Una población tradicional con viviendas de adobe distribuidas en diferentes niveles y un imponente castillo medieval envuelto en la niebla
Masuleh es una antigua aldea de montaña fundada en el siglo X. Está ubicada en una empinada colina y sus viviendas forman diferentes niveles donde el patio de una casa es el tejado de la siguiente. En Irán hay otras poblaciones de este estilo, como Palangan o Howraman. Pero por algún motivo Masuleh se ha convertido en la favorita de las agencias turísticas y en temporada alta suele estar abarrotada de gente. Buena parte de sus habitantes viven del turismo, gestionando tiendas de souvenirs y sencillas guesthouses. Y esto ha afectado a la atmósfera del pueblo, que no es tan tradicional como me hubiera gustado.
La mayoría de turistas visitan Masuleh desde Teherán. Como yo entré en el país por el norte, viajé hasta la ciudad de Rasht, y desde allí realicé excursiones a Masuleh (donde pasé una noche) y al cercano Fuerte de Ghaleh Rudkhan.
VIAJE: ARDABIL – RASHT
La jornada comenzó con un desayuno abundante en el Negin Hotel de Ardabil. Tras preparar las mochilas y desalojar la habitación, paré un taxi en la calle y por 3milT me llevó hasta la Terminal de Autobús. De nuevo hizo acto de presencia el Taarof y tuve que insistir al taxista para que aceptara mi dinero.
A continuación preveía un trayecto sencillo. De hecho mi guía de viajes indicaba que había autobuses rumbo a Teherán cada hora, pasando por Rasht, y me imaginaba viajando cómodamente, escuchando música con mi Ipod. Pero la realidad fue bien distinta: no había tantos autobuses; y los que salían hacia Teherán seguían una ruta diferente, vía Zanjan. Yo pregunté en las taquillas de casi todas las compañías y la respuesta fue unánime: tenía que viajar en taxi compartido (Savari). Para colmo, cuando localicé el taxi descubrí que era el único pasajero hacia Rasht y no se veía mucho movimiento de gente.
Al final, tras 2 horas de espera y vivir momentos de confusión, conseguí un par de compañeros de viaje (una mujer y un abuelete), aunque el tercero se resistía. Y es que era complicado. En una ocasión aparecieron dos parejas y se marcharon en un taxi para ellos solos. Y una pareja tampoco hubiera servido, porque solo había espacio para una persona. Con lo cual al final me cansé y decidí asumir el coste del billete del pasajero que faltaba. Tampoco fue un drama: por un trayecto de 230km pagué 100milT (unos 8€). De esta forma nos pusimos en marcha sin más retrasos y no viajé tan apretado. Y mis compañeros encantados, claro…
El trayecto duró 4 horas y estuvo entretenido. Al poco de comenzar el paisaje cambió por completo, y las llanuras áridas se transformaron en espesos bosques. Mientras, el cielo se cubrió de nubes grises que tapaban las montañas y avanzamos en paralelo a la frontera con Azerbaiyán, con numerosos cuarteles militares y torres de vigilancia. Además pasamos junto a docenas de restaurantes y puestos que vendían mazorcas de maíz asadas y fruta. Eso sí, no me extraña que los autobuses eviten esta ruta para viajar a Teheran, porque la carretera es de un solo carril por sentido, llena de curvas, y avanzamos a paso de tortuga.
Como era sábado había un montón de familias iraníes pasando el día fuera de casa. Me hizo gracia ver grupos de chavales haciéndose selfies en cualquier lugar; y picnics improvisados a escasos centímetros de la carretera, cuando en los bosques cercanos seguro que hay rincones paradisíacos. En cambio, no me gustó nada comprobar que a su paso la gente dejaba todo lleno de basura (mientras reflexionaba sobre esto, la mujer que viajaba conmigo iba comiendo caramelos y tirando los papeles por la ventanilla del taxi…). Al llegar a la población de Astara giramos hacia el sur, siguiendo la orilla del Mar Caspio, aunque no lo vi ni una sola vez (por la distancia o la niebla). Aquí el paisaje perdió interés, con campos de cultivo y poblaciones de escaso atractivo.
En todo el viaje solo hicimos una breve parada para poner gasolina, y aproveché para comprar galletas, una barrita de chocolate y una botella de agua (6milT). Por cierto, la mujer del taxi me tenía de los nervios. No sé si me quería ayudar o me estaba tirando la caña, pero me propuso ir juntos al hotel de Rasht (¡?); y una vez, cuando nadie miraba, me tocó en la pierna y me señaló cómo se cogía las dos manos (¡¡??). Así que cuando el taxista nos dejó en Rasht, me despedí y salí caminando a paso ligero. Irán no es uno de los mejores lugares del mundo para buscarse líos de faldas…
Mi intención era utilizar otro taxi para llegar al hotel que había elegido, pero no pasaba ninguno, y en mi mapa comprobé que solo había 2km de distancia, con lo cual seguí a pie.
ALOJAMIENTO: HOTEL ORDIBEHESHT – 200milT/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; baño privado con ducha perfecta; ubicación inmejorable, en pleno centro de Rasht, junto a la Plaza Shahrdari; nevera; con botella de agua grande de cortesía.
*Puntos en contra: camas individuales; lugar ruidoso por la noche; wifi muy lento; precio.
Mi guía de viajes recomendaba este hotel, ubicado en un antiguo edificio que hace unas décadas fue muy lujoso, pero hoy día reclama un lavado de cara urgente. Allí me recibió el dueño con un inglés bastante correcto. No me esperaba el precio tan elevado, teniendo en cuenta mi experiencia previa en Irán (y eso que ni siquiera incluye desayuno). Pero solo me iba a quedar una noche y pude rebajarlo en 25milT, así que acepté a regañadientes. Una vez instalado salí a pasear por la ciudad, aprovechando las últimas horas de luz.
DESCUBRIENDO RASHT
Rasht es la capital de la provincia de Gilan y un importante centro comercial, gracias a su ubicación a escasa distancia del Mar Caspio. Por este motivo los rusos invadieron la ciudad en numerosas ocasiones, aunque también colaboraron a su desarrollo. A principios del siglo XX surgió el Movimiento Jangal, que desde los bosques de Gilan (Jangal significa “jungla”) se enfrentó a la Dinastía Qajar exigiendo reformas. Hasta el punto que en 1920, con el apoyo de tropas Bolcheviques, crearon la República Socialista Soviética de Persia, cuya sede se estableció en Rasht. Pero solo duró un año y la revuelta fue aplastada.
Rasht no cuenta con muchos lugares de interés turístico. Sin duda el más importante es la Plaza Shahrdari, con una serie de edificios de principios del siglo XX entre los que destacan el Ayuntamiento, con una torre del reloj rematada por una pequeña cúpula; el Iran Hotel, que alberga un centro cultural; y las antiguas oficinas de Correos. Los edificios están pintados de blanco y son de estilo neoclásico, lo cual llama la atención en Irán. Y crean una imagen realmente fotogénica, combinada con los grupos de lugareños que cruzan la plaza; o de noche, cuando están iluminados.
Para mi sorpresa, tanto la plaza como las calles anexas son peatonales, y solo pasa algún vehículo muy de vez en cuando (básicamente motos que se cuelan entre las barreras que cortan el paso). Así que cada tarde la zona es invadida por centenares de iraníes que pasean, se sientan a charlar o compran en alguno de los innumerables comercios. La verdad es que pasé un rato entretenido, descubriendo pastelerías, cines con curiosos carteles de películas iraníes, tiendas de ropa… En un extremo hay puestos de kebabs, con gente sentada en pequeñas mesas y gatos buscando comida.
CENA: HAJ HOSEIN RESTAURANT
Cuando comenzó a oscurecer decidí cenar, porque estaba hambriento. La provincia de Gilan es famosa por sus especialidades gastronómicas, y yo quería probar una de las más típicas: el Torche Kebab. Para ello caminé hasta el Haj Hosein, un restaurante ubicado junto al río con buenas críticas. Allí me senté en una mesa del comedor, y junto al kebab (que venía acompañado de tomates a la brasa y olivas) pedí arroz, pan y una botella de agua. Lo que hace diferente a este plato es que la carne de ternera está bañada en una salsa muy rica. A mi alrededor solo había un par de familias de lugareños, así que los platos aparecieron rápido. Precio: 55milT.
De regreso a mi hotel el ambiente de la ciudad era espectacular. Primero recorrí la calle Shariati, que pasa junto al Bazar, llena de puestos con todo tipo de productos a la venta: fruta, dulces, ropa, revistas… Casi no podía avanzar. Y cuando llegué a la Plaza Shahrdari no cabía un alfiler. Rasht es un lugar ideal para empaparse de la atmósfera local.
HACIA EL PUEBLO DE MASULEH
Al día siguiente me levanté tras una noche bastante movida. A cualquier hora se escuchaban puertas cerrándose de golpe, y gente hablando a gritos o caminando por los pasillos. Y yo encima cometí el error de aceptar una habitación junto a las escaleras, y cerca de la recepción. Por primera vez en mucho tiempo tuve que dormir con mi Ipod, y aun así me desperté varias veces. Ya en pie, desayuné galletas y una chocolatina; me vestí; preparé las mochilas; y desalojé la habitación.
Para colmo me tocó soportar un par de confusiones desagradables: el encargado de la recepción de la mañana (bastante borde) me reclamaba el importe de la habitación (ya había pagado el día anterior); y después quería que le abonara la botella de agua que había en la nevera (según un cartel era gratis). La verdad es que un hotel nada recomendable, teniendo en cuenta el precio. Por lo menos aceptaron guardarme la mochila grande un día, y pude salir de excursión solo con la pequeña.
A continuación tenía que viajar hasta Masuleh, el verdadero motivo por el que estaba en Rasht. Masuleh se encuentra 60km al oeste de la ciudad y para llegar hay dos opciones:
*Taxi compartido (Savari) a la población de Fuman + taxi compartido hasta Masuleh, con las consiguientes esperas para reunir los 4 pasajeros de rigor.
*Taxi privado (Dar Baste) directo a Masuleh.
Yo elegí la segunda opción porque los precios son asequibles. Además, el día había amanecido muy nublado y amenazaba lluvia en cualquier momento, así que tenía que aprovechar el tiempo. Para conseguir el taxi caminé hasta un punto junto a la Plaza Shahrdari donde se reúnen docenas de vehículos. La negociación fue dura, porque de entrada me pedían 150milT. Pero tras hablar con varios conductores y apretarles las tuercas, al final un chaval aceptó llevarme por 70milT (menos de 6€).
El trayecto duró hora y cuarto, avanzando a buen ritmo por una carretera en perfecto estado (algunos taxistas me decían que el terreno era muy complicado y no fue para tanto). Las montañas estaban envueltas en nubes y durante unos minutos cayó una fina lluvia, con lo cual mi excursión a Masuleh pintaba fatal. De camino pasamos junto a varios restaurantes desiertos y cruzamos espesos bosques. Antes de llegar al pueblo hay una garita donde se paga una tasa de acceso. No vimos a nadie para cobrar, pero el chaval me pidió el importe (10milT) porque, según él, se lo exigirían a la salida (lo dudo, pero no quise discutir por unos céntimos). Una vez en Masuleh pagué el precio acordado y nos despedimos.
EXPLORANDO MASULEH
Cuando bajé del coche había bastante niebla, pero al menos no llovía, así que decidí comenzar a explorar el pueblo, dejando la búsqueda de alojamiento para más tarde. Esto fue lo más destacado:
1. Mirador: para empezar subí a una colina situada justo enfrente de Masuleh y contemplé una magnífica panorámica, con montones de casas subiendo por la ladera apiñadas unas sobre otras. La niebla provocaba que las fotos quedaran algo difuminadas, pero la imagen era magnífica; y estaba completamente solo.
2. Cascada: tras bajar del mirador visité un salto de agua a unos 50m de distancia. Como había llovido bajaba con una fuerza tremenda.
3. Mezquita: pintada de color verde, con dos minaretes y muros de adobe. Los alrededores son espectaculares, con elaboradas viviendas y numerosas lápidas en el suelo.
Después me interné en Masuleh, caminando por sus estrechas calles, con escalones de piedra que comunican los diferentes niveles. Muchos tejados son miradores perfectos que permiten disfrutar de vistas increíbles. Las viviendas de Masuleh están pintadas de color amarillo, ya que la niebla es muy habitual en la zona, y así se pueden ver mejor desde la distancia. Están hechas de adobe y tienen dos pisos, con balcones y ventanas de madera tallada. De vez en cuando me cruzaba con algún abuelete; y vi dos señoras tejiendo sentadas en un patio.
La actividad principal se concentra en la mitad inferior del pueblo, donde hay varias calles llenas de tiendas de recuerdos (abundan los objetos de lana, como muñecas de colores, gorros o guantes), además de restaurantes y pequeños comercios. También hay locales que alquilan ropa de época para que la gente se haga fotos. Teniendo en cuenta que era un día no festivo, temporada baja y hacía mal tiempo, me sorprendió la cantidad de turistas que había paseando por Masuleh (casi todos iraníes), haciéndose selfies sin parar. No me quiero ni imaginar el lugar en verano… Aunque en los niveles superiores pude pasear prácticamente solo (a la gente no le gusta demasiado hacer ejercicio). La verdad es que fue una visita genial, descubriendo imágenes de postal en cada rincón.
Aprovechando que estaba en la zona de restaurantes, me senté en una terraza cubierta y pedí un cuenco de Ash, una sopa parecida al cocido, con fideos, garbanzos y lentejas. Estuvo muy rica, y solo me costó 10milT. A mi alrededor había grupos de iraníes comiendo, tomando té, o fumando shisha. Una vez con el estómago lleno seguí paseando por Masuleh. Pero poco después comenzó a llover y me vi obligado a buscar un sitio para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: EGHDAM HOUSE – 100milT/Noche
*Puntos a favor: casa tradicional de dos plantas para mí solo; baño privado; buena limpieza; ubicación en la parte alta de Masuleh, apartado de la zona más concurrida; tranquilidad total por la noche; cocina equipada; propietaria muy amable; precio.
*Puntos en contra: no hay cama (se duerme en el suelo, sobre un fino colchón con mantas); sin wifi.
Encontrar alojamiento en Masuleh no fue tarea fácil. Mi idea era conseguir habitación en alguna vivienda tradicional alejada de la zona más turística. Y según había leído muchos de los vecinos del pueblo alquilaban. Pero me topé con dos problemas: casi no había rótulos (y los pocos que vi estaban en farsi y no los entendía); y como llovía la gente estaba refugiada en sus casas. No era cuestión de empezar a llamar a las puertas de forma aleatoria… Sobretodo porque la calidad de las habitaciones varía muchísimo (un lugareño me vio perdido y me ofreció un auténtico zulo por 80milT que rechacé al momento).
Al final busqué en Google Maps y leí buenas referencias de Eghdam House, así que decidí alojarme allí. Costó encontrarla, pero preguntando a los vecinos (y esquivando un par de perros que me ladraban) logré dar con ella. A continuación dos simpáticas ancianas me condujeron a otra casa, y lo que vi cumplió todas mis expectativas, así que me quedé. Incluso pude conseguir un descuento de 20milT sobre el precio inicial.
TARDE DE RELAX
Una vez instalado en la casa estuve un rato descansando. Y a eso de las 17h, antes de que anocheciera, bajé a la zona turística. Quería comer y tras dar varias vueltas no encontré nada apetecible, así que fui a lo seguro y me senté a engullir otro cuenco de Ash en el mismo local, esta vez acompañado de pan. Después entré en una tienda y compré víveres para la cena y el desayuno del día siguiente (25milT). Y regresé a mi alojamiento bajo una lluvia cada vez más intensa. Una pena, porque Masuleh ofrecía un aspecto mágico con sus casas iluminadas, y me hubiera encantado dar un paseo de noche.
Después de sufrir los molestos ruidos del Ordibehesht Hotel, fue genial quedarme dormido solo con el sonido de la lluvia de fondo.
RUMBO A UN ANTIGUO CASTILLO
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable. Estaba muy cómodo y me hubiera quedado más rato en mi improvisada cama, pero tenía mucho que hacer. Una vez en pie desayuné galletas, un plátano y una chocolatina; preparé la mochila; y abrí la puerta de la casa con mucho cuidado, porque hacía un rato que escuchaba gruñidos de perro. La respuesta estaba allí mismo: había una perra tumbada (coja), y tres machos se la disputaban peleándose entre sí. Parecían lobos. La pobre me dio pena así que le di unas cuantas galletas, que devoró; y salí de allí como pude. Aunque luego me estuvo siguiendo unos minutos, con los amenazantes machos detrás.
Antes de marcharme fui a casa de las ancianas a devolver las llaves y recuperar mi pasaporte. Y bajé poco a poco los diferentes niveles de casas, deteniéndome de vez en cuando a disfrutar de las vistas, con un cielo cubierto de nubes grises. No eran ni las 10h y ya había grupos de turistas iraníes dando vueltas. Y cuando llegué a la parte inferior del pueblo comenzó a llover, con lo cual puse punto final a mi estancia en Masuleh.
A pesar del mal tiempo decidí visitar la segunda atracción turística que hay en los alrededores de Rasht: el Fuerte de Ghaleh Rudkhan. La verdad es que no había planeado la forma de llegar y al final todo me salió perfecto. Estos fueron los pasos:
1. Taxi compartido (Savari) hasta Fuman: tras preguntar en Masuleh unas vecinas me dijeron que caminara un poco más hacia las afueras del pueblo y encontraría un autobús que realizaba el trayecto a Fuman. Pero estaba vacío, sin rastro del conductor, y la cosa parecía ir para largo. Mientras pensaba qué hacer pasó junto a mí un coche, me pitó y subí sin dudarlo. Más tarde recogió otros pasajeros, con lo cual entendí que era un Savari. Y llegué al centro de Fuman pagando solo 10milT.
En Fuman hay montones de tiendas que venden Klucheh: unas galletas típicas rellenas de pasta de almendras. Yo entré en una panadería y me compré tres por 5milT. Y cuando las probé más tarde descubrí que estaban deliciosas. Uno de mis dulces favoritos de Irán.
2. Taxi privado (Dar Baste) a Ghaleh Rudkhan: al pasar junto a un grupo de taxis un conductor me ofreció llevarme por un precio que me pareció muy correcto (30milT). Y en cuestión de segundos ya estábamos rumbo al castillo. De camino pasamos por campos de cultivo y poblaciones intrascendentes. De vez en cuando había vacas caminando por la calzada, y al esquivar una el taxista pasó demasiado cerca de otro coche y se quedó sin retrovisor. Me dio un susto tremendo… Aunque la cara del hombre era un poema. Ese viaje no le salió a cuenta… El tramo final atravesó bosques frondosos, y llegamos al aparcamiento donde comienza la ruta a pie.
SUBIDA A GHALEH RUDKHAN
Para empezar recorrí una avenida con puestos similares a los que vi en Masuleh, con artesanía, recuerdos, té, fruta confitada… A continuación me desvié por un camino de piedra que se interna en el bosque, avanzando en paralelo al río. El día estaba muy nublado, pero por lo menos no llovía. A lo largo del camino hay bastantes chiringuitos para sentarse a comer o tomar té, aunque durante mi visita la mayoría estaban cerrados.
Poco a poco la ruta comenzó a ganar desnivel y subí por una serie de escalones. Yo pensaba que se trataría de un trayecto corto, pero tardé alrededor de una hora en alcanzar el castillo, con varias paradas para recuperar la respiración porque el ascenso no dio tregua. De regreso en Rasht me enteré que Ghaleh Rudkhan es conocido popularmente como el “Castillo de los Mil Escalones”, y doy fe de ello. Eso sí, el bosque me encantó, con árboles enormes, troncos cubiertos de musgo y vegetación exuberante. Igual que en Masuleh, me sorprendió coincidir con numerosos grupos de iraníes que se dirigían al castillo equipados con termos de té y material de picnic, a pesar de ser un día entre semana con un tiempo horrible. También me hizo gracia ver a mucha gente caminando con palos de madera. Más tarde entendería el motivo…
Ghaleh Rudkhan tiene una imponente puerta de entrada flanqueada por dos torres. Visitar el castillo cuesta 15milT, pero ese día no había nadie cobrando. Solo un guarda de seguridad que se desentendió de la gente. Ghaleh Rudkhan fue construido durante la época del Imperio Sasánida para defender su frontera norte. Tras la conquista de los árabes, esta región (conocida como Tabarestán) continuó plantando cara al Califato durante más de 100 años. Y una vez sometida, las revueltas fueron constantes, con el castillo jugando un importante papel. Su aspecto actual es obra de la secta de los Nizaríes (más conocidos como los Asesinos), que realizaron importantes reformas.
La verdad es que Ghaleh Rudkhan impresiona. Corona una montaña de más de 700m de altura, con torres y murallas en un perfecto estado de conservación. Me hubiera encantado dedicar un buen rato a pasear por el recinto, pero al poco de llegar la niebla lo cubrió todo. No se veía a 5 metros de distancia, y las fotos quedaban muy borrosas. Así que caminé unos minutos; alcancé el punto más alto, donde se encuentran las antiguas dependencias reales (la puerta estaba cerrada); y cuando empezó a llover decidí marcharme. Menos mal que el trayecto me gustó y la visita fue gratis, si no…
Bajar del castillo fue toda una aventura. Algún listo decidió en su día construir el camino con una mezcla de cemento liso y piedras de río. Resultado: en días lluviosos se convierte en una auténtica pista de patinaje. Por eso los lugareños llevaban palos de madera… Hubo tramos muy complicados donde me costó un mundo avanzar. A veces tenía la ayuda de una barandilla, pero no era lo habitual. Por suerte conseguí recorrerlo sin caerme.
En el aparcamiento busqué algún taxi para regresar a Rasht, pero no había ninguno. Por allí andaban dos lugareños a los que pregunté y rápidamente uno llamó a un conocido suyo. El taxista me pedía 70milT, pero conseguí bajar el precio a 55milT y al cabo de unos minutos apareció el vehículo. El trayecto fue realmente plácido. Tanto que hubo momentos en los que me quedé dormido. Al final el hombre me dejó a escasos metros de la Plaza Shahrdari.
ALOJAMIENTO: KENAREH HOTEL – 80milT/Noche
*Puntos a favor: lavabo privado con ducha perfecta; ubicación en pleno centro de Rasht, junto a la Plaza Shahrdari; personal de la recepción muy amable; wifi rápido; precio.
*Puntos en contra: cama individual con una manta básica (utilicé mi saco de dormir); mobiliario destartalado; lugar muy ruidoso por la noche.
Después de mi negativa experiencia en el Ordibehesht Hotel tenía muy claro que no me iba a alojar allí. Así que caminé hasta el Kenareh Hotel, recomendado por mi guía de viajes. Cuando el encargado me enseñó la habitación y me dijo el precio acepté sin dudarlo. A continuación fui al Ordibehesht Hotel, recuperé mi mochila grande, y me despedí del personal (los encargados de la tarde son muy simpáticos).
Una vez instalado estuve un rato descansando, y después salí a cenar algo decente, porque llevaba todo el día a base de galletas.
CENA: KOUROSH RESTAURANT
Este elegante local se encuentra a una calle de la Plaza Shahrdari y disfruté de una magnífica cena . Para empezar Mirza Ghasemi (puré de berenjena con ajo y tomate), otra especialidad de la provincia de Gilan. Después mi plato favorito de Irán, el Fesenjun (un muslo de pollo con salsa de nueces y granadas). Y para acompañar, arroz blanco, pan en abundancia, y una botella de agua. Todo riquísimo, por solo 56milT (menos de 5€). Durante casi toda la cena fui el único cliente (al final apareció una pareja). De fondo había música relajante, aunque anulada por los gritos y las risas de los empleados del local, que a falta de trabajo se reunieron en una mesa a pasar el rato. Pero bueno, la comida lo compensó todo…
De regreso a mi hotel di un paseo por la Plaza Shahrdari para despedirme de Rasht y su animado ambiente.
CONCLUSIÓN
Antes de llegar a Masuleh había leído muchas opiniones negativas sobre su atmósfera comercial y falta de autenticidad. Pero la verdad es que el pueblo me gustó, quizás porque lo visité en temporada baja y no había mucha gente. Te recomiendo pasar la noche en Masuleh, alojándote en una casa de la parte superior para escapar de las multitudes y disfrutar de unas vistas únicas. Dos días serán suficientes para recorrer la zona, incluyendo el imponente Castillo de Ghaleh Rudkhan y la animada ciudad de Rasht. Y no te marches sin probar alguno de los platos típicos de la provincia de Gilan, como el Mirza Ghasemi.
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