Poblaciones pesqueras con antiguas viviendas de coral y una playa de aguas turquesa en compañía de la encantadora familia Mahallawi
El Mar Rojo separa África y Oriente Medio y es una de las rutas comerciales más transitadas del mundo, gracias a la construcción del Canal de Suez que conecta el Océano Índico con el Mar Mediterráneo. Además es famoso por sus arrecifes de coral y abundancia de fauna marina, que cada año atraen a miles de buceadores. Su nombre procede del griego Erythra Thalassa y se cree que hace referencia a una bacteria que de forma esporádica teñía de rojo la superficie del mar. Al igual que ocurre en el Golfo de Áqaba la costa de Egipto aprovecha todo el potencial turístico de la zona, con destinos famosos como Hurghada o Safaga. En cambio la costa de Arabia Saudí es una sucesión de playas solitarias y poblaciones tranquilas, a excepción de Jeddah.
Mi recorrido por el Mar Rojo saudí me llevó desde su comienzo en Ras Al Sheikh Hamid hasta Yanbu, pasando por playas idílicas como las de Gayal o Umluj. En total casi 700km siguiendo la costa, con un desvío entre Duba y Al Wajh para explorar Wadi Dissah.
LA BAHIA DE GAYAL
Tras pasear un rato por la playa de Ras Al Sheikh Hamid me subí al coche y conduje 80km hasta la población de Gayal, por una carretera interior con bonitas vistas de las montañas. De camino paré en una gasolinera a llenar el depósito (42R).
Cuando llegué a Gayal me encontré con un paisaje precioso. En las afueras del pueblo el mar forma una bahía natural de aguas cristalinas con poca profundidad y rodeada de fotogénicas palmeras. A lo largo de la orilla hay pérgolas para que las familias saudíes se sienten a hacer picnic, pero el lugar conserva una atmósfera salvaje, sin edificios a la vista.
Yo aparqué el coche y estuve caminando por la orilla bajo un sol de justicia. En los alrededores solo había un 4×4 con una pareja local que se marchó al poco tiempo; una garza blanca pescando; y una familia de perros a los que intenté dar galletas y salieron corriendo (una vez más). La anécdota del día se produjo cuando me descalcé y me metí en el agua para hacerme fotos y resbalé con el fondo arcilloso. Casi me caigo y acabé con el pantalón mojado. En fin… Creo que no me vio nadie…
Al cabo de media hora decidí continuar hasta el último destino del día: el pueblo de Duba. Para ello recorrí 135km hacia el sur por la carretera que bordea la costa. Estaba que me moría de sueño y me costó mucho mantener los ojos abiertos. Una vez en Duba busqué un lugar para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: ASIA HOTEL – 110R/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; cama doble enorme; lavabo privado con ducha de agua caliente; ubicación céntrica, a escasa distancia a pie de las principales atracciones; wifi rápido; nevera; parking privado.
*Puntos en contra: mosquitos y pequeñas cucarachas en la habitación; lugar muy ruidoso (junto a la carretera principal, y con unos encargados indios gritando a altas horas de la noche); solo una manta para taparme.
La verdad es que aparecí en Duba sin saber dónde iba a dormir. En Booking solo había 3 hoteles muy caros. Y en un edificio de apartamentos que tenía buenas valoraciones en Google Maps me pedían 200R por noche, aunque el lugar estaba impecable y mientras esperaba a que llegara el encargado me invitaron a un café muy rico. Por suerte los chavales de la recepción me enviaron al Asia Hotel, que se ajustaba a lo que buscaba (al menos en cuanto al precio).
Tras instalarme en mi habitación salí a comer algo. No tardé mucho en encontrar un restaurante orientado a lugareños, donde pedí Kabsa y una botella de agua fría. El encargado me recibió con aire apático, pero el plato estuvo rico y la ración abundante, que al final es lo importante. Precio: 16R. A continuación caminé hasta el centro de Duba para explorar la zona.
CONOCIENDO DUBA
Duba es una pequeña población famosa por tener un puerto internacional del que parten barcos de pasajeros que conectan Arabia Saudí con Egipto y Jordania (un servicio destinado principalmente a los peregrinos que viajan hacia la Meca). Además cuenta con un centro histórico muy compacto que ofrece alguna atracción turística interesante. Esto fue lo más destacado de mi recorrido:
1. Casco antiguo: tiene viviendas medio en ruinas, con ventanas de madera pintadas de vivos colores y abueletes sentados junto a la puerta fumando o tomando té. Un buen lugar para deambular sin rumbo.
2. King Abdul Aziz Fort: fue construido en el año 1933 como sede del gobierno local, cuando Duba pasó a formar parte del Reino Saudí. Está ubicado sobre un montículo junto al casco antiguo, con muros de piedra y torres circulares. Durante mi visita no pude acceder al interior porque se estaban realizando trabajos para convertir el castillo en un museo.
3. Puerto de Duba: situado en una bahía natural, con docenas de coloridas barcas de madera y los minaretes de una mezquita de fondo. Para pasar de un lado a otro hay un puente adornado con unas elaboradas cúpulas de metal.
4. Lotus Prince Park: es un parque construido sobre el mar, en unas plataformas de hormigón con forma de flor de loto (de ahí el nombre). Durante mi visita el lugar estaba en obras y no había ni rastro de vegetación, solo montones de arena. Aún así me quedé un rato para ver el atardecer y fue un momento mágico, con el cielo despejado y el sol perfectamente definido hundiéndose en las aguas del Mar Rojo.
De regreso a mi hotel compré en una tienda galletas, plátanos y un yogurt para la cena. Estaba agotado y me preparé para una noche de descanso más que necesaria. No me imaginaba las sorpresas que me tenía preparadas el Asia Hotel, que no me dejaron dormir hasta pasadas las 3h de la madrugada… Entre ellas un escuadrón de voraces mosquitos imposibles de matar (volaban rapidísimo).
PASEANDO POR AL WAJH
Tras separarme de la costa para visitar Wadi Dissah (la excursión está incluida en mi post dedicado a Tabuk), al cabo de dos días regresé al Mar Rojo a la altura de Al Wajh. Antiguamente esta población cargada de historia fue un importante puerto comercial. Pero recorriendo sus calles se respira una atmósfera aletargada, con grupos de indios y paquistaníes sentados en la acera viendo pasar el tiempo. Estos son los principales lugares de interés:
1. Al Balad (casco antiguo): sin duda la gran atracción de Al Wajh. Está compuesto por una serie de edificios con elaborados balcones de madera tallada pintados de colores. Se conocen como Mashrabiya o Roshan y son típicos de la arquitectura árabe. La mayoría de viviendas están abandonadas y medio en ruinas, creando una atmósfera genial. Yo estuve un buen rato paseando por calles desiertas, descubriendo puertas con relieves y escaleras ocultas. Y hasta pude acceder al interior de algún edificio, entre pedruscos y montañas de basura.
Todavía queda alguna familia viviendo en el casco antiguo y en ocasiones pasé junto a cuerdas con ropa tendida o algún lugareño sentado en el portal. Pero los verdaderos dueños de Al Balad son los gatos. Hay centenares, durmiendo sobre la acera, peleándose, buscando comida… Nunca había visto tantos juntos y parecía que estaba inmerso en la escena de un film post apocalíptico.
2. Al Wajh Castle: data de mediados del siglo XIX, cuando Al Wajh todavía pertenecía al Imperio Otomano. Tiene forma rectangular y una torre de vigilancia desde la que se divisa toda la costa. Durante mi visita el castillo estaba cerrado y me quedé sin ver el interior.
3. Puerto de Al Wajh: durante los años 50 fue el más importante de la región. En la actualidad la pesca sigue siendo la principal actividad del pueblo, con un animado mercado, pero a niveles mucho más modestos. Yo dediqué unos minutos a contemplar el lugar, con numerosas barcas amarradas.
Cuando acabé de pasear por Al Wajh ya eran más de las 16h y me puse a buscar alojamiento. En Wadi Dissah había pasado dos noches en casa de Faisal, en unas condiciones bastante básicas (durmiendo en el suelo y sin ducha), así que tocaba una noche de hotel.
ALOJAMIENTO: SAHAB APARTMENTS – 150R/Noche
*Puntos a favor: apartamento gigantesco, equipado con cocina, nevera y lavadora; cama doble enorme; tranquilidad total por la noche.
*Puntos en contra: suciedad (sábanas con manchas y alguna pequeña cucaracha); ubicación alejada del centro; wifi horrible.
La forma de encontrar alojamiento en Al Wajh fue casi idéntica a la de Duba. En Booking solo aparecían un par de sitios carísimos, y en un hotel con buenas valoraciones en Google Maps me pedían 242R. Así que pregunté al chaval de la recepción por algún lugar económico y me envió al Sahab. Allí el precio inicial de los apartamentos era de 200R (solo tenían familiares), pero los encargados aceptaron hacerme una rebaja y me quedé.
A continuación conduje hasta el centro en busca de algún lugar para cenar. La mayoría de restaurantes estaban cerrados y al final me tuve que apañar en un local donde compré una pizza grande de pollo y un batido de plátano (26R). Como el comedor era minúsculo pedí las cosas para llevar y cené tranquilamente en mi apartamento. Camino del coche vi que faltaban unos minutos para la puesta de sol, y decidí esperar junto al paseo marítimo y hacer alguna foto.
UNA PLAYA DE ENSUEÑO
Al día siguiente me desperté tras una noche impecable. Estaba agotado y dormí 9 horas casi del tirón. A continuación desayuné (yogurt con plátano, galletas y un zumo de naranja); preparé mis mochilas; desalojé el apartamento; y me subí al coche para continuar con mi recorrido por la costa del Mar Rojo.
Desde Al Wajh el siguiente lugar de interés es Umluj, un pueblo situado 165km al sur. El trayecto no tuvo mucha historia y avancé a buen ritmo por la carretera principal. Solo paré una vez para comerme un shawarma de pollo (6R) y dos trozos de pizza que me sobraron de la cena. Ya en Umluj opté por continuar 40km más hasta llegar a un punto de la costa donde se encuentra Ras Al Shaaban, considerada como una de las mejores playas de todo el Mar Rojo. El tramo final fue una odisea: me tocó conducir varios kilómetros por una solitaria pista de tierra llena de agujeros, afiladas piedras y peligrosos bancos de arena, llevando mis neumáticos al límite. Pero con paciencia conseguí llegar sin daños a Ras Al Shaaban.
Al bajar del coche me encontré con un paisaje que superó todas mis expectativas. Una playa de arena blanca; un mar de aguas turquesa extendiéndose hasta el infinito; y ni una sola construcción en los alrededores, únicamente rocas de origen volcánico y pequeños arbustos. El Paraíso en mayúsculas. Además, a pesar de ser viernes (día festivo en el mundo islámico) solo había un par de vehículos aparcados. No tardé mucho en decidir que me quedaría allí a pasar la noche, aunque todavía no había decidido la forma.
La pista de acceso a la playa era demasiado complicada para mi coche, así que lo dejé aparcado, cogí mi cámara de fotos y caminé hasta la orilla. Cuando me descalcé y puse los pies en la arena la sensación fue increíble. Era tan fina que parecía harina. Y el agua tenía una temperatura ideal, mucho menos fría de lo que imaginaba. Mientras deambulaba descubrí en un extremo de la playa una especie de campamento, con dos jaimas, varias sillas y un grupo de gente, así que me acerqué a curiosear. Nada más verme dos saudíes me invitaron a sentarme, y en cuestión de segundos estaba bebiendo café árabe y comiendo dátiles y castañas asadas. De nuevo la hospitalidad saudí en acción. Y esto fue solo el principio…
Tras el recibimiento me alejé para dar un paseo por Ras Al Shaaban y hacer fotos. Fue un gran momento, caminando solo por la orilla, con los pies en remojo, contemplando cómo el agua cambiaba de color a medida que el sol bajaba hacia el horizonte. De vez en cuando aparecía volando una gaviota, o algún ave costera. Y acabé disfrutando de una puesta de sol mágica, que pintó el cielo de naranja. Mejor imposible.
Una pena que todo el tramo de costa virgen situado entre Al Wajh y Umluj (incluida Ras Al Shaaban) esté incluido en un mega proyecto turístico llamado Red Sea Project. Fue anunciado en 2017 y contempla la construcción de diferentes hoteles de lujo, restaurantes y todo tipo de infraestructuras. Algo similar al proyecto NEOM en el Golfo de Aqaba, que cambiará para siempre el aspecto actual de la zona. Por lo menos llegué a tiempo para verlo en su estado original.
CON LA FAMILIA MAHALLAWI
A continuación regresé al campamento y me senté con los saudíes. Alguno de ellos hablaba un inglés bastante aceptable y así me pude enterar de lo que estaba ocurriendo. Se trataba de la familia Mahallawi, que había organizado un fin de semana en la playa solo para chicos (hombres y niños), mientras las mujeres se quedaban en casa. Según avanzó la tarde fueron llegando vehículos con miembros de la familia que venían de diferentes puntos de Arabia Saudí: Yanbu, Medina, Tabuk… Y al final se juntaron unas 30 personas. El campamento tiene de todo: una jaima grande para comer y dormir; una pequeña a modo de cocina; lavabo; y hasta ducha. Es propiedad de la familia pero cualquiera puede alojarse en él (desconozco el precio).
Los Mahallawi me invitaron a cenar y acabé pasando el resto de la noche con ellos. Primero estuvimos todos sentados alrededor de una fogata, tomando café árabe (Gahwa) y té (Shai) acompañado de dátiles y galletas. Y más tarde pasamos a la jaima grande, donde nos repartimos en grupos y comimos Kabsa (como había cucharas de plástico utilicé una para el arroz). Por último regresamos a la zona de cojines junto al fuego y estuvimos charlando hasta la 1.30h de la mañana, mientras diferentes familiares me ofrecían de todo (fruta, más galletas…).
La mayor parte del tiempo hablé con dos o tres chicos y aprendí un montón de aspectos de la cultura saudí: los cambios del país (las empresas tienen que pagar una elevada tasa por emplear a extranjeros y muchos estaban siendo despedidos); la situación de la mujer (no entendían por qué querían conducir si les pagaban un chófer); la apertura al turismo del reino; el Islam y las diferencias entre los países árabes y occidente… Por supuesto me tocó hablar en varios vídeos para Snapchat, e incluso cantarle a uno de los chicos “cumpleaños feliz” en español. Todo esto al calor del fuego, bajo un cielo lleno de estrellas, con mis pies sobre la arena y el sonido de las olas de fondo. Un marco incomparable.
En el campamento había poco espacio para dormir, así que antes de la cena planté mi tienda de campaña a no mucha distancia, en un lugar protegido, ayudado por algunos de los críos. Por lo visto es imprescindible obtener un permiso para acampar en esta playa y la Policía expulsa de la zona a cualquiera que no lo tenga, así que la familia estaba muy preocupada por mi situación. Pero no tuve ningún problema, y no creo que me hubieran puesto demasiadas pegas… Una vez en la tienda, me metí en el saco y me quedé dormido en cuestión de segundos. Un gran día.
DESPEDIDA DE RAS AL SHAABAN
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 7.30h y rápidamente desmonté la tienda para evitar posibles incidentes con la Policía. A continuación caminé hasta el campamento de los Mahallawi, porque el día anterior había quedado con ellos para desayunar. Algunos miembros ya estaban sentados junto al fuego y otros seguían durmiendo. Allí estuve tomando café, té y pastas rellenas de dátil. Y después me fui a dar un paseo por los alrededores, con una luz perfecta para la fotografía.
Mientras estaba en lo alto de una roca disfrutando de unas vistas panorámicas inmejorables escuché cómo me llamaban desde el campamento. Yo pensaba que ya habíamos desayunado, pero por lo visto aquello había sido solo el aperitivo. Así que regresé a toda prisa y me senté en el interior de la jaima grande, junto a una bandeja donde había de todo: pan; diferentes tipos de queso; salsas; olivas… Acompañado de café con leche y una charla entretenida.
Tras el desayuno los hombres se pusieron a jugar a las cartas mientras los niños se bañaban en las aguas poco profundas de la playa. La verdad es que se estaba genial y la familia insistió en que me quedara a comer, pero tenía que seguir con mi ruta por el Mar Rojo. Así que me despedí de todo el mundo y regresé al coche.
Umluj cuenta con otras atracciones turísticas:
*Islas: desde el pueblo se puede visitar un archipiélago compuesto por más de 100 islas deshabitadas, conocidas popularmente como las “Maldivas de Arabia Saudí”. Entre ellas destacan Libana, Um Sahar o Jabal Hassan (esta última es la que está más cerca de la costa). Aunque muchas son simples lenguas de arena blanca rodeadas de aguas azules (perfectas para fotografiar con un dron).
No hay transporte público y para alcanzar las islas es necesario viajar hasta el puerto (situado 10km al norte de Umluj) y negociar con el dueño de alguna embarcación. Yo desestimé la opción porque me salía muy caro (200R la hora); y porque había leído comentarios de algún viajero que no pudo desembarcar en las islas al haber comenzado ya los trabajos relacionados con el Red Sea Project.
*Buceo: las aguas de Umluj cuentan con arrecifes de coral llenos de vida marina, pero tenía previsto bucear en Yanbu y Jeddah y no quise invertir más tiempo en esta actividad. Además, tampoco tenía referencias de ningún centro de buceo en Umluj.
VIAJE A YANBU
Alcanzar la carretera principal no fue sencillo y de nuevo tuve que recorrer muy despacio la pista de tierra, llena de obstáculos para las ruedas del coche. Ya sobre asfalto cubrí del tirón los 135km que tenía hasta la siguiente parada de mi ruta: la ciudad de Yanbu. De camino vi bastantes rebaños de camellos (alguno cruzando peligrosamente la carretera) y las montañas del desierto de fondo. Pero en general fue un trayecto muy monótono durante el que se me cerraban los ojos por las pocas horas que había dormido.
Una vez en Yanbu, fui directo al lugar donde tenía previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: OYO 311 DORRAT TARFF HOTEL – 100R/Noche
*Puntos a favor: apartamento muy espacioso, equipado con cocina y nevera; cama doble enorme; limpieza extrema; mobiliario nuevo; ubicación en Old Yanbu (aunque a 7km del centro); tranquilidad total por la noche; encargado de la recepción muy amable; wifi rápido.
*Puntos en contra: ubicación alejada del centro.
En Booking aparecían diferentes opciones de alojamiento a precios correctos, así que antes de abandonar Ras Al Shaaban decidí realizar una reserva en un hotel con buenas valoraciones. El precio era el mismo y de esta forma evitaba sorpresas. Al llegar me encontré la recepción vacía, y aproveché para sentarme a comer un plato de Kabsa que había comprado de camino, acompañado de una Mirinda y una especie de mousse de vainilla (22R). Pero cuando apareció el encargado descubrí que estaba en el hotel erróneo (OYO 308), situado a escasos metros. Y es que el exterior era idéntico.
Una vez instalado en mi apartamento salí a explorar el lugar. Yanbu es una ciudad que pertenece a la región de Medina y durante siglos ha sido un importante puerto comercial. Desde aquí partían embarcaciones cargadas de especias e incienso rumbo a Egipto. Y durante la Revolución Árabe contra el Imperio Otomano los ingleses establecieron una base militar que suministraba armas y víveres a sus tropas. En la actualidad Yanbu se divide en dos partes. Por un lado Yanbu Al Balad (Old Yanbu), donde se encuentra el casco antiguo. Y por otro Yanbu Al Sinaiyah (New Yanbu), situado 15km al sur, dominado por un complejo industrial con varias refinerías de petróleo y plantas petroquímicas.
Yo estuve paseando por Yanbu Al Balad, donde hay un barrio de casas antiguas similar al de Al Wajh. Pero me encontraba en Yanbu por otro motivo: es el mejor lugar de Arabia Saudí para la práctica del buceo, con una visibilidad asombrosa y abundancia de fauna marina (destaca la zona de inmersión conocida como Seven Sisters). Así que me acerqué a Dolphin Free Divers, un Centro de Buceo recomendado por mi guía de viajes.
Allí estuve un rato charlando con el dueño y su simpático ayudante, pero las noticias que recibí no fueron positivas: al ser invierno solo organizaban salidas en barco los fines de semana (tendría que esperar 5 días); y un pack de dos inmersiones con alquiler de equipo costaba nada menos que 500R (unos 120€). En Yanbu hay algún Centro de Buceo más, pero la situación era similar. Con lo cual, con mucha pena, tuve que renunciar a bucear. No se puede tener todo…
Desde Yanbu hasta Jeddah hay 300km, pero se trata de un tramo de costa de escaso interés, y decidí desviarme hacia el interior, poniendo punto y final a mi recorrido por el Mar Rojo.
CONCLUSION
La siguiente etapa de mi road trip por Arabia Saudí me llevó a recorrer la costa del Mar Rojo. Por el camino visité varias aldeas pesqueras, como Duba o Al Wajh; y pasé una jornada inolvidable acampado junto a una familia saudí en un marco incomparable: la playa de Ras Al Shaaban, una de las mejores de todo el país. Teniendo en cuenta las distancias, necesitarás al menos 3 jornadas para cubrir esta ruta (asumiendo que cuentas con vehículo propio).
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