRASA
Este restaurante me encantó. Al poco de sentarme en una mesa del comedor un camarero me preguntó “¿para cuántos?”; se metió en la cocina; y apareció con una generosa ración de Tutú à Mineira, el más popular del estado de Minas Gerais. Ni carta ni narices… Plato único. Era una auténtica bomba, con carne de cerdo, salchicha, puré de frijoles, arroz blanco, patatas fritas, espagueti, tomate y lechuga. Para beber, una Fanta de uva que estaba malísima. Todo por solo 17R. A mi alrededor había varios lugareños cenando el mismo plato.
Tras la cena regresé al hotel a descansar y preparar la siguiente jornada, que se presentaba realmente intensa.
RUMBO A TIRADENTES
Al día siguiente me desperté a buena hora y llamé por teléfono a la recepción. Porque en este hotel el desayuno lo servían obligatoriamente en la habitación. Al poco apareció una chica muy simpática con una bandeja donde había un bollo con mantequilla, unas lonchas de jamón york y queso, un trozo de melón, zumo de melocotón y un café con leche. Justo lo que necesitaba. A continuación preparé mi mochila pequeña y salí a la calle.
Sao Joao del Rei es una ciudad histórica que cuenta con algunas iglesias interesantes y un par de museos. Pero no tenía mucho tiempo, y mi itinerario por Minas Gerais ya incluía un montón de monumentos coloniales (no quería acabar saturado). Así que solo utilicé Sao Joao como base para visitar los dos primeros pueblos.
De entrada caminé hasta la Rodoviaria bajo una fina lluvia, para coger un autobús hacia Tiradentes. El día anterior me había informado de los horarios pero hubo momentos de confusión, porque empezaron a llegar autobuses y ninguno era el mío. Por suerte la encargada del Punto de Información me dijo que el de Tiradentes saldría con retraso y me indicó el andén correcto. Al final apareció a las 8.30h (compañía Presidente) y nos pusimos en marcha. El trayecto duró media hora, recorriendo el valle de la Serra de Sao José, cubierto de vegetación. Solo me costó 4R (compré el billete en el propio vehículo, a un ayudante del conductor), y me dejó en el centro de Tiradentes.
Para este desplazamiento, una alternativa muy recomendable es utilizar un antiguo tren de vapor del siglo XIX conocido como Maria Fumaça. Tiene salidas dos veces al día de viernes a domingo, y el billete cuesta 60R (o 70R ida y vuelta). Me hubiera gustado, pero al ser martes no fue posible.
EXPLORANDO EL PUEBLO
Tiradentes fue fundado en el año 1702 con el nombre de Sao José del Rei. Hasta que en 1889 se le rebautizó en homenaje al héroe nacional, originario de Minas Gerais. Se llamaba Joaquim José da Silva Xavier, pero todo el mundo le conocía como Tiradentes (“sacamuelas”), por haber trabajado como dentista. Más tarde se alistó en el ejército y formó parte de las patrullas que vigilaban la Estrada Real.
En esa época los elevados impuestos establecidos por el Reino de Portugal ahogaban al estado de Minas Gerais. Y la situación dio lugar a un movimiento independentista al que se unió Tiradentes: la Inconfidencia Mineira, que planeaba la creación de una república al margen de los portugueses. Pero un traidor les delató, y Tiradentes acabó ahorcado. Actualmente hay muchas poblaciones de Minas Gerais cuyas plazas principales se llaman Tiradentes. Y la bandera del estado es la que se había diseñado para la fallida república.
De todas las ciudades históricas de Minas Gerais, Tiradentes es la que tiene un entorno natural más espectacular, con colinas ondulantes forradas de bosques. Según había leído, los fines de semana el pueblo se llena de turistas y coches de caballos. Pero cuando bajé del autobús me encontré un lugar desierto, porque todavía era temprano, y por la lluvia que caía de forma intermitente.
Estos fueron los lugares más destacados de mi recorrido:
1. Largo das Forras: es la plaza principal del pueblo, rodeada de antiguas mansiones perfectamente conservadas, con puertas y fachadas pintadas de vivos colores.
2. Igreja de Sao Francisco de Paula: ubicada sobre una colina. Llegué caminando por una calle adoquinada en continuo ascenso, acompañado por un par de perros que me siguieron desde la plaza. La iglesia es muy sencilla, y además no pude visitar el interior porque estaba cerrada. Pero tiene una terraza que ofrece unas vistas impresionantes de Tiradentes, con un mar de tejados, viviendas rodeadas de árboles, y las montañas de fondo. Sin duda mi rincón favorito del pueblo.
3. Igreja Matriz de Santo Antonio: una iglesia imponente, también situada en lo alto de una colina con panorámicas geniales. La fachada es una maravilla del arte barroco, pintada de blanco y mostaza, y con dos campanarios. Para acceder al interior tuve que esperar hasta las 10h y pagar 5R. Una pena que esté prohibido hacer fotos, porque la decoración es increíble, con un órgano de colores, frescos, columnas de madera tallada, lámparas colgando del pico de unas águilas dorados…
4. Chafariz de Sao José: se trata de una antigua fuente con relieves de piedra y rematada por una cruz.
Ojalá hubiera tenido más tiempo que dedicar a Tiradentes. De camino a la parada de autobús pasé junto a varios restaurantes que anunciaban deliciosos platos típicos de la gastronomía mineira (Feijao Tropeiro, Paella Mineira…). Y en las montañas de los alrededores hay numerosas rutas que conducen a miradores, manantiales y pozas de agua. Pero me tocó regresar a Sao Joao del Rei, tras una espera de media hora.
VIAJE A CONGONHAS
Ya en la Rodoviaria me dirigí a toda prisa a la taquilla de la compañía Sandra para comprar mi billete hacia Congonhas, el segundo destino del día. Pero me encontré con una desagradable sorpresa: el autobús no salía hasta dentro de 2 horas, y en el mejor de los casos llegaría a Congonhas a las 16h, con unas condiciones de luz para la fotografía bastante pobres. Reconozco que estuve a punto de quedarme en Sao Joao, pero al final decidí continuar con el plan.
La parte positiva fue que tuve tiempo para comer. Di un paseo por los alrededores de la Rodoviaria y encontré un restaurante lleno de lugareños. Allí la simpática camarera me acompañó hasta una zona del comedor donde había un montón de ollas con diferentes alimentos, explicándome qué era cada cosa. Y me sirvió un Prato Feito (plato combinado) con lo que elegí: un muslo de pollo, un trozo de carne de cerdo, estofado de carne con patatas, arroz blanco, frijoles y farofa (harina de mandioca salteada con mantequilla). Para beber, una Coke de 0,6l. Todo delicioso y acabé a reventar. Y por tan solo 12R.
De nuevo en la Rodoviaria esperé un rato en el andén indicado, y el autobús apareció puntual (33R). Congonhas está 110km al norte de Sao Joao y tardé casi 2 horas, porque el camino estaba lleno de obstáculos: bandas de frenado, continuas paradas para recoger o dejar pasajeros, varias poblaciones… Yo mientras me desesperaba mirando el reloj, y el cielo estaba cada vez más cubierto de nubes que amenazaban lluvia. Una vez en Congonhas fui corriendo a la parada de taxis y me subí en el primero que vi para llegar al centro del pueblo. El trayecto duró 10 minutos y ni me molesté en negociar, pero el taxista me cobró el importe correcto (20R).
UNA IGLESIA ESPECTACULAR
El motivo de mi viaje a Congonhas era visitar la Basílica do Bom Jesus de Matosinhos, donde se encuentra la obra maestra de Aleijadinho. Este arquitecto y escultor nació en Ouro Preto en 1738, y es el responsable de algunas de las mejores iglesias construidas en Minas Gerais durante el siglo XVIII. Su nombre real era Antonio Francisco Lisboa, pero una enfermedad degenerativa hizo que la gente le empezara a llamar Aleijadinho (“el pequeño tullido”). Y en Congonhas, ya con 70 años de edad, realizó una serie de esculturas a principios del siglo XIX conocidas como Los Profetas: 12 figuras a tamaño natural que representan a 12 profetas del Antiguo Testamento, situadas frente a la basílica.
Cuando llegué al templo las nubes oscurecían la escena; y no pude visitar el interior, porque se estaban realizando obras de restauración. Pero al menos no llovió, y el lugar se encontraba desierto, con solo un par de vigilantes. Así que exploré la zona a mi aire durante una hora. Las esculturas de los profetas son únicas, llenas de detalles y dinamismo, con mensajes en latín. Y ante mí desfilaron personajes como Isaías, Ezequiel o Jonás. No paré de hacer fotos, que quedaban genial con la iglesia de fondo. Una auténtica maravilla del arte barroco que justificó las 4 horas de viaje en autobús (ida y vuelta).
Flanqueando la cuesta que conduce a la basílica hay 6 capillas con estatuas de madera que muestran escenas de la Pasión de Cristo. Y no muy lejos entré en una curiosa sala con sus paredes cubiertas de todo tipo de objetos (fotografías, escritos, mechones de pelo, colgantes…) que los lugareños dejan con la esperanza de que se cumplan sus deseos. Me pareció realmente tétrico.
A eso de las 17h ya no me quedaba mucho más que hacer en Congonhas, y al ver un autobús con un cartel donde se leía “Rodoviaria” no lo dudé ni un instante y me subí (4R). En la Terminal de Autobuses me tocó esperar una hora. Para matar el tiempo me senté en la terraza de un bar y pedí una cerveza Antarctica de 0,5l y un Pao de Queijo (“pan de queso”). Se trata de un aperitivo típico de Minas Gerais que consiste en una bola elaborada con harina de mandioca y queso curado. Me encantó. Precio: 9R. Del trayecto de regreso a Sao Joao del Rei poco que contar: misma compañía, precio, etc… Ya relajado por haber podido contemplar Los Profetas a pesar de todas las adversidades.
En Sao Joao solventé la cena con un yogurt líquido de 0,5l que compré en un supermercado; y no tardé en estirarme en la cama, porque no tenía muchas horas de sueño por delante. Mientras, en el exterior caía una fuerte tormenta.
VIAJE: SAO JOAO DEL REI – OURO PRETO
La jornada comenzó con mi alarma sonando nada menos que a las 2.30h de la mañana. Sin tiempo que perder preparé las mochilas, desalojé la habitación, y a las 3h ya estaba en la Rodoviaria. El motivo de este madrugón era que para llegar a Ouro Preto solo había un autobús, que salía de Sao Paulo y pasaba por Sao Joao del Rei a las 3.15h. Menos mal que el día anterior pregunté en la Terminal y me enteré de esta situación, porque de lo contrario me hubiera quedado atrapado en Sao Joao. Si lo llego a saber no reservo la segunda noche de hotel (encima no pude ni desayunar).
En la Rodoviaria me senté a esperar rodeado de oscuridad, casi en solitario. El autobús apareció con media hora de retraso. Yo ya había comprado el billete en la taquilla de la compañía Útil (43R); y ocupé mi asiento junto a la ventana. El trayecto duró 4 horas para recorrer 155km en dirección noreste. La primera parte fui durmiendo, pero después amaneció y me entretuve contemplando el paisaje, con enormes extensiones de selva y onduladas montañas. Aunque a veces una espesa niebla lo envolvía todo.
Una vez en la Terminal de Ouro Preto, me senté un rato a leer mi guía de viajes y desayunar unas galletas Negresco (copia descarada de las Oreo). Y caminé 10 minutos hasta el lugar donde tenía previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: ROCK IN HOSTEL – 60R/Noche
*Puntos a favor: dormitorio de 4 plazas sin otros huéspedes; buena limpieza; ubicación céntrica, justo al lado de la Plaza Tiradentes; tranquilidad total por la noche; encargado muy amable (me dio un montón de consejos prácticos para visitar la ciudad); wifi rápido; toallas; desayuno incluido.
*Puntos en contra: precio.
Una vez instalado en el dormitorio (como siempre elegí la cama superior de una litera) cogí mi cámara de fotos y salí a la calle dispuesto a explorar la ciudad, todavía cubierta de niebla.
DESCUBRIENDO OURO PRETO
Ouro Preto (que significa “oro negro”, por el color de la roca que lo recubría) fue fundada en el año 1711, en plena Fiebre del Oro, con el nombre de Vila Rica. Está ubicada a 1.180m de altura, en las montañas de la Serra do Espinhaço, a escasa distancia de las principales minas de oro y diamantes de la región. Y en apenas unos años creció hasta convertirse en la mayor urbe del continente americano, superando los 100mil habitantes; y fue designada capital del estado de Minas Gerais. Tanta riqueza llenó Ouro Preto de imponentes mansiones e iglesias donde trabajaron los mejores artistas de Brasil, entre los que destacó Aleijadinho.
Aunque los yacimientos no duraron mucho, y durante la segunda mitad del siglo XVIII la productividad de las minas fue disminuyendo. Al final, en 1897, la capital de Minas Gerais se trasladó a Belo Horizonte, ciudad de reciente construcción con mejores comunicaciones. Y Ouro Preto permaneció con escasas alteraciones hasta nuestros días. Una joya del arte colonial que fue el primer lugar de Brasil en ser designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Ouro Preto está esparcida sobre varias colinas y eso provoca que en un recorrido por sus calles haya que afrontar continuos desniveles. Durante mi paseo pasé junto a fuentes con relieves de piedra, y altares con figuras de santos. Pude ver a bastante gente de rasgos africanos, descendientes de los esclavos traídos de África. Saludé a un montón de lugareños, que me miraban sonrientes (la amabilidad de los mineros es famosa). Y eché en falta alguna calle peatonal, porque el tráfico era muy molesto, con vehículos por todas partes.
Estos fueron los lugares que visité:
1. Plaza Tiradentes: es el centro neurálgico de la ciudad. Está presidida por una estatua del héroe nacional sobre un altísimo pedestal, y rodeada de viviendas de estilo colonial, con fachadas blancas, puertas y ventanas de colores, y balcones.
2. Museu da Inconfidencia: ubicado en el edificio más espectacular de la plaza, que era el antiguo ayuntamiento de Ouro Preto. En el interior pude ver numerosos documentos y objetos relacionados con el movimiento independentista de la Inconfidencia Mineira; y un Panteón donde están las tumbas de varios de sus mártires, incluido el propio Tiradentes. Precio: 10R.
Tras la visita comprobé que la niebla había desaparecido y decidí subir a tres miradores para contemplar alguna panorámica de la ciudad.
3. Igreja de Santa Efigenia dos Pretos: aunque resulte increíble, este templo fue financiado por la comunidad de color de Ouro Preto. Cuenta la historia que una tribu fue capturada en el Congo para trabajar en las minas, incluido su líder, al que los esclavistas llamaron Chico Rei. Con el tiempo este líder consiguió comprar su libertad y adquirir su propia mina, que generó importantes recursos para atender las necesidades de la población negra (los “pretos”). No es de extrañar que Chico Rei sea su héroe.
La iglesia está dedicada a Santa Efigenia, una princesa etíope convertida al cristianismo por San Mateo, patrona de los esclavos. El ascenso fue durísimo, avanzando por calles adoquinadas de pendientes imposibles. Llegué con el corazón a mil, pero mereció la pena. Las vistas de Ouro Preto son increíbles, con un mar de casas, iglesias y verdes colinas de fondo. En cuanto al templo, en el exterior destaca una escultura de Santa Efigenia (obra de Aleijadinho); y el interior está lujosamente decorado, aunque no se permite hacer fotos (a pesar de cobrar una entrada de 5R).
4. Mirante do Morro Sao Sebastiao: si me quejaba del ascenso a Santa Efigenia, este fue muchísimo peor. Las rampas eran una locura, y alcancé la cima empapado en sudor. Aunque de nuevo la panorámica justificó el esfuerzo, en especial de la Plaza Tiradentes. Y no había absolutamente nadie en el mirador.
5. Igreja N. S. das Merces e da Misericordia: un templo normalito, pero que tiene una terraza con buenas vistas de la ciudad. Está en la calle que une la Rodoviaria con el centro.
A continuación busqué un restaurante para comer algo, porque me moría de hambre. Y me decidí por uno que ofrecía un plato del día típico de Minas Gerais: Vaca Atolada. Se trata de un estofado hecho con costillas de buey, yuca y arroz. Me gustó mucho, acompañado de una Coke. Además el local era tranquilo y el personal realmente simpático. Precio: 16R.
MAS MONUMENTOS DE INTERES
Una vez con el estómago lleno, seguí explorando las calles de Ouro Preto. Esta ciudad tiene un montón de iglesias, pero hay que elegir o acabarás saturado. Yo visité tres más:
6. Igreja de Sao Francisco de Assis: su fachada es espectacular, con dos campanarios y una serie de relieves obra de Aleijadinho. La puerta se encontraba cerrada y no pude acceder.
7. Igreja N. S. do Pilar: desde fuera parece un templo bastante sobrio, pero el interior es un auténtico festival de arte barroco. Su altar está totalmente recubierto de oro, hay lámparas con forma de pájaro, numerosas esculturas de ángeles, y el techo luce varios frescos con escenas de la Biblia. Sin duda es la iglesia más rica de Minas Gerais (para su decoración se utilizaron más de 400kg de oro y plata en polvo). La entrada cuesta 10R, pero una vez más está prohibido hacer fotos.
8. Igreja N. S. do Rosario: otra iglesia financiada por la comunidad de color de la ciudad (la Irmandade dos Homens Pretos). Tiene una curiosa fachada de forma curva, y frente a ella hay un conjunto de fotogénicas viviendas. No visité el interior porque a esas alturas ya no me apetecía.
Mientras contemplaba esta última iglesia comenzó a llover. Yo me refugié en una cafetería y pedí un delicioso helado de Açaí. Pero como no paraba decidí regresar al hotel, a pesar de que aún quedaban horas de luz. Allí estuve leyendo y descansando unas horas.
CENA: CALDOS DE MINAS
Al igual que hice en Sao Joao del Rei, pregunté al encargado del hostel por algún restaurante recomendable para cenar. El chaval estaba en la puerta, charlando con unos amigos, y echaba un pestazo a alcohol importante. Quizás por eso me envió a este lugar. Porque cuando me senté en una mesa del comedor y vi la carta me quedé de piedra. Había platos típicos de la gastronomía mineira, similares a los que había probado en días anteriores, pero a precios desorbitados (alrededor de 70R). No entendí nada. ¿Qué le hizo pensar al encargado que alguien que se aloja en un hostel tiene dinero para pegarse una cena de lujo?
La verdad es que estuve a punto de marcharme, pero a última hora vi que también hacían pizzas a precios más asequibles y tenían buena pinta. Así que pedí una Portuguesa (muy popular en Brasil), elaborada con tomate, cebolla, mozzarella, jamón york, huevo y aceitunas. La porción era generosa, pero tenía demasiado aceite y no pude con ella. Para acompañar, una cerveza Antarctica de 0,6l. A mi alrededor el ambiente era local, incluido un grupo de chavales que no paró de gritar. Precio: 51R.
De regreso al hotel caminé por calles oscuras y solitarias, rodeado de edificios antiguos, y con un olor a lluvia que creaba una atmósfera muy agradable. Una forma genial de acabar el día.
EXCURSION A MARIANA
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable. Se estaba de maravilla, tapado con una manta, mientras por la ventana entraba una suave brisa. Pero me puse en marcha porque (para variar) me esperaba una jornada intensa. Tras preparar las mochilas fui a desayunar al comedor del hostel. Allí me recibió una chica muy simpática (el chaval debía estar de resaca) y me senté en una mesa. El menú fue bastante flojito: pan con miel, un trozo de bizcocho algo duro, zumo Tang aguado, sandía y un café con leche. Por el precio me esperaba más.
Tras el desayuno preparé mi mochila pequeña y caminé hasta una parada de autobús cercana para viajar a Mariana, mi última visita en el estado de Minas Gerais. Aunque las condiciones no eran las ideales, con una espesa niebla que dificultaba la visibilidad. El vehículo no tardó en aparecer, y en media hora llegué a esta población situada al noreste de Ouro Preto.
Fundada en el año 1696, Mariana es uno de los primeros asentamientos de Minas Gerais, y fue su capital hasta 1721, cuando se trasladó a Ouro Preto. Tiene un casco antiguo relativamente compacto que estuve recorriendo durante 3 horas, descubriendo callejuelas adoquinadas, antiguas viviendas con puertas de madera pintadas de vivos colores, y simpáticos lugareños que saludaban con un “Bom dia”. Por suerte no había ni rastro de niebla, ya que Mariana se encuentra a una altura 500m inferior que Ouro Preto, y pude hacer buenas fotos. Además, no me crucé con otros turistas. Esto fue lo más destacado de mi paseo:
1. Praça Minas Gerais: una de las más bonitas del estado, con dos imponentes iglesias situadas a escasos metros. La Igreja de Sao Francisco de Assis, en cuyo interior trabajó Aleijadinho (aunque no lo pude ver porque la puerta estaba cerrada); y la Igreja N. S. do Carmo (dañada por un incendio en 1999). La imagen del conjunto es espectacular.
2. Praça Gomes Freire: tiene un parque con un estanque y bancos para sentarse. Y está rodeada de fotogénicas viviendas. Un lugar ideal para deambular contemplando la actividad de Mariana.
3. Igreja de Sao Pedro dos Clérigos: se encuentra en la parta alta del pueblo y ofrece unas vistas preciosas, con los principales edificios de Mariana.
Al igual que me ocurrió en Tiradentes, de buena gana me hubiera quedado más tiempo en este pueblo de postal. Pero tenía que regresar a Ouro Preto para viajar a Salvador; y encima empezó a llover de forma intensa. Así que puse punto y final a la visita y me dirigí a la parada de autobús.
CONCLUSION
A priori la parte que menos me atraía de mi itinerario por Brasil era la visita a las ciudades coloniales de Minas Gerais. Porque de iglesias y poblaciones históricas vamos servidos en España, y el arte portugués es muy similar. Pero reconozco que tienen un encanto especial y merece la pena dedicarles al menos 3 días. Yo conocí las más populares: Ouro Preto, Mariana, Tiradentes y Congonhas. Me faltó Diamantina, pero está muy apartada de todo, a casi 400km de Ouro Preto, y solo la recomiendo a los auténticos fans (o con mucho tiempo disponible).
Me hubiera encantado visitar alguno de los magníficos parques nacionales de Minas Gerais. Yo intenté explorar el Parque Nacional do Caraça, donde te alojas en una posada ubicada en un antiguo santuario y es posible ver lobos de crin. Pero cuando escribí a la posada (con meses de antelación) me contestaron que ya no había habitaciones disponibles. Otros parques interesantes son los de Caparaó y Serra do Cipó.
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