En la región más tradicional de Rumanía, con aldeas ancladas en el tiempo, elegantes iglesias de madera y coloridos lugareños
Maramures es una región situada en el noroeste de Rumanía, pegada a la frontera con Ucrania, donde todavía se conservan tradiciones con siglos de antigüedad. En sus valles cubiertos de frondosos bosques y verdes praderas hay numerosas poblaciones con elementos arquitectónicos únicos, como sus famosas Iglesias de Madera o las Puertas Maramuresanas. Además no es extraño ver talleres de artesanía, carretas de caballos y campesinos trabajando con rudimentarias guadañas. Y sus habitantes aprovechan cualquier celebración para vestirse con la misma ropa que utilizaban sus antepasados.
En la primera parte de mi recorrido por Maramures visité Baia Mare, la capital de la región, que cuenta con varias atracciones turísticas como Piata Libertatii o la Torre Stefan. Y desde allí realicé una excursión de 3 días a los Valles de Mara y Cosau, pasando dos noches en Breb, una de las aldeas más pintorescas de la zona.
VIAJE: CLUJ-NAPOCA – BAIA MARE
Entre ambas ciudades hay 150km de distancia y decidí utilizar el tren. Y esta vez no solo porque lo prefiera al autobús. Además tardaba casi lo mismo en llegar y el tiempo era horrible, con lluvia y una espesa niebla que convertía la carretera en un lugar poco recomendable. El primer tren a una hora decente salía a las 14.15h, así que me tomé las cosas con calma. Tras desalojar mi habitación del Retro Hostel y despedirme de su simpático dueño, caminé hasta la Estación de Cluj; compré el billete (38L); y me senté a leer en la sala de espera.
Un rato antes de la hora prevista de salida me dirigí al andén indicado. Al poco apareció el tren; localicé mi asiento; y nos pusimos en marcha. El trayecto duró 4 horas y fue realmente tranquilo. Mi sitio era perfecto, junto a la ventana y con espacio suficiente. Y me entretuve escuchando música y contemplando el paisaje, con campos de cultivo, bosques, pequeños pueblos y estaciones de tren en medio de la nada. Por cierto, menos mal que no compré un billete de Primera Clase porque hubiera hecho el tonto: valía el doble y no aportaba mayor comodidad (el vagón estaba dividido en dos partes idénticas).
Cuando llegué a Baia Mare llovía, y el lugar donde había decidido pasar la noche se encontraba a 4km de distancia. Así que no me lo pensé ni un segundo y me subí a un taxi. El conductor me llevó en menos de 10 minutos y me cobró 14L (unos 3€).
ALOJAMIENTO: PENSION FLOARE DE COLTI – 115L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza extrema; mobiliario moderno; ubicación inmejorable, a 5 minutos a pie del centro histórico; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; nevera; encargado de la recepción muy simpático; desayuno incluido.
*Puntos en contra: habitación llena de mosquitos (al limpiarla abrieron la ventana y con la lluvia había montones).
Reservé esta pensión a través de Booking. Estaba recomendaba en mi guía de viajes y la verdad es que acabé muy contento, con unas instalaciones y un servicio impecables. Ya en mi habitación dejé las mochilas y salí en busca de un lugar para cenar porque me moría de hambre.
CENA: HANU IGNIS
Un restaurante tradicional ubicado en Piata Libertatii. Al entrar me encontré el local vacío (la lluvia invitaba a quedarse en casa), aunque así estuve más tranquilo. Yo ocupé una enorme mesa del comedor, que tenía sus paredes decoradas con artesanía de la región; examiné el extenso menú; y charlé con una simpática camarera que hablaba muy bien inglés. Al final pedí Traista Ciobanului (en inglés Shepherd’s Purse), una especialidad de Maramures realmente original. Se trata de una bola hecha con filetes de carne de cerdo, rellena de queso y trozos de olivas, y envuelta con tiras de bacon. Toda una bomba. Para acompañar, patatas cocidas con paprika y una cerveza Bergenbier (caliente). Acabé a reventar. Precio: 40L.
De regreso en mi habitación estuve un rato matando mosquitos; y me preparé para una noche de descanso, con ganas de comenzar a explorar Maramures.
UN PASEO POR BAIA MARE
Al día siguiente me desperté tras dormir como un tronco y bajé a desayunar al restaurante de la pensión. Allí me dieron un menú donde había diferentes productos y sus precios, con un máximo de 15L incluidos en la tarifa de la habitación. Yo pedí una tortilla francesa con queso; pan; dos porciones de mermelada y mantequilla; y un café. Todo sumó 14,5L y fue suficiente. A continuación preparé la mochila pequeña y salí a conocer la ciudad.
Baia Mare es la capital de la región de Maramures. Está ubicada en el valle del mismo nombre, al pie de los Montes Gutai, y atravesada por el río Sasar. Durante la Edad Media la ciudad prosperó gracias a las minas de los alrededores (su nombre significa Mina Grande). En 1411 el Rey de Hungría regaló Baia Mare a la familia Hunyadi por su contribución a frenar la invasión del Imperio Otomano. Y vivió años dorados durante la segunda mitad del siglo XV, cuando Matthias Corvinus (miembro de los Hunyadi) se coronó Rey de Hungría. El régimen de Ceausescu convirtió Baia Mare en uno de los principales centros mineros del país, y la ciudad se expandió entre edificios de cemento, grandes avenidas y plantas de fundición.
Precisamente esa actividad minera provocó que en el año 2000 Baia Mare ocupara todos los titulares, al convertirse en el origen de uno de los mayores desastres ecológicos ocurridos en territorio europeo. Una presa que almacenaba cianuro (utilizado para procesar el oro) se rompió, y toneladas de veneno viajaron por el río Sasar hasta el Danubio a lo largo de 2mil kilómetros, acabando con la vida de millones de peces, además de sus depredadores naturales (águilas, cigüeñas, nutrias, zorros…). Una auténtica catástrofe. En muchos países el uso del cianuro está prohibido por su peligrosidad, pero en Rumanía todavía se permite, a pesar de lo que ocurrió. En fin…
A primera vista Baia Mare es una ciudad horrible, pero cuenta con un casco histórico muy bien cuidado que contiene varios lugares de interés. Esto fue lo más destacado:
1. Piata Libertatii: es la principal plaza de Baia Mare, rodeada de bonitos edificios del siglo XVII con fachadas de vivos colores, que en la actualidad están ocupados por bares y restaurantes con animadas terrazas. Las oportunidades fotográficas son infinitas.
2. Torre Stefan: ubicada en Piata Cetatii, este campanario de estilo Gótico es el símbolo de Baia Mare y aparece en el escudo de la ciudad. Fue añadido a la antigua Iglesia de St. Stefan en el año 1468, durante el reinado de Matthias Corvinus. Hasta que en 1769 un incendio arrasó el templo y se decidió reconstruir solo la torre, demoliendo el resto. El monumento es una imagen imponente, con 40m de altura, varios relieves en sus muros exteriores y un tejado puntiagudo. Además es posible acceder a la terraza superior. Durante mi estancia en Baia Mare la puerta de la torre se abría cada hora en punto, sin tener que pagar entrada. Y tras subir 136 escalones que me dejaron sin respiración pude disfrutar de unas vistas espectaculares del casco histórico, con Piata Libertatii, diferentes iglesias y en la distancia colinas cubiertas de bosques.
En la panorámica de Baia Mare también destaca una chimenea que pertenece a una planta de fundición de cobre, y que con sus 351m es la estructura más alta de Rumanía. Fue construida en 1995 para evitar que los humos tóxicos de la planta afectaran a la población (se encuentra a apenas 2km del centro), pero al cabo de un tiempo dejó de utilizarse y hoy día sigue inactiva.
3. Butchers’ Bastion: en la Edad Media la ciudad de Baia Mare estaba rodeada por una muralla con varias torres defensivas, y esta es la única que ha sobrevivido. Es de forma cilíndrica, rematada por un tejado cónico de color rojo. Se puede visitar el interior pagando 4L, pero yo me limité a contemplar la torre desde fuera. Al otro lado de la calle se encuentra el Mercado Central, donde hay un montón de puestos que venden frutas y verduras, regentados por ancianas con pañuelos en la cabeza.
4. Museo Etnográfico: está al norte del Parque Tineretului y ocupa un imponente edificio de estilo Neoclásico con columnas y un capitel. La entrada cuesta 6L, y el Museo consta de 3 salas donde se exhiben todo tipo de objetos relacionados con la cultura y tradiciones de la región de Maramures. Hay herramientas; utensilios de labranza; carretas; muebles de madera; ropa de hombre y mujer, incluidos trajes de boda llenos de colorido; alfombras; cruces y ataúdes; iconos procedentes de algunas iglesias; fotos… Pasé un rato entretenido.
Para llegar al Museo hay que cruzar el río Sasar por un puente que ofrece bonitas vistas, con árboles y viviendas junto a la orilla. Además, en la entrada del parque hay un Memorial de grandes dimensiones que me encantó, con esculturas y relieves de temática soviética (es muy raro encontrar en Rumanía este tipo de arte). En las guías aparece como el Monumento a los Soldados Rumanos, pero en realidad conmemora la liberación de Rumanía por parte del Ejército Ruso durante la Segunda Guerra Mundial y los protagonistas son los soldados soviéticos, que lucen estrellas bien visibles. Fue toda una sorpresa.
Tras visitar el Museo Etnográfico regresé al centro. Ya eran las 16.30h, así que solventé la comida comprándome en una tienda una bolsa de ganchitos y una cerveza Ursus (6L). Y regresé a mi habitación a descansar un rato, aunque al final me quedé el resto de la tarde, porque la lluvia hizo acto de presencia y ya no paró.
CENA: HANU IGNIS
Como ya he comentado en alguna ocasión, cuando encuentro un local de comidas que me gusta ya no valoro otras opciones. Con lo cual a la hora de cenar elegí de nuevo el Hanu Ignis, a pesar de que en Piata Libertatii hay varios restaurantes. La situación fue idéntica al día anterior: comedor sin clientes y camarera agradable. Esta vez pedí Ciorba de Pui (sopa con trozos de pollo y verduras); Espagueti Carbonara; y una cerveza Becks (de barril, para asegurarme que estaba fría). Todo muy rico, pero la sopa era enorme y hubiera sido más que suficiente. Precio: 40L.
De vuelta a mi pensión paseé por calles solitarias, con algún gato y vehículos a toda pastilla. Y no tardé mucho en acostarme, ya que en unas horas empezaba mi verdadera aventura por los valles de Maramures.
VIAJE: BAIA MARE – DESESTI
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 6.30h porque tenía mucho que hacer. Una vez en pie desalojé la habitación y bajé a desayunar al restaurante de la pensión (mismo menú que el día anterior). Después dejé mi mochila grande en la recepción, y caminé hasta Piata Libertatii. Ya iba con el tiempo justo y estaba lejos de la Terminal de Autobuses, así que cogí un taxi y me llevó por 12L.
Como los autobuses en Rumanía siempre esconden sorpresas, el día anterior visité la Terminal y me informé de los horarios. Fue lo mejor que pude hacer, porque de esta forma ya tenía todo controlado y a la hora prevista apareció el maxi taxi que necesitaba. Tras comprar el billete al conductor (10L) ocupé un asiento de la fila individual y nos pusimos en marcha, con tan solo 3 pasajeros más. El trayecto duró una hora. Mientras abandonábamos Baia Mare pasamos a escasa distancia de la altísima chimenea de la planta de fundición de cobre; sorteamos una cadena montañosa cruzando espesos bosques, con un sinfín de curvas y bruscos frenazos; y dejamos atrás la población de Mara, donde confluyen los ríos Mara y Rausor.
EN EL VALLE DE MARA
La región de Maramures se caracteriza por una serie de elementos arquitectónicos muy originales. Estos son los 3 más destacados:
*Iglesias de Madera: su origen se remonta al siglo XVII, cuando Maramures pertenecía al Imperio de los Habsburgo, de religión Católica. En esa época la población rumana tenía prohibido construir iglesias Ortodoxas de piedra. Así que aprovecharon los bosques de la zona para hacerlas de madera (principalmente de roble). En la actualidad se conservan alrededor de 100 iglesias, y 8 de ellas forman parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Su aspecto exterior es majestuoso, de estilo Gótico, con una base de gruesos troncos, altos campanarios y afilados tejados. Y muchas tienen sus muros interiores cubiertos de frescos.
*Puertas Maramuresanas: se encuentran frente a la entrada de algunas viviendas, son de grandes dimensiones y dan acceso al patio principal. Están decoradas con diferentes figuras, cada una de las cuales tiene un significado: soles, cuerdas, pájaros, flores, rostros humanos… En el pasado estas puertas simbolizaban una barrera protectora entre el hogar y el mundo exterior.
*Crucifijos: suelen estar en las afueras de los pueblos y en los patios de las casas. Algunos son de madera tallada y otros simples cruces metálicas con una imagen pintada de Cristo.
Yo decidí bajarme del maxi taxi en el primer lugar de interés del Valle de Mara y desde allí recorrerlo a pie. Estas fueron las poblaciones que visité:
1. Desesti: la furgoneta me dejó en el centro del pueblo y caminé hasta su Iglesia de Madera, situada en lo alto de una colina. Fue construida en 1770, es una de las 8 iglesias reconocidas por la Unesco y está dedicada a Santa Paraskeva. Para llegar a la entrada atravesé un cementerio lleno de tumbas y me preparé para una gran visita, pero cuando vi la iglesia me quedé sin palabras…
Un grupo de operarios estaba construyendo un aparatoso andamio que rodeaba buena parte del templo (excepto el campanario); y una cinta de plástico impedía el acceso. Vaya tela… Menos mal que un hombre me vio y me dijo que podía pasar, porque el interior de esta iglesia cuenta con los mejores frescos de Maramures. Las paredes y el techo están cubiertas de pinturas que representan escenas de la Biblia (la creación de Adán y Eva, su expulsión del Paraíso, la Última Cena…), además de santos y personalidades de la época. Por lo visto su gran estado de conservación se debe a que durante mucho tiempo estuvieron bajo una capa de hollín creada por el humo de las velas.
Me tiré un buen rato examinando cada detalle, e incluso subí al piso superior para contemplar mejor la nave. Mientras estaba allí apareció un guía local con su clienta y escuché sus explicaciones en inglés. Así me enteré que la Iglesia de Santa Paraskeva es la única de las 8 Unesco que todavía está en activo y celebra misas. Una visita imprescindible.
A continuación me dirigí a las afueras de Desesti. De camino saludé a una abuela y me invitó a entrar en su casa. Allí tenía una sala con todo tipo de objetos de artesanía elaborados por ella: alfombras, telas bordadas, bolsos, cojines, cestos… La mujer no paraba de animarme a que hiciera fotos, pero al mismo tiempo me contaba que tenía goteras en el tejado, que su marido había muerto de un infarto hacía 8 años… Todo apuntaba a que esperaba dinero a cambio, y cuando trataba de despedirme se quedaba mirándome con cara seria. La situación fue un tanto incómoda, porque no quería comprar nada ni dar dinero por las fotos. Pero bueno, al final conseguí marcharme (con un racimo de uvas del jardín de la abuela), sin muchas ganas de aceptar nuevas invitaciones.
2. Harnicesti: para llegar a la siguiente población del Valle de Mara encontré un sendero señalizado con una M de color azul, que discurre hacia el norte evitando la carretera. Fue un paseo genial de apenas 3km, atravesando campos de cultivo, plantaciones de manzanos y ciruelos, montones de heno, y prados cubiertos de flores. A mi alrededor revoloteaban ruidosos cuervos y mariposas de colores. Y pude contemplar una gran panorámica del valle. El día comenzó bastante nublado, pero poco a poco se fue despejando, y al final lució un sol impecable.
Una vez en Harnicesti localicé su Iglesia de Madera gracias a la ayuda de unos críos, y estuve curioseando un momento. También tiene un cementerio con algunas tumbas interesantes; y peligrosos manzanos (a veces caían frutas al suelo desde varios metros de altura y el golpe era considerable). La puerta de la Iglesia se encontraba cerrada. En teoría podía haber llamado a un número de teléfono para que viniera a abrirme la persona encargada, pero había leído que solo quedaban restos de las pinturas originales y preferí continuar la ruta.
3. Sat Sugatag: desde la Iglesia retomé el sendero de la M azul atravesando un terreno privado con el temor de que apareciera algún perro. Y disfruté de otro recorrido de 3km sin apenas desnivel. Por el camino descubrí infinidad de imágenes preciosas: granjas de madera, vacas pastando, lugareños segando el campo con sencillas guadañas… Mi cámara de fotos echaba humo. En Sat Sugatag me acerqué a su Iglesia de Madera, que contemplé desde fuera. Y decidí hacer un alto en una tienda, donde compré una bolsa de ganchitos y una cerveza Ursus (5L), y me senté en una mesa de la terraza. La dueña había vivido varios años en Italia y charlamos unos minutos (mi italiano no daba para más).
4. Manastirea: se trata de una minúscula aldea situada a 1km de Sat Sugatag. Llegué siguiendo una pista que cruzó el río Mara por un puente en obras; y visité su Iglesia de Madera, con espacio suficiente para hacer buenas fotos del conjunto. De camino saludé a todo el mundo con un “buna ziua”; y me entretuve con un gracioso gato que no paraba de pedir caricias.
RUMBO A BREB
En Manastirea ya eran las 16.30h y todavía me faltaba recorrer 10km hasta Breb, el pueblo donde había previsto alojarme, así que me puse en marcha. Pero todo se alió en mi contra y me costó mucho avanzar por varios motivos:
*El sendero desaparecía continuamente y tenía que consultar maps.me a cada paso.
*Atravesé una zona de campos de cultivo con escenas de postal y una luz perfecta para la fotografía.
*Al poco comenzó una subida interminable tras la cual acabé sudando a mares.
Más tarde pasé cerca de Ocna Sugatag, una población que tiene unas piscinas de aguas termales. Y crucé los terrenos de una destartalada granja donde de repente apareció un perro gigantesco que se dirigía hacia mí ladrando. Yo me quería morir, pero de alguna manera conseguí mantenerme firme, le pegué un par de gritos con todas mis fuerzas y se alejó. Vaya tela con los perros…
A continuación alcancé una carretera y seguí caminando. A esas alturas ya iba algo justo de fuerzas, y encima tenía una rozadura en el muslo que me hacía bastante daño. Por un momento vi la salvación cuando un abuelete paró con su furgoneta y me dijo que subiera. Pensé que me iba a llevar hasta Breb, pero al final solo me ahorró 1km escaso. Desde allí seguí por una carretera secundaria atravesando algún tramo de bosque, y al cabo de un rato pude contemplar una bonita panorámica de Breb. Lo había conseguido… Eso sí, mi alojamiento estaba en el lado opuesto y tuve que cruzar todo el pueblo mientras caía la noche, entre viviendas de madera con humeantes chimeneas, lugareños de mirada curiosa, y algún perro que me ladraba amenazante.
ALOJAMIENTO: PENSIUNEA INIMA MARAMURESULUI – 110L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con una bañera gigante; limpieza extrema; ubicación inmejorable, a 5 minutos a pie de la iglesia; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; propietaria muy simpática; servicio de comidas a un precio muy correcto.
*Puntos en contra: habitación con mosquitos (al limpiarla abrieron la ventana y con la lluvia reciente se colaron varios); sin llave (alguien la perdió y no podía cerrar la puerta).
Reservé esta pensión a través de Booking y al principio la situación fue algo confusa. Yo había elegido una habitación rústica, pero la propietaria me dio una moderna (y más cara) sin avisarme. Y por la noche me dijo que eso era a cambio de una buena crítica en Booking. La verdad es que igual hubiera preferido la rústica, porque el mobiliario era horrible, con adornos de color dorado. Pero bueno, en general acabé satisfecho. Como ya era tarde tuve el tiempo justo para ducharme, cambiarme de ropa y bajar a cenar al comedor.
Al ser sábado había bastante gente, así que me sentaron en una mesa con una pareja: Vincent (suizo) y Maria (rumana), ambos residentes en Londres. Por suerte me cayeron muy bien y estuvimos charlando animadamente. El menú consistió en sopa de carne de ternera con verduras (me serví dos platos); pollo rebozado con salchichas; y de postre Gogosi (bollos rellenos) de mermelada. Para beber cayó un vino blanco muy rico (nos acabamos la botella entre Vincent y yo), y rematé la cena con un chupito de Afine (licor de arándanos). Espectacular. Y todo por solo 40L.
De regreso en mi habitación estuve leyendo rodeado de bastante ruido. Primero un perro ladrando sin parar; y después un grupo de huéspedes echándose unas risas en el patio sin pensar en el resto. Al final, a eso de las 2h reinó la calma y pude dormir.
DESCUBRIENDO BREB
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable y bajé a desayunar al comedor. Me extrañó no ver a Vincent y Maria, pero en su lugar me senté con una joven pareja de rumanos y estuvimos hablando. Él tenía un nivel de inglés aceptable y ella se limitaba a sonreír. En la mesa había una bandeja con queso, salami y tocino; pan con mermelada y mantequilla; té (al que añadí miel); y café. Y comí todo lo que pude. Precio: 25L. Mientras en el exterior llovió con fuerza durante un rato.
Mi plan era dedicar la jornada a explorar Breb, y al ser domingo empecé dirigiéndome a la iglesia del pueblo para presenciar la misa, porque este día los vecinos acuden vestidos con su ropa tradicional. La iglesia es moderna, con 3 torres muy altas. Y en el exterior me esperaba una gran sorpresa: conocí en persona a Eva Zubeck (una viajera de Polonia muy famosa en Instagram y Youtube). Sabía que estaba visitando la región de Maramures con su novio, aunque verla en Breb fue toda una coincidencia. Por supuesto me acerqué a decirle algo y estuvimos charlando unos minutos. Aunque se mostró bastante fría (nada que ver con sus videos donde aparece eufórica y sonriente) y reconozco que me llevé una pequeña decepción.
La iglesia está dividida en dos secciones, con los hombres situados cerca del altar y las mujeres en la parte trasera. Yo me senté en un banco y durante un buen rato participé de la ceremonia. El cura cantaba y recitaba plegarias, y yo imitaba al resto de feligreses levantándome, sentándome y santiguándome. A mi alrededor las paredes estaban cubiertas de frescos modernos.
Cuando el cura inició su sermón decidí abandonar la sala y paseé por los alrededores del templo. Al acabar la misa la gente salió en tromba rumbo a sus casas. Yo me situé en un rincón apartado e hice fotos desde la distancia para no molestar. El vestuario de los hombres no tenía nada de especial, pero la mayoría de mujeres lucían el atuendo típico de la zona: pañuelo en la cabeza y falda por debajo de la rodilla con estampados de flores; chaleco de color negro con bordados; y botines o zapatos de tacón. Me gustó mucho la experiencia.
A continuación me acerqué a la Iglesia de Madera del pueblo. Es realmente atmosférica, rodeada de una espesa vegetación, con tumbas y casas abandonadas, y una soledad absoluta. Fue construida en el año 1621, aunque su torre data de 1530, lo cual la convierte en la más antigua de Maramures. La puerta estaba cerrada pero no llamé por teléfono a la persona encargada porque en el interior apenas se conservan restos de las pinturas originales.
Más tarde me dediqué a pasear por el pueblo en busca de imágenes interesantes. En Breb hay muchos talleres donde se puede ver artesanos tallando madera (desde figuras hasta Puertas Maramuresanas), bordando tejidos o elaborando cestos de mimbre. Yo no entré en ninguno, porque no me atrae mucho el tema; y porque al final se producen situaciones incómodas, ya que el artesano de turno espera que le compres algo. Breb es una aldea que se extiende por una amplia superficie, con calles sin asfaltar; numerosas viviendas de madera; y cobertizos que alojan vacas, cerdos y caballos. Sus habitantes me saludaban con una sonrisa, aunque en muchas casas había perros que me ladraban sin parar (algunos realmente agresivos). Por suerte casi todos estaban atados y no viví situaciones de peligro. En un par de ocasiones me crucé con carretas de caballos.
A la hora de comer entré en una tienda, me compré una bolsa de ganchitos y una cerveza Ursus, y me senté en una mesa, junto a unos vecinos que jugaban a las cartas y me miraban de reojo. Después volví a mi habitación a descansar un rato.
Por la tarde salí a dar otra vuelta por Breb. En la Casa de Cultura se estaba celebrando una fiesta, con música tradicional y chavales muy arreglados que bailaban en el interior del local o bebían cerveza junto a la entrada. Uno me dijo que se trataba de un cumpleaños. Durante mi recorrido pasé junto al esqueleto de una Iglesia de Madera en construcción (esta para la comunidad Católica); y vi a algún vecino con el sombrero típico de Maramures, adornado con una colorida borla de tela. A mi alrededor las vistas del Valle de Mara eran insuperables y lució un sol perfecto.
La cena fue a las 20h y en el comedor me reencontré con Vincent y Maria, que habían realizado una ruta en coche por la zona. La mayoría de huéspedes ya no estaban y éramos la única mesa cenando. La propietaria nos trajo sopa de pasta y verduras (me serví dos platos); un pescado con Mamaliga; y unos pastelillos de postre. Para beber repetimos vino blanco y un chupito de Afine. Precio: 40L. De regreso en mi habitación me preparé para una noche mucho más tranquila, sin perros ruidosos ni gente con ganas de juerga.
EN EL VALLE DE COSAU
La jornada comenzó con mi alarma sonando a buena hora. A continuación me vestí, bajé al comedor de la pensión, y desayuné con Vincent y Maria (mismo menú que el día anterior). Tras llenar el estómago desalojé la habitación; me despedí de la pareja y de la sonriente propietaria (que volvió a insistir en que escribiera una buena crítica en Booking); y me puse a caminar. Por la noche me pareció escuchar el sonido de la lluvia, pero el día amaneció con un sol espectacular.
Mi idea consistía en abandonar el Valle de Mara y pasar al contiguo Valle de Cosau, donde hay otros lugares de interés. Estas fueron las poblaciones que visité:
1. Budesti: situada a 5km de Breb. Para empezar seguí una carretera que subió sin parar, ofreciéndome una gran panorámica de Breb, con las torres de su iglesia, casas de madera, campos de cultivo y montones de heno. No paré de hacer fotos. Mientras caminaba vi pasar el coche de Eva Zubeck, que se dirigía a la región de Bucovina. O no me vio o me ignoró por completo, pero tras la experiencia del día anterior tampoco esperaba un trato muy cercano. En el punto más alto enlacé con la carretera principal y bajé hasta Budesti.
La gran atracción de este pueblo es su Iglesia de Madera, una de las 8 incluidas en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Fue construida en 1643 y está dedicada a San Nicolás. El exterior es una auténtica obra de arte, con un doble tejado y un campanario rematado por 4 pequeñas torretas. Dentro las paredes están decoradas con frescos, aunque al ser lunes la iglesia se encontraba cerrada al público. Yo llamé por teléfono a la encargada por si acaso, pero me confirmó la situación y me quedé sin visitarla (no le hubiera costado mucho acercarse a abrirme la puerta). Budesti también destaca por la abundancia de elaboradas Puertas Maramuresanas.
2. Sarbi: a continuación avancé por la carretera hacia el norte durante 5km, pasando junto a un buen número de viviendas tradicionales. Y llegué a Sarbi, una aldea que tiene dos Iglesias de Madera. Yo visité la Iglesia Susani, que data del año 1667, situada sobre una colina. Y estuve contemplando el exterior, con una puerta de entrada decorada con bonitos relieves. Aunque cuando ya me marchaba apareció el encargado del templo. Un abuelete que primero se dedicó a tocar las campanas durante unos minutos, y después me abrió la puerta. El interior me gustó mucho, con interesantes frescos y varios iconos antiguos con paños de tela bordada. En principio no había que pagar entrada, pero me pareció correcto dejar un donativo de 5L.
De regreso en la carretera caminé en paralelo al río Cosau y llegué a una zona donde en el pasado se aprovechaba la fuerza del agua para operar diferentes máquinas, como un molino o una especie de lavadora que servía para tratar la lana. Todavía se conservan y estuve unos minutos curioseando. En cuanto a la segunda Iglesia de Madera, me conformé con verla de lejos. Al pasar por una tienda del centro de Sarbi me compré una bolsa de ganchitos y una cerveza Ursus (7L) y me senté a la sombra en un banco cubierto. La cerveza estaba caliente, al igual que en muchos otros sitios de Maramures, porque ni se molestaban en poner en marcha las neveras argumentando que ya hacía frío (por la noche vale, pero de día…).
3. Calinesti: en las afueras de Sarbi el Valle de Cosau se abrió y la carretera atravesó un paisaje precioso, con campos de cultivo, montañas cubiertas de bosques, y un punto con curiosas formaciones rocosas. Eso sí, no fue un paseo relajado: la zona estaba llena de pequeñas moscas que se me lanzaban a los ojos; y no paraban de pasar vehículos a escasos centímetros, desde coches que debían pensar que estaban en un rally hasta pesados camiones cargados de troncos. Al cabo de 4km aparecí en Calinesti, un pueblo que también cuenta con dos Iglesias de Madera. Pero están bastante alejadas de la avenida principal y decidí continuar la ruta.
4. Cornesti: tras 4km de carretera llegué a esta población y me desvié a la derecha, cruzando el río Cosau por un puente, para visitar su Iglesia de Madera. La puerta estaba cerrada, pero el exterior me gustó mucho, con buena iluminación para la fotografía y un cementerio donde hay algunas cruces realmente elaboradas. En Cornesti me crucé con un par de ancianos que me hablaron en rumano y me preguntaron cosas, aunque yo solo pude sonreír y despedirme con educación.
5. Feresti: a continuación caminé 3km hasta este pueblo de escaso interés turístico, a parte de alguna Puerta Maramuresana. Aquí paré en un bar; me tomé una cerveza Ciuc (3,8L) que por suerte estaba fría; y la dueña me dejó utilizar un lavabo situado junto a un establo. Consistía en una tabla de madera con un agujero a través del cual se podía ver un enorme montón de excrementos. El olor era nauseabundo…
REGRESO A BAIA MARE FRUSTRADO
Poco después alcancé una rotonda por donde pasa la carretera principal. Todavía eran las 17h y solo tenía que conseguir transporte para volver a Baia Mare, a 50km de allí. Pero mi actuación fue desastrosa. Primero esperé un rato en la rotonda a que pasara algún autobús. Después decidí dirigirme al centro de Giuliesti, la población más importante del Valle de Mara (a un par de kilómetros) donde quizás tendría más opciones. De camino se me abalanzó un grupo de perros ladrando y los mantuve a raya a gritos, aunque uno cojo seguía buscando pelea, jugándose el tipo en medio de la carretera.
En Giulesti me planté a esperar en la parada, pero una mujer me recomendó que hiciera autoestop porque no tenía claro que hubiera más autobuses. Así que continué hasta las afueras del pueblo e intenté parar algún vehículo. Resultado: me ignoraron por completo (y eso que pasaron muchos). Encima ya eran las 18h pasadas, cada vez estaba más oscuro, y el cielo se empezó a cubrir de nubes grises que prometían lluvia.
Ante esta situación no me la jugué y, muy a mi pesar, decidí pasar la noche en Giulesti, y viajar a Baia Mare al día siguiente, en condiciones más favorables. Vaya tela… Todo por no empezar a hacer autoestop directamente en la rotonda.
ALOJAMIENTO: PENSIUNEA VRAJA – 50L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con una bañera gigante (aunque sin ducha); buena limpieza; tranquilidad total por la noche (era el único huésped); wifi rápido; precio (muy ventajoso para viajeros solitarios, porque 2 personas pagaban 130L).
*Puntos en contra: agua fría; habitación con mosquitos y otros insectos.
Por suerte encontré esta pensión en Booking a apenas 1km de donde estaba. Tenía algunas críticas bastante malas, pero para una noche me valía cualquier cosa. Al llegar me recibió el dueño, que estaba cavando una zanja junto a la casa. El hombre me pedía 60L y lo bajé al precio que marcaba Booking. La verdad es que la habitación me pareció excelente, y más por ese importe.
A continuación caminé hasta una pequeña tienda junto a la carretera. La señora hablaba italiano y nos pudimos entender. Allí compré bebidas y algo para picar (no había muchas opciones) y regresé a mi habitación, donde me estiré en la cama a descansar. Menudo día… La cena fue de todo menos saludable: galletas saladas, un croissant de chocolate, una cerveza y zumo de naranja. Pero se trataba de llenar el estómago. Mientras en el exterior llovía sin parar.
VIAJE: GIULESTI – BAIA MARE
Al día siguiente me desperté a las 7.30h tras una noche en la que dormí como un tronco. Sin tiempo que perder piqué unas galletas saladas, preparé la mochila, desalojé la habitación y me despedí del dueño, que ya estaba trabajando en la zanja. Como me había quedado claro que el autoestop no era una opción, decidí caminar hasta el centro de Giulesti y esperar en la parada de autobús. La señora de la tienda me dijo que debía estar allí entre las 6h y las 7h de la mañana, pero me pareció excesivo. Aunque reconozco que al cabo de un rato me empecé a poner nervioso: no había ni rastro de autobuses; y una chica se puso a hacer autoestop a mi lado sin confiar mucho en el transporte público (¡y los coches también la ignoraban!). ¿Cómo iba a regresar a Baia Mare?
Menos mal que de repente apareció un maxi taxi y pude ocupar uno de los últimos asientos libres (14L). No me lo podía creer. El trayecto duró algo menos de una hora, recorriendo el Valle de Mara, y cruzando los pueblos que había visitado dos días antes (Sat Sugatag, Desesti…). Al final me bajé en el centro de Baia Mare, a escasos metros de la Pensión Floare de Colti, donde me esperaba mi acogedora habitación y una jornada de descanso más que merecida.
CONCLUSION
La región de Maramures abarca un territorio importante y visitarla sin transporte propio requiere de una planificación previa. Yo dediqué varias horas a observar el mapa y buscar información en internet, y al final creo que conseguí organizar un recorrido muy completo, dividido en dos partes. La primera constó de 4 jornadas, con una para visitar Baia Mare y tres para explorar los Valles de Mara y Cosau, alojado en Breb (mi aldea favorita de toda la región).
En los alrededores de Baia Mare es posible visitar las iglesias de madera de Surdesti y Plopis, incluidas en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Yo tenía previsto visitar unas cuantas y preferí no saturarme, pero si no te vas a adentrar en los valles constituyen una buena opción.
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