Una visita al río donde fue bautizado Jesús, y una tarde de relax en un lujoso hotel junto a la orilla del Mar Muerto
El Mar Muerto es uno de esos rincones de la Tierra que hay que visitar al menos una vez en la vida. Situado 430m bajo el nivel del mar, y alimentado por las aguas del Río Jordán, se trata del punto más bajo del planeta. Y las condiciones climáticas son extremas, con un calor insoportable. Sus aguas tienen una salinidad del 34%, casi 10 veces más que el océano. Y la vida animal o vegetal en sus inmediaciones es inexistente (de ahí su nombre). La explicación de esta salinidad: se trata de un mar sin salida, y el calor de la zona hace que la evaporación de agua sea tremenda.
De camino al Mar Muerto aproveché para visitar Al-Maghtas, un lugar sagrado que me pillaba relativamente de paso.
EXPLORANDO AL-MAGHTAS
Tras un excelente desayuno en el Mosaic City Hotel de Madaba, decidí dedicar mi segunda jornada en la ciudad a visitar dos lugares de fama mundial situados a no mucha distancia. Una vez más no me compliqué la vida, y opté por viajar en taxi, en vez de utilizar transporte público, mucho más errático. Así que una vez en la calle detuve un vehículo, negociamos el precio, y me puse en marcha.
El primer lugar era Al-Maghtas, situado 45km al oeste de Madaba, a orillas del Río Jordán. En 1994 se firmó el Tratado de Paz que ponía fin a las hostilidades entre Israel y Jordania, y establecía como frontera oficial entre ambos países el curso del Río Jordán. A continuación la orilla del río se llenó de voluntarios y arqueólogos, que limpiaban la zona de minas e investigaban los restos históricos que emergían durante los trabajos. En un punto concreto se encontraron las ruinas de varias iglesias, canales de agua y piscinas bautismales. Y tras un largo debate, los expertos concluyeron que se trataba de Bethabara, el lugar donde San Juan Bautista predicaba y bautizaba a la gente, incluido el propio Jesús. Un sitio tan importante que incluso aparece en el Mapa de Madaba.
El taxista me dejó en el Centro de Visitantes del lugar. Y allí me encontré con una noticia negativa: no era posible recorrer el recinto por libre, y me tenía que unir a un grupo para una visita organizada. Así que pagué la entrada; me senté a esperar; y cuando ya éramos unos 40 turistas, subimos a un autobús, y comenzamos el tour. Esto fue lo más destacado:
1. Lugar del Bautismo de Jesús: la principal atracción de Al-Maghtas. Una especie de piscina a la que se accedía por unas escaleras de piedra; y los cimientos de una serie de iglesias de la época bizantina, cuando el sitio ya se había convertido en un importante centro de peregrinaje.
2. Río Jordán: un lugar donde puedes bajar hasta su orilla por unas escaleras de madera y tocar sus aguas. Hay quien incluso llena algún pequeño recipiente para utilizar el agua en algún futuro bautizo. Al otro lado de la orilla, tras unas vallas metálicas, está la frontera de Israel, con su bandera ondeando al viento. Allí se encuentra la otra parte del complejo bautismal de Bethabara, con dos puntos de interés: Qasr el Yahud y Yardenit. Aunque no es posible acceder a ellos directamente.
3. Iglesia de San Juan Bautista: una iglesia ortodoxa moderna, rematada con cúpulas de color dorado.
En la actualidad, Al-Maghtas tiene una gran importancia religiosa. Ha sido visitado por varios Papas; fue designado Patrimonio de la Humanidad en el año 2015; y cada 6 de enero miles de fieles acuden para celebrar la Epifanía. Pero como recinto arqueológico en sí no hay mucho que ver. Así que la hora que duró el recorrido me pareció un tiempo más que suficiente.
De vuelta en el Centro de Visitantes, me tocó conseguir otro taxi para llegar hasta mi siguiente destino del día, situado 22km hacia el sur.
UN CHAPUZÓN EN EL MAR MUERTO
En mi hotel de Madaba estuve investigando sobre las diferentes opciones para visitar el Mar Muerto. Y tenía dos alternativas:
1. Ir a la Amman Beach, una playa pública plagada de lugareños, con todo lo que ello conlleva: inseguridad, ser el centro de todas las miradas (sobre todo si eres mujer), escasez de servicios…
2. Utilizar las instalaciones de alguno de los 3 lujosos complejos hoteleros que hay junto a la orilla, y que cuentan con playas privadas, mucho más tranquilas.
Al final me decanté por la segunda opción. Y me dirigí al Dead Sea Spa Hotel, el más económico de los tres, a pesar de ofrecer habitaciones a partir de 90D. Charlé unos minutos con el encargado de la recepción. Y a cambio de 15D pude acceder al hotel como un huésped más. De entrada el precio puede parecer algo caro, pero considero que lo amorticé con creces, ya que incluía:
1. Vestuario para cambiarme, con una taquilla para guardar las cosas.
2. Toalla.
3. Acceso a una espectacular piscina. Allí decidí quedarme un rato, esperando a que el sol perdiera fuerza. Y tras nadar unos minutos me estiré en una tumbona, rodeado de una atmósfera de tranquilidad total, atendido por un amable empleado que me ayudó a colocar una sombrilla.
4. Bebida de cortesía: pedí una Coke, que me trajo hasta la tumbona el mismo empleado.
Más tarde bajé a la playa privada del hotel, y la experiencia fue única. Primero estuve nadando un rato. Como la salinidad del agua era tan elevada, flotaba sin apenas esfuerzo. De ahí las típicas fotos que se hace la gente flotando de espaldas leyendo el periódico. Además, era casi imposible bucear, y cuando lo intentaba el agua me repelía una y otra vez hacia el exterior. Una sensación realmente curiosa, difícil de explicar con palabras.
Otra de las características del Mar Muerto son sus propiedades cosméticas y terapéuticas, tanto de las sales del agua, como del terreno arcilloso de la orilla. En todo el mundo se venden carísimos productos elaborados con estos ingredientes. Y yo los tenía aquí a toneladas. Así que no dudé en hacer otra cosa típica del lugar: pedir a un empleado del hotel que me cubriera el cuerpo con un lodo de color oscuro que recogía de la orilla con un cubo. Por supuesto, me sacó las fotos de rigor. Y tras esperar un rato, me limpié en una ducha (comprobando que, efectivamente, mi piel estaba mucho más suave).
Para acabar la jornada, nada mejor que disfrutar de una magnífica puesta de sol, con un cielo despejado, teñido de color naranja. Y el sol ocultándose tras las montañas al otro lado del Mar Muerto, ya en territorio israelí. No se puede pedir más…
Tras cambiarme en el vestuario, abandoné el hotel y salí al exterior en busca de un taxi, mientras oscurecía peligrosamente. No podía tardar mucho en conseguir uno, o se me haría de noche y la podía liar. Pero por suerte, tras unos minutos junto a la carretera, pude parar un vehículo, y partimos de regreso a Madaba. El taxista era muy simpático, y fuimos charlando animadamente. Me explicó que trabajaba habitualmente para turistas, y ofrecía circuitos de varios días por todo el país. Incluso me facilitó algunas de las rutas, traducidas al castellano, con los precios. Una opción interesante, aunque muchísimo menos aventurera. Yo tenía otros planes en mente…
De vuelta en mi hotel, me esperaba una buena cena en un restaurante cercano (estaba realmente hambriento); y una noche de sueño reparador en mi magnífica habitación.
CONCLUSIÓN
Cualquier ruta turística por Jordania deberá incluir una visita al Mar Muerto, para poder experimentar en directo sus asombrosas cualidades. Con una tarde hay suficiente, aunque todo depende de las ganas de relax que tengas. De camino puedes pasar por Al-Maghtas, aunque si no eres muy religioso no merece la pena, porque a nivel arqueológico no hay mucho que ver.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales