Alojado en una antigua cueva troglodita, en un valle remoto cubierto de vegetación exótica y misteriosos petroglifos
Maymand es uno de los asentamientos más antiguos de Irán. Está ubicado en un valle rodeado de montañas, a más de 2.200m de altura. Y hace unos 3mil años sus primeros pobladores decidieron construir sus viviendas excavando cuevas en una pared de roca sedimentaria. Aunque hay quien dice que ya había gente en el valle hace 10mil años, como atestiguan los abundantes petroglifos de la zona. En la actualidad habitan el lugar un puñado de ancianos que llevan una vida semi nómada: pasan el duro invierno en el pueblo, y el verano en las montañas, con sus rebaños de cabras y ovejas.
VIAJE KERMAN – MAYMAND
Viajar hasta Maymand no es sencillo. Pero por suerte el día anterior, mientras regresábamos de la excursión al Desierto de Lut, Shahrzad (la chica que me hizo de guía) se encargó de todas las gestiones. Estas fueron las etapas:
1. Taxi Dar Baste (privado) hasta la Terminal de Autobuses de Kerman, ubicada 5km al suroeste de la ciudad. Para ello caminé hasta una carretera principal junto a mi hotel; me planté junto al carril en dirección a la terminal; y al poco ya estaba en un coche, que me cobró 6milT.
2. Autobús a la población de Shahr-e Babak. Esta ruta es poco habitual, así que Shahrzad llamó a la compañía y me anotó los horarios y precios. Yo evité problemas y opté por el primer autobús del día, que partía a las 8.30h. Una vez en la terminal compré el billete (11milT); una botella de agua fría para el camino; y nos pusimos en marcha puntuales, a pesar de ser apenas 5 pasajeros.
Como siempre, ocupé un asiento junto a la ventana. Durante el trayecto contemplé el paisaje, compuesto por llanuras con montañas de fondo y alguna fábrica; escuché música con mi Ipod; y hasta pude dormir un momento. En total tardamos 3 horas en recorrer unos 240km, sin que el conductor parara ni un minuto.
3. Taxi Dar Baste hasta Maymand: para este tramo final de 35km no había transporte público. Pero desde mi alojamiento contactaron con un taxista, que me estaba esperando al bajar del autobús. El hombre conducía a toda pastilla mientras, en un inglés muy precario, me intentaba explicar las curiosidades que veíamos por el camino. Una vez en Maymand, el taxista me dejó en el centro del pueblo; cobró sus servicios (25milT); y al poco apareció Pejman, uno de los dueños del alojamiento.
ALOJAMIENTO: MAYMANDMOON ECOLODGE – 20 euros/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa, situada en una de las cuevas de Maymand; limpieza impecable; decoración tradicional, utilizando artesanía de la zona; ubicación inmejorable, en la parte alta del pueblo, con fantásticas vistas; precio.
Mención especial a los dueños del hostal, Pejman y Masoud, realmente encantadores. Una pareja de amigos que trabajaban como profesores en Teherán, y que un buen día lo dejaron todo para cambiar de vida. Y como Masoud era originario de Maymand, decidieron montar un hostal en las cuevas propiedad de su abuela, recientemente fallecida. Una historia preciosa.
*Puntos en contra: lavabo compartido, sin ducha, y alejado del hotel (de hecho, era el lavabo público, destinado a cualquier visitante del pueblo).
Aunque el alojamiento todavía se encontraba en fase de preparación, y la pareja estaba fabricando camas de madera, acondicionando nuevas habitaciones y una sala para grupos, y construyendo unos lavabos anexos. De hecho yo no conocía la existencia de este lugar, y mi idea inicial era alojarme en la Maymand Guest House, único alojamiento que aparece en las guías de viaje. Pero Shahrzad (una vez más) conocía a Pejman, me recomendó su guesthouse y llamó para avisarle de mi llegada.
Una vez instalado decidí evitar la parte central del día, y me quedé un rato en el comedor charlando con la pareja o escribiendo. De entrada Pejman y Masoud me recibieron con un par de tazas de chai. Y más tarde, a pesar de haberles dicho que no quería comer, insistieron y acabamos compartiendo huevos revueltos con tomate, acompañados de un pan delicioso y más chai. Todo cortesía de la casa. Un gran comienzo.
DESCUBRIENDO MAYMAND
A eso de las 14.30h, con una temperatura más agradable, salí a conocer el pueblo. Esto fue lo más destacado:
1. Cuevas Trogloditas: excavadas en la roca hace miles de años utilizando herramientas muy básicas. Están dispuestas en fila en una de las paredes del valle, formando diferentes niveles. Hay más de 400 y la mayoría están abandonadas. Cada entrada tiene un detalle fotogénico, con puertas de madera, pequeñas ventanas, chimeneas de piedra… Me encantó caminar entre estas antiguas viviendas, completamente solo.
2. Pueblo: a parte de las cuevas, en Maymand se puede visitar una mezquita excavada en la roca. La puerta estaba abierta y pasé un rato explorando el interior, cubierto de alfombras. Desde allí crucé un riachuelo y visité el otro lado del valle, con plantaciones de árboles frutales y alguna vivienda típica de la zona. Para su construcción se utilizan troncos de madera y unas plantas que actúan de aislante natural. También me crucé con bastantes gatos, un par de ellos peleándose de forma violenta.
En cuanto a los habitantes de Maymand, apenas quedan unos 150. Todos son de edad muy avanzada, ya que sus hijos y nietos han preferido marcharse a vivir a otros lugares con más comodidades. Las mujeres visten ropa tradicional y se cubren la cabeza y los hombros con una tela blanca. Paseando por esta remota población, tuve la sensación de estar contemplando un mundo a punto de desaparecer. Donde sus vecinos caminan a ritmo pausado, rumbo a sus tareas diarias. Y se comunican utilizando un antiguo dialecto, difícil de entender incluso para los propios iraníes.
Eso sí, no les gusta nada ser fotografiados, y menos por desconocidos. Yo incluso me acerqué a unas ancianas y pedí permiso con educación, pero me enviaron a freír espárragos. Así que me tocó exprimir al máximo el zoom de mi cámara. El único contacto que tuve con los vecinos de Maymand fue un abuelete (sordomudo) que me acabó vendiendo un cd con imágenes del pueblo por 2milT. En fin…
3. Vistas Panorámicas: para acabar mi improvisada excursión subí a una colina cercana, desde la que pude contemplar el valle, las cuevas y las montañas de los alrededores. De camino, encontré plantas curiosas, como unos arbustos amarillentos con forma de sombrero.
Al otro lado, en medio de la llanura, se levanta una enorme fundición de cobre de la que salía una columna de humo. Y es que Maymand está a 75km de Sarcheshmeh, la segunda mina de cobre más grande del mundo, y una de las principales fuentes de riqueza de la provincia de Kerman. Según me contaron más tarde, la fundición había contaminado la zona, acabando con la vida de muchos animales (ovejas, tortugas…). Pero pagan salarios muy por encima de la media del país, y muchos lugareños sueñan con conseguir un puesto de trabajo en la planta. Una vez más, el eterno dilema entre ecología y subsistencia de las comunidades locales.
A eso de las 17h, el sol se ocultó tras las montañas y regresé a mi alojamiento. Cada vez hacía más frío, pero estaba muy contento, caminando en plena naturaleza, descubriendo pequeños detalles mientras las sombras se apoderaban de Maymand.
UNA CENA TRADICIONAL
Tras un breve descanso, Pejman y Masoud me llevaron en 4×4 hasta una casa tradicional que estaban acabando de construir, ubicada unos kilómetros al sur del pueblo. En el interior había una sala diáfana enorme, preparada para acoger grupos de turistas, con un espectacular techo fabricado con troncos de madera. Allí se nos unieron dos personas: Mohammad, un lugareño que trabajaba para la pareja, encargándose de todas las obras en curso; y un simpático abuelete de más de 70 años, vecino del pueblo. A continuación nos sentamos sobre una alfombra, en un extremo de la sala.
Primero charlamos mientras bebíamos chai, acompañado de productos típicos de la zona: trocitos de carne frita con grasa; Dough (yogurt mezclado con agua carbonatada), aunque este era sólido y sabía aun peor; granadas… El abuelete era un encanto. A pesar de no hablar ni una sola palabra de inglés, no paraba de sonreír e intentar comunicarse conmigo mediante gestos. Gracias a la ayuda de Pejman y Masoud pude saber que tenía 12 hijos; y que pasaba largas temporadas en el campo con su rebaño de ovejas. Mohammad era un hombre de rostro serio, pero me dedicó todo tipo de atenciones: me dio un cojín para que estuviera más cómodo; me peló una granada (con una técnica impecable)…
Después Mohammad, Masoud y el abuelete, estuvieron un buen rato entretenidos con un juego infantil iraní: el Ye Ghol Do Ghol. Consiste en lanzar piedras al aire con una mano, demostrando diferentes habilidades. Visto desde fuera parece sencillo, pero cuando lo intenté no acertaba ni una… A continuación llegó la hora de cenar. El menú consistió en un plato de sopa con trozos de patata y verduras, que comimos estilo Abgoosht, echándole un montón de trozos de pan crujiente; y además una cucharada de un yogurt muy espeso, que los lugareños conservan en el interior de pieles de oveja, a falta de neveras. Estaba muy rico, y quedé satisfecho. Para rematar, bebimos más chai. Precio: 15€. El abuelete no se quedó a cenar, porque le esperaba su mujer en casa.
Al final, a las 23h pasadas, regresamos al alojamiento. Antes me enseñaron una cabra que acababa de nacer esa mañana. Apenas se aguantaba en pie, y la madre no se separaba de ella, atenta a cualquier amenaza. Y mientras caminaba hacia el 4×4 me quedé sin palabras al ver un cielo plagado de estrellas, con la Vía Láctea perfectamente iluminada. Ya en mi cueva, me quedé dormido enseguida, rodeado de un silencio sepulcral, que solo fue interrumpido durante unos minutos por los aullidos de un grupo de chacales, que revolucionaron a los perros del pueblo.
PASEO GUIADO POR LOS ALREDEDORES
Al día siguiente, a las 7.30h, ya estaba listo para desayunar en el comedor junto a Pejman y Masoud. Comimos pan con mermelada de zanahoria, queso de cabra, y chai. Además la pareja me tenía preparada una sorpresa. El día anterior, sin ninguna intención, les comenté que en mi casa siempre desayuno Cola Cao. Y me habían comprado un botellín de leche con cacao en la única tienda del pueblo. Qué gente tan amable…
Tras llenar el estómago, subimos al 4×4 para realizar una excursión por las montañas que rodean Maymand. Mi idea inicial era hacerla a pie. Pero la distancia era excesiva y no tenía mucho tiempo, así que seguí el consejo de la pareja y opté por una solución intermedia. Nada más empezar, en las afueras del pueblo, nos encontramos a una anciana sentada, vestida con ropa tradicional. Según nos explicó, llevaba más de 4 horas esperando a que pasara algún vehículo para poder ir a otro pueblo situado a varios kilómetros de allí. Por supuesto, le hicimos el favor y la llevamos. Así de dura es la vida en Maymand…
Durante el trayecto en 4×4, fui sentado en el asiento delantero para tener mejores vistas. Y la verdad es que mereció la pena, porque el paisaje era espectacular, avanzando por una pista de tierra hasta la parte alta del valle, rodeados de árboles y montañas de cumbres afiladas. Cuando acabó la pista, bajamos del vehículo y nos pusimos a caminar. Esto fue lo más destacado:
1. Cueva de Eshkaft: está situada en una ladera de la montaña, a media altura, y fue creada de forma natural por la erosión del agua. Aquí se refugian los habitantes del valle desde tiempos inmemoriales, y sus paredes están cubiertas de dibujos que representan figuras humanas, flechas y extraños símbolos. Pasar la noche en esta cueva tiene que ser una experiencia única. Se respiraba una paz absoluta, con el único sonido de las palomas que anidan en los alrededores; y unas vistas inmejorables.
2. Petroglifos: tras visitar la cueva caminamos hasta unas rocas cercanas, donde vimos petroglifos de cabras salvajes con larguísimos cuernos. Toda una sorpresa.
3. Vegetación exótica: para volver al 4×4 dimos un rodeo y nos internamos en el bosque. Yo me esperaba un paisaje árido y monótono, pero descubrimos todo tipo de vegetación. Como árboles de ramas retorcidas con cientos de años de antigüedad que producen pistachos silvestres. O unas plantas de hojas enormes llamadas Rivas (¡como mi apellido!), que incluso dan nombre a una marca de pañuelos de papel muy conocida en Irán. Por el camino, Pejman y Masoud no paraban de comer todos los frutos que encontraban, y me arrastraban con ellos: uvas blancas y negras, moras, bayas… ¡Parecían ardillas! Por el camino también vimos una espina de Puerco Espín.
DESPEDIDA DE MAYMAND
Ya en el vehículo, de regreso a Maymand, nos volvimos a encontrar a la abuela, que regresaba al pueblo cargada con un saco de nueces. Como muestra de agradecimiento por el transporte, insistió en que entráramos en su vivienda a charlar un rato, antes de continuar la ruta. Allí nos sentamos en el suelo y tomamos chai con nueces (que la mujer partía con una destreza asombrosa) y una peras pequeñas. Lo raro fue que a esas alturas mi estómago no explotara, con la mezcla de alimentos que llevaba en el cuerpo… La anciana no entendía que tuviera prisa. Pero al final le dijimos que nos teníamos que ir, y llegamos a Maymand a las 12h pasadas. El precio de la excursión fue de 15 euros, más que razonable.
En el 4×4, la pareja iba escuchando música clásica iraní interpretada con violín y piano, realmente atmosférica. Algunas personas me habían hablado de ella, pero era la primera vez que la escuchaba. Y la verdad es que me encantó. Eso sí, no es para ponerte un día que estés bajo de moral, porque te hunde en la miseria…
De vuelta en Maymand, preparé mis mochilas y me despedí de Pejman y Masoud. Ellos me regalaron una bolsa con fruta y galletas para el trayecto que tenía por delante. Yo para tener un detalle les di unos kolompeh (las pastas típicas de Kerman). Y continué mi ruta hacia el sur del país.
CONCLUSION
Las guías de viaje no le dedican mucho espacio a Maymand. Es verdad que se trata de una zona remota a la que no es sencillo llegar en transporte público. Pero si buscas el Irán más auténtico, al margen de los circuitos turísticos, este valle te encantará. Yo me alojé en el MaymandMoon Ecolodge, y la experiencia fue realmente agradable. Te recomiendo un mínimo de dos días para visitar el pueblo y los alrededores. Yo solo estuve uno, pero no me dio tiempo a ver todo.
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